Partida Rol por web

Eterno invierno

Tras un largo viaje desde vuestros respectivos hogares, gastasteis las últimas monedas en una reconfortante y cómoda noche en El Caldero de Plata, la posada de Sonaj. Comisteis y dormisteis hasta saciaros, un último y necesario lujo antes de emprender vuestra aventura. Anoche os conocisteis y pactasteis adentraros juntos en el invierno eterno. Lo que lleváis encima es lo que humildemente os habéis podido permitir: algo de abrigo, un arma más o menos decente, unas pocas raciones, algún recuerdo...

Sonaj

Tras los últimos preparativos, y con las primeras luces del día, abandonasteis la aldea y su acogedora empalizada. Hace pocas horas que tomasteis el camino Aterimense, o sencillamente 'el camino maldito'; un camino que se ha dibujado recientemente por el paso de decenas de exploradores, mercenarios y buscadores de tesoros hacia las ruinas de la ciudad helada. No sois los únicos atraídos por las viejas leyendas y las promesas de oro y gloria.

Habiendo perdido ya de vista Sonaj, os encontráis en una planicie nevada salpicada de bajas colinas blancas y pequeños grupos de abetos. La niebla, que os acompañará durante todo el viaje, no os deja ver el horizonte, ni las altas montañas que se recortan en él. El viento os hiela el cuerpo colándose entre los pliegues de vuestras ropas, y os trae rumores de criaturas lejanas.

Según tu mapa estáis en algún punto entre Sonaj () y el desfiladero (). El trayecto que debéis seguir hasta tu objetivo () coincide en parte con el camino Aterimense. Al menos la parte de las colinas. Luego tenéis que desviaros a la izquierda, hacia un desfiladero que debéis atravesar para llegar a un profundo valle rodeado de altos picos montañosos. Debéis daros prisa si no queréis tardar más de lo debido.

Sonaj - colinas - desfiladero - valle

En negrita la parte del trayecto que coincide con el camino.

Con esta niebla y este viento, y en este lugar rodeado de colinas, no es fácil ver acercarse a un enemigo, ya sea un humanoide o un monstruo.

En este clima y con estas temperaturas no te será difícil encontrar determinado tipo de plantas. Es más probable encontrarlas guarecidas del viento, al abrigo de los árboles o en grietas de rocas.

Arropándose con su amplia capa para tratar de evitar que el viento se cuele entre los ropajes, el guía hace un alto para otear el panorama que se les presenta. Chasca la lengua con fastidio por la niebla que hace, tras lo cual se repone pensando que podría ser peor.

—Vamos bien, pero deberíamos apretar el paso para salir del camino lo antes posible. Permaneced atentas. Espero que en esta ruta no haya lobos de las nieves, pero nunca se sabe —dice mirando de reojo a sus dos acompañantes antes de reanudar la marcha.

Durante el trayecto ha estado pensando en lo ocurrido la noche anterior. Los rumores de la hostilidad de Akerum y las criaturas que pululan por la zona le hicieron buscar esta asociación, no sin reticencias por su parte. Lo cierto es que el muchacho ha trabajado durante prácticamente toda su vida en solitario, y tiene sus dudas de lo que pueda pasar en caso de que los objetivos de ellas se interpongan en el suyo.

Sintiendo de nuevo la fresca brisa Fardhinn trata de animarse, borrar esa incertidumbre y centrarse en lo que toca. Le gustaría llegar a su destino hoy mismo, aunque piensa que debido al tiempo quizá sea ya un éxito el poder hacer campamento pasadas las colinas. 

El gélido viento choca contra mi rostro, haciendo que baje la cara para cubrirme del mismo y mi pelo se agite libre y salvaje. Puedo sentir como seca mi piel y agrieta mis labios pero a eso ya era a algo a lo que estaba acostumbrada. Sin embargo, la espesa niebla y el ruidoso aire que impedían que pudiera estar alerta a cualquier cosa que se encontrase frente a nosotros, eso sí me preocupaba.

—Espero que tengas razón y sepas hacia donde estamos yendo —respondo con cierto tono recriminante alzando la voz, sin confiar en su palabra —. Tú preocúpate de sacarnos de aquí y yo me preocuparé de los lobos.

Miro por encima de mi hombro a Militsa, la otra mujer que nos acompañaba. Ella parecía la más débil de los tres y aunque sus conocimientos pudieran sernos útiles si algo ocurría, tenía serias dudas de que pudiera soportar lo que estaba por venir.

Me encontraba a la cola de la expedición porque me estaba resultando bastante duro el camino nevado, y es que mis enclenques rodillas no estaban acostumbradas. Suerte que tuve la buena idea de coger el bastón de mi tío, que me daba el apoyo necesario para seguir paso a paso.

Trataba de mostrar la entereza que no tenía cuando notaba las miradas de desconfianza de Skadi o cuando la voz de Fardhinn aconsejó apresurar el paso, por un segundo me quedé paralizada y pensé "¿más rápido?"   no fui capaz de contestar, me limité a obedecer aunque para ello, debería sacar las fuerzas de donde fuese. 

Ellos eran la mejor opción de entre todos los que pude elegir en la posada, tienen la fuerza y la agilidad que a mí me falta y por ello, estaría a la altura para cumplir mi pacto.

Akerum se revela extremadamente hostil. Caminar sobre la nieve y bajo esta ventisca no es tarea fácil, sobre todo para aquellas que no están acostumbradas a lo salvaje. Mientras Fardhinn avanza sin demasiada dificultad, Skadi debe doblar sus esfuerzos para mantener el ritmo. Por su parte Militsa empieza a flaquear y a quedarse atrás a pesar de su apoyo. Debéis bajar el ritmo o no conseguireis sobrevivir ni al primer día de camino.

Seguís adelante, pero a paso más lento. El paisaje no cambia, ni el tiempo parece mejorar. Tras varias horas os encontráis con dos viajeros que descansan al margen del camino Aterimense, cerca de una enorme y reconfortante pira que alza sus llamas a varios metros de altura. Parecen exhaustos y desolados, con sus miradas fijas en el fuego. Estáis seguros de que no se han percatado de vuestra presencia.

la enorme pira

Pronto me doy cuenta de que conforme aprieto la marcha la distancia entre nosotros se acrecienta. Y ratifico con resignación mi anterior previsión de considerar un éxito al sobrepasar las colinas. 

Por un instante, en un recóndito lugar de mi ser salta fugazmente la idea de seguir la marcha forzada y dejarlas a su suerte. Pero rápidamente acallo esos oscuros pensamientos por otros más positivos. Al fin y al cabo no soy un malnacido traidor como los que me han llevado a esta situación.

Y aunque prefiero la soledad, la idea de agrupación va justamente relacionada con el hecho de apoyarnos los unos a los otros, ¿no? Fiel a mi palabra, trataré de que todos lleguemos a destino y podamos consumar el objeto de nuestra búsqueda. Siempre que ellas se comporten y no actúen alocadamente.

—¿E-estáis bien? —pregunto dubitativo, al tiempo que retrocedía hasta la herborista y le ofrezco el apoyo de mi delgado brazo.

Estuve a punto de disculparme y pedir que solicitaran ayuda o un parón en caso de verlo necesario, pero no quiero que se relajen. En este lugar sería la muerte, y estoy seguro que ellas lo saben. Quiero confiar en su juicio y prefiero ahorrarme palabras vanas, en vista además del carácter que gasta la ruda guerrera.

Horas después, nos topamos con esa gran pira y los tristes viajeros aparentemente absortos en el fulgor y calidez de la gran pira. Observo con atención la escena en busca de posibles amenazas, y luego hago un gesto a mis compañeras para seguir adelante.

Cabizbaja e intentándome concentrar en dar un paso tras otro, apenas miraba lo que tenía alrededor.

Alcé la vista y con una sonrisa agradecí el gesto de Fardhinn para que me apoyara sobre su brazo. Su bondad me reconfortó y me hizo sentir parte de algo.

Nuestro guía no sólo lideraba la expedición, si no, que se preocupaba porque todos pudiésemos continuar, una gran virtud para quien posea esa responsabilidad.

Continuamos nuestro camino sin detenernos con los viajeros y su gran fuego, le susurro a Fardhinn  -¿No es demasiado grande esa pira para calentar tan sólo a dos viajeros?- pregunté con suspicacia.

Me giro al notar el leve contacto y el susurro de la alquimista.

—No tiene sentido que lo hayan hecho para eso —respondo entre murmullos—. Prefiero no saber para qué. Sigamos con cautela.

Puedo intuir a que se debe la pira, y mi experiencia me lleva a pensar que esos dos seres no son los únicos que se encuentran cerca. No quiero asustar a la aparentemente frágil Militsa, pero tampoco quiero que nos retrasen asuntos que no nos conciernen, ni posibles asaltos. Cuanto antes lleguemos, menos posibilidades habrán de tener problemas con criaturas salvajes o bandidos.

Dejé que fuese Fardhinn quien se retrasara ya que él parecía moverse con mayor ligereza por estas tierras heladas. Por mi parte, aún acostumbrada al frío, siempre había preferido las localidades y lugares más resguardados. Sigo adelante entonces sin ni siquiera girarme en esta ocasión para ver si ya me están siguiendo, cuando de pronto observo la luz anaranjada que se abre paso entre la niebla.

Una enorme pira y dos siluetas ante ellas. Esto no pinta bien. Tomo la espada bastarda que llevo aún guardada en la funda y apoyo su filo sobre mi hombro mientras sigo avanzando, dispuesta a usarla. De momento parecen estar absortos mirando las llamas y si puedo me aprovecharé  de eso, que no me vean venir antes de asentar el primer golpe. Quizá el sonido del aire ahora juegue a nuestro favor.

Antes de hacer nada me giro y con un gesto le indico a mis compañeros que voy a ir a por la figura más próxima, para después pedirle a Fardhinn que no le quite el ojo de encima a la otra.

El viento sopla con fuerza entre las colinas, es el único sonido que percibís. No es posible distinguir el cielo del suelo, pues todo lo que os envuelve es de color blanco. Los viajeros no se percatan de que Skadi, con su espada desenvainada, se dispone a atacarles. La bandida hace un gesto comunicando sus intenciones a su compañero cazador.

Militsa también ve el gesto aunque no fuese dirigido a ella.

Frunzo el ceño con extrañeza al ver que la hosca mujer desenvaina su larga espada. La extrañeza pronto se torna en incredulidad y horror al entender hacia donde se dirige y lo que pretende hacer.

—¿Pero qué...? ¡No! —grito sin tener la certeza de que lo pueda escuchar por la ventisca—. ¡Skadi! ¡Sigamos adelante! No perdamos tiempo aquí.

Extiendo los brazos y los nuevos arriba y abajo, y niego con la cabeza mientras trato de comunicarme con la bandida. 

Fardhinn hace el amago involuntario e inútil de agarrar a Skadi, que al no haber esperado a la rezagada Militsa está demasiado lejos. Los gritos del cazador intentando persuadir a su compañera son oídos también por los viajeros, que sorprendidos se giran para ver lo que ocurre. Al ver esto el joven saca el arco y se prepara para lo peor.

Estás bastante más cerca de los viajeros de lo que lo están tus compañeros, así que cuando se vuelven puedes distinguir sus rostros:

La elfa es la más cercana a ti. Lleva una buena armadura y te mira fijamente.

Sorprendida de la reacción de atacar de Skadi a toda costa, frente a la negativa de Fardhinn, mi acto reflejo es agacharme e ir reptando hasta algún pequeño montículo de nieve o piedra que pudiese interponerse entre los viajeros y yo.

Como espectadora de la escena, tenía claro que mis compañeros habían tomado todo el protagonismo. Casi con seguridad los viajeros no me habrían podido ver, teniendo en cuenta que intentar ver desde la luz a la oscuridad es más complicado, por si acaso jugaría con esa ventaja, la de tomarlos por sorpresa.

Cualquier oportunidad de ataque sorpresa queda quebrada por el grito de Fardhinn, a lo que reacciono apretando la mandíbula molesta por su forma de hacerlo. Ahora había quedado frente aquellas dos figuras, las cuales se giraron para centrar su vista en mí. Le devuelvo la mirada y detengo mis pasos, observando su rostros y con más cuidado su armadura. No aparentaban ser salvajes ni bandidos, algo que quizá yo misma sí lo hacía.

—¿Amigo o enemigo? —vocifero sin moverme ahora del sitio. Ahora que nos habían visto quizá tuviésemos la opción de no combatir, o incluso de alejarnos sin más conflicto.