Partida Rol por web

Lycanthrofia

El frío de la nieve invade tu cuerpo. Los colmillos de Horst se clavan en tu pecho. Los sentidos de Fardhinn se adormecen. La Luna de plata brilla en el cielo rojo. La espada de Skadi produce más sangre. Los ojos del cazador se cierran para siempre. La infección del lobo corre por tus venas. El cuerpo de Fardhinn ya no se mueve. El calor de tu pecho te quema por dentro. La antorcha de Militsa inunda tu mente. Sêlune en el cielo nubla tu juicio. Las garras de Fardhinn no son de Fardhinn. El lobo del bosque viene en tu auxilio. La voz de tu hermano ya no se siente. El dolor de tu alma maldice el invierno. Tu carne se inflama y produce delirios. El olor de tu muerte es de sacrificio. El beso de Beory despierta tu instinto. La Luna, tu madre, te grita:

¡LUPINO!

Has muerto. Al menos Fardhinn como lo conocías ha muerto.

La infección y la fiebre se apoderan por completo de tu cuerpo y de tu mente, provocándote delirios y ensoñaciones. Te ves a ti mismo, aunque no te reconoces, cubierto de pelo, corriendo a cuatro patas a través de bosques muertos, surcados por ríos de sangre, iluminados por una inmensa y hermosa Luna de plata.

«¿Qué es todo esto que siento? Debería estar muerto y no sentir más dolor, pero puedo notar como todas y cada una de mis venas arden. Me duele todo y no siento nada como propio. Y ese olor... Pero, ¿por qué debería estar muerto? ¿Quién soy y qué hago aquí?»

Tu mente está aterrorizada por lo que percibe, y tu fibroso cuerpo no puede detenerse, presa del pánico. Correr es la única reacción posible, huir, escapar, pero ¿de qué, hacia dónde? La tierra que pisas con tus patas es negra, oscura ceniza ardiente, los árboles que te rodean son gruesos y huecos. Vacíos, muertos, alzan sus ramas desnudas al profundo cielo rojo, que te produce vértigos. Un firmamento de millones de estrellas que lloran lágrimas de sangre. Algunas mojan tu oscuro pelo como cálidas gotas de lluvia, otras forman regueros y arroyos turbulentos. Tu renovado instinto animal te empuja a seguir corriendo, adentrándote cada vez más en la penumbra y dejando atrás tu humanidad.

«¿Qué me está pasando? ¿Por qué este dolor? ¿Qué es todo esto? No conozco este lugar, ni este cuerpo. ¿A dónde voy?...»

Sigues corriendo por el siniestro paisaje, percibiendo olores cada vez más intensos. El cuerpo que no reconoces es el tuyo, es tu cuerpo, eres tú. Cubierto por completo de pelo, clavando tus garras en la tierra. Notas cómo tus músculos se recomponen, cómo eres más ágil, más atlético, más grande, más fuerte. Hueles cómo tus heridas cicatrizan más rápido. Corres, ayudándote de tus cuatro patas, dando largas zancadas, dirigiéndote por instinto a un lugar elevado. Sobre aquella colina, allá arriba, estarás más cerca de esa Luna plateada que te llama, que te llora, que te ama.

Llegas a la cima de la colina, y alzándote sobre tus patas traseras tratas de alcanzar la Luna que te mira, con sus ojos llenos de cariño, pero está lejos, demasiado lejos. Desangelado, aúllas a tu Madre, anhelando su calor, su presencia, su amor.

Ya no eres Fardhinn, lo sabes, y nunca volverás a serlo. Eres otra criatura, renovada, renacida, mejorada.

Eres una criatura pura de la Naturaleza, un Hijo de Beory.

«El dolor ha cambiado. ¿Por qué sentía dolor antes? Ahora no es dolor, es hambre. Ese olor... Conejo. Pero debo correr ahora, mi madre me llama. Rápido. Este cuerpo... Me siento bien. ¡Ya voy, madre!»

                                     *     *     *

«Ya llego, ya llego. Ya estoy aquí», pienso al coronar la cima. «¡Pero no, aún estoy lejos! Madre, ¿me escuchas? ¿Madre? ¡¿MaaadrrreeeeAAAUUUUHH?!»

El rostro de tu madre parece sereno en el cielo, con su cabello de estrellas entretejido con el firmamento. Su imagen se mezcla con el de otra diosa, Sêlune, la Luna. Ambas te arropan como a un hijo. Sus miradas te infunden sosiego, tranquilidad y amor. Aunque no ves que muevan sus labios, puedes oír sus palabras en tu interior:

- Ven, Vráulforr, hijo mío, descansa en mi regazo. No tengas miedo, eres hermoso, un hijo de la tierra y del cielo. Ven a mí cuando no encuentres descanso ni consuelo. Búscame en el brillo de las estrellas y en la luz plateada de la Luna.

Embriagado por una sensación de placer y bienestar, tu cuerpo cae a un vacío lejano y distante. Tu pelo se eriza y tus músculos se repliegan hasta volver a formarse en torno a un cuerpo humano. Vuelves a notar la nieve alrededor de tu cuerpo y el intenso frío que ya casi habías olvidado...

Y otra vez noto el ardiente frío de la nieve bajo mis pies. Observo mis manos, parecidas a las de la persona que fui, aunque quizá algo más peludas. Me toco el pecho y luego la cara con cierta decepción. Estoy solo, desnudo, en un lugar desconocido y sin un rumbo claro.

«¿Qué hacer ahora? ¿Cuál era mi objetivo antes de sumirme en ese sueño? Ahhh, debo buscar refugio y... comida», pienso mientras oteo el horizonte en busca de un nuevo rumbo.

Miras a lo lejos cómo Skadi trae arrastrando sobre la nieve el cadáver de Fardhinn. Has amontonado una buena cantidad de palos en la pira y la has prendido. Daréis un buen último adiós al cazador. Sin embargo algo no va bien, notas algo, un movimiento extraño en la bandida. El cuerpo de vuestro compañero parece moverse...

Militsa está algo lejos y acaba de prender la pira en la que daréis el último adiós al cazador. Su ensangrentado cuerpo es pesado para cargar con él, y lo arrastras sobre la nieve. Le agarras por los pies, que notas calientes. ¿No debería un cadáver estar frío, más aún con la baja temperatura del Akerüm? Te sorprende que el cuerpo vaya derritiendo la nieve allá por donde pasa, como si tuviese fiebre... un momento...

Fardhinn abre los ojos, que son de un color rojo fuego. Su rostro ha cambiado, tiene bastante más pelo que antes, y sus heridas parecen haberse curado parcialmente...

¿Fardhinn?

Antes de abrir los ojos notas un hambre como jamás habías sentido. Es un hambre distinta, profunda, visceral. Necesitas alimentarte cuanto antes, y ya nunca jamás podrás volver a alimentarte de frutas o verduras... ya sólo la carne saciará tu apetito.

Con el hambre obsesionándote y la sensación de la fría nieve rozando tu espalda abres tus nuevos ojos por primera vez. Miras tus peludas manos, tocas tu cara, que es algo más rugosa y dura que antes, con duros pelos formando un bigote similar al de un perro. Tus ropas están rasgadas y hechas jirones, pero aún conservas tu capa, que es lo único que cubre tu peludo cuerpo.

tu nueva apariencia, pocos lo notarán, pero los que te hayan conocido antes sabrán que has cambiado

Miras a tu alrededor, y lo percibes de un modo distinto, como si los ojos fueran ahora menos importantes, como si los olores y los sonidos se hubiesen intensificado. Oyes el crujir de la nieve, oyes el viento, y las gotas resbalar sobre las paredes del desfiladero. Hueles madera, y a Militsa y a Skadi, que te arrastra de los pies hacia una pira que la sanadora acaba de prender.

Hueles el cansancio de Militsa, las heridas de Skadi, y el derrotismo de ambas. No percibes ningún olor de otro cuerpo, sólo cadáveres de lobos y sus pieles ensangrentadas. Aunque hueles algo de miedo en el aire, un miedo emanado de tu mentor Horst.

Skadi está muy cerca de ti, tocándote. Sus heridas abiertas y el olor de su sangre despiertan tu feroz apetito.

Tras un rápido vistazo el hambre me puede. Trato de revolcarme para reincorporarme y tomar impulso, más me siento incómodo con mi nuevo y extraño cuerpo, además de cansado. Luego dirijo una torpe dentellada sobre la mano de Skadi.