Partida Rol por web

Cuando empecemos iréis ambos por aquí, aseguraos de mandar todo para el director hasta que os encontréis (si os encontráis)

Los hombres de negro hablan entre sí, todos ellos tienen pinganillos en las orejas cuando te fijas un poco más en su aspecto. Parecen de algún tipo de corporación o de seguridad. El director habla con ellos amigablemente, sonriendo con simpatía, aunque sus manos parecen quizá demasiado apretadas una contra la otra.

Abres los ojos. La luz de unos focos directamente apuntando a tu cara te ciegan por un momento. Pasados unos momentos de desorientación y náusea, tu vista se acomoda un poco más a la luz del foco. Estás atada con correas a una camilla de operaciones, en una habitación que parece un quirófano. Multitud de instrumentos de cirugía pueblan distintas mesitas de aluminio tapadas con papel estéril. Tratas de mover un poco los pies, pero también están atados con correas. Una sensación de embotamiento recorre tu cráneo, atravesando de una sien a otra. Además, notas un ligero escozor bajo el labio y sobre la coronilla...

Unos pocos segundos más pasan mientras tu cerebro trata de asumir lo que está pasando. Tratas de recordar por qué estás aquí, dónde estás... pero no puedes. Por más que tratas de hacer memoria, nada viene a tu cabeza. Nada, salvo tu nombre.

Brianna.

Parpadeó nuevamente para tratar de aclararse, más para ella misma que por la luz que la ilumina tan desconsideradamente, pues sus ojos ya se han acostumbrado a la iluminación que la rodea siempre y cuando no vuelva a mirar al foco que tiene directamente encima, de frente. Intenta nuevamente mover el cuerpo, los pies, las manos. Las correas solo la dejan hacerlo unos centímetros, pero no lo suficiente para lograr nada, para poder aflojarlos un poco para tener otro tipo de movimiento o siquiera comodidad. Deja eso mirando alrededor viendo todas aquellas cosas filosas a su alrededor que solo la hacen tragar saliva y comenzar a inquietarse. Respira profundo dejando de mirarlo y recostando su cabeza nuevamente, para poder pensar. Tenía un asunto del que si podía preocuparse en esos instantes, su aparente falta de memoria.
 

Como pasó minutos antes, solo logra dar con su nombre. El ‘Brianna’ solo evoca esa sensación de pertenencia propia de tu nombre de nacimiento, pero el resto está en blanco. No tiene idea de quién es, dónde está, o cómo llegó allí. No le llegan recuerdos de la infancia, el nombre de sus padres, ni siquiera que hacía una hora antes, su último recuerdo es la nada completa, despertarse allí en aquel estado y solo puede respirar de nuevo profundo, porque está entrando en pánico entre eso y los dichosos instrumentos médicos alrededor dignos de una película de terror. 

¿Dónde estaba? ¿Quien la había llevado allí? ¿Qué le harían? No podía responder nada de eso, tampoco podía liberarse por los momentos, así que hizo lo más sensato para ella en esos instantes y lo que su mente asustada estaba pidiéndole, gritó.

—¡Auxilio! ¡Saquenme de aquí! ¿Alguien? ¡Por favor! ¡Ayuda!

Como de costumbre, no sabía que hacer, ni que decir, por lo que se limitó a esperar a que alguien se dirigiera hacia él en algún momento. Un pequeño tic nervioso le recorría por la pierna, esto escapaba de su rutina habitual y le preocupaba que algo andara mal. A pesar de que faltaban cada vez más pacientes, su trabajo no había disminuido, al igual que su salario, pero si no quedaban pacientes, no tendría con que trabajar y debería buscar otra manera de costear su pequeño y costoso programa casero.

Suspiró. ¿Aquellos hombres habían venido a clausurar el lugar? No podía dejar de pensar en ello, no solo porque el nerviosismo que expresaba su superior le generaba de todo menos tranquilidad, si no también por el hecho de que aquellos hombres parecían venir de parte de el gobierno, como mínimo. ¿Quizá eran de una organización secreta? Los nervios aparecieron en forma de dolor en la tripa de Ethan, el cual se vio resignado a no intervenir, esperando una pronta resolución.

Gritas. Gritas pidiendo auxilio con toda la voz que tienes, pero tu voz resuena en las paredes impolutas del quirófano sin recibir una aparente respuesta. Aún peor, después de gritar notas algo en la boca muy extraño. No te ha dolido, pero paladeas un sabor metálico muy característico. Sangre. No sabes por qué, pero algo ha abierto una herida en tu boca, de ahí el sabor a sangre. Quizá tuviera que ver con el escozor del labio.

El grupo de hombres tardó un par de minutos más en zanjar su conversación, momento en el que se estrecharon las manos de forma fría y apresurada, como si tuvieran prisa. Uno a uno fueron saliendo por la puerta de entrada, dejando al director solo. Su expresión es de todo menos complacida, y se retuerce las manos con nerviosismo. De pronto, como si sintiera que podría estar siendo vigilado, mira apresuradamente hacia todos lados, momento en el cual te ve.

De forma muy poco creíble trata de serenar su gesto y se acerca a paso rápido hacia ti demostrando, una vez más, el verdadero estado interno del director. 

«¡Hola, Ethan! ¿Qué tal va todo? ¿Se portan bien los pacientes, algún nuevo lanzamierda que poner bajo control?» El director se ríe estruendosamente, con una risa impropia de él como lo es su comportamiento actual. Michael suele ser más frío con su personal, y contigo no era una excepción, pero ahora parece demasiado charlatán y amigable. 

«¿Sabes? Necesito un buen café ahora, todavía me queda toda la noche haciendo papeleo y dudo que aguante en pie sin un chute de cafeína en condiciones. ¿Sabías que hay cafeína en cápsulas? Ja, las farmacéuticas nos están jodiendo, te lo digo yo... Mejor un café natural que esas mierdas que nos quieren vender ahora.»

Curiosa declaración proviniendo de un hombre cuyo negocio es un hospital de psiquiatría, pero de nuevo, es algo que no encaja en su forma natural de comportarse. Lo has visto en otras ocasiones, no es un hombre dado a compartir sus opiniones así como así, ni lo es de acercarse a sus empleados. 

La salida de aquellos hombres de negro, junto con el extraño comportamiento del director del hospital, no hizo más que acentuar el nerviosismo del pobre Ethan. - Ho... Hola, director. Todo bien, de momento. Sin reportes de altercados. - contestó serio y escueto como de costumbre, no era una persona muy habladora, sobretodo porque no sabía como seguir las conversaciones.

Como buen estudiante de enfermería que había sido, estaba al tanto de aquellas cápsulas de cafeína, pero al igual que Michael, pensaba que siempre era mejor tomarlo de forma natural, junto con un café y con moderación. Aunque el comentario sobre las farmacéuticas le pareció muy extraño, sobretodo teniendo en cuenta que los medicamentos eran gran parte de aquél hospital. - Si lo necesita, puedo traerle un café, señor. Pero... Antes de irme quería preguntarle... - se notaba cierto miedo y temblor en las palabras de Ethan en esta última frase, le daba miedo hacer una pregunta que incomodara a la gente y dejaran de hablarle, pero viendo que el director hoy estaba mucho más hablador de lo habitual, decidió lanzarse. - ¿Va todo bien en el hospital? ¿Quienes eran esos tipos de negro?

El director se queda parado al instante, como si le hubieran pinchado de repente y sin avisar con una aguja. Una pequeña risa nerviosa se escapa de su boca, la cual acalla al momento. Sin darse la vuelta a mirarte dice:

«Oh, puedes estar tranquilo, Ethan. Eran simplemente inspectores, haciendo una inspección sorpresa. Nada de qué preocuparse, a menos que las cucarachas del otro día decidan salir a darles las buenas noches. Así que sí, todo va bien, no hay de qué preocuparse. En cuanto pueda llamaré para que venga el control de plagas, puedes estar seguro.»

¿Hay una plaga de cucarachas? El hospital está situado en el campo, sí, pero Ethan no tenía conocimiento de ninguna plaga así de importante. El director sigue su camino en dirección a su despacho, andando aún más rápido que antes. En pocos segundos desaparecerá por el pasillo contiguo.

Al escuchar la palabra "cucarachas" un pequeño escalofrío recorrió la espalda de Ethan. - Espero que no sean de esas hijas de su madre que vuelan... - pensó para sus adentros. No le molestaba pisarlas, pero tener que recogerlas luego, con la de enfermedades que tienen encima. Le entraba repelús solo de pensarlo.

Su jefe entró al despacho sin darle tiempo a despedirse, por lo que con un suspiro, se resignó a hacer su guardia y de paso, a recoger un café para su muy alterado director. Estaba acostumbrado a tratar con enfermos mentales, pero si a quien le pagaba se le iba la olla... Tendría un gran problema. Por ello era mejor tenerlo contento.

Ethan se dirigió a pasearse con ritmo tranquilo para ver que todo estuviera bien por el hospital, parándose en las habitaciones en las que aún quedara alguien. No necesariamente a entrar, solo pararse frente a ella y escuchar que no había ningún percance, como golpes, gritos o algún sonido preocupante.

Durante el paseo de Ethan poco es lo que se puede ver anormal en la actividad del hospital. Los enfermeros continúan haciéndose cargo de los pacientes, paseando con carritos repletos de medicinas, comidas y bebidas según los gustos, horarios y necesidades de cada paciente. Las habitaciones, por otra parte, están relativamente silenciosas, con algún que otro ronquido o murmullo bajo. De hecho, los pacientes hoy están especialmente tranquilos al parecer, puesto que el ruido es menor de lo habitual. De vez en cuando se podía hasta respirar paz en el hospital, y eso era algo de agradecer. 

Los enfermeros que se cruzan por el camino de Ethan a menudo lo ignoran, continuando con sus tareas, aunque los menos lo miran sin atisbo de vergüenza ni educación alguna. A pesar de que no dicen nada, su actitud queda más que clara con sus expresiones y lenguaje corporal.

Ethan se dirige a la cafetería, donde recogería un café para su superior, a ver si así se calmaba un poco. Tocó suavemente a la puerta, tratando de importunar lo menos posible, pero el director le indicó con un simple gesto un lugar para depositar el café. Parecía poco dado a la conversación en este momento, con una montaña de papeles encima, con lo que Ethan decidió no arriesgarse a molestarlo y volver a alterarlo de nuevo.

Durante el paseo, la luz del hospital decae poco a poco, claro indicador de que la noche está llegando por fin. El ambiente plácido y tranquilo se ve alterado por el momentáneo ajetreo del cambio de turno. Los enfermeros empiezan a salir del hospital, siendo sustituidos en su mayor medida por los del turno de noche. Ethan, por desgracia, debe permanecer en el hospital por un doble turno de tarde-noche, por lo que todavía le queda una larga noche que pasar en el hospital, aunque bien era cierto que por las noches todo parecía menos complicado, en general, pues la mayoría de pacientes dormían y dejaban descansar también a los enfermeros por tanto. 

Se respiraba una tranquilidad bastante inusual. No es que fuera algo malo, de hecho estaba bien que no ocurriera ningún altercado, los cuales no solían ser para nada frecuentes, pero en cuanto ocurría uno, corría la voz por todo el hospital y ya no se hablaba de otra cosa.

Tranquilamente Ethan llegó a la cafetería y pidió el café de su jefe. Al entregárselo también se sorprendió de que el tipo ya no estaba tan hablador como antes, pero él no iba a iniciar una nueva conversación, no se veía capaz, por lo que dejó el café y salió de aquel despacho.

Era el cambio de turno, por desgracia, le tocaba uno doble. Ya que la cosa estaba bastante tranquila y le esperaba una larga velada, decidió que nadie le echaría de menos si salía a la azotea unos minutos, a tomar un poco el fresco y a ver algún episodio cortito sobre algún caso paranormal. ¡Necesitaba reírse un poco viendo con que chorrada decidían salir ahora esos engañabobos!

La chica grita un poco más, pero sus palabras se pierden por completo en el vacío de la habitación. Era una sensación nada agradable esto, porque solo significaba que de hecho estabas completamente solo, tú y cuatro paredes, sin contar las horribles cosas filosas a su lado que, estaba segura, le podían hacer daño. La desesperación volvió a su cuerpo mientras mueve los brazos y las piernas tratando de liberarse sin ningún logro y pestañea para no llorar, porque no puede terminar llorando tan rápido en una situación así. Traga saliva con cuidado al recostarse de nuevo y siente el sabor tan familiar de la sangre… ¿Por qué le es familiar ese sabor? Y solo siente un escalofrío por el cuerpo por alguna razón, porque, tiene sangre en su boca y aquello solo la hace sentir peor. Pasa la lengua por sus labios en un intento de limpiarse lo que sea que tiene allí y vuelve a sentir el escozor anterior, en la coronilla y sobre todo, en el labio. Respira profundo para no comenzar a hiperventilar y vuelve a llamar en un intento de que alguien aparezca —¡Por favor! ¡Ayuda! ¡Sáquenme de aquí! — quería soltarse y correr por su vida.

Ethan sale a la azotea. Una suave brisa corre por ella, refrescante. Aunque no hace frío, probablemente un par de horas después, cuando la noche avanzara, sí que comenzarían a bajar las temperaturas. Pero por suerte, en ese momento, se estaba bastante bien en ella. Además, estaba completamente desierta. Aparte de las antenas de radio y televisión, y un par de cables gruesos que parten de ellas y que pronto se internan en la estructura del edificio, hay poca cosa en ella. Sin embargo, sí que hay un par de sitios donde poder sentarse o incluso tumbarse en los bordes del tejado.

Brianna sigue y sigue gritando, al parecer sin ningún resultado. La ansiedad crece a medida que se va haciendo a la idea de que nadie vendrá a ayudarla, que probablemente quede encerrada ahí durante un largo tiempo. Aunque trata de revolverse un poco más, intentando zafarse de las correas que sujetan sus pies y manos, es inútil. Están muy bien enganchadas a su cuerpo, haciendo imposible su escape. Además, de la fricción las correas están empezando a dejar marcas rojizas en sus muñecas y tobillos. 

Sin embargo, de pronto una de las puertas de la habitación se abre, y una persona totalmente oculta detrás de una máscarilla y un gorro de cirujano comienza a acercarse a ella. Por su aspecto, parece un médico, ya que lleva puesta también una bata estéril y sus manos van enguantadas. Se acerca a Brianna con un portafolio y un bolígrafo pero, a pesar de que la muchacha está totalmente inmovilizada, aún así permanece a un par de metros de distancia. 

La persona que parece un médico se recoloca entonces la mascarilla, antes de hablar con una voz grave y claramente correspondiente a un varón.

«¿Cómo se encuentra, Brianna? ¿Sabe quién es?»

Ethan se sienta en uno de los bancos de la azotea, lamentándose por no haberse cogido algo de picotear. Aunque no tenía mucha hambre, comer algo mientras veía algún programa tonto le relajaba bastante, preferiblemente algún snack, como pipas o patatas fritas. Se estaba de lujo en la azotea, de hecho mientras se reía de las idioteces que decían en el programa, se planteaba seriamente si volver abajo o no, después de todo, estaba la cosa la mar de tranquila.

Pero todos esos pensamientos eran una mera fantasía, Ethan era una persona bastante formal. Por lo que en cuanto despejó su mente un poco de los problemas que presentía que estaban por venir respecto a su puesto laboral, el director y esos hombres de negro, se puso en marcha para reunirse con sus compañeros de turno. Quizá alguien necesitaba algo y si nadie necesitaba nada, Ethan volvería a hacer su guardia nuevamente, pero esta vez antes de ir en busca de algún paciente en problemas cual caballero azul, revisaría su horario y los pacientes que tenía que tratar y medicar, para ir directamente a por ellos.

Nada, no lograba nada. Respiró profundo para evitar desesperarse más o ponerse a llorar como una niña chiquita porque era lo que tenía ganas de hacer. Comenzaba a sentir ardor en sus extremidades por la fuerza que les estaba haciendo. Estaba por seguir gritando un poco más, nunca está de más seguir intentándolo, cuando escuchó la apertura de la puerta. Se quedó quita, inmóvil y buscó con la mirada, lo que su posición le dejó claro, para ver quien había entrado.

Un médico. ¿Era un médico? Un escalofrío la recorrió de inmediato teniendo un mal presentimiento de inmediato. El hombre no le hacía sentir mejor, pero era la única otra persona allí y quien podía decirle que pasaba ¿No?

—Yo… Brianna, soy Brianna — respondió, sin saber cómo responder lo mal que se sentía por estar amarrada, y sabiendo que con dar su nombre no quería decir que sabía quién era. —¿Quién es usted? ¿Dónde estoy? ¿Por qué me tiene amarrada? ¿Por qué no recuerdo nada? — comenzó a preguntar atropelladamente sin aguantarse, sin poder controlar mucho la situación, quizás si estuviera suelta, o un poco más centrada pudiera actuar más normal, pero tal como estaba, no podía.

El médico comienza a tomar notas nada más Brianna abre la boca. Inconscientemente emite un par de asentimientos, escribiendo a la vez que intenta no romper contacto visual demasiado tiempo con ella.

«Cálmese, está usted a salvo. Eso es todo lo que puedo decirle.» dice, con una voz suave aunque poco emotiva, fría. Ignorando el resto de preguntas de la chica, continúa hablando, en voz baja pero perfectamente audible. «¿Ha sentido algún tipo de dolor al despertar? ¿Mareos, jaquecas, náusea...? ¿Diría que puede pensar con claridad?»

El médico mira a Brianna a los ojos, inquisitivo. No tiene una pizca de piedad o compasión en su voz o sus ojos, más bien parece que para él ella es un objeto de estudio, un fenómeno del que sacar información. No más preciada o importante que esas herramientas que descansan sobre las mesas de operaciones. 

Cuando Ethan se levanta del banco, descansado y de buen humor por las patochadas que acababan de soltar en el último programa, las luces de un camión de carga llaman su atención. El camión es de color negro y por ello es difícil verlo bien en la oscuridad de la noche, pero las luces frontales del vehículo son un indicador claro de que este se está acercando al hospital. La caja de remolque es bastante grande, de hecho es un camión más grande de lo habitual. No hay nada por fuera de dicha caja que dé un indicativo de qué es lo que podría llevar dentro.

Un poco más adelante uno de esos hombres de negro, parecido a los de antes en la entrada, daba las indicaciones con la mano para que el conductor se acercara. Parece que lo estaba dirigiendo a un sitio concreto, al lado del hospital.