Partida Rol por web

Avanzó por el camino sacudiendo la colita, de alguna forma esto contaba como un paseo y eso, a pesar de la situación en la que se encontraban, le hacía muy feliz. ¡Qué chico tan honesto! Iba alternando la mirada de al frente a Boris, como si se asegurara de que estaba siguiendo el camino correcto.

Frente al montacargas se marcó un Boris, salvo dejar que sus sensores detectaran que efectivamente se trataba de un puerto USB poco más podía hacer. A pesar de la horda que había bajo sus patas estaba muy tranquilo, sin embargo cuando su escáner detectó el peligro inminente del cual les había advertido Cristina sus alarmas se dispararon. Tanto, que incluso se acerco al montacargas y lo rascó con ansias con las uñas de las patas como pidiendo ¡por favor, muévete!

La doctora Elgin no tenía previsto que el equipo acabase visitando su laboratorio privado, así que toca hacerlo por las malas. Cristina desmonta sin miramientos el panes de botones del ascensor y tras conectar su ordenador de antebrazo empieza a teclear. Por suerte, el sistema de seguridad del ascensor está más basado en la escasez de dispositivos USB que en un cifrado complicado y tras un tiempo Cristina consigue desbloquearlo.

Mientras tanto desde la zona del pozo se escucha el tableteo de un arma automática, muy parecido al de la ametralladora de Alex. En el piso de abajo los Rabiosos reaccionan al ruido y varios de ellos se separan del grupo para interceptar al nuevo tirador, cuya munición no parece acabarse nunca.

Cuando Cristina consigue desbloquear el panel ya es empiezan a escuchar unos pesados pasos metálicos por las escaleras por las que llegó el equipo, que se apresura a meterse en el montacargas. Las puertas se cierran con lentitud exasperante, pero el aparato empieza a descender antes de ser alcanzado por lo que sea que esté creando esos ruidos. El descenso también transcurre con parsimonia, incluso cuando dos objetos metálicos caen sobre el techo haciendo temblar la cabina.

Tras el espantoso rugido algo aún más pesado cae sobre el techo abollándolo hacia dentro y haciendo que se desprendan parte de los tubos de LEDs del techo. La criatura empieza a golpear con saña creando nuevos abollones, pero atravesar esa chapa tan dura todavía debería costarle un rato.

Las puertas finalmente se abren dando paso a moderno laboratorio con nivel de bioseguridad 4. A pesar de la obvia falta de mantenimiento, resulta imposible que todo esto se colocase aquí antes de las Guerras Rabiosas.

En una cámara al fondo del laboratorio se encuentra Teo, firmemente atado a una silla metálica y con varios tubos intravenosos clavados a sus brazos. En una cámara contigua un Rabioso, igualmente atado, recibe parte de la sangre de Teo, mientras que los demás tubos se pierden por el techo de la cámara. El Rabioso está tranquilo, y sólo muestra un vago interés en los soldados de Pasar Página cuando éstos pasan por ante él, abriendo y cerrando la boca con expresión bobalicona.

La puerta que da acceso a la cámara de Teo está medio abierta, señal de que el mecanismo de cierre ha sido forzado tras haber arrancado de la pared el panel de apertura. La apertura de la puerta es lo bastante grande como para que K9 pueda pasar con su fusil totalmente plegado, pero para que los demás puedan pasar tendrán que abrir la puerta...

Cuando la puerta se quedó medio atascada, él pasó rápidamente por el estrecho espacio que había. Sin embargo, al ver que sus compañeros no podían pasar, se posicionó entre las puertas, pegó el lomo contra una de ellas y sus patas biónicas parecieron pegarse al suelo. Luego, empujó, desprendiendo un pequeño humo como consecuencia de someter su cuerpo a tal esfuerzo físico. ¡Pero nada que K9 no pudiera soportar! Las puertas se abrieron torpemente con un sonoro CLACKKK...!!! y sus compañeros ya podían pasar sin ningún inconveniente al laboratorio.

¿Quién se estaba ganando unos premios? ¿Quién estaba siendo un buen chico? ¡K9 lo eraaaa!

Su primer impulso fue descerrajar una ráfaga de balas contra el maldito Isidro, pero al ver como estaba conectado al chaval por tubos se que parado. No tenia ni idea que leches estaba haciendo, pero era mejor que la doctora echase un vistazo antes de hacer nada y poner en peligro a Teo.

K9 demostró nuevamente ser mucho más inteligente que un perro normal, en cuanto volviesen al todoterreno le daría un premio de verdad y no esas galletas que le daban.

—¿Qué hacemos?—. Dijo mirando a Eliana. —¿Podemos disparar al ese bastardo o le haremos daño al chaval?

Con el panel abierto, no me costó mucho, aparte de algo de tiempo, desbloquear los controles para poder descender al laboratorio. Mientras las puertas se cerraban, los disparos de alguna arma automática resonaron por todas partes, pero lo peor fue oír aquellos pasos que hacían retumbar toda la estructura metálica.

Debía ser ese rabioso gigantesco del que había hablado David.

No me había dado cuenta de lo profundamente que respiraba hasta que no iniciamos el descenso en el montacargas, a causa de la ansiedad y la descarga de adrenalina, y cuando a aquellos rugidos le acompañaron los golpes de algo que nos arrojó encima, me agaché por puro instinto, pensando que iba a aplastarnos como si fuésemos papel.

-¡Joder! Lo vamos a tener difícil para salir de aquí -comenté, deseando que al menos, el laboratorio fuese un punto seguro.

Cuando por fin se abrieron las puertas, todo parecía tranquilo. Era un laboratorio de última generación y solo el sonido del funcionamiento de algunos de los aparatos demostraba que aún estaba en pleno funcionamiento. Nos adentramos en él, yo al menos con desconfianza, pero también curiosidad, hasta que vimos al final del laboratorio al muchacho, sentado en una silla metálica como si formase parte de un experimento, transfiriendo sangre a un rabioso.

Era como si estuvieran intentando transferirle su inmunidad.

La puerta que permitía llegar hasta el muchacho estaba cerrada y miré a K9, que ya fuese por propio instinto o porque lo había comprendido, rompió la cerradura de un empujón.

-¡Buen chico! -le dije a K9, acariciándole la cabeza.

Alex dudó acerca de lo que debíamos hacer, pero allí no había muchas opciones.

-El rabioso está recibiendo sangre. No debería haber ningún problema por quitarlo de en medio. Además, no nos lo vamos a llevar.

Entonces apunté a la cabeza del rabioso. Si se movía, lo mataría allí mismo. Y en cuanto la doctora dijese la palabra mágica, también.

-Usted manda "doc" -le dije a Eliana.

La habilidad de Cristina nos permitió actibar el montacargas y bajar hasta el laboratorio de la doctora. El descenso fue angustioso. Esperaba en cualquier momento que la criatura que nos perseguía atravesara el techo del montacargas y nos pillara a todos sin escapatoria. Para mi sorpresa la estructura de aquel habitáculo resistía muy bien y mantenía ocupado al zombie.

Recorrimos el laboratorio hasta descubrir que Teo estaba atado en una camilla, donde le estaban sacando sangre para transferirla a un rabioso. La puerta estaba abierta lo suficiente para que K9 entrara. Antes si quiera de que pudiéramos acercarnos para abrir la puerta del todo, el perrete se adelantó a nuestros pensamientos y haciendo fuerza la abrió para que entráramos todos sin problemas. Al pasar por delante del perro, le acaricié detrás de las orejas. -K9, eres sin duda, el perro más espectacular que he visto en mi vida. Voy a asegurarme que en las siguientes misiones vengas conmigo. Eres garantía de éxito. Había compartido muchas misiones con muchos compañeros, pero nunca había visto la astucia y la determinación demostrada por K9.

Una vez dentro, parecía claro que Eliana, era la más adecuada para desconectar al chico de todos esos tubos, sin ocasionarle ningún daño. Cristina y Álex tenían controlado al rabioso conectado al chico. Parecía todo muy tranquilo. De repente, volví a darme cuenta que en el montacargas habíamos dejado un asunto pendiente y en cualquier momento podía aparecer detrás de nosotros. Volví a la puerta que K9 había dejado abierta y me mantuve con la pistola apuntando hacía la entrada del laboratorio. -Vigilo la entrada por si aparece lo que sea que nos persigue. Si necesitais ayuda ahí dentro, avisadme.

Eliana, en cuanto vio al niño atado a la silla, hizo una señal a Cristina y los demás. 

—Cubridme, y abridle el melón al rabioso si hace falta. Forzar la cerradura o lo que sea para que no dé la alarma, confío en vosotros. Yo necesito sacar al niño de ahí sin cargármelo. 

Con determinación y urgencia, pasó al lado de K9 dandole un cachete en el lomo, murmurando el "buen chico" que el perro ansiaba escuchar, y centrándose con todos sus sentidos en estabilizar y sacar de ahí al niño. 

Malditos desgraciados. 

Con la sangre hirviendo de rabia, se dispuso a apagar, y después apalear hasta destrozar, la máquina. 

¡Sacadme de aquí, por favor! - suplica Teo mientras Eliana empieza a retirarle los catéteres intravenosos - Antes de que vuelva ese cura chupapollas.

El monstruo sigue golpeando el techo del montacargas, intercalando golpes con ráfagas de su ametralladora. Parece que le está costando hacerse un hueco, pero también está cerrando una de las rutas de huida (1). Eliana sigue trabajando sobre la silla de Teo, soltándole de sus ataduras y ayudando al chico a ponerse en pie. Al principio le fallan las piernas debido a la pérdida de sangre, pero el miedo y la adrenalina le ayudan a ponerse en pie.

Mal, mal, Teodoro - la voz, que suena rasposa como la de un gran fumador, sale de unos altavoces instalados en la pared - Te has aliado con los siervos de la oscuridad e interrumpido la obra de Dios.

¡QUE TE FOLLE UN PUTO PEZ, ISIDRO! - maldice Teo. El sacerdote sigue hablando.

¡Ay de vosotros, los impíos y los inicuos, pues vuestras almas serán arrojadas al Lago de Fuego! - se oye un siseo hidráulico seguido de los gemidos hambrientos de varios Rabiosos, cuyo hedor empieza a invadir la sala - Vosotros... ¡Vosotros no sois dignos de uniros al Ejército de Dios! ¡Que SUS siervos os devoren hasta las entrañas!... (2)

Mientras Eliana desataba a Teo, yo apuntaba al rabioso a la cabeza. En realidad, parecía estar muy tranquilo, pero no es que pudiera fiarme de ello. Quizás la sangre de Teo tuviese utilidad después de todo, pero no estábamos allí para eso ni teníamos tiempo para llevar a cabo una discusión sobre la ética de los rabiosos.

Teo empezó a protestar pero no era eso lo que inquietaba, sino el maldito monstruo que continuaba golpeando el montacargas y disparando. Tarde o temprano iba a acabar por llegar hasta allí, por lo que no podíamos entretenernos.

-Será mejor que nos demos prisa. Eso que hay allí arriba no creo que tarde mucho tiempo en abrirse paso -comenté, mirando de reojo hacia el techo.

Entonces sonó la voz del maldito Isidro a través de unos altavoces que había en pared. Era un asco tener que estar allí pero escuchar las peyoradas de aquel tiparraco todavía lo hacían más intragable.

-Vete a tomar por el culo -dije, apuntando hacia los altavoces y volándolos todos en mil pedazos.

Tras hacerlo, me acerqué a Teo y lo agarré para sostenerle.

-Las escaleras son una trampa mortal. Arriba está ese maldito bicho y no vamos a enfrentarnos a él. Así que va a tocar lanzarnos con todo hacia los rabiosos. Teo no está para hacer muchos esfuerzos pero necesitaremos toda la artillería que podamos.

Fue decir eso y doblarme el pie, cayendo al suelo. Había hecho demasiado esfuerzo en medio de toda aquella radiación y ahora... estaba pagando los platos rotos.

-Yo... no creo que pueda correr demasiado tampoco. Quizás debería... daros un poco de tiempo.

Eliana se aseguró de que el chico estuviera lo suficientemente entero como para no morir en lo que tardaban en evacuarle. Por desgracia, sólo tuvo tiempo de hacerle un examen visual apresurado mientras la situación se descontrolaba. 

—Teo, tranquilo, hemos venido a sacarte de aquí. Pero ahora necesito que te quedes un segundo con K9, es un buen chico —dijo Eliana ayudando al chico a apoyarse contra el perro. Así estaría protegido mientras ella se lanzaba contra los productos químicos en un intento desesperado de utilizar sus conocimientos de química de la forma más explosiva posible. 

Empezó a leer probetas, mejunjes, tarros con cosas pegadas, mientras murmuraba para sí: 

—Venga, venga, venga... No me regalaron el quimicefa a los 3 años para esto...

Cristina trató de coger al chaval y fue peor el remedio que la enfermedad, entonces intenté hacerlo yo, pero con la ametralladora y la mochila de las balas no tenía mucha maniobrabilidad precisamente

—Salir atravesando ese montón de rabiosos no es muy buena idea, porque aunque consiguiéramos atravesarlos, os recuerdo que hundimos la pasarela.

Entonces vio como la doctora corría por ahí buscando productos químicos, lo suyo no era la ciencia pero podía imaginarse que tramaba algo.

—La cosa esa que nos persigue está sobre el techo del ascensor, deberíamos ir hacia las escaleras y esperar a que el baje para subir nosotros, hacemos que esto arda le retrasará mientras nos vamos.

Miró impasible como sus compañeros se iban rulando el niño, le hubiera gustado ayudar pero estaba claro que con su tamaño no sería capaz de cargar con él. Agachó las orejitas, le ponía muy triste no poder ayudar. Sin embargo los halagos y caricias que recibió por abrir la puerta fueron más que bien recibidas, así que se permitiría sacudir el rabo a modo celebración.

¡Pero eso era mentira, sí que podía ayudar! Aunque no pudiera cargar con Teo seguía pudiendo protegerlo, así que cuando Eliana lo acercó a él respondió con un sonoro ladrido. - ¡¡Woooof!! - Desplegó el arma de su lomo y flexionó las patas, estaba preparado para enfrentarse a lo que fuera. Luego sonaron los golpes que venía del elevador y dudó de si realmente podría con lo que fuera.

Quizá la solución podría ser buscar una salida alternativa...

Habíamos conseguido liberar al chico y ahora lo difícil era salir con él. Una horda de rabiosos nos esperaba al otro lado del laboratorio y en el montacargas seguía la criatura que nos perseguía. Por lo visto el maldito padre Isidro nos tenía totalmente vigilados. Su voz salía por unos altavoces hasta que Cristina los hizo añicos.

Las escaleras parecían la única salida posible. Álex intentó cargar con Teo, pero no fue capaz. Cristina al probar se hizo daño en el tobillo y apenas podía moverse por si sola. K9 era evidente que no podía ayudar en este caso y Eliana estaba intentando volar toda la instalación. Sabía que el chico era la misión pero no podía dejar a un compañero atrás. Me acerqué a Cristina y la cogí en brazos. -Tú te vienes con nosotros. 

Una vez la tenía bien sujeta, me dirigí hacia Eliana. -Eliana, intenta cargar con el chico hasta las escaleras. Hay que salir de aquí.

Sabía lo que me sucedía, pero sobre todo, sabía que iba a ser incapaz de soportar aquellos niveles de radiación durante mucho tiempo más. Rendirme no formaba parte de mi manera de ser, al igual que le ocurría a David. Pero otra cosa muy diferente era que mi cuerpo dijese basta. 

Con Teo libre, lo prioritario era sacarlo de allí y si para eso debía sacrificarme, debía aceptarlo. Pero el resto del equipo no estaba dispuesto a eso. Mientras Eliana buscaba algo que los detuviera, Johan se acercó y me agarró en brazos.

Pasé mis brazos alrededor de su cuello y lo miré, agradecida. 

-Gracias -le dije, intentando contener mis emociones y no terminar de hundirme.

Al girarse, miré todos los productos que había allí y me fijé en uno de ellos.

-Eliana, rápido. Allí hay uno que indica que es inflamable -le señalé, volviéndome con rapidez hacia la puerta, pues los rabiosos parecían a punto de entrar.

El dolor llega de pronto, sin avisar. Es como si una prensa hidráulica estuviera exprimiendo el pecho de Cristina e irradiando la presión hacia el lado izquierdo del cuello y el hombro ¿Se ha detenido su corazón? Con un comando subvocalizado Cristina activa la pequeña conexión extra que le hizo a su armadura y que le sirve para monitorizar esa monstruosidad que lleva en el pecho.

Fallo crítico del sistema de conducción primario - reza la pantalla - Activando sistema de rescate... Sistema reestablecido...

Cuando Johan ayuda a Cristina a levantarse la nota débil y jadeante. El frontal de su casco está empañado por la sudoración a pesar de los esfuerzos de los sistemas antivaho. Por un momento parece que vaya a vomitar, pero finalmente ella se recompone y se levanta con ayuda de su compañero.

Sea lo que sea lo que le ha pasado, no ha sido una torcedura de tobillo...

Con Cristina y Teo debilitados resulta imposible escapar del laboratorio antes de que los Rabiosos lo invadan todo. A duras penas consigue Johan llevar a Cristina de vuelta a la cámara donde estaba retenido Teo mientras Eliana intenta hacer algo con los múltiples compuestos químicos que hay almacenados.

¡Están entrando! - gime Teo.

Aunque los Rabiosos se estorban unos a otros en su empeño por entrar todos a la vez, cinco de ellos consiguen escurrirse de la multitud y entrar en la cámara chasqueando sus dientes metálicos...

—¡Retroceded!—. Gritó Alex mientras alzaba su arma contra los rabiosos que se acercaban hacia ellos. —Poneos a cubierto.

Entonces disparó una andanada de balas mientras el mismo retrocedía paso a paso.

La ráfaga del ciborg destroza al Langosta más cercano, lanzándolo por los aires. Cuando cae hacia atrás lo hace en brazos de los otros dos Rabiosos que venían detrás, que empiezan al momento a pelearse con el cadáver para deshacerse de él.

Sin embargo otros dos Langostas más se abalanzan sobre el ciborg, atacándolo desde ambos flancos. El primero consigue clavar sus dientes metálicos sobre la armadura del ciborg y perforarla con facilidad, pero no consigue atravesar el durísimo blindaje dermal. El otro intenta hundir las cuchillas que rematan sus dedos sobre Alex, pero sólo consigue arañar su armadura...

El dolor me hizo sentir que me faltaba el aire. Instintivamente, me llevé una mano al pecho, sintiendo que era el final de todo. Sabía que ese día tenía que llegar y mucho más después de entrar allí, en aquel lugar, y exponerme a los efectos de la radiación. Por un instante, cerré los ojos esperando la llegada de lo inevitable... pero no lo hizo. En lugar de eso, poco a poco volví a sentirme bien, a recuperar el aliento y ver que todavía estaba allí.

Todavía estaba viva y con fuerzas.

-E-estoy bien, gracias, Johan. Ya puedes soltarme -le dije, poniéndome en pie y recuperando la compostura. 

Aún me faltaban las fuerzas, pero me daba cuenta de que descansar no era una opción real. No podíamos permitírmelo y si no iba a conseguirlo, al menos debía intentar que los demás sí lo hiciesen. Pero en cualquier caso, habría que abrirse paso a tiros o a explosiones, si Eliana finalmente lograba hacer algo con lo que nos rodeaba.

Alex se colocó justo delante de nosotros y empezó a descargar todo cuanto tenía sobre los rabiosos, pero dos de ellos lograron esquivar sus disparos y abalanzarse sobre él. Si no cerrábamos la puerta, todos terminaríamos cayendo, antes o después. 

Maldita sea.

Sin pensármelo dos veces, inicié la carrera para alcanzar la puerta y cerrarla como buenamente pudiera. Era eso... o caer. Eliana tendría entonces tiempo de preparar un cóctel explosivo y quizás lográsemos sacar de allí a Teo.

La puerta estaba solo medio abierta, parcialmente descolgada a causa de los golpes que había recibido, por lo que cerrarla lo era solo la cuestión, sino mantenerla así durante un tiempo al menos. Salté por encima de los botes e instrumentos que los rabiosos habían tirado al suelo, al volcar los muebles junto a los que habían pasado para llegar hacia nosotros, y al acercarme vi caído un microscopio óptico. Lo agarré sin detenerme y me lancé a toda velocidad contra la puerta para empujarla con el hombro, dando un salto para aumentar la potencia.

Al hacerlo, logré que la puerta encajara medianamente en el marco, mientras yo caía al suelo, con el hombro dolorido. Pero no podía perder tiempo, así que me arrastré, aún con el microscopio en la mano, y lo empujé hacia la puerta, colocando la base bajo ella para hacer de tope.

Sonreí para mí al ver el microscopio en la base de la puerta, pensando que la ciencia era lo que al final, conseguiría salvarnos, ya fuese por lo que Eliana consiguiera hacer... y aquel microscopio para impedir que la abrieran... al menos durante el tiempo que necesitásemos.