Partida Rol por web

Cuando Alatar abrió de nuevo los ojos, se encontraba sentado en un viejo sofa de tela roja. La luz del atardecer, junto a una suave brisa, entraba por las ventana del estudio repleto de libros en el que se encontraba. Reconoció de inmediato el lugar, se trataba del estudio de la casa del profesor Lorrimor, en el pueblo de Ravengro.

Parpadeó, dando tiempo a sus pupilas a acostumbrarse a la luz del atardecer. Al fondo del estudio, tras un escritorio en el que reposaba una pluma, varios pergaminos y un volumen repleto de símbolos arcanos, se encontraba un viejo conocido, de mira sabia y divertida a partes iguales...

"Vaya, vaya, te has tomado tu tiempo en despertar. ¿O quizás sigues dormido, amigo mio?"

Alatar se levantó sobresaltado, sin dar crédito a lo que veían sus ojos.

- ¿Qué? ¡Profesor! ¡Está vivo! Pensábamos que había sido asesinado, así que fuímos a buscarle y...

El mago tuvo que callar cuando recordó los últimos instantes de su vida. Se miró las manos, cabizbajo, intentando reconocerse a sí mismo.

- Creo que le he fallado... 

"¿Fallado dices, muchacho? ¿Acaso no has luchado contra el mal con todas tus armas? ¿Te has quedado entre tus libros en vez de poner tus habilidades al servicio de la ley? Pues entonces no saques conclusiones precipitadas..." repone el profesor con una sonrisa.

"Veo que tratas de saber dónde te encuentras. Eso está muy bien pues es la naturaleza del mago analizar en todo momento su entorno. De todas maneras, quizás deberías echar un vistazo al otro lado del umbral y averiguarlo, porque en este estudio no hay nada que te pueda dar una pista, querido pupilo..." dice señalando la puerta de roble del estudio.

Aún desorientado, le dirige una mirada pensativa al profesor. 

- Está usted en lo cierto, todo parece en orden aquí. Sin embargo, usted y yo...

Alatar se dirige a la puerta, y posa su mano en el pomo. Se toma unos segundos antes de abrir, reflexivo, intentando prepararse para lo que sea que le espera al otro lado. Dispuesto a cerrar la puerta al primer signo de peligro, empuja la puerta unos centímetros, y se asoma curioso.

Cuando Alatar abre la puerta no puede evitar dar un salto atrás al ver que se abre al vacio. La puerta parece estar situado en uno de los laterales de una torre imposiblemente alta que no es producto de manos humanas. Una serie de edificaciones de marmol blanco rodea la base de la torre y a lo lejos ve una verdadera procesión de formas espectrales que se extiende más allá de donde alcanza su vista. Una luna oscura de tamaño imposible domina el cielo.

Alatar cierra y retrocede lentamente, todavía mirando hacia la puerta. Aún sin dar crédito, se sienta en el sillón, con la mirada perdida.

Una cosa era leer ensayos y tratados sobre el osario, el plano donde se decía que iban a parar los muertos, pero una muy distinta era encontrarse en uno de ellos. 

Ensimismado largos minutos, al fin consigue articular palabra.

-¿Cuánto tiempo lleva aquí, Profesor? ¿Qué será de nosotros...? ¿Acaso aguardamos el juicio de Pharasma?

El profesor se mesa la barba, pensativo... "No sabría decirte, muchacho. El tiempo transcurre de manera extraña en este lugar. En mi caso ya he sido juzgado y se me ha concedido residir aquí, en la Espiral. Tengo todo lo que pueda desear, todos los libros que quiero y tiempo para estudiarlos. Además puedo salir y explorar este plano a voluntad, así que la Señora de Los Huesos ha sido benévola conmigo" 

A continuación, Lorrimor se levanta y comienza a caminar en círculos alrededor del mago. "Lo curioso de tu caso es que apareciste sin mas en mi salón, en vez de llegar como parte del Río de las Almas. Según tengo entendido, eso requiere la intervención directa de alguno de los Poderes Mayores. Sea como sea, seguro que pronto se disipará este misterio en particular. Mientras tanto, aprovecha para contarme cómo acabaste aquí..."

Alatar intenta asimilar la información que hasta ahora eran meras teorías y ensayos, y responde al profesor.

"Yo... nosotros... íbamos tras la pista de Auren Vrood, miembro del Sendero Susurrante. Ya sabe, aquel que..."

El arcano desvía la mirada, incómodo. Era la primera vez que tenía que discutir la muerte de alguien con... ese alguien. Decidió empezar desde el principio. Le relató todo lo que le habían contado sobre sus compañeros, antes de que él mismo se uniese, y prosiguió hasta llegar a su desafortunado encuentro con el nigromante.

"El caso es que le encontramos. Fue el enfrentamiento más duro que he librado y ya ve las consecuencias... Fui afectado de lleno por uno de sus conjuros de muerte. Me confié y me acerque demasiado. Un error de principante... Pero no se preocupe. Estoy seguro de que mis compañeros triunfarán donde yo he perecido. No me malinterprete, pero siento cierta envidia de ello. Si me enfrentara ahora a ese aberrante mago, si es que se le puede llamar así, ¡otro gallo cantaría! ¡Ya lo creo!" 

Después de dejarse llevar, el mago recupera la compostura, y suspira más calmado.

"En fin... Supongo que uno sólo tiene una oportunidad para ciertas cosas... Lo cual me lleva a preguntarle, si no es indiscreción, sobre su... asesinato. ¿Por qué? ¿Qué pasó?"

Alatar se sintió más aliviado al explicar las circunstancias de su muerte. Pareció que se quitaba un peso de encima y esperaba poder ayudar al profesor de la misma forma.

"Querido muchacho, no te preocupes. No eres el único que ha combatido al tal Vrood en esta habitación. Tengo la impresión que, si Pharasma lo desea, no tardará en llegar al Osario para ser juzgado."

"El caso es que llevaba años investigando al Sendero Susurrante y sus intentos de liberar a Tar-Baphon de la Espira del Ahorcado. Hace años en un viejo manuscrito del culto encontré un viejo poema que hacía referencia a un espíritu guardian de los muertos, cuya esencia se utilizaría como parte de un ritual para liberar al peor liche que ha conocido Absalom.

No le dí importancia en su momento, pero cuando los lugareños que vivían cerca de Harrowstone me comentaron que habían visto encapuchados rondando las ruinas de la vieja prisión de Harrowstone, en Ravengro, decidí investigar. Siempre se hablaba en el pueblo del espíritu del alcaide de la prisión, del que se decía que custodiaba a los espíritus de los prisioneros hasta después de muerto. Poco podía sospechar que Vrood y sus secuaces me estaban esperando. Su ataque me cogió prácticamente por sorpresa y me derrotaron."

El normalmente tranquilo rostro del profesor parece teñirse de rojo por la furia pero tras breves segundos recobra la compostura. "Pero bueno, como tú dices, a veces sólo tienes una única oportunidad para alguna cosas. Ahora tú y tus compañeros tenéis la posibilidad de propinarle un buen golpe a esos necrófilos..."

El rostro de Alatar se ilumina ante las últimas palabras del profesor, pero algo parece devolvérle a la realidad:

¿Usted cree, profesor? Puede que mis compañeros, porque en lo que a mí respecta, no creo que pueda hacer mucho desde aquí.

El mago se queda pensativo.

De hecho, dice usted que ya ha recibido el juicio de Pharasma, y en mi caso yo no recuerdo tal cosa. Mmmh... Quizá debería encargarme de eso... ¿Es seguro ahí fuera? Aunque si se hubieran olvidado de mí y tuviera que pasar la eternidad con usted estudiando e investigando, tampoco me parecería mal. Quizá necesite menos que una eternidad para estudiar todo lo que hay aquí ahora que lo pienso, y ya no me quede otra que recibir el juicio...

Alatar mira al profesor y se permite sonreír, intentando quitarle hierro al asunto. Casi instintivamente, mientras habla, rebuscaba entre sus pertenencias. ¿Seguiría su fiel libro de conjuros con él?

"Ja, ja, los viejos hábitos son difíciles de abandonar..." observa divertido el profesor mientras el mago rebusca entre sus ropajes.

"Observarás que aquí todo es más sencillo. Piensa en un conjuro e instantáneamente aparecerá en tu mente, suponiendo que tuvieses suficiente práctica en el Arte para poder lanzarlo en vida. Funciona incluso con conjuros que sólo has visto lanzar, puesto que en tu subsconciente ya los conoces. Tampoco puedes lanzar más conjuros que habitualmente" explica con aire doctoral Lorrimor.

"Si te apetece probar tus nuevas capacidades o potenciar las antiguas, hay un montón de espíritus a los que encanta probar a los recién llegados. Y es seguro, después de todo, ¿que es lo peor que podría pasar? ¿Que acabases muerto?" continúa con una sonrisa.

Alatar, ensimismado con las explicaciones, levanta la mano y señala al profesor mientras un destello azulado ilumina la punta de su dedo. El erudito dibuja un círculo de luz azulada que se queda suspendido en el aire unos segundos, y se desvanece lentamente.

- Es fascinante, profesor. Sin tener que memorizar los conjuros, ¡podría aprender muchísimo! Las posibilidades son incontables. De hecho, recuerdo leer hace no mucho sobre un mago de tiempos remotos: Kelbin "Vara Gris". En el escrito se teorizaba sobre el método que este usaría para acelerar el lanzamiento de un contraconjuro, aunque todo se basaba en meras conjeturas, claro. Nunca tuve tiempo de investigar este tema, y por supuesto probarlo en combate habría sido demasiado arriesgado. Aquí, sin embargo...

El mago empieza a planificar la eternidad que le queda.

- Además, sería muy descortés por mi parte no presentarme al resto de vecinos...

Alatar sonríe con picardía.

"Pues si tu intención es explorar el plano y no te importa hacerle un favor a tu viejo profesor, podrías recoger un encargo en la plaza principal de Eje. Como ya sabes, la base de la Espira está rodeada por esta ciudad. Hay un mercano que ha quedado en entregarme un manuscrito especialmente raro en algún momento a lo largo de este día. Estoy seguro que el contenido de dicho libro puede resultarte tan interesante como a mi.

Si por el contrario decides explorar el plano, en las afueras de la ciudad vagan numerosas criaturas que seguro pueden suponerte a la vez un desafío y una buena manera de practicar tu Arte..."

Así que un manuscrito... Creo que será una primera toma de contacto excelente. Veamos.

Alatar piensa una vez más en un conjuro que ya había usado muchas veces, aunque esta vez no se había preocupado en memorizarlo. Efectivamente, el mago es capaz de levitar a unos pocos centímetros del suelo mientras se dirige a la puerta, y y la abre con decisión, no sin antes despedirse del profesor.

Sea entonces. ¡Ahora mismo vuelvo!

En ese momento, Alatar da un paso al vacío y desaparece, para luego remontar el vuelo hacia la plaza principal.

Flotando sin apenas esfuerzo Alatar no tiene problema alguno en localizar la plaza principal de Eje. Se sorprende al comprobar que tarda un buen rato en alcanzar la superficie y sólo entonces comienza a darse cuenta del enorme tamaño de esta ciudad.

De tanto en cuanto, mientras cruza volando por encima de las calles de la ciudad se fija en que dos grandes tipos de criaturas pueblan esta gran urbe. Hay criaturas mas o menos corpóreas como él mismo, aunque todas ellas vestidas con ropajes sobrios y funcionales, que parecen dedicarse a diversos oficios como los que podría encontrarse en las grandes urbes de Golarion como Absalom o Magnimar. Por otro lado, y de vez en cuando, se ven grupos de esqueletos humanoides de distinto tipo (elfos, enanos, gnomos e incluso orcos) todos ellos cubiertos por una especie de sudario de sombras. 

Alatar se da cuenta que este último tipo de criaturas suelen caminar agrupados, a veces sin líder aparente pero en otros casos se encuentra a agentes favoritos de diversas deidades, como las hijas de Urgathoa liderando grupos de estas almas en tránsito. 

Cuando por fin llega a la plaza, se sorprende al encontrar, además de varios grupos de almas que parecen estar esperando que algún agente de su deidad les reclame, dos escenas que le llaman poderosamente la atención.

En una esquina, un demonio envuelto en pergamino parece charlar con varios componentes de uno de los grupos de almas que esperan juicio...

Mientras tanto y a pocos metros de distancia, una extraño humanoide orondo, de piel azul y múltiples ojos se encuentra sentado en el suelo con las piernas estiradas y enjuagándose las lágrimas que resbalan por sus mejillas con un pañuelo de colores tan vivos como el resto de su atuendo, mientras musita "Arruinado, ¿¿qué va a ser de mi??" entre grandes sollozos...

El mercano repara en Alatar y se dirige a él entre sollozos...

"Snifff... Si vienes a comprar algo, ya puedes olvidarte...snifff... ¡¡¡hemos cerrado!!! ¿Qué será de mi?"

Justo en ese momento, intrigado por la aparición de un nuevo personaje en la plaza, el Fistófilo se acerca al mago, arrastrando tras de sí una cola de rollos de pergamino:

"Se ve a la legua que este no es vuestro sitio, mi señor. Si queréis volver a donde realmente debéis estar, quizás podamos llegar a un acuerdo beneficioso para ambas partes... ¿Qué me decís?"