Partida Rol por web

Sales al balcón para tomar un poco de aire.

El tiempo ha pasado deprisa en casa de los Badcock. Ya casi es por la tarde, y ni las ganas de comer han hecho mella en todos vosotros. Os puede la preocupación y, como no, la promesa de una muerte segura.

Algunos de tus nuevos amigos soplan, rebufan o simplemente se rinden ante el destino que está a vuestro alcance. Pista tras pista, lo que el señor Edward Wesley os ha contado empieza a tomar forma. Quizá no como lo ha contado, pero... frente a vosotros se encuentra un destino dificil de creer.

Si bien la muerte de la hermana de Alice, Edith , os ha unido... sera al final la desaparición o, quizá incierta muerte, de Lorina. ¿ Sera el destino igual para todos? ¿ Es posible que haya cambiado algo en la historia que vió el señor Wesley? Tu muerte esta tan cerca, o tan lejos.

Cada uno es dueño de su destino... por qué si no, buscas reunirte con tu hermana. Hace un momento la has visto, y no traía consigo buenas noticias. ¿Te gustaría verla de nuevo? Improbable, a la par que incierta es la estela y el sendero de nuestro destino.

Mas tu has visto. Has sentido lo que el futuro os depara. Tarde o temprano tendréis que ir. El Velo. Hay que rasgar el velo y entrar en la umbra. Si queréis encontrar a Lorina con vida y matar a Annis...

Mientras piensas en ello, el sol del ocaso empieza a esconderse tras las coordilleras de Londres. Y a tus pies, tras la escalera de la balconada, esta el jardín. Ese jardín laberíntico.

Algo te llama la atención. Nuevamente.. como si fuera el mismo canto de sirena de la habitacion del espejo algo te llama, y sin darte cuenta empiezas a caminar, adentrándote en el Laberinto ajardinado. Buscando.. quien sabe que. Quizá una respuesta al enigma. ¿Quien es realmente Annis Black?

Tan solo sabes, que tras unos segundos andando te encuentras en el centro del laberinto. Y frente a ti, una puerta abierta. Unas rejas que claman tu entrada, a quien sabe donde...

Me paro en seco al oir las palabras de Mordred. Hay algo en su voz que me inquieta y prefiero no poner en juego la vida de Genevieve. Me giro en redondo y le dedico una sonrisa sarcastica a nuestro "amigo".

-Que valiente eres amenazando a damas y  enanos. Mi heeeeeroe ¡¡ Ciertamente hay fuerzas que no podemos controlar. Harias bien en tenerlo en cuenta, por lo que pudiera pasar. Te vuelvo a repetir que no subestimes al enemigo mas pequeño. Puede tener la habiidad mas gigante.- 

Me quedo mirando a Genevieve ,expectante por lo que pueda "cantar"

Sin darte cuenta , mientras miras las rejas abiertas notas una extraña presencia de tras de ti. No hace falta adivinar quien es, pues se acerca a ti sin ninguna gana de ocultarse.

La misma mujer, que en la habitación bailaba con Lorina, esta ahora tras de ti.

- Hola Agnes- Dice Annis mientras te abraza por detrás poniendo sus manos delante de tu cintura, como cuando un enamorado, abraza por detrás a su amada y al rodea con sus brazos por las caderas.

Pone su cabeza  en tu hombro y te susurra unas palabras al oído mientras retira tus cabello a un lado.

-¿Te gustan, querida? Son las puertas a nuestro... mi reino. Es extraño que las hayas encontrado... Tan solo Alice es capaz de encontrar la puerta trasera del reino... pero tu... No se como lo has hecho... ¿Eres una bruja?- pregunta mientras acaricia tu rostro con una mano y dulzura inusual.

Realmente le importa poco tu respuesta. Solo espera tu reacción

Ya con las amenazas y lo de circo...
Es un licantropo o algo asi, rollo monstruo?
Me imagino un hombre lobo de medio metro ahi xDDDDDDD
Sin ofender, a mi me cae bien el tio ^^

Genevieve estaba furiosa y solo se giró para ver a Laszlo. Se encontraba muy enojada como para detenerse pero al salir y cuando se disponía a girarse hacia Laszlo para hablarle, Mordred atravesó la puerta tras ellos.

La joven de grácil postura y delicado rostro apretaba los puños con fuerza, tratando de contenerse pero cuando el hombre apunta su arma hacia ella, la joven clavó sus profundos ojos en los del escritor y a pesar de la defensa de Laszlo y la petición de este, Genevieve no se movió y esperó a que el señor hablara.

- Si me conociera, sabría usted que no temo a la muerte, le temo más al olvido - y se disponía a marcharse pero al escuchar las últimas palabras del hombre a Laszlo, el rostro se le descompone y con un movimiento un poco brusco, quita a Laszlo del medio lo suficiente para poder moverse hacia Mordred, tomar su muñeca con la mano izquierda y su codo con la derecha, golpearle por debajo haciendo que soltara el arma y desarmándolo, dejándolo en una situación de desventaja frente a ella. Todo esto a una velocidad casi irreal. Después lo empujó hacia la pared para quitarlo de su camino y al verle allí, se acomodó los guantes y dijo – Las amenazas de muerte no son mi tipo favorito de soborno, Monsieur – con aquel tono, se acercó a Laszlo y se agachó donde él – Merci beacoup, mon amour – le sonrió a Laszlo y permaneció a su lado.

- Hubiera considerado contarlo si no hubiera amenazado con aniquilar a los rehenes. Es usted solamente un vulgar asesino, Monsieur. Yo no soy una prostituta de un burdel, sus formas no funcionarán conmigo. Y si trata de levantar el arma contra mí otra vez, créame que no dudaré en devolverle el favor – su tono era el de siempre pero en sus palabras, podía notar la verdadera y amenazante naturaleza de estas.

- Ahora bien, si gusta hablar como una persona civilizada, podría aceptar tener una conversación con usted – y entonces, extendió la mano para que el hombre se pusiera de pie y le acompañara como el caballero que decía ser.

Mordred apenas puede ni contener el dolor de la luxación y suelta el arma que suena en el pavimento como si se hubiera caído una copa de latón.

Un sudor frio resbala por la columna vertebral de Mordred. Por primera vez en mucho tiempo... siente algo parecido al miedo. Sin embargo, su  fuerte verdad e indiscutible habilidad para cuestionarlo todo, el ver mas allá, le hacen preguntarse el porque de esa situación.

Genevieve... ¿quien es? Esa preciosidad de mujer, vestida entera con unos ropajes de ensueño y una tez blanca como la leche... quien es? ¿Quien podría ser?

No la ha visto ni venir. Esa rapidez es casi ... inusual, y mucho menos en una dama ataviada tan elegantemente. ¿Corsé, quizá? Aunque Genevieve habla con toda la naturalidad del mundo, Mordred, obedece, de alguna manera a la petición de la señorita.

Por lo menos a la parte de incorporarse
 

Edith se acerca Victor,  y Ashley, pues ve que , al fin y al cabo son niños y están es un  maremagnum de problemas y cosas que probablemente  no entiendan.

- Ashley, cariño. No tengas miedo. Yo te pretegeré. No estarías aquí de no ser porque eres valientes y puedes hacer algo al respecto. - Mira a Victor como ojea el cristal con interés, y mientras una lagrima recorre su rostro, susurra.

-¿Encontraremos a Lorina, verdad Señor Edward?- Pregunta al Wesley mientras mira a su ayudante, que ha permanecido en el fondo de la habitación preguntándose si, realmente la gente rica haría estas cosas muy a menudo.

El ayudante del señor Edward, no sabe que contestar y mira a su, también amigo, con mirada inquisitiva. Frente a el yace una mujer y evidentemente no esta acostumbrado a estas cosas. Simplemente cierra los ojos mientras da vueltas por el rincon esperando que esto sea un sueño.

Sorpresa. Dolor. Miedo.

Furia. Rabia, violencia. Tensión alta, bombeando las venas a cien en el cuello y las sienes y tras las orejas. Un-dos-un-dos. 

Un conato de caos, de asco hacia ella. Efímero. Otro comienzo, furtivo, de admiración y exaltación. 

Rebeldía. Odio. Odio. Odio inconmensurable. Impulso de matarla incontrolable... Controlable. Débil. Lejano. Se esfuma.

Calma. Frío. Silencio. Orden. Poder. ¿Poder? ... Poder. No. 

Eso era suyo, eso lo sabía... Pero no estaba él en poder. ¿Qué había pasado? ¿Cómo se había dejado sorprender así? ¿A él? ¡Imposible!¡Locura! 

¿Asesino? ¿Burdel? ¡Otras tantas! 

¿Pero qué era suyo? Se sentía invadido, y no sabía por qué. Voluntad quebrada. Por ella. Y no podía defenderse. ¿O sí?

Podía. Se aferró a sus convicciones y su humanidad, a su fuerza y a su voluntad. Sumido en la oscuridad atronadora e imperiosa, era esa la única luz, leve, difusa, muy en lo alto , y él en el fondo de un precipicio plano, imposible de escalar. Sólo se aferraba al haz de luz , viendo motas de polvo ante sus ojos: pensamientos suyos, desordenados y fugaces.

Pero eso no podía durar mucho, ¿o sí?

No. Con los demás no lo había hecho. Pero con el enano sí. Ese hombrecillo la seguía impasible. Como un esclavo. Pero no lograba entender por qué. Y por qué él, aún  estando en garde, fue derribado tan fácilmente. Algo no iba mal, y su mente no iba del todo bien. No estaba en condiciones de batirse en duelos ni intelectuales ni físicos. Su cuerpo no obedecía la orden te alzar el arma y apuntarla, y disparar. Su mente, no quería dar la orden. O no podía. Aquello estaba, de todas formas, mal. Prefería mil veces tener delante a Annis....

Pero, en medio de ese descontrol, él aún mantenía al menos cierta cordura y posesión de sus miembros. 

Iba a encontrar el secreto de esa dama, y hacerla pagar por semejante sacrilegio. A ella y, al final, a todos. No buscaba muerte, oh no. Ni debía ser daño físico. Pero todos ellos debían pagar. Por ese tiempo, por lo menos, se resignaría a observarlos. A todos. Y a trazar sus esquemas y maquinaciones. Era todo lo que podía pensar en ese instante  y todo lo que no se le robaba.

Se incorporó, primero temblando físicamente por la sacudida, y luego recobrando la compostura. Tocó con la cabeza el muro, mirándola desde arriba, dilatando la nariz para inhalar grandes raciones de aire. Por la boca, soltaba jadeos casi mudos. 

Bajó los ojos hacia la Mauser. Un arma maravilloso y avanzado, por encima de cualquier otro en su época. Pero necesitaría modificaciones para las dos y arreglos para la anterior, que se había ido al cuerno. Sí, muchas. Nuevas balas, y cuidado de la recámara. Quizá cargadores ampliados. Un punto de mira nuevo, o alguna forma de disparar sin ruido... Se le ocurrían mil planes para sus armas, mil artilugios con los que tratar de superar esos obstáculos...

Volvió a mirar a la mujer. Con el enano ni se molestó. Él era insignificante al lado de ella. Una mosquita gravitando alrededor de una gran tarántula... No , una viuda negra. Pequeña, elegante, sigilosa y letal. Recordaba en algunos aspectos a él. Salvo que Mordred no era pequeño... 

-La próxima vez... No me pillarás desprevenido. La próxima... Veremos quién ataca primero, bellezón. 

Ya se pasaba por donde el sol no daba las reglas de cortesía. Pero sólo esa vez. Poco a poco, pilló de nuevo la elegancia caballerosa tan característica suya. Un caballero arrancado de leyendas sajonas, de Tristanes e Isoldas, de Lancelot y de Arthur, y de germanos como Siegfried. Un galán digno de la corte de Alejandro Magno. Mordred Le Fay.

-Acaba usted de demostrar que mis precauciones eran más que acertadas. No vuelva a insultar mi intelgencia y cautela, ma chére. Y lejos de ser un vulgar asesino, sólo soy un ... buen samaritano. He defendido a la señorita Agnes de ese espectro y ... He de volver a decirle que si hubiese querido matar a cualquiera de esta casa, lo habría hecho sin que los demás lo supieran ni pudieran impedir.  

Se acercó , tomó su arma y la guardó. 

"Luego..." pensó, tomando brevemente de vuelta el hilo de los pensamientos sobre las modificaciones a su artilugio. Quizá podía pedir uno personalizado, u otros experimentales. ¿Tal vez rifles...?

-Tomaré su mano y caminaré a su lado. Por ahora. -trató de negar aquello, pero no sirvió. Al menos, pudo poner en duda el hecho de que volviese jamás aquello a ocurrir...

-Ahora, que el ... peligro... ha pasado... ¿Hace falta que el señor petit siga aquí? Dependiendo de qué giro pueda dar la conversación, hay asuntos que sólo descubro ante ... Seres semejantes a mi. Y a él, con respeto, he de decir que no lo veo como un semejante. No por su estatura, por supuesto... Sino por su carácter...

Se había incorporado por su cuenta, pero tomó luego la mano estirada, con gesto de mucho más que cortesía. 

Mordred parecía en una lucha interna porque parecía tardar en aceptar la invitación de la joven pelirroja, pero al final tomó su mano como la de un caballero.

- Espero que no tenga que haber una próxima vez - tomó su falda e hizo una reverencia.

Cuando se hubo puesto de pie, solo dijo - Monsieur Le Fay, creo que puede decirnos a mi querido señor y a mí lo que ha sucedido con la hermana de nuestra anfitriona. ¿Cómo ha llegado al espejo? - y cuando este mencionó que Laszlo no estaba a su altura, le dijo - Puedo asegurarle que el señor Laszlo tiene el temple que usted mismo ostenta, mi buen señor. Él es un hombre digno de escucharle. Pero por mucho que yo quisiera o no su compañía, es decisión de mi señor el acompañarnos o no. Él es digno de escucharle porque él se enfrentó a la bruja para tratar de salvar a Edith. Así que le pido que reconsidere su posición y lo trate como al caballero que es - se giró hacia el enano esperando que este respondiera mientras suavemente acariciaba sutilmente el brazo de Le Fay para tratar de suavizar su espesor.

- Yo no soy nada más que una hija de la nobleza y este caballero luchó valientemente durante la noche. Si usted habla, yo responderé sus preguntas igualmente. Que sea un intercambio de información equivalente -.

-Le juro que yo tampoco deseo esa segunda vez, y le aseguro que buscaré otras formas de ... Vengarme por semejante humillación, sin recurrir a violencia ni a dañarla, ma chérie. Alguna venganza dulce, sútil, que ni se sienta como tal...-contestó, devolviendo con la misma sutilez la caricia. Si la de Genevive había actuado de tranquilizante, la de Mordred era una invitación abierta.
-Sobre la dama del espejo... Estábamos volviendo a los cuartos, cuando oímos... Una...¿Llamada?-ya parecía un sueño, una pesadilla lejana.
-Traté de detener a Agnes y a la hermana de Alice, pero fueron igualmente a buscar a la emisora. Las seguí, por motivos más que obvios...-hizo una pausa, para poner en orden sus pensamientos.
-Allí había un vestido hueco bailando. Lorina se unió hechizada al dueto , y en el espejo vimos que bailaba con Annis. Sin entender cómo, Annis apareció en el vestido y Lorina dentro del espejo... Buscando sellar el escape de la bruja y posiblemente salvar a la víctima, disparé al cristal... Por lo visto no tuvo el efecto que yo deseaba. Este mundo aborrecible mágico no es el mío, como ya puede ver... Y agradecería que no tuviera que saber más de lo necesario...-dijo lo último con suavidad, como si intuyese que algo no iba bien ni siquiera ahí, que algo o alguien estaba obrando mal...

"¿Se enfrentó a la bruja?... Bien. Otro <>... Otro a la lista negra. Ya van unos cinco..." pensó...

Edith se aparta ligeramente de Agnes y coge su libro con fuerza y mira como la muchacha se aleja para tomar aire al balcón que da al jardín.

Las hojas de la ventana se abren dejando pasar unos rayos de sol que, a la luz que proyectan , se asemejan bastante a la luz del  atardecer. Aun no es de noche y faltan un par de horas para que el ocaso se presente, por lo que una ligera brisa, cargada de hojas secas y el olor de las plantas de jardín inundan la sala gris y del espejo roto.

El señor Wesley se acerca a Edith y suavemente  pone sus brazos en los de ella para calmarla.

-OH, señor Wesley... ¿que locura es todo esto? Nos dijo que era la señorita Badcock la que moriría... y ahora Lorina.. parece estar atrapada entre dos mundos.- Dice mirando a los ojos del Joven Anticuario.

Edith recuerda haber leído algo en su libro. Así que momentáneamente, mientras el señor Wesley aún mantiene su mano sobre uno de sus brazos, abre su libro y empieza a ojear alguna paginas hasta que llega a una de ellas y la señala con el dedo.

- La señorita Agnes dijo algo sobre la Umbra... Oh, Señor Wesley, si es cierto lo que dice.. la Umbra es un lugar muy peligroso... Puede que Lorina esta de veras en apuros, he leído algo sobre.. sobre ese sitio... Nadie debería entrar en la Umbra... Como bien dijo el señor Le Fey, es la sombra... del mal.

Cuando tocas a Edith,  sin quererlo, el pequeño mecanismo del reloj hace un click. Un pequeño sonido que sabes lo que significa. El tiempo está al revés y te va a mostrar algo de Edith.

La congoja te supera poco a poco y lentamente pierdes la visión de la realidad y empiezas a recibir flashes sobre Edith Cushing. Algunos son trozos o retales de una vida extraña, llena de círculos sangrientas velas y libros desordenados. Un barullo de imágenes hasta que tu mente se centra en una imagen en movimiento. A cámara lenta. Como si el mismo tiempo se hubiera detenido en unos  segundos exactos para mostrarte algo y que captes con atención esta escena.

En ella la señorita Cushing no muere, pero esgrime con fuerza el propio bastón del Inspector Clarence, con la punta a filada apuntando hacia abajo. En el suelo esta la señorita Alice, tirada en el suelo, en un escorzo por querer levantarse y las manos levantada en alto.

La punta del bastón baja lentamente, como si imitara el crecimiento de la hierba en su plena lentitud. Tras unos momentos, la hoja se incrusta en el pecho de Alice, haciendo brotar el liquido elemento vital. Allí mismo, Alice suspira por ultima vez y sus ojos grises miran a la nada como negando lo que le esta pasando. Una ciega justicia se cierne sobre ella.

La señorita Cushing, por su lado, mientras esta en pleno asesinato, sus ojos derraman sendas lagrimas y  sus labios  gritan una palabra que llega hasta tus oídos : NOOoo!!

A su alrededor estáis los que están en la sala ahora mismo. El señor Clarence esta en el suelo, como si lo hubieran empujado. Edith Badcok simplemente corre hasta Alice y llega justo para cogerla entre sus brazos mientras fallece. Tu ayudante te sujeta por los brazos mientras tu gritas igualmente que te suelte, aunque por algún motivo extraño el te sujeta para protegerte de algo. El señor Poe está maniatado en el suelo por unos látigos negros y nebulosos, como tentaculos negros que salen del suelo. El Señor Noah, parece incrédulo ante la situación mientras esgrime la vela en sus manos y uno de los tentaculos negros le agarra de la pierna.

En cuanto la Señorita Wood... Desde el fondo de la habitación ves como sonríe y alza la mano, cual Marionetista, mientras Edith, hace algo contra su voluntad.