Lunes, 5 de agosto del 2019.
Soleado, temperatura 28ºC
Hora Local: 8.00; 

Antonio no recordaba nada de lo que había pasado. Tan solo la sensación de la caída libre y después como las mascarillas de oxígeno salían de su compartimento. Nada más.

Ahora lo único que podía sentir era un fuerte dolor en las costillas. Cada bocanada de oxígeno era como si miles de cristales atravesasen sus pulmones. Y no solo eso, no era capaz de mover sus piernas. Jamás había sentido algo así y ahora era cuando miles de pacientes se le pasaban por la cabeza cuando se quejaban de sus dolores y él no le daba importancia. Ahora de verdad sabía lo que sentía. ¿A caso el karma le estaba devolviendo su falta de empatía? l

De pronto escuchó el sonido de una ola y luego pudo sentir como el agua le cubría por completo. Era agua cálida y salada, agua de mar y lo que sentía entre sus manos era la arena mojada de quien se encuentra en la orilla de una playa. Quiso intentar ponerse de pie para no tragar agua o arena, pero sus pies no le respondían. Solo podía gritar y rezar porque alguien pudiese oírle. 

Pero cuando paró un momento de gritar y escuchó más allá del sonido del mar montones de gritos de terror y pánico. Alguien estaba en peligro, en un peligro aún mayor que el que estaba viviendo en sus propias carnes. Algo no andaba bien... ¿Y ese olor? Aquel lugar no solo olía a la brisa salina del mar, o a la tierra mojada de la playa, olía a fuego, a humo, a goma quemada...

 ¿Qué habría sucedido?

Y entonces las piezas del puzzle encajaron. El avión en el que habían viajado se había estrellado, aunque no lo veía por ningún lado. Cerca de él había tres personas más, pero ninguno era alguno de sus compañeros con los que viajaba. ¿Dónde se habrían metido? ¿Habría sobrevivido? 

Arthur no recordaba nada de lo que había pasado. Tan solo la sensación de la caída libre y después como las mascarillas de oxígeno salían de su compartimento. Nada más.

Ahora lo único que podía sentir era una sensación complicada para respirar por la nariz y como la sangre bajaba por ella para llegar a su boca. Ese sabor en su boca a hierro le recordaba a su infancia a cuando de pequeño jugaba y se caía y se hacía alguna herida.

Podía sentir el cálido tacto de la arena entre sus manos, si no fuera porque todo el cuerpo le dolía exageradamente era justo lo que había deseado, disfrutar de unos días en la cálida arena del Caribe. Pero ese olor... ¿a qué olía? Era una mezcla entre el olor a sal del mar, humo y el olor a goma quemada. Lo peor era esa sensación de mareo, ese pitido en los oídos, no escuchaba nada bien aunque si respiraba hondo y se relajaba un poco, podía oír el crepitar de las llamas y algunos gritos de terror y de horror. Algo no andaba bien, algo no andaba NADA bien.

Cuando abrió los ojos pudo ver el ancho mar. Un mar de color azul turquesa que se extendía por toda la zona norte y este. Era una sensación de paz y tranquilidad, eso era lo que transmitían esas hermosas olas, pero esa sensación de que algo malo había pasado... ¡No se la podía quitar de la cabeza! Cuando miró en dirección oeste pudo ver una enorme columna de humo negro, un incendio se propagaba en aquella dirección. ¿Qué habría sucedido?

Y entonces las piezas del puzzle encajaron. El avión en el que habían viajado se había estrellado, aunque no lo veía por ningún lado. Cerca de él había tres personas más, pero ninguno eran sus padres. ¿Dónde se habrían metido? ¿Habrían sobrevivido? 

Michael no recordaba nada de lo que había pasado. Tan solo la sensación de la caída libre y después como las mascarillas de oxígeno salían de su compartimento. Nada más.

Ahora lo único que podía sentir era como su codo derecho estaba torcido, como tenía una brecha en la cabeza cuya sangre bajaba por la cara y se resbalaba por la mejilla para llegar a su boca. Ese sabor en su boca a hierro le recordaba a su infancia a cuando de pequeño jugaba y se caía y se hacía alguna herida.

Podía sentir el cálido tacto de la arena entre sus manos, si no fuera porque todo el cuerpo le dolía exageradamente era justo lo que había deseado, disfrutar de unos días en la cálida arena del Caribe. Pero ese olor... ¿a qué olía? Era una mezcla entre el olor a sal del mar, humo y el olor a goma quemada. Lo peor era esa sensación de mareo, ese pitido en los oídos, no escuchaba nada bien aunque si respiraba hondo y se relajaba un poco podía oír el crepitar de las llamas y algunos gritos de terror y de horror. Algo no andaba bien, algo no andaba NADA bien.

Cuando abrió los ojos pudo ver el ancho mar. Un mar de color azul turquesa que se extendía por toda la zona norte y este. Era una sensación de paz y tranquilidad, eso era lo que transmitían esas hermosas olas, pero esa sensación de que algo malo había pasado... ¡No se la podía quitar de la cabeza! Cuando miró en dirección oeste pudo ver una enorme columna de humo negro, un incendio se propagaba en aquella dirección. ¿Qué habría sucedido?

Y entonces las piezas del puzzle encajaron. El avión en el que habían viajado se había estrellado, aunque no podía ver sus restos por ninguna parte. Cerca de ella había tres personas más que también parecían heridas.

Nivard no recordaba nada de lo que había pasado. Tan solo la sensación de la caída libre y después como las mascarillas de oxígeno salían de su compartimento. Nada más.

Ahora lo único que podía sentir era un fuerte dolor en las costillas. Cada bocanada de oxígeno era como si miles de cristales atravesasen sus pulmones. Y no solo eso, sentía que tenía algo clavado en la espalda, algo que le provocaba un dolor aún más intenso que al respirar. Era como si le hubiesen apuñalado y lo peor de todo es que no era capaz de alcanzarlo para quitárselo y además si se lo quitaba incluso podría ser peor.

De pronto escuchó el sonido de una ola y luego pudo sentir como el agua le cubría por completo por un momento. Era agua cálida y salada, agua de mar y lo que sentía entre sus manos era la arena mojada de quien se encuentra en la orilla de una playa. Quiso intentar ponerse de pie para no tragar agua o arena, pero el dolor de su espalda se sobrepuso y no lo consiguió. Se quedó mirando a su alrededor y pudo ver a tres personas más, quizá alguno de ellos pudiera ocuparse de ello y ayudarle. Aunque un hombre que estaba a pocos metros de él parecía retorcerse de dolor, pues se encontraba en una situación peor.

Además del sonido del mar y de los gritos del hombre que había cerca de él pudo oír montones de gritos de terror y pánico. Alguien estaba en peligro, en un peligro aún mayor que el que estaba viviendo en sus propias carnes. Algo no andaba bien... ¿Y ese olor? Aquel lugar no solo olía a la brisa salina del mar, o a la tierra mojada de la playa, olía a fuego, a humo, a goma quemada...

 ¿Qué habría sucedido?

Y entonces las piezas del puzzle encajaron. El avión en el que habían viajado se había estrellado, aunque no lo veía por ningún lado. Y entonces se acordó de Vanesa. ¿Dónde se habrían metido? ¿Habría sobrevivido? 

Ni siquiera se había llegado a plantear si estaba muerto. No hubiera resultado creíble ni siquiera para sí mismo. En las películas, cuando la gente se recupera de un accidente violento y traumático, lo primero que hacen es preguntarse si están muertos. Nivard no tuvo esa suerte. Ni siquiera recordaba que había sucedido.

Lo primero que sintió fue la punzada aguda en su espalda, en un lugar en el que no llegaba a alcanzar con los brazos. Una punzada de dolor que le atenazaba e inmovilizaba y, por un momento, ese dolor era todo cuanto existía. Poco a poco el mundo fue cobrando sentido, aunque la memoria no fuera capaz de proporcionar una explicación sólida, y el agua y la arena de una playa se dibujaron. También otras tres siluetas. De la más cercana surgían sonidos de dolor. Después el olor a fuego, a humo, que se imponía al suave olor marino que suelen tener las playas.

Observó que el agua era clara, casi cristalina, pero con sus lenguetazos le provocaba calambres en la espalda allí donde algo debía estar clavado. También la arena era pálida. De esas arenas más blancas que amarillas que hacen chocar la realidad del mundo con su representación en los dibujos de los niños pequeños.

Entonces la memoria empezó a lanzar recuerdos del viaje en avión, de las turbulencias aparentemente injustificadas, de la caída, de las mascarillas, de los gritos. Los gritos de terror era lo que más vivamente recordaba. Casi con tanta claridad como si alguien los estuviese profiriendo en ese momento y en aquella playa. Tardó unos instantes en darse cuenta de que en realidad eso era debido a que alguien estaba profiriendo gritos de terror en aquel lugar cerca de donde él se encontraba.

Intentó levantarse y la espalda le amenazó silenciosa con un dolor agudo. Se derrumbó. Quería seguir el sonido de los gritos. Quería ayudar al hombre tendido junto a él. Quería levantarse, pero su espalda no le dejaba. ¿Tendría algo clavado o sería una lesión interna? Intentó reorganizar sus pensamientos y elevó la voz para dirigirla al hombre que se quejaba a su lado. Su voz sonó más ronca de lo normal ¿Cúanto tiempo llevaría incosnciente?

E-e-eh, amigo. ATHOOM - su voz se interrumpió con una tos seca que le hizo ver las estrellas en su espalda. - Aagh.

Se calmó, recuperó la calma y lo volvió a intentar. Esta vez su voz sonó algo más limpia

Amigo, ¿estás bien? - Pregunta ridícula. Volvió a formularla algo mejor - ¿Crees que te puedes mover?

El extraño pitido en los oídos, el sabor a sangre en la boca, ¿Dónde diablos estaba? ¿Qué había ocurrido?, esa extraña sensación de que algo estaba pasando desapercibido, el mar, la arena la playa, si era algo que había estado en mi cabeza pero no era como lo había pensado  pero algo no cuadraba, ¿Por que demonios me dolía tanto el cuerpo?, eso era humo y fuego, algo definitivamente no estaba bien, a como pude me levanta de donde me encontraba tirado, camine como zombi por un par de minutos tratando de entender que estaba pasando.

Las piezas lentamente empezaban a encajar, ese algo que no estaba bien poco a poco se fue aclarando, un accidente aéreo, algo había pasado en el vuelo, la primer reacción que mi cerebro conecto fue buscar a mis padres - Mom, Dad, where are you?- pregunte  en busca de mis progenitores, en la playa no había  ningún rostro conocido.

-Mom, Dad, please answer me-  me dedique a buscar por la playa  en busca de mi familia -has anyone seen my parents?, please sir have you seen my parents?- preguntaba a las personas de la playa esperando una respuesta afirmativa, aunque en este caos era imposible saber si alguien podría darme una respuesta.

Mommy, Daddy, where are you ?, please answer

*¡Ey, chico!* - Llamó Nivard en un cuidado inglés al ver al chico que se levantaba desorientado. - *Te ayudaré a localizar a tus padres* - Aunque realmente pensaba que lo que podrían localizar era sus cadáveres.

La gente no sobrevive a un accidente de avión - Le decía una voz interior, y, sin embargo, allí estaban. En el fondo, incluso él albergaba la esperanza de que Vanesa hubiese sobrevivido milagrosamente. No podía reprochar nada al chaval.

*¿Estás bien? ¿Estás herido? Ven. Ayúdame a levantarme. Creo que tengo algo en la espalda*

Aun así, el hombre allí tendido parecía estar pasándolo peor. En cuanto pudiera levantarse se acercaría a socorrerle.

Todo era confuso, pero al menos alguien entendía lo que estaba diciendo  y eso era bueno, - *Si, estoy bien*- falso no lo estaba me dolía el cuerpo y los oídos me zumbaban seguramente tendría un montón de moretones, no sabía como la cabeza aun la tenía en su sitio y a duras penas  podía concentrarme, pero  mi madre  siempre decía que no se debía mostrar debilidad o como era su frase, era extraño y frustrante querer recordar algo y que se te escape, pero ahora no controlaba todas las ideas que me pasaban en la cabeza.

-*Claro, intentaré ayudarle*-me acerque al sujeto para intentar darle una mano aunque no sabía que  debía hacer - *No se be bien, intentare mover con cuidado*-dije intentando remover aquel objeto en su espalda.

Caída.

Gritos.

Oscuridad.

Cuando Antonio volvió en sí, era incapaz de pensar. El dolor se había convertido en todo su mundo. Cada respiración era una tortura. Parecía que alguien se había dedicado a clavarle miles de pequeñas agujas en sus pulmones con sumo cuidado, sin olvidarse un sólo centímetro. De haber estado algo más lúcido, hubiera hecho una lista rápida de posibles causas (¿quizás una costilla rota?). Pero no era el momento ni el lugar, porque sin tregua, una oleada húmeda le recorrió. Agua, agua que se había colado por su nariz y boca, provocándole un fuerte ardor y tos. Fue como un toque de atención de su entorno, que pedía al fin tomar presencia. Abrió los ojos.

Se encontró tirado contra la arena. Tan concentrado estaba en su sufrimiento que no había reparado dónde estaba: una playa. Trató de levantarse para evitar ahogarse con otra ola, pero fue inútil. Las piernas no le respondían. Tenía el cuerpo totalmente reventado. Habría jurado que le dolían hasta las pestañas.

—Joder, joder, ¡joder! —Fue lo único que podía decir, con la voz ronca y cascada. Intercalaba esos insultos con gritos de dolor y ayuda. Estaba aterrado. No sabía qué hacer. Iba a morirse ahí, como un perro, entre estores y sufrimiento. Hizo un soberano esfuerzo por arrastrarse, aunque sólo fuera un poco. Pero fue en vano. Desorientado y agotado, volvió a dejar caerse sobre la arena, con la cara ladeada para evitar tragarla.

Así, finalmente en silencio, llegó a oír los gritos. Era mucho peores que los suyos de hacía un momento. ¿Qué podría provocar un mayor temor que el suyo? No quería saberlo. Aún así, recibió una vaga respuesta. Olor a fuego, a goma quemada…

Y recordó. El avión, el viaje. Ese momento de pánico compartido de todos los pasajeros cuando el mundo se cayó a sus pies. Por eso estaba así, de ahí venía todo ese dolor. Joder, un viaje al paraíso se había vuelto un infierno de arena y sal. Quién le mandaría a él…

Más voces. Esta vez alguien le hablaba, un hombre. ¿De verdad le acababa de preguntar si estaba bien? ¡Se acababan de estrellar, por el amor de dios! Quiso responderle que no, que era incapaz de moverse, pero se sentía tan cansado de antes que ni le salió la voz del cuerpo. Sólo pudo soltar otra vez gruñidos de dolor. Tenía los ojos llorosos y lleno de pequeñas lucecitas. Joder, necesitaba ayuda. Hizo un esfuerzo por carraspear y coger aire, le hiciera más gracia a sus pulmones o no. Pero alguien más apareció. Una voz joven, asustada.

“Maldito niñato” pensó para sí, rabioso. “Tus putos padres estarán muertos. Se ayuda ante a los heridos, es lo más básico de los primeros auxilios”.

Quiso volver a llamar la atención para que repararan en él, así que giró su cabeza a dónde venían las voces, sacando fuerzas de casi no las tenía por el fuerte deseo de ser rescatado. Tenía delante de sí a un chaval joven y herido, con un hombre tirado en el suelo que le pedía ayuda. Vio cómo el menor se agachaba y trataba de quitar lo que tenía en su espalda. Aquello saltó todas sus alarmas.
—¡Le vas a matar, imbécil! —Gritó con la voz rota. Enseguida le siguieron unas fuertes toses por el esfuerzo extra. Prosiguió entre jadeos de dolor, más suave y despacio—: *Si tiene algo clavado, eso tapona la herida y evita que se desangre. Has estado a punto de matarlo. Levántame y acercame a él. Soy cirujano, sé lo que me digo.*

Intentaba ayudar al hombre cuando alguien mas hablo, entre todo lo que ocurría era difícil entender algo, en especial si no hablaban ingles. debí haber puesto atención al profesor de español, pero es que en ningún momento había considerado en emplearlo, así que mi conocimiento de esa lengua se limitaba a  Hola, buenos días, me gustan los tacos  y resto de frases muy sencillas, para todo lo demás era como hablar en chino o peor.

El sujeto en sí me pedía que dejara al hombre herido y me centrará en el, afirmando ser un médico en sus propias palabras, así que deje hacer un esfuerzo de intentar retirar aquél objeto y me dispuse a ir en dirección del doctor - *Lo siento, no se que debería hacer, ¿esta usted bien?*- dije siguiendo las indicaciones del cirujano. 

El cuerpo me seguía doliendo pero al menos tener un Doctor me hacía sentirme algo tranquilo, si mis padres estaban por ahí heridos había alguna posibilidad, aún así debíamos ayudar al hombre herido y luego continuar. ¿Continuar con qué exactamente? no tenía ni idea de que hacer en estos casos, en los video juegos es el comienzo de la aventura, al igual que en los comics, pero esto no era nada de eso, era la vida real, dolía, había gente muriendo, teníamos a un tipo herido y yo no sabía donde se encontraban mis padres, esto no podría considerarse algo bueno, solo algo  que va de mal en peor.

-*Disculpe Doctor,  le ayudo en algo*- consulte mientras lo llevaba con el malherido sujeto, no sabía que demonios hacer nunca había estado en una situación similar.

La voz de alerta del proclamado cirujano seguramente le había salvado la vida, y eso que parecía estar sufriendo heridas mucho más graves. Pero sus palabras también le provocaron algo de pánico. Muchas veces había visto en las pelis aquello de "no destapones la herida o morirá desangrado", y sonaba bien en la ficción, pero ¿qué se suponía que debería hacer él ahora? ¿continuar con vete tú a saber qué objeto afilado clavado hasta morir por una infección? En la vida real había hospitales y podía tener sentido lo de no destaponar hasta estar en ambiente controlado, pero ¿allí? ¿cuándo iban a poder quitarle aquello si no había medios para evitar el desangrado? ¿se podría hacer un torniquete de espalda?... empezaba a pensa cosas sin sentido. Aquello era pánico irracional.

Intentó centrarse en algo, pero no podía. Intento moverse y tampoco pudo, dolía demasiado.

Creo que no puedo moverme - Informó al cirujano.

Lunes, 5 de agosto del 2019.
Soleado, temperatura 28ºC
Hora Local: 9.00; 

En esos momentos la persona que parecía encontrarse en mejores condiciones era Arthur que rápidamente trató de ir a socorrer a Nivard. Observó que efectivamente el hombre tenía clavado un hierro en su espalda y su instinto le invitó a quitárselo de inmediato. Fue entonces, cuando el cirujano gritó desde donde se encontraba para evitar que hiciera aquello y terminase de matarle.

Antonio, en la situación tan crítica en la que se encontraba, advirtió a ambos de que si se lo quitaba corría el riesgo de desangrase vivo, así que evitaron hacerlo y se quedaron esperando sus instrucciones.

Antonio pudo respirar aliviado cuando por fin captó la atención del chico joven. Aún con su ayuda, le costó trabajo acercarse al otro hombre pero era mucho mejor que estar ahogándose en la orilla.

Se quedo unos momentos sentado, mirando al cuerpo herido. Tenía clavado un hierro pero, afortunadamente, no era una zona peligrosa. Si no podía moverse debía tratarse simplemente del dolor o el peso. Era posible, además, que se hubiera desgarrado algún músculo y eso impidiera algún movimiento concreto. Quizás el simple estiramiento para levantarse.

No se molestó en comentar sus impresiones a los demás. Sólo pidió al chaval ayuda para desgarrar parte de la ropa del herido, mientras él mismo rasgaba parte de ella. Con ese amasijo de tela en mano, empezó la operación.

Primero que todo, roció la herida con agua de mar. No era el mejor desinfectante pero era lo único que tenía a mano. Después de esto, comenzó a retirar con cuidado el hierro clavado. Y ya, para finalizar, pondría la tela a modo de gasas, presionando la herida con su propio peso. Iría cambiándolas superponiendo una tras otras, sin dejar de apretar. Así hasta que pasaran 10 minutos. Si había suerte, la herida dejaría de sangrar. Si no… Un infeliz más muerto.

“Cosa que no me conviene en absoluto” pensó. “Si tengo que depender de este niñato únicamente, voy listo”.

Durante todo el proceso Antonio mostraba una concentración absoluta a pesar del dolor que sentía. No era desde luego su mejor momento, pero no parecía reparar en nada más que no fuera lo que tenía delante y, todo hay que decirlo, el malestar de sus costillas. Se comportó como un témpano de hielo desde el mismo momento que se sentó, sin mostrar una mirada amable o de alivio al resto. Si aquello les generaba desconfianza era de cosa de ellos. Él simplemente iba a curar aquella herida.

Arthur observó todo el proceso prestando la mayor atención posible, en la escuela había tomado un curso de primero auxilios pero nada lo tenía preparado para esto, muy diferente las situaciones explicadas en teoría para tratar heridas menores, a una situación especifica como esta, sin embargo hizo su mayor esfuerzo para ser de utilidad.

-*Quizás debería improvisar algunas vendas*- sugirió el muchacho cortando las magas de la camisa, por alguna razón el chico pensaba que eso podría ser de utilidad al médico - *¿Creé qué se ponga bien?*- consultó al galeno, su nerviosismo le delataba al intentar ayudar, obraba de buena fe pero era demasiado inexperto en estas situaciones.

-*¿Cómo se llama amigo?*- le preguntó al hombre moreno, quizás si conversaban se sentiría mejor - * Todo estará bien*- el chico intentaba tranquilizarlo con una sonrisa nerviosa.

- *Nggg... Maldición...*

El cuerpo le dolía horrores. Por un demonio, ¿qué era lo que había sucedido? Lo último que recordaba es que había tomado un vuelo de escala por España para ir al Caribe y pasar unas vacaciones, luego del congreso en Londres. Había abordado el avión, lleno de expectativas, en parte propiciadas por las increíbles charlas del Sir Attenborough, su héroe desde que era un niño. Luego, se quedó dormido buena parte del viaje, y cuando menos lo esperaba, una fuerte turbulencia hizo que el avión se sacudiera violentamente. 

Michael no era un viajero recurrente, pero no era la primera vez que viajaba en avión, ni la primera vez que sufría una turbulencia, pero esta vez parecía diferente. Vio las alarmas encenderse sobre su cabeza, y las mascarillas de descompresión se liberaron. Era la primera vez en su vida que veía algo así. Tomó como pudo aquel objeto que solo había visto en los instructivos, y se lo puso lo mejor que pudo. La gente a su al rededor había entrado en pánico, y lo único que el pelinegro pudo pensar fue: "posición fetal, agáchate y abraza tus piernas". Era lo que siempre repetían en las instrucciones de vuelo. Por suerte, él nunca desajustaba su cinturón, a pesar de lo largo que resultara un viaje. 

Quizá fue por eso que el impacto no le trajo la muerte instantánea, pero sí un impresionante dolor en su brazo derecho, que era el que más usaba. Con él había intentado protegerse de los restos del avión que amenazaron con tragárselo. El avión se partió en dos, y el agua comenzó a fluir al interior. Con la poca consciencia que le quedaba se desabrochó el cinturón y buscó el chaleco bajo el asiento, aunque no fue capaz de ponerselo del todo bien. Aún así, lo infló y se aferró a él, sabiendo que era su única esperanza. Tragó agua... mucha agua de mar. La corriente lo llevó bastante lejos de la orilla. 

Cuando volvió al conocimiento se encontró en una playa. El cuerpo le dolía, pero estaba vivo. Tosió el agua de mar hasta sentir que los pulmones se le iban a salir, lo que por fortuna no sucedió, y finalmente su mente se aclaró un poco más. El brazo derecho le dolía como nunca, pero no había rotura de la piel. Seguramente era una fractura, y esperaba que no fuera múltiple. Sus piernas también estaban golpeadas, e identificó una torcedura de ligamento en su rodilla. Aquello haría difícil y doloroso caminar. Ni hablar de la herida abierta que tenía en su costado izquierdo, producto de un choque violento contra las rocas de la playa. 

Como pudo intentó ponerse de pie y comenzar a avanzar, pero en vano. Duró el resto del día sin encontrar a nadie... Pasó la noche tiritanto de frío, y el dolor en su rodilla se hizo más intenso. Si tan solo su mochila no se hubiera perdido... allí tenía varias cosas que le habrían ayudado. Como pudo, pasó la noche, y al día siguiente le pareció escuchar unos gritos tras un cúmulo de rocas. Lo trepó con cuidado, y luego vio a tres personas. Eran sobrevivientes. Eso le animó un poco. También le emocionó escucharlos hablando en inglés. Si bien, él sabía un poco de español, no había nada como hablar en la lengua nativa.

- *¡Hey! ¡Chicos! ¿Están bien?* -preguntó, aunque era un poco capcioso. Pero al menos no se veían heridos de muerte. Aún así, decidió ir a confirmar.- *Yo también estoy herido, pero creo que puedo ayudar un poco.*

Sonrió con amabilidad y caminó con cuidado hacia ellos. La situación no se veía bien para el moreno y a quien llamaban "doctor". Miró un poco, tratando de pensar en algo. De momento, no parecía buena idea moverlos. Él también tenía que buscar una forma de inmovilizar su brazo y rodilla, o acabaría jodiéndolas peor, y aunque no lo pareciese, también estaba perdiendo sangre por su costado.

- *Debemos atender las heridas...*

Nivard veía que aquel proclamado cirujano era ayudado a ponerse en pie y avanzaba hasta él. La verdad que con su gesto huraño, su silencioso avanzar y su aspecto destrozado por el accidente, más que su salvador, parecía la parca o un asesino en serie.

Un momento, un momento. ¿Qué va a hacer?

Dijo justo antes de que le vertiese agua salada en la herida y proferir un grito y un insulto en haitiano.

Pero aquello fue a más, ya que lo siguiente fue arrancarle el objeto clavado sin siquiera ofrecerle un palo para morder.

El joven angloparlante se acercó a él para aplicar algo de humanidad a la escena.

*Nivard. Me llamo Nivard* - Dijo algo entrecortado debido a... bueno. Debido a causas perfectamente comprensibles.

Lunes, 5 de agosto del 2019.
Soleado, temperatura 28ºC
Hora Local: 10.00; 
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Antonio decidió acercarse a tratar la herida que tenía Nivard en la espalda. Debido a que no podía moverse pues sus piernas no le respondían tuvo que arrastrarse hasta él para lograrlo. Junto a Arthur le quitaron la camiseta y la hicieron jirones para que le sirvieran de vendas improvisadas.

Antonio consiguió extraer el fragmento de hierro de su espalda, y Nivard se retorció por el dolor causado. Y entonces la herida empezó a sangrar con más intensidad que antes. El joven sentía como seguía perdiendo sangre a gran velocidad y como el dolor había aumentado. El médico había intentado ayudarle pero no había salido tan bien como esperaba. Sin su material quirúrgico, sin su mesa de trabajo y sobre todo, con aquel terrible dolor en sus costillas se sentía tan capacitado para hacer aquello como el propio Arthur. Aún así, todavía estaban a tiempo de taponar la herida y evitar que Nivard se desangrase allí mismo.