Partida Rol por web

Una vez dentro de la ciudad, no os cuesta encontrar vuestro destino. Enseguida os indican como llegar a la Casa del Uraeus Blanco.

Es un edificio de dos plantas de roca encalada que se encuentra en uno de los barrios más exclusivos de Eto.

Una gran placa de latón encima de la puerta representa a una serpiente con dos "cuellos" que se separan del cuerpo, cada uno termina en su propia cabeza.

El elfo examino disimuladamente la calle, intentando determinar si alguien estaba vigilandoles a ellos o a la casa.

- Si nadie nos sigue lo mas correcto sería que llamasemos a la puerta ¿verdad? No parece haber nada fuera de lugar ... pero eso puede cambiar rápidamente.

A pesar de su mal humor, William se concentró en que por lo menos habían entrado a la ciudad y podían reemprender la misión. Y lo primero era hablar con el tal Uraeus.
Sus compañeros de penurias no habían hablado muy bien de él. Por lo que estaba atento a posibles emboscadas y la mano siempre cerca de sus armas. No quería ningún contratiempo.

Bueno. ¿Vamos a entrar todos o nos quedamos algunos vigilando fuera por si hay problemas?

Es una posada, tampoco creo que nos vayan a crucificar por entrar en una, es más sería lo lógico. Si nos quedamos fuera si que sospecharan. Entiendo que las serpientes estas tienen que ver con el tema medicinal o curativo, ¿no? - Lorik estaba en pie, con el gran espadon en la espalda. Aun disfrutaba de la "legalidad de Clarissa" y eso le mantenia con un semblante alegre. Aunque estaba empezando a aburrirse un poco de la falta de accion. No se habia metido en la Society para negociar con idiotas.

—Solo te alegras de la desgracia ajena, Lorik, es la primera vez en todo el tiempo que te conozco que estás feliz. ¿Has pensado en buscar asesoramiento para el alma? No puede ser sano lo que te pasa.— Se sinceró Clarissa.

—¿Alguien quiere entrar en la posada? Por Abadar, ni abrir una puerta sabéis.— Sus compañeros no podían ser más inútiles ni aunque los hubieran contratado en el mercado de esclavos de Ocasión de Okeno, donde casi te pagaban porque te los quedaras. La rubia mujer pensaba que cinco monos amaestrados serían mucho más útiles que ellos. 

Después de que el ladrón o aduanero ...me da que en esta ciudad son lo mismo....se quedara con parte de nuestro oro, recorrimos la ciudad hasta aproximarnos a nuestro objetivo y ante las puertas esperábamos a tomar la iniciativa para entrar. 

- A mi me han dicho que las manos quietas y eso es lo que hago, no tengamos un mal entendido y la liemos. Encojo los hombros antes de seguir hablando con tono divertido. Pero si queréis me doy una vuelta por la ciudad y luego os cuento que tal es.

Lorik entró al interior. No sabia por qué habia tanta expectación al respecto. Una vez dentro dejó que Clarissa hablara, al fin y al cabo, si no empezaba ella hablando lo acabaria haciendo de todos modos.

En cuanto entráis os dais cuenta de que es una posada más que decente, los sirvientes que andan por la sala principal tienen una ropa inmaculádamente limpia. Lo único que os llama la atención es un semiorco sentado en el fondo de la misma. Al veros entrar, levanta la mirada y se incorpora. Mientras termináis de entrar se os acerca, os mira de arriba a abajo y con un gruñido os hace un gesto para que lo sigáis.

Intrigado, el paladin se aproxima al semiorco. No parecía que esta posada de curación del cuerpo y el alma fuese lugar para una emboscada y esperaba que el semiorco fuese sirviente del Maestro Torch.

Por precaución, el paladin invocó el poder de Iomedae para detectar el mal.

Visto que mi idea de pasear por la ciudad y ver como respira, entro en la posada. Parece que es una posada de buena reputación por la limpieza y forma en que visten los sirvientes.

- Un buen sitio para tomarse algo....si hubiera tiempo.

Un semiorco se acerca a nosotros, nos gruñe y hace gesto de que le sigamos.

- Pues parece que no vamos a poder, que mala suerte tenemos.

Aprieto los dientes, y mientras paso el dedo pulgar por el mango de mi urgrosh, juego con las trenzas de la barba, todo sin dejar de mirar al semiorco que se había levantado.

Se rumoreaba que el Maestro Torch no era un semiorco, si no un desgraciado humano que había sido desfigurado por una horrible maldición. Quizá era cierto... quizá no. Quizá lo averiguaban en un rato...

Clarissa contempló la posada con sus habituales aires de desaprobación, pero poco a poco, fueron desapareciendo al ver que la posada estaba limpia, o más bien impecable.

El semiorco se acercó y dedicó un gruñido al grupo. Clarissa no iba a tolerar eso. —¿Que ocurre, se te ha comido la lengua un cocodrilo? Me llamo Clarissa Dravere, ¿A quién tengo el dudoso honor de dirigirme? Venimos a...

El maleducado no dijo nada y se dirigió al interior de la posada. Clarissa se quitó el sombrero y sacudió su dorada cabellera. Respiró hondo y avanzó. Las cosas que hago por la Sociedad...

William no pudo evitar sonreir ante la reacción de Clarissa. Estaba claro que el semiorco no estaba para tonterias, y el ver el desplante a Clarissa no tenía precio.
También se fijó en que nisiquiera les preguntaron nada, les hicieron pasar asumiendo que eran los que esperaban.

Interesante. ¿Nos conocen o simplemente son así de incompetentes?

Aunque el exterior de la posada es bastante mundano, el interior del Uraeus Blanco está elaboradamente decorado con placas de mármol con vetas doradas y fuentes burbujeantes en claustros cerrados. Hay una brisa fresca que os trae el aroma de flores del desierto por todos los limpísimos pasillos.

El semiorco os lleva hasta unas puertas cerradas vigiladas por otros dos semiorcos quienes, tras echaros un vistazo, tiran de las puertas para revelar la cámara de aseo alicatada que hay tras ellas.

Bienvenidos a Eto, pathfinders - os saluda con su voz cascada el gran maese Torch mientras reposa en una bañera humeante. - Nunca imaginé que nos encontraríamos de nuevo en unas circunstancias tan acogedoras, pues en el Uraeus Blanco saben como hacer que un viajero se sienta cómodo y tranquilo.

Pero, decidme, ¿qué puede hacer un sencillo comerciante de secretos como yo por vosotros? - os pregunta mientras se sienta en la bañera con una sonrisa de oreja a oreja que hace que parezca que sabe a qué venís...

Antes de salir de la capital, recibiste una misiva de parte de Aaqir Al'Hakam, el líder de tu facción. Al saber que ibas a encontrarte con el Gran Maese Torch te pidió, como parte del intercambio que vais a hacer, que intentases que el Gran Maese le presentase a alguno de los contactos que tiene en esas zonas del mundo en las que el Intercambio no tiene demasiadas rutas comerciales.

El contacto de Torch bien podría ayudar a establecer alguna nueva ruta.

El paladín contuvo su ira hacia el traicionero Torch, un ser despreciable que había alentado la creación de la Logía de la Sombra ... para después traicionarla y beneficiarse.

- Gran Maestre Torch ... confió en que vuestra presencia aquí pueda paliar los dolores que os aquejan. Supongo que sabeis que tema nos trae aquí. Probablemente un hombre de vuestros recursos lo sabía mucho antes de que nosotros fuesemos informados.

¿Desde la bañera...? ¿De verdad nos va a atender desde la bañera?...

Lorik no le quitaba los ojos de encima a los semiorcos, tampoco a las paredes. No le gustaba aquella situación de superioridad, de tenerlo todo controlado.

Con una sonrisa de oreja a oreja, Maese Torch contesta a Ethelnir.

En mi negocio, es mejor no hacer alarde de lo que uno sabe o deja de saber. Así que si me decís qué queréis de mí antes podremos ponernos a hablar de negocios.

Ethelnir frunció levemente el ceño.

- Tenemos un amigo en común que nos aseguró que tendríais información útil para localizar unas gemas. Confiamos en vuestra discreción y profesionalidad, Maese Torch.