Partida Rol por web

Había pasado poco más de una semana de marcha cuando al fin, en mitad de una lluvia torrencial, os encontrasteis con un cartél que os indicó que el pueblo estaba cerca. Finalmente, a pocas horas del anochecer, superásteis una colina desde donde podíais ver el pueblo.

La situación no os era totalmente favorable. La noticia de la fuga de Lonegan de seguro habría recorrido los pueblos y ciudades del estado como la pólvora; además, por las últimas noticias que pudo reunir McReady en sus años en el exilio, la el pueblo tenía un nuevo sheriff, el ex-marshall Ben Foster, el mismo que tendiera la emboscada a la vieja banda y capturase a Lonegan.

La plata enterrada en el mismo cementerio donde descansaban los 2 viejos compañeros de correrías de Lonegan, Juanita y McReady no era lo único valioso del pueblo. En el sótano del saloon estaban escondidos los viejos revolveres de Lonegan junto con los bonos estatales, no menos valiosos que la propia plata. Lo más importante en primer lugar parecía encontrar refugio de la lluvia; sin embargo, corríais el riesgo de que en el pueblo reconocieran a alguno de los más famosos de la banda como Juanita o el propio Lonegan.

Jim se quedó obsevando el pueblo desde lo alto de la colina y la vista le recordó a los compañeros que habían quedado allí enterrados. Una fugaz imagen mental le trajo a la mente la muerte de ambos. -Está bien eso de refugiarnos en el pueblo, pero debemos tener cuidado. El sheriff podría reconocernos, aunque tenemos a dos hombres a los que no conocerá. Se me ocurre que Pancho y Maverick puedan ganarse su parte del botín haciendo de ojos y oídos nuestros en el pueblo, mientras nosotros nos quedamos escondidos ¿Tú que dices Jack?

A medida que nos acercamos a Las Cruces, me voy sintiendo más inquieta. Este sitio no me trae buenos recuerdos y me hace sentir insegura. Me pongo el sombrero y me lo calo tanto como puedo, en parte para protegerme de la lluvia y en parte para que no se me vea el rostro. No es que nos hayamos cruzado con nadie aún pero no quiero arriesgarme.

Esta situación me pone de mal humor "Una señorita de verdad, no se ve bonita con sombrero de vaquero" pienso antes de darme cuenta de que ese pensamiento es una tontería en la situación en que estamos.

-Yo no quiero entrar en el pueblo hasta que sea inevitable- contesto a la propuesta de James cuando llegamos, antes de que Jack tenga tiempo de contestar -Así que opino lo mismo que tú, nosotros nos quedamos fuera y ellos echan un vistazo. Nosotros podemos alejarnos e intentar buscar un sitio para quedarnos mientras-

Después de decirlo miro a Jack a ver qué opina él.

-si busquemos un escondrijo y enviemos a mike y pancho a informarnos- hacia los 2 restantes del grupo- ustedes iran y averiguaran que pasa en el pueblo, nosotros planearemos como pasar desapercibidos y como encontrar la plata, y traer lo bonos- recuerdo mis revolveres- mike luego en el escondite te dire algo ok?

seguimos nuestro camino, y fugasmente llega un pensamiento a mi mente, recuerdo mi cicatriz, suelto las riendas y paso los dedos de mi mano derecha por la herida, tan suave como quien acaricia algo divino, por suerte el dolor molesto, no es igual a que este sangrando y abierta, mas tranqquilo ahora vuelvo a tomar las riendas y me concentro en el camino y que se avecina adelante.
 

Aquellos días no habían sido los mejores para Michael. Por alguna extraña razón había esperado que las cosas fueran de otra forma tras el rescate del gran hombre. ¿En qué forma? Michael no sabría decirlo y nadie le había preguntado, pero quizás, más divertidas o como mínimo, menos lúgubres.

El rescate de Jack había sumido al grupo en un ambiente de hosco silencio, como si todos, empezando por los miembros más antiguos de la banda, entendieran que aquello no acaba más que de empezar. Michael había captado aquella idea nada más dejaron atrás la diligencia, pero no entendía porque debía ser un motivo para que todos, empezando por Lonegan, parecieran enfurruñados.

Nadie le había acompañado cuando había empezado a tararear y luego a silbar. Ni siquiera Juanita le devolvió las primeras sonrisas que le había dirigido tras el rescate y eso que la relación entre ella y Lonegan tampoco parecía rebosar pasión en aquellos momentos. Después de una hora sin saber qué hacer, Michael había acabado por adelantarse con el caballo y tocar para sí su harmónica. Sólo Pancho parecía apreciar sus tonadas, si bien su sonrisa algo bobalicona y sus ojos vidriosos mostraban una clara influencia alcohólica. Así llevaban ya cinco días...

La lluvia no mejoró el humor de nadie y cuando Lonegan ordenó a "Mike" - no recordaba que nadie le llamara así desde que tenía más de diez años - que se adelantara al pueblo, éste lo hizo de buena gana, haciendo avanzar al caballo y tocándose el ala del sombrero con una sonrisa en los labios y casi sin esperar a Pancho - eso está hecho, jefe -

Sin pensarlo encaminó el caballo hacia el Saloon. En cuanto llegaran ataría el caballo a la puerta, se quitaría la manta empapada y la chaqueta agujereada. Había tenido que devolver el poncho a James y además aquella no era vestimenta adecuada para un caballero. Una copa y unas manos de cartas soltarían unas cuantas lenguas.

Por primera vez en cinco días, sonrió de oreja a oreja.

Sin muchas discusiones, Pancho y Maverick os adentrasteis en el pueblo. La calle principal estaba desierta y apenas iluminada por unas débiles linternas que amenazaban con apagarse a causa del viento y la lluvia, y aparentemente no se veía luz en el interior de ninguna de las casas alrededor. Solo en el saloon y en la oficina del sheriff se podía apreciar actividad; en el primero, un gran bullicio y haces de luz que iluminaban grandes franjas de suelo frente a la puerta, y en el segundo, una solitaria ventana en la que se apreciaban los destellos titilantes de una chimenea.

Atados los caballos junto al abrevadero a rebosar de agua de lluvia, el elegante caballero y el rudo mexicano atravesasteis las puertas dobles del saloon. El bullicio se calmó un tanto, cuando casi todos los parroquianos se giraron a observar a los recién llegados.

Tras la barra un hombre enérgico de unos 30 años servía bebidas y las dejaba preparadas junto con sus botellas sobre unas bandejas, en una mesa cerca de la barra un grupo de 3 personas de bastante edad parecían jugar a las cartas, en otra, más alejada, dos rechonchos gemelos evidentemente tan latinos como el propio Pancho compartían una botella de licor oscuro y daban cuenta de un plato de comida. Varios hombres más estaban apiñados alrededor de la mesa más grande del local, y llamaban a gritos a un chaval oriental que no tendría más de 10 años, que se apresuró a llevarles de la barra varios platos de guiso y no menos botellas de alcohol. En el piso superior, dos mujeres muy escotadas y con evidente pinta de fulanas miraban hacia el piso inferior mientras descansaban sobre la barandilla, y os examinaron largo rato a vuestra entrada. A la derecha había una solitaria pianola cubierta de polvo, junto a la escalera que llevaba al piso superior, y junto a ella la puerta de la alacena, por donde normalmente se accedía a sotano.

Pancho había estado de mal humor y bastante silencioso desde que comenzara la lluvia, pero no puso pegas al plan. Seguramente la perspectiva de entrar al saloon a tomar un plato de comida caliente y secarse junto a la chimenea era más que agradable en comparación a esperar al raso. En poco tiempo, perdisteis de vista al mexicano y Maverick cuando se adentraron en el pueblo.

Tras unos minutos de frenética búsqueda en la semioscuridad, finalmente encontrasteis un buen lugar donde descansar, no muy lejos de donde os encontrabais. No era exactamente una cueva, parecía más bien como si un sólido trozo del suelo se hubiera resquebrajado y levantado unos metros en su extremo, formando una especie de techo natural. Olía a tierra y humedad, pero era lo bastante espacioso para guareceros a todos y a los caballos. Incluso tendríais la oportunidad de encender una hoguera.

James se despidió de sus dos compañeros, pero cuando estaban a media distancia le pegó una voz.

-¡Por cierto, traednos algo de comer, cuando podáis!.

Luego le quitó las alforjas a su caballo y lo ató en una zona próxima. Juntó un poco de paja y se la puso para que comiese. A continuación se dispuso a preparar la hoguera, como había hecho cientos de veces antes de aquella. Juanita ya había empezando buscando algunos maderos apropiados. James había aprendido de las tribus indígenas a prenderlo con tan solo aquello de lo que la naturaleza les proveia. Cogió un montón de paja seca y seleccionoó unos cuantos maderos; primero unos más finos y luego otros más gruesos, formando una especie de teepee. A continuación cogió dos piedras y las empezó a entrechocar cerca del montón de paja hasta que se produjeron chispas que, al saltar sobre la paja, acabaron por prenderla. Con una de las piedras, introdujo la paja debajo de los maderos y avivó el fuego con ayuda de su sombrero. La madera comenzó a crepitar a medida que el incipiente fuego que surgía de la paja lamía los maderos impregnados en resina. Pronto una pequeña columna de humo se levantó sobre la fogata.

Finalmente se sentó junto a la lumbre acomodando su manta sobre una piedra. Sus huesos crujieron y no pudo evitar un pequeño gruñido de dolor cuando su espalda se arqueó para apoyarse sobre su improvisado respaldo.

-¡Ah, es cieto!-dijo sonriendo mientras echaba mano de su alforja para sacar aquella botella de Whisky-¡Whisky!.

James se la tendió a Jack. La etiqueta rezaba Glenlivet, Single Malt Scotch Whisky 12 years of age

-Toma. Haz los honores. Con calma. Esta no es la mierda a la que estás acostumbrado. Me costó un buen dinero, pero había que celebrarlo-

Michael se volvió en la silla al oir los gritos de James y se tocó el ala del sombrero. Bien podría haber sonado como

- ¡Oido cocina! ¡Marchando!

Clavó las espuelas en los flancos del caballo y continuó camino abajo en dirección al pueblo acompañado por el mejicano.

Como era habitual, el pueblo le miraba. James había vivo aquella escena mil veces y siempre era igual. Pintada con distintos colores, con distintos rostros, pero nunca variaba en lo esencial. Empezaba la función.

Estaba relativamente seco tras quitarse la chaqueta y la manta y su elegante camisa con lazo al cuello, sus pantalones y sus preciosas botas mostraban la imagen adecuada. Se volvió hacia Pancho, le sonrió y se tocó el ala del sombrero en un gesto de clara despedida. En aquel lugar Pancho no resultaría más que un lastre para su actuación. Además, el mejicano podría conseguir bastante por otro lado si las cosas no salían del todo bien.

Con paso decidido se acercó a la barra esquivando al muchacho, un chino pequeño y algo feucho, mientras dirigía la mirada hacia las damas del piso de arriba y descubriéndose la cabeza les dirigía una inclinación de cabeza y una amplia sonrisa. Caminaba como si hubiera estado allí centenares de veces y le perteneciera tanto como a cualquiera de los presentes. No obstante, de forma discretísima evitó pasar cerca de la mesa grande, aquel montón de tipos no era el objetivo de su actuación.

Sacó del bolsillo un monedero y dejó una monedas de plata sobre la barra. Se apoyó con un codo sobre ésta y dejó el sombrero al lado.

- Un plato de estofado y pan - pidió amablemente - y bebida claro está - Sonrió aún más ampliamente y colocó otra moneda junto a la anterior - y no sea escaso con el pan... o la bebida - se carcajeó. Aquel el primer pase, no hay nada como tener dinero para ser apreciado o para que alguien te invite a jugar para desplumarte.

Observo a Michael y Pancho cuando se van. "Afortunados ellos que pueden largarse, incluso pasar la noche bajo techo si quieren"

Encontramos un lugar para resguardarnos pero no me siento especialmente afortunada. Miro a Jack, mojada y con frío, intentando recordar cómo he llegado a este punto "Diablos, porque acabaste en la cárcel incluso antes de conocerlo, por eso"

Resignada, intento ayudar a James buscando madera que pueda servir. Cuando el fuego prende, me siento cerca para intentar entrar en calor. Veo como James ofrece a Jack whisky y, cuando han bebido pregunto con ironía
-¿Para mí no hay? Al menos en Bisbee me ofrecían...-

-¡Claro!-dijo James cogiendo la botella de mano de Jack y dándole él mismo un trago antesd de pasársela a Juanita-¿Qué te ha hecho pensar lo contrario?

Se limpió la boca con el dorso de la mano.

-Bueno...-dijo observando la situación-Iré a ver si consigo cazar alguna cosa. No me fío de lo que nos puedan traer esos dos

James cogió su rifle y se alejó del campamento. Lo cierto es que lo que en realidad quería era dejarlos a solas. Sin duda tendrían mucho de que hablar.

Pancho Castillo era un hombre de pocas palabras. Asintió a Maverick cuando este se apartó de él con un gesto de despedida, y se limitó a mirar a su alrededor contemplando la situación en el  Saloon. Tras localizar la entrada a la alacena, se rascó la nuca con gesto basto y mirada vacía, pues no se le ocurría forma alguna de bajar al sótano sin llamar la atención de tanta gente como había en aquellos momentos en el local.

Al no ocurrírsele ninguna brillante idea, lo dejó estar por el momento. Quería sentarse al menos y disfrutar de un momento en aquél lugar seco y al abrigo de la lluvia. El sonido de sus espuelas marcó sus pasos mientras buscaba un asiento en solitario a ser posible (no es que fuera un tipo muy sociable) no demasiado alejado de los dos rechonchos latinos. Después, llamó al zagal oriental de un silbido, y le pidió algo de comer caliente y una botella de tequila para reponer la que se había ido consumiendo por el camino.

Cuando le trajeron su cena, se puso a comer frenéticamente, y en dos cucharadas el enorme hombretón se deshizo de medio plato. Con la boca llena y restos de la misma resbalando por la barbilla, se giró hacia la mesa de los dos gemelos que parecían de buen comer. En un castellano del norte de mexico les soltó desde su solitario asiento: -A fer uftedes dos, comiloneros **.- Con tanta comida aún en la boca, farfullaba más que hablar. - Díganme fe una tienda donde pueda arrendar víveres for acá, que con esas farrigas ustedes saben de eso de sobra.- Desde niño, el buen Pancho se expresaba más como burro que como persona, y eso le había metido en no pocos líos. -Y fi el local aún edtá abierto ahorita, pues mefor que mefor.- Se sorbió los mocos, antes de limpiarse los restos de comida en su barbilla con la mano, la cual luego se restregó contra su propia ropa.

Michael se volvió hacia la sala mientras esperaba que el patrón trajera su pedido. Con gesto relajado se apoyó en la barra con el codo mientras cruzaba los pies en un gesto satisfecho, como si fuera el dueño del local y se sentía bastante satisfecho - Civilización al fin - se dijo - o al menos un remedo suficientemente bueno - matizó.

Lanzó una mirada seductora hacia las dos señoritas del piso superior. No eran de una belleza sobrehumana, pero no estaban nada mal para un pueblo pequeño como aquel. Además, Michael llevaba cuatro días sin poder hacer más que contemplar el redondo culo de Juanita que, visto lo visto, pertenecía al gran hombre.

Quizás pudiera tener una prolongada charla con alguna de ellas - o con las dos - y luego echarle un vistazo al sótano. Puede que una de las dos - o ambas - no tuviera problema en que la "charla" tuviera lugar en el sótano. Se pasó la lengua por los labios en un gesto de anticipación.

Los gemelos alzaron la mirada al grandullón de Pancho, al principio con una mirada inquisitiva que perdieron inmediatamente a medida que el mexicano hablaba. Finalmente estallaron en carcajadas y le invitaron a sentarse con él y compartir su propia botella que, como no podía ser de otro modo, también era tequila.

- Ya cállate pinche bocón, que milagro que no te atragantaras. - El que había hablado le saludó con unas palmadas en la espalda, mientras el otro, más alejado, se conformó con alargar su manaza hacia pancho en gesto amistoso. - Si ya te estás llenando el panzote, ¿cómo que nos acusas de tragones? - las risas duraron un poco más, pero después los gemelos colaboraron alegremente con Pancho.

- Si lo que quieres es pan duro, o algo que te dure un buen camino tienes que hablar con "el llebe", en la tienda acá a este lado de la calle. - Señala la tienda/almacén a través de una ventana. - Pero no te abrirá ahora que está oscuro ¿y que no has visto la que está cayendo? Mejor espérate a mañana amigo, y ya le pides, no te confunda con un salteador y pases tu primera noche en el pueblo con el matasanos.
    ¿Como que has dicho que te llamas? Aquí mi compadre y yo somos Juan y Andrés, si necesitas que te herremos un caballo o una mula tenemos el caseto con las herramientas ahorita mismo donde los establos, que allí trabajamos. -

Mientras tanto, Maverick aún era objeto de algunas miradas; sobre todo las dos "damas" del piso superior que le habían devuelto el saludo con una mirada pícara, pero también otras menos agradables, aunque poco a poco cada cual en el saloon se volvía a sus propios asuntos.

En breve el camarero tuvo un momento libre tras atender el pedido de Pancho que le había traído el joven asiático y se acercó a atender a Maverick. Su actitud era agradable y amistosa, aunque se notaban unas perlas de sudor en la frente ceñuda por el exceso de trabajo.

- Buenas noches y bienvenido a Las Cruces ¿qué va a ser? - Lanzó una mirada desaprobatoria al reguero de huellas y rastros de agua que ambos viajeros habían dejado tras de sí en su paso por el local - Además de una manta para secarse; debería dejar también la chaqueta junto a la lumbre. -

La lluvia apuntaba a que iba a ser una noche fría, aunque por suerte la hoguera solucionaba en gran parte ese problema, la incomodidad y la humedad eran algo más difícil de eliminar. La botella de Whisky también contribuía a calentaros el cuerpo, y dio un par de vueltas entre los presentes con lentitud.

Los caballos estaban un poco apretujados, pero con suficiente alimento para mantenerlos entretenidos no daban problemas. Incluso la lluvia torrencial había hecho desaparecer algo del olor de los animales. Finalmente McReady decidió salir a inspeccionar los alrededores, a pesar de la lluvia.

En cuanto saliste al exterior volvistes a calarte por completo. A primera vista no había ni rastro de animales en los alrededores, probablemente a causa de la lluvia. Seguramente todos estuvieran escondidos en sus madrigueras, salvo algún zorro nocturno. Sería difícil encontrar algo para cazar...

James a penas salió a mirar se dio cuenta de que todo lo que podría cazar es un buen resfriado, así que se volvió a refugiarse al calor de la hoguera.

-Me temo que vamos a tener que confiar en que nuestros compañeros consigan algo para la cena.