Partida Rol por web

Os encontráis a algunas millas de St. Elmo, en Colorado. Hace algún tiempo que escuchasteis el rumor de que la Union Pacific recogería un gran envío de plata de las recientes minas cercanas, y menos de un par de días que lo confirmásteis tras recabar información en el pueblo, que bullía de jolgorio por los beneficios que aquello tendría para sus paupérrimos habitantes.

Faltaban 2 días para que llegara el ferrocarril que recogería la mercancía, y no habíais perdido el tiempo. Los últimos días habíais seguido a caballo el terreno que recorrían las vías, estudiando los alrededores en busca de un lugar adecuado para iniciar el asalto al tren. En aquél momento observabais la vista de las vías desde una zona plagada de lomas que parecía adecuada, mientras vuestros caballos descansaban a un centenar de metros en dirección opuesa a las vías, junto a unos árboles resecos con algo de pasto.

Un disparo lejano llamó vuestra atención repentinamente. Habíais recorrido aquél terreno un par de veces antes y parecía seguro que no vivía nadie en los alrededores, pero en aquél momento visteis a una pequeña multitud aparecer por el este, de donde provenía el disparo. Un grupo de 3 personas a pie corría escapando de media docena de cowboys, que disparaban a sus pies deleitándose viendo a los perseguidos intentar evitar las balas desesperadamente. Perseguidores y Perseguidos cruzaron las vías del tren, pasando a varias decenas de metros de vosotros, al pie de las colinas.

Por sus ropas era evidente que quienes huían eran índios. Los vaqueros no parecían tener prisa por darles alcance, pero con sus monturas era evidente que la persecución no duraría mucho, y que tendría consecuencias dramáticas para el trio de pieles rojas. Aparentemente, no se habían percatado de vuestra presencia.

Desde su caballo James miró al horizonte. Entrecerrando los ojos para evitar el brillo del sol pudo observar aquella lamentable escena. No iba a ser tan hipócrita de pensar que la conquista del Oeste había sido un camino de rosas, pero había cosas que no tenían el menor sentido. Y aquella era una de ella. Un grupo de huimanos con ganas de sangre, torturando a varios indios por pura diversión.

-No lo soporto ¿En qué nos hemos convertido para acabar así?¿Es que no vamos a hacer nada?

Jack observó la escena que montaban aquellos hombres en la distancia con un mohín de desaprobación, y asintió quedamente con la cabeza aprobando las palabras de McReady.

La lucha entre tribus indias y asentamientos de colonos por sus tierras no ha sido fácil para nadie, pero este espectáculo es rastrero y bochornoso. De buena gana animaba su fiesta con un poco de plomo yo también.

No sabía si la última pregunta de su amigo era retórica o no, pero Lonegan se animó a responderla como si no lo fuera.

-Si queréis darle un escarmiento a esos mamarrachos, no pondré pegas. Tenemos tiempo de sobra para seguir preparando nuestro plan después.

Miró con calma al resto de los componentes de la banda, para dejar claro que hablaba en serio.

Las vías se extienden más allá de donde alcanza la vista... Durante los últimos días las hemos recorrido y creo que ya tengo bastante claro donde tendría que poner las cargas si, al final, Jack quiere que lo haga. Pero no es sobre el asalto, sobre lo que estoy pensando ahora. Hemos recorrido las vías pero, como es lógico, no hemos llegado hasta el final. "¿Dónde terminan estas? ¿Llevarán hasta un sitio como San Francisco?" Es la ciudad más grande de la que he oído hablar. Sé que está creciendo aún más y también sé que allí hay gente elegante, espectáculos finos, casas bonitas... "¿Podríamos ir a San Francisco si esto saliera bien?..."

El sonido de disparos me saca de mis pensamientos, mientras llevo la mano rápidamente al revolver. Pero mis compañeros están tranquilos, así que sigo su mirada y veo... veo lo de siempre, unos cuantos matones que disfrutan aterrorizando a alguien. Me fijo más y veo que son indios. Entonces escucho los comentarios de James y Jack y me encojo de hombros. Ellos sabrán. "Si me dicen que haga algo lo haré, pero no le veo mucho sentido. Hoy son estos y mañana serán otros. Aquí siempre es así. Siempre habrá alguien sobre quien abusar, ya sea indio, mejicano, mujer, anciano... Seguro que estas cosas no pasan en San Francisco"

Después de varios dias buscando el lugar adecuado para dar el golpe parecería que al fin podrían tomarse un pequeño respiro. “El Francés” intentó aprovechar el momento para atusarse el bigote tranquilamente con la ayuda de un espejito que sostenía en su mano. Todos sus planes se fueron al traste con la aparición de los nativos y sus perseguidores.

-¡Sacré bleu!- El juramento surgió de su boca ante la primera detonación de un arma en el aire, y no pudo evitar agacharse para ponerse a cubierto. Su reluciente espejito cayó al suelo, donde se hizo pedazos con un chasquido.

Tras darse cuenta que la cosa no iba con ellos, si no con aquellos pobres indios, se tranquilizó y procuró mantener la compostura, incorporándose y ajustándose las solapas de su chaqueta.

Escuchó atento las palabras de Jack Lonegan y de McReady. En cuanto a Juanita, no se había pronunciado abiertamente al respecto, así que la opinión de Dinamita al respecto le era un misterio.

Entonces habló:

-No sé, camarade. Las apariencias engañan y esos indios podrían no ser tan inocentes como parecen. Meternos  sólo puede hacer que el negocio se fastidie o nos salga el tiro por la culata.-

-Ahora bien, ya sabéis lo curioso que soy, y no hay nada que me crispe más que quedarme con la duda.- Dijo sacando el revólver de su funda y apuntando con su cañón hacia arriba. -Así que, ¿por que no vamos y les preguntamos educadamente a esos chevaliers por qué persiguen a los redskins?-

Mostró una sonrisa de blancos dientes perfectos, tan propia de los pisaverdes del viejo continente.

Mientras os decidís, uno de los tres indios es alcanzado por un disparo y cae al suelo entre terribles dolores, tiñendo la tierra de rojo. Mientras sus dos compañeros se detienen a ayudarle los jinetes les dan alcance y comienzan a girar a su alrededor lentamente, sobre los caballos avanzando al paso.

Uno de los indios echa mano a un objeto en su cinturón y lo enarbola como un arma, pero es evidente que nos pieles rojas no tienen ninguna oportunidad, con uno de ellos herido y superados en proporción de 2 contra 1. Mientras tanto uno de los cowboys se ríe de los intentos del indio e imita socarronamente los gritos por los que son conocidos cuando entran en combate, pronto le siguen los gritos del resto de sus compañeros, en una cacofonía de aullidos y gruñidos a cada cual más ruidoso que el anterior.

- ¿Jack? - el muchacho miró hacia el jefe de la banda con expectancia. Al oir los disparos había sacado el revólver de la funda. Ahora, viendo que la cosa no iba con ellos, se dedicaba a desenfundarlo y enfundarlo repetidamente haciendolo girar con una floritura. Él lo veía como una exhibición de sus habilidades aunque algunos de los demás no dejaban de verlo casi como un tic nervioso.

En lo que a él respectaba, sería la decisión del jefe. La vida de aquellos indios le daba bastante igual, pero si Lonegan decía adelante, sería él el primero en ir por ellos.

El disparo me pilla de sorpresa.  Normalmente se conforman con atormentarlos sólo. Veo la sangre y aparto la mirada "Eso también se lo han hecho a los mejicanos y a nosotros tampoco nos ayuda nadie" pienso para mí, intentando amortiguar la voz de una conciencia que, en el fondo, también sabe que ha matado.

Más que verlo, porque evito mirar, intuyo lo que hacen los jinetes porque el ritual siempre es muy parecido "Ahora es cuando les rodean con los caballos. Seguro que sí." E igual que sé eso, sé cómo acabarán esos tres si no les ayuda nadie.

Pero lo peor es la risa. La risa y la burla. No lo soporto. No quiero intervenir, no se me ha perdido nada ahí, pero no puedo evitar mirar a Jack pendiente de un sólo gesto suyo para vengarme sobre esos hijos de satanás, por ellos y por todos los que son como ellos...

-¡Qué demonios!-dijo James a la vez que con un movimiento instintivo, se llevó el rifle al hombro, apuntó un segundo y abrió fuego-¡No voy a consentir esto por más tiempo!

Jack se alegró de escuchar la detonación del rifle de su compañero. A pesar de no haber dado la orden, ya nada podía hacer retroceder la bala, la decisión estaba tomada. Aun así, tenía que decir algo:

-Muy bien chicos, creo que James tiene razón: Es la hora de meter las narices donde no nos llaman.

Tras decir estas palabras, Lonegan desenfundó y se decidió por apuntar al cowboy que había empezado a imitar burlonamente los gritos de combate de los indios.

Gente como esta solo merece ser pasto de los buitres en medio del desierto.

Visto lo visto, no había mucho más que decir. Pierre siguió a sus compañeros de banda e Intentó colocarse en algún punto de la colina con cierto resguardo respecto a los cowboys, si eso era posible.Luego puso rodilla en tierra y apuntó cuidadosamente a uno cualquiera de los jinetes.

C'est la vie, pensó para sí, antes de apretar el gatillo.

En momentos como ese, añoraba su antigua vida en el mundo del espectáculo.

El disparo de McReady resonó por la llanura, e inmediatamente uno de los cowboys cayó al suelo abatido. Los jinetes miraron en todas direcciones, confusos; entonces cayó un segundo, y luego un tercero tras los disparos de Lonegan y "El Francés".

Por fin los jinetes os habían localizado, pero era muy tarde; ahora teníais la ventaja numérica, y estaba claro que esos tipos nunca se habían visto en un aprieto semejante. Al unísono, los que quedaban sobre sus caballos pusieron sus monturas al galope para alejarse de allí lo más rápido posible. Aun así, hubo uno de ellos lo bastante osado como para intentar agarrar desde su montura a uno de los indios que se había inclinado a ayudar al que había resultado herido; no logró su objetivo, puesto que el tercer piel roja se interpuso en su camino enarbolando su arma, provocando que el caballo se encabritara y cayera, con jinete y todo, sobre el indio. De los seis que había, al final solo dos cowboys huyeron de allí, aunque aún tardarían varias horas en alcanzar cualquier pueblo habitado.

En poco tiempo tuvisteis que descender la loma, ya fuera para prestar ayuda a los indios o simplemente para abandonar el lugar. Al acercaros un poco al lugar del altercado comprendisteis un poco mejor las cosas. Ahora podíais distinguir a los indios con claridad, no eran todos guerreros como podíais haberles confundido en la lejanía; el que yacía en el suelo herido de un disparo no era más que un anciano arrugado al que se le escapaba la vida entre los dedos, y quien había intentado auxiliarle y había estado a punto de ser secuestrada era una mujer joven; el tercero sí que se trataba de un guerrero, pero ya no podría podría combatir nunca más puesto que el caballo le había roto el cuello en su caída, al tiempo que su jinete había muerto aplastado.

La mujer india sollozaba escandalosamente, apretando sus manos sobre la herida del anciano al tiempo que era incapaz de apartar la mirada del guerrero caído. Era una escena que inspiraba una pena y una compasión indescriptibles.

James se bajó de su caballo y se acercó despacio al grupo de indígenas, sabedor de que a pesar de haber prestado su ayuda, podría obtener una respueta hostil. Ni siquiera sabía si hablaban inglés, así que levantó la mano, utilizando un signo que según sabía, los indígeneas podrían interpretar como que venía en son de paz*. Sin decir nada, observó al viejo. Aunque la medicina no era su fuerte, no había que ser ningún entendido para darse cuenta de que la herida parecía grave. Con todo, la mujer parecía estar demasiado nerviosa como para poder hacer algo por él. Lo que recordaba de las escasasas lecciones que le habían dado en el ejército de primeros auxilios es que ante una herida abierta había que presionar con un paño limpio para detener la hemorragia.

-Lamento lo sucedido-dijo al fin, hablando despacio mientras sacaba uno de sus pañuelos de cuello limpio- Déjeme intentarlo. Espero que no sea demasiado tarde. ¿Ve? Así...-.

Apretó el pañuelo contra la herida. En seguida se tiño de rojo. Sin embargo, la herida parecía fea. James sabía que si no tenían la ayuda de un médico pronto, moriría. Y dado que no tenía dónde conseguir un médico en un periodo de tiempo razonable, asumió que sería así. Miró a sus compañeros con gesto grave.

-

Jack pasó de la satisfacción por abatir a algunos de aquellos malnacidos y poner en fuga a los restantes, a la profunda lástima por el desenlace final para aquellos indígenas. Él nunca se había considerado una persona con tacto y suficiente don de gentes como para manejar estas situaciones, por lo que se alegró de que McReady tomara la iniciativa para acercarse al grupo y tratar de mejorar la situación del anciano herido.

Mejor que se acerque él, a James siempre le interesaron estas gentes y su cultura, seguro que manejará la situación mejor que yo.

Tras esta breve reflexión, se puso al lado de Juanita y comentó con voz queda, como con miedo a molestar al grupo de indios:

-Tal vez quieras acercarte a la mujer para calmarla, tenéis como una especie de conexión instintiva entre vosotras aunque no os entendáis hablando, ¿no?- Sugirió a su compañera esperando que no lo tomara como una orden, no quería poner en un compromiso a nadie en esta situación.

Tras el breve tiroteo, Pierre Grimauld volvió a guardar su arma.

La situación que contemplaba frente a sí resultaba lamentable: Cinco muertos posiblemente camino de seis.

Aquella vista le produjo una profunda sensación de déjà vu. Pierre había vivido una escena similar hace años en el circo, cuando al intentar ayudar a una provocativa muchacha de nombre Anelisse de la agresión de un acróbata llamado Cassemiro, Pierre había asesinado al hombre. "El Francés" intentó percibir cierta similitud entre la india y Anelisse, pero fuera del hecho de que aquellos cowboys habían intentado aprovecharse de ella, no había ningún parecido apreciable entre los rasgos de ambas mujeres. Pertenecían a mundos distintos.

Aún así, había cosas que no cambiaban, que siempre se habían producido en el pasado y que se volverían a producir en el futuro.

Sus recuerdos del mundo de la farándula le trajeron algo a la mente: -¿Sabéis? Teníamos un compañero en el circo que en la pista se dedicaba a leer las mentes del público y hablaba con sus muertos. Un viejo diablo que me enseñó muchos trucos...- Pierre se acercó a los cadáveres de los cowboys vacíos, y empezó a rebuscar entre las chaquetas y los bolsillos de los mismos. -De jóven había sido carterista en Londres, y decía que uno puede aprender mucho de un hombre o mujer a partir de las posesiones que lleva encima...-

Había extraido algunas cuantas cosas de los bolsillos de los cowboys, las cuales iba mirando y descartando con sus manos, lanzándolas a un lado.

-Siempre usaba el mismo truco. Se mezclaba con el público cuando iban a comprar las entradas, escamoteaba algunas cosas y luego las devolvía. Después salía a la arena y realizaba su espectáculo..- Pierre se sonrió.

-Veamos si estos muertos de aquí pueden decirnos algo.- Era un hombre curioso, e intentó deducir algo a partir de lo que encontraba de esos hombres. Quienes eran, para quien trabajaban o qué hacían por allí.