Partida Rol por web

Polvo de Escorpión

8. Un enemigo funesto

Cargando editor
22/05/2019, 21:50
Narrador

Iskal y Clea fueron los primeros en llegar al Oso y el Cazador. Como la hora de la comida se acercaba, el félido y la asistenta del ministro principal esperaron a sus compañeros, pero al ver como se retrasaban mucho desistieron en la espera para dar cuenta de la pitanza.

Tras el almuerzo, todavía tuvieron que esperar una hora más antes de ver una cara amiga. Una hora en la que la preocupación empezó a ir en aumento hasta un punto desesperante. Pero finalmente Corianne y Nekaua entraron en el burdel. Nada más verlas se entendió el restraso, el aspecto tanto de la pirata y la goliath tenía visibles signos de combate y alguna fea herida. No había que ser muy lince para saber qué había pasado.

Cargando editor
22/05/2019, 22:15
Jean

Clea se levantó inmediatamente al ver como entraban Corianne y Nekaua con visible y sentida preocupación. Pero la asistente no fue la única. La atención del local, que en ese momento tenía más trabajadores que clientes, se dirigió hacia las recién llegadas. Yvette y Mervin algunos de los más veteranos del burdel se acercaron a ayudar a las dos jóvenes, pero todo el mundo, fue adelantado por un aún más preocupado Jean.

¡CORY!—dijo yendo hacia ella para abrazarla—¡Maldición hija! ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

Cargando editor
22/05/2019, 22:22
Narrador

Pero no hubo tiempo para responder pues la puerta volvió a abrirse para dar paso a Daha. Y si el aspecto de la pirata y la goliath ya era malo, peor era el de la semielfa. También herida y con golpes, mientras que Corianne y Nekaua parecían estar bien de ánimo, la alcorita tenia los ojos rojos e hinchados con surcos de lágrimas en las mejillas. Y lo más llamativo y preocupante, Daha estaba sóla.

Un incómodo silencio cayó sobre el grupo de aventureros como una pesada losa.

Cargando editor
22/05/2019, 22:37
Daha Phiatabel

- ¡Ha pasado algo terrible! - Exclamó entre sollozos.

Sin duda aquella mujer estaba afectada. Estaba triste, desesperada. Qué Kifel no estuviera a su lado y que ella se mostrara tan desolada, solo podía significar una cosa. Panocha, su Panocha, ya no estaba con ellos. Aquellos entrañables momentos que pasaron juntos, como la vez que alterno palabras de ira contra, ¿Petrick, Patrick, Patricio? ¿Cómo se llamaba?, con elogios hacia sus deliciosas salchichas, ya no volverían a repetirse. O momentos antes de su muerte compartiendo sus historias del pasado. O aquella vez que... Bueno no se le ocurría nada más... Tampoco se conocían tanto.

- Kifel ha... - Su voz sonaba entrecortada y le costaba sacar las palabras. - ... Kifel ha... - No podía decirlo. Necesitaba un empujón, y ese empujón llegó en forma de bofetada. Corianne acababa de lograr de esa manera que Daha se centrara. - ¡Le han matado!

Cargando editor
23/05/2019, 22:37
Nekaua

Lo primero que hizo la muchacha goliath fue librarse del escudo. Debilitada como estaba por la pérdida de sangre y la carrera por las calles de Mena de Oro, sentía como si hubieran reemplazado el acero de su clípeo por oro macizo. Con sumo cuidado, retiró las correas de su brazo y lo dejó en el suelo, apoyado contra la pared, mostrando el orgulloso martillo de Beltegueuse aún manchado de la sangre de los rufianes de la posada.

No pudo abrir la boca antes de que Daha atravesara el umbral. Sola, herida. Corianne y Nekaua no eran las únicas que se habían encontrado con problemas. Sus palabras confirmaron lo que temía: Kifel había sucumbido, y ella había fallado en su cometido de protegerles. Mas no era el momento de amonestarse; centrarse en su culpabilidad en el daño producido era egoísta cuando era otro quien lo había recibido.

Agarró una banqueta cercana y la llevó hasta donde se encontraba la sacerdotisa de Alcor. La sujetó por los hombros y la forzó a sentarse, todavía temblorosa.

Estás a salvo aquí, le aseguró. Cálmate y cuéntanos qué ha pasado. ¿Quién os ha atacado?

Cargando editor
24/05/2019, 08:24
Daha Phiatabel

Daha agradeció la amabilidad de la enorme goliath. Realmente necesitaba sentarse, descansar y asimilar lo ocurrido. Sin embargo, enseguida llegó la inevitable pregunta. ¿Qué había sucedido? Una pregunta ineludible, que debía ser respuesta cuanto antes. Uno de los suyos había muerto y el resto del grupo tenía derecho a saber como y quien lo había hecho.

Ha si... ha sido Sam... Samtha. - Dijo con la voz entrecortada. Cerró los ojos y buscó en el interior la entereza que le faltaba en esos momentos. - Alcor... dame fuerzas para afrontar este momento. Alcor, dame fuerzas para demostrar entereza cuando estoy rota por dentro. - Tras aquellas sencillas oraciones abrió de nuevo los ojos y con mucha más determinación continuó con su historia. - Estuvimos vigilando toda la tarde al herrero. - Comentó. - Pero nada... - Alzó los brazos hacia el techo. - Nos marchamos. Comimos algo y decidimos regresar con vosotros. En un callejón fuimos asaltados por la bastarda de Samtha. Sabía que no era trigo limpio, pero no hasta que punto. Nos atacó. No iba sola. Dos asesinos iban con ella. Maté a uno y Kifel al otro. Entonces Samtha le dio una estocada a nuestro amigo que le dejó en el suelo y entonces... - Tragó saliva. - En vez de arremeter contra mi, le aplastó la cabeza con su... maza. - Resopló. Recordar aquello era duro. - Luego yo hizo lo propio con ella, pero Kifel ya no volvería. - Dio un golpe de pura rabia sobre su propio muslo. - Samtha se reveló como una seguidora de Izar y portaba esto entre sus pertenencias... - Daha sacó un papel manuscrito y se lo entregó a Nekaua.

Armando,

el alquimista ha terminado su trabajo. Ha llegado la hora de entrar en la fase final de nuestro plan. Mena de Oro y Rhovesia caerán bajo el don de Izar. ¡Pero ten cuidado! La República ha comenzado a moverse y busca nuestro rastro. Asegúrate de limpiarlo. Asegúrate de que no puedan saber nada.

Todo muere.

No se lee la firma, por desgracia. - Adelantó. - La sangre de esa malnacida ha hecho el mal de nuevo enturbiando la identidad de quien ha escrito el mensaje. Tinta y sangre se han mezclado... 

Cargando editor
24/05/2019, 08:58
Nekaua

Nekaua cogió la carta y se la puso delante de los ojos. Miró el papel con intensidad durante unos instantes, como si entrecerrar los ojos fuera a convertir los garabatos en algo inteligible. La primera vez que se había encontrado con la palabra escrita fue en la granja de Doña Clavilda. La paladina era la única persona en la granja capaz de leer —al menos, de leer sin trabarse cada dos sílabas—, y tenía un solo libro, un manual de ejercicio y oración para los devotos de Beltegueuse. Se lo había leído varias veces, y Nekaua había aprendido a reconocer las letras. Pero de ahí a ser capaz de leer había un largo trayecto, sobre todo cuando, se había dado cuenta, a menudo las letras que escribía cada persona parecían representar cosas del todo diferentes.

Así que, resignada, se la pasó a Corianne para que la leyera en voz alta.

No pasó por alto, por supuesto, las palabras de Daha. La asesina no era otra que la amiga de la sacerdotisa, que no era una alcorita, sino una seguidora de Izar. Como los Merantia, o como aquellos que habían aterrorizado a los Merantia de tal forma que habían preferido morir que dejarlas marchar.

Cargando editor
27/05/2019, 20:37
Iskal

Iskal había acabado agotado mentalmente de hablar con el condenado alquimista, así que cuando hubo salido de aquel lugar por primera vez agradeció poder respirar tranquilo, cosa curiosa porque siempre tenía la sensación de que el aire de ciudad era tan sofocante como la misma. Nada que ver con el del bosque o las llanuras.

En verdad no tenía muchas ganas de comer, pero no quería resultar maleducado así que lo hizo. Y menos mal que lo hizo antes de que Nekaua y Corianne regresaran; la sangre en grandes cantidades suele quitar el apetito.

—Vaya—comentó arqueando las cejas—. ¿Intercambio de impresiones con gorilas locales?

Se fue a levantar para ver si estaban bien realmente o necesitaban ayuda con algo pero entonces entró Daha. Y al félido se le apagaron de golpe las ganas de quitar hierro al asunto con su carácter jocoso. Si no estuviera cubierto de pelo habría palidecido, y más aún al escuchar el relato de la Alcorita.

De nuevo alguien era apuñalado por la espalda por una mano traidora que había escupido en el honor. Alguien que conocía desaparecía delante de sus narices sin que él se diera ni cuenta hasta que era demasiado tarde. Todo aquello hizo que le escociera la nariz y de nuevo tuvo quer volver a reprimir las familiares ganas de rebanarle el cuello de un mordisco al primero que se le cruzase delante. ¿Por qué siempre se iban las personas buenas? ¿Por qué siempre tenía que sufrir quien no había hecho nada malo a nadie mientras los miserables salían impunes? ¿Y por qué siempre lo único que podía hacer al respecto era absolutamente nada?

Una parte de él quería culpar a Daha por la mera necesidad de tener a alquien a quien culpar, pero la otra sabía que la Alcorita no tenía culpa alguna de lo sucedido. Ella era una sanadora, no una guerrera blindada y armada con una espada el doble de grande que ella, ¿qué demonios podía haber hecho en una situación así más de lo que seguramente ya había hecho? Bastante tenía con cómo la había dejado aquella experiencia.

Gruñó emitiendo un sonido grave con la garganta. ¡La carta mencionaba al maldito alquimista! Sabía que aquella rata con anteojos escondía algo. ¡Tendría que haberlo cogido a de los tobillos y haberlo agitado hasta que soltara el libro, lo que sabía, y hasta el café que se había estado tomando!

Todo aquello cristalizó en un sonoro puñetazo sobre la mesa con ambos cantos de las manos que hizo crujir la madera. Fue el único gesto que hizo, luego simplemente se cruzó de brazos con un profundo ceño y se dejó caer sentándose de nuevo en la silla.

Cargando editor
28/05/2019, 10:32
Corianne

La bucanera torció el gesto por la molestia de las heridas cuando su padre la abrazó, pero se obligó a sonreír cuando se separaron. 

—Estoy bien, papá. No es más que un arañazo.

Amplió su sonrisa al recordar la historia de cierto caballero negro que había pronunciado aquellas mismas palabras después de que le hubieran cortado brazo. Miró a Nekaua.

—Tenía quien me cubriera las espaldas. Nos vendría bien un trago.

Depositó las manos sobre los pomos de sendas espadas cortas que colgaban del cinto, cuando Iskal le preguntó.

—No he visto un gorila en mi vida, pero apuesto a que aprecian más sus vidas que estos idiotas. Se arrojaron sobre nosotras, como si sus pellejos les importaran una mierda. Malditos cultistas de Izar. Ya puestos a que la religión se te suba a la cabeza, ¿no es mejor ser un cultista de Betria y follarte todo lo que tienes delante? Haz el amor y no la guerra, que decían en las Islas.

Corianne se sentó a horcajadas sobre una silla, apoyando sus brazos en el respaldo y esperando a que su padre le sirviera una copa. La vació del trago y se acercó a Daha a grandes zancadas cuando esta apareció hecha pedazos. El corazón empezó a martillearle en el pecho. ¿Dónde estaba Panocha?

La semielfa era incapaz de hacer otra cosa que tartamudear. La pirata perdió la paciencia y le soltó un bofetón.

—¡Vamos, habla!

La sacerdotisa confirmó sus sospechas cuando fue capaz de articular un discurso a duras penas coherente.

—¡Hijos de puta, han matado a Kifel!

Cruzó una mirada preocupada con Nekaua mientras leía la carta en voz alta.

—De modo que todos están implicados, de una u otra manera. Y el nexo que los une es Izar —dijo, endureciendo la mandíbula—. Deberíamos ir a hacer una visita al alquimista antes de que las noticias de nuestros encontronazos con el culto lleguen a sus oídos y limpie el rastro.

Cargando editor
28/05/2019, 17:38
Iskal

—Hemos quedado con esa rata—gruñó Iskal de mala gana sin dejar de mirar la mesa com si se hubiese enfadado con un nudo concreto de la superficie de madera—. Es decir, nos inventamos un rollo sobre que le necesitábamos para replicar un artefacto alquímico de los enanos de Ark Durandor que el dedicado padre alquimista de Clea estuvo estudiando toda su vida. Pero como el tipo parece creer que lo que él no conozca no existe porque el mundo se limita a Rovhesia y a sus conocimientos, le dijimos que le traeríamos las notas de la investigación para demostrarle que es cierto.

Por supuesto su intención en aquel momento había sido quedar con Stelio, aunque la verdad es que preguntar por la dirección de aquel tipo por ahí sin más habría tenido el mismo resultado solo que sin dolores de cabeza. Pero trató de consolarse pensando que quizá aquello había llevado menos tiempo.

—Le dio a ella su dirección—dijo descruzando un brazo y señalando a Clea con el pulgar—. Pero con la suerte que tenemos, aparte de alquimista será también clarividente y estará esperándonos con un ejército de minotauros liche a lomos de noctorugas.

Terminó la frase agitando los dedos de ambas manos en el aire y pellizcando la lengua entre los colmillos en un gesto medio burlón medio desdeñoso.

Cargando editor
28/05/2019, 21:55
Clea Stenon

El rostro de Clea se quedó rígido al escuchar la noticia del deceso de Kifel. La asistente se apoyo en una mesa mientras sus ojos se humedecían y los demás hablaban.

Izar—musitó—. Esto es peor de lo que podíamos esperar.

La joven se secó los ojos, miró a los demás y habló con la voz tomada.

Curaos y comed algo rápido. No tenemos tiempo para mucho más. Si han atacado a Daha ya deben saber de nosotros más que suficiente, así que no estamos seguros en ningún sitio—entonces miró a Corianne y Nekaua—. ¿Qué os paso a vosotras?

Sin embargo antes de que respondieran miró a la pirata y añadió:

Voy a necesitar que me dejéis vuestra pistola Corianne. Por favor.

Cargando editor
01/06/2019, 20:53
Nekaua

Nekaua asintió. Puede que todavía fuera posible sorprender al enemigo. Ese alquimista no solo parecía el nexo entre el polvo de escorpión y el culto de Izar, sino que era la única pista que les quedaba.

Cuendo presionamos a uno de los Merantia, nos dijo que la ciudad estaba "marcada por Izar", replicó la goliath. Cuando le presionamos más, perdió la cabeza. Nos atacaron con desesperación, despreciando sus propias vidas. Tuvimos que huir cuando llegaron refuerzos. Si son cultistas, como cree Corianne, pueden reconocernos fácilmente y saben qué buscamos. Yo no estoy tan segura; dijeron que se marchaban de la ciudad. Creo que tienen miedo, que están huyendo.

Si se equivocaba, si Corianne estaba en lo cierto, las probabilidades de que no les estuvieran esperando serían escasas.

Cargando editor
03/06/2019, 21:13
Corianne

Corianne extendió ambas manos en dirección a Clea.

—Perdona, encanto, pero nadie me toca la pistola sin una buena razón. 

El comentario hubiera tenido aún más gracia en un universo paralelo, en el que Corianne tuviera un cañón entre las piernas. Pero habría que conformarse.

—¿Para qué la quieres?

Cargando editor
04/06/2019, 20:32
Clea Stenon

Después de lo que ha pasado no puedo quedarme al margen de brazos cruzados, y de todas vuestras armas, es con la que me siento más...—Clea hizo una pausa buscando la palabra adecuada— cómoda.

Cargando editor
04/06/2019, 20:39
Daha Phiatabel

- Cariño... No te han contratado para el combate y bueno... - La miró de arriba abajo. - Tienes pinta de no haber matado ni a una mosca en toda tu vida. - Daha intervino de pronto en la conversación entre mojigata y la pirata. - Podrías hacerte daño con ese arma. - Observó y miró de arriba abajo a sus compañeros, como buscando algo entre sus pertenencias. - ¿Alguno le puede prestar una daga, un cuchillo o un mondadientes...? - Sonrió ante su propia ocurrencia.

Cargando editor
05/06/2019, 11:20
Corianne

Corianne miró a Clea con escepticismo. Dudaba mucho de que aquel florero de Saxinia supiera disparar con eficacia en el caos del combate.

La única arma con la que tú te sientes cómoda es con la que tiene Veiner entre las piernas.

—¿Y por qué no seguimos como hasta ahora y te limitas a lucir hermosa en un rincón mientras nosotros hacemos el trabajo sucio? —terció la pirata entre las dos mojigatas—. No me gustaría que me metieras un puñado de plomo en el cuerpo mientras trato de apuñalar a algún idiota.

Y entonces, después de haber pronunciado esas palabras, creyó entender por qué Clea había pedido un arma: estaba asustada de que le pasara lo mismo de lo que le había pasado a Kifel. Dulcificó algo el rostro y añadió:

—Es más probable que te dejen con vida si no participas en el combate. Seguro que Veiner paga tu rescate, si la cosa se tuerce.

Ya es más de lo que podemos decir los demás —pensó Corianne.

Cargando editor
05/06/2019, 16:02
Iskal

Iskal puso mala cara al comentario condescendiente de Daha. Le parecían tan fuera de lugar las bromas sobre "darle un mondadientes a la secretaria" en aquel momento que no lo había podido evitar; Kifel era un guerrero y lo habían hecho papilla, Clea ni si quiera lo era ni iba armada.

No obstante, no dijo nada. Si él estuviera en su lugar querría algo con lo que defenderse pero entre querer y poder había un mundo así que comprendía sobradamente la postura de Corianne. Una cosa era tener miedo a que la mataran aun con ellos ahí, otra era querer meterse repentinamente a pegar tiros.

No obstante, tampoco quería una discusión en aquel momento, así que intentó aportar algo para que Clea no se sintiera un trasto inútil. Aunque ella no hubiera hecho mucho en ese sentido por ellos, aparte de recordarles cada dos por tres de manera más bien desagradable que no representaban a la república.

—¿Has usado pistolas alguna vez?—preguntó sin malicia, de hecho era genuina curiosidad. A saber, igual le salía con que de pequeña había sido la campeona regional de tiro al pato, a aquellas alturas pocas cosas lo sorprendían ya—. Si no siempre podemos comprar una daga o una espada corta. Pero no te obceques con pelear, "no quedarse de brazos cruzados" no necesariamente es pelear. Puedes ser buena en otras cosas en las que los demás no lo somos.

«Como la diplomacia... »

Devolvió su atención al tema de conversación inicial apoyándose en el último comentario de Nekaua.

¿Entonces qué hacemos con el alquimista? ¿Continuamos con la pantomima a la espera de una emboscada predecible, emboscamos a los emboscadores, vamos directos a cuchillo no vaya a ser que se escape alguien o qué sugeris?

Cargando editor
05/06/2019, 20:15
Clea Stenon

No Daha, a mi nadie me ha contratado—dijo con frialdad—. Ni van a pagarme una recompensa cuando encontremos el polvo. Estoy aquí porque quiero, para ayudaros en todo lo que sea posible y encontrar la droga.

A continuación, la asistente respondió las preguntas de Corianne e Iskal.

Porque cuando salimos de Puerto del Amanecer erais seis y ahora cuatro, nos hemos quedado cortos de manos. Y sí Iskal, sé usar una pistola. No soy una consumada tiradora ni mucho menos, pero conozco algo más que “las balas salen por el cañón”—la joven suspiró—. Pero si tantos problemas veis en que pelee con vosotros, está bien.

Clea le entregó al félido el papel en el que el alquimista había apuntado su dirección.

Id a ver a Stelio y averiguad cuál es el trabajo que ha hecho.

Cargando editor
06/06/2019, 09:51
Daha Phiatabel

Aquella joven estaba siempre a la defensiva. Casi logró hacer que se sintiera mal por haber dicho aquello. Si tenía que sentirse mal ya le bastaba con haber presenciado la muerte del pobre Kifel. Al final le había cogido cariño a ese joven...

- No te lo tomes a mal... - Dijo Daha acercándose a la rubia asistente de Veiner. - Si te ves capaz de ayudar, no seré yo quien te lo impida... - Al final no había conseguido. Sentía remordimientos por haberle hablado así. Su lengua... ¡Su maldita lengua! - Discúlpame, me he comportado como una estúpida. Yo no tengo pistola, pero tengo una ballesta. Si sabes utilizarla, es tuya...

Cargando editor
11/06/2019, 22:26
Nekaua

Nekaua observó con fascinación la procesion de emociones que discurrían por el temperamento de Daha, preguntándose si eran producto de la conmoción por la muerte de Kifel o parte de su carácter. O de su fe, a juzgar por lo que había sucedido con la amiga de la alcorita. Aunque lo cierto era que ella no había conocido a otros seguidores de Alcor, y Doña Clavilda no tenía malas palabras para con ellos.

A Clea sí podía comprenderla. El sexteto que había sido contratado por el ministro había sido reducido a un cuarteto. Y si ellos fracasaban, ella fracasaba. No solo se trataba de la misión, estaba en juego su orgullo.

Puede que no haya lucha, dijo. Pero creo que sí la habrá. Si no hoy, pronto. Beltegeuse da fuerza a los músculos que empuñan armas por causas justas. Si quieres pelear, y sabes usar un arma, tus brazos son bienvenidos.

A continuación, respondió a la pregunta de Iskal.

Una cazadora tiene éxito porque conoce a su presa y puede predecir sus movimientos. Aun así, si no es cautelosa, su vida no vale nada. Y las vidas de las cazadoras son importantes, porque son la que soportan la vida de todo el clan. Las palabras de su hermana acudieron a su mente y a su lengua como si se ella estuviera de nuevo junto a Nekaua, hablándole al oído. Apretó los labios un instante antes de continuar. Nosotros no conocemos al alquimista, así que debemos ser dos veces cautelosos.