Partida Rol por web

Asher se acerca al nido del Roc, donde es recibido con un fuerte graznido de bienvenida. El pájaro alza el vuelo y da unas vueltas alrededor del explorador, que se introduce en la entrada a las Profundidades que los ogros excavaron.

Las cuevas se encuentran vacías, los cadáveres de los ogros han desaparecido. Sin embargo el ogro muerto y comido que se encontraba en el nido de los Rocs conserva sus vestiduras.

Asher abandona el grupo, escalando la montaña hacia el nido del Roc.

- Yo tampoco tengo ninguna manera de avisar a Gubok, pero si Asher pasara cerca... O podríamos gritar por el agujero.

Asher recogió sin demora las ropas del ogro muerto, con la esperanza de que sirvieran de algo al guerrero que se les había unido. Lo cierto era que no esperaba encontrar más de dicha básica vestimenta, pero al menos pudo confirmar que, como ya se temía, las hembras arácnidas habían dado ya buena cuenta de quienes antes fueran sus aliados. Monstruos desconfiables... Tras buscar algunas huellas para asegurarse de que la versión de su mente cuadraba con la realidad, el guerrero se dio la vuelta y comenzó a descender montaña abajo, no sin antes echar algunas raciones sobrantes al roc, a modo de despedida:

-Volveremos a vernos, si las fortunas así lo decretan, compañero. Fue un placer conocerte.- saludó, antes de desaparecer tras una loma.

Asher investiga la cueva de los ogros durante un rato antes de volver con sus compañeros. Encuentra trazas de sangre y marcas en el suelo dejadas por arrastrar cuerpos grandes que van hacia la zona de la araneas. En general, se reafirma en sus suposiciones.

Al cabo de unos minutos, Asher vuelve a unirse al grupo con una expresión preocupada. En sus manos están las ropas de un ogro que lanza al minotauro.

En cuanto el ser esta listo, el grupo emprende la marcha por las montañas nevadas. El viaje se hace mas duro que antes, parece que le tiempo ha empeorado, que el sol brilla menos y que el frío es mas intenso. A pesar de las dificultades, el primer día pasa apaciblemente, mientras el grupo pierde altura rápidamente. Tras distribuir las guardias (*), y acampar en una zona protegida de la montaña que encuentra Asher, pasan la primera noche ateridos de frío.

El segundo día no es mejor que el primero. A pesar de que el frío se reduce rápidamente con la altura, aparece una extraña humedad que se cuela en sus huesos. Y no pueden evitar sentir como si una extraña fuerza, una voluntad, se opusiera a cada uno de sus pasos.

- Este arma está maldita de verdad, este frío no es normal...

Helen, preferiría no tener que acercarme a esa maldita ciudad con el arma. ¿Sabes algo del mensajero y de cómo reconocerlo?

A su regreso, Asher advirtió:

-HE encontrado las pieles de uno de los ogros caídos; tan solo de uno de ellos... y aquel que dejamos esperándonos ha sido asesinado y arrastrado por las monstruosidades arácnidas que tan simpáticas os parecieron, a su guarida. Oh, sí, desde luego que son muy sociables.- respondió Asher hosco, mientras entregaba las pieles al minotauro -Confío que te hagan mejor servicio que a su dueño, y que no tenga que hacerte lo que le hice a él...- comentó el guerrero, antes de ponerse en cabeza para el descenso.

Desde entonces las jornadas transcurrieron en silencio, con pocas intervenciones del explorador, mayormente distante.

Poco despúes del mediodía del segundo día de camino, cuando el frío ya les daba un respiro, el grupo pudo ver un extraño campamento en un pequeño valle de alta montaña, bastante resguardado. Aprovechando unas cuevas naturales, y algunas tiendas de piel, un grupo grande de orcos se ha establecido en el lugar. Grupos de cazadores salen y entran del campamento, unas pocas criaturas juegan por el campamento, mientras un grupo pequeño parece curtir pieles cerca de la entrada de una cueva.

- Creo que deberíamos pasar discretamente por esta zona. Tenemos una misión prioritaria que cumplir y no quiero tener este arma cerca más tiempo del estrictamente necesario.

Asher mira en lontananza y añade:

-Estoy de acuerdo; posiblemente mueran por sí solos en este lugar, pero... ¿y si no? ¿Qué orco está tan loco o desesperado como para morir en este paraje desolador? Creo que hay algo más detrás de todo esto.- suelta el guerrero, antes de escupir a un lado.

Tras estudiar desde lejos el campamento durante un rato, el grupo continua su viaje. Pronto alcanzan la base de las Kal'Iugus y se encuentran a las orillas de las Lagrimas de Ryna. Sin barco para atravesar el lago, se encuentran con la penosa tarea de bordearlo.

El viaje alrededor del lago es mucho mas rápido que por las montañas, y a pesar del extraño sentimiento de pereza y desesperación que les atenaza a veces el grupo se acerca a Durbenford a un buen ritmo. Pronto empiezan a cruzarse con pescadores que les saludan desde le orilla del lago de forma habitual, y al comienzo del segundo día, a medida que la orilla del lago gira hacia el sur, empiezan a encontrar granjas y tierras cultivadas. En apenas tres días la ciudad de Durbenford se hace visible en el horizonte.

Durante el viaje, con la ayuda de Helen, Rikkard(*), el minoutauro, aprende a chapurrear algunas palabras en común. Aunque sigue lejos de poder mantener una conversación, expresa conceptos básicos como cansancio o hambre.

- Creo que deberíamos hablar antes de entrar con el Nanok en la ciudad. No me hace ninguna gracia entrar en Durbenford con un objeto así.

Dirigiendose a Helen pregunta:

- ¿Sabemos a quién debemos entregar la espada? ¿Podríamos enviarle un mensaje para que salga a nuestro encuentro?

No, se pondrá en contacto con nosotros cuando estemos ahí. Deberíamos entrar y mantener un perfil bajo hasta que le encontremos. No queremos atraer ninguna atención no bienvenida.

Helen parece pensativa.

Aunque es posible que tengamos problemas por Rikkard. Quizás deberíamos separarnos y quedarnos unos con Juptal mientras los demás buscan al mensajero. Os indicaría las señas para reconocerle. ¿Qué pensais que es mejor opción?

- ¿Juptal, para qué? Prefiero decirle a la menos cantidad de gente posible la carga que transportamos.