Partida Rol por web

Truvio asiente con una inclinación de cabeza.

- Gracias, soldado. Dile a tu señor que acudiremos encantados a su cita. ¿Será una cena privada o habrá más gente invitada?

- No me han pedido que avise a nadie mas, señor.

- Bien, será cosa de buscar una muda de ropa apropiada - dice mirando los remiendos allá donde la Quimera le rasgo tela y carne - no es cuestión de presentarse con la ropa llena de zurcidos.

Una vez que el enviado se haya ido (hasta entonces el eladrin se calla), Quarion muestra su expresión de preocupación.

Me mosquea grandemente esta invitación. Está claro que no podemos dejar el Nanok, pero llevarlo con nosotros con las corruptelas que ha habido en esta ciudad no me gusta un pelo.

- Siempre podemos no ir todos. Helen, ¿te echará en falta el señor de Durbenford?

- Y si es por la comida, siempre podemos guardarnos parte en un zurrón para más tarde. De todas formas creo que es mejor no separarnos, que luego pueden aprovechar para pillar a Helen cuando esté sola.

- Y sobre las ropas, podemos ir con armadura, no? puedo aprovechar unas monedas para hacerme una sobrevesta y unas pieles, pero nadie ha dicho que sea un baile o algo así. Además si quiere conocernos, que nos conozca tal cual somos, sin disfraces de florecilla.

- Oye Quarion, ¿qué crees que habrá para cenar? ¿ tengo que ir cenado de antemano?esta gente no es de mucho comer, no? 

En cualquier caso, si nos separáramos, Helen no debería ir sola. - Ante el resto de los comentarios de Eyskhan, Quarion se permite asentir con la cabeza con una sonrisilla.

No, iré a verle. Si el Barón es realmente un elemento subersivo del Reino hay que acabar con él antes de que llegue el Príncipe.

Helen se permiteuna sonrisa pícara

Aunque, por supuesto, entrar en la trampa no significa que tengamos que ir desprevenidos.

- Creo que la enemistad de la Madre Tara es prque consideraba al señor violento y corrupto, como a toda la clase noble de esta ciudad, pero no veo qué puede aportarnos una visita ahora. No sé las intenciones de Lord Durbenford, pero no creo que debamos agraviarlo no aceptando su invitación.

Al llegar la noche el grupo se dirige hacia el castillo de Lord Dumberford, en el centro mismo del barrio noble de la ciudad. En la puerta son recibidos por dos guardas armados que los saludan y les piden que les acompañen al interior.

Un mayordomo vestido con una cara librea en la que se puede ver el escudo de la ciudad toma el lugar de los guardias y escolta al grupo hasta una gran habitación. El comedor da una cierta sensación de vacío, en el medio hay una gran mesa que a pesar de su tamaño no logra llenar el espacio. El lujo es omnipresente en la estancia, las paredes están cubiertas por caros tapices y en la mesa esta preparada una cubertería de plata.

Apenas el grupo entra en la estancia una doncella se les acerca, ofreciéndoles una copa de vino. El mayordomo se gira y les dice:

- Los señores vendrán en unos minutos, por favor disfruten de nuestra bodega mientras esperan.

Susurrando - ¿Dónde está la comida? ¿Ves como debería haber venido cenado?

Al cabo de unos minutos, un hombre alto, con melenas, envuelto en una capa de pieles entra en la habitación. Con una sonrisa se dirige al grupo:

- Buenas noches caballeros, gracias por aceptar mi invitación. Me honra tenerles a mi mesa. Por favor sientense. - dice señalando con una mano cargada de anillos las sillas.

- Espero que disfruten de la cena. Creo que ya conocen a mi esposa.

Por la misma puerta que Lord Durbenford, una joven dama vestida con gran elegancia entra en la habitación. Saluda a los presentes con un lacónico gesto:

- Buenas noches, encantada de volverles a ver.

Y se deja caer en su silla.