Partida Rol por web

Cada uno de ustedes se encontraba en su hogar, son miembros de la casta samurái a los cuales aún no se les ha asignado ninguna responsabilidad constante más allá de una u otra tarea ocasional, pero nada que pudiese ser considerado para quedar asentado en los registros oficiales del clan.

A pesar de entre ustedes existir grandes promesas de los dojos, grandes estrategas, o historias de gran sufrimiento y sacrificio y a pesar de hace más o menos tiempo haber superado sus respectivas ceremonias de Gempukku y considerarse adultos ante los ojos del clan, por uno u otro motivo se les ha permitido a cada uno continuar su crecimiento y educación de manera cuasi ininterrumpida. Hasta hoy…

Shiro Matsu con el castillo del último aliento, el ancestral hogar de la familia matsu y donde ha vivido y crecido Kurotsuchi.

Kenson Gakka (Lección de humildad) es donde residen Makoto y Kengu y donde desarrollaron sus habilidades y controlan su temperamento.

Shiro sano Ken Hayai (El castillo de la espada rápida) hogar del dojo Akodo de mayor tamaño y como tal ha sido donde se formaron y han pasado buena parte de su vida Shigure, Kiyoshi y Shiro.

Cada quien en su residencia han recibido una carta, una simple invitación que os lleva, en una fecha particular a la ciudad de Tonfajutsen, una ciudad construida en un punto estratégico, en la convergencia de las tierras Matsu, Akodo y Kitsu, y en el cruce de cinco carreteras principales en el territorio León, una ciudad que ninguno de ustedes ha visitado con anterioridad.

Ante la mirada atenta de la diosa Amateratsu y la vigilancia constante de Onnotangu, os invito a reunirnos en los jardines de Tonfajutsen, al sexto día del mes del dragón, a la hora del gallo, espero encontrarte en el dojo de los caminos, a partir de donde comenzara un nuevo rumbo que espero te acerque a despertar tu verdadero potencial

Akodo Dairuko

Aquella firma no dejaba duda a si asistir o no a la invitación, no todos los días se recibe una carta personal de la campeona del clan.

El sol ubicado en su máximo, calentaba plácidamente aquel día de pacifica primavera, la ciudad bullía de actividad con el paso de caravanas y viajeros que se trasladaban teniendo la ciudad como destino, origen o simplemente como punto de paso o descanso.

Akodo Shiro llevaba en aquel lugar ya dos días. Había decidido adelantar su visita para poder entrenar en el citado dojo antes de que les indicaran cuál era su cometido. Aquel dojo tenía todo cuanto el león podía ofrecer, y Shiro lo sabía. Se sentía honrado por poder poner a punto sus habilidades allí, y se sentía orgulloso de por fin dar un paso más allá en su camino y poder servir a la mano derecha del emperador como esta se merecía.

El mismo día en el que había sido citado, Shiro se levantó temprano y, tras practicar algo más de una hora, se preparó para llegar al lugar de encuentro cerca de media hora antes de la hora acordada.

Makoto recibió la carta tras unos días en la montaña... meditando y concentrando su energía y control... por desgracia algo más tarde de lo que le hubiera gustado, así que sin decir mucho salvo a su Maestro tomo sus pertenencias y se dirigió sin demora hacia Tonfajutsen, caminaba, entrenaba y dormía lo justo para poder llegar a tiempo a la llamada del campeón... un honor que no se podía dejar de lado de ninguna manera.

Queda solo una hora para la cita, y mis pies llegan acumulados mucha distancia, sin embargo no me encuentro cansado... disponía de una hora de maravillosa meditación dentro de ese jardín de ensueño... así que, con cuidado coloque mis pertenencias en un rincón y me sitúa en un lugar con mucha energía, el agua, los peces las aves y la naturaleza y comencé a meditar en la parsimonia de la mañana... a la espera de la hora acordada y su lugar a poca distancia de donde me encontraba.

Akodo Kengu recibió la misiva cuando se encontraba en una situación cuanto menos complicada y por eso le sorprendió ser citado en ese momento por la campeona del clan. Tras unos momentos de duda Kengu se recompuso y decidió acudir a tan honorable llamada.

Llegó a la ciudad el sexto día del mes del Dragon, como en la carta se especificaba pero por la mañana temprano, lo que le dio tiempo a estudiar la ciudad y a sus gentes. Del mismo modo se dio un baño y repuso provisiones por lo que pudiera ser antes de la hora acordada.

Así fue cuando llegó la hora del gallo y se dejó caer por el lugar indicado, con cierta indiferencia como con desgana.

Especialmente honrando con la llamada del destino hemos decidido acudir con antelación, Konjiki y yo hemos paseado por los alrededores esperando conocer un poco más de aquella zona nueva y hemos intentado quedarnos en donde menos inquietud causemos (más por un tema de no tener que ajustar cuentas con alguna persona desubicada). Así hemos dado con el lugar de encuentro sin embargo nos quedamos apartados en otro sector esperando sea el momento exacto del encuentro.
 

Akodo Kiyoshi llegó a la ciudad el mismo día seis del mes del Dragón cuando el sol despuntaba. No le gustaban las ciudades concurridas, demasiada gente, demasiadas oportunidades de cruzarse con ronin y otras gentes de baja estofa. Transitaba por las calles dejando ver, ocasionalmente, una mueca de disgusto cada vez que se cruzaba con aquellos que, claramente, habían relajado sus estándares: señoritas de compañía, pordioseros, mercaderes embaucadores, incluso llegó a ver algún monje que o bien había comenzado muy pronto a beber o todavía se encontraba en esta tarea desde la noche anterior. Toda esa decadencia le parecía detestable.

A primera hora fue a presentar sus respetos al templo principal, elevando una plegaria por sus antepasados. Más tarde se personó ante el sensei del dojo de Akodo y, una vez más, presentó sus respetos ante los antepasados del clan. Varios kōhai le reconocieron y pidieron que les dieran algunos consejos sobre estrategia. Kiyoshi, pese a que no consideraba que su fama fuera meritoria de reconocimiento, aceptó, pues era su deber como senpai, y estuvo debatiendo sobre la mejor forma de asaltar una ciudad con ellos. Comió en el dojo y aunque le hubiese gustado aceptar la invitación a un juego de estrategia que le propuso uno de sus senpais, tuvo que rechazarla de forma cortés para no llegar tarde a su cita. Un samurái nunca llega tarde a sus citas.

Apenas eran las cuatro cuando Kiyoshi llegó a los jardines. La primavera estaba en su máximo esplendor y, pese a que las chicharras todavía no cantaban, el sol se hacía notar. Kiyoshi disfrutó por un tiempo de las flores de los cerezos, siempre le había gustado ver esta escena pues eran la representación de la victoria de la vida sobre la muerte, la primavera vencía de nuevo al invierno. Eligió el cerezo que más perfecto le pareció, se sentó a su sombra y entro en una meditación superficial. Se encontraba totalmente centrado, pero esta postura era una buena forma de analizar su entorno sin levantar sospechas.

Localizó todas las entradas y salidas del jardín, analizó a todas las personas que se encontraban en él. Había varias familias disfrutando del hanami, algunos padres habían “apreciado” demasiado el sake y algunos niños corrían demasiado, pero Kiyoshi comprendió que después de un invierno especialmente gélido todos necesitaban calentar sus huesos. El ambiente general era de celebración y casi todos parecían disfrutarlo. Sin embargo Kiyoshi detectó a ciertos personajes, de aspecto fiero, que no parecían compartir el sentimiento.

En un rincón, bastante apartado, había una extraña pareja, un samurái de aspecto intimidante acariciaba a lo que parecía ser una leona. Su relación era algo digno de contemplar, pues con él se mostraba como un gato juguetón, pero sus colmillos delataban su fiereza. Tal era el afecto que el animal mostraba al guerrero que el único niño que reparó en su presencia hizo amago de acercarse, por suerte su madre le vio a tiempo  y se lo llevó de la oreja.

Más o menos una hora antes de la cita un guerrero corpulento entró en el jardín. Dos cosas llamaron la atención de Kiyoshi, sus ojos y su forma de caminar. En su mirada se leía la melancolía del que ha perdido, pero en lugar de reflejar la tristeza habitual en este tipo de gente, se intuía la llama de su espíritu en ellos. Por otra parte, esta persona no caminaba, aplastaba la tierra a su paso. Sin duda este samurái debía ser un enemigo temible. Sin embargo, pese a la furia que destilaba este guerrero, Kiyoshi vio con sorpresa como adoptaba la posición del loto y se sumía en una placida meditación, remarcable.

Se acercaba la hora del encuentro cuando Kiyoshi vio como entraba otro guerrero al recinto. Habían coincidido en el dojo de Akodo, pero no habían tenido tiempo de cruzar ni una palabra. Por otro lado Kiyoshi no tuvo ninguna intención de conversar con este samurái ya que su aspecto era descuidado y su mirada transmitía cierta soberbia. Dos faltas que Kiyoshi jamás se hubiera permitido a sí mismo, pues consideraba que se alejaban de la figura del samurái.

Kiyoshi ya había pensado en la posibilidad de no ser el único citado, pero al ver a un grupo tan heterogéneo y numeroso comenzó a ser consciente de que Dairuko no le había reclamado por mera formalidad y que la tarea que estaba a punto de comenzar no sería sencilla… ni pacífica.

Los primeros rayos de sol de la mañana en esta rosada primavera iluminaban el rostro aún durmiente de Shigure y, si bien ese es el despertar que toda persona disciplinada y amante de la calma podía esperar, no eran esos rayos lo primero que llegaba a su cara si no su propia mano con dolor; hacia la herida cicatrizada desde hace ya varios años pero que le había hecho perder la visión en su ojo izquierdo.

Podría no parecer gran cosa para cualquier otra persona que no compartiera los secretos de Shigure pero, para el propio samurái, ese pequeño gesto de dolor era aviso de que algo importante estaba por pasar en un futuro próximo. Y, como persona totalmente devota al noble arte del bushido y por encima de todo a sus propias creencias, su intución le hizo estar extremadamente alerta y no demasiado hablador en el dojo; más de lo común. Cosa que incluso para los más avispados aprendices podía hacerles ver que algo pasaba por su mente hasta el momento en que con tremenda urgencia se le hizo entrega de la carta; un papel que no necesita ni presentación al poder verse el sello encerado de Dairuko.

Después de leer cuidadosamente el mensaje y guardarlo entre sus pertenencias más preciadas con sumo cuidado, la decisión había sido tomada mientras con sumo cuidado acariciaba su cicatriz en el rostro. Lo que podía parecer una invitación formal en la intuición posiblemente perturbada de Shigure; y más con lo que le había pasado al despertar, algo en lo que debido a su experiencia él cree por encima de todo, dejaba una sensación agridulce. Algo que le hacía ponerse a trabajar.

En los próximos días había estado observando y estudiando mapas y textos referentes a la ciudad: conociendo su distribución, sus ocupantes, toda figura respetable de la que hubiese que saber su nombre, y sobretodo, asegurándose que todo estaba bien y no había pasado nada extraño en los últimos días. Ya no solo por su experiencia, si no también porque a Shigure le gustaba tenerlo todo bajo control y planeado al detalle; "no hay que dejar nada al azar". Era una de sus citas favorita. Y esto le había llevado también a viajar unos días antes para poner en práctica todo lo que había podido ver en los planos y grabarlo en su mente en primera persona: ningún campesino, comerciante, u otro samurái, iba a ser olvidado una vez visto por el alerta Shigure.

El día de la cita Shigure apenas había dormido; se encontraba en un estado entre alerta y pensativo. En su mente no solo se habían estado cruzando todo lo que había preparado estos días para no olvidarse y tenerlo todo bajo control de nada si no un pensamiento extraño que le perturbaba.

La hora se aproximaba, y el primer paso era llegar lo más temprano posible para presentar sus respetos; pero también para una segunda razón fuera de la puntualidad y la responsabilidad, y así poder estudiar el ambiente y al resto de personas implicadas en tan extraño mensaje. Si bien Shigure se creía capaz de realizar cualquier tarea que le mandasen, también sabia por experiencia que era raro prescindir de una sola persona en algo que parecía ser sumamente importante...

Ahí estaría él, erguido y estoico, callado y con un semblante serio, observante de los gestos y las facciones de todos. Intentado entenderlos a todos antes que ellos mismos y buscando si habría algún tipo de razón oculta en la situación antes de que desvelasen el misterio que le había traído a Tonfajutsen.

                Al momento de llegar a dichos jardines todos pudieron observar como en efecto algunas familias disfrutaban de la sombra bajo los árboles, algún paseo meditativo de algún anciano o algún joven samurái aun sin daisho estudiando los sakuras, faltando unos minutos para la hora del gallo, se nota como la luz comienza a disminuir y en cuestión de minutos el jardín queda en solitario, a excepción de 7 figuras distribuidas en el jardín, aunque extrañamente todos permanecen en la zona sur del mismo.

                Sienten y logran percibir como los elementos y el balance del jardín comienza poco a poco a cambiar, se siente alterado aunque más allá de algún sentimiento de ansiedad, este cambio no les genera temor ni ningún tipo de inseguridad, en ese momento en que el ultimo rayo de sol desaparece del cielo y cuando quedan en oscuridad, solo alumbrados por las lejanas linternas de la entrada del jardín en el cual no tiene iluminación interna alguna, 6 pequeñas llamas amarillentas y flotantes surgen, una frente a cada una de los humanos aun presentes a aproximadamente 1 metro de distancia.

                Un par de segundos después de haber aparecido las llamas comienzan a alejarse de cada uno de ustedes, se aleja un poco se detiene y brilla con más intensidad por un instante y lo repìte en un par de ocasiones como si palpitara, para luego alejarse un poco más y repetir la “palpitación”, permaneciendo en este punto "palpitando" como si esperara algún tipo de reacción de su parte.

El ambiente puramente espiritual llenaba la cabeza alterada de Shigure de paz mientras seguía allí desde hacía horas, estudiando a todos y esperando que llegase alguien aunque poco a poco dejaba de estar tan tenso.

-Hummm... Murmulla Shigure mientras toma aire y exhala profundamente, cerrando los ojos en el proceso. -Tendría que visita más este lugar... Dice en voz baja, practicamente para él mismo.

Durante unos segundos imágenes que solo serían importantes para el samurái pasan por su mente, aunque no llegan a durar mucho ya que practicamente como si de una máquina se tratase vuelve rápido a recordar el motivo que le traía aquí temprano y decide ponerse en faena tras un breve descanso.

Las horas pasan y la tarde empieza a preceder a la noche. Cuando la gente empieza a abandonar el lugar para volver a la seguridad de sus hogares solo unos pocos permanecen en sus sitios; unos 6 samuráis, Leones por los escudos que portan en sus ropas y/o armaduras. Y que al igual que yo, alguno llevaba un buen rato como había percibido, seguramente esperando al mismo anfitrión de la carta que recibí... -Como me imaginaba, no soy el único aquí.

Por desgracia mi visión no es muy buena con la distancia, por lo que me hubiese acercado en pos de reconocer a alguno de esos hombres dificultado por el hecho de la falta de luz salvo por los farolillos de la entrada si no fuese porque una sensación extraña se apodera de mí. Algo que corta mi marcha al momento y me hace presionar fuertemente mi pie contra el suelo al aparecer una llamada flotante enfrente mío que dispara toda mi reacción y como si de un adversario se tratase, giro mi torso hasta quedar de lado, con la pierna derecha ligeramente flexionada y la izquierda atrasada mientras llevo rápidamente mi diestra hacía la empuñadura de mi katana y la zurda hacia la vaina como acto reflejo; en posición centrada.

-¿Pero qué...? Pregunta bastante sorprendido ante el espectáculo, quedándose en silencio cuando la llama "palpita" y se aleja de él, repitiendo el proceso repetidas veces en cuestión de segundos hasta que se queda en su sitio; como el resto de las otras 6 llamadas a las que analizando la situación se ve que han hecho exactamente el mismo patrón.

-¿Qué está pasando? No puedo creerme que los enemigos de las Tierras Sombrías hayan cruzado las murallas y se encuentren en territorío León, tiene que ser algo más... Piensa un poco absorto ante la situación.

La mente de Shigure no deja de trabajar en todas las posibilidades actuales sobre los sucesos recientes, analizando cada probabilidad e intentando asemejarla a experiencias pasadas para saber como actuar. Pero si hay algo que una persona racional aprecia, es que es mejor no jugar con los poderes de los kami que uno desconoce, así que como buen Akodo debe actuar.

-¡Mantened la calma Leones! Grita en un tono autoritario, sin siquiera analizarse ha pensar en quienes son los otros samuráis a los que se dirige ni su rango. -¿Alguno sabe que está pasando? ¿hay algún Shugenja presente que pueda explicar los hechos? Mira hacia todos los presentes esperando algun tipo de respuesta, tras lo que antes de conocerla recorta un poco la distancia con la llama a pasos cortos, sin salir de su guardia ante lo que pudiese pasar. -Mientras no sepamos que está pasando, es mejor que actuemos con prudencia. Por si acaso, no os acerqueis si no estáis seguros de lo que vais a hacer y preparaos para cualquier cosa. Dice en voz alta; medio gritando, esperando que su pensamiento táctico llegue al resto de samuráis.

Mientras medito siento todo lo que me rodea ... la respiracion de la gente, sus pasos, sus latidos, la respiracion de los arboles, la tension de los musculos de las carpas ... entrando en comunion con el entorno ... algo que conseguia relajarme y me permitia estar tranquilo y relajado.

Comenzo a apagarse los sonidos de la gente ... salvo unos pocos ... hombres fuertes y entrenados, el sonido de sus musculos era inconfundible ... y el repicar de sus armas con sus armaduras hacian aun mas evidente la realidad ..., el tiempo pasaba y parecia que nadie se movia demasiado ... sin embargo algo ocurrio, una luz surgio delante mia ... su luz atravesaba mis parpados siendo demasiado evidente como para no abrir los ojos ... una luz rara, abri mis ojos con ranquilidad ... me daba la sensacion que no seria nada malo ... o al menos anda en principio ... sino de seguro habria atacado cuando parecia mas vulnerable ..

me levante y veo como frente al resto de guerreros presentes alli surgio la misma luz y comenzaba a danzar y dirigir a un sitio concreto ...

Todos parecian relajado ... hasta que un honorable pero extraño samurai parece alterado y comienza a gritar como si estubiera contra e mismo mal ... y nos gritaba que nos relajaramos ... pero creo que el único nervioso era el ..., iba a decirle que el unico nervioso era el ... pero , pasaba de relajar a un Leon Nervioso ... era su problema ... y aunque no tenia ningun miedo ni preocupacion de las luces ... tampoco iba a desatender esas luces ... tan solo lo mire de forma inquisitiva un instante , para despues, poco a poco acercarme hacia la zona donde todas las luces confluían.

Mientras esperaba a la sombra de un árbol del jardín, estuve repasando las personas que en dicho jardín se encontraban. Unas pocas familias y algunas personas más de las cuales al menos a 6 las reconocí como posibles guerreros, que muy probablemente estuviesen también citados, dado que la carta que recibí citaba en plural a varias personas, entre las que me encontraba yo.

Pasado un tiempo y justo antes de la hora del gallo me dispuse a entablar conversación con un guerrero el cual me sonaba de haberlo visto antes, pero justo en ese instante algo inusual ocurrió.

La oscuridad se hizo en el jardín y unas extrañas luces aparecieron flotando ante los que allí quedábamos, a lo que con cierta prudencia eché mi mano a la empuñadura de mi espada para prepararme para lo peor.

En ese instante uno de los samurais soltó un grito autoritario clamando calma, a lo que varios nos giramos en su dirección inusitados por su inesperado grito. Tras ver que uno de los samurais se acercó a las luces sin mayores problemas yo proseguí a hacer lo mismo, aún con la guardia alta.

Mi instinto me dice que no existe un peligro real en todo esto que comenzó a suceder, pero si tengo una absoluta curiosidad de saber como se desencadenará.

Mientras con toques sencillos y muy delicados acaricio a mi acompañante, comienzo a caminar hasta donde se ha detenido la llama.

No doy mucha importancia al grito de quien nos acompaña en el lugar pues conocer que sucede me ha capturado mucho más, sin embargo si doy un pequeño avistamiento a cada uno de los presentes que de alguna u otra manera parecieran tener el mismo destino corriendo en paralelo, una vez hecho esto es que me acerco a la llama
 

Tan pronto como aparecieron aquellas luces danzantes, Shiro no pudo ocultar una leve sonrisa. Al parecer, allí reunidos, había varios integrantes de su propio clan, todos con una luz danzante que parecía conducirles a un punto común, pero entonces... aquel grito hizo que llevara su mano a la saya en un acto reflejo, antes de reconocer la voz y la figura, varios metros más allá.

-Akodo Shigure, tan precavido como siempre -dijo algo informal- Sabéis que siempre confiaré en vuestro instinto y consejos, Shigure-san, pero no considero que esta vez sea necesaria tanta molestia -agregó, tratando de tranquilizar a su compañero de dojo al tiempo que seguía a su propia luz danzante.

Ante el grito de Shigure hay reacciones variopintas ente los presentes…

De igual manera cada quien reacciono de una manera particularmente distinta ante la presencia de las llamas y por ende cada quien recibió una reacción particular de la llama que se encuentra enfrente…

Kiyoshi, solo observa la llama y su entorno sin mostrar acción alguna, por lo que la llama se acerca un poco y danza a la altura de su rostro aproximadamente a unos 70 centímetros, para luego de ser “vista” colocarse nuevamente en su posición anterior.

La noche tiene un clima agradable y tranquilo, las estrellas brillan en el cielo y no parece que nada perturbe la paz de aquel jardín, mas allá de los gritos del samurái claro esta.

Miro como las luces reaccionaban de formas diferente segun el caso ... y no pude evitar sacar una sonrisa en mis labios ... asi que saque mi arma ... y la apoye en mi hombro ... desemvainada y lista para atacar si fuera necesario ... y por que no intimidar en cierto modo esa luces ... parecia que se achantaba ante la violencia ... y tenia claro que deseaba hacer que me temiera para que se pensara mas de una vez hacer algo peligroso.

Cuando saco el arma, la miro detenidamente por si consigo identificarla y sigo dando pasos hacia ella, a la espera de que hiciera algo violento contra mi para asestarle un ataque brutal.

Ladeó el rostro ante la actitud de la llama y en su rostro se dibujó una media sonrisa. ¿Qué querría? Dio un par de pasos hacia la luz danzante y dedicó una leve inclinación con la mano en el pecho, a modo de saludo educado.

-Mi nombre es Akodo Shiro, prodigio de Ken Hayai, y he sido emplazado aquí por Akodo Dairuko-uesama -dijo, presentándose- ¿Quién eres? ¿Un kami, acaso un mensajero? Interpretaré vuestras señales lo mejor que pueda... -agregó, antes de mirar al resto de compañeros y como varios blandían armas- Y prometo que te protegeré de cualquier daño -indicó, todavía acercándose al fuego.

Mientras el sol se ponía en el horizonte Kiyoshi comenzó a meditar más profundamente sobre el posible motivo de la convocatoria, estaba claro que algo importante se avecinaba pues el variopinto grupo de guerrero que se encontraban en el jardín no podía ser una coincidencia. 

Pese a tener los ojos abiertos Kiyoshi se encontraba en un estado que casi podría considerarse trance. Solo cuando escuchó el rugido de una voz vagamente familiar volvió en sí y pudo darse cuenta de la extraña luz que tenía a escasos centímetros de su rostro. Se maldijo a sí mismo por haber sido tan descuidado e hizo un mohín como sí estuviese recibiendo una reprimenda.

Cuando la luz se alejó un poco de él, pasó su katana, que descansaba pegada a su pierna derecha, al lado izquierdo a modo de precaución. Supuso que las luces formaban parte de la convocatoria, pero las suposiciones suelen llevar a tomar malas decisiones, así pues preparar sus armas para lo que pudiera pasar no le pareció una mala elección.

Kiyoshí se acercó a la luz de forma precavida pero sin mostrar una posición agresiva y esperó a que la luz reaccionara.

-Je... Ríe con cierto cinismo ante la respuesta del jóven samurái al que ha reconocido por la voz. -Ya sabes lo que dicen jóven Shiro, samurái precavido vale por dos. Ante lo cual esboza una mueca que bien podría ser una sonrisa de lado, todo sin apartar su mirada de la llama que parece haber cambiado su patrón de actual.

-Hmmm... ¿podría ser qué...? Murmura cuando la llama se aleja de él y empieza a acercarse al suelo, observando por el rabillo de su único ojo que para el resto también han tomado diferentes reacciones en base a los movimientos de los samuráis. -¿Está asustada? Piensa tras ver dicho comportamiento.

Shigure es demasiado precavido para abandonar su guardia, pero si bien la calma en la estrellada noche ayuda a disminuir la tensión del momento, eso sirve para comenzar a percibir a la llama de una manera diferente a un enemigo; ya que el conocimiento de las manifestaciones de los Kamis y otros seres poderosos se escapa de su entender.

-¿Puedes entenderme? Pregunta a la llama, manteniendo la distancia que ella misma ha generado y adoptando una posición más cómoda; aún en guardia, a la vez que relaja su tono de voz. -No tienes nada que temer siempre y cuando seas amigo, así que dime... ¿qué o quién eres? Toma una breve pausa esperando una posible respuesta. -Si puedes manifestar algo que entienda, podemos sentarnos a conversar sobre lo que te ha traído aquí. Puedo garantizar tu seguridad siempre y cuando no pretendas causar ningún tipo de daño. Y tras sendas palabras, sin querer invadir el espacio de la llama, le tiende su mano izquierda como si se la estuviese ofreciendo en gesto de buena fé esperando su reacción; con la diestra aún en la vaina salvo que algo manifieste que no hay peligro.

Kengu sigue con la guardia alta, guardando la distancia que la llama le ha dado ya que, aunque muchos de los que a su alrededor hayan relajado el gesto, él sigue sin confiar en que no vaya a pasar nada. 

Se fija en sus alrededores una vez más con la intención de descubrir algo que disipe las dudas que le pasan por la mente.

Makoto
La llama se aleja aún más y repentinamente se agrandan en gran medida, se acercan a toda velocidad hacia ti se coloca sobre la mano que sostiene el arma, envolviendo toda la mano, empuñadura y guarda del arma, logras sentir el calor del fuego aunque no te quema, y en lo que pretendes hacer algún movimiento la llama se aleja a toda velocidad varios metros de ti hasta un punto central del jardín…

Shiro
La llama se acerca al suelo, ara luego acercarse a toda velocidad a ti rodearte en una espiral ascendente para alejarse de ti justo cerca de tu rostro, sientes en todo tu cuerpo la calidez del fuego, sin representar peligro alguno para ti, para luego alejarse a toda velocidad varios metros de ti hasta un punto central del jardín…

Kiyoshi
La llama ante tu acercar, se acerca a toda velocidad y “palpita” un par de veces a unos 30cm de tu rostro, en ningún momento se sientes amenazado, pero logras ver algo dentro de la llama que no te queda muy claro…

Shigure
La llama recupera su altura se acerca a ti a toda velocidad y envuelve tu rostro, no sientes temor ni amenaza alguna, sientes el calor pero no te quema, durante un par de segundos te aíslas de los sonidos del mundo para luego alejarse a toda velocidad varios metros de ti hasta un punto central del jardín…

Kengu
La llama se acerca a toda velocidad a tu rostro, y se coloca frente a tus ojos por un instante con un solo palpitar para luego alejarse a toda velocidad varios metros de ti hasta un punto central del jardín…

Kurotsuchi
La llama palpita un par de veces donde estaba para luego alejarse a toda velocidad varios metros de ti hasta un punto central del jardín…

Cuando todas las llamas confluyen en el mismo punto, se convierten en una gran llamarada / fogata que ilumina mucho del jardín y observan como de las llamas se forma una figura femenina, que extiende su mano hacia la parte norte del jardín por uno de los 3 caminos que surgen hacia esa zona, con la nueva luz, logran observar al final del camino una figura sentada en el suelo, meditando o esperando en la oscuridad, a primera vista no representa ningún peligro.