Partida Rol por web

El mar de los Sargazos, al norte del Caribe, tiene fama de cementerio de barcos debido a su frecuente ausencia de vientos. Solo la circunnavegación de sus corrientes exteriores es sensata e incluso así pocos se arriesgan a tomar esas peligrosas rutas, pues con frecuencia una tormenta, una mala racha de viento o un despiste pueden provocar semanas de calma chicha al acabar en el interior de este mar de temible reputación. Solo los capitanes más desesperados o temerarios se atreven a tomar estas rutas. Y esta ruta ha sido la elegida por el capitán John Rhys para llevar su buque, el "Nymphadora".

El Nymphadora es un barco mercante común. Quizá más amplio y más robusto de lo normal, pero al mismo tiempo más lento y poco maniobrable, suele partir de Charlestown con un gran cargamento que disemina a lo largo del Caribe. A veces toma la ruta complicada a fin de evitar encontrarse con corsarios franceses; esta es una de esas veces. Se puede ver al Nymphadora subiendo y bajando, el merlín de madera que tiene por mascarón de proa cortando las olas, y sus mástiles tensarse y crujir bajo la fuerza del viento al ir a toda vela. El Nymphadora es la presa que persigue la tripulación del Olimpia.

El veloz barco del capitán Williams persigue al mercante a toda velocidad. Con las velas desplegadas, los tripulantes se preparan para tomar posiciones de combate. James está con una mano en el timón y la otra en el barómetro, comprobando la presión y dirección del viento. Gracias a tener el viento a su favor y al rebufo, calcula que alcanzarán una distancia de disparo en cuestión de minutos, tan buena es la rapidez del Olimpia. Felipe puede atestiguar esa velocidad en sus propias carnes. Subido al juanete, es uno de los marineros encargados de soltar la vela para realizar un giro cerrado, en caso de que la maniobra sea necesaria. Está atado con cuerdas y arneses, junto a un pequeño grupo de otros cinco marineros, listos para desatar nudos. Otro grupo obedece las órdenes de Jessica, que está preparando los cañones, por si acaso. Desde su posición, puede ver como recorta la distancia contra el mercante. Ella alcanza a ver como los hombres del Nymphadora están haciendo lo mismo que los del Olimpia, y se preparan para un abordaje. La tripulación está atenta a lo que diga su capitán, Edward "Wide" Williams. Colocado sobre el castillo de popa, apoyado en la baranda, con una mano en el catalejo, está preparado para dar la orden. El viento es su aliado. Pronto llegará el momento del combate. La tripulación del Olimpia trabaja como un hormiguero, todos cumpliendo sus funciones, concentrados en la tarea que tienen en sus manos.

Pronto estaréis a distancia de combate.

A no pocos metros del piso de la cubierta del barco, se encontraba un grupo de marineros colgados de arneses, sujetados por el juanete de la vela. Cada uno podía experimentar la sensación de adrenalina, producida en parte por el hecho de sentir la velocidad propia del barco junto con el bamboleo producido por el oleaje, que a aquella altura se sentía mucho más y, por otra parte, por el hecho de que probablemente en pocos minutos ambas embarcaciones podían entrar en batalla.

Felipe estaba en cueros, dejando al descubierto un torso de músculos no grandes, pero si marcados. En su piel se veían las marcas del mar, el color bronceado, y la piel ajada por el salitre. Los rulos de su cabeza no paraban de moverse a causa del viento. Y en sus ojos, se veía una sed de gloria poco vista.

Atento a la orden del capitán, que no tardaría en llegar, estaba concentrado. Él debía repetir la orden a sus compañeros para que, con la coordinación propia de haber repetido esta maniobra un centenar de veces, el barco se situase en la posición óptima para el abordaje. 

-Señor Sturridge, atento. Si tratan de virar para presentar su costado y saludarnos con una andanada aproveche para recortar distancias. Mientras tengamos el barlovento no pueden escapar. Si siguen huyendo póngamos a popa. ¡Señorita Lovelace! ¡Si se empeñan en huir, destróceles el timón cuando estemos a popa.

A fin de cuentas ante una nave tan pesada, podemos maniobrar cuanto queramos que no se alejará.

-¡Señor Royston! ¡Ya sabe lo que hacer cuando los abordemos!

Tal vez sería buena idea ordenarles rendición, darles esa oportunidad. Saldría más barato desde luego. Menos gastos y menos mercancía destrozada por accidente. Además si morían menos marinos del Nymphadora, más barcos podríamos abordar en el futuro Pero los hombres tienen ganas de gresca, está claro. Y no es bueno negarla siempre*. No había más que mirar al joven Felipe, emocionado como si viese su primer coño.

-¡El resto! ¡Si el mercante lleva ron, no habrá racionamiento esta noche!

Jessica no solo supervisaba la preparación de los cañones, ayudaba a levantar las troneras y alistaba las cargas de los cañones de cubierta. Se había ganado su puesto a pulso y cualquiera que reclamara su estatus de mujer o preguntara por su pasado, seguro acabaría con un ojo morado.

En un momento dado de sus labores, le grito al capitán.

-Capitán Wide, elija por qué lado atacaremos.

Era indispensable elegir Babor o Estribor para tener todos los cañones y gente con un fusil listos, si alistaba ambos lados, aparte de malgastar tiempo, corría riesgo de tener a la gente dispersa, además de que vigilar tanta pólvora en ambas líneas era peligroso.

Mientras esperaba le dio órdenes a Chadburn.

-Adhemar, asegura los ganchos para abordar, si alguien se tropieza y se saca un ojo, no habrá botín para ti.

Junto a eso, se vio que ella misma alistaba varias pistolas para su propio uso

Aun si el capitán los hacia rendir, su deber era tener las armas listas para cualquier orden, así que una vez supiera por donde atacar, podía intimidar con los cañones inferiores, los de cubierta y todo aquel que manejase las pistolas tendría oportunidad de que Jessica les diese un arma.

En esos momentos estaba al mando del Olimpia, literalmente. Aquella sensación de control le hacía sentir cargado de un poder muy especial. Después de tantos años en alta mar, no podía entender la vida de otra manera. Había trabajado duro a lo largo de todo ese tiempo para estar donde estaba, para conseguir ser un marino curtido y respetado. Entendía que dejarse el pellejo de aquella manera le había llevado a conseguir el puesto de primer oficial del Olimpia, uno de los hombres de confianza del temido "Wide" Williams.

La voz de éste último interrumpe el momento reflexivo en el que se estaba recreando. Ya están prácticamente encima de ese mercante, y cualquier decisión que se tome puede cambiar el resultado, dentro de la situación favorable para ellos de todas maneras.
-¡Sí capitán! Les tenemos bien cogidos por los huevos.-Una sonrisa lobuna aparece en el rostro del primer oficial, imaginando el buen botín que podrán saquear en las bodegas del Nymphadora.

Sigue atento a cualquier cambio en la trayectoria del mercante, mientras echa rápidas ojeadas cada poco tiempo al barómetro para evitar cualquier desagradable imprevisto en aquella cacería.

Alawhi olfateó el aire, aspirando expectante la brisa salada por sus abiertas narinas. Iba colgado sobre las olas, sujeto de un cabo, con sus pies apoyados en la borda de babor, con la mirada fija en la presa que intentaba inútilmente ganar distancia.

—¡Ah, Señorita Mayrill. Nada para sentirse vivo como la emoción de la caza. La euforia del cazador, el terror del perseguido! —Alawhi hablaba con propiedad, había sentido ambas en carne propia.

Volvió de un salto a cubierta, y se reunió con sus hombres. Esos momentos antes de un posible enfrentamiento sacaban lo mejor y lo peor de cada hombre, la cercanía de la muerte hace milagros. Un par hasta rezaban a su olvidado Dios, hombres con decenas de crímenes a su espalda, pidiendo la salvación. Alawhi tenía dos Dioses, uno de Pólvora y otro de Acero, y ninguno pedía rezos a sus fieles.

—¡Arriba banda de bastardos! ¡Sus putas madres los escupieron al mundo para este momento! ¡A afilar alfanjes y revisar pistolas! Señor Dombu, dele a ese tambor —gritó las órdenes mientras pateaba cuerpos asustados.

El BUM BUM BUM del gigantesco tambor comenzó a resonar en el pecho de Alawhi, con suerte les insuflaría algo de valor a los más acobardados, como aquel muchacho pusilánime al que le temblaban las manos intentando cargar su pistola. Todo el mundo le teme a algo, y ese miedo lo impulsa como una vela o lo lastra como un ancla, y adivinar el temor de cada hombre era la habilidad de Alawhi. El Señor Hidalgo, allá arriba, temiendo morir sin fama ni gloria. El Capitán Wide, temiendo perder su amada libertad. La Señorita Lovelace, temiendo ser menos que cualquier hombre. "¿Y yo? Todavía me despierto de noche sudando, perseguido por los tratantes de esclavos, sangrando bajo el látigo del capataz. Y aquel muchacho le temería más a Alawhi que a la muerte."

Se dirigió hasta el joven pirata, lo tomó por el cogote y lo levantó en el aire. Lo acercó hasta quedar cara a cara, casi tocando sus narices, y le rugió su cántico de guerra en la cara. No tenía palabras, eran solo sonidos rescatados de su memoria anterior a la captura, mezclados con aullidos salvajes y gritos de guerra. BUM BUM BUM. Lo volvió a dejar en el suelo de tablas, y le palmeó el pecho con fuerza. Caminó entre los hombres, cantando y golpeándolos en el pecho. Pronto los tuvo a todos aullando y gritando como posesos, al ritmo del BUM BUM BUM del tambor de batalla de Dombu.

Si iba a haber gresca, aquellos diablos estarían preparados.

Todos escucháis un estallido y una deflagración. Una bala de cañón se choca contra la superficie del mar a unos sesenta metros a babor. El Nymphadora ha abierto fuego contra vosotros, de una forma torpe y poco elegante, pero hostil a fin de cuentas. Estáis a distancia de disparo. Toda la tripulación observa al capitán. 

Con una risotada me subo de un salto a la baranda del castillo de popa, mirando hacia mis hombres en la cubierta y manteniendo el equilibrio sin problemas, tras toda la vida en el mar.

-¡¿Escucháis eso patanes?! ¡Se cagan encima tan fuerte que hasta parecen cañonazos!- que haya sido un cañonazo de verdad no importa. -¡Timonel, asegurese de dar un disparo claro a la señorita Lovelace! ¡Artilleros, quiero velocidad de disparo! ¡Que se acojonen tanto se se les caigan las balas y las pelotas! ¡Señorita Lovelace, encarguese de su timón, deje ese barco sin gobierno!

Mi voz truena por encima del BUM BUM de Dombu, como la de un capitán que pretenda llamarse tal.

-¡Los del juanete! ¡Preparados para desplegarlo cuando estemos a distancia de abordaje! ¡Alawhi, desde la proa y Kenton desde el centro!

No esperarán una embestida y eso sumado al impacto no les ayudará a cargar los cañones. Aún así... no quiero una andanada cuando estemos borda con borda. Ni nuestra ni suya, queremos saquear su carga, no destrozarla.

-¡Señor Cahdburn, señorita Maryll! ¡Con diez hombres colaos por sus troneras tras el impacto!

Alzo mi pesado, al menos para la mayoría de los hombres es pesado, alfanje. Yo mismo saltaría a la popa, para acabar con el capitán del mercante. Si es que llegaban a ofrecer resistencia.

-¡Ya no hay rendición que valga antes de que los abordemos!

-¡Ya escucharon al capitán!

La figura femenina de Jessica se movió empujando a todos detrás de la borda y si podían, detrás de una baranda.

-Cúbranse del fuego enemigo.

Hablo en un tomo algo maternal, pero quienes la conocían, sabían que era igual que una madre frente a un niño latoso, un regaño.

Como ya era un abordaje seguro, sus hombres en los cañones alistaban las herramientas de abordaje: Ganchos, Tablas/Planchas, Arpones y cuerdas para columpiarse usando el mástil.

Así empujaba a cualquiera que estorbara en su camino por cubierta mientras gritaba para ser escuchada por sus hombres en la línea de cañones inferiores.

-Carguen los cañones, no tengo que recordarles como hacer su trabajo pero, al primer equipo que le dé al Nymphadora se ganara una ronda de mi parte cuando toquemos puerto.

Así era Jessica con los hombres bajo su mando, trataba con palos cualquier mal comportamiento a su parecer y daba el hueso cuando los hombres se lo merecían.

-Troneras Abiertas, Carga de pólvora completa, usen Uvas (balas de racimo)

Cañones de cubierta; Al Timón.

Cañones de primera línea, A la Arboladura (Mástiles y Velas)

Cañones de segunda línea, No disparen.

No quería hundir el barco así que usaban bolsas o jarras rellenas de pedazos de hierros o cualquier objeto duro capaz de matar y atravesar un cuerpo, así matarían a todos los que se estuvieran a tiro.

Si quisiera hundir el barco o dañarlo usaría balas normales, pero existían mas Pros en mantenerlo intacto que llevarlo a la ruina.

Si al capitán le place, podría convertirlo en otro barco suyo, pero será lo que el capitán ordene, siempre y cuando me deje cualquier Español o Frances a bordo.

Ya estando listos, subió con el capitán.

-Listos. Cuando de la orden Capitán Wide.

Aun si el capitán gritaba, sus hombres dispararían al eco de la voz de Lovelace.

-Y capitán, recuerde dejarme a los españoles y franceses.

Jessica sonrió con ese ultimo pensamiento adornando con un hermoso gesto su rostro, pero ocultando sus oscuras intenciones.  

Jessica ordena a la tripulación. ¡Ya estáis preparados! En cuanto Wide de la orden de maniobrar, podréis empezar a luchar. El Nymphadora, sin embargo, no quiere esperar para intentar alejaros y abre fuego. Balas de cañón salen en vuestra dirección.

-¡Hijos de mala madre! ¿¡Se puede saber por qué no estáis disparando!? ¡Señorita Lovelace, la colgaré de los pulgares si no hace su trabajo!

Habían dado la orden de atacar con los cañones. Eso quería decir que el barco debía maniobrar para ponerse a tiro. Felipe no escuchó la orden directa de soltar las velas para realizar el giro cerrado que dejaría todos los cañones de la señorita Lovelace. 

El barco enemigo comenzó a disparar. Felipe seguía sin escuchar la orden. Pero su intuición le decía que ya era el momento indicado. 

- Ahora! Suelten las velas! - gritó a su equipo y acto seguido comenzaron a desplegar las velas para la maniobra que debía acompañar James desde el timón.

James se había recreado demasiado en sus ensoñaciones, hasta el punto de tardar unos segundos de más en reaccionar a las órdenes de su capitán.

¡Timonel, asegúrese de dar un disparo claro a la señorita Lovelace!

Las palabras de "Wide" Williams habían sonado con rotunda claridad, y solo esperaba que aquel lapsus que había retrasado la maniobra del Olimpia no le costara caro una vez acabara aquella escaramuza contra el Nymphadora. Pero no podía volver a entretenerse en sus reflexiones, había que reaccionar inmediatamente.

-¡Oído capitán! ¡Nos colocaré en paralelo al mercante, listos para el abordaje!

El primer oficial menajaba con soltura el timón, procurando hacer la maniobra precisa para colocarse junto al barco que pretendían saquear. Aquellos infelices seguían intentando dispararles, lo que hacía que aquella situación resultase ridícula dadas las condiciones de ambas embarcaciones.

Pobres desgraciados, con esos patéticos cañonazos acaban de firmar su sentencia de muerte.

-¡Fuego!

Todos los cañones dispararon a la voz de Lovelace sumiendo todo el barco en nubes de humo intentando barrer con la tripulación, timón y velas del enemigo.

-Recarguen.

Seguiría disparando hasta calentar los cañones o que comenzara el abordaje, si este último ocurría, debería parar para evitar fuego amigo.

-¡Fuego!

-Señores, si alguien aborda, grite. No quiero meterle plomo a ninguno por que quieren ser los primeros en el botín.

Una brutal sacudida os hace desplazaros a todos. ¡El barco ha recibido una salva de cañones en la bodega! Puede que en un tiempo, eso se convierta en un problema más grave, pero por el momento tenéis las manos llenas con devolver el fuego. Con un violento movimiento de timón y la presteza marinera en las velas arriadas, el Olympia da un fuerte acelerón y coloca el mercante a tiro. Los cañones estallan cuando la señorita Lovelace da la orden, pero aunque astillas salen despedidas en mil direcciones, no parece que el Nymphadora haya recibido demasiados daños. Se preparan para devolver el fuego. Una precisa salva de cañones viaja en vuestra dirección. ¡En menos de un minuto estaréis a distancia de abordaje!

No puede ser que esos mierdas nos estén haciendo tanto daño. Maldita sea.

Se nota que estoy cabreado por como agarro la baranda.

-¡Los pasaremos a cuchillo a todos! ¡Menos a uno! Señor Sturridge, a mi orden gire todo el timón. Embestiremos como un maldito ariete.

Espero al momento apropiado... a que las olas nos eleven un poco respecto al Nymphadora, más ancho y menos maniobrable...

-¡Ahora!

-Por todos los dioses del mar.

Los cañones no servirían a corta distancia salvo que quisieran hundir el Nymphadora.

Si lo hago zozobrar, el capitán me mata.

-Carguen una última vez. Estamos a tiro, quien falle, yo misma lo fusilo.

Nubes de cañones y olor a pólvora inundaban el casco del barco.

-¡FUEGO!

El barco se cimbro con el estallido de los cañones que a tan corta distancia y con Lovelace hostigando a los equipos de cañoneros, no podían fallar.

-Ahora, carguen sus fusiles y pistolas.

Grito Jessica cuando el barco viro a las órdenes del capitán.

-Apunten, a cualquier cosa que se mueva en cubierta.

Disparar con el barco en movimiento era una locura, pero si aunque sea, morían dos hombres del Nymphadora, significaba que el abordaje sería más fácil.

-Disparen.