Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo 1 - El comienzo

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06/12/2012, 00:28
Director

Manchester, una semana antes

Los huelguistas se aglutinaron en torno a la bandera. "Pan, trabajo y salario" era la consigna que se había pintado en ella. Sus voces se elevaban en la plaza, sobre el murmullo de la muchedumbre congregada. La policía se había personado, controlando los accesos a la plaza en dos ténues cordones que no impidieron la masificación de aquella improvisada manifestación de proletarios del textil. Había mujeres, niños y veteranos a los que podría considerarse casi como ancianos. Algunos agitadores escondían porras y navajas en las chaquetas, preparados para actuar.

Una compañía de infantería llegó, descendiendo por la calle mayor. Todos murmuraron, inquietos. Sin embargo, los soldados no asaltaron la plaza, solo se quedaron bloqueando la calle. Impidieron el acceso, y cuando los agitadores les lanzaron piedras y algún adoquín, el teniente ordenó que calaran las bayonetas.

Una mujer, enferma con una extraña fiebre, se movía entre los transeuntes. Procedía de los barrios bajos, y su vestido estaba manchado de sangre. La gente se apartaba de ella, ya que estiraba los brazos como reclamando ayuda. Entonces, escucharon los cascos de los caballos. La yeomanry apareció, cargando a través del pasillo que la infantería abrió. Jinetes con trajes verdes, cascos y penachos de agitándose al viento, con los sables desnudos en la mano. Solo los agitadores más recalcitrantes se quedaron para recibirles con disparos de pistolete y navajazos. El resto de la marea se apartó, o intentó huir, mientras el sable encontraba la carne, y caían a decenas, algunos pisoteados por los cascos de los caballos. Esperanzas rotas, reivindicaciones frustradas. La masacre de Peterloo, como fue llamada, se cebó con los trabajadores en huelga. No se hizo distinción entre hombres y mujeres, y aún cayeron jóvenes en estado, segadas dos vidas con una misma descarga de los sables.

Tapizada de muertos y heridos, la plaza quedó desierta, mientras la caballería se replegaba, limpiando sus sables. La mujer del barrio bajo seguía allí, herida pero no muerta, arrodillada junto a un cadáver, comiendo de él. Una escena asquerosa, horripilante. Pronto, decenas de infectados del mismo barrio, desembocaron con un paso lento, torpe y enfermizo en la plaza, imitándola. Los soldados se miraron entre si, sin entender.

El teniente de la yeomanry Willfred Surrey, un snob sádico de clase alta, se acercó a la mujer con el sable en la mano, amenazándola. Esta se giró a mirarle, con la boca manchada de sangre y vísceras. Vió sus ojos, vacíos, de un color febril, casi blanco. Un hombre de unos veinte años y un niño de catorce miraron también en su dirección, y estiraron las manos, acercándose. El oficial se zafó, escupiendo sobre ellos, pero las manos agarraron su casaca. Descargó un golpe de sable destinado a amedrentar, pero el niño mordió su pie con una fuerza antinatural, arrancándole un trozo de carne. El teniente Surrey gritó, y descargó sobre él un sablazo en la espada, que no le detuvo. La mujer cayó sobre él, y entre ella y el hombre, comenzaron a descuartizarle en vida.

Sus compañeros cargaron contra los enfermos a caballo, provocándoles heridas, pero sin matarles. Solo uno de ellos, un sargento, que descargó su sable sobre la cabeza de un infectado pareció terminar con él. Los muertos vivientes habían probado el sabor de la carne fresca, y ahora querían más. Entre diez, mataron a un caballo y a su jinete, que no solo pudo matar a uno al dispararle con la pistola en la cabeza. La "valiente" yeomanry, acostumbrada a cargar contra obreros indefensos y patrullar los campos, se replegó ante aquella ola de brutalidad. Algunos habían sido heridos por mordiscos. Los infectados les siguieron hacia la calle mayor, donde la infantería cerró filas, y el capitán ordenó que apuntaran a la masa que se acercaba.

Les dieron el alto, pero ellos seguían avanzando, ciegos, manchados de sangre, con esa expresión ausente... los soldados sintieron un escalofrío. El capitán ordenó abrir fuego, y los soldados dispararon contra la masa. Solo algunos infectados cayeron, alcanzados en la cabeza. Los que fueron impactados en el pecho siguieron caminando, o cayeron para volver a levantarse. La primera línea recargó, y el teniente miró a su capitán con gesto nervioso. Pero el capitán no entendía nada. Deberían estar muertos, y no lo estaban. Seguían caminando, como si fueran inmortales, como si el único objetivo de su vida fuera llegar hasta ellos con paso lento e imparable, y morderles. La segunda descarga volvió a tener el mismo efecto, pero ya estaban más cerca, a veinte metros.

-¡La cabeza! -dijo el teniente, nervioso- ¡Apunten a la cabeza!

Era difícil olvidar su práctica y el entrenamiento. A quince metros, dispararon sobre sus cabezas. Muchos tiros pasaron altos, pero otros dieron en el blanco, matándoles en el acto. Diez metros... La primera línea volvió a entrar en fuego, casi a quemarropa, matando a bastantes. Les recibieron con la bayoneta, en una lucha brutal, encarnizada. Muchos soldados fueron heridos, y un fue arrastrado más allá de la línea, mordido en el cuello, y murió desangrado. Los soldados clavaban sus bayonetas en el pecho, pero esto no surtía efecto. Solo si la hundían en la cabeza, rompiendo su cráneo, podían acabar con ellos. Aquel era un horror para el que no estaban preparados.

Al final, el número se impuso, y la mayoría de infectados murió. Otros fueron capturados por la policía, aun a costa de recibir mordiscos y heridas. Parecía que la masacre de Peterloo había finalizado, cuando los restos del teniente Surrey, con las tripas colgando, se levantaron de su muerte con un gemido quedo, mirando hacia sus antiguos compañeros. Él, y otros muertos de la plaza, volvieron a la vida, sumándose al creciente ejército de aquellos que no estaban vivos, pero tampoco muertos. La plaga había llegado a Inglaterra.

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06/12/2012, 01:06
Director

La música del piano inundaba las luminosas estancias de Butler Manor, donde reinaba una agitación febril entre la servidumbre, que precedía a la comida de mediodía. La figura femenina que tocaba el piano, aún vista desde espaldas, se balanceaba con la melodía, inundada por un sentimiento de tranquilidad, de amor. La criada se aproximó con una bandeja, dejando un vaso y un frasco de cristal lleno de limonada en la mesita junto al piano, inclinándose con una graciosa genuflexión antes de retirarse.

Lord Butler leía el periódico en la sala aledaña, junto a su esposa, que tomaba otro vaso de limonada. Butler parecía preocupado por las noticias, por lo que arrugó el semblante. En ese momento, Nelson, el pequeño mono indio saltó sobre la mesa, y olió la limonada del señor, metiendo el hocico. Sir Harold Butler tomó la pequeña fusta que tenía al lado en el sillón, e intentó fustigarle por sorpresa, con el único resultado de derramar el vaso y provocar la fuga del mono. Su esposa rió, y él gruñó, disgustado.

En el jardín, se escuchaban las risas. Sobre el césped recortado con maestría, jugaban al crickett hombres y mujeres, todos jóvenes. Eran Georgina, Khaterine y varias de sus amigos y amigas de clase alta, que solían quedar por las mañanas para jugar y practicar deportes. Georgina dió un golpe a la pelota con su pala, corriendo hacia la base mientras los demás se afanaban por recogerla y entregarla al defensor de la portería. Un perro lanudo corría tras ella, y ella rió. Hizo tres carreras, antes de que pudieran lanzar la pelota a la base.

En Butler Manor, la vida se desarrollaba tranquila, plácida y veraniega.

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06/12/2012, 01:29
Lady Marion Butler

Cuando la música del piano se detuvó, lady Marion, la madrastra de Eva, aplaudió con una sonrisa desde el sillón.

-Tocáis maravillosamente, querida Evangeline. Es admirable.

Miró a su marido, que estaba distraído con el periódico.

-¿No es así, querido?

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06/12/2012, 01:31
Sir Harold Butler

Su padre estaba distraído con el periódico, y la pregunta le cogió a contrapié. Lo primero que hizo fue descargar sus pensamientos en voz alta.

-Estos disturbios por el país son deleznables. La caballería obligada a cargar contra mujeres y niños, y matándolos. Es inaudito, casi barbárico...

Parpadeó, plegando el periódico. La criada se había afanado para secar el parqué de la limonada caída. El noble se lo agradeció con una sonrisa, y le indicó que podía retirarse.

-Bien caras costaron sus clases de piano, querida. Además, mi hija tiene muchos talentos, y es comedida y civilizada. No puede decirse lo mismo de vuestra hija... es casi un animal salvaje, como ese mono.

Se levantó, despacio, y se acercó a Evangeline, sentándose en una silla cercana al piano. Le sonrió.

-Toca algo de Mozart, te lo ruego.

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06/12/2012, 01:48
Director

En el siguiente turno, le tocaba batear a Kath. Se preparó, mientras Ashton, que hacía de lanzador la miró con una sonrisa. La bola fue lanzada, y Katherine bateó fuerte, corriendo hacia la base. Entonces, resbaló y cayó sobre el césped. Abandonando el juego, su amiga Sue fue a auxiliarla.

Georgina vió como Nelson corría hacia ella y trepaba por su pierna.

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06/12/2012, 01:59
Susan MacAllister

Susan se arrodilló, finalmente sentándose en el suelo. La ayudó a incorporarse, comprobando que estaba bien y no se había torcido el tobillo. Tenía cierta angustia en los ojos, pero se relajó.

-Menudo susto, Kath...

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06/12/2012, 02:01
Ashton Lawrence

Ashton se aproximó a ambas con gesto galante y una sonrisa. Ofreció su mano a Kath para ayudar a levantarla, y a ella le pareció un gesto tierno.

-Con la lluvia de ayer, el césped está húmedo. Procure no correr tanto, señorita Butler. No soportaría que se lesionara jugando.

Todos sabían que la semana siguiente era el gran baile en la mansión de los Markington. Ashton confiaba secretamente en bailar con Kath ese día. Sabía que detrás de sus galanterías se escondía un deseo, desde hace años, de pedir su mano a su padre. Pero Ashton no era hijo de un noble de título, y su familia no era especialmente rica. Su padre le dejó claro en una conversación hace dos años que no se casaría con él.

Tras ayudarla a levantarse, Ashton vió como una elegante calesa llegaba a Butler Manor, enfilando el camino desde la verja exterior. El coche se detuvo en el camino, sin embargo, sin llegar hasta la entrada de la casa. Dos hombres bajaron de él, ambos de mediana edad. Uno alto, pelirrojo y de piel blanca. Otro, de piel tostada y con un extraño turbante en la cabeza.

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06/12/2012, 02:08
Mr.Templeton

Los hombres se acercaron a los jóvenes. El pelirrojo caminaba elegantemente con un bastón en la mano, casi a la par del hombre de piel tostada. Nadie de los presentes le conocía, pero tenía un aspecto jovial y algo risueño. A quien si reconoció Georgina fue a su acompañante. Era el antiguo lacayo y guardaespaldas de su padre, el señor Kapoor.

-Buenas tardes, jovenes señores y señoritas... -dijo el hombre pelirrojo, tocándose el ala del sombrero- Soy el señor Templeton, representante de la Sedley. ¿Quien de ustedes es...?

No pudo terminar la frase.

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06/12/2012, 02:12
Dilwar Kapoor

Dilwar miró a la señorita Georgina, y sintió como ella se quedaba sin habla. El sikh había sido como uno más de la familia para ella, un guardián y protector, y a veces, ocasional compañero de juegos. Siempre la había sacado de lios, aunque tuviera que ir a buscarla a un barrio nada recomendable donde hubiera decidido perderse. Una vez la sacó de un ghat donde se bañó casi desnuda, solo con un camisón.

Los oscuros días de Georgina se iluminaron en aquel instante como si Dios hubiera hecho derramar su luz celestial sobre ella.

-Mensahib... -le dijo, dando un paso hacia ella.

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06/12/2012, 02:52
Director

El coche de caballos del servicio de diligencias recorría la campiña a través del camino de tierra que se internaba hacia Colchestershire. Allí el asfalto MacAdam no existía, posiblemente no existiría hasta dentro de décadas. Aquel era un lugar que parecía sacado de los grabados flamencos del siglo XVII.

Dentro de la cabina, Augustus miraba el paisaje con aire melancólico. El joven médico, que había pasado gran parte de su juventud entre libros y la estricta disciplina de la universad, estaba ahora listo para explorar el mundo y la vida. Su propia vida. Su tio, Barnabas, estaba sentado frente a él, apoyado en su bastón, y se estaba quedando dormido. Siempre lo hacía a la hora de la siesta, aunque estuviera de pie. Era un viejo cascarrabias, pero tenía su encanto. Y aquel era uno de sus puntos graciosos.

El cochero frenó pautadamente, y Augustus se extrañó. Su coche se detuvo totalmente, y vió como en la carretera había un caballo tirado en el suelo, pateando con desesperación. Parecía exhausto, o herido. Un hombre de clase alta, por su atuendo, le golpeaba salvajemente con una fusta, blasfemando. Otro hombre, que parecía un lacayo, estaba a su lado, desmontado, con las riendas de otro caballo en la mano derecha.

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06/12/2012, 02:59
Sir Barnabas Morgan

Su tío se removió en el asiento por el frenazo, molesto. Sacó su trompetilla y la ajustó en su pabellón auricular derecho, frunciendo el ceño. No le gustaba que interrumpieran su pequeña siesta. Su "snap time", como él lo llamaba. A veces eran apenas diez minutos, pero le bastaba para mostrarse enérgico el resto del día. Así era su tío, enérgico.

-¿Que demonios sucede? ¿Por que nos detenemos aquí? -preguntó en general, y alzando un poco la voz.

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06/12/2012, 03:03
Georgina Templeton-Sedley

Echó un rápido vistazo y siguió a lo suyo, era una caída sin importancia, en blando y entre sedas, muy torpe había que ser para hacerse daño, aunque nunca se sabía con esas torpes muñequitas de salón. Katherine pagaba el pato de pertenecer ese lugar que Georgina tanto detestaba: Butler Manor y por ende Reino Unido (o al menos Inglaterra).
No había tenido oportunidad de visitar Escocia, Irlanda o Gales, por los que sentía franca curiosidad, ya que los ingleses los criticaban tanto y llamaban a sus habitantes locos, cuando los anormales e insoportables eran ellos. Seguro que eran de lo más estimulante.

Volvió la vista para observar la jugada y retomar posición cuando llegó el carruaje. El sol de la pérfida Albión era tan débil que ni con el cielo despejado era necesario cubrirse los ojos para ver bien, con razón todo tenía esos colores mustios y sosos, la vida no podía desarrollarse bajo esa atmósfera permanentemente a medio gas. Sin embargo cuando la segunda figura asomó por la puerta del vehículo a Gigi le pareció volver a estar bajo la luz dorada de Madrás.

Los allí presentes no lo sabían pero era muy afectuosa y expresiva, y cuando Dilwar hizo su saludo el stick cayó al suelo y con los ojos emocionados y la boca abierta corrió espontanea hacia su queridissssssssimo amigo indio y lo rodeó en un fuerte abrazo.

-Oh!!!! Kapoor ¡QUE ALEGRÍA! Te echaba de menos...

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06/12/2012, 03:21
Director

Fort Britania, a 15 kilómetros de Colchestershire estaba situado a orillas de un caudaloso afluente del Támesis, casi en la confluencia con aquel importante rio. En consecuencia, albergaba una poderosa fortaleza abaluartada cuyos orígenes se remontaban a Isabel I, pero que había sido extensamente restaurada durante el reinado de Carlos II.

Aislada de tierra por un foso lleno de agua, y comunicada mediante un puente diseñado como retráctil, pero que se había vuelto permanente con el paso del tiempo, era un extraordinario bastión en el corazón de la campiña inglesa, conectado con una de las principales rutas fluviales del país. Por eso, sus muros estaban defendidos por una compañía de artillería que operaba 12 piezas que apuntaban casi permanentemente al brazo del río que desembocaba en el Támesis. Viejos cañones, aún operativos, salpicaban el patio de armas a modo de decoración.

Eran las siete de la mañana cuando el corneta tocó a diana, anunciando el izado de la Union Jack, cuando los tambores comenzaron a tocar. El joven capitán Connor, veterano de la guerra contra Napoleón, franqueó en ese momento la puerta de acceso tras entregar un despacho al oficial de guardia, recibiendo el saludo de los fusileros que montaban guardia en la entrada.

Al acceder al patio de armas, montado en su fiel caballo, vio como tres pelotones de granaderos estaban preparados para rendir honores a la bandera. Se detuvo, haciendo el saludo mientras miraba a la enseña, recordando como hondeaba en los campos de Waterloo, recortada entre el humo de la pólvora que lo cubría todo. Tenía ordenes de presentarse ante el oficial al mando en el cuartel general del regimiento y sede del primer batallón, el coronel Markington, aunque su superior inmediato era el mayor Cotton, al mando de dicho batallón.

Su mirada se entretuvo, sin embargo, en el oficial que mandaba a los granaderos, y que en ese momento llevaba un sable al hombro. Si sus ojos no le engañaban, se trata de Strafford, aquel oficial con el que peleó en Salamanca. Cuando ordenó a los pelotones iniciar el entrenamiento matutino, practicando marchas y desfiles, vió que se quedaba solo, hablando con un sargento. Le pareció que debía saludarle. Por los viejos tiempos.

Notas de juego

John Connor acaba de llegar al fuerte y debe presentarse ante el oficial al mando para recibir órdenes. Es su primer día en su nuevo destino con su compañía B, nombramiento para el que él y su padre se han esforzado mucho.

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06/12/2012, 03:31
Dilwar Kapoor

Todos se sorprendieron de ver a Georgina mostrando sentimientos tan positivos. Normalmente era una criatura apática, malhumorada, que solo mostraba entusiasmo por las actividades físicas. Parecía a disgusto con todo y con todos, y era conocida y sufrida por su ironía. Su padrastro, lord Butler, no la tenía en alta estima, más bien al contrario. Pero guardaba con ella la decencia propia de quien vivía en su casa como invitado, y no le faltaba de nada, aunque fueran frecuentes las broncas entre ambos, y los castigos.

El gigante Sikh, un hombre de brazos poderosos, se convirtió en un afable oso de trapo en manos de la joven, y la abrazó como si más que un amigo fuera un padre. Los presentes se encontraban algo estupefactos por la presencia de una persona tan exótica en el corazón de la campiña inglesa.

-Mensahib Georgina. Me alegro de verla sana y contenta. Veo que su pequeño Nelson ha crecido desde que se lo regalé a su partida de Madrás.

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06/12/2012, 03:38
Mr.Templeton

El señor Templeton sonrió por aquel reencuentro, y esperó a que se separaran del abrazo. Carraspeó luego, apoyado en su bastón, y sacó una carta del bolsillo de su chaleco.

-Hemos venido a hablar con sus padres, señorita Sedley. Pero su tío me dio instrucciones muy estrictas de entregarle esta carta en cuanto llegáramos a Butler Manor -y la puso en sus manos- Su tío ha dispuesto que en adelante el señor Kapoor actúe como su criado personal, para lo cual hemos de encontrar antes la aprobación de su padre... padrastro.

Parpadeó luego, saludando al resto de los presentes, que respondieron presentándose como mandaban las buenas costumbres. Se aproximó luego a Kath y extrajo algo de su chaqueta. Era un pañuelo de admirable seda con exóticos bordados indios.

-Señorita Butler. Usted no me recuerda, pero la conocí cuando era más pequeña, en una estancia de su padre en Bath. Acepte este pequeño presente de un viejo conocido que se maravilla de la forma en que usted ha crecido, y la forma en que los dioses han decidido recompensarla con una belleza singular y delicada. Seda de la India, de la mejor calidad.

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06/12/2012, 03:48
Georgina Templeton-Sedley

-Sí, es un glotón y le tengo bien entrenado. Es muy inteligente ¿Verdad que sí?

Dijo mientras el monito ascendía por su ropa y se colocaba sobre su hombro. El Señor Templeton amablemente se introdujo en la escena ofreciendole el sobre. Quedó muy intrigada y con gran velocidad lo escondió entre las ropas para que nadie se percatara de la entrega. Al oír que Kapoor podría quedarse con ella dio un pequeño saltito de alegría.

No era muy guapa pero cuando sonreía era como si brillara el sol y en ese instante todos pudieron quedar deslumbrados.

-Es usted muy amable señor Templeton, gracias

Respondió haciendo una correcta reverencia.

-Demos un paseo

Invitó a Dilwar, no quería que nadie la viera leyendo aquello y así podrían hablar en confidencia.

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06/12/2012, 09:51
Evangeline Frederick

Lady Marion resultaba ser bastante más cortés que Georgina, así que aunque la opinión de Eva seguía siendo la misma -mujeres de clase baja venidas demasiado a más por obra y gracia de su amadísimo padre-, se esforzaba en devolverle la misma amabilidad y cortesía. Se ha dicho ya que el carácter de Eva era extraordinariamente plácido y gentil, e iba en contra de su naturaleza obcecarse en el rencor y señalar defectos ajenos.

- Mil gracias -sonrió con dulzura a su madrastra-. Vuestros halagos son muy considerados.

El comentario de su padre sobre Georgina, aunque certero, le pareció algo impropio. Era evidente que no estaba de particular buen humor, quizá le preocupaban las noticias.  Satisfacer su petición ("Toca algo de Mozart") quizá le tranquilizase.

- Por supuesto, padre -asintió, feliz. El piano, su padre, el sol filtrándose por la ventana y arrancando destellos dorados al mobiliario... se anticipaba un día grato. Mientras tocaba, no obstante, se preguntó si lady Marion aceptaría el pie de discusión que su padre había iniciado y respondería algún comentario mordaz sobre la infantilidad de las gemelas en contraste con la independencia de Georgina.

Dios bendito, esa niña tenía ya casi 20 años. ¿Es que pensaba estar en casa para siempre, incordiándoles? Sí, claro; estaba amargadísima. En cierto modo era comprensible, padre se había casado con su madre con el único objetivo de proveer a las gemelas de una buena dote, así que es de suponer que estaría metiendo mano en los negocios al menos lo suficiente como para apartar generosas cantidades de libras con ese objetivo. 

Georgina le daba lástima. Amargada, sola, triste, feúca, inculta, incivilizada. Con un mono por compañía y el criquet por única capacidad. No obstante, la joven había rechazado todo intento de acercamiento. Evangeline no se daba cuenta de que sus intentos de estrechar lazos, marcados por la fuerte conciencia de clase, se parecían más a limosna emocional que a verdadera empatía; y que por eso quizá Georgina los había rechazado de pleno. Eva era una muchacha dulce y considerada, pero siempre ha habido clases y tampoco, a sus dieciséis años, era capaz de darse cuenta de lo desagradable que puede ser la suficiencia con que cualquier joven noble es capaz de tratar a las clases inferiores.

Ahora mismo daba igual, de todos modos. Mientras Mozart inunde el aire, Georgina no tiene relevancia. Eva esboza una sonrisa pensando en las clases de piano que Kate ha obviado y permite que corcheas y semicorcheas se materialicen en el aire.

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06/12/2012, 15:46
Katherine Connor

Katherine se sintiò sonrojar cuando Ashton le dio la mano para ayudarla y dedicando una sonrisa a ambos, le dio las gracias al joven. Mientras se sacudìa un poco la ropa y terminaba de levantarse, se sujetaba de la mano de Susan.

-Gracias, señor Lawrence...

Iba a decirle algo a su amiga cuando puso la vista en los recièn llegados. Se vio un tanto sorprendida, no esperaban visitas y menos unas tan singulares. Se quedò de pie, observando a su hermanastra dirigirse a aquel hombre con tanta familiaridad, evidentemente, se conocìan y muy bien y tambièn, evidentemente, Georgina era otra persona. Incluso la vio sonreìr, casi que no se lo podìa creer. Cuando se lo contara a Evangeline, esta no lo creerìa.

Un hombre pelirrojo se acercò a ella y le entregò aquel presente, Katherine no estaba muy acostumbrada a esas cosas, claro que no lo conocìa y se le hacìa un poco fuera de lugar que mencionara su crecimiento, vamos, que no le hacìa gracia alguna pero hizo una leve reverencia con la cabeza y tomò el pañuelo que era en verdad hermoso.

-Muchas gracias, señor Templeton... Creo que deberìamos pasar, asì puede saludar a mi padre.

Le hizo una seña para que la siguiera y con un gesto hizo saber a sus amigos que volverìa. Poco le importaba lo que Georgina hiciera con el hombre aquel, como bien poco le habìa importado siempre.

-Por aquì, por favor...

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06/12/2012, 17:54
John Connor

Colcherstershire se alza majestuoso ante Connor. El tiempo parece haber pasado bien por él mucho mejor que en hombres jóvenes más jovenes que él. La guerra parece hacer más mella en la carne que en la piedra. El sonido de los cascos de su montura se hace más notoria al acceder al patio. El saludo a la bandera no pasa desapercibido para él y con orgullo se une. Después, se baja de su caballo y entrega la riendas a un soldado. - Soldado, lleva el caballo a las cuadras y deja mis pertrechos en consigna - Se retira la capa de viaje que acumula cierto polvo y lo deja sobre la silla de montar. De su equipaje, extrae un documento y ve partir al soldado con su animal.

Los ojos de Connor localizan un rostro al que no veía desde hace años. Se trata de Strafford, combatieron juntos en España, donde demostró ser muy eficiente. Encamina sus pasos hacia él. Probablemente no le recuerde, pero Connor sí que recuerda que su temperamento era algo a tener en cuenta. Al llegar casi a su altura, percibe que Narcisus porta en su casaca el rango de Capitán. Desde luego lo habrá conseguido por méritos, piensa John. Al alcanzar su altura y por ostentar su mismo rango, Connor se cuadra y saluda con aire marcial. - Buenos días. Soy el Capitán John Connor. Busco al Coronel Markington para ofrecer mis servicios, tal como se solicita en este documento. ¿Podría indicarme dónde encontrale? -

Connor espera una respuesta. Es conocedor que los recelos a los recién llegados pueden ser desagradables si no se sabe encajar bien al principio. Mantiene su postura tratando de mostrar una imagen de buena disponibilidad hacia las normas.

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06/12/2012, 18:24
Director

Notas de juego

Reconoces a John, aunque está algo cambiado. El coronel está donde suele por las mañanas, en el edificio del puesto de mando, donde tiene su habitación y despacho. Es el edificio principal que está justo al fondo del patio de armas según se entra por la puerta principal.