Partida Rol por web

Este es el mayor secreto de la guerra: La amenaza de la fuerza bien manejada funciona a menudo también como la propia fuerza. El segundo mayor secreto es que un farol fallido es mucho más desastroso que una batalla perdida.

- Fazhu el Unificador, "Doctrinas Secretas"

Llevais casi una semana de marcha rápida hacia la frontera. Apenas habéis descansado y vuestros compañeros están casi exhaustos, pero el capitán Johan ha dado orden de forzar el ritmo, y sus órdenes se obedecen.

Las últimas noticias que se han recibido del frente eran bastante alarmantes. Al parecer los Truil han vencido varias escaramuzas seguidas contra vuestro ejército. Eso no es tan raro, si siempre venciéseis al enemigo hace tiempo que Uldholm habría conquistado todo Heluso. Lo realmente extraño es que ninguno de los hechiceros haya reportado esas derrotas al Consejo. Las malas nuevas llegaron por boca de una soldado de caballería, que no supo explicar por qué los alados conjuradores no habían vuelto a Uldnacht.

Vuestra compañía partió enseguida hacia la vanguardia, para reforzar las zonas fronterizas debilitadas por esas derrotas. El capitán Johan se ha mostrado inflexible a la hora de avanzar, y no ha tenido ninguna consideración con los dos nuevos reclutas: Alex, un aprendiz danzante de fuego, hijo de una hechicera de esa misma escuela y un experto en infiltración del gremio de los soldados. Y Diana, una mujer centauro Dindavara que apareció en la ciudad.

Muchos le han criticado por esos dos reclutas. Al fin y al cabo son una extranjera y un joven sin experiencia, pero todos callan ante la severa mirada del capitán.

- Idiotas - dijo a los últimos que fueron a importunarle con el tema, - si no sabéis ver el talento fuera de nuestros muros, es que estáis tan ciegos como un Milondense borracho. Ambos son hechiceros y la mujer caballo obviamente sabe manejar ese arco que lleva. Imaginad la sorpresa de nuestros enemigos cuando vean a un centauro cargar junto a nuestra caballería. Sólo por ver las caras de esos Truil merece la pena que nos acompañe una extranjera.

Eso fue hace cinco días. Pero desde entonces todo el mundo ha estado demasiado cansado por el ritmo impuesto como para protestar. Diana ha hecho buenas migas con las jinetes de la caballería Uld, que se han mostrado intrigadas por su fisionomía. Alex se ha movido entre los hechiceros del batallón y el resto de los soldados, aprovechando las enseñanzas de sus dos progenitores.

Por fin, llega la noche y el capitán Johan ordena parar y preparar el campamento. Los danzantes de fuego se encargan de encender las hogueras con sus bailes, mientras que el resto monta las tiendas de campaña. Mientras cenáis en un corro alrededor de la hoguera, el capitán se adelanta y empieza a hablar.

- Señores. He de agradecerles su esfuerzo para llegar hasta aquí en un tiempo record. - El pelotón de soldados a vuestro alrededor comienza a vociferar, enardecidos por su capitán, orgullosos, pese al cansancio, del trabajo realizado. Johan levanta las manos, pidiendo silencio. - Sin embargo, aún debo pedirles un poco más. Estamos a menos de una jornada de la frontera, del lugar desde el que nos han reportado varias derrotas consecutivas. Eso significa que, como muy tarde dentro de dos días, nos encontraremos con nuestro enemigo y entraremos en combate. - con semblante serio, comienza a pasear de un lado a otro, recorriendo a todos sus hombres con la mirada. - Recuerden que esta vez no luchamos para aumentar nuestras tierras... Ese dudoso honor se lo dejamos a otros. Vamos a luchar para vengar a nuestros hermanos, caídos en la batalla. Vamos a luchar para proteger nuestras fronteras, a nuestros compatriotas. ¡Vamos a luchar para devolver a esos bárbaros Truil a sus Yermos y enseñarles que nunca, jamás, deben enfrentarse a Uldholm!

Su tono de voz va subiendo poco a poco y, cuando termina su arenga, los vítores de los soldados se alzan en un aullido tan ensordecedor que os hace dudar si la vanguardia Truil los habrá escuchado.

- ¡Sargento! - llama el capitán mientras se dirige a sentarse de nuevo entre sus hombres. - Es probable que los Truil hayan avanzado sus lineas y que mañana nos encontremos con ellos. Envíe exploradores para fijar su posición y refuerce las guardias durante la noche. No quiero ninguna sorpresa.

Los soldados terminan de cenar y se levantan para arreglar sus pertrechos. Unos se van a dormir, aprovechando para descansar del extenuante ritmo que marcó el capitán. Otros se juntan en pequeños grupos y hablan entre ellos, contándose pequeños trucos para prepararse para la inminente batalla. Los más desafortunados se dirigen al perímetro del campamento a comenzar sus guardias.

Vosotros os habéis quedado prácticamente solos junto a la hoguera central, aún algo incómodos entre un grupo de gente con el que no tenéis demasiada confianza. Sorprendidos, veis cómo el capitán se acerca a vosotros.

- Así que vosotros dos sois mis nuevos reclutas. Siento no haber podido hablar con vosotros en los últimos días, pero el viaje era nuestra máxima prioridad y no nos ha quedado mucho tiempo para cháchara.

Se sienta a vuestro lado y os recorre con una mirada aguda, como si os estuviese estudiando. Aparta la mirada un instante antes de que os haga sentir incómodos.

- Me gusta conocer a todos mis soldados, pero no ha habido ninguna ocasión hasta ahora. - Mira hacia Alex - ¿Eres el hijo de Robb, no? Serví con él hace años... Un buen hombre, hábil como pocos con los cuchillos. Oí que se había casado con una hechicera, eso explica por qué tú viniste de ese Gremio. Sí, el ejército de Uldholm necesitaría más hombres como él.

- Y tú debes de ser Diana Atalaya - dice volviéndose a la centaura - ¡Jaja! No te sorprendas de que sepa tu nombre. Como has visto no hay muchos hechiceros equinos en nuestras tropas, así que es normal que destaques por aquí. - le miras inquisitivamente, sorprendida por su referencia a tu escuela de magia - No, yo no soy uno de esos ignorantes que creen que naciste centauro, y es cierto de que pedí expresamente que te asignasen a mi mando. "El ejército que domine la caballería y la hechicería controlará el mundo", decía mi padre. Nosotros somos expertos en una de las dos ramas, pero la Unidad Equina es lo más próximo que conozco a combinarlas ambas.

Se para un momento y le da un trago a una jarra de cerveza.

- Y bien, ¿no decís nada? ¿No estaréis intimidados por mi rango, verdad? ¿Cómo acabasteis en el ejército? ¿Qué esperais de la batalla que nos aguarda?

Despues de 5 largos dias caminando parecia que la atención no se fijaba en ambos, cosa que al menos para Alex le hacia sentir relativamente bien, pues claramente, estaba integrado en la tropa, su padre le habia enseñado bien todo lo que tenia que enseñarle, y por ello el chaval ya estaba listo para ir al ejercito, junto con las enseñanzas de su padre, un gran guerrero, y la magia de su madre, una gran hechicera, salio lo que algunos llamarian el hijo pródigo, que fue criado con gran cariño y ternura hasta llegar a ser alguien en la vida.

Y allí se encontraba, en las fronteras Truil, con muchisimas personas que desconocia y de las que por allí habia, al menos no por ahora podia identificar a su padre, cosa que le decia que en cierto modo ya habia crecido lo suficiente como para que fuese independiente en el campo de batalla.

No quiso encender los fuegos con los hechiceros, ni tampoco fue a explorar por hay con los demás exploradores, estaba demasiado verde, y por ello lo único que se le dió bien fue aquel gran vitoreo con el capitan Johan, un gran hombre.

Sin esperarselo, al menos no el se esperó que Johan se acercase a ellos, al primero que se dirijió fue a el. Al escuchar la pregunta asintió energicamente, sabiendo que su padre habia sido alguien, y que el debia de ser alguien tambien , pero no por el mismo camino que su progenitor.

Seguido de ello habló con la centaura, todo lo que decia era nuevo, y era música para sus oidos, realmente era una buena información que pudiese ser oida.

Osea...que realmente no nacen centauros, sino que se sintonizan como yo...já, que poco sabe la gente...

-Emh...bueno, pues mi padre me entrenó duramente durante bastante tiempo, me dijo que tenia madera de poder ser alguien y que me valdria por mi mismo en futuro próximo, tambien me dijo que me apuntaria al Ejercito cuando estubiese preparado...- se hizo de nuevo el silencio - como soy un poco novato en esto, creo que no voy a destacar el primer dia claramente, pero intentaré hacer lo que mejor y buenamente pueda.

Despues de hablar el, miró a la centaura con su ojo izquierdo, puesto que llevaba un parche en su otro ojo, segun su padre, mejoraba la punteria al disparar.
 

Diana escuchaba atentamente lo que hablaban Alex y el capitan, mientras descansaba de la larga caminata, miraba fijamente el fuego . Cuando termino Alex de hablar, Diana empezo:
-Yo... como ya sabras o supondras, vengo de Dinvadara, y me encontre la escuela equina, en la que me sintonice, aparte en la de el Ojo de la Muerte. Estuve viajando antes por todo Reign, pero nunca habia estado en Uldnatch, al que fui para buscar trabajo. Y aqui estoy ahora-se quedo callada durante unos segundos, para añadir-Creo que lo hare bastante bien, pero no lo suficiente. Aunque no lo sabremos hasta mañana-dicho esto, sonrio, y se preparo a escuchar que diria Alex o el capitan.

- Vaya, vaya... Parece que me he encontrado con los dos primeros hechiceros modestos de todo Heluso. ¡Maldita sea, Alex! Si tu padre te animó para unirte al ejército, estoy seguro de que estás sobradamente preparado para ello.

- ¡Y tú, Diana! ¡El Ojo de la Muerte, nada menos! Si en la batalla demuestras la mitad del valor que tuviste para intentar alistarte en nuestro ejército siendo de Dindavara, los Truil saldrán huyendo sólo con verte. ¡Por todos los dioses de los dos continentes! El sargento que te alistó no sabía si encerrarte por espía o echarte directamente a la calle. Pero yo tengo buen ojo con la gente, y a fé mía que cada vez estoy más seguro de haber acertado... ¡El Ojo de la Muerte!

Diciendo esto, se levanta con una sonrisa y os vuelve a mirar.

- Bueno, reclutas. Tengo una batalla que preparar y estos viejos huesos necesitan algo de descanso. Asegúrense de que sus superiores les asignan un buen puesto para mañana, y no se preocupen, lo harán bien.

Se dirige a su tienda, donde el teniente de exploradores acaba de llegar. Tras hacerse un saludo militar, ambos entran en la tienda de mando, dejandoos junto al fuego.

-Bueno...no se que decir señor... - susurro un tanto timido, debido a que era su primera vez en batalla, sabía que lo haria bien, pero tenia la sensación de que algo le podia salir mal en todo momento.

Era realmente de noche, y solo estaban siendo alimentados por la luz de la hoguera, Johan, despues de haber dicho eso se fue como buen hombre de combate a hacer sus obligaciones, dejando a Diana y a Alex solos.

-¿Como es la vida en Dindavara? - dijo girandose y preguntandole a Diana, deseando saber en detalle comoera una vida interna en aquella Ciudad de los forjadores -¿Es verdad que casi todo el mundo sabe forjar?

Aunque habia leido mucho no sabia como eran las demas convivencias, puesto que los libros de su biblioteca eran muy pocos y eran mas sobre medicina que sobre otras cosas, aunque eso era una buena ventaja en frente a otras personas, pero queria decir aquello que no sabia muchas cosas que otras personas si sabian con certeza.

-Si, pero no todo el mundo-le contesto.-Por ejemplo, yo no la se forjar, ya que suelen ser los hombres los que saben. Ademas, en Dinvadara solo los nobles pueden llevar armas, pero no todos obedecen esa ley. En Dinvadara la mayoria se dedica a la agricultura y a la costura, que luego vendemos o cambiamos a los nobles...¿Y como es la vida en Uldhom?

Diana tendio las manos al fuego mientras esperaba la respuesta de Alex.

-Ahm...pues es algo bueno de saber, en Uldhom todo el mundo que pueda lleva armas si quiere claro, y bueno, todo esta hecho por gremios, parece que si no eres de un gremio no eres nadie...y hay muchos tipos de gremios, mercaderes, hechiceros y...muchos más, yo pertenezco al de los hechiceros, mas concretamente a los danzantes de fuego...Uldhom no esta nada mal, no hay ni ricos ni pobres, bueno, ricos y pobres si que hay,pero no hay nobleza.

Le dijo sinceramente, puesto que era su aliada, no pasaria nada si se lo contaba.

Diana se levanto, y le dijo:

-Se esta haciendo tarde, y habra que estar mañana bien despiertos para la batalla, por lo que... buenas noches y suerte.

Diana se metio en su tienda de campaña, y se preparo para el dia siguiente.

Despues de eso Alex miró a Diana, que se fue y el se quedó en la hoguera, mientras todo el mundo dormia, bostezó y prefirió no dormir, sino todo lo contrario, cojió su arco en su pequeña tienda y se fue un poco más alejado, practicando la punteria con este para afinar un poco lo que iba siendo el disparar, primero se preparo sin flechas, cojiendo el arco, tensandolo y sujetando bien fuerte, despues cojio dos o tres flechas y comenzó a dispararlas al suelo, las cuales despues de disparadas fue a recoger, estubiesen rotas o no. Seguido de ello, cojió sus dos dagas, y tambien practicó con ellas, movimientos de clavar, retorcer y demas con ambas manos, hacia tiempo que no practicaba con las dagas, y mucho menos que se las clavaba a alguien.

Por último, cojio su látigo, el cual habia entrenado muy poco con el, en una escala comparativa con las demas armas, el látigo era el arma que raras veces habia utilizado.

Ahora era su momento, cojio este y empezó a moverlo un poco para calentar, y seguido de ello , probó por poner unos pocos objetos a una distancia media, e intentar cojerlos y atraparlos, y tambien intentando estirar el látigo para ver a la distancia a la que llegaba.

A continuación de ello, se puso a entrenar la danza, pero no una danza de convoque del fuego, sino una diferente, era un FlameDancer si, pero no por ello todas las danzas debian de servir para el fuego. Por último, utilizo sus sentidos interiores, para poder identificar las magias provinentes.

Terminas tus entrenamientos y te das cuenta de que estás mucho más cansado de lo que esperaban. Los cinco días de marchas forzadas desde Uldnacht a la frontera te están pasando factura. Por un momento te planteas seguir entrenando, pero recuerdas que mañana te espera una batalla en la que será mejor estar tan descansado como sea posible, así que te diriges a tu tienda y no tardas en quedarte dormido.

Despertais al amanecer con el sonido de una corneta. Acostumbrados ya al ritmo militar, os vestís a toda prisa y salís de la tienda. El capitán Johan está allí dando órdenes a todo el mundo para salir lo antes posible.

La compañía no tarda mucho en formar filas y pronto os ponéis en marcha. El nerviosismo generalizado es evidente y pronto se corre la noticia de que los exploradores han encontrado por fin al enemigo. Como el capitán había supuesto, han adelantado sus lineas desde los últimos ataques de los que habíais tenido noticias y esta misma tarde os encontraréis con ellos.

Seguís caminando y, al coronar una pequeña colina, el capitán da la orden de alto. Desde el terreno elevado veis que, algo más abajo, un grupo de Truil se preparan para la batalla.

- Caras Azules, - escuchais entre los soldados - esto no va a tardar en empezar.

Vuestros oficiales os llaman rápidamente. Diana va con los arqueros y Alex se junta con los hechiceros. Ambos recibís órdenes similares, mantener la posición, puesto que estáis en terreno ventajoso y hostigar al enemigo desde la distancia.

Rápidamente tomáis posiciones. Los alados hechiceros de las Alas de las Palabras levantan el vuelo para mantenerse a distancia, muchos de ellos lanzando sortilegios para protegerse de ataques a distancia. Los Danzantes de Fuego empiezan su baile para preparar sus conjuros mientras los piqueros se preparan para una carga de caballería y los arqueros clavan varias flechas en el suelo junto a ellos para poder cargarlas más rápidamente.

Momentos antes de que suene la corneta alex abre los ojos lentamente y piensa "Veras tu..." seguido de ello la esucha, y rapidamente se levanta de su cama o lo que fuese en lo que dormia. Cojió su parche y se lo ató al ojo, con una de sus manos cojió tambien el arco que llevaba siempre a su lado y apuntó, viendo que estaba todo en buen estado.

Cojo unas mudas de recambio y se las puso, principalmente se equipó con unas mallas marrones(diferentes a las mallas de combate,claro) desde sus pies hasta su cintura, no se sabia si pasaria frio o no. A continación fue su camisa de malla(esta si es de combate), en la que pudo notar levemente su peso, por siguiente se equipó con un pantalón Imperial el cual habia recortado el mismo hasta llegar a un poco más de sus muslos, que obviamente era de color negro.

Se puso las botas habituales que usaba para cazar y matar y que no le dificultaban el andar ni mucho menos. Una camisa imperial, que como no acompañada de una capa bastante pequeña y con poco vuelo, la que por fuera era negra y por dentro de un color rojizo, tal vez carmesí. Cojió sus dagas, las cuales puso en un cinto muy simple y su arco y carcaj a su espalda, su latigo, amarrado en el otro lado del cinto. Ya listo, salió de su pequeña tienda y se preparó para ir con sus compañeros a desfilar, desde ya por la mañana intento buscar a su amiga la Centaura, pero no daba rastro de ella por lo que siguió avanzando con el pelotón, al llegar pudo ver a los Truil que empezaban a avanzar, como si quisiesen atacarles por desprevenido o algo por el estilo. Despues de unos pocos murmullos sintió como sus compañeros de equipo de hechiceros le llamaban, el joven asistió con estos, ya habia escojido arma principal por hoy, su magia.

Los compañeros de alex siempre eran mayor que el, aunque ello no queria decir que no desconfiasen de el, ni mucho menos, estaba tan integrado como cualquier otro. Pronto los primeros se pusieron a danzar, seguido de otros, y de otros, así hasta el turno de alex, habia visto como todos se preparaban, pero la única persona en la que podía pensar era en Diana, le gustaria reunirse con ella despues o durante la batalla, puesto que era la única persona con la que habia entablado una buena relación el dia pasado.

Alex, comenzó a bailar, poco a poco fue volviendo a coger el ritmo, ya que en varios dias por no decir semanas no habia vuelto a danzar.