Partida Rol por web

Los gritos indignados de la gente atraen a uno de los guardias de la puerta. Vestido con una coraza con el escudo de la ciudad grabado y armado con una alabarda se acerca a vosotros con paso firme. Su mirada severa os recorre de arriba a abajo, fijándose con disgusto en vuestro aspecto. Cubiertos por el polvo del camino y sucios y agotados por la larga marcha, caeis en la cuenta de que probablemente parezcáis unos indigentes. La expresión del guardia se endurece aún más al fijarse en los rasgos extranjeros de Diana.

- ¡Eh, vosotros! ¿No sabéis esperar vuestro turno como todo el mundo? ¡Volved al final de la cola si no queréis que os prohibamos el acceso a la ciudad!

Su voz seca tiene el tono de aquellos que acostumbran a ser obedecidos, pero su alabarda reposa sobre su hombro y no hace ningún gesto amenazador. Sencillamente parece esperar que se le haga caso.

Abres los ojos sobresaltada y el súbito resplandor se te clava en la retina como una aguja. Te duele la cabeza y la resaca es aún peor que ayer. Respirando profundamente, vuelves a separar los párpados lentamente, manteniéndolos entornados hasta que te empiezas a acostumbrar a la luz.

Estás en una lujosa habitación que no consigues reconocer. Las pinturas de las paredes denotan bastante buen gusto, al igual que los pocos adornos que puedes ver a simple vista. También es evidente la elevada posición económica del propietario de la habitación, tanto por la elegante manufactura de sus muebles como por sus caros materiales, desde el tocador de madera de ébano hasta las sábanas de seda...

¡Sábanas! La enorme cama está bastante deshecha y notas el tacto de la seda por todo tu cuerpo. No te hace falta mirar debajo de las sábanas para darte cuenta de que estás desnuda. Nerviosa, recorres de nuevo la habitación con la mirada buscando tu ropa... las ves delicadamente colocadas en el respaldo de una butaca. Ni Irina ni Stepjan parecen estar por ningún lado...

Después de unos primeros instantes de pánico Ilsa se levanta rápidamente agitando las alas hasta casi levantarse del suelo. Observa por la ventana el entorno tratando de averiguar si conoce su ubicación... luego se da cuenta de que está desnuda y recuerda algunas lecciones sobre la vida que le dió su madre hace ya algún tiempo. Azorada, caza su ropa y se viste torpemente.

¿Dónde está Irina cuando se la necesita? ¿Y dónde estoy yo? Dice en voz baja, entre nerviosa y asustada.

En un asalto de duda total que haría las delicias de algún filósofo abre algún armario o arcón de la habitación: ¿es de hombre o de mujer?

¡Ay Dioses, protegedme!

Después de vestirse, con el jaleo consecuente por los golpes de sus alas y los tropezones y tirones mientras se coloca las prendas, se prepara para salir al exterior. Perdido cualquier efecto de sorpresa, se plantea salir volando. En el último instante, un leve sentimiento de dignidad acompañado de uno mucho mayor de curiosidad felina le incitan a abrir la puerta. Así que adopta la postura más noble de la que es capaz despues de una noche de estas (que por suerte o por desgracia no es la primera), y sale con toda tranquilidad a tomar el desayuno...

Jadeante el chiquillo miró al guardia viendo como este los intentaba disuadir como a cualquier persona que se quisiese colar.

-¡Señor!¡Tenemos una gran información que dar!¡Los truil se acercan a Uldchant con rapidez y es cuestión de dias que lleguen!¡El capitán Johan ha muerto en batalla...! y otra mucha más gente valiente, nosotros dos hemos salidos vivos de milagro, por favor dejenos pasar...tenemos que informar a la demás gente...es cuestión de que sigamos vivos o no...- miró largamente al suelo, dejando a Diana que diese algun dato más, y que el Guardia, pudiese responder.

-Por favor...-dijo Diana. Todavia sentia cansancio por la dura carrera para llegar cuanto antes, y su lengua estaba reseca.-Si no llegamos a tiempo, toda esta gente-señalo a todos los mercaderes y gentes que habian ahi cerca.-moriran a manos de los Truil. Lo unico que podemos hacer para salvarlos es avisar a las tropas para que se preparen en las defensas de la ciudad.

 Le miro con ojos suplicantes, esperando a que le dejara pasar.

El guardia arquea las cejas mientras os mira con seriedad.

- ¿Os habéis vuelto locos? La frontera está a más de una semana de aquí y ningún ejército capaz de asediar la capital pasaría desapercibido a todas nuestras patrullas. ¡Anda! ¡Dejad de decir tonterías y de poner nerviosa a la gente y poneos a la cola!

Se da la vuelta en dirección a la puerta, caminando seriamente mientras le oís murmurar algo sobre "excusas originales" y "jóvenes de hoy en día".

-¡¿Que?!-su tono de voz iba en aumento, mostrando claramente su colera.-¡Nos acabamos de dejar la piel despues de la larga carrera que hemos hecho para avisar del peligro y habernos salvado de los Truil de puro milagro! ¿Y no nos va a dejar pasar? ¿Sabe que si no avisamos a tiempo todos -sobre todo tu- moriran a sus manos? ¿Solo por la culpa de un guardia que prefiere aprender de los errores cuando ya esta todo perdido?

La rabia empezaba a hablar en la boca de Diana, que saco discretamente su puñal para intimidar al guardia. Sabia que asi solo conseguiria llamar a los guardias que le arrastrarian, pero existia la posibilidad de que le llevaran a la comisaria, donde se tenia que reunir con el ejercito. O sino, podria al menos Alex colarse entre los guardias y entrar. Con voz amenazante y acercandole el puñal, le susurro:

-Dejenos pasar o ya vera...

Abres un armario y ves ropas de mujer, pero eso no te tranquiliza. Te vistes precipitadamente y con los nervios estás a punto de derribar un costoso jarrón de porcelana con un golpe de tu ala. Inspirando profundamente para serenarte antes de salir de la habitación, abres la puerta.

El resto de la casa tiene una decoración similar a la habitación que estás abandonando, cara pero con gusto. Miras a tu alrededor y ves unas escaleras que se dirigen a la planta inferior. Bajas por ellas y llegas a un recibidor con la enorme puerta de entrada, cuya decoración disipa toda posible duda que tuvieses sobre la localización de la casa. Obviamente, estás en los Barrios Centrales de Uldnacht.

Por un momento dudas si salir por la puerta principal o buscar la cocina, cuando una voz conocida se dirige a ti.

Tratando de templar los nervios, Ilsa se gira tranquilamente y con la sonrisa más fría de la que es capaz saluda a su interlocutor, mientras prepara su arte para protegerse.

Al menos estoy en los centrales.

Ilsa sigue recordando las consejas de su abuela. Por un momento siente la placentera sensación de la dulce absenta en sus labios, y la sonrisa se vuelve más sincera y peligrosa.

Ay dioses, a ver si Irina va a tener razón...

- ¡Buenos días, querida! - Zorya se acerca a ti, vestida con una bata de seda blanca que contrasta con su oscura melena. - Me alegro de verte despierta. Espero que hayas descansado.

Su radiante sonrisa parece totalmente sincera mientras te toma del brazo guiándote hasta una salita.

- Pero estarás muerta de hambre... Ven por aquí, tengo una cocinera estupenda que prepara unos pasteles exquisitos. Es una oficial del gremio de hosteleros, no te digo más. - Separa una de las sillas de la mesa, en la que hay dispuestos varios tipos de panes y pastelillos. Un momento después se acerca con una tetera y una taza de porcelana. - ¿Quieres un té?

-Shhh...-dijo alex bajando la mano de diana para calmarla - puede que este no nos crea, debemos entrar, hemos dado esquinazo a los Truil, si tenemos que esperar en la cola lo haremos, desde aqui fuera no podemos hacer nada...- todo esto lo dijo en un sururro, pues por supuesto a nadie más salvo ellos dos le incumbia el asunto de informar.

Cuando Diana saca el cuchillo se escucha un grito ahogado entre la multitud. El guardia se vuelve para encontrarse con la hoja del puñal alzándose hacia su garganta. Los músculos de su brazo se contraen al sujetar con más fuerza la alabarda y su mirada se endurece aún más. 

Otros de los guardias se acerca corriendo y se pone a su lado, señalandoos con la punta de su arma en posición de ataque, pero quedándose ligeramente retrasado por si a la centauro se le ocurre hacer alguna tontería con su compañero. Mientras se coloca, da un grito de alarma y escucháis el familiar sonido crujiente de una cuerda de arco tensándose en los torreones que flanquean la puerta de la muralla.

- No se te ocurra hacer ninguna tontería. Soltad vuestras armas y tumbaos boca abajo - dice el guradia que se acaba de acercar. - O poneos de rodillas - rectifica mirando a Diana.

El primer guardia intenta dar un paso hacia atrás, separándose del cuchillo y poniéndose a una distancia más cómoda para manejar su alabarda.

Ilsa no puede evitar cambiar su semblante durante unos segundos. Aturdida, con los ojos cerrados e incluso algo mareada se sienta en la silla. Después mira a Zorya un momento, sin comprender la pregunta misma.

Eh -dice al fin- no gracias, no soy amante del té -necesito un licor- pero agradecería una taza de café o chocolate. Después de otro buen rato, coge un pastel, y al fin reconoce:

-Creo que la fiesta de ayer nubló mi memoria... ¿sabes dónde están Irina y Stepjan? De repente recuerda la premura de la situación a la que se enfrentan: ¡hoy en es el Consejo, y yo estoy aquí pidiendo el desayuno! y añade: el Consejo comenzará sin nosotras. Debemos acudir a las casas gremiales cuanto antes. Las decisiones de hoy son vitales. Afirma, esta vez sin ninguna convicción. Toda la fuerza la dejó ayer en su discurso.

Al menos estoy en los centrales... Se vuelve a decir, mientras observa a la hermosa Zorya y las ideas de su madre y su abuela dejan por fin de revolotear como un hechicero novato. Pero podremos esperar un poco, ¿no es cierto?

-Demasiado tarde.-le susurra a su compañero cuando el otro guardia se acerca.

-¿Y que nos hareis (o donde nos llevareis) cuando os obedezcamos?-Diana seguia con el puñal en la mano, no cerca de los guardias, pero amenazante. Al contrario que el guardia, se acerco unos pasos mas (*). Cuando paso cerca de Alex, le volvio a susurrar:

-Preparate para lo que sea.

-La que has liado - dice alex mientras se arrodilla y se pone las manos en la cabeza, para ser puesto en cautela y ser confiscadas sus armas. Lo único que le quedaba era mirar al suelo y cerrar los ojos para poder sentirse un tanto más calmado.

Uno de los guardias saca una cuerda de su túnica y empieza a bordear a Alex sin disminuir su atención sobre la pareja. El primero mira a Diana, sereno pese a la proximidad de su cuchillo.

- De entrada, si obedeces como tu compañero, tal vez tengas alguna oportunidad de salir viva de aquí. - Pese a que estais muy cerca, demasiado para manejar con precisión su alabarda, ves como su puño se mantiene aferrado al mango del arma. Los arqueros en la puerta esperan un movimiento brusco o una señal para disparar a la dindavara.

Los gritos de los campesinos y comerciantes se escuchan en los alrededores, y la gente sale corriendo a vuestro alrededor, alejándose de la puerta y de la escena en general, en una muestra evidente de sentido común.