Partida Rol por web

Tras dos noches visitando las alcantarillas de la ciudad, a la mañana siguiente decides romper tu rutina habitual despertándote más tarde. El sueño ha resultado bastante reparador y la perspectiva de darte un baño hace que te levantes de buen humor.

Cuando al fin sales de tu habitación, ya hace al menos dos horas que empezó a clarear. Tratas de evitar a Kiba, pues no te encuentras con ánimos para enfrentarte a una nueva discusión. Es un día importante y prefieres tener la cabeza despejada. Bajas a la cocina, donde los sirvientes te saludan, extrañados por tu retraso. Allí te enteras de que Eric hace tiempo que salió de casa.

Tratas de no sacar conclusiones precipitadas sobre la ausencia de tu cuñado y desayunas a toda velocidad, preparándote para volver a casa de Ilsa antes de la nueva reunión de Gorgonae. Los padres de Alex dijeron que irían por allí esta mañana y el sargento Fiannar también pasará a tomar declaración. Repasando mentalmente los planes del día, sales de tu casa en dirección a la mansión Svetlan.

Hace ya un par de horas que empezó a clarear. Pese al cansancio acumulado del día anterior, el sueño no ha resultado tan reparador como hubierais deseado. El menor ruido os hacía saltar de la cama como si tuvieseis un resorte, alargando la mano hacia la empuñadura de vuestras armas para prepararos ante otro posible ataque.

Os levantáis con una sensación de cansancio y desánimo. Ilsa se cambia rápidamente de ropa y bajáis a la habitación de Irina. La mujer tiene mejor aspecto, y aunque sigue sin despertar, no sabríais decir si está inconsciente o dormida.

Desayunáis rápidamente y, mientras lo hacéis llaman a la puerta. Ilsa se queda sentada por un momento, hasta que parece recordar que sus sirvientes no están en condiciones de abrir ellos mismos y se levanta con un gesto compungido. Cuando abre la puerta, Biza está esperando, en pie entre dos guardias que han pasado la noche vigilando la casa.

Biza llega a la casa, y no le sorprende ver que sigue vigilada por varios de los guardias de la noche anterior. Tras saludarles calladamente, llama a la puerta. El aspecto de Ilsa da la impresión de no haber descansado demasiado y, al contrario de lo que es habitual, no haber tenido tiempo para arreglarse como acostumbra.

Mientras saluda a la maestra, veis cómo el Sargento Fiannar, el mismo jefe de la guardia que el día anterior había dirigido la investigación en la casa y la persecución del sospechoso, se acerca con paso rápido. A su lado camina una joven mujer.

- Buenos días, - saluda. Por su rostro podéis asegurar que tampoco ha dormido demasiado. - Les presento a la oficial Emma, del gremio de abogados. Nos ayudará a tomar declaración a los testigos. Si nos permite... - pregunta a Ilsa haciendo un ademán para ceder el paso a la chica.

Mientras Ilsa baja a abrir la puerta, Diana espera en la habitacion, aun tumbada, aprovechando los ultimos minutos antes de que tenga que levantarse, ya que sigue cansada. Oye las voces del Sargento que presenta a otra mujer, y resignada, se levanta y camina despacio sin apoyar su pata mala hacia la entrada. Comprueba que ademas del Sargento y la otra mujer esta Biza, y les saluda con la mano.

-¿Hay novedades sobre el sospechoso?-pregunta a los 3, aunque mira a Biza, ya que le habian dicho que era la que mas sabia sobre el asunto.

Ilsa observa durante unos segundos la situación y una idea se cruza por su mente tan rápido que las palabras prácticamente se componen en sus boca a medida que va improvisando su argumento:

-Los siento Sargento, pero Diana está enfebrilecida y no está en disposición de una declaración. Si me permite explicarme, lleva toda la noche insistiendo en esta pregunta, así que si no quiere escucharla una y otra vez hablando sobre "el sospechoso" tendrá que regresar en otro momento.-Dice tocando suavemente la grupa de la centaura -espera- Si lo desea avise a la doctora Margaret al respecto.

-Y ahora, si no le importa, sargento, desearía hablar con la dama Carkenna y con usted en el salón. Señora Emma, cuando sus servicios sean requeridos estoy seguro de que las autoridades tendrán a bien comunicarlo. Muchas gracias.

Y sin más deja la puerta entreabierta, con su alas ligeramente estiradas, en clara señal de que no va a permitir a cualquiera en la Casa Svletan.

El sargento eleva las cejas en un gesto de sorpresa.

- Sí me importa... - contesta, incómodo. - La señorita Emma colabora con la guardia de la ciudad y está aquí para darme soporte legal. Me temo que no tiene más opción que dejar que pase conmigo. Salvo que usted y todos los implicados quieran acompañarnos a uno de los cuarteles de la guardia.

Mira a Diana por encima de las alas de Ilsa, como si tratase de evaluar su estado de salud desde la distancia.

- El sospechoso hirió a varios de mis guardias y escapó por las alcatarillas, tal y como la señorita Carkenna había predicho. Sin embargo consiguió perdernos en los túneles de los barrios Medios.

Vuelve a mirar a Ilsa, con gesto severo.

- Y bien, maestra Svetlana. ¿Cuál es su decisión? Si quiere hablar en privado, me parece bien, mientras que Emma se quede esperando junto a la centauro... - Su tono de voz no ofrece muchas más alternativas.

Ilsa suspiró. No dejaban de sorprenderle estos guardianes tan entregados a las armas. Sus ansias de medrar normalmente nublaban su juicio, pero Fiannar parecía un especímen extraordinariamente entregado. Así que se dejó llevar.

Sargento Fiannar.-Dijo no sin cierto deleite. Le he expuesto los motivos por los que resulta del todo punto improcedente llevar a cabo este interrogatorio ahora. Quisiera recordarle los hechos acaecidos aquí: la Casa Svletan fue atacada y la guardia de la ciudad fue incapaz de ofrecer la seguridad adecuada que se espera para sus inquilinos. Ninguno de los aquí presentes participaron en la reyerta que causó heridas en sus tropas, por lo que si insiste en continuar con su actitud me veré obligada a recordarle que la Casa Svletan y el Gremio de Hechiceros tienen su propio equipo de abogados para estudiar la situación.

Además, ha desobedecido una recomendación directa que le indiqué, algo de lo que el Alto Consejo de Uldholm será puntualmente informado. Le recuerdo que esta centauro se encuentra bajo mi amparo en esta ciudad, y ante su evidente incapacidad y falta de discreción (no se ofenda señorita Emma),-dice dirigiendo la vista hacia ella apenas un instante- temo que sea necesario algo más que unas amenazas baratas para amedrentarme.

Adelante, -dijo, sin levantar la voz, pero con el tono más impertinente y provocativo que fue capaz de encontrar- ataque la casa de una Maestra del Gremio de Hechiceros. O vaya a llamar a algún superior para informarle de su fracaso tanto para proteger a los ciudadanos de Uldnacht como para atrapar a los criminales de la ciudad. Adelante,-repitió- hágalo simplemente porque fue incapaz de esperar a serenarse, hasta la tarde digamos.

Hizo una pequeña causa dramática y enarcó las cejas en señal de reprobación. La decisión es suya, Sargento.

Diana se queda unos pasos por detrás de Ilsa, al pie de las escaleras. Sin decir nada, casi aguantando la respiración, espera a ver la reacción del sargento.

El sargento aprieta los labios, a punto de responder a las provocaciones de la maestra hechicera. Sin embargo, una mano aparece sobre su hombro. Con voz delicada, la abogada retiene al guardia.

- No se preocupe, sargento Fiannar. Parece que es mi presencia lo que hace que la maestra reaccione así. - Se encoge de hombros. - Ya se sabe que los abogados no le caemos bien a las facciones más... radicales del gremio de Eruditos. - Añade con una sonrisa. - Usted puede tomar declaración a la testigo sin mi presencia, así que hágalo. Si es necesario, seguiremos con el procedimiento habitual en el cuartel.

Se vuelve hacia el interior de la casa e inclina ligeramente la cabeza en dirección a Ilsa. Su mirada pasa por encima de las alas de la hechicera buscando ver la reacción de Biza y de la centauro en el interior.

- Si me necesitan - dice sin que quede claro si se dirige a Ilsa, al guardia o a las mujeres en el interior de la mansión, - saben dónde encontrarme.

Se da la vuelta con delicadeza y se aleja de la casa con paso rápido y seguro, dejando al sargento malhumorado frente a la dueña de la casa. - ¿Y ahora? - pregunta el suboficial.

Ilsa, con una gélida sonrisa, deja paso al suboficial. Pero una vez dentro, con la puerta cerrada, comienza un ataque verbal contra el mismo sin ningún tipo de contención. Así que la emprende a gritos con el soldado:

-CREO HABER SIDO CLARA RESPECTO A LO DE INVOLUCRAR A MÁS GENTE EN ESTE ASUNTO, FIANNAR. ¿CREE QUE ESTO ES UN BURDEL DEL BARRIO BAJO?, QUE VOY A MONTAR AQUÍ, EN LA CASA DE MI FAMILIA, UN PEQUEÑO TRIBUNAL PARA SATISFACER SU EGO. ACASO LE DIJE QUE SE COMPORTARA CON PRUDENCIA PARA QUE AL DÍA SIGUIENTE, ¡A LA MAÑANA SIGUIENTE!, ME TRAIGA A CUALQUIERA A HUSMEAR POR AQUÍ. ES QUE NO ENTIENDE QUE NO ES A VOS A QUIEN PRETENDEN MATAR. MATAR. ¡¡M-A-T-A-R!! ¡¡Y QUE ESTA SITUACIÓN EXIGE SIGILO!! ¿DE VERDAD ES TAN ESTÚPIDO?

Después de este primer impulso en el que pone toda su rabia acumulada, tranquiliza un tanto su ánimo y su hospitalidad...

-Lo que necesito es que ofrezca unas mínimas garantías de seguridad, Fiannar. Por cierto, ¿han desayunado? Les ofrecería unos bollos, pero como mis sirvientes se debaten entre la vida y la muerte, temo que no pueda ser tan cortés. -Dice con evidente indignación al final. Ilsa había llegado a proyectar su sensación de fracaso respecto a todo lo que estaba sucediendo en la figura de Fiannar, y no tenía demasiada piedad, aunque sí demasiada lucidez respecto a su autoengaño.

Sin apartar la vista de Ilsa y el Sargento Fionnar, Diana escucho en silencio la discusion. Habia estado a punto de replicar y decir que no tenia fiebre, pero tras el gesto de Ilsa decidio callarse e intentar entender sus intenciones, sin ningun exito. No pudo reprimir un suspiro al oirle decir que al carecer de criados no traeria bollos, no solo porque tenia hambre, sino porque se preguntaba si alguna vez habia hecho algo sin ayuda de sus sirvientes.

No seas tan dura Ilsa. replicó Biza

Creo que no tienes en cuenta que el sargento intenta hacer su trabajo. Estaba detrás de Fiannar y al hablar ni siquiera miró a la Maestra Hechicera. Se limitó a reflexionar en voz alta. No había reproche en sus palabras ino tan solo un llamamiento a la calma.

El sargento se encara con la hechicera, con la ira floreciendo en su mirada. Sin embargo, las palabras de Biza parecen tranquilizarle.

- ¿Por qué cree que no están todos en la sala de guardia, maestra Svetlana? Le recuerdo que la extranjera no pertenece a ningún gremio, ni tiene derecho a acogerse a ningún tipo de trato especial. Así que le aconsejo que no vuelva a interferir en una investigación de la guardia salvo que quiera dormir en una prisión.

Se vuelve hacia Biza y Diana e inspira. - Le recuerdo que estamos todos en el mismo bando, maestra. Si hay un asesino en las calles, todos queremos encontrarle. - Sin esperar respuesta, se acerca a la centauro.

- Ahora, tienen que decirme exactamente qué ocurrió ayer y qué es lo que saben de ese asesino. - Mira a Biza. - ¿Cómo sabía que huiría por las alcantarillas? Dijo que se había enfrentado antes a él, ¿cuándo? - Se vuelve hacia la centauro. - Y usted, - pregunta con un tono más seco, - ¿qué ocurrió en esta casa? ¿Por qué está segura de que no se trata de un noble de tu nación?

Tropecé con él hace unas cuantas noches por casualidad en los callejones de la ciudad. se explicó

Todo fue demasiado extraño... escuché una fuerte explosión de hechicería y corrí hacia el origen. Fue cuando ví al asaltante por primera vez. No sabía muy bien lo que había sucedido. Lancé un hechizo cuando intentó atacarme. Le herí gravemente y lo vi huir por las alcantarillas. mintió Biza. No es que no quisiera dar explicaciones al sargento, pero si evitar que áquel le soltara alguna reprimenda por no haber acudido a las autoridades al ser testigo del ataque de Rhenar y Jezz.

No le dí demasiada importancia y los acontecimientos recientes me hicieron olvidar el asunto hasta ahora.

-¿Uso la magia?-pregunta cada vez mas sorprendida.-¿Uso la magia para realizar la explosion o para atacarte?

Ignorando deliberadamente las preguntas que el Sargento le habia formulado, Diana mira a Biza atonita, esperando su respuesta. Estaba empezando a dudar de que hablaran de la misma persona.

El sargento pone gesto de extrañeza y secunda la pregunta de Diana, no sin mirarla con claro gesto de no haber olvidado que aún no ha contestado a su pregunta.

- Un momento. Esa explosión de hechicería, ¿la causó el atacante? Es extraño, pues no utilizó ningún conjuro contra mis hombres anoche. - Afirma mirando a la centauro. - Y parece que tampoco en el asalto a la casa se sirvió de ningún tipo de magia.

De repente hace un gesto como si hubiera recordado algo.

- Dice que eso ocurrió "hace unas cuantas noches". ¿Podría decirme exactamente cuándo? - pregunta con el ceño fruncido, pensativo.

No, no, no. negó con la cabeza

No se quien usó la hechicería suficiente como para producir aquella explosión. No he dicho que fuera el atacante. Al escucharla fui corriendo y me topé con él. intentó despejar las dudas

-¿Le pudiste ver la cara? ¿Como era?-vuelve a preguntar  a Biza, viendo de reojo la mirada del Sargento e ignorandole por segunda vez. No pensaba hablar hasta que sus dudas fueran resueltas.

No Diana. No le ví la cara. respondió

Pero era el mismo que ha atacado esta casa. La quemadura... ¿Recuerdas que me hablaste de una terrible quemadura en su cabeza? Pues fui yo quien se la provocó. senetnció la hechicera y es que aquel dato no dejaba lugar a más dudas. Aún no entiendo como pudo sobrevivir a aquel ataque.

El sargento se queda pensativo un momento antes de asentir en dirección a Biza.

- Espero que alguien de la guardia sepa lo ocurrido aquella noche. No me gustaría que mis compañeros investigasen en vano - dice. Por su expresión podéis imaginar que tiene una seria sospecha sobre la noche en particular a la que se refiere la joven Carkenna. No es muy común que haya una confrontación en la que se noten "explosiones de hechicería".

Agita la cabeza. Al fin y al cabo no es ese asalto lo que ha venido a investigar. Con expresión severa, se vuelve hacia Diana.

- ¿Y bien? - pregunta con severidad. - ¿Va a contarnos ahora qué ocurrió anoche y qué es lo que sabe del asaltante? - El sargento desvía la mirada hacia Ilsa por un momento, como si esperase una interrupción de la maestra que lleva un tiempo escuchando sin decir nada.