Partida Rol por web

Sales de los Barrios Centrales y te diriges por una gran avenida hacia la Puerta Oeste de la cuidad. No muy lejos de la muralla, llegas al cuartel donde habían encerrado a Diana por primera vez y en el que la volvieron a encarcelar tras el asalto a tu casa "para su protección".

Entras en el cuartel y te encuentras con Eric e Irina. Por la cara aún enrojecida de tu sirvienta, supones que acaban de llegar. En ese momento te das cuenta de que la mujer lleva corriendo toda la tarde de lado a lado, primero en tu busca para acompañarte al hospital y luego a buscar al oficial. Te acercas a ella y le das permiso para retirarse a casa. Al fin y al cabo, esta noche es la reunión de Cerberus y sería conveniente que la pobre Irina descansase algo.

Eric deja de reprender a unos reclutas por su comportamiento y se acerca a saludarte.

- Buenas tardes, maestra - dice en tono formal. Nunca te tutea delante de sus hombres, pues es muy dado a mantener las formas. - Diana está en una de las celdas. Venga conmigo, por favor.

Abre una puerta al fondo del cuartel y entráis en un pequeño pasillo con varias celdas. En una de ellas se encuentra la centauro, con expresión de sorpresa al veros aparecer.

Al cabo de unos minutos, la puerta del cuartel se abre y un guardia la sujeta mientras deja pasar a una bella mujer alada. Para tu sorpresa, te das cuenta de que se trata de la mismísima maestra Svetlana. No puedes creer tu suerte cuando ves cómo se dirige a la celda en la que se encuentra Diana, seguida por el guardia, que camina erguido con su uniforme de oficial. Por las descripciones de tus hombres, imaginas que podría tratarse de Eric, aunque el rostro serio del hombre es lo bastante común como para que pueda pasar por cualquier descripción genérica.

El Rey Sombra dirige una mirada de reojo a la Maestra Lenguatormenta y su acompañante, mientras susurra unas palabras apresuradas a la mujer centauro:

- ¡Aprovecha ahora! - la incita - Si quieres comprar mi ayuda, háblale de mí...

Eric mira al pasar al preso que está hablando con Diana y frunce el ceño al escuchar sus palabras.

- Aquí está, maestra Svetlana - dice a Ilsa cuando llegan junto a la celda de la centauro.

Mira a la mujer al otro lado de los barrotes e inclina ligeramente la cabeza a modo de saludo. - Espero que te estén tratando bien, Diana - le dice con tono seco pero formal. - Al fin y al cabo, estás aquí por tu protección, no retenida por ningún delito. Supongo que ya te habrán informado de que se han retirado los cargos por los altercados producidos en la puerta.

Se echa ligeramente a un lado y se queda en silencio, esperando que sea Ilsa quien lleve la conversación.

Sin embargo, la centauro tiene otros planes en su cabeza.

- ¡No me están tratando bien! ¡Estoy encerrada! Exijo que me liberen inmediatamente...

Se queda un momento en silencio, como si supiera que está metiendo la pata.

- ¡No es justo! - añade. Y de alguna forma, no le falta razón, para variar. - Es a mi a quien atacaron y soy yo la que permanece entre rejas. Además, ¡ahora podré encontrar a mi asaltante! Mi amigo me ha dicho que me ayudará a localizarle - señala al hombre encerrado al otro lado del pasillo. - Es el Rey Sombra.

Eric se vuelve a mirar al tipo con pinta de pordiosero que está en el calabozo.

Con una florida y servil reverencia, el hombrecillo saluda a los recién llegados y se presenta:

- Saludos, nobles señores, no siempre se ve por aquí a una Maestra Lenguatormentas, menos aun una tan bella como Ilsa Svetlana – deja claro que ha sabido reconocerla – Mi nombre es Oligis Ledoma, pero se me conoce más frecuentemente por el apelativo de Rey Sombra… pues soy como una tenue neblina que se escurre por todos los rincones y sabe verlo y oírlo todo desde la más tenebrosa oscuridad… Cualquier secreto está a mi alcance… puedo acceder a cualquier información para quien sepa apreciar mis esfuerzos y recompensarlos adecuadamente…

Suena a discurso ensayado, pero lo cierto es que el fulano con pinta de sabandija parece el tipo de persona capaz de acceder a todo tipo de información en los barrios bajos de la Periferia… ¡Para venderla luego por un alto precio, sin duda!

Ilsa observa atenta, pausada y rigurosamente a Diana.

Sin mediar ni una sola palabra extiende su mano y antes de que Eric se quiera dar cuenta lanza un rayo a la celda. Su rostro se ilumina con un color rojizo durante un instante -un relámpago-. Ilsa extiende sus alas despacio, sintiendo el poder que fluye por su cuerpo.

-¿EXIGES?, ¿exiges? Tú has mentido y yo, YO, tuve que responder por ti. Eres una embustera, pero ya no tengo tiempo para estas cosas. Ahora me vas a decir por las buenas o por las malas todo lo que sabes y después decidiré si sigues con vida.

A continuación comienza a acumular la energía en su mano, a Ilsa Svletana le fascinan esos momentos en los que una extraña fuerza praeternatural se filtra entre sus dedos, en los que su mente se carga como un cuenco cargado en las fontanas de Uldholm, en los que se concentra la vida en un solo punto.

-Ah, -añade, girando el rostro hacia el otro preso- sí. Y después..., después..., estaré contigo "Oligis"-Sus ojos echan fuego y no parecen muy amistosos.

- Glups!

Es todo lo que acierta a exclamar el mezquino y ambicioso hombrecillo cuando la hechicera desata su poder...

Diana recula en su celda todo lo que su cuerpo equino le permite. Su rostro pasa de la indignación al miedo y, a penas un momento después, a la más cerril obstinación.

Sin embargo no es ella la primera en romper el silencio.

- ¡Ilsa! - La voz barítona del soldado retumba por toda la estancia. - ¿¡Te has vuelto loca!? Te recuerdo que estás aquí bajo mi responsabilidad, así que ten cuidado con lo que haces.

Mira fijamente a la maestra. Con sus alas extendidas la pose de la lenguatormentas es realmente impresionante, pero el soldado no parece dejarse amilanar lo más mínimo por ella.

- Entiendo que no ha sido el día más fácil para ti, con el funeral de Rowan y todo lo que está pasando - añade en tono conciliador - pero eso no justifica tu actuación.

Se vuelve hacia la centauro dentro de su jaula.

- Tú no pienses que hemos acabado contigo. Es cierto que estás aquí para tu propia protección, pero no es menos verdad que te has negado a decirnos la identidad de tu asaltante. Stepjan podría estar muerto por tratar de salvarte la vida y tú no haces nada por ayudarnos con todo este jaleo.

La expresión de Diana parece relajarse un momento. - Stepjan... ¿está bien? - pregunta casi tímidamente.

Sin embargo, no espera una respuesta para volver a fruncir el ceño.

- ¡No! No os metáis en mis asuntos. ¡Yo ya soy mayorcita para resolverlos!

El hombrecillo vestido de oscuro, en la celda adyacente a la de Diana, sonríe ladino y ladea perceptiblemente la cabeza, algo encogido tal vez por temor a la ira de la hechicera… pero pronto parece reunir el valor para empezar a hablar en un tono susurrante:

- Mi señora… como os he dicho, mi oficio es trapichear con información, siempre por un buen precio, pero por una vez, como ofrenda hacia vos, puedo ofreceros las respuestas que buscáis, como un regalo de buena fe, precursor de futuros negocios – hace una reverencia servil, buscando caer en gracia a la Maestra Lenguatormentas – Precisamente vuestra… mmm… ex-asociada Diana, acaba de reconocer ante mí que lo desconoce prácticamente todo acerca de su asaltante, salvo que se trata de un dindavaro como ella, llamado Mark y con el que tiene viejas cuentas pendientes – traiciona vilmente la confianza que había depositado antes en él la ingenua centauro – Pero no sabe ni cómo la ha localizado ni dónde puede encontrarlo… pues acaba de intentar contratar mis servicios para obtener precisamente toda esa información.

Les mira con una astuta sonrisa dibujada en su feo rostro, aún medio encogido, y continúa:

- Pero uno de los requisitos de mi peculiar trabajo es saber reconocer quién está en disposición de pagar por tu información… y quien no tiene nada valioso con que recompensar tus esfuerzos – ahora mira con desdén a la anonadada mujer centauro – Así que puestos a cumplir esa tarea, prefiero hacerlo para vos, mi bella señora… pero por favor – lloriquea – no volváis a lanzar uno de vuestros rayos en un recinto tan pequeño, cerrado y repleto de rejas metálicas, que podrían conducir la muerte a objetivos no deseados…

Permanece observándoles con expresión servil pero un brillo artero en los ojos.

Ilsa se gira hacia Eric pasmada... Será bobo, ¿pero se piensa que me la voy a cargar como a una yegua herida? Este Eric... de tan caballeresco... -piensa asqueada.

Después las palabras del gelatinoso Oligis comienzas a resultarle más interesante.

-Mark, ¿eh? - Dice mientras se gira hacia el "Esta zopenca ni tan siquiera fue capaz de darnos el nombre". Ilsa aún se piensa lo de abrasar a Diana, pero existen otras opciones. Reduce la intensidad de su Poder, ya rota por la torpeza del caballero.

-A ver, señor Oligis, su propuesta me parece interesante. Y, en efecto, yo y los míos saben recompensar a los que lo merecen. -Sonríe con renovada tranquilidad y extiende la mano para señalar la celda en la que se halla el Rey Sombra- Pero tal vez no habéis advertido que vos estáis al otro lado de esas rejas metálicas, mientras que yo estoy a este, y dudo que estéis ahí por gusto. Así que decidme, ¿qué hacéis ahí? No pienso hacerme cargo de otro parásito.

Dice Ilsa, sabiendo que en fondo, muy en el fondo, donde la superficie y el abismo se confunden, va a tener que tragarse esas palabras.

- ¿Qué por qué estoy en prisión preventiva? – dice con una sonrisa cínica – Oh, bueno, supongo que, como todos los presos del mundo, he sido acusado injustamente…

Resulta increíble su descaro, pero parece que aún no ha alcanzado sus límites:

- Pero no sufráis por mí, es una acusación menor, nada que el pago de una pequeña multa a la guardia no pueda solventar – se atreve a insinuar – Aunque ando algo escaso de efectivo en estos precisos momentos…

La desfachatez de este miserable hombrecillo es difícil de concebir. Pero quién algo quiere…

-Si no sois capaz de salir por vos mismo de aquí no podréis ofrecerme nada de interés. -Ilsa observa de arriba a abajo al bribón. -Si lo conseguís, venid mañana a verme a mi casa con la información y yo sabré recompensaros. No tengo a bien romper mis compromisos -dice con voz sibilante, endurecida, pensando en la desagradable percherona que tiene enfrente.

-Al medio día en la Mansión Svletana. Ahora, Diana, sugiero que medites, porque cuando regrese, no seré tan amable contigo.

Comenta en tono cortante, mientras se dirige a la salida.

El Rey Sombra espera a que la Maestra Svetlana y su acompañante hayan salido, les da un margen de tiempo razonable para estar seguro de que han abandonado el edificio, y avisa a voces a los guardias para comunicarles que desea pagar la fianza que le pondrá en libertad.

Fianza que en realidad, no es sino un soborno encubierto al guardia que le ha metido exactamente donde quería estar…

Y la verdad es que puede darse por satisfecho, las cosas se le han resistido un poco, pero al final han acabado saliendo exactamente tal como deseaba. Ahora tan solo tiene que localizar a ese dindavaro, el tal Mark, y acudir con la información a la mansión Svetlana.

La propietaria le ha invitado personalmente, dándole incluso la hora de la cita ¡Ja!

Al salir, dedica una mirada divertida a la lastimosa mujer equina, que seguirá aquí encerrada y le ofrece algunas palabras de consuelo:

- Espero que sepas darte cuenta de que acabo de impedir que te parta un rayo – susurra – Además, ahora voy a cumplir tu encargo y localizaré a tu amigo Mark… aunque se lo entregaré a quién paga mejor la información…

Nunca se sabe si puede volver a utilizarla, mejor dejar puertas abiertas. Los tontos inocentes son tan fáciles de volver a engatusar…

Salís de la zona de prisiones y Eric te acompaña a un pequeño despacho adyacente.

- ¿En qué estabas pensando, Ilsa? - pregunta con la puerta cerrada. - Sabes que no puedo permitir ese tipo de acciones en un cuartel. Sé que no querías hacer daño a Diana - dice sin demasiada convicción - pero no son formas de intentar amedrentarla.

Te hace un gesto para que te sientes un momento.

- ¿Qué opinas de ese Rey Sombra? No creo que nos podamos fiar de él, pero tal vez consigamos algo de información. La pregunta que se me ocurre es, ¿qué gana él con esto? - Niega con la cabeza. - Pondré a mis hombres a investigar.

Se queda pensativo un momento.

- Sobre Diana y ese tal Mark, Biza y yo teníamos un plan para atrapar al dindavara. El ataque a tu casa parecía algo personal y casi precipitado... Mañana por la tarde liberaremos a Ilsa y la seguiremos, esperando que su asaltante vuelva a hacer acto de presencia...

La centauro te mira con cara de decepción.

- ¡Maldito seas! ¡Me has traicionado! Ilsa nunca me hubiera atacado directamente... No con Eric aquí - añade con un atisbo de duda en su voz - pero tú les has dicho el nombre de Mark... ¡No tenías derecho!

Durante un rato, se retira al fondo de su celda, enfurruñada. Luego vuelve cuando aparentemente se le ha pasado parte del enfado.

- ¡Tienes que decirme dónde encotrar a Mark! ¡Yo he cumplido mi parte del trato! Te presenté a Ilsa y Eric... ¡No puedes vender la información al mejor postor! ¡Me lo debes a mi!

Por un momento casi te da pena, pues es evidente que no conoce nada del mundo en el que vive. Al parecer Diana sigue pensando que la gente en todas partes es igual que en su pequeña aldea de Dindavara.

-¡Eric! -Ilsa está cerca de alzar la voz, pero se contiene todo lo posible.-Has arruinado completamente que esa estúpida mujer-caballo nos dé información. Y creo que la situación empieza a exigir tomar medidas con gente que se niega a cooperar. ¿Los nuestros seguirán muriendo mientras nosotros mantenemos los remilgos, Erik? -Ilsa hace una larga pausa.

A veces me pregunto hasta dónde estaría dispuesto a llegar nuestro caballero.

Ilsa agita la cabeza, quizá disipando pensamientos molestos.

-Respecto a ese Rey Sombra... ya veremos la utilidad que nos pueda aportar. Ilsa se niega a depositar esperanza en alguien de esa naturaleza, pero lo cierto es que una persona como él puede ser de especial utilidad en estos momentos, sobre todo para localizar a la gente que Ilsa desea encontrar.

-Soltar a Diana me parece mala idea, y respecto a Biza, ya no sé muy bien qué esperar de ella. Es como si no fuera una sola, sino muchas personas al mismo tiempo, sucediéndose sin orden y con solo una cosa en común: su irracional odio hacia mi. -Dice con un atisbo de sensibilidad.

El soldado niega con la cabeza.

- Te equivocas, Biza. Sabes perfectamente que la centauro es suficientemente tozuda como para no decir nada que no quiera. De cualquier forma, si en algún momento tienes intención de usar tácticas similares con un prisionero, al menos consúltalo antes... Si para proteger Uldholm antes tenemos que destruir todos los ideales sobre los que pretendemos fundarlo, tal vez sea mejor dejarlo estar. - Una vez más, la rectitud moral del oficial se deja notar en sus palabras, aunque por su tono serio deja muy claro que abandonar no es una opción para él, aunque tampoco lo sea utilizar tácticas de intimidación.

- Sobre soltar a Diana, ahora mismo hay bastantes presiones legales sobre su estado. Al fin y al cabo, se han retirado los cargos por asalto y está aquí más por su protección que por haber cometido ningún delito. Si todo sale bien, es posible que capturemos al dindavara y nos ganemos a Diana para nuestra causa.

Parece ligeramente incómodo y no te pasa desapercibido que no hace ninguna mención a tu comentario sobre su cuñada.

- De cualquier forma, debemos irnos. La reunión de Cerberus debe estar a punto de empezar.

Abre la puerta del despacho donde estabais y te cede el paso. Salís del cuartel y, en un silencio incómodo, os dirigís a la casa de los Barrios Medios donde se celebrará la reunión.

La partida continúa en la escena siguiente:
La reunión de Cerberus