Partida Rol por web

Llegas a tu casa en la Periferia y la encuentras vacía. Aprovechas para descansar algo, pues esta noche vas a dedicarte a buscar información y mañana has quedado por la mañana con la maestra Svetlana. No puedes evitar pensar en ella. Todo un carácter, como demostró lanzando un rayo a la centauro, pero indudablemente hermosa. Por un momento lamentas la ausencia de Hannah, pero tienes cosas importantes que hacer.

Finalmente te levantas y cenas algo rápido. Ninguno de tus aprendices han vuelto aún, aunque ya les has utilizado bastante durante la jornada como para que sean capaces de obtener más información útil en los próximos días. Una pena, pero eso te obligará a ti a buscar por ti mismo, salvo que decidas utilizar los recursos del gremio, aunque no sabes cómo le sentaría eso al resto de maestros y, debido a tu carácter, no te faltan enemigos que puedan intentar aprovecharse de cualquier desliz que cometas.

Mientras terminas de prepararte una rápida comida, piensas cuál será tu siguiente paso. Es posible que ese dindavara enemigo de la centauro te lleve a tu objetivo, aunque también es probable que indagando por las calles puedas averiguar quién es lo suficientemente influyente en esta ciudad como para poder desafiar a tu gremio haciendo pasar el asesinato de un consejero por obra vuestra.

Oligis Ledoma lo tiene claro. Esta noche toca salir de caza. Irá bien para no perder el hábito.

Ahora toca localizar a ese triste sujeto de origen dindavara conocido como Mark y que por las razones que fueran, por otra parte absolutamente comprensibles, deseaba ajustar cuentas con aquella enervante mujer centauro…

Aunque mejor será tener buen cuidado, pues ese fulano no debe ser tampoco ningún angelito, bien que al menos por el momento no tiene datos que le indiquen que esté implicado en nada que vaya más allá de una venganza personal. Considera muy improbable que tenga nada que ver con el magnicidio que ha sufrido la ciudad por las mismas fechas…

El Maestro Ledoma dedica también unos instantes a cavilar sobre quiénes podrían tener la osadía de planear y cometer un asesinato de tal repercusión política, no sólo sin contar con el beneplácito gremial, sino además intentando implicar falsamente al mismísimo Gremio de Asesinos de Uldholm. Suena tan temerario que sin duda deben estar locos, pero asimismo han sido capaces de llevarlo a cabo pillándoles a todos por sorpresa y por tanto deben ser gente eficiente y poderosa. Un enemigo que merece respeto. Y ni un ápice de piedad.

Pero no cree que vaya a averiguar nada sobre ellos indagando por los canales usuales, seguro que han sabido cubrir perfectamente sus pasos en previsión de las indudables investigaciones subsiguientes… así que la prioridad sigue siendo acercarse a la Maestra Svetlana, ganarse su confianza e investigar su implicación en todo esto, pues con toda probabilidad nuestros enemigos son comunes y es muy probable que su entrevista con el difunto Consejero Rowan tuviese algo que ver con todo el asunto. También su grupo sufrió diversos atentados…

De forma que vamos a empezar por el más simple de todos. El que fue a por la yegua boba. Siempre que buscas a alguien, debes ponerte en su lugar para adivinar los pasos que ha dado y eso te conducirá directamente a su paradero. A ver, si yo fuera un mercenario dindavara que desea cobrarse venganza contra la odiosa protegida de una poderosa hechicera, intentaría actuar por sorpresa y luego desaparecería para evitar represalias… claro que la cosa no salió bien a la primera… y en estos momentos debe estar escondido en algún oscuro agujero, algún lugar de los bajos fondos donde no llame demasiado la atención un turbio extranjero de aspecto patibulario. Las fonduchas y tabernas de mala muerte de la Periferia son su ambiente. Su hábitat natural. No se atrevería a ir a ningún otro lugar.

Así que sólo hay que dejarse caer por allí y avisar a un par de soplones “freelance” de que me interesa localizar a un tal Mark el dindavara… y que les conviene ser discretos. Pago bien el éxito y no tolero el fracaso. Pero eso ya no tengo que explicárselo. Conocen al Rey Sombra.

Durante unas horas te mueves entre varios oscuros garitos de los bajos fondos en busca de información. Conoces estos lugares lo suficientemente bien como para no meterte en problemas y, lo que es aún más importante, los problemas de la Periferia te conocen lo suficientemente bien a ti como para no buscarte.

Discretamente, dejas caer el nombre de Mark el dindavara en algún lugar, pero a las pocas personas que parecen saber algo se les borra la sonrisa de la cara unos segundos después de escuchar el nombre. No importa lo bien que pague el Rey Sombra, ni los métodos que utilice con aquellos que fracasan en las misiones que les encomienda, nadie parece querer arriesgarse a dar respuesta a tu pregunta.

Finalmente encuentras a alguien lo suficientemente avaricioso (o lo suficientemente estúpido como para hablar contigo).

- Mark... De Dindavara... - pregunta mientras mira por encima del hombro. - ¿No sabes de quién estás hablando, verdad? - susurra antes de levantarse como tantos otros. Sin embargo reconoces el gesto de su cabeza, señalando el callejón detrás del local.

Preparado para lo peor, sales de la taberna y esperas unos minutos hasta que el soplón independiente aparece. Lo hace con las manos separadas del cuerpo, mostrándote las palmas para que veas que no tiene malas intenciones.

- La información será cara, amigo - dice cuando por fin llega a tu lado. - Si te cuento lo que sé tendré que irme de esta apestosa ciudad, así que más vale que hagas que merezca la pena.

Un destello avaricioso ilumina su mirada mientras espera tu respuesta.

Así que el pájaro que busco, sorprendentemente, tiene más peso del que esperaba. Igual no es un simple pichoncito pendenciero que tiene cuentas pendientes con la yegua boba, sino toda un ave rapaz y carroñera… Razón de más para encontrarlo y “presentarle mis respetos”.

Cuando alguien viene a comer a tu casa, a tu territorio, tienes que darle la adecuada bienvenida. Es una cuestión de pura cortesía.

Así que dedico una larga mirada cargada de significados al soplón y le susurro entre dientes:

- Me alegra enormemente haber encontrado por fin a alguien dispuesto a mostrarse comunicativo con los de arriba, los que manejan el cotarro de verdad – empiezo a instilar sutilmente el miedo en mi presa – Pero no puedo negar que me decepciona un poco comprobar tu estupidez, al pensar que tratas con gentes a quienes se puede exprimir para sacar tajada… por favor, hombre, creía que todo eso ya estaba superado hace mucho… – llega el momento de ponerse algo desagradable – Deberías saber que mi organización lo es todo, la vida y la muerte – extraigo una daga de la manga y dibujo el símbolo del Gremio de los Asesinos en la mugre de la pared del callejón – Y que si subsistes malviviendo con tus miserables trapicheos aquí en la Periferia de Uldholm es sólo porque nosotros lo permitimos – cuando acabo dejo que el brillo siniestro del filo reluzca en la semioscuridad –  Además, te recuerdo que de ese maldito dindavara tal vez se pueda huir, pero de mí y de los míos no… ¡Así que empieza a darme información útil... y reza para que me dé por satisfecho sólo con eso!

El hombre sonríe, no precisamente intimidado por tu intervención.

- ¡El dindavara! - exclama casi con una carcajada. - ¿¡A quién le importa ese pobre extranjero!? No... - dice reforzando su negación con la cabeza - no es el dindavara quién me preocupa, sino aquellos para los que trabaja.

Mira hacia atrás, por encima de su hombro, con cierta preocupación. Observa un momento vigilando que no haya nadie en los alrededores. Un movimiento reflejo, más por costumbre que por otra cosa, pues en esta zona de la Periferia hasta las paredes pueden tener oídos, como tú has comprobado en más de una ocasión.

- Dices que tu organización es vida y muerte, usurero - obviamente tu tapadera en los bajos fondos impide que este hombre sepa quién eres realmente, un maestro asesino - pero está claro que no sabes qué estás pidiendo. Si te doy un nombre y llega a malos oídos que he sido yo, será la muerte lo que me hagan desear. Dime, ¿qué es la vida si te arrebatan todo lo que tienes, todo lo que deseas?

De repente suelta una carcajada, que te hace pensar que el tipo está un poco loco. Pero, al fin y al cabo, es el único que se ha atrevido a hablar contigo a pesar de tu reputación. Sea quien sea a quien buscas, está claro que provoca más miedo que el Rey Sombra... Mucho más.

- Afortunadamente para ti, yo no tengo nada que perder... Pero el riesgo para mi salud y para mi vida es suficientemente alto como para que no me importen todos tus matones. Págame, lo suficiente como para largarme de esta ciudad y empezar una nueva vida en otro sitio... una buena vida. Dame ese oro y te diré lo que quieres saber.

Esto es lo que pasa cuando haces demasiado bien tu trabajo creándote una tapadera, ahora esta sabandija sólo cree ver al vulgar usurero con cuatro matones… y ni siquiera se ha parado a pensar en que un simple capo mafioso local no se atrevería nunca, al menos mientras estuviese en sus cabales, a amenazar a nadie empleando el símbolo del Gremio de los Asesinos de Uldholm. Con un rápido movimiento de la daga desdibujo las marcas en la pared…

Pero esto es lo que hay, el julay no me tiene miedo y la única forma de metérselo en el cuerpo es por las malas, empleando las artes de un ejecutor… por ejemplo inoculándole una dosis de veneno paralizante para luego ir desollándole lentamente, empezando por los pies y subiendo, mientras contempla horrorizado e indefenso, incapaz incluso de gritar… pero no, no será hoy, demasiado trabajo para alguien tan insignificante. Además tengo que acudir a una cita a medio día en la mansión de la Maestra Svetlana, no puedo perder el tiempo con juegos…

- De acuerdo, rata inmunda, pagaré tu precio – susurro con desgana – Pero más te vale que la información que proporcionas me compense, quiero saberlo todo de ese dindavara, pero también de sus amos en la sombra…

Sonríe, avaricioso.

- Bien, bien. Te diré todo lo que sé sobre ellos, pero antes - extiende la mano, esperando recoger una bolsa muy pesada y cargada de oro. Al fin y al cabo, la información no es barata, como estás a punto de descubrir.

No hay honor entre ladrones. Ni lealtad a la palabra dada. Y menos aún si viene de alguien tan rastrero y mezquino como Oligis Ledoma. De modo que cuando extrae la bolsa y muestra las monedas de oro que contiene, se asegura de dejar algunas, las más superficiales, bien impregnadas con su socorrido veneno paralizante. Sabe bien que es una práctica común el morder el oro para comprobar que quedan muescas y por tanto las monedas no son falsas.

Ahora sólo ha de apremiarle para que proporcione la información, luego fingir marcharse y seguirle en las sombras, dejando que celebre su buena fortuna y decida cerciorarse de que las monedas son tan buenas como prometían.

Vas a tener mucho más de lo que esperabas…

- Dime todo lo que quiero saber, maldita alimaña – dice tendiendo el saco de monedas…

El hombre sonríe mientras vacía el saquillo de oro, para cerciorarse de que toda la bolsa está llena de monedas. Por un momento temes que decida probar a marcarlas antes de darte la información que necesitas. Sin embargo, el brillo del metal a la tenue luz de una antorcha cercana es suficiente para convencerle.

- El dindavara es un don Nadie - te dice finalmente con una sonrisa. - Un plebeyo venido de alguna aldea de mala muerte en busca de algún tipo de venganza contra una centauro. - Impaciente, escuchas lo que ya sabías, que ese tal Mark es un enemigo de Diana, tu compañera entre las rejas del calabozo de la Puerta Oeste.

- Sin embargo, resulta que la mujer caballo tenía cierto interés para algún grupo local, pues se aloja en la casa de una hechicera que estaban investigando. - Por lo que escuchaste esta tarde, no es del todo correcto. Al parecer no es que Diana se "aloje" en casa de Ilsa, sino que estaba bajo custodia allí, por lo que dijo la maestra hechicera.

- No tardaron en contactar con ese tal Mark para darle la información que estaba buscando sobre la extranjera. Yo estaba en la misma taberna en la que se reunieron y lo oí todo... Un hombre enorme, con la frente tatuada y una espada inmensa fue quien se reunió con el dindavara. Lo más sorprendente es que no pidió nada a cambio de la información, - mira a su alrededor preocupado, como si las palabras que fuese a pronunciar pudieran atraer al mismísimo demonio, - tan sólo le dijo que le debería un favor a su señora Asc...

De repente se queda callado en medio de la frase y se tambalea. Te quedas pensando si el veneno le habrá hecho efecto, pero no ha entrado en contacto con ninguna mucosa que tú hayas visto. Te dispones a animarle a continuar cuando se abalanza sobre ti.

Saltas a un lado, utilizando tus técnicas para evitar el torpe golpe, pero no se trataba realmente de un ataque. Un cuchillo en la base de la nuca ha terminado con la vida del soplón antes de que pudiese terminar el nombre. Maldices mientras miras hacia el otro lado del callejón cuando un ruido en los tejados desvía tu atención. Un nuevo cuchillo vuela hacia ti, pero consigues echarte a un lado mietras ves cómo una figura embozada se escabuye entre las azoteas de las casas más próximas.

Le han pillado por sorpresa y eso es imperdonable. Por eso el susceptible Rey Sombra está tan profundamente ofendido. Y furioso, muy furioso, pero de esa manera fría e implacable que le caracteriza, esa que sólo se refleja en el brillo cruel de su mirada. Algo así no puede volver a pasar de ninguna manera. Además, alguien se lo va a pagar. Por mucho que corra saltando por los tejados. Porque, aunque tal vez no lo sepa, eliminando a su interrogado, su presa, ante sus mismas narices acaba de humillar a todo un Maestro del Gremio de los Asesinos… y no puede, no debe quedar constancia alguna de eso. Nunca, en ninguna parte.

Porque algo así nunca ha pasado.

Cuando divisa la figura embozada en las azoteas el maestro Ledoma se sumerge en las sombras e inicia la persecución sin preocuparse por nada más. Ni siquiera se para a recoger el saco de monedas que queda tendido en el oscuro y solitario callejón. Oligis es avaro y tacaño, como corresponde a cualquier maleante nacido y criado en la Periferia, pero por encima de todo es alguien ambicioso. La ambición ha marcado toda su existencia. Sin embargo la suya no es una pulsión que se satisfaga con la simple riqueza, él siempre ha ansiado el verdadero poder… y justo por eso, ahora mismo todo lo demás desaparece de su pensamiento, cuando empieza a perseguir, siempre oculto, a su escurridizo objetivo. Darle caza e interrogarle le podría dar la clave de todo lo que está pasando, de la secreta amenaza que se cierne sobre su mismo gremio, sobre todo Uldhom.

Y por tanto es la llave del futuro para el Rey Sombra.

El asesino corre por los tejados con agilidad mientras tú le sigues por las sombras de la calle. Pronto se hace evidente que conoce bien la zona y está acostumbrado a escabullirse por ella. Pese a los saltos que tiene que hacer de vez en cuando, te cuesta igualar su velocidad, en particular teniendo en cuenta la caótica distribución de los edificios de la Periferia que en ocasiones te obliga a rodear una casa que la figura consigue pasar en linea recta.

Sin embargo, a pesar de las carreras que te ves obligado a echar para mantener el ritmo, las horas de entrenamiento de tu gremio se hacen valer, pues el enmascarado no parece haberse dado cuenta de tu presencia y sin duda cree que te ocultaste para escapar en vez de seguirle.

Miras hacia la sombra una vez más y, a la luz de una antorcha, observas que la esbelta figura va perfectamente ataviada para su función, de forma no muy distinta a la que vuestros propios oficiales se equipan para hacer algún encargo de poca importancia.

De repente, en una zona un poco más alejada de las escasas luces de la noche, el encapuchado da un salto y no consigues ver dónde ha ido.

El Rey Sombra persigue a su objetivo con diligencia y fría determinación. Estos momentos son los que le hacen disfrutar realmente de su trabajo, le recuerdan que ésta es su verdadera vocación. No hay como dar caza a una presa... y tanto mejor cuando el objetivo supone un reto.

El tipo al que sigues es hábil y rápido. Demasiado como para ver cómo desaparece entre las sombras. Sin embargo, no sabe con quién se enfrenta, y no has llegado al puesto de maestro asesino por nada.

Aceleras y bordeas la casa, llegando a una pequeña plaza cerrada. El sitio perfecto para una emboscada, piensas casi instintivamente mientras miras a tu alrededor. Vacía. No sabes cómo, pero el asesino ha desaparecido. No suficientemente rápido, sin embargo. Justo cuando buscas rastros de una posible emboscada, ves cómo una puerta termina de cerrarse.

Sin acercarte de momento a la puerta, buscas con más detenimiento en el lugar. Llamarlo plaza es en realidad menospreciar a todas ellas, pues es poco más que un corral de tierra de forma trapezoidal. Sólo tiene una minúscula entrada desde la calle, en la que te encuentras tú, excepto, por supuesto, si saltas desde lo alto de las casas que la bordean como ha hecho el asesino. Hay cinco puertas más o menos destartaladas en el reducido espacio que ocupa el lugar y todas ellas parecen cerradas.

Sin embargo, no has escuchado ningún cerrojo bloqueando la puerta por la que se ha colado el enmascarado.

Podría haber muchas salidas alternativas de esa casucha en la que acaba de desaparecer su objetivo y no piensa darle oportunidad de escapar. Así que con el sigilo que le caracteriza, el Rey Sombra se aventura a cruzar el umbral del cochambroso edificio…

Con un gesto practicado miles de veces desenfunda sus dagas gemelas y se prepara para incapacitar a su presa con cualquier corte, aprovechando las trazas de la pasta de monkeydrop que aun embadurna el filo izquierdo.

Cuando lo tenga en su poder, llegará el momento de los interrogatorios suculentos… pero primero hay que cobrar la pieza. Y el Maestro Ledoma sabe que cualquier fallo puede ser el último que cometa, bien que es una regla que se aplica a todos los que entran en este juego.

Abres con cuidado, evitando que chirríen los oxidados goznes, y desenvainas tus dagas mientras observas el interior. Unas escaleras bajan desde la puerta, dirigiéndose directamente a lo que debe de ser el sótano de la casa. Cierras lentamente, impidiendo que la hoja de la puerta golpee bruscamente el marco, y escuchas con atención.

- ...acabé con... - está diciendo una voz masculina que no consigue ocultar un cierto tono de orgullo.

Un súbito chistido interrumpe la frase. Se hace el silencio y te quedas parado entre dos escalones, preparándote para atacar a cualquier posible asaltante. Sin embargo, no aparece ningún guardia por la puerta, sino que escuchas una voz femenina.

- Maestro Ledoma, por favor... pase.

Te quedas congelado, dudando. Maestro Ledoma. Nada en la voz indica que haya utilizado ese título a modo de halago. Pero eso significaría que, sea quien sea, no sólo sabe que estás allí y quién eres, sino que conoce la organización a la que perteneces y el rango que ocupas en ella.

Anonadado por el descubrimiento que acaba de hacer de que efectivamente existe una facción del Gremio de Asesinos que está detrás de todo esto, Oligis se pone en pié abandonando todo fútil intento de infiltración y desciende las escaleras con precaución.

Le han detectado y reconocido nada más cruzar el umbral… y eso no es algo que esté al alcance de cualquiera. Sin embargo quienquiera que esté implicado parece haber escogido invitarle a una inesperada reunión en la que tiene mucho que escuchar. Luego ya veremos.

Con los sentidos mundanos y mágicos aguzados al máximo, el Rey Sombra enfunda las dagas, avanza y saluda:

- No esperaba encontrar aquí una recepción tan cordial…

Entras en un pequeño salón y ves a una mujer con el rostro embozado sentada frente a una mesa en uno de los laterales. Frente a ella, el enmascarado al que venías siguiendo se gira hacia ti. Ahora que te fijas más de cerca en su indumentaria, puedes ver que no se parece a la que utiliza tu gremio, sino que es el mismo jubón de cuero que usan tus aprendices, al igual que el que llevaba el sepulturero el otro día. Al lado de la mujer, un tipo con un traje oscuro y una espada larga envainada te vigila con precaución.

- ¡Oh! - dice la mujer con voz dulce. - Aún no sé si será cordial, ya veremos... De entrada, el que estés aquí significa que alguien ha fallado estrepitosamente - se vuelve hacia el hombre que está en frente de ella y su mirada destila más veneno que tus dagas.

Adivinas una cínica sonrisa bajo la máscara cuando se gira hacia ti.

- Pero no me he presentado. Como tal vez sepas... o estabas a punto de saber antes de que interviniéramos, mi nombre es Asceltis. - Asceltis. Tomas nota mental del nombre, pues alguien en tu gremio debe conocerlo. Recuerdas las últimas palabras del oportunista pícaro antes de morir. "Su señora Asc..." Por fin se ha completado el nombre. - Por lo que he oído, estabas buscando información sobre mi.

Señala la silla que se encuentra en frente de ella, al otro lado de la mesa.

La situación es inesperada, impensable, inconcebiblemente peligrosa… pero estimulante.

El Rey Sombra acepta la invitación a tomar asiento ante la mesa, pero invierte la silla con el respaldo hacia adelante para ganar más movilidad en caso de que acabase necesitándola… También hace una rápida inspección de la estancia valorando movimientos tácticos y estrategias de huída, pues sabe que aquí estaría luchando en inferioridad de condiciones, como mínimo de dos contra uno y su interlocutora parece muy peligrosa… bien que es muy consciente de que él tampoco es manco y su daga envenenada siempre es un as en la manga.

Sin embargo no permite que nada de lo que cruza fugazmente por su pensamiento se traduzca en su rostro y sonríe impertérrito mientras pregunta con cortesía:

- No creo que te sorprenda que el Gremio ordenase a uno de sus Maestros que investigase el asesinato del Consejero Rowan – comenta con fingida distensión – Habéis conseguido poner de los nervios a Peter Novak y acaparar la atención del mismísimo Sin Rostro… ¡estoy impresionado!

No sabe cuanta información impagable querrán proporcionarle antes de “la oferta” que sin duda vendrá a continuación. Y sinceramente, tampoco si la aceptará…

La mujer levanta las cejas bajo su embozo.

- ¡Novak! - exclama. - Bueno, suponía que en algún momento nuestras acciones llamarían la atención de vuestro Gremio - concede finalmente. - De hecho, no es la primera vez que alguno de vuestros aprendices trata de infiltrarse en nuestro grupo... - dice señalando al hombre al que habías perseguido o, más bien, a su indumentaria - e incluso el Sin Rostro puede ponerse nervioso con todo su halo de misterio.

Se reclina hacia atrás en su silla. Por un momento te parece demasiado arrogante, pero te fijas mejor en su posición y ves que su postura oculta un equilibrio inestable que le permitiría saltar en cualquier momento.

- Pero, ¿qué te lleva a pensar que tenemos algo que ver con el asesinato del Consejero? - pregunta. - Por lo que tengo entendido, esa muerte corre a cargo de vuestro Gremio, ¿no es así? Incluso tenía el símbolo de los asesinos grabado en el pecho.

Mira hacia su acompañante, que sigue en la misma postura que cuando llegaste, cruzado de brazos sin hacer el más mínimo movimiento, tan quieto que casi te habías olvidado de su presencia.