Partida Rol por web

El mercader carraspeo levemente para llamar la atención de sus nuevos empleados...

-Bien... como les iba diciendo su trabajo es sencillo, consiste en proteger una caravana de cinco carros desde Felling hasta la ciudad de Corvis situada en la frontera de Cygnar con la frontera de Piedra Sangrienta...

El comerciante saca un plano y marca las ciudades de de Felling y Corvis...

-Seguiremos el surco del Zarzal, es un camino peligroso, sobre todo los tramos que se adentran en el bosque del viudo... Es hogar de bandidos y criaturas... Mira de reojo al gobo que formaba parte del grupo mercenario. -Ademas de bastantes gobos del pantano. El mercader recoge el plano enrollándolo de nuevo y guardándolo con cuidado en una de sus bolsas y saca una pequeña bolsa bastante llena en el que se escucha el tintineo de las monedas. -Bien... En cuanto al pago por sus servicios... Dejando la bolsa sobre la mesa saca un papel y lo pone delante de los mercenarios. -El pago sera de 30 monedas de oro, se les pagará 5 monedas de oro a la aceptación de este contrato y se les pagaran 25 monedas de oro al llegar a la ciudad de Corvis. Conforme va hablando, va señalando en el papel cada termino del contrato, al finalizar les ofrece una pluma y tinta. -Firmad o haced una marca... Conforme los mercenarios van firmando el papel, el mercader saca cinco monedas de su bolsa y las entrega a cada mercenario. 

Una vez todo el proceso acabado el mercader recoge sus cosas y las guarda. -Bien, me llamo Gunner Wádok... Es un placer contar con vuestros servicios para este viaje. El hombre sonríe abiertamente y señala los cinco carromatos que están siendo cargados en estos momentos. -Los carros estarán listos en media hora, les recomiendo que se vayan preparando y conociendo un poco... El viaje durará entre cuatro o cinco días... Con un gesto Gunner se despide y se acerca a los trabajadores que cargan los carros mientras le grita que se den prisa...

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El Gremio de Comerciantes en Felling pagaba bien y eso era lo que importaba, no había preguntas incómodas, y si cumplías el trabajo, te asegurabas el próximo. Así que allí acudí, guiada por Týr.

Até a Moswen afuera, y me adentré en el lugar a la hora indicada. En silencio, con un gesto neutro, observo al mercader, examinando el mapa cuando hace las dos marcas, mientras escucho lo que va añadiendo.

Sin apartar los ojos del mapa, pensativa, espero a que los demás firmen mientras voy memorizando el camino. Frunzo el ceño, el surco del Zarzal, atraviesa una parte del Bosque Profundo, y parte del Bosque del Espino, son dos zonas  extremadamente peligrosas.

Cuando me toca unto mi dedo índice en la tinta y lo marco en el papel, sellando el trato, sin duda será una hazaña divertida, veamos si lo suficiente para abrirme las puertas del Valhalla, o quizás garantizarle más sangre a mi hacha.

Asiento, en silencio ante las cinco monedas de oro que se nos brindan, no soy una mujer de palabras, al menos no de buenas a primeras, el trabajo está claro así que sólo falta partir. Y mientras el mercader se va a gritarles a los mozos de carga, yo miro curiosa a los tres mercenarios que me acompañan, una mujer encapuchada, un trogloide y un gobo. Por la barba negra de Crom que esto tiene buena pinta.

- Yo soy Thyri.  - Me presento sin mucha palabrería, de forma seca y hosca.

Somos cuatro mercenarios, y un total de cinco carros, tenemos media hora antes de salir y yo ya lo llevo todo conmigo, así pues, busco algún lugar para sentarme mientras esperamos.

La joven aguardo y fue la segunda en firmar, siempre intentando quedar en un plano modesto. La verdad era que también se sentía algo insegura y prefería que otro tome la iniciativa. En este caso había sido esa mujer… Entre ella y los “bichos”, difícil decidir cuál era la compañía más extraña. Pero por lo menos parecían relajados y eso era de agradecer.

Los últimos meses no habían sido fáciles. Compaginar su entrenamiento solitario, con los pequeños trabajos de escolta entre Medioayuno y los pueblos vecinos, además de ayudar en lo posible a mama y Dora para establecerse en aquel lugar, le habían dejado exhausta. Poco dinero quedaba en su bolsa,  lo mismo que ánimos en su corazón. Necesitaba apartarse.

Este viaje había salido como una oportunidad perfecta. Había acudido esperando encontrar  a otra caravana para regresar, pero el tener la chance de ir en la dirección opuesta, expandir su área y aprender un poco más… Sonaba bien. Y las monedas adicionales nunca estaban de más.

Trazo un pequeño símbolo sobre el papel, una VB pegadas, y recibió las monedas, que pasaron a su bolso. Luego se volvió a los otros, saludando con un ligero cabeceo.

-Valea. +susurro. Seguidamente a sus presentaciones cerró el sobretodo, y salió en busca de su caballito, para engancharlo a la parte posterior de la última carreta. En lo posible prefería ir al final y si podía asegurarse ahora el lugar, mejor que mejor.

Mi viaje me iba a llevar a Corvis de todos modos, por tanto, que mejor manera de viajar que una en la que te paguen por ello. Al enterarme de que la caravana que se dirigia hacia aquel lugar necesitaba escolta y buscaba mercenarios me presenté. De todos modos era mejor que viajar solo. 

Me ajusté el sombrero y me encendí un puro mientras el patrón nos explicaba en que consistía el asunto. Las dos mujeres parecian fieras guerreras y el pequeñajo era todo un misterio. 

- Bendek Tirohecho. - Me presenté. - Pero todos me llaman Ben. - Firmé con las letras BEN y al lado una diana en cruz, simbolo de mi Kith. Tras lo cual recogí mi parte del dinero. 

- Y bien? Que mas podeis contar de vosotras? Si tenemos que trabajar juntos será mejor conocer un poco nuestras habilidades. Por mi parte, se me dan bastante bien las pistolas - dije, desenfundando mi arma en un gracil movimiento y mostrandola, para al poco volver a enfundarla. - y se algo de magia... - En este punto no sabia como reaccionarian. La mayoria de gente no le gusta nada la magia. 

-Si? magia de qué tipo? de la que huele a mora o de la que sabe a cúrcuma? de la que hierve antes que el agua o de la que precipita en lugar de cristalizar?

Una aguda y siseante voz salió desde detrás del altísimo troloide, al que apenas llegaba a la cintura, al que rodeó con dificultad, acercándose a la mesa. Se subió en una silla y tiró hacia sí del contrato, el cuál tras volver a leer un par de veces más, y una tercera, firmó el contrato quitándose los guantes despacito, mostrando unas verdosas manos con quemaduras amarillas, que tomaron la pluma y escribieron C H O K O, muy grande, dibujando en la última O una carita sonriente. Tras ello dejó caer unas gotas de tinta sobre un gran sello de oro que llevaba, demasiado grande para una criatura de su tamaño, y lo usó para marcar lo que parecía un triángulo en cuyo interior había el dibujo de un caldero en llamas.

-Mi nombre es Chokoranralokarag, pero podéis llamarme "Choko". Soy alquimista Aurum Ominus de la Orden del Crisol Dorado, aunque yo no soy ningún petulante, y ese grandilocuente título no encierra más que a alguien que tiene muchísimo que aprender sobre una ciencia cada vez más en expansión y que es imposible de abarcar por completo.

El trasgoide se bajó de la silla de un saltito tras recoger el dinero y los guantes, y se fue hacia una enorme mochila que había dejado en una esquina, que posiblemente las otras dos chicas pensaran que era del troloide. De la parte frontal podía separarse rápidamente una especie de caja de madera, la cuál tras accionar unos mecanismos laterales, desplegó unas patas y tras colocarla en el suelo, la abrió como si de un armario se tratase, en cuyas puertas se observaban mil artilugios y frascos, tras abrirlas se desplegó ante Choko, que estaba posiblemente siendo seguido por la mirada de más de uno, una balda gruesa con la superficie revestida de cerámica, manchada y con algunas marcas. Rápidamente cogió de una de las puertas un pequeño frasco del que había varios iguales, y virtió un par de gotas sobre el anillo, disolviendo la tinta de inmediato. Tras un par de soplidos, el anillo estaba impoluto y de una suave patada a la "mesa" por debajo, el laboratorio portátil se replegó sobre sí mismo, quedando junto a su mochila como si nada hubiera pasado. Choko guardó el dinero en uno de los bolsillos interiores de la mochila mientras hablaba:

-Soy un estudioso del arte de combinar elementos para conseguir diversos efectos, desde los mas inocuos como cambiar el color de tus manos a los más beligerantes como cambiar el color de tus manos sin que tu quieras, o perderlas, por ejemplo con polvo explosivo, el cuál aún no he conseguido tener el equipo necesario para sintetizar, pero que es muy divertido, seguro que nuestro compañero troloide, el señor Ben, lo sabe y puede dar un buen uso de él.

Hizo una pausa y miró el efecto que su broma había causado entre sus compañeros, no creía que las dos humanas entendieran el sutil humor gobo, así que añadió:

-Mas no os confundáis, soy un alquimista de combate al fin y al cabo, y tengo más de un truco bajo la manga para quitarme de encima a indeseables-Se tocó un par de veces la cazadora, la cuál resonó con el tintineo del cristal-confío en que llevemos bien organizada esta empresa, para lo que me necesitéis, llamadme, pero por favor, Choko lleva acentuada la hache, que si no es como mi padre.

El pequeño Gobo me dejó algo confuso al hablar del sabor y del olor de la magia, aunque luego entendí que tal vez se tratase de alguna broma. 

- De la que huele a pólvora. - Dije sonriendo. Di una calada al puro y lo sostuve en la mano mientras el trasgoide se dedicaba a hacer un despliegue de un laboratorio portatil para limpiar su anillo. Algo me decía que el gobo y yo nos llevariamos bien. Me reí de su broma, puesto que entendía los peligros de manejar mal la pólvora, o polvo explosivo, como él lo llamaba. 

- Es un placer Choko. - Le dije, dandole una suave palmada en la espalda, sin mucha fuerza, ya que temia hacerle daño siendo él tan pequeño y yo tan grande. - ¿Y vosotras? - Les pregunté a las mujeres. 

¿Ha dicho Valeria? ¿Valia? ¿Vala? a penas la he oido, sale por la puerta enseguida, Ben y Choko. Murmuro los nombres en voz alta, casi entre gruñidos, para retenerlos en la cabeza.

Pistolas y magia, una mujer huidiza y dos hombres charlatanes que manejan la magia, amén de que el pequeño Choko nos explicas sus bondades y excelencias, que espero le sean útiles a él, yo sólo confío en el acero y el hielo, el plomo tampoco merece mi confianza. Suspiro siguiendo con la mirada a la chica que sin decir nada más, ata su caballo a la última caravana.

De forma desenfadada dejo caer el hacha sobre la madera del suelo, clavándola un poco en ella. Miro a Bendek, que es el que ha preguntado por nuestras habilidades, y sonrío de medio lado.

- Mis habilidades son éstas, ella es Mjǫlnir y no le gusta la magia, ni el plomo - sonrío - porque suele lanzarse a por el primer enemigo y si hay magia y la encuentra de camino, no sabe qué efectos tendrá, la desconcierta y eso la cabrea, mucho. - Me encojo de hombros, no estoy bromeando, pero estoy aclarando las cosas, yo voy al cuerpo a cuerpo, y los pistoleros de gatillo fácil y los magos a veces no lo entienden, no quiero que me atraviese fuego amigo, ni magia alguna.

Alguien me contó una vez que Mjǫlnir significaba demoledor en no se qué idioma antiguo, y que yo le recordaba a aquella fuera primigenia, así que bauticé mi hacha con aquel extraño nombre. Bueno, a lo importante.

- Bien, ahora el asunto que nos ocupa, uno delante, uno detrás, y uno a cada lado para cubrir las caravanas, si os parece bien a todos – no estoy acostumbrad a trabajar en grupo, suelo organizarme mejor en solitario, pero para todo hay una primera vez. - La señorita Valeria - ¿era ese el nombre? - ya se ha quedado con el último puesto, si no os parece mal yo iré a uno de los lados, haremos dos paradas diarias, una a medio día y la otra para pasar la noche, si os parece bien.

Regreso en silencio tras dejar a buen recaudo su montura, y se recostó a la sombra de uno de los carros, observando a los curiosos compañeros que tocaban esta vez. La mención a la magia le hizo fruncir el ceño levemente, ya que todavía no había compartido con nadie que tuviera ese talento... de hecho, relegado solo a cuentos en su entender. Quizás merecería vigilancia. Aunque lo otro, eso lo comprendía muy bien.

El alquimista no encerraba ningún misterio, había tratado con varios durante su entrenamiento para conseguir materiales, y podía ser muy útil ciertamente.  Otro tanto podía decir de la guerrera, aunque su porte y el hecho de que no hubiese captado bien su nombre eran algo chocantes.

No deseaba interrumpirlos, pero era quizás mejor señalarlo ahora. Pudiera ser el primer trabajo de esta clase de aquella mujer y mejor explicarle antes que se llevara algun chasco que la enfadase.

-Usualmente las paradas las deciden los patrones, no nosotros,… aunque pueden ser más o menos en los tiempos que ha señalado, señora, salvo tengan prisa…+indico suavemente. Los apurados no paraban a mediodia, sino que comian sobre los carros. Inspiro un poco, juntando fuerza. +… y mi nombre es Valea. +repitió, ahora con más fuerza.

Se humedeció sus labios. Seguro también querían saber sus talentos, calcular que podían esperar de ella y con qué colaboraría. Con la mirada apartada abrió el sobretodo y enseño sus firmes piernas, aunque cubiertas con masculinos pantalones de cuero. Del cinto que sujetaba esa prenda, pendían un agudo estoque a la izquierda y una gruesa pistola militar en la derecha, ambos enfundados.

-Sobre cómo me defiendo... me gusta tener mis opciones abiertas. +dijo con sencillez.

Choko miró hacia arriba observando a su alta compañera humana dar indicaciones. Se notaba a la legua que se había adoptado el rol de líder de grupo porque no aceptaría ninguna posición superior a la suya. Por el gobo bien, nunca le había interesado el mandar a nadie, y si la humana era competente, mejor. 

El aún más alto troloide que le había puesto la mano encima le cayó en gracia, pues no estaba acostumbrado a recibir ninguna muestra de afecto, y menos tan rápido. Unido eso a las extrañas habilidades de Ben, sabía que podría aprender mucho de él. 

Aunque la que más le interesaba era la señorita Valea, no tenía del todo claro por qué, pero sabía que le sorprendería, y a Choko le encantan las sorpresas.

Observando la situación se sentó sobre su gran mochila y dijo:

-Por mi parte también me colocaré en el centro de la caravana, custodiando otro flanco, pues siendo realistas mis zancadas serán menores que las vuestras, así que preciso encontrarme en el punto más cercano a reforzar cualquier punto. Además, cocinaré un poco por el camino, y seguro que a la señorita Thyri y a su hacha de aleación carboférrica intolerante a la que otorgáis interesante inteligencia les encantará escuchar recetas, relatos, historias y canciones.

El extraño trasgoide que tan rápido y seguido hablaba se queda mirando el hacha de nombre nórdico, aunque no Khadorano

Interesante, ¿provendrá ese nombre de una cultura anterior a la llegada de los Orgoth?....y más interesante..¿cuántas libras de azufre enriquecido harían falta en un horno para alcanzar la temperatura suficiente como para fundirla instantáneamente? Una, dos, tres, cuatro...

-Cinco, séis, siete, ocho...jijijijijiji

Vaya, la barbara tenia una arma poderosa sin duda. Pero dudaba que fuese realmente sensitiva. Por si acaso me concentré unos instantes y expandí mis sentidos mágicos, concentrándome en especial en su hacha. 

La otra mujer Valea parecia una luchadora, seguramente tendria sus trucos. 

- Yo también viajaré hacia el centro, así podré tener a tiro a la mayoria, y podré apoyar donde haga falta. - El pequeño me caía bien, y parecía mas inteligente de lo los suyos solian ser. En esas que se puso a contar . - ¿Que cuentas, Choko?

Tras un examen mágico del hacha, no detectas ninguna fuente de magia en esta... No parece ser un objeto mágico... Simplemente a su dueña parece gustarle poner nombres a sus armas...

En cuanto al resto de la sala, la única muestra de magia es la tuya propia...

En el exterior el sol de Fellig iluminaba a los sudorosos trabajadores que se encargaban de cargar cajas en el interior de los carromatos del mercader. Este se encontraba supervisando con una mirada de halcón todo el procedimiento...

Una sombra se recorto contra luz que entraba por el dintel de la puerta.

La luz de la sala ilumino el rostro de un hombre de pelo castaño, que los miraba con unos profundos ojos azules que os estudiaban de una manera fría y calculadora...

El hombre carraspea levemente para llamar la atención de los mercenarios. -Los carros ya están casi listos... Acudan ya... Partiremos cuanto antes... Sin decir nada mas y ni esperar respuesta alguna se marcha caminando no sin antes lanzar una mirada a las dos mujeres, haciendo una mueca despectiva...

Los pasos del hombre repiquetearon en el asfalto conforme se alejaba del grupo...

Choko se quedó mirando al troloide, y rotando el cuello de manera lateral dijo:

-Pues te cuento que si alguna vez consigues litio desairado enriquecido, puedes hacer una pasta mezclándolo con virutas de aluminio, que actuará como fijador y desecante, pudiendo usarlo en un morral de munición o en una caja, que posiblemente podría hacer que el polvo explosivo sobreviva a una inmersión en agua, aunque si lo calientas mucho se derretirá.

Y como si lo que hubiera dicho fuese lo más normal del mundo, tomó su mochila sobre sus pequeños hombros y salió siguiendo al humano que acababa de entrar, quería encontrar un buen sitio para dejar sus cosas.

-Señor, señor, señor, señor, si desea usted abrillantar esos zapatos y no puede permitirse con su sueldo de carretero betún del bueno, debe ser que la piel de plátano actúa como precursor...Me gusta el plátano, salvo cuando tiene hebras, no me gustan las hebras, aunque tienen muchas vitaminas dentro, pero son tan lineales y curvas..

Choko se fue imitando la velocidad de los pasos sonoros de aquel hombre, aunque le costaba conseguirlo.

El pequeño gobo tenia un serio problema. Sufría de verborrea. Esperaba que no le acarrease demasiados problemas. 

Me quedé mirando al humano que entró a avisarnos. 

- Está bien. Vamos. - Dije, dando una ultima calada al puro, y apagándolo contra el marco del a puerta al pasar junto a ella. Me entretuve tratando de descifrar las cosas que decia Choko, asi como su extraña afición a los platanos. 

No hizo ningún comentario ante la actitud de aquel hombre, demasiado familiar ya.

Desde el primer trabajo ya la habían tratado como una cría que no sabía en donde se metía, (y eso sin contar los rechazos previos), por lo que mejor callarse y no discutir. Sería inútil. Si hacía falta alguna demostración de que no estaba allí solo por las apariencias, se la daría en el trabajo, no hablando. Y si no surgía nada tampoco importaría, mientras le pagaran... No estaba allí por las famas precisamente.

Con ese pensamiento en mente, Valea dio media vuelta, para regresar al último carromato y allí acomodarse discretamente en el asiento, apenas dirigiendo una mirada acompañada de un cabeceo salutatorio al conductor.

Un grupo divertido como iba diciendo, Bendek me mira con desconfianza, Choko parece que ha comido lengua, lo cual es de alguna manera agradable para mi gusto, evita que yo tenga que hablar, ya habla él por todos los presentes, y los que falten.

Suspiro ante el viajecito que me espera, recojo el hacha y me la cuelgo de nuevo a la espalda. En ello están, hablando, cuando un tipo castaño aparece y nos dice que ya es hora de partir, no sin antes dedicarnos una preciosa mirada, a mí y a la otra mujer.

Yo estoy acostumbrada, al fin y al cabo el lugar en el que nací era mucho más hostil que una simple mirada de desprecio, me resulta hasta entrañable encontrar de nuevo ese aire de superioridad en algunos hombres, me recuerda al patrón.

Le sonrío, de muy buen humor y me dirijo al penúltimo carro, atando mi montura detrás, antes de emprender la marcha.

El hombre de fríos ojos miro al gobo que le seguía hablando sin parar... Se detuvo un momento dándose la vuelta y miró de arriba a abajo al pequeño Choko... -Por favor... Vaya a su puesto... No tengo tiempo que perder... Tras esas palabras se dio la vuelta con un ágil giro de pies y se encamino hacia el carro que estaba en cabeza de la caravana, sentándose en el puesto de conductor y agarrando las correas de ambos caballos con gesto amargado...

Cuando salisteis de la habitación los trabajadores se afanaban por empaquetar las ultimas cajas en los carros bajo la atenta mirada de Gunnar... Cuando este os vio una sonrisa curvo sus bigotes. -Ahhhh... mis apreciados guardias... ¿Ya habéis conocido al bueno de Viggo? El hombre miro a las dos mujeres con cierta disculpa en sus ojos. -Lamento si les ha causado alguna molestia... Tiene muy arraigado esa idea de inferioridad en las mujeres... Negó con la cabeza... -Es un buen chico... Bastante amargado ¡Pero tiene un gran ojo para los negocios, si señor!

Recorre con la mirada a los trabajadores, los cuales habían bajado la velocidad al no tener los ojos del capataz sobre su nuca. -¡Maldita sea! ¡Daos prisa malditos gandules!...¡Esas cajas tienen que estar en menos de una semana en Corvis o se echará a perder! ¡Daos prisa u os juro que acabareis limpiando las letrinas como me hagáis llegar tarde!

Viendo que volvían a darse prisa se giro de nuevo hacia los mercenarios. -Lo siento... La parte mala de ser el patrón... ¡Agggh!... El hombre se lleva la mano al rostro y se frota los bigotes. -Bien... Podéis montaros en los carros... Si tenéis algún caballo atadlo a la parte de atras del carro como bien ha hecho vuestra compañera. 

Tras ello se gira de nuevo hacia los carros y viendo que ya esta casi todo listo se encamina hacia el carro en cabeza...