Partida Rol por web

EJEMPLO

John se puso en cuclillas inmediatamente. Sacó su arma y apuntó a aquel hombre. Buscó asegurar el disparo así que apuntó con cuidado.

- De donde ha salido este tipo - penso Trevor se arrastraba un poco con la intención de poner el sofa entre él y el individuo - ¿Quien eres tu?. Si eres amigo de Dexter lo unico que queremos es entregarle un sobre. Asi que no nos pongamos nervisosos - le dijo y se preparo para rodar por suelo y desenfundar a la primera señal de peligro.

- ¿Quienes sois?.- se detuvo en mitad del pasillo. El Señor X se quedó sorprendido al ver a aquella gente allí. No le gustaban las sorpresas a no ser que fuera él mismo el que las preparara. Tampoco era que le preocupara en exceso pero sintio cierta curiosidad por interaccionar con aquellas personas.

RESOLUCION

- ¿Quien eres tu?. Si eres amigo de Dexter lo unico que queremos es entregarle un sobre. Asi que no nos pongamos nervisosos -  preguntó Trevor al nuevo invitado.

- ¿Y quienes sois vosotros?.- respondió la sombra multiplicando por cuatro la confusión creada. Trevor estaba ya rodando sobre si mismo y parapetandose detrás de un sofa.

Hudson iba por su cuenta  y cuando acordaron los demás, incluido el Señor X, ya había buscado una cobertura en el umbral de la puerta desde el que preparar un buen disparo. Se movía rápido el muy cabrón y parecía que las tonterías no andaba en su repertorio de cosas que hacer cuando alguien te dispara en mitad de un pasillo. Así fue como el dialogo fue interrumpido subitamente por el sonido del disparo del arma de Hudson.

La bala disparada invitó al próximo baile al negro. Comenzó una danza de salón de pasos cortos hacia atrás, de tambaleos a la derecha y a la izquierda. La mano (la que no estaba ocupada en agarrar aquel mecanismo)  fue guiada por el puro  reflejo  hasta parar en el abdomen herido. De esta guisa fue retrocediendo hasta la barandilla. Fue como un concurso de saltos adulterado por lo absurdo. La barandilla se convirtió en trampolín y el hueco del patio en piscina olímpica. El cuerpo se volteó y descendió a toda velocidad en un repertorio de giros, tirabuzones y cabriolas descontroladas. En el choque con la barandilla, uno de  los zapatos del Señor X salió despedido hacia arriba describiendo un arco parabólico que acabó en el suelo. -TOC- -TOC- dijo al rebotar en la superficie. Fueron  sus últimas palabras antes de convertirse en testigo solitario del saltador de trampolín que había estado allí.  

Esperaron en vano escuchar el típico grito desesperado y agónico seguido de la clásica sinfonía de huesos rotos y musculos desgarrados quizás finalizado por unos buenos quejidos del dolor que todo cuerpo emite despues de estrellarse en el suelo. Pero por más decepcionados que estuvieran, todo quedó en silencio. Ni un puñetero ruido. Entonces la luz de las escaleras se apagó y todo quedó en penumbra como sucede al final de una obra de teatro de Broadway.

Con la pistola en sus manos parapetada en un rincón detrás de la cocina, Katrina levantó la cabeza una pulgada para ver desaparecer justo en ese momento al misterioso negro por el hueco de las escaleras. Unos primeros golpes y luego silencio. La chica arrugó la nariz. 

-¿Qué diablos era eso con lo que nos ha disparado? – susurró. 

No había visto nunca nada semejante. Y ahora solo pudo observarla un instante. Le recordaba a una ametralladora de repetición, la muy cabrona. Jesús, se dijo, menudo boquete habia hecho. Se pasó la lengua por el labio superior, y, curiosa, se deslizó con precaución hacia la puerta y el rellano.

Hudson dibujo una sonrisa tras su certero disparo. Ni hablar, ni negociar, sabía muy bien que hacer cuando alguien le disparaba, o intentaba hacerlo, y todavía se le daba muy bien.

Se quedó en su lugar, aun con el cañón de su arma humeante, mientras intentaba ver algo en medio de aquella oscuridad, aunque convencido de que aquel sujeto, sin importar quien fuera, ya era historia.

- Eso era un arma, cariño – respondió a Katrina con una lógica tan básica como irrefutable – alto – le dijo cuando percibió que la muchacha iba hacia fuera - ¿Que diablos sucede con las luces? - preguntó al aire, mientras seguía escudriñando en la oscuridad, tratando de ver algo. Obviamente aquel sujeto había pasado a mejor vida, pero ir a ciegas por un sitio en el cual se acaba de dar un tiroteo tampoco es, ni será, demasiado prudente. Con su mano izquierda tanteaba la pared, hasta donde llegaba su brazo, buscando el interruptor de la luz, o algo parecido.

- ¿Alguien ha reconocido a ese individuo?, me gustaria saber quien era y que diablos queria - pregunto Trevor intrigado mientras se levantaba y limpiaba su traje del polvo acumulado en el suelo. - Bueno si esta ahi abajo lo averiguaremos enseguida pero antes dejarme mirar que es este objeto cubierto de papel - y comenzo a separar la comoda para poder cogerlo sin dañarlo.

Trevor comenzó a desembalar aquello. Retiró el papel de periodico y descubrió que era un simple espejo. Retrocedió al escuchar algo.

Tra-Crack-Tra- Ra 

Los engranajes de algún mecanismo necesitado de lubricante pedían su turno de ser escuchados. Hacían un ruido inquietantemente enlatado. Parecía haber superado todos los castings para formar parte de los efectos de  una película de terror de Terence Fisher. Entonces se desveló el secreto de una  puerta invisible. O por lo menos lo había sido hasta ese momento. Había sido pintada y camuflada como si fuera parte de la pared. Una jodida puerta secreta. Eso sí muy pequeña de tamaño. Una persona normal tendría que agacharse para pasar por ella. 

Asomaron por aquella puerta secreta dos puntos luminosos como los faros de un coche que atravesara un túnel. Eran los reflejos en unas gafas de pasta propiedad de alguien que ahora se encorvaba para poder pasar por el estrecho túnel abierto en el tabique. 

Apareció un hombrecillo.  Era Dexter. El tiempo no lo había cambiado: sesenta kilos, un metro setenta, unos 40 años, ojos marrones parapetados tras aquellas  gafas refractoras de luz, un espantoso pelo rizado entre rubio y pelirrojo, cabeza afilada y cara de estúpido. Vestía de una forma espantosa e incoherente.  El asunto empezaba a aclararse. Habían encontrado a Dexter y también habían descubierto quien había comprado aquella cómoda.

Miró uno por uno a todos de forma desafiante. La piel de su rostro empezó a exhibir una increíble habilidad para reflejar todo tipo de tonos rojizos. Por si fuera poco un oleoducto que transportaba sangre surgió en su frente y empezó a palpitar. Intentó arrancarse a hablar pero no pudo a causa de una respiración que había pasado a “modo entrecortado”. O estaba cabreado o a punto de darle un infarto 

Hijosdeputa. esprutó consiguiendo respirar de nuevo. Despejó toda duda. Estaba cabreado. Lo habés traido Hasta aquí

Ese cabrón os ha seguido hasta mi escondite. señaló con la mano la puerta descubierta como si fuera la cámara acorazada de un banco suizo.

- Extraño asunto- penso Trevor - ademas de no ser solo nosotros los que buscamos a Trevor, y por lo que parece gente no del todo normal, ahora encontramos puertas secretas y a Dexter atemorizado. ¡Esto cada vez se vuelve mas interesante! - y tras levantarse para salir de la incomoda postura en la que se encontraba se encaro hacia el pequeño timador - Perdona pero para una persona medianamente inteligente tu "escondite" no era muy dificil de descubrir. Seguramente te acabamos de salvar la vida pequeño desagradecido -

Hudson, al no encontrar nada mas que fuera de interés en el exterior del departamento, volvió a guardar el arma en la funda que llevaba bajo su saco y se gira al interior, cerrando la puerta detras de él. Miro a aquel enclenque sujeto: Dexter. El estereotipo de chivato, de esos que ladran mucho hasta que uno los aprieta un poco.

- Pan comido – pensó, mientras se acercaba hacia donde estaban Trevor y el soplón – Tan solo dile que nos de la jodida dirección de una vez – le dijo a Trevor, manteniéndose a unos pasos detrás de él, sin intervenir directamente ni hablar a Dexter, pero dejándole en claro quienes tienen el control de la situación. Mientras tanto volvió a llevar un cigarro a la comisura de su labio.

Cuando Hudson entró en en escena vió al hombrecillo describiendo pequeños circulos al caminar sobre el suelo del apartamento.

Te equivocas.- respondía a Trevor mientras seguía caminando. Se rascaba la cabeza y mascullaba para sí mismo entre susurros.  Todos los síntomas de alguien que tiene un problema gordo. Te equivocas volvió a decir. Era lo único que se le entendía en aquel discurso que estaba manteniendo con su interior. 

¿Qué queréis? Cayó en la cuenta de que no recordaba haber visto a aquellos tipos antes. Quizás esa era la pieza  que le faltaba en su puzzle mental y que le podría ayudar a resolver su problema. ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué dirección?

Katrina guardó su automática y sonrió a Hudson guiñándole un ojo por su buena puntería. De todas maneras no se fiaba de esa oscuridad. El tipo había palmado y a la luz le terminó su tiempo. Eso debía ser. 

Dexter apareció, cual rata asustadiza sacada de su guarida por el gato malo. En este caso ellos. Un chivato acojonado, ¿ y quién no, si te buscaba alguien con  un pistolón de ese calibre. Algo no encajaba, se dijo. No. ¿Qué de importante tenía este tipejo? ¿Qué sabía? No se enviaba a un asesino de esa clase simplemente para que callase la boca. 

Ella se adelantó después de sus compañeros, buscando calmar a Dexter y sacarle la información son sus armas. Sonrisa de actriz de playa y mirada de madre cariñosa. 

-Verás, Dexter, buscamos a un tipo llamado Beaumont. Solo vamos a darle un mensaje, nada de plomo. Un aviso. Nos lo dices y nos olvidamos de tu cara. 

Dio la vuelta y se puso detrás de él, sus manos sobre sus hombros. 

-Pero hay más, verdad,? ¿En qué nos equivocamos, Dexter? Somos tus amigos, me atrevería a decir de los pocos que te quedan. ¿qué sucede, Dexter? ¿Quién era ese matón y por qué te quería dar matarile?

¿Beaumont?. No se nada de ese pirao de Jack desde hace un mes. pronunció la palabra pirao como si el tema de la locura no fuera para nada con él. Como si fuera algún tipo de enfermedad contagiosa y él tuviera el antídoto Ya no trabajo para él. desde luego no parecía que su preocupación fuera precisamente Jack Beaumont. ¿Que quereis? ¿Donde encontrarle? ¿Es eso? No hay problema empezó a dar vueltas de nuevo sobre si mismo.  Un movimiento que empezaba a desvelarse como un tic Bucad en el Burbank.* Tarde o temprano siempre aparece por allí. 

Satisfecho Trevor escucho como el pequeño Dexter les daba una nueva pista que seguir pero aun estaba intrigado por lo que acababa de suceder en el pequño apartamento - Pues alli iremos. Pero antes de irnos te vuelvo a preguntar ¿quien era ese negro y que queria de ti?. Es solo por curiosidad pero esa es una de las cosas que me caracterizan -

Hudson no compartía la curiosidad de Trevor. Hasta donde sabía, aquel negro ya era historia, y tenían la dirección que buscaban. El resto le daba igual, y mucho menos si eso se trataba de los problemas personales de una rata como Dexter.

Encendió su cigarro mientras daba media vuelta hacia la puerta.

- Eso es todo lo que me interesa a mi – comenzó a caminar hacia la puerta – los veo en el auto – añadió mientras abandonaba el departamento, aunque antes de llegar a la puerta se detuvo y giro el cuerpo de nuevo hacia donde estaba Dexter – Por cierto... ese negro... tal vez quieras llamar a alguien para que quite su cadáver del edificio antes de que comience a apestar – le dijo antes de volver a ponerse en marcha hacia la salida del departamento. Tal vez, con aquellas palabras, buscara darle algo de tranquilidad a aquella rata. O no, pero fue lo que dijo.

¿Ese? Respondió a Trevor. Señaló hacia la nueva ventana que era el agujero abierto en la pared de su apartamento “señuelo”. Observó entonces y aparentemente impasible como Hudson salía. No parecía importarle el destino de aquel negro lo más mínimo.

No tengo la menor idea de quien es. Pero se quien le envía. Su tono cambio drásticamente. Como ocurre en las películas con las bandas sonoras. Se intuía algo importante. El clímax.

Ha sido "ella". Se dirigió hacia la pared en la que se había incrustado el proyectil de aquel tipo. Empezó a escarbar en la pared con el dedo índice. Extrajo algo de allí dentro. Era una bola de metal. Se puso a pasársela absurdamente de una mano a otra como uno de esos malabaristas inmigrantes que han cambiado la pista de circo por el rojo de los semáforos de Brooklyn.  

Coño como quema.

 Katrina vio marcharse a Hudson, siguió sus pasos más allá del umbral. Ella sí sentía curiosidad por la aparición del negro, por lo sucedido, por esa arma del diablo. Y porque le gustaban los misterios y meter las narices en asuntos que no la concernían. Claro que este en particular sí que le interesaba: ese pedazo de metal había estado apunto de volarle su preciosa cabecita. Y eso no le gustó para nada.

Le dio la sensación de que aquel pedazo de basura ocultaba algo. Sonrió, por supuesto que sí. Se puso seria y se tiró un farol, pretendiendo engañar y asustar a Dexter.

- Oye, me caes bien, no se porqué. Por eso te diré algo que no debería. Mi amigo ha ido a telefonear, a pedir instrucciones. Me juego lo que quieras que cuando suba te mete en nuestro coche a dar un paseo para que nos cuentes todo lo que sabes de este asunto. Y tenemos otro amigo muy desagradable en sus maneras, lo pillas, verdad? 

Encendió un cigarrillo y se lo tendió. 

- Desembucha. Ahora, y convenceré a ese bruto para que te deje en paz. Vamos -le guiñó un ojo-  

Por otra parte, había que darse prisa; la pasma tardaría en llegar siendo un barrio como aquel, pero mejor no dormirse.