Partida Rol por web

EN LOS CAMINOS:

TRAS UN PERIODO DE TIEMPO INDETERMINADO.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

HORA: POR LA POSICIÓN DEL SOL: POCO ANTES DE MEDIODÍA.

LUGAR: PÁRAMOS SALVAJES SEMI-ÁRIDOS.

CLIMA: INVERNAL. CIELO DESPEJADO.

— Uf, vaya sensación más rara... — dijo mirándose las recias manos, aparentemente bien y en su sitio. Tras la reconstrucción se fijó que no tenía los callos de trabajar con ellas. Se encogió de hombros. Tendría que volver a curtirlas... Levantó la vista y miró alrededor. — ¡Brrr! ¡Qué fresco hace! — vestido únicamente con esos calzoncillos blancos era bastante lógico.

Se fijó en el círculo carbonizado y salió de él. Si el grupo suicida se teleportaba con éxito, y deseó que así fuera, ¿viajarían hasta las mismas coordenadas? Sería terrible que el elfo (o cualquier otro, pero especialmente el elfo) se teleportara sobre él. No sabía qué podría pasar, pero suponía que nada bueno.

La amplitud del llano le incomodaba ligeramente. Estaban muy expuestos... Buscó a sus compañeros para comprobar que estaban todos. Y enteros.

TRAS UN PERIODO DE TIEMPO INDETERMINADO.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

HORA: POR LA POSICIÓN DEL SOL: POCO ANTES DE MEDIODÍA.

LUGAR: PÁRAMOS SALVAJES SEMI-ÁRIDOS.

CLIMA: INVERNAL. CIELO DESPEJADO.

Por fin conseguimos llegar a algún sitio. ¿Cuánto tiempo había pasado? Tampoco importa demasiado. Una frase que dijo algún pensador del pasado acude a mi mente: "el tiempo es relativo y depende de muchas circunstancias la velocidad a la que transcurre". Esta es la cuestión, puede que en este mundo hayan pasado una décima de segundo pero para mí ha sido toda una vida o incluso más que eso, milenios hasta volver a reaparecer.

Demasiado estrés para un cuerpo como el mío, termino echando lo poco que aún tenía en el estómago.

Debe... Debemos... Trago saliva mientras me apoyo en las rodillas para bajar la altura a la que respiro sin llegar a tumbarme en el suelo que adivino estará congelado. Debemos encontrar un refugio cuanto antes, no aguantaremos más de unas horas con suerte si no lo encontramos y entramos en calor. Creo que deberíamos seguir el camino a ver si localizamos algún pueblo.

Miro alrededor intentando que no se note demasiado y frunzo el ceño. Tengo la sensación de que nos están rodeando unos tipos con ballestas. Muxu, quédate en el cebtro y nosotros te rodeamos, por si acaso.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

HORA: POR LA POSICIÓN DEL SOL: POCO ANTES DE MEDIODÍA.

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CLIMA: INVERNAL. CIELO DESPEJADO.

Repentinamente, se escucha una voz retumbante al frente, al tiempo que unos cuantos tipos con ballestas salen de sus escondrijos y os apuntan con ellas.

- "Vale, Peregrinos. ¡No os mováis! Me temo que vuestra peregrinación acaba aquí. Si total, los fuegos de Antorcha se han apagado y la gente está sufriendo tremendos dolores de cabeza. Ya no hay mucho motivo para viajar allí.

En cualquier caso, si colaboráis pacíficamente, sólo perderéis vuestras cosas, pero podréis conservar vuestras vidas.

Queremos esa armadura pesada." - Dice, señalando a Briaeros. - "Ese hacha plateada, el maletín, el cuchillo raro, el anillo, y esa extraña armadura verde." - Señala en rápida sucesión a Equilibrium, Halberd, Muxu, Thomas y Xavier.

- "Vamos, Peregrinos. Sed razonables, por lo que veo ya os han atracado y a duras penas habéis escapado de vuestra caravana. Somos diez y estamos equipados con flamantes armas mágicas." -

El hombre desenvaina un brillante florete.

- "Yo soy Agrio, y esta es la Banda de Agrio, y somos los señores de los páramos. Nuestra banda es mucho mejor que esos malditos Puños de Cuerda de Antorcha, nosotros no nos andamos con tonterías.

Venga, hacedme caso y viviréis para ver otro amanecer. Dejad vuestras cosas en el suelo y dad un paso atrás con las manos en alto." -

MOMENTO: DESCONOCIDO.

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- "¡Venga, Peregrinos! ¡Haced caso al jefe! ¡Que no tenemos todo el día!" -

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Pues allí estaban... Al aire, aparentemente al fresco, aunque con su armadura aún tardaría algunos minutos en ser consciente del súbito cambio de temperatura, o quizás no tanto, en función del material del que estuviera hecha. Y entonces, unos cretinos. Por desgracia, tenía las manos desnudas, echando un falta un rifle. Por suerte, era de lejos el más acorazado de los presentes, y sin duda los puñetazos de la armadura aún tendrían cierto efecto. El por su parte tenía claro que no pensaba entregar su armadura, además de que no les iba a servir de nada.

-No sé quienes sois. Pero aún podéis iros de aquí. 

TRAS UN PERIODO DE TIEMPO INDETERMINADO.

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Había sido fugaz y limpio y si bien en un primer momento había sentido el estómago revuelto, las náuseas desaparecieron con rapidez. Pero llegó el frío y la consciencia de que su vestimenta no era la adecuada. A lo lejos vislumbró una manada de animales, comida en movimiento, pero todo quedó prontamente eclipsado por la voz de un tal Agrio. 

Callahan tuvo que reprimir una carcajada ante la presentación de aquel petimetre. La presencia de ballestas ayudó a ello, pero también era cierto que, aparentemente, no tenían ni media torta. 

La intervención de Briaeros hizo que sus labios se ladearan en una media sonrisa socarrona. 

-Equilibrium, creo que el problema del calor lo vamos a poder solucionar rápido -dijo-. Siempre y cuando estos caballeros tengan a bien cedernos sus vestimentas y calzado. Así que armas mágicas, ¿eh? ¿No estaréis hablando en realidad de armas tecnológicas? -recordaba lo dicho por Victoria al respecto y también otra cosa. Decidió jugársela-. No es muy bonito eso de ir atacando a pobres gentes bajo la premisa de que igual sean peregrinos. ¿Qué te hace pensar eso, Agrio? Es cierto que me llaman Predicador pero... ¿te suena la Liga Técnica? Tal vez seáis vosotros quienes debáis cedernos amablemente vuestros juguetes mágicos. 

Una carcajada seca rubricó la última pregunta. 

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- "De acuerdo, chicos. Fuego a discreción, la mitad al acorazado y la otra mitad al otro bocazas." -

Se dispone a avanzar florete en mano mientras sonríe con arrogante suficiencia.

- "No disparéis a la chica, la llevaremos a nuestro refugio y la convertiremos en nuestra criada." -

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Rujo enfurecido mientras observo al tal Agrio. Nunca debiste hacer eso digo, empuñando con fuerza mi hacha mientras observo como sus hombres fallan tiro tras tiro. Ni siquiera lo pienso, a mi izquierda hay un bandido y me lanzo a por él con un grito de rabia pura.

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CLIMA: INVERNAL. CIELO DESPEJADO.

Halberd tragó saliva ante la súbita aparición de esos tipos entre los arbustos, las amenazas del tal Agrio y el devenir de la situación. Maldita sea, sí que era hostil este mundo...

Lanzó una rápida mirada a Briaeros. Para quitar esa armadura necesitaría dedicar un buen rato de trabajo, pensó frenéticamente. A su cabeza vino otra pregunta: ¿podrían esas primitivas ballestas hacer mella en la armadura del cyborg, que estaba diseñada para detener ataques balísticos y de energía? Le parecía muy poco probable, como fue confirmado un instante después cuando algunos virotes se hicieron astillas al impactar contra la pesada armadura. Pero Halberd no lo vio. Estaba demasiado ocupado agachando la cabeza al escuchar los proyectiles pasar silbando cerca de él.

Intentó contar los bandidos que habían a la vista. Delante tenía uno y al tal Agrio, pero la sed le hacía ver doble y no localizó a más. A Halberd no le gustaba nada la situación. La adrenalina ya circulaba como un torrente y sentía el corazón a punto de salírsele del pecho. Apretó los puños entre frustrado y asustado viendo cómo se acercaba el payaso -peligroso- del florete. Entonces empezó a notar un extraño hormigueo en sus manos y dedos, algo que tampoco le gustó demasiado. Por todos los demonios, ya era mala suerte haberse topado con esos bandidos de mierda.

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Enarcó una ceja. ¿Le había llamado bocazas? Era un incomprendido. Un incomprendido con un bate de aluminio todo debía decirse. No era gran cosa, pero era mejor que luchar con las manos vacías. Y de momento, parecían bastante inútiles, una suerte que posiblemente no se repetiría si permanecía quieto.

-Hora de bailar, chicos -dijo antes de lanzarse al ataque. 

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El hormigueo se convirtió en un quemazón intenso en sus manos, y de pronto sintió el súbito impulso de alzar una mano y apuntar con un dedo a uno de los bandidos que había visto. Al hacerlo un proyectil mágico salió de su dedo ante sus ojos incrédulos, alcanzando su objetivo. 

Sin embargo, una violenta sacudida y un dolor súbito en su abdomen le hizo doblarse. Instintivamente llevó su mano izquierda y tocó el asta del virote, sobresaliendo de su barriga. Se miró brevemente la mano ensangrentada. Esto no iba bien, no iba nada bien. Empezó a marearse y a perder la noción de lo que ocurría. Había que salir de allí, había que huir... Pero pronto el bandido volvería a cargar su ballesta. Pensó que se tardaba más en cargar uno de esos condenados artilugios... Se giró y miró a Muxu con pánico en la mirada.

— ¡Muxu! — exclamó alargando la mano manchada de rojo hacia ella. 

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¿Cuánto tiempo había estado deambulando en el limbo de la inexistencia? Imposible saberlo. A diferencia de sus compañeros, Muxu parecíó seguir en una especie de trance luego de que la consciencia regresó a su ser.

¿Que pasa?... Bandidos, sucios bandidos. los miraba pero no podía articular palabra alguna. ¿Dónde estaba la diplomática alcaldesa en esa situación? Muxu aún no se encontraba a sí misma.

Vió como todo se volvió un caos en segundos cuando el líder de los bandidos daba la orden de atacar. Yo... Yo podía borrar los recuerdos, si, lo hacía. ¿Como? Buscaba en su memoría esa herramienta tan útil para salvar situaciones con la palabra que otrora usaba, envano pues, aunque mentalmente parecía casi rozar el conocimiento del hechizo, éste se terminaba desvaneciendo, se había perdido definitivamente.

Callahan fue el primero en caer inconsciente, pero hizo falta ver a su gran amigo herido para que la maga saliera de su trance, el tecnomante enano le extendía una mano mientras la llamaba por su nombre.

-¡Halberd!- extiró su mano con impotencia, a sabiendas de que aunque lo hubiera intentado, no tenía el cuero necesario para lanzar el conjuro de armadura para protegerlo. Con ojos brillosos y el corazón herido, vió como su fiel amigo caía moribundo luego de que otro virote lo alcanzó. -No...Hal...-

Terminó por volver en sí, soltando un bufido y despabilando ante la grave situación en la que estaban. Dibujó con su vibro-cuchillo un disco de fuerza en el aire mientras murmuraba el hechizo abjurador que le serviría para tener algo de protección al menos.

Con paso firme, se acercó al líder de los bandidos, Agrio, para flanquearlo junto al cyborg Briaeros, con la idea clara de que lograr reducirlo sería nuestra carta de victoria en aquel desventajoso escenario.

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La cosa no iba "genial". Callahan, en el suelo. Halberd, en el suelo. Y si el enano acababa muerto, él no tardaría mucho en seguirle, pero por desgracia no sería ni tan rápido ni tan indoloro como aquella situación. Y tras haber fallado su intento de apresar, se inclinó por la solución más simple: reducir a puñetazos al tipo. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

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CLIMA: INVERNAL. CIELO DESPEJADO.

Pero el baile acabó pronto. 

Repentinamente, un dolor en el pecho, como si le embistiera un toro. Callahan bajó la mirada y allí la vio. Dura, rígida, vibrando aún levemente pese a haberse introducido en su carne unos buenos centímetros. 

-Mierda, me han jodido vivo -acertó a decir antes de caer al suelo. Desde allí vio el cielo. Impecable, hermoso, indiferente a su suerte. Aquello era paradójico. Apenas había vuelto a abrir los ojos como un neonato en un mundo desconocido y ya estaba lanzando sus últimos estertores, destinado a abandonarlo. Aguanta, cabrón, aguanta. En peores te has visto. 

Sentía la sangre caliente deslizándose por su pecho bajo la armadura, su acre sabor a hierro en la boca y seguía viendo aquel cielo al que hizo una pobre peineta que nadie vio. Cerró los párpados y se concentró en su cuerpo, en su respiración. Tenía que estabilizarse. La adrenalina corría como loca por su cuerpo, activando sus defensas naturales. Pero necesitaría ayuda o no lo contaría. 

-Vaya puta mierda -alcanzó a murmurar. 

MOMENTO: DESCONOCIDO.

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Nos han pillado casi por sorpresa, eran más estaban mejor preparados. El resultado estaba claro, mierda...

Me arrastro como buenamente puedo, ahora que los bandidos se han alejado y parecen ocupados con Muxu y Briareos, hacia unos matorrales en el lateral del camino.

Maldita sea, estoy seguro de que antes estos malnacidos no hubieran sido ni una molestia, y ahora nos han derrotado. A los Rift Warriors.

Sujeto con fuerza mi hacha mientras la dejo debajo de mi cuerpo y espero para ver qué hacen. Vaya mierda...

MOMENTO: DESCONOCIDO.

HORA: POR LA POSICIÓN DEL SOL: POCO ANTES DE MEDIODÍA.

LUGAR: PÁRAMOS SALVAJES SEMI-ÁRIDOS.

CLIMA: INVERNAL. CIELO DESPEJADO.

Con la mayoría desarmados y en cueros, además de superados numéricamente, el resultado de aquella contienda estaba decidido desde el primer segundo. Sin embargo, a Briaeros no le habían entrenado para rendirse sin luchar, y no pensaba hacerlo, como quedó claro cuando empezó a soltar puñetazos. Pero, uno a uno, sus compañeros fueron cayendo, quedando finalmente en pie solo él y Muxu, en solitario contra más de 10 tipejos. 

"Al menos te he saltado un par de dientes, bastardo" pensó con satisfacción cuando finalmente cayó, víctima de las armas de los bandidos.

MOMENTO: DESCONOCIDO.

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CLIMA: INVERNAL. CIELO DESPEJADO.

Luego del pequeño tajo que la maga alcaldesa ocasionó al líder de los bandidos, estos dejaron de acatar la orden de que nadie la atacase, para su suerte, el hechizo de escudo había bloqueado varios ataques.

La lucha continuaba, y tenían todas las de perder. ¿Caería Agrio antes? Era una carrera, Briaeros ya le había infligido un par de buenos golpes mientras recibía sin cesar virotes y tajos de los bandidos, que no lograban traspasar su gran armadura.

Un poco más... Resiste, Hal... pensó esperanzada, pero entonces el cyborg cayó herido, y con él, sus chances de victoria.

Miró al rededor, y todos los aliados que pudo ver estaban abatidos. No... Sabiéndo que todo había acabado, a punto estuvo de conjurar un hechizo para desvanecerse y huir. La voz le salía un tanto afónica, como solía suceder pese a los arreglos que Alexa había hecho a su garganta en su momento.

No alcanzó a terminar el hechizo, en lo que la descolocó un ardor punzante y caliente en la espalda, una puñalada. Cayó tendida al suelo y con los párpados pesados alcanzó a ver que apartaban su vibro-cuchillo, su vínculo arcano.

No...¿Este... Este es el final?

Perdió la consciencia y se sumió en una indolora pero inquietante oscuridad.