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Diezmar a los bárbaros

Los exploradores de Cneo Julio habían rastreado a un pequeño grupo de bárbaros, de una de las numerosas tribus de origen germánico que desde hacía décadas acechaban a Roma. El pensamiento del general hacia aquellos incursores era claro: para él no dejaban de ser bárbaros, individuos con una cultura y estilo de vida muy distinto al romano. Su destino no podía ser otro que terminar siendo conquistados por el Imperio, ser convertidos en esclavos o caer en batalla a manos de las valientes tropas romanas. Cneo no valoraba otras opciones para los bárbaros.

Por ello, cuando sus exploradores regresaron, indicándole que habían localizado un pequeño asentamiento bárbaro a no mucha distancia del territorio romano, envió a sus huestes para hacerles frente. Aún pillados desprevenidos y con la guardia baja, los bárbaros se defendieron con valor, dando buena cuenta de que su pueblo poseía un gran coraje. Pero todo valor fue en vano cuando las fuerzas romanas cayeron sobre ellos, demostrando que su superioridad táctica y estratégica les ponía muy por encima de los bárbaros.

Con unas bajas mínimas en combate, las fuerzas del general Cneo Julio asestaron una victoria aplastante a los bárbaros, dando muerte en batalla a muchos de ellos y tomando como prisioneros a otros tantos, entre ellos mujeres y niños. Cneo Julio tomaría como esclavos muy pocos de ellos, entregando a la gran mayoría como botín a Roma. Se trataba de un primer paso para alcanzar la gloria y el poder.