Partida Rol por web

Aquella tarde de verano durante la comida familiar, el Don Fulgencio Capuleto ha solicitado a su concigliere mostrar los avances sobre las negociaciones de paz con la familia Montesco.

Vittorio D´Fonze el duro concigliere de los Montesco, toma algunas notas del libro de contabilidad de los negocios Capuleto y los deja sobre la mesa.

-Estimado Don Fulgencio, podría usted pedirle a su sobrino Teobaldo, una explicación sobre el movimiento de varios cargamentos de metanfetamina procedentes de Sudamérica usando el puerto de Verona Beach el cuál por delicado acuerdos anteriores es un sector de uso Montesco...-

Se podría considerar que habían pillado con las manos en la masa a Teobaldo Capuleto, o en este caso, sus manos en el langostino que estaba comiendo. Con una mirada inocentona, como si esto no fuera con él, echó un vistazo rápido a la cabeza de la familia en busca de un apoyo patriarcal. Así como también giró su rostro hacia su prima, a ver si ella podía incidir en algo.

-Yo... esto... -Comentó mientras se limpiaba los labios con una servilleta volviendo a mirar a Fulgencio por su ayuda.

Allí sentada me encuentro disfrutando de una comida familiar mientras se interrumpe con un tema de negocios, lo cual cojo la copa de vino que tengo delante y la alzo haciendo un brindis, en alusión a ello para después, beber un pequeño sorbo. 

La pregunta hacia mi primo, me fastidia. Más allá de sus negocios, no es un momento para hablar de ello. Estamos compartiendo algo familiar, una charla normal, una deliciosa comida. No es idóneo discutir. Por esa razón, hago un gesto a Teobaldo en señal de déjamelo a mí. 

- Vittorio, creo que no es el momento para esto. Estamos en un momento bonito, lleno de armonía y buen ambiente. Más tarde con el whisky y la sobremesa, pueden tratar temas tan delicados. - digo sonriendo. - ¿Verdad, Padre?

Y pateo la pelota para más adelante, así mi primo puede preparar una excusa que cuele al patriarca. 

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-Julieta.- Interrumpí de inmediato al escuchar como mi niña intentaba intervenir, aún si era a favor de Teobaldo. -Recuerda tus modales; una señorita no tiene por qué intervenir en un asunto entre caballeros si no se le ha pedido su opinión primero.- Dije, dedicándole una mirada dura por unos instantes. Enseguida recompuse mi sonrisa, mirando a mi marido.

-Pero en eso tiene razón, cariño. ¿Qué necesidad hay de hablar de negocios y asuntos turbios cuando estamos en la mesa? ¿Hace falta preocupar a Julieta y a Christine con estos temas? Por favor, continuemos el almuerzo en paz.- Miré hacia mis uñas un momento. ¡Qué horror! Menos mal que tenía cita en el spa para más tarde.

Los ojos de Fulgencio parecieran despedir chispas reflejando la ira contenida al escuchar lo que Vittorio el concejero de la familia tiene que decir respecto al hilo que penden las negociaciones para lograr la paz en Verona Beach por la ambición y el poco respeto por negociaciones anteriores con la familia Montesco.

-¡OTRA VEZ TÚ TEOBALDO!... AL MENOS ME HUBIERAS INCLUIDO EN EL PLAN PARA MOVER MIS INFLUENCIAS Y HABER EVITADO QUE ESOS BASTARDOS DE LOS MONTESCO SE HUBIERAN ENTERADO!. El Don manotea y gesticula gritando furioso como suele hacerlo cuando algo se sale fuera de su control.

Cierra los ojos y se limpia la boca con la servilleta mientras escucha a Julieta. -Julieta tiene razón Vittorio...- luego Fulgencio baja la voz mientras señala con un tenedor a Vittorio.  -No es el momento ni el lugar para este tipo de discusiones... además, por primera vez en tres malditos años estamos a escasos centímetros de alcanzar la anhelada paz en la ciudad que nos permitirá llenarnos los bolsillos por al menos tres generaciones...- Le da un bocado a su platillo y luego añade -Querida, mi amada Gloria, ya esta listo el pedido de varios vestidos de diseñador que me solicitaste para el banquete próximo donde asistirá el gobernador para dar fé de nuestra tregua con esos malditos Montesco, compré la tienda y el almacén completo para mayor comodidad de ustedes...-

El teléfono suena en la estancia de la mansión, uno de los sirvientes contesta y luego busca a lVittorio indicándole que es importante que tome la llamada, Vittorio se retira del comedor un momento para contestar la llamada. Después de unos minutos el consejero regresa al comedor y se dirige a Fulgencio.

-Don Fulgencio, la llamada era de parte de los Montesco, quieren una explicación sobre lo sucedido en el puerto y requieren que Teobaldo se reúna con Romeo Montesco más tarde, para llegar a una solución pacífica mediante alguna negociación que se pudiera ofrecer... nos dan la oportunidad de elegir un sitio público y neutral para tal reunión...- El consejero permanece a la espera de lo que Fulgencio responda mirando de reojo a Teobaldo Montesco.

Con la espalda recta y comiendo con moderación escucho el intercambio de opiniones de mi familia. Al parecer Teobaldo había hecho alguna de las suyas y había salido mal. Con la excusa de coger un trozo de pan levanto un momento la vista y lo observo, muy consciente de que está buscando rescate.

Tras comer unos cuantos fetuccinis más me limpio la boca con la servilleta. Lo malo no es que haya movido nada. Lo malo es que lo han pillado.

Hago un discreto gesto de alegría al escuchar mencionar que vamos a ir de compras otra vez, fingiendo estar más interesada por eso que por el asunto de Teobaldo. Sé perfectamente lo que va a pasar: si me atrevo a decir nada van a decir que es un “asunto de hombres” y nos van a pedir que los disculpemos. No me gustaría eso.

La llamada de teléfono pone una nota más de presión en todo el asunto, y espero con curiosidad a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Y cómo sale Teobaldo del lío en el que se ha metido...

Discretamente uno de los sirvientes le pasa un recado a Aya Nanncy, tratando de que nadie lo note.

El sirviente le pasa a Aya Nanncy el número telefónico donde puede localizar a Romeo para concertar una cita con los enamorados.

Mi sonrisa se hizo radiante al escuchar lo que mi esposito había preparado para nosotras. -Sabía que podía contar contigo, amorcito.- Dije, lanzándole un beso al aire. La ida y vuelta de Vittorio no hizo más que llenar de tensión el ambiente.

-Bueno, creo que no podremos ya tener una comida tranquila el día de hoy. Aya, prepare a Julieta y a Christine, vamos saliendo a ver los vestidos, tengo cita con la manicurista y el peluquero para más tarde.- Dicho esto, insté a las chicas a levantarse de la mesa. Mejor estar fuera de casa mientras se llevaban a cabo las aburrida negociaciones.

Aya guardó la nota en su bolsillo, también sorprendia, pues no esperaba ningún recado. 

Aya, prepare a Julieta y a Christine, vamos saliendo a ver los vestidos, tengo cita con la manicurista y el peluquero para más tarde.

-Oído, señora. -Se dirigió, entonces, a la joven-, ¿me acompaña, Julieta? 

Las palabras de mi Madre me hacen poner los ojos en blanco y la verdad es que no estoy para la labor de contradecirle, pese a que tengo razón. Ella tiende a desautorizarme, y padre por regla, también. Así es imposible lograr una conciliación, al menos he intercedido para que no estén todas las miradas hacia mi primo. 

Luego cuando escucho aquel apellido, mis ojos reflejan cierto brillo. Yo por asociación, siempre si hay un Montesco, hablamos del amor de mi vida (Romeo) y no puedo pensar en otra opción que tener la necesidad de verlo, encontrarnos. Pero mi madre vuelve a interceder. Gracias ma. 

Pienso en la ironía misma de la situación, del momento y cuando alguien deja un mensaje para mi dama de compañía, frunzo un poco el ceño. 

- Como digas, Madre. - digo al levantarme. - Gracias por la hermosa velada. 

Es ironía, lo saben. 

Y me retiro de allí, caminando junto a Aya. 

El fornido guardián de los Capuleto al mando de Teobaldo se acerca hasta donde se encuentra el sobrino predilecto del Don.

-Estamos listos señor, el auto ya esta en la puerta y nosotros preparados para cualquier respuesta del bebé Montesco...- Sansón revisa las dos pistolas que carga debajo de las axilas, y cruza los brazos esperando a que Teobaldo indique que salen rumbo a la reunión con el heredero Montesco.

Baja la vista en señal de respeto cuando Julieta y Aya Nanncy salen del lugar antes que ellos.

En cuanto mi tía Gloria dice mi nombre me pongo en pie, apartando la silla y dejando la servilleta al lado de mi plato sin terminar.

-Muchas gracias por la comida.- Sonrío. Los momentos de juntar a la familia siempre son choques de voluntades, y me resulta curioso ver las extrañas interacciones que se producen.- Estaba deliciosa.

Con calma espero a que Julieta y su aya abran la marcha y sigo sus pasos. No estoy demostrando sumisión, pero el respeto es algo importante en esta familia y Julieta y sus padres se lo merecen. 

Cuando Sansón habla lo miro un segundo, inclinando ligeramente la cabeza. He visto a varios Montesco y ninguno de ellos me pareció un bebé. Supongo que será su manera de reafirmarse como guardaespaldas. Con tranquilidad sonrío de nuevo, intentando imaginar lo que pasaría si al final tuvieran que llegar a la violencia...cosas de hombres.

-Tenemos mucho que renegociar con el Gobernador Vittorio.- Fulgencio se queda pensativo por un momento luego añade. -Prepara mi auto Vittorio, creo que iré a visitar a mi cuasi suegro...- El Don se levanta limpiándose la boca con la servilleta, dejándola sobre la mesa.

Una reunión con Romeo Montesco no parecía ser algo ni minimamente bueno, ni siquiera teniendo las comparativas de que podía haberle tocado a alguien peor; pese a que no tragase demasiado al muchacho, al menos no era el cabeza de familia el que iba a asistir a la reunión en donde, era más que probable, que Teobaldo saliera escaldado.

-Don Fulgencio - Indicó mientras se levantaba de la mesa- Espero compensar la falta cometida y arreglar este asunto de la forma más beneficiosa para La Familia. Pese a ello, también espero contar con el apoyo de la familia para resolver todo este asunto, tal y como siempre me habéis brindado.

Se podía notar a Teobaldo un poco nervioso respecto al futuro cercano, pese a ello, buscó en la mirada del patriarca un signo de aprobación a aquella petición, un apoyo más antes de marcharse hacia el imbécil de Romeo.