Partida Rol por web

Matthew no dejaba de mirar la puerta por donde había desaparecido su esposa esperando que volviese a aparecer con una sonrisa en la cara anunciando que su hijo estaba a salvo.Que todo había sido una desgraciada coincidencia y que por favor fuese a ayudar a Samid.Bueno. Eso último lo haría, con petición de Daphne o sin ella. El hombre jugueteaba nervioso con una servilleta mientras parecía estar murmurando algo por lo bajo.

Dios...protégelos...Que no le haya pasado nada a Matt, que esté en la cuna, durmiendo...por favor...que todo sea un puto sueño

Sí, claro que está bien. Se lo ha comido todo y ahora está en el cuarto del fondo durmiendo la sienta.- Dice tu cuñada con toda la tranquilidad del mundo, sin entender por qué estás tan alterada.

Sí, por supuesto. Ahora mismo voy a verlo, abriré con con cuidado la puerta para que no se despierte.- Te contesta cuando le pides por favor que vaya a ver si se encuentra bien.

Oyes como Margaret deja el auricular sobre la mesita auxiliar donde los O'Reilly tienen el teléfono y escuchas sus pasos alejándose.

Joder. Joder. Joder. Joder

En la cabina contigua Keeper no para de repetir estas palabras mientras golpea sin ningún miramiento el auricular contra la cabina.

Jodidos hijos de puta. Juro que voy a mataros. Con mis propias manos cabrones, aunque me cueste la vida.

La baquelita del auricular hace rato que se ha partido y el normalmente tranquilo abogado sique golpeando con los restos del auricular todo lo que encuentra sin importarle los daños que está causando ni si alguien le está mirando. Se ha cortado, y la sangre gotea de su mano cuando cansado y mentalmente roto se derrumba en el suelo y comienza a sollozar.

El siempre jovial Samid está hundido, completamente ido.

Balbucea expresiones y amenazas sin ningún sentido mientras abraza a su mujer que no deja de sollozar a la espera de que Keeper y Daisy, o Daphne como la acaba de llamar su marido regresen con noticias de sus hijos.

Derek parece saber algo, o por lo menos tener un plan pues habla de llevar balas y explosivos, por momentos la alegría vuelve a la cara del argelino.

¿Tu siabes dionde está mi hijo?- le pregunta esperanzado al confundido escritor.

Señor Sa...Keeper—exclamó la mujer sin atreverse a alejarse del teléfono. Su hijo estaba bien, estaba al otro lado. Tenía que estarlo. Su cuñada se lo había segurado

Cada vez más nerviosa y preocupada por tu hijo escuchas a través de auricular unos pasos correr.

Daphne, Daphne, Dapnhe. Matt no está.- Las palabras se atropellan en la boca de tu cuñada.- No sé dónde está pero no está. He buscado por toda la casa pero no lo encuentro. No sé dónde está. La puerta y la ventana de su cuarto estaban cerradas pero él no estaba dentro lo mirado de arriba abajo, no sé qué ha podido pasar ni donde está Matt.

Encima de la cama donde dormía hay dibujado el tatuaje que grabaron en Francia a mi hermano en el hombro, pero nadie ha entrado en casa. He estado lavando los platos desde que terminamos de comer y no he escuchado ningún ruido. - Sabes que la casa de tu cuñada y su esposo está en un octavo piso y que la ventana del cuarto de invitados no da a la escalera de incendios, así que es imposible que alguien entre por allí y si Margaret dice que ha estado despierta fregando en la cocina también es imposible que alguien entrara por la puerta y se llevara a Matt, porque tendría que haber pasado justo por delante de ella.

No lo entiendo, Daphne, de verdad que no lo entiendo- notas como la energía de inundaba a Margaret desaparece poco a poco mientras hablar.- No sé donde puede estar Matt. Lo...Lo siento Daphne, lo siento mucho.- Tu cuñada empieza a llorar desde el otro lado de la línea. Margaret quiere mucho a su sobrino, se desvive por él y ahora ha desaparecido mientras estaba a su cuidado. Sabes que debe ser un golpe terrible para ella, pero nada comparado con lo que tu sientes en estos momentos.

La mujer no pudo evitarlo y rompió a llorar. Estaba en medio de un ataque de histeria que no podía controlar y era prácticamente incapaz de hablar. Finalmente arrodillandose en el suelo porque las piernas eran incapaz de sostenerlas trató de hablar a su cuñada.

Marg..Margaret....Se los han...—Daphne interrumpió la frase para continuar llorando hasta que, unos minutos después consiguió controlarse—todos...se han llevado a todos los niños... ¿Por qué? 

-No... pero se que le encontraremos... le encontraremos aunque tengamos que matar a todas esas mierdas que acabamos de ver.- respondió Derek presa de una incontenible y repentina furia. Y es que hasta ahora los niños no le habían parecido más que una molestia, una especie de humanos en miniatura quejosos y molestos; sin embargo hubo algo en Samid, en su mirada y en el tono de su voz, que de pronto le hizo comprender lo que realmente significaban para sus familias.

Hasta que Claypole habló Steffan no quiso darse cuenta de lo que aquello suponía. Hacía cuatro años él sólo se había quedado esperando en aquel hospital, convaleciente. Había escuchado las historias de sus compañeros, algunos allí presentes, pero nunca había querido creérselas del todo. Todo aquello había sido tan raro.

- Pero entonces...¿es real?- Sentado como estaba se pasó la mano por el pelo que se le pegaba a la frente por el sudor. Allí se quedó a la espera de la respuesta, a la espera de que Daisy entrara y les dijera que todo había sido una falsa alarma.

-Es peor.- dijo un serio Derek mientras recordaba cuando alguna vez tuvo dos piernas.

El capellán no tenía hijos, era cierto que estuvo a punto de haber tenido una esposa, recordaba que la muchacha con la que había estado fantaseando sobre el futuro que nunca llegó, le gustaba hablar sobre el tema de los niños y hasta una vez llegó a imaginar el día en el que aquellos sueños se hicieran realidad... pero aquel destino nunca había sido escrito para Roderick Craven. Cuando su mente trató de llevarlo hacia aquellos de su juventud, su propio mecanismo de defensa se puso en marcha y lo obligó a detenerse en seco.

Aún así no pudo evitar visualizar la cara de sus sobrinos y la alegría con la que impregnaban cada rincón del lugar por donde pasaban...Roderick no era un ejemplo a seguir de virtud, pero a pesar de sus sombras, poseía sus propias luces y si algo tenía claro es que los niños debían ser protegidos.

De manera que guardando un respetuoso y tenso silencio, aguardó para ver que había pasado con aquellos chicos haciendo a un lado el whiskey.

Matthew levantó la cabeza mirando a la puerta. La espera de su esposa era terrible y algo le decía que el que Keeper y ella estuviesen tardando tanto eran malas noticias. Terribles noticias.

Samid...te juro que encontraremos a tu hijo...Y como hayan tocado un solo cabello del mío...como se hayan atrevido a tocarlo...más les valdrá rezar aunque no les servirá de nada.

¿Qué?- pregunta sorprendida Margaret sin saber de que estás hablando- ¿A qué niños se han llevado? No entiendo nada Daphne.

Poco a poco se va recuperando.- Hay que avisar a la policía Daphne, ellos sabrán que hay que hacer.- Sugiere cuando recobra la lucidez.

En la destrozada cabina de al lado Francis mira tus lágrimas y comprende que la pesadilla es aún mayor. Todos los primogénitos han debido ser secuestrados, quien sabe con que fines.

Durante los escasos minutos que duraron sus visiones ha visto cosas que desearía no haber visto jamás en su vida, pero sabe que si quiere recuperar a su hijo tendrá que hacerles frente de un modo u otro.

Deberíamos contarles esto a los demás lo antes posible.- Dice mientras se frota la mejilla con el dorso de su mano para secarse una lágrima.- No pienso dejar a mi hijo solo con esas cosas un segundo más del necesario.

Se lo diré a Matthew...él...él...llamará...—dijo entre lágrimas la mujer mientras buscaba a tientas la forma de colgar el teléfono. Daphne comenzó a intentar levantarse pero las piernas no la sostenían y finalmente pasaron unos minutos hasta que reaccionó a las palabras de Keeper. Con lsa piernas temblando como gelatina, la mujer avanzo tratabillando y con los ojos enrojecidos hasta el interior, acompañada del soldado.

Los minutos pasaron dolorosamente lentos mientras esperabais el regreso de Keeper y Daisy, sabíais que las ilusiones que habíais visto durante esos cinco minutos no eran tales. Sabíais que todo lo que visteis estaba ocurriendo en la realidad. Aunque no queríais creerlo.

En el fondo de vuestros corazones deseabais que solo hubiese sido el hijo de Samid quien se había perdido, que por nada del mundo fuese algo generalizado, esperabais ver regresar al abogado y a la secretaria aliviados porque al menos sus hijos estaban bien.

El rostro de las personas que entraron en el restaurante no reflejaba en modo alguno ese sentimiento. Parecía que en lugar de minutos hubiesen pasado años, pues su cara parecía envejecida prematuramente por las circunstancias. Se veía claramente que habían estado llorando, pues ambos tenían los ojos rojos y los regueros de lágrimas habían dejado marca en sus mejillas.

Se los han llevado.- Dice Keeper.- No he hablado aún con nadie más pero supongo que se los habrán llevado a todos.

Lo mismo que vimos que le ocurría al hijo de King le debe haber pasado a todos nuestros hijos. Quién sabe dónde demonios se los habrán llevado.

El dolor ha dejado paso a una enorme determinación.- Juro que voy a recuperarlo, aunque sea la última cosa que haga en mi vida lo recuperaré y os aseguro que los malnacidos que se los han llevado van a pagar por ello. Lo juro.

Nada más entrar, la mujer se dejó caer encima  de Greywood con el rostro congestionado y empapado. No hacían falta demasiadas palabras para  saber lo que había sucedido y la mujer lloró durante unos largos minutos en el hombro de su esposo, temblando como un pájaro en medio de la lluvia. Cuando el primer ataque hubo pasado, la mujer levantó la cabeza. Las palabras de Keeper seguían rebotando en su cabeza.

—Quizás...pueba...quizás— un repentino ataque de tos interrumpió la frase de la mujer que finalmente alzó la mirada y murmuró—Quizás Leighton pueda ayudarnos...

¿Leighton? ¿Quién será ese tal Leighton del que habla Daisy a su marido? No sabes de ningún amigo de Matthew que se apellide Leighton. De hecho el único Leighton que se te viene a la cabeza es el Mayor Walter Leighton, que os concedió la medalla de plata por mantener la boca cerrada respecto a lo ocurrido en Reims, pero no puede ser el mismo ¿Verdad? No, seguro que no puede ser el mismo, debe ser de otro Leighton del que está hablando.

¿Y por qué Matthew no deja de llamarla Daphne cuando todos sabéis que se llama Daisy?

Roderick recibió la noticia como un jarro de agua fría, no conocía de anda a aquellos chicos, pero que todos hubieran corrido la misma suerte y que además pertenecieran a los soldados que habían sido marcados con aquel espantoso tatuaje, le hacía pensar en muchas cosas y todas ellas malas. Por supuesto que él también estaba dispuesto a ayudar, la certeza de que si él hubiera tenido un niño habría corrido la misma suerte que los demás hizo que el estómago se le encogiera.

- Leighton... ¿Quién es Leighton señora Greywood?- indagó con voz calmada y amable, si querían hacer algo primero debían organizarse y serenarse.