Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Amanece con Napalm - Escena Cuatro.

Cargando editor
21/07/2013, 09:17
Administrador

Escena 4 - Amanece con Napalm

Cargando editor
21/07/2013, 09:17
Ambroos Janssen

Ambroos Janssen hizo el amago de levantarse en cuando Jürguen dijo lo primero revelador, pero se quedó apoyado con las manos en la silla y el trasero en el aire cuando el sacerdote hizo un gesto con la mano. Sus ojos destilaron rabia y sus dientes asomaron como un tiburón famélico. Las arrugas de su rostro se contrajeron deformando aquella cara en una mueca víscera y demoníaca. Era humano, pero daba miedo. Ambroos Janssen era simplemente un hombre por cuyas venas corría magma y por cuyo corazón petróleo.

Durante unos segundos sólo las partículas de aire parecían moverse. Ambroos estaba anclado en el sitio, y no parecía ni respirar. Su ojo derecho titiló durante un momento con un tic nervioso y entonces sonó un crujido. Su silla salió despedida hacia atrás golpeando la ventana, sin romperla, y el proxeneta salió despedido hacia adelante con el impulso. Atravesó la mesa que le separaba de Jürguen y lo placó encajándole un puñetazo en el lado izquierdo del rostro, con la diestra. El sacerdote cayó al suelo y Ambroos lo hizo sobre él.

Por unos momentos la vista del calvinista se tornó nubosa, hasta que dio con el rostro de aquel perro de presa escupiéndole al hablar a muy pocos centímetros del rostro. Sólo se veían sus ojos y una sombra oscura alrededor, ligeramente iluminada por la luz se filtraba a través de la ya lejana ventana. Algo crujió en la espalda del hombre al golpear el suelo, pero cayó en una postura relativamente grácil pese a que sintió varias punzadas de dolor diseminadas a lo largo y ancho de su envejecido cuerpo.

- ¡VIENE A MI BURDEL!- gritó el hombre sin preocuparse lo más mínimo por el ruido y el escándalo-. ¡INTERROGA A MIS CHICAS! ¡MOLESTA A MIS CLIENTES!- aunque aquel Anarquista no parecía demasiado un cliente, pero daba igual. Todo fuese por gritar-. ¡LAS MIENTE, LAS TOMA POR IMBÉCILES, Y ME TOMA POR IMBÉCIL A MÍ!- había vuelto a las prostitutas y había terminado en él.

Zarandeó el cuerpo del sacerdote por las solapas de la camisa y lo clavó al suelo, inmovilizándolo. Ambroos pesaba como un tonel y medía casi dos metros. Sus músculos eran duros y su capacidad bélica la de un campeón de boxeo. Al sacerdote iba a costarle salir de ahí debajo sin permiso, como bien le hubiese costado a cualquier prostituta en un contexto muy distinto. Ambroos casi pudo sentir lástima por ellas de no ser porque en aquel momento su integridad física le preocupaba un poco más. Tampoco demasiado.

- ¡Mi nombre es Ambroos Janssen y llevo toda mi vida ejerciendo en este puto local!- bramó con un temblor nervioso en las manos-. Es usted un idiota presuntuoso, estúpido- eso era técnicamente inexacto, pero a sus ojos, totalmente cierto-, suicida y desconsiderado. Me importa una mierda qué coño piense sobre mí y sobre mis chicas, pero va a dejar de tocarme los huevos ahora mismo.

Movió su pierna para colocarla entre las de Jürguen y le propinó una patada en los testículos. Aquello era una represalia bastante literal y una clara declaración de poder y de intenciones. Jürguen no destacaba por su físico ni su pericia bélica, era sacerdote y médico, no militar. Mientras se revolvía apretando los dientes por la patada, incapaz de llevar sus manos a las partes nobles, Ambroos siguió hablando, aunque esta vez, como el océano, subió la marea tras bajarla generando golpes de efecto.

- ¡PORQUE ESTÁ MUERTO!- le vociferó en la cara. No era sino una profecía a ojos del matón-. Sobornaré a los nazis que tenga que sobornar, pero usted acabará en el fondo del canal con cemento en los pies y una raja de lado a lado en el estómago- sonrió de forma macabra y sádica, como quien disfruta haciendo aquello-. Es usted tan idiota de presuponer que no tengo documentos porque no los ha visto, pero lo que no sabe es que ayer mismo los estaba verificando para ajustar papeleo legal de este local.

Dio un par de palmadas en la mejilla de Ambroos, fuertes pero inocuas, haciéndole sonar hueco y molesto en las orejas. Era una clara bravata y una burla. Una forma de decirle que estaba jodido, pues no había otra forma de tener un local en pleno barrio rojo que teniendo toda la documentación en regla o pagando a los alemanes. Quizás ambas cosas a la vez. No en vano era el motor económico de la ciudad, y la clientela del local, nacionalsocialista y neerlandesa.

- Le mataría ahora mismo y encerraría su cadáver en la bodega- declaró tapándole la boca al sacerdote con la mano, pese a que él ya había gritado bastante-. Pero ya que sabe usted tanto, vamos a sacárselo todo primero, ¿no le parece más divertido?- sonrió ampliamente como un gato de Cheshire tras caerse en un tanque radioactivo-. Estoy seguro de que sí, Jürguen- apuntó con un acento Serbio totalmente marcado a propósito.

El hombre soltó una risa baja y pesada mientras alguien abría la puerta. Tanto escándalo bien mandaría sus seres más queridos allí o, en su defecto, a los nazis. El hombre simplemente levantó la vista y con una mueca de circunstancias, frío y racional, comandó a sus súbditas. Sí, eran prostitutas.

- Liria- la dijo como saludo, pese a que estaba en aquella posición y actitud-. Tráeme esposas y cinta aislante- se hizo el silencio, pero antes de que la mujer dijese nada, añadió de forma glaciar-. Ya.

La puerta se cerró de nuevo. Esposas y cinta aislante habría en cada habitación del burdel conociendo los gustos de los clientes. Volvería en segundos y Jürguen sería en aquel momento quien los llevase puestos, no la puta.

- No se preocupe, que examen va a haber- aseguró el proxeneta en tono resolutivo y casi aliviado-. Sólo que esta vez sobre la mesa de operaciones va a estar usted. ¿No tiene usted frío?

Acabó con la misma frase que Jürguen, señal de que había invertido las tornas. El plan del sacerdote hubiese funcionado contra muchos otros, pero Ambroos Janssen solucionaba ese tipo de problemas de raíz, arrancando las malas hierbas. No se dejaba ningunear ni controlar, y estaba dispuesto a tomar la vía difícil si con ello solucionaba un mal mayor. Y Jürguen era un mal mayor.

Ambroos Janssen está temporalmente controlado por el Director de Juego.

Jürguen pierde 2 puntos de Salud. Tiene un turno de reacción antes de que Liria vuelva con lo que Ambroos ha pedido. Si grita o hace algo brusco, Ambroos tomará medidas violentas a efecto inmediato, silenciando e incluso noqueando.

Cargando editor
21/07/2013, 09:20
Siegfried Strauss

Al ver cómo la japonesa se quedaba quieto el hombre gritó en alemán a sus hombres y comenzaron a correr hacia la japonesa. El ruido de orugas también se acercó, aunque ciertamente el cabecilla alcanzó a la oriental pistola en mano bastante rápido. Se le notaba que era un hombre atlético y apto para la guerra.

Sin demasiado miramiento tomó por una muñeca a Sawako y la mandó contra la pared, luciendo una fuerza bastante monstruosa. Aunque el hombre era fuerte, fibroso y musculado, no dejaba de ser nada que no pudiese conseguirse con un poco de gimnasio cada día y un entrenamiento militar de mantenimiento. Era sólo fuerte. Su brazo, sin embargo, era un yunque. Aferró a la mujer como si fuese papel y la lanzó contra el muro de igual modo.

- ¡Separa las piernas!- gritó con acento alemán.

Al contrario de lo que la frase pudiera dar a entender, era sólo para una inspección. El hombre cacheó a la mujer sin miramiento alguno, como si fuese un trozo del mobiliario. Buscó de arriba abajo en los bolsillos del trasero, en los delanteros, y en el canalillo incluso, pero no dio muestra alguna de disfrutar con ello. Simplemente hacía su trabajo de forma rígida y fría, tratando a la japonesa como precisamente eso, una japonesa para un nazi.

- ¿Y tus papeles?- gritó poniéndole el cañón en el cogote.

La mujer tenía una mejilla contra el ladrillo y las manos contra el mismo. En posición anatómica era el vivo reflejo de un cacheo. Y probablemente si hacía un movimiento brusco, moriría. Por otra bala en su cuerpo. Por suerte, por infinita suerte, no tenía la otra alojada. Si a aquel hombre se le ocurría sacarla y compararla con las de su personal, vería que eran las mismas. Y con eso le sobraría para meterle un disparo. Que podía hacerlo ya perfectamente, pero por profesionalidad prefería esperar.

- ¿Cómo te has hecho eso?- añadió señalando con la mano libre la herida de la pierna.

El problema era que ella no tenía papeles, y que pocas excusas había para explicar por qué tenía un agujero de entrada y salida por herida de bala en un muslo. Viendo a aquel hombre de fuerza tan demoledora como militar su carácter, las cosas pintaban feas y calvas. Si se tragaba un par de mentiras tenía las de vivir un día más, pero viéndole como el líder del grupo y ese aspecto de perro corrosivo no parecía lo más probable.

Menos cuando en su gorra, ahora sí, se veía una calavera. En las solapas de su traje negro, por otro lado, las dos eses escritas. Ese hombre pertenecía a las Waffen. Y había pocas cosas peores que esa en aquella ciudad. Ni siquiera los cinco hombres que por detrás la apuntaban y vigilaban podían compararse.

Era probable que, efectivamente, aquello terminase bajo el río.

Cargando editor
21/07/2013, 09:21
Gabriel

Niki aferró el arma y se preparó. Su mente evocaba el olor a pólvora y el tacto áspero de la madera, el oro, el metal y el acero. Podía recordar en sus vísceras cómo se sentía el retroceso en la piel y los músculos, cómo se producía un chasquido y una presión en el dedo al amartillear el arma. Niki Neil sabía que en un pasado había disparado y que había sido una experta y diestra tiradora. No podía tener certeza de ello, pero a juzgar por su trabajo como agente del gobierno y por sus conocimientos había sido, si bien no la mejor, sí una gran pistolera. Su padrastro, si era él el hombre de sus visiones, había hecho un buen trabajo con ella.

Cuando pulsó el percutor y vio el brillo salir en el cañón del arma, no pudo sino reprimir una cálida sensación de familiaridad y cercanía. Estaba acostumbrada a gustar del sonido hueco y retumbante de una bala saliendo del cargador, y aquella era un arma que podía disparar, según ella creía, trescientas balas por minuto sin ser una ametralladora pesada. Sí, sin duda la vieja Niki hubiese estado agradecida y emocionada si le hubiesen regalado algo así por su cumpleaños.

Pulsó el percutor como una semiráfaga, dándole pequeños pulsos para liberar sólo unas pocas balas. Todas y cada una de ellas dieron en blanco, destrozando una de las botellas a velocidad de relámpago. Así hasta las siete, y una octava bala, sólo por la emoción del momento, en el centro de la diana de dardos que yacía al fondo del lugar. Tal precisión era propia y exacta en un tirador de élite, propios de aquellos que se encargaban de las Operaciones Negras del gobierno estadounidense. Propia de aquellos que protagonizaban las películas de Resident Evil.

Con una sonrisa de placer y gozo en los labios, de alegría como si acabase de superar unas oposiciones, tardó incluso unos segundos en darse cuenta de que sólo el humo parecía moverse. En los cigarrillos y en el arma, pues cuando miró triunfal al resto de miembros y miembra para ver su reacción descubrió que, si bien no todos habían palidecido, sí estaban totalmente petrificados, o incluso boquiabiertos.

Gabriel soltó una risilla nerviosa y divertida mientras se encendía un cigarillo, y parecía sin lugar a dudas el más capaz de mantenerse activo en una situación así. Estaba tan impresionado como el resto, pero Drike simplemente había dejado que se le cayese el cigarrillo de los labios, Stille seguía congelado detrás de las gafas con gesto marmóreo y Rayen había abierto los ojos con sorpresa o incredulidad.

Una vez más, Gabriel golpeó la mesa con el puño antes de levantarse empujando la silla con una sonrisa. Abrió las manos y rió con satisfacción, revelando un cuello duro y terso, con un colgante perdiéndose en la cazadora de cuero y una pistola asomando en la cadera.

- ¡Fantástico!- aseguró tomando, como vicepresidente, la voz cantante cuando su líder estaba estupefacto-. Simplemente fantástico, Niki. ¿Dónde demonios te han enseñado a disparar así?- preguntó en un tono totalmente interesado-. No has ido a un colegio de monjas precisamente me parece a mí.

Dio la vuelta a la mesa, se acercó a Niki y la cogió el arma, apoyándola contra una pared. Al hacerlo no dudó en mirarle a los ojos con una interrogación antes de quitarle el arma, como si se mostrase confidente e intrigado pero también divertido y consultivo, a sabiendas de que alguien que había disfrutado tanto con algo así pudiera mostrarse reticente a perder el juguete una vez probado.

- Bueno, creo que por ahora, en vista a esto, no necesitamos más aval de la chica. No mientras no tenga acento alemán- se apresuró a añadir mirándola de reojo, a sabiendas de la chica ocultaba bastante cosas, como todos-. Creo que es hora de ponernos en marcha- ni corto ni perezoso pasó un brazo por el cuello de la chica, tirando de ella hacia la sala principal-. Realmente estoy luchando contra la necesidad de verte disparar durante horas- la dijo en voz baja mientras daba tumbos, disimulado, hacia la salida, rumbo al exterior de la fortaleza-, pero me conformo con una botella de tequila y celebrarlo cuando terminemos.

Estaba ligando con ella, sí. Dado el físico de Niki, no era para menos. Pese a que Gabriel era notablemente atractivo y tenía madera y sobrados atributos sociales, no dejaba de ser un hombre en absoluto acostumbrado a ver cómo una pelirroja despampanante que aparentaba veinte años repartía balas como si llevase toda la vida entrenando para ello. Y así era, todo fuese dicho.

- ¡Niki será mi tiradora esta noche!- declaró soltando a la chica y dándose la vuelta para encarar al grupo, que totalmente debía de estar acercándoseles por detrás tras aquellos segundos de intimidad- ¡Coged el furgón y cargad las armas, tenemos una cita para desplumar aguiluchos en noventa minutos!

Media hora más tarde, el coche de Gabriel iba el segundo en una caravana de cuatro. Con la furgoneta cargada en tercer lugar y todos los efectivos del grupo divididos entre los diversos vehículos, avanzaban rumbo a las zonas más desprotegidas y expuestas de la estación de trenes, dispuestos a asaltarlo antes de que este entrase en la estación. Sin salir de Ámsterdam y adentrarse en campo abierto pero sin meterse en las estructuras protegidas.

El plan era simple. Sólo tenían que manipular algunas vías de metro para que el tren descarrilase antes de dar el último aviso a la estación y contasen con su llegada inminente. Entonces lo asaltaban, robaban el armamento, sacaban a las prisioneras si las había, y se largaban de allí como alma que llevaba al diablo. Gabriel llevaba su pistola y un AK-47 entre el asiento y la palanca de cambios. La mujer también llevaba una ametralladora igual en su lado.

- Recuérdame que necesitas una pistola- dijo Gabriel sin dejar de mirar a la carretera más de dos segundos. Una carretera negra con pintadas blancas esporádicas y alguna señal carcomida-. Lo que no sé es cómo alguien como tú no se ha traído una pistola- añadió negando con la cabeza sin dar crédito-. Cuando nos dijeron los chicos del otro lado del charco que nos iban a mandar a una mujer nos reímos. Ahora... les has metido a todos las pelotas para adentro. Y a mí- se rió con una mueca pícara e incrédula-, bueno, digamos que también me has impresionado. Aunque no espero que lo cuentes, sólo que te inventes una excusa de cara a los demás y me digas por qué alguien que podría ser modelo se ha metido a manejar armas de fuego.

Cargando editor
21/07/2013, 09:21
Alan Smith

Alan Smith se dio unos golpecitos en el mentón mientras escuchaba, sopesando sus palabras. Pareció alegrarse, aborrecerse y torcer el gesto a partes iguales. Finalmente se paró a reflexionar, y despegó los labios para decir algo en consecuencia. Novák tenía grandes ideas, las de un genio, pero su capacidad para mentir no le acompañaba. El hombre y maníaco estaba a punto de reírse de Novák y mandarle asesinar cuando, anonadado, abrió los ojos como platos y pegó un bote en el asiento, pasmado como si acabase de ver a la virgen.

El brazo que sujetaba a Liselote se encendió haciendo saltar chispas, y ambos brazos comenzaron a moverse. Con un sonido de pistón abrieron su brazo de araña, soltando los pies de Novák. El mismo cayó al suelo golpeándose un costado, como su hermana, que vagamente abrió los hombros y balbuceó algo tras el inocuo pero molesto choque contra el asfalto.

Uno de aquellos aguijones de metal fue a Novák y cortó sus cuerdas con dos movimientos de las cinco terminaciones en forma de garra mecánica. Manos y pies. El otro, mientras tanto, arremetió contra Alan Smith. Bajó de los cielos y cargó contra él, tirándolo al suelo de un golpe. Aquel camionero vagamente sacó la pistola y, con gesto airado y violado, alzó el arma y la amartilleó contra Novák. Su puntería era suficiente para impactarle, pero no era un tirador profesional. Se notaba que había aprendido a disparar hace poco, cuando su vida comenzó a cambiar.

La bala sonó hueca contra el metal, golpeando contra el brazo que protegió a Novák.

- Maldito Freak- le insultó usando la connotación de "Monstruo extravagante" que a veces tenía aquella palabra. Destilaba odio-. Así que máquinas, ¿eh, Novák?

Sus secuaces aparecieron, pero sólo Rembrandt llevaba el rostro descubierto y un arma de fuego en la mano, pues era el único que importaba. El resto era atrezzo sin talento alguno ni personalidad destacable, seguidores sin gracia ataviados de negro con armas tales como bates de baseball, tuberías, o incluso simples útiles de cocina. Algún cuchillo militar, pero era todo. Los brazos de Novák le escudaron de las balas y desgarraron a los secuales, catorce en total.

El primer hombre cargó contra Novák con dos cuchillos, pero el brazo le sujetó y le llevó por el aire. Pataleó inútilmente e incluso lanzó sin puntería un cuchillo contra Novák, que impactó en el suelo. El brazo le sumergió en el ácido, soltándolo mientras el hombre gritaba hasta terminar de hundirse en aquel líquido burbujeante.

Un segundo fue a por Liselote, que no pudo sino gritar y pegar una patada. Iba a tomarla como rehén, pero el otro brazo mecánico le hizo compartir el futuro que su antecesor. Otros dos hombres terminaron con un feo corte en la cara, y un quinto vio cómo su brazo era perforado por tres de aquellas agujas de araña. El metal presionó contra el músculo e hizo que el hombre poco a poco, ante su cara de horror, fuese moviendo su brazo contra el rostro. Cuando su cuchillo amenazaba con atravesarle un ojo lo soltó y suplicó piedad, alzando la mano libre ante Novák. El brazo lo soltó y el hombre echó a correr mientras se aferraba un brazo que, en una postura imposible, soltaba un reguero de sangre.

Sólo tres hombres más cargaron, pues el resto amenazó con salir huyendo.

- ¡PELEAD!- gritó Alan mientras él retrocedía a tientas en el suelo. Sus hombres pusieron cara de circunstancias y volvieron, cargando.

Sorprendentemente, pelearon. No huyeron. Estuvieron, contra todo pronóstico, dispuestos a morir por su líder. Definitivamente, Alan había llamado monstruo a Novák, y no se había esperado aquello, pero algo en él, como en Eichmann, podía gobernar las mentes de los hombres.

Al final, Alan Smith había desaparecido con el rabo entre las piernas y todo el mundo había muerto o huido. Había tres cadáveres alrededor de Novák, pues no había quedado otro remedio que el de acabar con ellos. Otros, sin embargo, habían huido a partir de que Alan les abandonase. La sangre se diseminaba hacia las salidas, y un tanque de ácido estaba volcado contra el suelo. A Novák no le había hecho falta huir, y ciertamente no hubiera podido, rodeado como estaba. Aquella había sido su única solución, pero ahora estaba vivo.

Solo y vivo en aquella sala vacía donde sólo la sangre y un mal recuerdo le acompañaban. El haberse convertido por necesidad en un asesino le pesaba en la conciencia, pero por otro lado había dos personas vivas a su lado. La primera, Liselote, que había gateado hasta abrazarse a Novák entre lágrimas, el cual la desataba lentamente conforme podía. Los brazos mecánicos habían dejado de moverse. El segundo vivo era Rembrandt, que estaba en el suelo tendido con una herida en la pierna que le impedía caminar. Derrotado y sin posibilidad de fuga, el hombre se limitaba a esperar haciendo de tripas corazón y tragándose su dolor.

Ahora era el momento de consolar a la hermana, hacer algo con Rembrandt y volver a casa. Silk Shade tenía una cita pendiente con él, Anne esperaba preocupada, y Ria seguía teniendo problemas de salud. Aquel pequeño incidente había terminado en una victoria para él.

Novák gana 1 punto de Alma por el tiempo transcurrido. Pierde 5 por el uso actual de Comunicación con las Máquinas. Mantener el poder hasta exterminar a los secuaces de Alan Smith hace perder otros 4 puntos adicionales. Dado que Novák tiene las de ganar y que ha hecho méritos suficientes, dejo el combate como algo narrativo una vez comenzado.

Alan Smith, El Villano, como un enemigo y rival destacado de la crónica y Némesis de otro jugador, gasta 1 punto de Redención para huir con vida y volver a aparecer en un futuro. Novák gana 1 punto de Redención.

- Tiradas (5)
Cargando editor
21/07/2013, 09:22
Liselot

- Por qué no- respondió Liselot en tono resuelto y despreocupado. No era un tono de pregunta retórica, ni de negación, sino de afirmación pese a la elección de palabros.

Se encogió de hombros y siguió caminando dando conversación de ascensores a la pequeña y voltaica Gretchen. Quizás había hablado con Stille, su compañero, sobre Gretchen. O quizás no. El caso es que, confiase o no Stille según se secretos a Liselot, este estaba dispuesto a ir con Gretchen a donde fuese. Como si no tuviese nada mejor que hacer, aunque quizás, para él, echarle un cable a la apadrinada de su amigo fuese lo mejor que hacer.

El cordón policial se extendía un rato más tarde cerrando el barrio. Los coches se amontonaban fuera por ciudadanos que esperaban a que un grupo de dos policías acompañasen, o más bien escoltasen, sus monstruos de metal al interior de sus garajes. Los mirones se apelotonaban como avispas alrededor de un panal de miel. Dentro los uniformes de los alemanes se mezclaban con los de la policía local, controlada y subyugada ante los nacionalsocialistas. El verde, el azul, el gris y el negro en los uniformes conformaba una amalgama de colores, aunque algún camión de bomberos a lo lejos con sus trajes rojos daba un quinto contraste.

- Wow- fue lo que dijo Loselot-. Pues me parece a mí que no nos van a conceder un Pase VIP para ver qué ha pasado dentro, querida- añadió en un tono concesivo, apropiado de un hombre de su edad dirigiéndose a alguien de las características de Gretchen-. Salvo que consigamos un par de uniformes de la poli, supongo, pero eso estaría mal.

A juzgar por su última frase, era algo así como decir que él lo hubiera hecho, pero que con Gretchen, no. Si Gretchen pudiese desatar a Alice y meterla a ella las cosas podrían llegar a ser muy distintas. Pero claro, eso era arriesgado conociendo a Alice, si es que es que era siquiera posible. Podía plegar el tejido de la realidad dentro de su mundo, pero poco más. Alice era, precisamente, el reflejo de fenomenales poderes cósmicos y un lugar chiquitín para vivir.

Al fondo se destilaba, no obstante, la sombra alargada de varias personas, todas ellas hablando entre si como si dominasen la situación. De hecho, lo hacían.

El primero resultaba vagamente atrayente, pero en un mal sentido, ya que evocaba a Diéter. Llevaba un traje caro y se desenvolvía con soltura y altivez, como un aristócrata que se sabe económica y mentalmente por encima de los demás. Como si el resto del universo estuviese para servirle. A Gretchen le era fácil reconocer ese aire de mandón macabro y manipulador que gritaba a las mujeres y que tenía sentimientos de piedra. Aquel hombre no tenía fenomenales poderes cósmicos, pero sí debía desprender el aroma de un perfume caro y ese aire de infeliz con dinero que vivía sus días como un Narciso acomodado o un Diéter amargado. Dando órdenes a quienes podía para paliar sus propias carencias. Y desde luego, los coches rojos eran para imbéciles con complejos, o eso hubiese dicho él también.

La segunda llamaba ligeramente más la atención por si similitud con Alice. Con ese aire de saber lo que se hacía en el lugar pero no sentir demasiado apego más allá del trabajo. Vestía con traje y camisa blanca a cuello vuelto, sin distintivos militares. Parecía más una clásica agente del FBI o personal gubermanetal que un cargo militar del ejército alemán. La mujer hablaba poco y en tono resuelto, comedida y sencilla pero eficiente, dando órdenes sendas y opiniones parcas. El Diéter de antes bien parecía molesto por no coincidir con ella, y la replicaba con violencia, pero a la mujer simplemente parecía darle igual, como si su enfoque fuese inamovible como su estoicismo.

El tercero sí que era a todas luces un militar alemán. Sombrío y pálido como si no viese el sol, con las manos a la espalda y las medallas en el pecho, con una corbata fea como ella sola y un cabello lacio. Su pequeño bigote se dibujaba en la distancia como un perro triste y aburrido hablando. Era un táctico. El hombre simplemente parecía tremendamente hastiado por aquello, y casi parecía que hubiese agradecido que alguien le tendiese una pistola para poder pegarse un tiro. Pero allí estaba, ajeno a la situación como si le diese bastante igual. Como si no le interesase o no fuese con él. Ciertamente, parecía que prefería infinitamente estar en el sillón de su despacho en su cuartel, hablando por teléfono con su querida amante de Berlín a ver si ya había echado cianuro en la comida de su señora esposa.

En los tejados, a lo alto, había hombres armados. Eran hormiguitas en la distancia, pero todas ellas con uniforme militar o en su defecto, policías. Definitivamente para que se hiciese tal despliegue de medios y para que se alterase tanto el panorama algo gordo tenía que pasar por ahí. O los cazafantasmas llevaban sus detectores espectrales o había un fragmento de Energón, porque unos vulgares rayos no hubiesen atraído la atención de tantos nazis.

Cargando editor
21/07/2013, 09:22
Administrador

Un escalofrío recorrió a Ruth mientras sentía cómo poco a poco las fuerzas le abandonaban. Un chisporroteo eléctrico zarandeó sus venas mientras su frente se perlada de sudor y la chica comenzó a resoplar. No tenía tiempo, así que para ver el estado de la situación y de su amigo debía tomarse aquello como una carrera y condensar su esencia. Probar lo que le había dicho su hermana sobre ver en los ojos de los demás y, por qué no, quemar su cuerpo por dentro para hacerlo antes de que alguien apareciese en el cuarto y le soplase en la nuca con aquella ametralladora.

Los ojos de Ruth comenzaron a divisar a Arjen entre nieblas. El hombres se estaba arrancando los calcetines. Tenía el resto de su ropa en el suelo y estaba tras el sofá del comedor, encaramado. Su pecho se movía rápidamente, desnudo. En el último segundo sacó algo de un bolsillo, posiblemente una agenda, y se movió por el sofá. Cuando miró hacia allí vio cómo un agente blindado con una ametralladora señalaba la ropa y decía dos palabras por el walkie. No parecía ver a Arjen, aunque estaba al lado.

En ese momento, Ruth supo que tenía que hacerse invisible. Sólo así podría salir por la ventana, ya que no le quedaba otra. Repitió la maniobra anterior, haciendo todo lo posible para que su cuerpo volatilizase sus energías y la hiciese desaparecer. Ya sentía cómo la cabeza pitaba como una tetera y la visión se tornaba algo borrosa, tanto en Arjen como en ella misma, así que se aferró a un mueble para no desestabilizarse. Una sensación pastosa inundó su boca y unos cepos atraparon su mente. Sabía que se estaba quedando sin energía, fuese cual fuese el tipo, y se sentía como un mando a distancia sin pilas.

Arjen correteó entre los agentes sin establecer contacto visual, ignorando su visión periférica como si simplemente no tuviesen, y deslizó los pies sin hacer ruido y las manos cortando el aire. Entró en su cocina y sacó un bote de canela y otro de algo que Ruth no supo identificar. A saber para qué quería en aquel momento algo así, pero viendo de lo que era capaz, nada que no fuese a impresionarla. Después, o antes, no supo decirlo con tanto mareo, levantó una bandosa del suelo y sacó del interior lo que parecía ser un carcaj con virotes y una ballesta. Ruth había oído hablar de un Arquero que vestía de verde y lanzaba flechas, pero no sabía nada sobre un hombre casado, un Ballestero, que iba desnudo y disparaba virotes. Uniendo piezas con los gustos de su hija cada vez quedaba más claro que ese hombre había sido un Greenpeace. Aunque ahora lo de "peace" no parecía tomárselo con la misma filosofía.

Ruth desapareció a la vista y un golpe sacudió su puerta. En la habitación de aquella rubia, tanto la antigua como la nueva, entró un hombre vestido de negro, con la esvástica de los nazis en un brazo y una insignia de fuerzas de seguridad en el otro. Llevaba otra ametralladora entre los brazos como si Ruth fuese una amenaza inconmensurable que merecía tanques, y, a juzgar por los ojos de aquel hombre, gafas de visión térmica. No, definitivamente los nazis no eran estúpidos.

Ruth tuvo el tiempo justo para que Arjen desapareciese de su mente mientras apretaba algo y cemento de secado rápido caía sobre su alijo secreto. Un montón de papeles, fotografías de su familia y pequeños recuerdos de padre quedaron sepultados, quizá para siempre, en aquella sustancia gris. Lo último que pudo leer fue "premio al mejor papá del año" antes de que Arjen desapareciese junto con sus recuerdos y sólo quedase Ruth. Sólo se veía a si misma.

A la mujer le dio tiempo justo para saltar por la ventana e intentar caer con gracilidad, sin éxito. Se dobló un tobillo al caer y le entraron gotas de sudor en los labios y la nariz. Un par de lagrimones anegaron sus ojos tras aquellos tres metros de caída, en la que le pareció escuchar un molesto crujido a la altura del pie derecho. Había saltado de un primer piso, básicamente. Cuando aterrizaron sus brazos en el césped agradeció que no fuese grava o tierra y que el impacto hubiese sido amortiguado. Sea como fuere pudo escuchar las balas silbando tras ella por la ventana. Dos segundos más lenta y ahora estaría, quizás no muerta, pero sí incapaz de caminar y herida de gravedad.

La mujer echó a correr cojeando, herida y exhausta como pudo, resoplando y a sabiendas de que no podía correr. Aún era invisible, pero le costaba un imperio moverse con tantas agujas clavándose en su cuerpo y a sabiendas de que sus poderes le habían costado su cuerpo. Se movía sólo por el instinto de supervivencia y porque sabía que no tenía alternativa.

El hombre a sus espaldas disparó, pero no parecía querer dar a matar. Hubiese sido tremendamente fácil darla en el torso aún siendo invisible, pero en una pierna no. Escuchó las balas silbar a su alrededor e incluso vio varias perforar la madera ante ella o el césped. Finalmente, no supo ni cómo, pudo alcanzar la vaya y saltar. Avanzó unos tantos metros más y se adentró en una casa vacía.

Sintió ganas de vomitar, y lo hizo. Se sentía, no sobrenaturalmente, que también, sino emocionalmente, anímicamente, vacía. Su vida se había resquebrajado desde sus cimientos y sólo le quedaba su familia y un hombre desnudo con un carcaj de flechas y una ballesta. Era desoladoramente triste teniendo en cuenta que se encontraba exhausta y, en aquel momento, no era sino mucho peor. Ella no dejó de hacerse invisible por voluntad propia. Su cuerpo recuperó el componente visual sin que Ruth lo pretendiese. Y cuando lo hizo, la mujer sintió como un yunque la golpease en el estómago. Un escalofrío y una gran nausea con el estómago vacío la sacudieron, y a la mujer sólo le quedó la sensación de querer abrazarse a si misma, pero no podía.

Porque había gente persiguiéndola con gafas térmicas y armas de fuego para ella ya sabía bien qué. Pero tampoco podía moverse, de verdad, y cada paso se volvía en algo que costaba pasos de gigante. Necesitaba dormir, pero también suicidarse y sumergirse en bacta durante semanas. Tenía un pie torcido, contusiones de la caída por el cuerpo, magulladuras de haber huido y casi podía sentir la sangre en los dientes. Casi podría haber llorado sangre de no ser porque no sentía nada, con la boca seca. Lo único húmedos parecían sus ojos.

Y así fue cómo escuchó cuatro pasitos acercándose. Siguió moviéndose un par de pasos hacia la salida de la casa para llegar a la siguiente, aunque sabía que probablemente caería inconsciente antes de alcanzar la puerta. Lo que vio con la mirada cada vez más desenfocada fue a un perro. El perro de antes, el que la había llevado a casa de Arjen. Sólo que ahora llevaba un carcaj al lomo y una ballesta entre los dientes.

No sabía cuanto tiempo le quedaba, pero sabía que iba a perder la consciencia. Sin energía sobrenatural ni física en el cuerpo era algo inminente. Y sólo el perro estaba allí para ayudarla, aunque las circunstancias de este eran cuanto menos, extraordinarias.

Ruth pierde 3 puntos de Alma y Fatiga para acelerar su Conexión Ocular. Sufre Cansancio. Pierde otros 3 puntos por activar Conexión Ocular. Pierde 2 puntos de Alma y Fatiga para acelerar su Invisibilidad. Sufre Exhausta. Pierde 3 puntos por activar el poder. Pierde 1 punto por mantener Conexión Ocular hasta que Arjen entra en la cocina. Pierde tres puntos por mantener Invisibilidad todo lo posible. Pierde 1 punto de Cansancio para potenciar su Agilidad (Sigilo) y que no la escuchen al entrar en el cuarto. Gasta 1 punto de Redención en Atletismo para intentar paliar su condición de Exhausta. Pierde 3 puntos de Salud al caer. Gasta 1 punto de Redención para escapar sin que le den las balas en ráfaga de área. Pierde 3 puntos de Aislamiento y 2 de Burnout por el shock y trauma emocional.

- Tiradas (7)
Cargando editor
21/07/2013, 09:22
Administrador

La unidad de élite fue moviéndose de habitación en habitación con precisión quirúrgica, como movida por una mente de colmena. Arjen sacó su libreta y la ocultó con su cuerpo el segundo antes de que alguien viese su ropa. Apenas había sentido el cansancio que suponía activar sus poderes demasiado rápido, y menos el hecho de haber reprogramado mal algo en su secuencia genética. Para cuando se acercaron a donde había estado el hombre ya se encontraba al otro lado del sofá. Mientras el ecologista se movía hasta la cocina escuchó como uno de los soldados de asalto decía por radio dos palabras en alemán.

Para cuando terminó de recoger todo su arsenal de la cocina y volvió a salir al pasillo, ya no escuchaba el ajetreo de los soldados moverse de habitación en habitación. Sólo escuchó varios disparos en el piso de arriba, probablemente por culpa de Ruth, pero no podía hacer nada. Tras ello sólo les veía abrir sin miramientos y encañonar cualquier pequeña dependencia en la que cupiese una mujer joven de la estatura de Ruth. Podía oír cómo violaban los armarios de los dormitorios y pudo ver cómo alguien entraba en la cocina y abría cajones de la despensa.

Estaba alejándose ya por el pasillo cuando escuchó a las espaldas voces más recatadas mientras entraban a la carrera hombres ataviados con simple kevlar defensivo, sin armamento, con un maletín negro en las manos. Lo abrieron y comenzaron a sacar bolsas de plástico para clasificar pruebas. A juzgar por el frenesí con el que hablaban todos de forma coordinada, no sólo se estaban poniendo de acuerdo sin problemas, sino que estaban atando cabos. Señalaron a través de la pared la habitación de Meike, donde Ruth había dormido, y señalaron uno de los botes verdes que habían sacado arrancando un cajón.

Más disparos, pero a nadie pareció importarles. Arjen los reconoció hacia el exterior. Quizá la cría estuviese escapando, posiblemente por una ventana.

La casa de Arjen tenía las tripas al aire, así que podíamos considerar al cemento de secado rápido una bendición. Sólo que cuando volviese a desenterrar sus cosas iba a sentir todo el peso de una vida perdida. Su casa sería solo una finca vigilada y sus cajones astillas. Aquello sería un estrago de la guerra más, y sólo le quedaba su refugio blindado. Y cuando en la vida sólo te quedan un puñado de terroristas y un búnker sabes que vives en la tercera guerra mundial. Perseguido como un perro.

Y en eso se convirtió al saltar la valla. Cuando miró detrás sólo vio la ventana del piso de Meike abierto y, desdibujado al fondo, una línea policial que flanqueaba la casa con cinco coches. Que Arjen viese, pues la casa tapaba la mayoría. E iba subiendo. Las hormigas humanas caminaban allí móvil o walkie en mano. Cuando vio una limusina negra bajar la calle como la sombra de un espectro supo que estaba más que bien jodido.

Pero una vez convertido en animal, físicamente hablando, pues emocionalmente era otro cantar, buscó a Ruth. Tenía que ver si seguía viva, y lo estaba. Había un reguero de olor que salía de la casa y se adentraba en una casa vecina. La mujer apestaba a miedo y había estado sudando. Sudando bastante, todo fuese dicho. No se había echado polvos de talco encima precisamente. Con el carcaj encima y la ballesta en los dientes el hombre y bestia siguió un rastro que corría calle abajo hasta que se topó con ella.

Qué pensaría, qué diría, cuando viese a un perro que portaba un carcaj con virotes y una ballesta. El mismo perro que la había acompañado hasta esa casa y que había demostrado ser astuto y superviviente con una inteligencia humana, y por mucho. Sea como fuere, no parecía tener nada, sólo lo puesto. Una pelusa que corría a la espera de que la alcanzase una hebra de fuego.

Podía cogerla, acunarla, y meterla en el refugio donde tantos otros. O no hacerlo. Pero entonces Arjen debería ver cuál sería su siguiente paso, y debería verlo pronto, porque le buscaban y no lentamente ni con pocos medios. Aunque él tenía un pequeño ejército. Si iba a destruir la Torre de Comunicaciones, si iba a recuperar a su hijo, debía hacerlo al ritmo que estaba llevando. Y para eso tenía que ver cómo le había ido a Olga, o más bien a Silk Shade, con Novák. Pero eso sería cuando el sol volviese a caer.

Sea como fuere, sólo tuvo que entrar por una puerta abierta y entrar en una casa. Encontró a Ruth semiconsciente dando pasos como un zombie hasta la siguiente salida. Estaba anegada en lágrimas, sudor, y había un olor ferroso en el ambiente, aunque no parecía ver sangre. Tenía un tobillo torcido, quizás de una mala caída, y no sólo parecía ranquear sin éxito a pasos de enana sino que amenazaba con caerse como un peso muerto y caerse. Su salida había sido a todas luces mucho más infructífera de la de Arjen.

Había debido salir por una ventana y caerse al hacerlo. A juzgar por cómo resollaba, algo muy, pero que muy malo la había pasado. Era imposible que estuviese tan cansada sin más y tan sudada salvo que hubiese estado haciendo ejercicio como Arjen. No parecía de constitución hercúlea precisamente, pero estaba exhausta y a punto de desfallecer. Y probablemente, conociendo a la chica y conociendo a Arjen, este bien podía apuntar que en treinta segundos, siendo optimistas, tendría a un tío a sus espaldas, y luego dos más. Sí, a Ruth la habían visto salir.

Pero Arjen estaba desnudo, convertido en perro, y con aquel arsenal. A partir de ahí tenía varias opciones. O dejar colgada a Ruth y escapar él, cosa que podría conseguir sin demasiados problemas, o podía ayudarla. Pero eso sería muy doloroso para él emocionalmente hablando. Podía hacer muchas cosas, pero ninguna iba a terminar de gustarle.

Lo primero que pensó fue en volverse humano, ponerse algo de ropa en aquella casa y salir corriendo con Ruth a hombros. Pero no tenía tiempo para vestirse ni aún acelerando su transformación y forzándola. La otra era correr desnudo con ella a cuestas, porque sin duda, no podía caminar, menos correr, e iba a desmayarse. Y ya se vestiría cuando alcanzase el final del barrio. Tendría que llamar a alguien por teléfono, o a todos, para que fuesen a buscarle en coche, moto, o lo que fuese. No podía dejar un rastro de olor hasta donde fuese a ir, fuese El Boulevard, la Ecocueva, o donde sea.

Otra opción era meterse en el subsuelo de la ciudad. No necesitaba ropa allí dentro, aunque sin duda iba a ser repugnante. Por otro lado, a más repugnante menos posibilidades de que le encontrasen. O podía revelarse, hacer frente al tío que fuese a aparecer por la puerta y ganar tiempo. Y a partir de ahí convertir aquel barrio medio abandonado en primera línea de fuego o en un escenario de "Salvar al Soldado Ryan" o la película de turno.

Sea como fuere, la situación era, en resumidas cuentas, que Ruth acababa de encontrarse de cara con un perro que llevaba encima un carcaj con virotes y una ballesta. Si la capturaban con vida a los nazis iba a gustarles saber eso cuando relacionasen las fotografías de Dyrk y Meike con Arjen. Y al propio Arjen eso no le gustaría, por lo que, quizá, salvar a Ruth o incluso matarla era mejor que dejarla allí tirada.

La pregunta era cómo hacerlo.

En 30 segundos entrará un SWAT en aquella casa. Debieran tardar menos, pero la dificultad de juego debe ser asequible.

Cargando editor
21/07/2013, 10:15
Niki Neill

Por un segundo al disparar me había olvidado de todo lo demás, y cuando me giré al ver las caras de los presentes no supe ni cómo reaccionar. Por suerte Gabriel tomó la voz cantante y sin que yo llegar a articular palabra me llevó por donde quiso. Noté como una parte de mí quiso resistirse a darle el arma, mientras que la Niki que yo conocía pedía a gritos que la soltara. Me sentía peligrosa al llevar un arma encima... Y hacía que sintiera que conocía aún menos de mí misma.

Cuando Gabriel comenzó a ligar conmigo recuperé la compostura, sabía que me interesaba intimar con Gabriel en la medida de lo posible. Tratando de evitar los pensamientos que venían a mí siempre que disparaba un arma, me concentré en el atractivo de Gabriel y pensé en cómo meterme en su cama. Consideré que era mejor no ponerle las cosas demasiado fáciles.

- Quizá podamos vernos luego si quieres... - Sonreí  y agarré con mi brazo su cintura. - Pero te aviso que soy una chica ocupada...

Sonreí un poco más y dejé que me llevara al vehículo. Una vez allí pude respirar hondo... parecía que la "prueba" había salido bien. Ahora las cosas estaban claras, debíamos asaltar el furgón, y luego tratar de tirar de Drike... sabía cosas del AAK2 y si quería acabar rápido era mi mejor baza para descubrir la verdad. Drike parecía un buen tipo... seguro que podíamos entendernos. 

Miré a Gabriel, parecía hablar entre la sorpresa y la desconfianza.

- Bueno... dejémoslo en que he tenido una vida difícil... y mi padre tampoco se que fuera ningún angelito - Dije tratando de ser tajante, aunque en realidad no tenía ni idea de si era así, ni de si ese hombre era mi padre, mi padrastro, mi tío o un padre adoptivo. En todo caso, intenté dejar ver que no quería hablar de mi pasado. - ¿Y qué hay de ti? ¿Estás aquí solo por tu padre? Parece que tú también podrías ser modelo... - Sonreí tratando de seguirle un poco el juego. - Debo reconocer que me ha sorprendido conocerte, Drike y Maggie me habían hablado bastante de ti, pero te imaginaba de otro modo. Pareces una persona interesante... Tengo una pregunta técnica... ¿Sueles comandar tú todas las misiones? Querría saber a quien tendré que rendir cuentas.

Pensé que sería buena idea averiguar cosas de Gabriel, pero por otro lado estaba deseando llegar de una vez al tren, el corazón  me latía rápido y no paraba de sentir los nervios a flor de piel. Gabriel podría saber algo del AAK2 y si él dirigía la mayor parte de las misiones estaría al tanto de lo que vio Drike o quizá incluso era una de las otras voces que no pude idenfiticar. Me vi tentada  a indagar en su mente, pero no tenía fuerzas para ello, y preguntarle directamente era un error... así que por el momento, solo podría dar rodeos.

Cargando editor
21/07/2013, 18:42
Gretchen

La niña no contestó. Estaba pensando. Encajando despaciosamente engranajes y piezas mentales. Hablando consigo misma.

Literalmente.

¿Alguna idea, Gretch? Esto pinta complicado. Lo tenemos todo cubierto. Otra cosa no, pero los nazis somos metódicos.

Podría volver luego.

Si vuelves luego se habrán llevado todas las pistas útiles.

Ahora es arriesgado.

Te has pasado la vida escondiéndote de lo arriesgado. Tengo malas noticias para ti: en esta ciudad, todo es arriesgado. No hay nada fácil. Estás en el bando perdedor, y esto no es Star Wars. Los héroes no ganan por oponerse al Imperio. Nosotros somos el Imperio, Gretch, y nos va de maravilla. Mírame, por favor.  De maravilla.

Necesito llegar allí. Tengo que ver lo que hay. Anoche casi no vi nada. 

¿Quieres un consejo? Olvídate de ver. Acércate a la gente que ha visto y ha sacado conclusiones y escucha lo que tienen que decir.  Sonsácales. 

¿Qué?

Vamos, piensa. Tú, por muchas pruebas que encuentres, a duras penas serás capas de componer un cuadro completo. Aquí tiene que haber alguien que sepa mucho más que tú y que ya haya gastado el tiempo en hacer razonamientos complejos. Alguien que se huela el asunto. Alguien cuyas ideas te puedan apuntar en la dirección correcta.

Como esos oficiales.

Sí. El Diéter de pacotilla parece un imbécil, esos son los más cómodos. La tipa parece lista, ten cuidado con ella. Y el militar... si es un táctico seguramente esté aquí porque tuvo la misma idea que tú: establecer un patrón de los ataques ha de servir para algo. Prevenir el próximo o delatar al autor.

¿Acercarme y escucharles?

Sí. Apártate un par de manzanas, busca un rincón oculto, juega al Principito y acércate a ellos. No rompas las normas, no traspases la línea azul. Trata de parecer tan inofensiva como eres.  Y simplemente, escucha.

Gretchen permaneció en silencio, haciendo una pausa en su propia conversación consigo misma. Fueran los ecos del comportamiento futuro de Alice, o la semilla de lo que ésta iba a ser, el hecho es que el murmullo de la calle, el sonido esporándico de las radios de policía y los comentarios de los curiosos ejercían el mismo efecto que un gong zen en la chica. La aislaban del mundo y le permitían pensar.

¿Y sobre la azotea? ¿Si subo, podrían detectarme?

Es el escenario de un crimen. Uno va a ahí a recoger muestras, no a  hacer mediciones de temperatura corporal alrededor del perímetro. Si consigues llegar Esencial y eres tan ligera como una bailarina, no creo que vayas a tener problemas. El asunto es, niña, si te sirve para algo arriesgarte. Hay francos alrededor. Parpadea un poco fuerte y acabarás como un colador.

Cámaras de seguridad, alguien jugando al Gran Hermano. Te detectarán hagas lo que hagas, así que sencillamente no hagas nada sospechoso que llame la atención de un hipotético espectador. Si te detectan jugando al Principito, estás muerta o en las sábanas de Viktor, dependiendo de si tienes mala o muy mala suerte. 

Deja una huella o un cabello en el lugar equivocado y estás jodida. Eso podrías solucionarlo con una goma para el pelo y los guantes de motero de Liselot.

Liselot...

Úsale. Para algo va contigo.

- ¿Conoces a alguien? ¿Alguien a quien puedas preguntar qué ha pasado? -sugirió. Tal vez alguien le debiera algún favor, o alguno de los mirones fuera un conocido, o Liselot se hubiera pasado por la piedra a alguno de los presentes. 

Y tú, Alice? ¿No hay nada que tú puedas hacer?

Mira, Gretch... no quiero desanimarte, pero sé sensata.  ¿Conoces la expresión "último cartucho"?

 

 

Cargando editor
22/07/2013, 10:40
Eugenius Novák

Todo había sucedido muy rápido, pero al menos la vivaz y perspicaz mente de Eugenius había sido capaz de procesar todo a la velocidad suficiente para manejar la situación.

Ahora, libre de sus ataduras y sus captores, podía socorrer y apoyar a su hermana. No podía creer que aquellos patanes hubieran tenido los arrestos para sobreponerse a sus temores y regresar a enfrentarse a él y sus brazos mecánicos en lo que claramente suponía un suicidio. Novák no alcanzaba a comprender cómo Alan Smith ejercía semejante influencia o control sobre aquellos tarugos que tenía por subalternos. Pero ya daba igual. Yacían muertos en su mayoría, aunque se lamentó haber dejado escapar al mal llamado Mesías.

Por un instante la mente de Eugenius luchó contra su conciencia. Por un lado lamentaba haber tenido que matar, por otro, su fría racionalidad le dijo que era lo más sensato, que no había otro remedio, y que debería volver a hacerlo sin dudarlo. Abrazó a Liselote y la retuvo entre sus brazos el tiempo que consideró suficiente para que la joven se calmara. Recogió luego del suelo uno de los cuchillos militares y acabó de desatar a su hermana.

- Tranquila, todo está bien. Sabes que yo nunca dejaría que os hicieran daño a ti o a mamá… - dijo en un tono bajo y calmado tratando de conseguir el mismo efecto en su hermana.

Una vez Liselote hubo recobrado un poco la compostura, Eugenius la apartó de sí, y la miró a los ojos sujetando su barbilla y sonriendo, como cuando eran pequeños.

- ¿Recuerdas lo que te dije en casa sobre Avalon? – preguntó en susurros. Acercó sus labios a la oreja de su hermana, pues no quería que Rembrandt pudiera escuchar nada de lo que iba a decirle. – Pasarán luego a recogeros por el hospital a ti y a mamá. Si van de parte de Silk Shade id con ellos, es una amiga mía. Nos ayudará a salir de aquí y os pondrán a salvo. Yo me reuniré con vosotras algo más tarde. Cuando conozcas a Silk Shade en persona, y sólo a ella, cuéntale que un tal Alan Smith, que se hacía llamar el Mesías, nos secuestró. Dile que logramos escapar pero no le des detalles… - dijo refiriéndose claramente a las habilidades sobrenaturales del propio Eugenius.

Eugenius apartó su rostro del de su hermana. La miró con complicidad esperando que hubiera entendido sus instrucciones y añadió en un tono algo más serio. – Espérame fuera, escondida. Que no te vea nadie. Tardaré medio minuto.

Lo que iba a pasar a continuación no sería del agrado de Liselote. Eugenius se giró y encaró a Rembrandt. – Te dije que dejarais en paz a mi familia… Y os avisé de que estaríais muertos antes de que amaneciera. ¿Lo dije o no lo dije?

Omitió que el Mesías se le había escapado, y que con él huído no podría cumplir su promesa de matarlos a todos… al menos por ahora. Esperó a que su hermana hiciera caso de sus indicaciones y cuando escuchó que los pasos de Liselote se alejaban lo suficiente continuó. Se agachó para recoger con extremo cuidado la pistola de Rembrandt. Como si de un aparato científico se tratara la manipuló con extremada delicadeza.

- Ahora sabes demasiado. – dijo como si lamentara lo que iba a ocurrir. – No puedo dejarte con vida para que cuentes lo que me has visto hacer… ¿Hay algo que puedas ofrecerme para evitarte el sufrimiento? – preguntó esperando escuchar las últimas palabras del hombre. Si seguía siendo tan fanático dadas las circunstancias, no le quedaría más remedio que poner fin a su vida con un tiro en la cabeza.

- Tenemos poco tiempo antes de que los alemanes lleguen aquí. Llevan buscándome desde que entrasteis en el piso de mi hermana y es una mera cuestión de tiempo. Cuéntame todo lo que sepas de Alan Smith. Qué refugios tiene, cuántos hombres quedan a su disposición, cuáles son sus planes en concreto… - Eugenius miró seriamente a Rembrandt mientras le apuntaba con la pistola desde una distancia segura de un par de metros.

– Le seguís ciegamente porque dice ser el Mesías… pero para que creáis en él debéis haber visto algo… ¿qué puede hacer? – preguntó refiriéndose a las capacidades sobrehumanas de Smith.

Cargando editor
25/07/2013, 16:38
Liselote

Liselote temblaba como un cachorro asustado en brazos de su hermano. Se aferraba a la camisa del hombre con las uñas mientras hendía la cabeza en pecho del hombre. Aún estaba abotargada por las drogas, pero había visto el final de aquello y sabía perfectamente qué había pasado, al menos en parte. Su único hermano acababa de matar a hombres haciendo uso de sus capacidades. Sin embargo, a ella la tecnología le era extraña, y a sabiendas de que su hermano era un genio de la piratería, la informática y la electricidad y los dispositivos virtuales. No sabía cómo lo había hecho Eugen, pero tampoco es que en aquel momento necesitase una respuesta. Quizás nunca la necesitase. Sea como fuere, probablemente nunca llegase a pensar que Eugenius había hecho magia. Aunque ese término hubiese sido filosóficamente inexacto.

- Lo sé, lo sé- musitó con las lágrimas resbalando por los botones de la camisa en referencia a la protección a toda costa. Su voz era roto como su corazón y su mente-. Sé qué harías lo que hiciese falta- añadió, aunque podía verlo a su alrededor en ese momento.

Se dejó coger por la barbilla e hizo esfuerzos por dejar sus ojos vidriosos pero sin cascada mientras su hermano le miraba. La mujer se limitó a asentir a todas sus palabras con sendos cabeceos ligeramente neuróticos. Abrazó a su hermano una vez más de forma algo larga y salió de allí frotándose los brazos y algo tambaleante, ligeramente mareada por el efecto de las drogas. Se alejaba del ácido y los cadáveres como una avispa abotargada por un insecticida o un zombie hambriento y deteriorado por la lluvia.

Probablemente tendría miedo al día siguiente en el trabajo y no podría dormir. Hace años la mujer hubiese reaccionado de forma muy distinta, pero ahora era la hermana de un importante científico querido por los manos, un objetivo como rehén y no podía acudir a nadie salvo a su hermano. No había policía ni hombres buenos en aquella ciudad con ley marcial y esvásticas al brazo. Sólo podía rezar y obedecer a quien le había salvado la vida. Sabía que también había sido él quien la había puesto en peligro, pero le quería y no podía luchar contra eso. Ni con el hecho de que ahora su hermano era un asesino. Simplemente, aquello era la guerra. Había visto de todo en el hospital, aunque verlo hacer era muy distinto.

Cargando editor
25/07/2013, 16:50
Rembrandt

- Lo dijiste- aseguró Rembrandt, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza contra el suelo.

Su pecho se movía de forma pesada y parecía que las fuerzas le abandonaban. Pero sí, Novák lo profetizó, y lo cumplió. Incapaz de defenderse y moribundo, dejó escapar su pistola sin intentar oponer vana resistencia. Liselote se fundió en negro con la noche, desapareciendo del escenario.

- El ser humano ama el dolor- comenzó Rembrandt con uno de sus discursos, cual Mesías en miniatura-. Incluso lo consideramos una virtud, el sufrimiento. Cuanto más lloramos en un funeral, mejores personas somos- no se reía, y parecía decirlo totalmente en serio-. Cuanto más sangra nuestro salvador en la cruz, mejor persona es- el hombre suspiró y escupió un poco de sangre al lado, como un esputo, junto al rostro en el suelo-. Prometemos no olvidarlo nunca, cargarlo con nosotros. A nuestra viuda, a nuestro mártir- hizo un ademán con la mano a Novák, como si le invitase a disparar-. Nuestras vidas son patéticamente breves. La de Gaïa, la del mundo, es eterna. Y la estáis, la estamos, destruyendo.

Esperó a que Novák terminase su propio discurso para seguir hablando. Ante todo, era educado.

- Dispare si quiere- le ofreció sin miramientos-. Sólo he hecho lo que debía por el bien mayor. Aunque supongo que eso de que el fin justifica los medios es cosa de los malos, eso lo concedo- levantó un dedo al decirlo y miró el cañón de la pistola.

Un hilo de sangre le resbaló por el labio, así que volvió a escupir. 

- Puedo decirle que ahora Alan no tiene nada, pero lo volverá a conseguir- explicó. Una mueca de dolor le sacudió y se llevó una mano, tambaleante y nerviosa, a la pierna herida. Tras un gemido siguió hablando, esta vez más rápido-. Él ha sido elegido. Puede hacer que veamos su punto de vista. Que le entendamos.

Exactamente como Eichmann.

- Aunque no es inmediato. Tarda un tiempo en hacer entender. Porque el ser humano es testarudo- un charco de sangre comenzó a formarse alrededor de su pierna. El hombre gritó y habló-. Ahora intentará reconstruirse y reclutar a más gente para su causa. Es todo cuanto puedo decirle.

Cargando editor
25/07/2013, 19:02
Heinrich Wolf

Tras el disparo y su humo, tras ver la bala en la cabeza del superviviente, Novák salió al exterior. Caminó junto a su hermana rumbo a casa, pero no llegó a doblar dos esquinas cuando se lo encontró. De espaldas a él estaba Knochemann.

Vestía su gorra de las Token, su máscara negra de acero y una chaqueta bajo la cual, claramente, se veía marca do un blindaje bastante grueso que abultaba no precisamente poco. Aun así, llevaba la chaqueta abierta con bastante estilo. Llovía, pero a él no parecía importarle. Con las manos a la espalda, de cara a Novák, llevaba cruzadas dos armas cortas a medio camino entre la espada y el cuchillo. Tenían filo por los dos lados y resplandecían a la luz de la luna.

Al doblar Novák y verle, como activado por un sexto sentido, el hombre ladeó el rostro rápidamente, mirándole con su visión periférica a través de unos ojos huecos. Y dígase huecos porque el cristal tintado de la máscara no revelaba nada tras el negro. Ni circuitos, ni piel, ni tejidos. No había un sólo ápice de su verdadero cuerpo a la vista. Guantes y toda la ropa perfectamente sujeta.

A su alrededor, perfectamente colocados en serie, estaban los cadáveres de los supervivientes a los que había plantado cara Novák. Sólo faltaba Alan Smith.

- Interrogados y eliminados- dijo con una voz fría y monótona, carente de expresión y personalidad pero perfectamente humana-. Eugenius y Liselote Novák, acompáñenme.

Era una orden, y no había pie a réplicas. Su voz tampoco permitía siquiera estas. Resultaba un plomo en la voluntad. No había sangre en su cuerpo, ni en el escenario, pero estaban muertos. Y el, impertérrito como si acabase de barrer una cucaracha muerta y lo hiciese cada día.

- Declarará sobre todo lo acontecido esta noche- explicó como si eso fuese una bomba nuclear final y deshiciese todo lo demás-, y después ayudará al Doctor Fremont con lo que precise respecto a Avalon. No aceptaré réplicas. Yo no soy El Gobernador.

Habló como si, a todas luces, El Gobernador no fuese nadie comparado con él.

E hombre giró el resto del cuerpo y encaró a Novák. Era absoluta e inhumanamente una máquina matar y razonar fría, lógica, y aplastante. Sin empatía ni conversación. Si Novák le replicaba algo aquella entidad era capaz de arrebatarle a Liselote del brazo y cortarle el dedo pulgar como aviso. Sin mediar palabra y sin explicarse. Con él no podía funcionar una rabieta de Doctor con un intelecto superior y único en el mundo. Ese hombre cometía crímenes de guerra para desayunar, y no se paraba a pensar en las implicaciones morales de sus actos.

- Me consta su actitud respecto a los Regentes de la ciudad- informó en el mismo tono neutro-. No toleraré eso. Estoy obligado a informarle que estoy al servicio directo del Cuarto Reich y que tengo permiso para violar cualquier ley y realizar cualquier acción sin permiso ni consecuencias- estiró el brazo e hizo desaparecer ambas cuchillas dentro de la ropa-. Si desea más seguridad y protección, habrá de ganársela antes. Sino, no se preocupe. El río es muy grande y hay más científicos en el mundo.

Comenzó a andar e hizo una señal a Liselote y Novák para que hicisen lo mismo.

No parecía hacer preguntas. No parecía interesado en ellas. Ni en explicar los cadáveres, su aparición, sus actos o la situación. Ni siquiera adónde debían ir, ni qué debían hacer, ni cómo iban a proceder. Le enviaba Eichmann o un tercero, pero ni eso se molestó en decir. A todas luces aquello le parecía una pérdida de su tiempo y no consideraba a Novák lo bastante importante para merecerlo. Ni eso, ni su protección. Ni siquiera parecía interesado en el truco de las máquinas.

Uno que todo sea dicho, debía explicar. De hecho, era lo único que debía justificar. Y para ello más le valía volver a usar sus poderes para crear algún dispositivo de control remoto o similar. Si Knoche hubiese pensado de entrada que aquello no era un truco tecnológico Novák ya estaría inconsciente en una celda de alta seguridad. Pero asumía que había formas no sobrenaturales de hacer aquello, y ni se lo planteó.

Cargando editor
25/07/2013, 21:55
Liselot

Liselot negó con la cabeza. El hombre había escondido su hebilla de calavera, totalmente innecesaria a juzgar por cómo sus pantalones seguían firmes en su sitio. Aquella mole musculada sacó un cigarro y lo encendió. Miró a Gretchen como si dudase, así tras arquear una ceja para si mismo guardó el paquete. Casi pareció pensarse si ofrecerle uno.

- No sin que me mande a la mierda, querida- respondió con toda la sencillez del mundo y un lenguaje llano-. Stille me ha dicho que te eche un ojo mientras él trabaja- confesó, aunque parecía bastante relajado sobre cómo cuidar de una quinceañera, por mucho que aparentase menos. Claro, que quizá era simplemente no sabía atar cabos o no le apetecía siquiera molestarse en ello-, y sinceramente, prefiero hacerte compañía a ti que a ellos- señaló lo que se extendía al otro lado del cordón de seguridad mientras daba una calada-, aunque ambos tengáis acento alemán- apuntó perceptivo.

El hombre escrutó aquello unos segundos más, pero luego asintió y añadió.

- Bueno, mi jefe- Rayen- tiene un uniforme de esos, pero va a ser que en este momento no nos vale de nada- por talla, disponibilidad, o lo que fuere. Sea como fuere, era un dato alegremente dicho más-. Que alegremente me intentaba tirar a esa- señaló a la diplomática de traje y corbata que hablaba con los dos hombres. Miró a Gretchen y se calló. Parecía que iba a hacer alguna broma sobre joder a nazis al respecto, pero reparó nuevamente en que hablaba con la ahijada de Stille-. Pero bueno, digamos que no, chica. No se me da muy bien tratar diplomáticamente con estos.

Una bonita forma de decir que les arrancaba los dientes con unos alicates en un sótano. Sea como fuere, estaba sobre Gretchen aquello, o sobre Alice si usaba el último cartucho. El hecho de que la locura de Gretchen la aunase puntos de vista no dejaba de ser, a la larga, un alivio sobre su mente. Porque sin lugar a dudas, Gretch iba a necesitar el enfoque de una persona más capaz que ella para eso, y Alice no dejaba de ser una mujer válida, aunque fuese ella misma tras tragarse un bote de antidepresivos, coger un fusil y ponerse un uniforme negro.

Sus dos planes eran perfectamente viables y relativamente seguros, eso bien lo sabía. Espiar a su padre siempre era mejor que esperarlo abierto con las piernas abiertas en la cama. Salvo que le pillase. Pero Gretchen era experta en que eso no pasase. O debiera serlo, vaya. No es que fuese una entidad que llamase excesivamente la atención pues, ¿quién miraba a una quinceañera andrógina y de personalidad calcinada? Aparte de Diéter y Viktor, claro.

Cargando editor
25/07/2013, 22:12
Gabriel

- Los padres siempre son complicados- aseguró Gabriel en tono despreocupado dándole la razón a Niki, aunque a todas luces él no parecía tener problemas con el suyo.

Sonrió abiertamente cuando Niki comenzó a seguirle el juego y a, más o menos, adularle, o por lo menos, ensalzar ciertas virtudes suyas. Enseñó un canino blanco al sonreír. Una sonrisa pícara y bribona como no podía ser de otro modo en un hombre de su clase. Por otro lado, el motor rugió. Gabriel, mucho más acostumbrado a motos que a coches, cambió de marcha para dejarlo descansar.

- Pero he decir que, y esta vez no lo digo por ligar- defendió sin excusar su usual actitud en un claro acto de autoconfianza y sinceridad-, que aunque tu actitud dice que has tenido una vida difícil, tu cuerpo no- parecía un halago, pero no dejaba de sonar presuntuoso, aunque Gabriel no parecía darle importanca-. Pero no, mi padre no me retiene aquí. Esto es mi vida- aseguró con un cabeceo sin dejar de mirar a la carretera-. Los chicos, Leila- añadió para no dejarla fuera-, son como mi familia. No sé vivir de otro modo, y tampoco quiero. Estamos llegado.

Aquellas últimas palabras interrumpieron el discurso. Unas vías de metro se abrieron paso por la izquierda dibujándose en la calzada. Sí, aquel serpenteo de calles no cubiertas por las patrullas de prefería albergaban tramos de carril tren. El hombre detuvo el coche.

- Que se preparen todos antes- dijo para explicar por qué había parado.

Señaló el arma de Niki y cogió la suya propia. Puso el AK en el regazo, abrió la ventanilla un tanto y sacó el cañón por la misma dejándolo asomar. No iba a cargarse los cristales disparando, pero tampoco quería enseñar abiertamente dónde estaba dentro del coche. La oscuridad era su amiga.

- Rayen siendo siendo el líder del grupo y de las operaciones. Las cuentas se rinden a él- explicó, al fin, defendiendo al hombre que le había dado la vida-. Pero el hombre es más inteligente que carismático, así que él se encarga más de pensar y yo de hacer. Como su segundo comando las misiones porque subo más la moral a los chicos- suspiró, hastiado de, ahora que estaba Niki, tener que añadir siempre-, y a Leila.

Puso las manos en el volante y miró a Niki.

- ¿Cómo me imaginabas?- osó preguntar, pues claramente había estado conteniendo esa pregunta, lanzada por lo que Niki le había dicho no hacía ni dos minutos. Te imaginaba de otra forma-. Avisa cuando estés lista- añadió-. Tú dispara a todo lo que nos dispare. Aunque esperemos que no haga falta. Llegamos, cubrimos a Drike, saqueamos y nos piramos antes de que se nos líe el asunto- sonrió abiertamente-. Y no, no me refiero a nosotros, sino a los nazis. Que ya te veo venir.

Sí, desde luego el chico, tuviese o no amor propio, sabía bromear al respecto y dárselas de divo. De premio, casi.

Niki puede hacer tiradas de Percepción (Corporales, Mañas) para analizar el futuro escenario de saqueo terrorista.

Cargando editor
26/07/2013, 12:45
Niki Neill

Bien... Si Gabriel comandaba la mayor parte de las misiones eso es que podía saber cosas del AAK2. Ahora más que nunca... era una persona a la que debía acercarme. Por suerte, parecía que él tenía mucho interés en mí, así que con un poco de suerte no sería demasiado difícil.

Me detuve a pensar un segundo en la palabra que había usado Gabriel. Los chicos son mi familia... "familia". Así que si yo entrar en los anarquistas, yo sería como familia para él. Esa palabra e hacía sentir extraña, aunque no alcanzaba a comprender exactamente por qué. Aún así, no dije nada. Preferí guardar silencio durante un rato, hasta que me preguntó directamente.

- Me habían comentado que te las llevabas todas de calle. Sabía que en parte eras líder, pero aunque no quiero ofenderte... te imaginaba menos implicado con los anarquistas... más distante, o juerguista o vividor... Supongo que me ha sorprendido encontrarme a alguien con las ideas tan claras, y con un mandato tan establecido. De todos modos... apenas te conozco. - Sonreí. - Aunque es algo que me gustaría arreglar.

Seguidamente entramos en palabras mayores. Era el momento de concentrarse, sujeté el arma y me preparé para lo que venía a continuación. Me di cuenta de que no llevaba chaleco antibalas ni nada parecido, pero no tenía ni idea de si solía usarlo o no... Así que preferí no comentar nada para no quedar en ridículo.

- Dame un segundo... - Antes de confirmarle que estaba lista quería examinar el lugar todo lo posible.

Traté de mirar a mi alrededor, buscando las dichosas vías y tratando de trazar conexiones con mis recuerdos. Quizá pudiera reconocer el tren, algún símbolo, las vías... algo. Quizá alguna cosa pudiera traerme un recuerdo nuevo, o simplemente me permitiera enlazar un escenario con otro. De todos modos, pese a que trate de concentrarme en todos esos detalles, era importante buscar puntos estratégicos, personas, posibles enemigos, medidas de seguridad, y sitios propicios para proporcionar cobertura. Traté de fijarme en posibles vías de escape... nunca sabes cuando puede explotar un vehículo y necesitarás salir por patas o esconderte.

Tras un rato de observación, asentí.

- Vamos allá. - Mi corazón latía a mil, y estaba asustada... no lo por lo que pudiéramos encontrar, por miedo a recibir un tiro o por no hacerlo bien frente a mi nuevo grupo, sino por miedo a lo que pudiera hacer. Era como estar en el cuerpo de una completa desconocida...

Cargando editor
26/07/2013, 12:51
Eugenius Novák

Novák se vio sorprendido e incluso superado por la repentina aparición de Knochenmann. Su actitud fría, insensible, lejana e inhumana le puso sobre alerta y erizó todo el vello de su cuerpo.

Liselote estaba con él, y por mucho que se viera tentado de reducir al nazi a una masa balbuceante en un duelo dialéctico, contuvo su lengua. No quería que su hermana se viera perjudicada por su temperamento.

Siguió mansamente al alemán y accedió sin oponer ningún tipo de resistencia a ser interrogado. Relató cómo los tres patanes irrumpieron en el apartamento de su hermana secuestrándoles a ambos, así como que tuvo tiempo de mandar un sms a Eichmann para avisarle de sus problemas en un despiste de los secuestradores, a los que Eugenius no cesó de describir como unos ineptos.

Prosiguió con toda la verdad de su encuentro con el autoproclamado Mesías, realmente llamado Alan Smith. Recalcó que al parecer tenía cierta habilidad para convencer a la gente para que se uniera a su causa. No usó la palabra sobrenatural pero hizo hincapié en varias ocasiones acerca de lo extraño de su magnetismo personal... Con Knochenmann sobre la pista del Mesías no dudaba que tardaría en tener noticias del salvador de Gaia si es que volvía a verse con Eugenius en alguna ocasión.

Omitió cualquier detalle sobre el orígen del problema de Avalon, así como de Vanderveer, y narró su huida de los secuestradores usando un programa que él mismo había diseñado para hackear mediante comandos de voz los brazos mecánicos de la fundición. Incluso les ofreció una demostración de su programa, hablando con fingido orgullo para que pensaran que pecaba de prepotente, en lugar de que se les pasara por la cabeza que poseía alguna habilidad sobrenatural.

A medida que hablaba, Eugenius ganaba en confianza y pasó a estar mucho más relajado. El peligro real había pasado y se creía perfectamente capaz de manejar a los nazis, aunque la experiencia le había mostrado que aún tenía mucho que aprender en cuanto a mentiras y manipulaciones. Sí, Eugenius era listo, pero no se le daban bien las interacciones sociales y cualquiera le cataba en cuanto intentaba marcarse un farol. Era algo que debía mejorar si quería sobrevivir en ese mundo lleno de nazis, otras facciones, bandos y puñaladas traperas.

En cuanto finalizó su declaración acompañó a Liselote hasta su apartamento, le preparó una infusión y habló con ella siempre con una sonrisa en la cara y con confianza. Procuró calmar sus ánimos aunque sospechaba que la visión de su hermano convertido en asesino era algo que le preocuparía siempre.

El genio nunca se había parado a pensar en las implicaciones morales que sus últimos actos tendrían sobre él. Porque habría consecuencias, siempre las había. En ese sentido, Eugenius envidiaba a Knochenmann... su actitud frente a la muerte de otros era algo que le colocaba a un nivel superior frente a otros. Eugenius se planteó la posibilidad de que eso fuera lo que él quería... 

Repasó luego el plan con Liselote tres veces más hasta estar seguros de que lo tenían todo controlado. Agentes de Silk Shade irían al hospital y recogerían a Ria y Liselotte... Ellas debían hacer todo lo que les indicaran hasta que Eugenius se reuniera con ellas. El científico reveló a su hermana que él se reuniría a las 14:00 con Silk Shade, pero no le dijo dónde ni cómo... por si hubiera problemas por el camino... era mejor que no lo supieran.

Se despidió de su hermana con un dulce beso en la mejilla, le pidió que fuera fuerte por su madre, se dio una ducha, se arregló y salió buscando un taxi o un vehículo de sus vigilantes alemanes para acudir al campo de golf.

Cargando editor
26/07/2013, 23:00
Sawako Yamagawa
Sólo para el director

Su corazón late demasiado deprisa para tratar de controlarlo, pero tampoco es una ocasión que pueda controlar y el miedo es la única reacción normal en ese tipo de situaciones. ¿Cómo encaras a tu propia muerte? Mucha gente dice que se ve la vida en fotogramas, pero Sawako no tiene una vida feliz que recordar, no tiene nada, salvo a su abuela. ¿Qué pasará con ella? ¿Qué pasará cuando sepa que su nieta ha muerto bajo el yugo alemán que dirige con mano de acero la ciudad sin ley, salvo la suya? Podría decir la verdad, que ha estado en una fiesta saltándose el toque de queda, pero eso solo les daría motivos para la matasen más rápido. Tiene que tratar de hacerles creer que no está ahí porque ella quiera, que no sabe donde está, que está tratando de escapar de algo que no son los propios nazis.

Recupera el recuerdo de su abuela, en el pueblo, y piensa que jamás la volverá a ver y las lágrimas brotan de sus ojos sin necesidad de forzarlas y piensa en el dolor de todo el cuerpo... quizá no pase de esa noche, quizá mañana salga por la tele, y seguramente la única que lamente su muerte será la única persona que la ha querido como es. Nadie en ese lugar la recordará salvo como un cadáver más en el río.

-Lo... lo siento - dice con voz entrecortada por las lágrimas -. Lo... siento... 

Cierra un momento los ojos haciendo que las lágrimas caigan rodando por sus mejillas.

-No... no sé que pasó. No recuerdo... muy bien. Alguien me... engaño, no recuerdo... la cara - la voz se le traba un poco antes de continuar - me drogó o algo... cuando subí al... coche y... no recuerdo nada más...

Trata de ser convincente, para que ese hombre tan peligroso la crea pues es su única salida.

-A ratos... a ratos veía imágenes... distorsionadas... recuerdo... recuerdo que me dolía... mucho el cuerpo... aun... aun me duele. Me... me hice la tonta... cuando conseguí... recuperarme y... traté de escapar... y noté algo en la pierna... después... me di cuenta... de la herida... 

Frunce un poco el ceño y vuelve a cerrar los ojos como tratando de reprimir las lágrimas.

-No... no se... donde está mi ropa... mis papeles... lo... lo siento.

Cargando editor
27/07/2013, 11:01
Padre Jürguen

Una objeto salió disparada del bolsillo y la mano que estaba dentro de este, deslizándose unos metros más por el suelo cuando llegó hasta él. Una lustrosamente lacada, de diseño retro, pipa de fumar.

Ya he visto todo lo que necesitaba ver, Janssen... esa silla...

Desde su posición en el suelo, con Ambroos sobre él, Jurguen se quejó de dolor. Le dolía la entrepierna. Le dolía la espalda, aunque no tanto como esperara. Estuvo un rato agarrándose la entrepierna, con ojos y boca fuertemente apretados.

Cuando la chica apareció por la puerta, Jurguen abrió de par en par sus ojos azules, relajó la mandíbula y, ladeando la cabeza, echó un espomarajo de sangre, y quizás parte de un diente, ensuciando el cuidado suelo de madera del despacho. Empezó a notar cómo se le hinchaba el moflete izquierdo. Hoy no dolería, pero mañana sí.

Aún tumbado y sin apenas moverse, tosió un par de veces, antes de cerrar los ojos y añadir: - Creo que me ha roto algo.... Janssen. -

- Se equivoca... en... todo. - A pesar de todo lo que le dolía, no pudo e¡vitar añadir: - Incluso... en lo de que usted y... sus chicas no son ... gilipollas... Lamento comunicarle que ... sí que lo son. -

Seguramente se ganaría una nueba ostiia. Pero Jurguen sabía que no importaba lo que dijera. Ambroos ya había tomado su decisión. Le causaría dolor, hablara más o menos. Así que ¿Qué importaba?

Mientras se quejaba de dolor en el suelo, sólo añadió: - Quizás hay cosas que... es mejor no saber. Que es mejor que ... nadie sepa, selor Janssen. Pien... se en e... llo -

Sin más, no se resisitió. Dejó que vinieran, le esposaran, y le levantaran como un trapo. Para llevarlo a donde fuera que le condujesen. No sería por la fuerza, si no por las palabras y el ingenio, como Jurguen saldría de aquella celada.

Si es que salía.

Pero no diría ya una sola palabra más hasta que llegaran a su destino.

Había una única cosa en la que Janssen no se equivocaba. No era el proxeneta el que había llevado a que los acontecimientos desencadenaran en aquella situación. Había sido él.

Mentálmente, exculpó a Janssen de su culpa. Ahora llegaba la hora de la verdadera Prueba de Fe...

      Seguirás los pasos que yo siguiera... Cometerás los errores que yo cometiera...