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Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Solución Final - Escena Seis.

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10/11/2013, 19:53
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Escena 6 - Solución Final

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10/11/2013, 19:53
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El sonido del coche explotando restalló en la calle. Un pasillo por donde bien cabían tres coches, asfaltado, pero sin diferenciación entre la calzada y la acera, considerándose una zona de paso mixto. Un pasillo lleno de hojas tiradas en el suelo, con un cubo de basura volcado, algún coche aparcado ante alguna puerta y al lado de un muro de ladrillo. Un pasillo, pese a todo, angosto dada la altura de los edificios y su extensión.

Una mujer, pelirroja, caminaba por el borde, ignorando al coche que giró la esquina, casualmente, tras ella. La  mujer se hizo a un lado dejándolo pasar, y así lo hizo, pero cuando ya estaba avanzando para poder salir del callejón se produjo un estallido en el aire. El sonido hueco y con eco de algo, quizás un disparo, que quedó amortiguado al ver cómo el coche daba dos vueltas de campana en el aire y terminaba aterrizando envuelto en humo.

Una ventana del vehículo se convirtió en cristales, dejando que una joven saliese, magullada, del mismo. Una joven castaña, alta, entre el metro setenta y el metro ochenta. Pálida, delgada y ligeramente fibrosa. Atractiva, pero con las ropas algo magulladas. Mostraba hematomas en varias partes del cuerpo, y se aferraba un brazo en ángulo imposible con el otro, como si se lo hubiese roto. Se alejó cojeando del coche alcanzar una pared, momento en el cual se recolocó la pierna con un chasquido e hizo lo propio con el brazo, sobreponiéndose al dolor con un par de muecas. Había que tener valor para hacer eso. Finalmente, apoyó una mano en la pared y comenzó a caminar, lenta y tambaleante, hacia la pelirroja.

El siguiente en salir del coche, abriendo la otra puerta de los asientos traseros como pudo, era un hombre canoso, cincuentón, de la misma estatura que la joven pero con bastantes más kilos de peso. Caucásico como la joven. Cargaba consigo a otro hombre, herido e inconsciente. Lo arrastró a pulso, por los brazos, colgando las piernas, hasta alejarlo del coche cuanto podía. Él, al contrario que su acompañante, sí parecía arriesgarse por salvar las vidas de otros. No tardó en ver cómo el coche explotaba, efectivamente, ante sus ojos, cubriéndose inconscientemente las manos. Se giró para ver a la tercera en discordia, una pelirroja.

Una joven en torno a los veinte, con un cabello de tono rojizo fuerte, posiblemente teñido. Unos cinco o diez centímetros más baja que las otras dos personas conscientes en escena. Unos sesenta kilos de peso, quizás un poco menos. Piel considerablemente pálida, clara, algo agravado hasta el tono níveo, como si se encontrase visiblemente afectada por algo. Considerablemente delgada, pero muy atlética. No pudo sino observar con un sobre salto la escena, pasmada.

Y entonces... ¿qué?

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10/11/2013, 19:53
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Arjen, Novák y Gretchen llevaban micrófono y pinganillo. Silk Shade había asegurado, algo confirmado por Novák, que era virtualmente posible controlar la Torre y Avalon sin necesidad de estar físicamente allí, ya que ella estaba usando las redes de los nazis para disponer de acceso a internet y sus bases de datos. Sin embargo, ambos sabían que eso significaba que, a efectos prácticos, sólo podrían neutralizar los dos puntos de interés, no controlarlos, pues los nazis siempre podrían, simplemente, desconectar de raíz las fuentes de energía que sostenían aquellos pilares angulares de la ciudad. Quizás Avalon fuese algo más peculiar por su peligrosidad en caso de desproveerlo de energía, pero aún así, Novák tenía sus reticencias por "asuntos personales". El virus. C0mrade.

Así pues, en principio Silk Shade quedaba en manos del científico, y lo haría por una, a ojos de Arjen, odiosa razón. Ella sola, en aquel momento, no creía poder hachear ninguno de los dos lugares sola. En un futuro, con más tiempo dedicado al estudio, quizás. Quedaba a merced del criterio de Eugenius, para bien y para mal. Habría que confiar en una de las mentes más brillantes del planeta, sino la que más. Quizás pudiese llegar a hacerse con La Torre, pero ese segundo teclado de Novák no le vendría nada mal. Sería tener un buen colchón como respaldo.

Sea como fuere, Silk Shade estaba lista. Tenía té. Novák tenía dos teclados. Ruth tenía papel y lápiz. Formaban un triángulo donde nadie parecía excluir a nadie, especialmente Silk Shade, que ya había abrazado a Ruth a falta de ser incapaz de otra cosa, y visto que su líder, Arjen, se limitaba a tenerla como trofeo. Ella veía más potencial en la chica, y tenía cierto instinto maternal.

Novák instaló desde su ordenador todos los programas a los que estaba más acostumbrados y de los que Silk Shade carecía, ya fuese porque no los tenía o porque usaba otros. Naturalmente, la hacker también tenía sus propios trucos. Una vez se aseguró de tener todo lo que necesitaba al alcance, comenzó a recibir datos de Silk Shade. Un plano de la Torre. Según la propia voz de la pelirroja, entrar ahí físicamente sería casi imposible, y hackearlo algo largo y tedioso, pero para ellos, hasta entretenido. Quizás para Ruth, sin visiones, un peñazo, pero para eso estaba ahí dispuesta a ayudar o, en su defecto, cuando no fuese requerida, partir en pos de Agatha aprovechando el sol.

Silk Shade siguió pasando información sobre los cortafuegos externos. Sobre el número de niveles de seguridad. Cinco. A cada cual más blindado y agresivo que el anterior. Iba a ser peligroso, sin duda. Pero Novák iba abriendo los programas de dos en dos, preparado para abordar también Avalon.

A partir de ahí, era cuestión del científico decir a sus chicas cómo proceder.

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10/11/2013, 20:23
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Todos llevaban micrófono y pinganillo. Olga había asegurado que era virtualmente posible controlar la Torre y Avalon sin necesidad de estar físicamente allí, ya que ella estaba usando las redes de los nazis para disponer de acceso a internet y sus bases de datos. Sin embargo, sabía que eso significaba que, a efectos prácticos, sólo podrían neutralizar los dos puntos de interés, no controlarlos, pues los nazis siempre podrían, simplemente, desconectar de raíz las fuentes de energía que sostenían aquellos pilares angulares de la ciudad. Quizás Avalon fuese algo más peculiar por su peligrosidad en caso de desproveerlo de energía, pero aún así, Novák tenía sus reticencias por "asuntos personales".

Así pues, en principio Olga quedaba en manos del científico, y lo haría por una odiosa razón. Ella sola, en aquel momento, no podría hachear ninguno de los dos lugares sola. En un futuro, con más tiempo dedicado al estudio, quizás. Quedaba a merced del criterio de Eugenius, para bien y para mal. Habría que confiar en una de las mentes más brillantes del planeta, sino la que más.

Por otro lado, Stille había hecho sonar una orgía de tubos de escape de harleys, movilizando a un grupo de caóticos matones anarquistas para ayudar a su socio, Ambroos, con sus gravísimos problemas presentes en El Boulevard. Rezaban ambos por llegar a tiempo y no encontrarse aquello en una situación del todo deplorable. Rezaba Stille para que su grupo fuese rápido, y rehuía a Arjen pegándose a Gretchen. La razón la vieron ambos, y era simple.

Pese a que Stille se suicidaría antes que abandonar a Gretcen de la protección que le podía brindar, en todo lo demás se sabía muy contra las cuerdas. Las hormonas de Arjen le provocaban una agresividad fría y pasiva, pero a sabiendas de que aquel hombre escondía algún tipo de Bestia, y a sabiendas de que, muy probablemente, pudiese matarlo en un combate singular e igualado, comenzaba a abrazar cada vez más la idea de huir de la ciudad. Se lo dijo a Ambroos por el camino abiertamente, audible para todos, y es que él no estaba hecho para ese ambiente. Sólo Gretchen y su banda de motoristas, su familia, le retenía. Lo llevaba con Entereza, pese a todo, pero sabía que estaba jugando con fuerzas sobrehumana que escapaban a su control y comprensión. Y eso, para cualquier humano normal...

Al menos Arjen sabía algo con respecto a Stille. Para él todo el asunto de la venda era terriblemente vejatorio, como lo era no sentirse, por una vez, con la sensación de control. Apartarlo de Gretchen sería con casi toda seguridad una tarea imposible, pero salvando eso, podía llegar a manipular con relativa facilidad a Stille. Ya tenía medio trabajo hecho, pese a que el hombre era capaz de disimular con la maestría de años de experiencia.

Ruth, por su parte, finalmente se quedó con Novák. Sabiendo o intuyendo Gretchen, Ambroos y Arjen determinadas cosas sobre ella, casi mejor. Probablemente, de haber ido, Arjen hubiese tenido que volver a salvarla.

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11/11/2013, 00:09
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Aquella gente no valoraba a Ruth. Arjen, Gretchen, Ambroos. Eran egoístas, y todos ellos, cada uno a su manera, se creían mejores que ella y que sus compañeros. Eran autócratas, altivos. Dejaban a Ruth allí, a sabiendas de que sus poderes eran útiles, pero la privaban de salir de casa por miedo a que se rompiese. La privaban de voz y de voto. Stille ya la había ayudado con anterioridad, y tenía un mínimo de perdón porque él no era un Vitalista, pero era de la guisa de sus compañeros, salvando el respeto que sintiese por la condición sobrenatural de Ruth y salvando su instinto paternal y protector para con cualquier joven suburbana.

Sobraba decir que Axel sólo quería manipularla, tirársela, y tener exhibida como a una novia objeto, trofeo. Pero eso Ruth ya lo sabía, y visto que el posible hijo de Ambroos y compañero novato de Stille debía de estar muy jodido, casi se alegraba. ¿Estaba mal haberlo dejado a su suerte? Sí. ¿Se lo había ganado? Probablemente, ¿verdad?

Novák tenía un mínimo de concesiones pese a su implacable y soberbia personalidad, lo cual ya era decir. Al menos él se molestaba en incluirla, en darle un asiento a su lado. Olga simplemente se preocupaba de protegerla como haría una madre enrollada, cuidándola pero dándola cierta libertad. Sin preguntas. Era genial.

Y pese a todo, Ruth, era de día. Quizás ahora Novák la necesitaba, pero, luego, ¿qué? Su madre, su hermana. Su familia. Su vida. Sus seres queridos. ¿Iba a vivir siempre escondida en aquel búnker? ¿Iba a buscar a su hermana? ¿Cómo quería que aquella historia terminase para ella? ¿Iba a luchar por las personas que quería? ¿Iba a agachar la cabeza y dejarse arrastrar por la marea? Algo tenía que hacer, y debía decidirlo pronto.

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11/11/2013, 03:33
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Pero cuando llegaron, al doblar la esquina, desinflaron los hombros de rabia o los contrajeron de decepción. Los Mercenarios se habían largado con viento fresco. Los Mercenarios habían sido rápidos, como un secuestro express. De hecho, viendo que la persona que hablaba era Natasha y no Liria, a Ambroos le dio un vuelco el corazón de pensar que aquello pudiese haber sido un asesinato, barrida o secuestro exprés. Por otro lado, al menos Natasha estaba viva, entera, y no parecía tener un solo rasguño. Sólo parecía enfadada con su interlocutor y algo traumatizada.

Y es que Natasha, irina para los profanos, vestía de forma sobria, sencilla, y hablaba a su interlocutor con una mezcla de rabia, sumisión y exigencia. Su interlocutor no era otro que el infame y ya viejo y malo conocido Siegfried Strauss. Vestido con su traje de las SS, cliente del local, habitual de Irina y enfermo de SIDA sin saberlo. Por un lado, probablemente tanto Ambroos como Irina estarían meándose en ese hijo de puta por dentro al saber lo que le esperaba, pero por otro, el mero verlo era enervante.

Aquel hombre, ya lo habían visto, astilló la madera de un puñetazo colérico y no parecía ser un hombre muy paciente. De hecho, tenía más problemas de autocontrol que la Bestia de Arjen, y eso ya era decir. Sea como fuere, podían guardar las armas durante el próximo tiempo. Stille se apresuró a avisar al grupo para que no entrasen con las ametralladoras fuera de la ventanilla y lanzando granadas al interior de El Boulevard. Un ejemplo un tanto exagerado, pero no dejaba de ser algo viable a fin de cuentas conociendo a los Anarquistas, o lo hubiese sido si no estuviesen hablando del garito de un aliado y, en cierto modo, compañero de fatigas.

Pese a todo, Stille recordó a Ambroos que tendría su C4, y que, por él, podían ir ha hacer una visita al campamento de los mercenarios y darles por el culo a todos. Aliarse con un puto alemán y atacar a alguien que ejercía de Mercenario independiente y colaboraba con los Anarquistas era una declaración de guerra, y personalmente, Stille estaba junto a Ambroos en aquello. Lo primero era lo primero, y lo primero eran Diéter y las ratas que no tenían lealtad y se vendían al enemigo por dinero. Siempre habían sido así, pero ahí lo habían hecho. La teoría sin práctica se perdonaba.

A partir de ahí, era cosa de cada quien valorar cómo proceder, aunque la situación parecía clara. Ir al campamento de los Mercs y pagarles con su misma moneda. ¿Estarían tendiéndoles una trampa, una emboscada? Sí. ¿Tenían más recursos bélicos que los Ecoterrorisas y los Anarquistas? Sí, pero hasta ahí. Tenían a Diéter, es decir, dinero. Tenían armas. Tenían algo de tecnología. Pero eran mercenarios. Asesinos. Soldados. No eran estrategas. No eran Ecoterroristas. Ni siquiera eran un término medio como los Anarquistas. Con un buen plan, que les estuviesen esperando con una ametralladora detrás de la puerta no iba a serviles de una puta mierda.

Pero ahí estaba Siegfried, aguantando a una Natasha cabreada que probablemente tuviese algunas respuestas sobre cómo había sucedido aquel fatídico incidente. Eso, y que en algún momento, si Natasha no se calmaba, terminaría con una ostia de Siegfried estampada en la cara. Y Ambroos no podía permitirse ver eso.

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11/11/2013, 14:10
Eugenius Novák

- Ruth... - comenzó el científico. - Necesito que te concentres en la central... en Avalon. Más concretamente en si el virus informático denominado c0mrade hará algún movimiento en reacción a nuestro ataque a la Torre. -

- Silk – dijo luego dirigiéndose a Olga, la hacker. - Comenzaremos por la Torre... cuando todo esté casi listo en ese frente, pero antes de acabar, ejecutaré los programas para comenzar el ataque a Avalon. No podemos dejar ni un segundo para que c0mrade se prepare, y él es el mayor peligro. - Volvió a mirar a Ruth. - Contamos contigo para que tengas alguna visión de las posibles repercusiones de nuestros movimientos en la central... - sonrió. Aunque Eugenius no estaba acostumbrado a hacerlo. Aunque era una sonrisa forzada y poco natural en él. Pero sonrió.

- Hay algo más por lo que te quería cerca... - confirmó a la chica. - Es posible que me quede sin energía para usar mis... “habilidades”. - explicó de forma simple sin entrar en tecnicismos. - Si eso pasa antes de que tomemos Avalon y neutralice al virus... estamos TODOS perdidos – dijo haciendo hincapié en la palabra TODOS.

- Puedo... - Eugenius meditó un segundo cómo decirlo – recargarme... recargar mis energías sobrenaturales quiero decir. Pero tengo que tocar a otra persona... a alguien como tú y como yo. Es un proceso doloroso sobretodo para ti... y prometo no tomar más energía de la necesaria. - usó la palabra tomar en lugar de robar, aunque era más un robo a todas luces.

- Entiéndeme. Jamás bajo ninguna circunstancia te pediría algo así... ni usaría algo así por propia voluntad. Y si no hace falta no te lo pediré. Pero éstas son circunstancias excepcionales... y si no detenemos a Avalon no sólo moriremos todos nosotros... todas las personas que nos importan en un radio de muchos kilómetros a la redonda estarán condenadas. Estamos hablando de la vida de millones de personas... y de evitar el mayor holocausto de la historia. ¿Estás dispuesta a ello? Si dices que no lo comprenderé, pero debo saber a qué atenerme, y quería informarte antes de que todo comience. - el genio calló su discurso y esperó la respuesta de la joven. Entendía que le estaba pidiendo algo muy extraño... algo perjudicial incluso para el organismo de Ruth... pero era un sacrificio que podía ser necesario para salvarlos a todos.

Eugenius esperó la respuesta de la joven antes de indicar a Silk que se encontraba preparado para comenzar el ataque a la Torre de Control. Primero caería la Torre.

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12/11/2013, 00:22
Ambroos Janssen

Ambroos entró dando poco menos que una patada en la puerta, dejando fuera a los Anarquistas y a Arjen y Gretchen, aunque estaba claro que estos dos últimos tenían pase libre a su local. Su cara era una oda a la agresividad y amenazaba con convertirse en una elegía a Sigfried Strauss, una acompañada de violines simulando un goteo de sangre y tambores por cada golpe y hueso quebrado.

Y había muchos tambores.

- Pago mis impuestos. Se follan a mis putas. Sus pasos, cadenciosos, avanzaban con fuertes pisadas hacía Sigfried, uniformado. Un puto nazi. La bilis se revolvió en su estómago, ebullendo por la presión a la que se veía sujeta. Era lo peor que le podía pasar a su escasa paciencia ahora mismo. Ese nazi. Tanta tapadera y tanta mierda para que luego los nazis lo único que hiciesen fuese preñar a la mujer que amaba y tocar los cojones en un cadáver tan caliente que aún ni siquiera había sido enterrado. Y lo único que consigo es que dejen QUE UNA PANDA DE PUTOS ZARRAPASTROSOS INVADAN MI LOCAL Y SE LLEVEN A MIS CHICAS. vociferó, ladrando como un perro rabioso a punto de soltarse de la cadena de acero. Porque Janssen no se movió ni un ápice y si no fuese por el brillo de sus dientes perfectos y las comisuras de los labios plegadas en un gruñido desencajado, cualquiera hubiera jurado que aquello fue un espejismo, tu mente profetizando el horror.

Pero no lo era. El grito vibraba en el salón vacío del local y Ambroos seguía allí. Seguía allí, como una estatua guardiana a punto de despertar, la sombra de sus casi dos metros de altura cayendo inclemente sobre Sigfried, tan oscura y cruel como el futuro. Seguía allí con sus ojos taladrando hueso y alma, la mandíbula tan tensa como cada músculo de un cuerpo formado por décadas de golpes.

- ¿Donde está Liria? preguntó, con un hilo de voz tan cargado de furia que hacía vibrar el aire, que levantaba el pelo como escarpias ante el miedo atroz. La pregunta iba dirigida claramente a Natasha, pero se sabía bien quién iba a pagar las consecuencias de la respuesta.

¿Donde está mi hija? ¿Donde está mi escudo de armas, mi familia, mi orgullo?

- Por que espero...y su mirada se volvió a la de Sigfried, los ojos oscuros del serbio absorbiendo con tanta presión y ansia los del nazi como si fuera un agujero negro: peligroso, frío, mortal. Que lo que esté haciendo sea usar todos sus recursos para encontrarla, señor Strauss.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Un intimidar muy de cagao, si señor. Dos éxitos.

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12/11/2013, 20:30
Padre Jürguen

Trozos de cristal saltaron sobre él, y sintió la oleada de calor. El sonido de la explosión hizo que la cabeza le diera aún vueltas. Se llevó una mano hacia la misma, y se la encontró cubierta de sangre. La herida escandalosa pero en realidad apenas superficial de antes.

Había tenido suerte. Como si un Ángel de Dios le acompañara.

Percibió un olor peculiar que le produjo una desagradable sensación deja vú. Un hedor que no sentía desde hace mucho, mucho tiempo. Como el del aceite rancio hirviendo mezclado con pelo quemado. La retrotrayó a antaño, en una escena en la que las cenizas negras emanaban de lo alto de la chimenea de un crematorio.

Volvió al mundo reál para encontrarse con la horrible visión de dos figuras humanas siendo consumidas en el interior del infierno que antes fuera un vehículo. Gracias a Dios, no ardían vivas. Fortuna para mi, mala para ellos. Así es la vida.

En las veinticuatro últimas horas habían pasado demasiadas cosas.

Se fijó de nuevo en el tipo que había sacado del interior del vehículo. Estaba mal. Creyó recordar que era el que tenía parte del brazo y la cara aplastados por el golpe. Como si parte del vehículo se hubiera avalanzado sobre él durante las vueltas de campana. Seguramente, en algún momento el costado de la carrocería contra el que estaba situado el tipo había cedido hacia el interior al golpear contra el suelo, aplastándolo.

El cicncuentón se arrodilló junto el tipo tendido, le tomó de la muñeca y se agachó pegando la oreja a la boca. Comprobó que, efectivamente, no respiraba, y enseguida comenzó a realizar un masaje cardíaco sobre el pecho. Uno, dos. Uno, dos.

Seguía visiblemente aturdido, pero practicaba aquella maniobra casi como si de un autómata se tratase. De vez en cuando, alzaba la vista y miraba hacia todos los lados con gesto paranoico, como buscando algo o a alguien más allá de la calle, detrás del coche aparcado, tras el contenedor de basura, o en cualquier parte.

Volvió a comprobar la respiración.

Entonces, lanzó una mirada a la chica alta y de pelo castaño que había salido del vehículo, la que de algún modo asombroso se había recolocado los huesos rotos. -¡Espere! ¡espere!...- le espetó el hombre, pero la chica no parecía tener intención de cambiar de dirección, y seguía acercándose a la pelirroja. O la castaña no le había oido, o hacía caso omiso de la petición del individuo.

El hombre siguió con la mirada la dirección que tomaba la chica de pelo castaño, y se topó con los ojos de la otra, la pelirroja, mirándole: -¡Oiga!- Le gritó. Sus ojos eran azules y fríos. -¡¡OIGA!!- Le repitió a la jóven. -¡Por favor...! ¡Ayúdeme a poner a este hombre a resguardo antes de que nos disparen de nuevo...!-


Tiradas (Notas de Juego).

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14/11/2013, 18:31
Niki Neill

Estaba envuelta en mis pensamientos, agotada, completamente perdida y tratando de recuperarme de los encuentros de hacía menos de un par de horas. Traté de pensar en cuánto hacía que no me daba una buena ducha caliente, me tomaba una leche con cereales frente al televisor o simplemente dormía una noche de seguido.

Entonces pasó el coche. Lo que faltaba. Un gilipollas que va con prisa y quiere que me aparte, lo malo de una ciudad como Ámsterdam es que nadie respeta nada. Me quedé mirando con cara de malos amigos al coche al pasar con ganas de descargar mis frustraciones en él haciendo un corte de mangas, pero entonces... estalló. Los recuerdos del tren llegaron a galope en mi cabeza, y miré horrorizada la escena. Bloqueada unos segundos como si no pudiera comprender nada. Di un paso hacia atrás de manera instintiva.

Pasados unos segundos la imagen pareció más clara, y volví a tener los pies en la tierra. Esto no era aquel tren. Alcé las cejas y me froté los ojos como si no diera crédito a lo que estaba viendo. ¿En serio? ¿Ahora estallaba el coche? ¿Algo más podía ir mal hoy?

La manera en que la mujer castaña me miraba me dio mala espina, y no pude evitar tratar de echar un vistazo a mi alrededor para considerar vías de escape. Estaba agotada y pensé que lo último que me apetecía era salir corriendo... Pero no, al parecer era lo penúltimo... lo último era tener un dilema moral sobre si ayudar o no a un hombre que pide auxilio desde el otro lado de la calle.

Di un paso hacia adelante para ayudar aquel hombre, pero me paré en seco, indecisa. Una parte de mí quiso salir a echar una mano incluso antes de que el hombre dijera nada, y sin duda ese fue mi primer impulso. El segundo fue más precavido. Estábamos en Ámsterdam, y tras lo que acababa de pasarme no me sorprendería que alguien me quisiera muerta, o... o bueno... o dios sabe qué, por no hablar de que seguíamos en un territorio conflictivo, entrar en tiroteos no solía ser una buena idea. ¿Por qué les disparaban?

Eche a correr a gran velocidad hacia el hombre, atenta a mi alrededor por si volvían los disparos. No tenía tiempo, y decidí que por una vez era momento de actuar bien... Aún sabiendo que no había, ni habría redención para mí.

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15/11/2013, 16:26
Gretchen

Mmph.

El resoplido de Alice  al ver la situación hizo a Gretchen añorar el País de las Maravillas; se hubiera sentido mejor dejando que Alice se encargara de la situación. Claro que hacer aparecer a una joven vestida de nazi y capaz de contestarle las borderías a los oficiales no parecía una buena idea. 

Siegfried: le conocía, ya le había visto, ya había saboreado su suficiencia, su desprecio. El hombre que disfrutaba humillando, y no sólo en el plano sexual. Ambroos había reaccionado exactamente como era de esperar. peor aún, se estaba controlando: cuando explotase iba a llover metralla hasta en América. Gretchen notaba a su alter ego cavilando, preocupada. Y eso no era bueno.

¿Qué pasa?

Pasa que los Mercs se han atrevido a meterse aquí. Eso pasa. Algo gordo les tiene que haber movido para ir a un local de solaz lleno de puñeteros oficiales nazis, Gretch. Han entrado en su puta cara... ¿a qué? ¿Han llegado, han hecho algo y se han ido? ¿Se han llevado algo, o alguien?  Diéter les ha tenido que dar algo más que dinero. O eso, se ha dejado una pasta para encontrarte... casi deberías sentirte halagada. Pero aquí pasa algo más, que no vemos.

¿Dónde está Liria?, dijo Ambroos. Si las palabras fueran acciones , esa frase habría sido el equivalente de subir las barras de carbono en Chernóbyl. Gretchen se tensó. Alice se tensó. Maldita sea, cualquiera en el local contuvo la respiración. Era una pregunta con trampa: no habría respuesta buena.

Oh, oh... cree que se la han llevado. Apártate de él porque van a llover hostias. Ha dicho "señor Strauss". Ahora el nazi responderá "es sargento Strauss" o algo así, y lo siguiente será una catástrofe .

Sintiendo una vez más la preocupación de Alice, Gretchen obedeció, dócil, y retrocedió un paso, dos. Tiró de Stille hacia atrás, intentando que se apartara también. 

- No quiero ver esto -susurró.

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15/11/2013, 18:03
Arjen Wolfzahn

La decepción fue tan exagerada como la sensación de un jarro de agua fría tras una sauna. Y con le mismo efecto. Desde luego Arjen no entendía qué hacían allí los nazis después de que unos mercs se hubieran llevado a una puta. Lo que sí quedaba claro es que debía hacer mutis por el foro. Sobre todo con las herramientas que llevaba encima, las de su oficio, las de salir a cazar, sí. Ésas.

No se necesitaban más líos en aquel momento. No con Janssen en el estado en el que se encontraba. Arjen, por otra parte, había perdido el calentón anterior a la lucha. Sus músculos se habían relajado, sus tendones quedaban flojos y su corazón bombeaba un tres por cuatro adagio ma non troppo y ahora adoptaba la semblanza del cazador que simplemente observa y espera.

No era su turno, sino el del dueño de la guarida, así que se recostó contra una pared, brazos cruzados y actitud indolente. Sus sentidos, como no podía ser de otra manera, eran la única parte de su cuerpo que seguía en tensión. Claro que no podía desconectarlos.

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16/11/2013, 13:36
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Minutos después, tras un masaje cardíaco guiado por Jürguen y secundado por una servicial, caritativa y humanitaria Niki, el primero se apoyaba contra la pared, fatigado y todavía un poco aturdido, mientras la segunda, ligeramente incómoda, permanecía en mitad de la acera. Habían concluido que el disparo había venido de algún tejado, pero no supieron decir a ciencia cierta cuál. Quizás, pudiesen buscar el lugar donde estuvo apostado el tirador. Niki al menos estaba relativamente segura de poder averiguar, como mínimo, desde qué tejado se había producido. Y es que Niki no parecía sentirse fuera de lugar en ese tipo de situaciones.

Jürguen no pudo evitar que su acompañante femenina se diese a la fuga, ocupado como estaba en salvarle la vida a su asesino potencial. Era inevitable que aquella joven volviese, probablemente, al lugar de donde salió, como un ratón asustado que sólo se sabe seguro en su agujero. El sacerdote estaba seguro de poder encontrarla allí otra vez si la requería, pero bien necesitaría Ambroos Janssen a una joven como aquella cuando se apareciese.

El hombre, el salvado de forma natural y mundana por un médico genial, yacía en aquel momento semiconsciente, semi-incorporado, de pie contra un contenedor, con pulso estable y respiración agitada. Seguía teniendo un brazo aplastado, probablemente con huesos rotos, pero Jürguen se lo había entablillado para que no se hiciese más daño. Seguía teniendo parte del rostro magullado, con un pómulo roto, pero la hemorragia era poco abundante y habría hemostasia precaria en cuestión de minutos. Lo que sí necesitaría el sacerdote era una clínica, para hacer una cura limpia, y tanto Jürguen como Niki sabían a quien acudir para eso.

La pregunta era, ¿de verdad llevarían a un mercenario a esa persona o ese lugar? ¿Después de lo que había hecho? Si ese hombre tenía un mínimo de honor, no intentaría matar ni a la pelirroja ni al canoso, pero uno nunca podía terminar de fiarse de alguien. La lástima es que Niki, por su aspecto, no podía distinguir nada salvo que era un pistolero vestido de forma anodina, propia para moverse por la ciudad de día y a plena vista. Sin particularidades propias de un militar, un soldado, un mercenario, un anarquista, un ecoterrorista o un miembro de El Burdel.

Tampoco podía, en aquel momento, hacer nada aunque quisiese. Le acababan de salvar la vida, estaba, débil, desarmado, y su pistola, su arma, la tenía Niki tras habérsela quitado, por precaución, de una pistolera que llevaba dentro del traje. Traje que Jürguen le había abierto bajando la cremallera para poder hacerle la reanimación cardíaca. Para más seña, la pelirroja, ducha en según qué aspectos, había revisado una bota del hombre, sacando un pequeño puñal camuflado. Sí, ese hombre estaba preparado para matar, pero ya no.

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16/11/2013, 13:37
Siegfried Strauss

Sorprendentemente, Strauss enarcó una ceja a lo largo del discurso de Ambroos, y aunque puso mala cara e incluso cuadró la mandíbula en algún punto del medio, cuando se quejaba de sus ganancias en base a sus inversiones. Naturalmente, para aquel suboficial Ambroos Janssen y su burdel eran sólo dos cosas. El hombre, una máquina expendedora de billetes que sonaba como una tragaperras escupiendo el premio gordo. El lucal, una máquina expendedora del ocio que más gusta. Cargado con SIDA, sí, pero eso por suerte no lo sabía.

Natasha, Irina, se aferró temblorosa al brazo de su proxeneta y apretó, plegando la oreja contra el codo, deltoides, poniéndose de puntillas para hacerlo. Ahora se sentía protegida. Necesitaba hacer eso en aquel contexto, y es que aunque estaba ilesa, lucía el aspecto de una Gretchen de 25 años que había vuelto a escuchar a Diéter violar a una niña. Tanto así que a la pequeña se le erizó el vello sólo de pensar en el paralelismo.

- ¿Otra vez vosotros tres juntitos?- preguntó el Sargento de las SS con gesto más que desconfiado-. ¿Qué se supone que sois, un matrimonio homosexual y vuestra hija adoptada?- apuntó con desprecio, probablemente solamente para joder.

Frunció los labios con desagrado, casi asco, y negó con la cabeza. Desde luego, aquellos tres eran, visiblemente, un foco de problemas. A Arjen no había más que verle el porte. A Gretchen sumarle dos para asociar niña indocumentada y mal alimentada con camorrista en potencia y proxeneta sucio. Porque seamos sinceros, no todos los días aparecía la corte de los Mercs y barría un local del barrio rojo. Era suicida, poco inteligente y demasiado directo, hasta para ellos. Tenían que haberles pagado una fortuna. Y si Strauss no tomaba medidas era porque no había sangre en las calles ni en los cristales del local. De puertas para dentro, Janssen podía joderse muy hasta el fondo del colon.

- Usted paga por esto- dijo, hosco, golpeando con los nudillos la madera de la barra-, y por esto- dijo dando unas palmaditas sobre la caja registradora, intacta, aunque Strauss no pareció ni reparar en ella-. Si los zarrapastrosos invaden en su local, es porque les habrá cabreado. Y mucho- enfadado, casi airado de forma súbita, encendida su sangre al ser incapaz de procesar que le echasen las culpas, bramó-. ¡Supongo que no todas sus putas follan como esta guarra!- señaló a Irina con un aspaviento-. Pero lo que yo creo, Janssen, es que está usted de mierda hasta el cuello.

Cerró un puño y amenazó con alzarlo, mirando a Ambroos como un pitbull apunto de saltar, pero en el último segundo, se comedió y, apretando más hasta hacer saltar sus verdosas venas bajo la piel, escupió.

- ¿Pero sabe qué? Mientras joda a los Mercs y no a mí, me importa una puta mierda lo que haga- confesó abiertamente, sin preocuparse lo más mínimo por ocultar que la corrupción le importaba menos que el pito del sereno, y curiosa metáfora dada la situación-. De hecho, tendría que colgarle una jodida medalla en el pecho- abrió los brazos, ofreciéndose con las palmas hacia arriba a los laterales del cuerpo, provocador y regodeándose-. ¿Qué quiere? ¿Un puesto de trabajo? Yo encantado, porque comienza a tocarme los cojones ya, Janssen.

Alzó índice, corazón y anular, juntando en la palma pulgar y meñique. Tres dedos alzados.

- Primero, el buenazo de Friedrich. Ahora, esto. Una más, Ambroos, una sola cosa más y...

Naturalmente, en aquel momento Ambroos debía estar en la última milésima de segundo antes de agotar su casi infinita y paciencia y saltarse todos los dientes a ese inclasificable, y llámese así para que cada uno inserte su insulto más agresivo, despreciativo, vejatorio y vomitivo posible, porque se lo merecía semejante elemento para enviar en bolsitas de basura rumbo al infierno, de donde nunca debió haber salido de su cámara de gas.

Por suerte, y asumiendo que Ambroos tuvo la paciencia para aguantar hasta ahí como una tetera que amenazaba con estallar sin hacerlo, no tuvo que aguantar la jilipollez final de Strauss. La puerta de El Boulevard se abrió.

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17/11/2013, 02:29
Rotterdam

Entonces volvió a sonar un coche acercándose. Plateado, brillante al sol, de matrícula local, de alquiler, se acercó reculando hasta la umbra, aparcando con el sonido de las luces de emergencia, cerrando el acceso a más coches, quedando en tranversal a la calzada como obstáculo. Pese a todo, los humanos y las motos podían pasar perfectamente por los laterales.

Durante unos eternos instantes, quizá prolongados hasta diez segundos reales de tensión, nada pasó, pero entonces se abrió la puerta del piloto y bajó un pie enfundado en una bota. Y luego unos vaqueros. Y una cazadora de cuero. Y colgantes tribales. Y un sombrero. Y unas gafas de sol. Y un hombre curtido. Bueno, en realidad todo lo anterior estaba sobre lo último mentado. Un hombre que Jürguen reconoció. Rotterdam. Un hombre que, de algún modo, sonaba en la memoria de Niki, aunque la chirriaba que llevase aquel aspecto y no uno más... ¿formal?

- Vaya, vaya- dijo apoyado con pose escénica en el marco de la puerta abierta-,- dijo mirando a Niki, recolocándose las gafas al abandonar el marco de la puerta-. Y mi sacerdote favorito, juntos. Menuda casualidad, ¿eh?- dijo retórico, inflando el pecho como si hubiese hipado al contener una carcajada-. Ya se lo dije, cuando tuviese oportunidad, huya- sonrió abiertamente a Jürguen y se encogió de hombros, enseñando las palmas de las manos-. Si no encuentra la oportunidad, se crea. ¿No pensaba que iba a dejarle tirado, verdad?

Sí, Rotterdam le había salvado el culo de una muerte seguro. A él y a su acompañante fugada. A juzgar por la reacción de Rotterdam, le importaba muy poco. De hecho, hasta Jürguen parecía importarle poco. Le había salvado la vida, pero probablemente no hubiese hecho acto de presencia de no ser por Niki. No en vano, fijó su atención en ella en un primer momento, y parecía tratar a Jürguen sólo por una cuestión circunstancial.

Señaló el interior del vehículo y abrió una puerta trasera. Hizo un gesto con la cabeza, secundando.

- Adentro- ofreció, ordenó o pidió, no quedó muy claro-. Os llevo adonde sea. Pero tengo que hablar con usted, Niki Neill- apuntó con un deje sarcástico en el nombre, como si algo en él resultase extraño.

Hablando en plata, venía a ser un "dejo a los hombres y me quedo con la pelirroja". Tonto no era.

- Aunque a estas alturas, creo que puedo llamarla Samantha- levantó la comisura derecha. Por supuesto, su voz no tenía que ver con la de Christopher-. Tengo el rifle del crimen dentro, por si quiere echarle un vistazo- ofreció volviendo a señalar el interior, como si conociese sus gustos y cómo ponerle una golosina balanceando ante sus ojos-. Y es vital, Sam- añadió con un deje más de cercanía, como si no estuviese para desconfianzas-. Tras lo que ha hecho esta mañana ya no es necesario que la dejemos libre más tiempo. Tenemos al científico.

- Gracias- gesticuló con los labios sin verbalizar palabra. Mudo.

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17/11/2013, 03:33
Liria

Liria apareció apoyada en el quicio de la puerta de servicio, por detrás, resoplando, con sudor frío pegándole el flequillo a la frente. Dejó caer una gabardina zurcida y vieja, desastrada y algo sucia, que bien podía haber conseguido de algún contenedor de la basura. Así pues, la prostituta reveló su verdadero aspecto tras andar cual vagabunda por las calles y colarse por la espalda, sin llamar la atención, en el local. En casa. De vuelta. Casi autómata.

Tenía moretones en los brazos, visibles por la manga corta, y un abundante pero disimulado reguero de sangre que se filtraba por el pantalón. Parte de su zapato izquierdo, con el tacón roto, estaba pintado de granate. Tenía un bulto de aspecto preocupante en un codo, señal de una notable inflamación. Ambroos reconoció aquello como una forma inadecuada de recolocarse un hueso, y es que él mismo ya lo había hecho veces antes. Como ella ahora.

Un deje paternal asomó en su mente al pensar en cómo la herencia genética lo podía ser todo.

Más allá de eso, Liria lucía magulladuras varias, parecía cubierta por hollín en un hombro y tenía cortes menores en una mejilla. Un ojo, ligeramente morado, miró a Ambroos entre espasmos y sonrió, aliviada. Tenía todos los dientes intactos, por infinita suerte. Y es que sólo faltaba eso para que el proxeneta se los arrancase al responsable. Diéter. Y Jürguen.

Alzó una mano, como un zombie, y avanzó un par de pasos, arrastrando casi la pierna maltrecha, dejando que la puerta se cerrase tras ella. Tragó saliva, pastosa, y puso cara de desagrado, como quien traga sangre con sabor a hierro. La mujer balbuceó, suplicante, mirando a su padre.

- Di..., Di...- se atascó, casi incapaz de articular palabra-...- movió la mandíbula, rítmica, pero sólo salió un sonido inconexo por sus labios.

Hizo un amago, mudo, de querer señalar a Gretchen, sólo apreciables para quienes querían relacionarlo con ella, y con ello, Liria perdió el equilibrio ipso facto, desplomándose contra el suelo con un sonido sordo. Quedó inconsciente, con los cabellos en forma de abanico a alrededor de su cabeza. Con el abrigo unos pasos por detrás. Con una pierna roja y la otra carnosa. Con un brazo y un ojo morados. Con unos labios que destilaban paz al besar el suelo en casa y no en la calle.

Típico, aguantar lo necesario para morir en casa, para llegar al hospital, para salvar a tu hijo. Esa fuerza de voluntad que movía montañas cuando uno, de algún modo, seguía resistiéndose a caer hasta cumplir el objetivo.

Liria había escapado de los putos Mercenarios. Y había vuelto a casa caminando. Sola.

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17/11/2013, 13:49
Ruth Karsten

Ruth se quedó sentada cerca de Novák mientras éste hacia su magia tecnológica. La muchacha entendía más bien poco de informática, por lo que se limitó a dejar que su mirada se quedase fija en la pantalla, viéndola, pero sin mirarla. Su mente estaba algo más lejos de ahí, fuera del bunker. Odiando en silencio a todos los que habían estado en esta sala, comenzando a Novák, por usarla, ella no era más que un objeto útil momentáneamente, hasta que se quedase sin energías, ¿entonces qué? Ella sabía qué pasaría: de vuelta a la habitación, a dormir pero no a descansar, hasta que alguien más se diese cuenta de lo útil que era. También odiaba a Stille y a Ambroos, por ni siquiera inmutarse ante sus palabras, por hacer lo que hacían todos: dejarla al margen. Odiaba a Arjen, sí, a él también... pero era un odio pasajero, como el de una hija que detesta a su padre durante un par de días por no dejarla ir a una fiesta; claro que Ruth nunca había tenido una relación normal con su padre, ella vivió odiándolo desde muy niña, por lo que... ella lo detestaba a todas horas, incluso ahora, después de años sin verlo, seguía odiándolo. Seguramente si lo pensase un par de veces, o simplemente dejase que ese fuego suyo fuese apagándose poco a poco, se daría cuenta de que realmente no lo odia y que sólo es un enfado. 

Se quedó recostada sobre la silla, mirando a la pantalla mientras su mano dibujaba distraída sobre el papel, eso la ayudaba a relajarse y a soportar el mono de nicotina, ¿cuándo fue la última vez que se fumó un cigarrillo en paz? Tuvo el impulso de coger uno y fumar allí mismo, pero lo más seguro es que le obligasen a apagarlo... y eso le dolería más que no encenderlo. Bufó, apartando los ojos de la pantalla y centrándose en lo que había garabateado, dándole formas algo más concretas y reales. Dejó volar su mente,  alejándose de nuevo lejos de ahí.

Fue la voz de Novák lo que hizo que despertase. No sabía muy bien como iba a hacer lo que le había pedido, ya que no sabía si su carencia de conocimientos sobre informática afectaría en algo a la visión. Por lo menos tenía el papel y el lápiz, lo cual podría dar una visión más objetiva de lo que ocurriría. Se irguió un poco en el asiento y colocó el papel en la superficie de la mesa, lista para dibujar lo que verá. Estuvo a punto de comenzar, cuando escuchó la petición de Novák: quería su energía llegado el momento. 

Ruth se quedó mirándolo a los ojos, intentando averiguar si realmente hablaba en serio o no aun sabiendo la respuesta. No supo que responder en un primer momento, así que se quedó con sus ojos verdes clavados en la cara recta y simétrica de Novák. Sus labios se entreabrían y volvían a cerrarse cada vez que una respuesta venía a su mente: "Sí", "no", "ni de coña, chalado", "claro que sí"... Ninguna le terminaba de convencer. 

La pelirrosa había dado mucho, muchísimo para llegar hasta allí. Más de una vez había arriesgado su vida, su espíritu, su fuerza... todo. Ruth lo había dado todo por sobrevivir, por encontrar a su hermana y ponerla a salvo, y lo haría una y otra vez, mil veces si hacía falta. Por Ágatha podría hacer lo que fuera. Pero, ¿de qué servía darlo todo cuando nadie te recompensaba por ello? ¿Para qué dar su propia energía, su propia vida por alguien que sólo la está utilizando como le viene en gana? Claro, ahora que necesitan ayuda, acuden a Ruth. Ruth, lee el futuro para mí. Ruth, no hagas locuras. Ruth, trabaja para mí. Ruth, duerme. Ruth, habla. Ruth, calla. Ruth, come. ¡Ruth, Ruth, Ruth! ¡Todo lo tenía que hacer ella! ¿Y para qué?  Para volver a perder toda la energía que tenía, para sufrir, para estar en cama otros tantos días, aletargada, inmóvil, inútil hasta que sus pilas fuesen recargadas otra vez y pudiesen usarla como una puta muñeca. Ya había sido un objeto durante mucho tiempo, demasiado. 

Dame tu energía, Ruth, sufre por mí, Ruth... 

-No.-respondió. Harta de dar sin recibir. Una cosa, una única y puñetera cosa había pedido: su hermana. ¿Alguien había hecho algo por encontrarla? No. Pues ella se negaba ahora a dar más de lo necesario. Por no hablar del hecho de que, Ruth desde luego no tenía demasiada energía en general, menos en estos momentos.-No, no quiero arriesgarme más de lo que he arriesgado ya.-continúa-Además, Olga lo sabe,  no estoy en condiciones de dar mi energía.-dice mirando a la aludida, realmente era a ella a la única a la que no odiaba. Parecía ser la única que se preocupaba por ella y que realmente miraba por su bienestar y no por su utilidad. Suponía que el "todos" de Novák la incluía a ella también, e incluso a Ruth misma. Se mordió el labio inferior, dubitativa... ¿y si esto sólo había sido un berrinche? ¿Y si estaba en la razón y todos podrían caer? ¿podría perdonarse ser, una vez más, la causante de tantos problemas? 

Suspiró, agobiada y enterró los dedos en su cabello rubio y rosa. Levantó la cabeza, algo abatida y resignada, como si no le quedase otra opción, y realmente era así. 

-Bueno... déjame decidir en el momento si lo hago o no, ¿vale?-dice finalmente, en un murmullo apagado. 

Así me gusta, Ruth, buena chica...

Miró a Olga, tenía que pedirle algo que necesitaba. 

-¿Cuándo termine aquí podré salir? No volveré tarde e intentaré no meterme en líos.-...aunque parece que son los líos los que me busquen a mí.- Le preguntó a Olga, como si estuviese pidiéndole permiso. No se atrevía a pedírselo a Arjen, él imponía mucho más.

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18/11/2013, 20:11
Niki Neill

Me seguía sorprendiendo a mí misma lo cómoda que me sentía ayudando a un tipo que se había visto herido en un tiroteo y que desconocíamos si podría recuperarse. Aún no sabía quién era mi compañero y me costaba comprender por qué le estaba pasando todo esto. Sin embargo, los atacantes me preocupaban más y descubrí que tenía una curiosidad malsana por averiguar quién nos había disparado o con qué. En eso estaba cuando llegó aquel cowboy, nunca mejor dicho.

Al principio me preparé para defenderme. Tensa. Recta. Como una fiera esperando su momento para atacar. Pero las palabras que decía me confundían y había algo familiar en él. Dudé un segundo, aún desconfiada, mientras trataba de comprender qué estaba pasando. A mi desconfianza se sumó que sabía mi nombre... Me llamó Samantha. Eso me inquietó, al mismo tiempo que me atraía enormemente. ¿Cuánto sabía aquel hombre de mí? Las últimas cosas que había descubierto sobre mi pasado eran sumamente preocupantes y me asusté de que pudiera desvelarme más noticias devastadoras. Pero no podía evitar sentir como una parte de mí se moría saber quién era. Me fijé en sus ojos, en su rostro... Quizá nos conocimos hace tiempo. Quizá fuimos pareja... Quizá fuimos enemigos, o compañeros o...  No importaba. Aún si hubiera sido solo una persona con la que me crucé en el supermercado una vez... necesitaba saberlo.

Entonces llegó la guinda del pastel. Lo dijo como si tal cosa... ¿El... el científico? ¿Podía estar hablando de Christopher? Le miré pasmada. Con los ojos como platos y la boca entreabierta.

- No es posible... - Susurré con palabras casi inaudibles. Había estado con él hacía poco y aún tenía piel de gallina. No podía creerme que le hubieran atrapado.

Mostré una media sonrisa. Sí. Había alcanzando el grado máximo de curiosidad. Ya no había marcha atrás. Di un paso al frente y me subí en el coche.

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18/11/2013, 21:43
Gretchen

http://www.youtube.com/watch?v=zzTZeeMCUBk

Es una trampa.

Gretchen ni escuchó a Alice. La neonazi estaba demasiado furiosa como para entretenerse con la compasión, pero tuvo bien claro que Liria no se había escapado: la habían dejado ir. Un trozo de carne ensangrentada delante del animal de Ambroos. Un juguete, un aviso, una declaración de intenciones. Ven si tienes huevos. Ven. Sabes que te estamos esperando, sabes que somos más, que estamos mejor organizados, que tenemos todas las cartas en la manga. Sabes que te vamos a joder vivo. Ven.

Ambroos iría, por supuesto. Habían violado y apalizado a su hija. Iría aunque supiera que no iba a volver.

Alice iría, por supuesto. El violador había sido Diéter. Iría con la esperanza de no volver.

- E... está muerta? - preguntó Gretchen con voz trémula, rompiendo el silencio impactante que había seguido a la aparición de Liria. Lágrimas de horror y conmiseración resbalaron por las mejillas de la niña, y miró a Natasha, esperando encontrar en ella una respuesta. No la hubo, o al menos, no tan rápida como la niña esperaba. Todo el mundo estaba impactado, shockeado por la escena.

Gretchen se arrodilló, sin ser consciente de que probablemente Ambroos la arrollaría para hacerse con el cuerpo de Liria, junto a la mujer. Le acarició el pelo apegotonado por la sangre con suavidad.

- ¿Li... ria? -susurró. Susurró con la misma voz asustada del pasado, porque Diéter había vuelto. Y por la puerta grande-. Liria... -la llamó de nuevo, sin dejar de acariciarla. Podía empatizar con otra víctima de Diéter con facilidad. 

Alice se revolvió de ira contenida, una valkiria de ojos de hielo y furia germana aullando, clamando; no por justicia, sino por venganza. La suya propia, no la de Liria. Ahora Ambroos sí le daría el soplete. Ahora todo era fácil. Para bien o para mal, Diéter había soltado los perros de la guerra.

 

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21/11/2013, 13:51
Padre Jürguen

Jürguen hizo un gesto de incredulidad con las cejas al ver aparecer al hombre. Abrió la boca para decir algo pero lo dejó correr. mejor pensar antes de decir algo estúpido.

Miró a un lado al mercenario al que había atendido e hizo una señal al recién llegado para que le ayudara a llevar al tipo malherido al coche. En ese acto la pelirroja pudo reconocer a un tipo chapado a la antigua.

Aunque segundos antes el hombre cincuenton no hubiese dudado de pedir ayuda a una mujer para salvar al mercenario herido, estaba claro que esta vez había preferido pedir la ayuda de un hombre para un trabajo "pesado".

Con ayuda del recién llegado, pusieron al malherido en la parte trasera del vehículo. Jürguen se situó en la parte de atrás con el herido. Tras colocarlo de la forma más cómoda posible, lanzó una mirada a la jóven pelirroja, que había entrado segundos antes: -Disculpe miss...- El término en alemán para señorita. El tipo no parecía querer ocultar su procedencia. Extendió su mano hacia ella esperando estrechar la de la chica.- ...siento haber sido tan grosero. Quisiera agradecerle su ayuda. Mi nombre es Jürguen. Padre Jürguen.-

Se giró para mirar al tipo del sombrero. Era difícil saber si ahora se refería al recién llegado o a ella: -La gente normálmente queda paralizada o sale corriendo ante este tipo de situación. Pocos saben mantener los nervios tanto como para involucrarse.-

Al comenzar a hablar de nuevo, pareció claro que esta vez se dirigía al "vaquero": -Aceptaré su ofrecimiento, si no le importa. Lléveme a esta dirección: - Jürguen le dió una dirección no demasiado lejos del Barrio Rojo de Ámsterdam: -Déjeme allí a mí y al "amigo".- Señaló al mercenario malherido, con gesto no demasiado agradable.

A partir de ahí, Jürguen lanzó miradas de curiosidad alternativamente hacia la chica y hacia el vaquero. Subieron al vehículo, y durante el viaje, se mantuvo un par de minutos callado mirando por la ventanilla, a medida que el automóvil cruzaba las calles de Amsterdam:

-Oiga, hágame el favor de resolverme una duda ¿Por qué atacó el vehículo en el que iba yo? ¿Era por la chica?- Estaba claro que se refería a la jóven que había logrado escapar del vehículo. -¿Quién le envía?-