Partida Rol por web

La joven se separó de Troy demasiado tarde. No se había dado cuenta de que sería un estorbo así más que una ayuda. Si Troy había resultado herido por su estupidez, no se lo perdonaría en la vida. Mercy dió unos pasos hacia atrás, dispuesta a salir corriendo en busca de ayuda, pero vió a aquel horrible hombre, forcejeando con Troy, ambos unidos por el mando del hacha.. ambos con las piernas clavadas firmemente en el suelo, ligeramente abiertas....

Mercy corrió, pero no huía. Estaba aterrada, si.. pero hay cosas que sólo pueden ser realizadas por la fuerza del amor.. O  quizás fue un arrebato de locura por no querer ver o saber que su amado va a morir de una manera tan cruel. Fuese por lo que fuese, Mercy corría hacia ellos, buscando la espalda del ocupado Santa Claus.

Con suerte, estaría tan distraido que ni la vería llegar... y aunque la viese, no podía flojear en su lucha por el hacha y permitir que Troy se la quedase. Quien no arriesga no gana. Pensó la joven, la cual trató de propinarle una patada en los genitales al malvado Santa, desde la parte trasera.

Eso les daría la oportunidad de huir de allí.. o al menos eso pensaba la pija de las Wells.

Al sentir que Mercy se separaba de él, se sintió algo más preparado para intentar salir de aquella con vida. Sabía que podía ganar algo más de tiempo, quizás el suficiente como para que apareciera alguien para ayudarles. Pero en ese momento vió a Mercy por detrás del asesino, sin entender muy bién porqué no se había ido. No podía quitarle el ojo al arma, pero pudo distinguir a la chica atacando a aquel tipo por la espalda. Tansolo esperó que no decidiera girarse a por ella.

- ¡Ahora, corre! -gritó a Mercy.- ¡Cada uno en una dirección distinta!

Lanzó la mano hacia la cara de Santa Claus, hacia su barba, aunque Troy no se sentía especialmente ágil después del impacto del hacha. Tenía la esperanza de poder verle la cara antes de separarse de él e intentar ponerse a salvo.

Mercy, temblorosa por todo aquello, pero dispuesta a hacer lo que fuese por sacar a Troy de aquella, lanzó su mejor patada y con todas sus fuerzas hacia la entrepierna de aquel psicópata. Deseaba darle precisamente donde más le dolía, así ganarían mucho más tiempo para huir, pero también sabía que, aunque fallase el golpe y le diese en cualquier otro lado, aquel hombre flojearía... es lo que tienen las distracciones y los golpes inesperados cerca o sobre zonas delicadas.

Después de lanzar aquella patada, escuchó las indicaciones de Troy y salió corriendo, como alma que lleva al diablo, lejos de aquel lugar. La niebla la protegería enseguida de los ojos de aquel lunático, al igual que las sombras y la oscuridad. Pero Mercy no dejaría de correr al llegar a la primera esquina.. lo haría cuando no pudiese más...

"Avisa al sheriff. Y avisa a Sidney, me está esperando en su casa. No os quedeis solas." Le vino a la cabeza de golpe a la joven mientras corría. Así pues eso hizo, se encaminó hacia casa de Sidney, corriendo tan deprisa como pudo.

La espera estaba acabando con Sidney que, por más que miraba el reloj, comprobaba que el tiempo estaba empeñado en no avanzar. Su cabeza estaba centrada en una única cosa... Troy, y no sólo era por la preocupación de pensar que podía estar en peligro con ese Santa Claus asesino aún libre, sino también porque su tardanza, o por lo menos la impresión que tenía Sidney del tiempo que Troy llevaba fuera, hacía mella en su ánimo.

Intentó mostrar algún interés en la conversación de su padre, pero era imposible, su cabeza no dejaba de dar mil vueltas con ideas absurdas, descabelladas y pesimistas. Cada dos segundos miraba el móvil a su lado para comprobar decepcionada que no había ningún mensaje, ni siquiera de Kat, y con cada desilusión aparecía un nuevo pensamiento sombrío.

No era capaz de adivinar con quién se podía haber ido a reunir Troy, aunque sus dudas y recelos la llevaban a pensar en dos posibles personas, con Kurt para acabar la pelea que habían empezado o con Mercy para... No, no podía imaginarse que Troy la estuviera engañando en ese preciso instante en que acababa de descubrir sus verdaderos sentimientos hacia él. No, él no podía hacerle eso, no podía estar burlándose de ella como solían hacer las pijas de las Wells. ¿O sí podía? Quizás todo había sido una broma para burlarse de ella, quizás Troy se había puesto del lado de sus enemigas para reírse de ella, quizás... No, no quería pensar en ello.

Pero si esas dudas le carcomían el corazón, otras más preocupantes eran las que la mantenían en tensión, atenazada por el miedo, y no eran otras que ver a Troy herido en cualquier esquina por el hacha de aquel despreciable Santa Claus. Y la angustia de que pudiera estar herido era lo que más torturaba a Sidney.

No sabía qué hacer, estar en casa encerrada esperando unas noticias que no llegaban la estaban volviendo loca, pero salir a buscar a Troy era una estupidez, no sólo por el peligro que podía correr caminando a esas horas por la calle con el asesino suelto aún, sino porque no tenía ni idea a dónde podía haber ido Troy. No era cuestión de recorrer todo el pueblo a ciegas.

Sin embargo, se daba cuenta que no podía quedarse con los brazos cruzados sin hacer algo, esperando un mensaje o que el timbre sonara. Tenía que arriesgarse, salir a buscar a Troy, intentar dar con él y comprobar que no le había pasado nada.

Sidney se calzó sus botas y cogió su abrigo dispuesta a salir de casa. Su padre podría impedírselo pero él se creía la historia del sheriff y con la excusa del baile seguro que la dejaría marchar.

Aquel esperado día llega anunciando un momento imposible de olvidar, ahora luciendo un precioso vestido de color rosa, Lindsey sonríe frente al espejo envuelta en un halo de emoción y alegría. La fina seda caía bajo sus bien formados pliegues, acentuando su figura a la perfección. En camio su cabello, recogido a través de un elegante peinado, embellecían los rasgos delicados de su rostro. 

Perpetua ante la imagen que el espejo le devolvía, gira sobre si misma al disfrutar de un momento de felicidad y emoción. Un gran cambio estaba realizando en su vida, donde podía disfrutar del preciado amor de su mejor amigo tras haber dado aquel paso importante en la vida de ambos. Lo quería desde que su amistad sobrepasó los límites concebibles, al punto de olvidar poco a poco al hombre que había estado durante un largo tiempo, forjando momentos imborrables de su adolescencia. 

Allí de pie impregnada por la sensación de ver a Jim, decide bajar las escaleras y esperar en el hall de su casa. Ansiosa y visiblemente nerviosa, camina de un lado hacia el otro, marcando un ritmo melodioso en su andar con los tacos. - ¿Dónde estás? - murmuró al mirar por la ventana un tanto preocupada. Era lógico que tras el incidente en la casa de los Spencer, sienta un poco de miedo, el peligro acechaba en todos lados. 

Hasta que de repente el sonido del timbre logra que dé un pequeño salto, no se lo esperaba al estar inundada por el silencio reinante y su mar de pensamientos. Al abrir la puerta una sonrisa se dibujó en su rostro, siendo capaz de iluminar todo el momento de tan solo verlo allí, para ella. 

Luego de abrazarlo con fuerza, por la preocupación de su tardanza, besa sus labios con dulzura para luego iniciar una conversación. - Estaba muy preocupada por ti... ¿Estás bien? -preguntó al fijar la miradas en los ojos de Jim, buscando una respuesta a tantos nervios generados por la espera. 

Troy y el Santa Claus forcejeaban agarrados al hacha mientras Mercy, en lugar de huir y pedir ayuda, se colocaba tras el Santa Claus para propinarle una patada en sus partes más nobles antes de salir corriendo como alma que llevara el diablo. La chica conectó una buena patada y acertó de pleno en aquel lugar que a todo hombre le haría retorcerse de dolor. Sin embargo, el Santa Claus, aunque notó la patada a juzgar por el gruñido de furia que soltó, pudo resistir el dolor lo suficiente como para no perder la concentración en su forcejeo con Troy.

El joven muchacho trataba de alcanzar con su mano la barba del disfraz del lunático con el que se estaba enfrentado, pero el Santa Claus reaccionó con rabia tras la patada de Mercy y agarró el mango del hacha con una fuerza sobrehumana mientras giraba su cuerpo en un semicírculo que arrastró a Troy. El joven tuvo que soltar el hacha para evitar caer al suelo, quedando así su intento frustrado. 

El Santa Claus entonces sonrió con malicia y clavó sus ojos en Troy de nuevo, dio un paso hacía el joven con el en las manos y se preparó para un nuevo ataque. Mercy mientras tanto había echado a correr sin mirar atrás con la esperanza de que su distracción hubiera funcionado y Troy lograra ponerse a salvo. Aunque no se giró para comprobarlo por si acaso.

Mercy echó a correr entre la niebla alejándose del peor momento que había pasado en su vida. Giró en la primera esquina sin siquiera reconocer la calle dada la poca visibilidad, y después giró una vez más y otra hasta que perdió la cuenta y se encontró desubicada y sin aliento. Ya no podía dar un paso más, y jadeaba como si hubiera corrido la maratón de Minneapolis. Había puesto un buen cacho de tierra de por medio entre ella y el Santa Claus asesino y se sintió lo suficientemente segura como para detenerse.

Recordó las palabras de Troy mientras sentía como su corazón desbocado pugnaba por salir de su pecho y seguir huyendo por su propia cuenta. Las piernas en cambio le temblaban y flaqueaban como dos débiles palillos que soportaran un gran peso. Intentó trabar saliva sin ahogarse y pensó en ir a casa de Sidney para buscar ayuda. La dichosa niebla no lograba que se situara correctamente, por lo que se vio forzada a andar nerviosa y desorientada unos metros hasta que supiera donde estaba, buscando algún punto de referencia que lograra ubicarla.

Estaba seguro que los rumores sobre todo lo ocurrido esa tarde ahora mismo circulaban de boca en boca entre los demás alumnos del instituto, que cuchicheaban por lo bajo mientras le miraban de manera fugaz cada poco tiempo. Allí no estaban ninguna de las Wells, ni siquiera su hermanastra. Jim y Sid tampoco hacían acto de presencia, y al parecer Troy había, tal vez por primera vez en su vida, obedecido el castigo de no ir. Todo eso, en conjunto, significaba que era él el que se estaba llevando toda la atención no deseada, y empezaba a acusarlo; cuando pilló a uno de los nerd del instituto mirándole desde detrás de sus gafas y riéndose con otro de los empollones, fue la gota que colmó el vaso. 

Como no quería problemas - no esa noche - y tampoco pretendía dar una excusa al director para tomarla con él - aunque Cameron era otro de los grandes desaparecidos -, decidió salir a tomar el aire. Apenas llevaba un cuarto de hora allí dentro, pero se le estaba haciendo realmente eterno. Ya volvería a entrar cuando empezara el homenaje, con suerte antes de elegir a los reyes del baile. 

Dejando su vaso y el resto del último sandwich sobre la grada en la que se había apoyado, se fue derecho a la puerta, ignorando los saludos y otros comentarios que escuchaba mientras tanto. Ya fuera deseó tener una cerveza, o cualquier cosa con alcohol para ayudarle a pasar el rato; sin embargo, como no, allí estaba prohibido, y el ponche no era lo suficiente fuerte. Iba a ser una noche demasiado larga, pero iba a tener que aguantar.

El aire hacia que con cada respiración una pequeña nube de vaho le nublara la vista durante unos segundos. Tenía frío y notaba sus músculos agarrotarse, empezaba incluso a tiritar un poco. Y sin embargo allí estaba mejor que dentro del gimnasio. Aguantaría todo lo posible, y luego ya vería. Tal vez incluso viera algo interesante allí fuera que le hiciera pensar en otra cosa que no fuera el completo desastre que estaba resultando la velada...

Cuando salió fuera de salón de actos y se alejó de las agobiantes miradas al frío del exterior, sintió el frescor de la niebla rodeando todo su ser, el instituto, las calles, y todo el pueblo de Birchmont. Apenas podía distinguir nada a par de metros de distancia, e incluso la luz de las farolas parecía ser engullida por la niebla y tan sólo podía ver un tenue y difuminado reflejo de su resplandor. Aún así se sintió aliviado por salir al exterior y poder alejarse de las indiscretas miradas que empezaban a acalorarle. A pesar de que el frío se colase hasta sus huesos y echara de menos algo de alcohol para remediar ese, y los demás problemas de aquel día nefasto.

Entonces se percató de algo: a cierta distancia vio moverse a alguien entre la niebla. Era una figura que salía de una de las puertas traseras del instituto y se dirigía al aparcamiento. Cargaba un bulto, pero no pudo determinar qué era por culpa de la poca visibilidad que la helada noche proporcionaba.

¿Qué era aquello? El pensamiento cruzó como un rayo por su mente cuando se dio cuenta de que había visto algo de verdad y no era sólo una ilusión óptica causada por el cansancio y la niebla que se había apoderado del pueblo. No, allí había alguien con, algo, y contando de donde salía y donde estaban era ciertamente sospechoso. En otro momento tal vez no le habría hecho caso, seguramente se habría encogido de hombros y habría preferido enterarse al día siguiente cuando todo el instituto comentara el último escándalo, pero en esos momentos tenía ganas de hacer cualquier cosa que le ayudara a despejar la mente. Lo que fuera. 

Así que miró hacia ambos lados, inspeccionando los alrededores y mirando a ver si alguien se fijaba en él - pues lo que le faltaba era que le consideraran un pirado persiguiendo sombras -, y cuando parecía que nadie le hacía caso salió corriendo, medio agachado entre los coches de la calle, siguiendo a aquél tipo y buscando una posición desde la que pudiera observar mejor sin arriesgarse a ser descubierto. 

Ver a Mercy correr fue un alivio, un problema menos sobre el que preocuparse. Y a Troy le sobraban los problemas, en aquel momento. Se sintió bastante impotente cuando Santa se lo quitó de encima como si fuese una mosca, arrebatándole la posibilidad de verle la cara. El corte del pecho dolía, más de lo que estaba dispuesto a reconocer, pero tuvo que aguantarse. Pensó en volver a lanzarse a por la barba, pero su sano juicio, ausente hasta el momento, le aconsejó lo contrario. Se apretó la herida y resopló, tanto por el dolor como por tener que reconocer la derrota. Aquel tipo era demasiado fuerte y la calle estaba demasiado desierta, no podría con él estando solo y herido. Comenzó a recular y a coger algo de velocidad, con un ojo puesto en Santa Claus. Quizás no podría detenerlo, pero al menos lo tendría ocupado el tiempo suficiente como para que Mercy pudiera dar el aviso. Comenzó a correr, girándose de tanto en cuanto, en dirección hacia su casa.

Que Mercy hubiera logrado huir para ponerse a salvo, fue algo que tranquilizó a Troy y le hizo recapacitar sobre su conducta suicida en su encuentro con un psicópata asesino. Por tanto decidió aprovechar la distancia a la que el Santa Claus le había expulsado para echar a correr y aumentar la distancia con aquel desquiciado.

Sin embargo, aquello no iba a ser sencillo. Troy notaba como su herida dolía intensamente y mermaba su capacidad para moverse con normalidad. Además el Santa Claus se abalanzó sobre Troy con un movimiento extraordinariamente rápido para alguien de su tamaño sin parecer muy de acuerdo con que el joven quisiera huir de allí antes de que él hubiera terminado su fiesta particular. El filo del hacha brilló en la oscuridad de nuevo y el arma descendió vertiginosamente dirigida, en esta ocasión, al costado de Troy.

Con la mano sobre la herida, Troy dió unos pasos alejándose de Santa Claus. Pero no fue lo bastante rápido, pues antes de poder alejarse lo suficiente,oyó el sonido de la nieve crugir tras sus pasos. Fue a girarse para ver a qué distancia estaba aquel tipo, pero un dolor intenso en el costado hizo que se doblara como un muñeco e hincara una rodilla en el suelo. Un alarido rompió el silencio mientras el mundo se le iba de vista. Se giró, mirando a su imparable oponente. Troy se sentía desesperado, pero no sabía qué hacer. En ese momento, comenzaron a pasar por su mente infinidad de recuerdos. Recordó a su madre cuando aun vivía con ellos, recordó cuando comenzó a meterse en problemas, recordó el día que conoció a Sidney. En esos segundos fugaces, se arrepintió de mil y una cosas, de las que había hecho y de las que no.

Se giró, con el cuerpo encorvado por el dolor y respirando con dificultad. Miró a Santa Claus a los ojos, aun con cierta cantidad de rabia visible en su mueca de dolor.

- ¿Quién eres? ¿Por qué haces esto?

Quizás fue la pérdida de sangre. Quizás fue el frío, que parecía colarse por sus heridas y congelarle por dentro. O quizás fue la simple desesperación de verse indefenso. Fuese por lo que fuese, Troy tenía la esperanza de que aquel bastardo contestara y le revelara su identidad, ahora que el chico estaba a su completa merced. Se incorporó como pudo, sintiendo de nuevo ganas de intentar luchar contra él, pero los hachazos le hicieron cambiar de opinión contra su voluntad. Jadeando, miró al suelo y recordó su pelea con Kurt. Intentando sacar fuerzas de flaqueza, y de la misma forma que hizo contra el quarterback, hundió el pié en la nieve y lanzó una nuve blanca hacia Santa Claus, solo que esta vez usaría la distracción para intentar escapar de nuevo.

Troy no pudo alejarse lo suficiente para esquivar el hacha del asesino que se clavó en su costado dolorosamente. Troy sintió como el filo del arma atravesaba su piel y chocaba contra las costillas bajo su brazo izquierdo, seguramente rompiendo un par de ellas aunque por fortuna sin alcanzar sus pulmones ni ocasionar daños más graves. Un arma como aquella podría haber abierto a Troy en canal, y él sabía que un nuevo golpe podría ser letal y definitivo. Sus fuerzas flaqueaban y notaba cómo la sangre manaba de ambas heridas y cómo el dolor le aturdía la cabeza.

Mareado, se inclinó en el suelo mientras por su cabeza pasaban infinidad de recuerdos, pensamientos y lamentaciones. Se giró hacía Santa y le preguntó cuál era el motivo de tanta locura. Tal vez, si creía que Troy estaba ya a su merced y a punto de ser ejecutado le revelaría su identidad y la causa que le llevaba a asesinar a las personas del pueblo. Pero ese hombre no parecía ser de aquellos que se vanagloriaban en su éxito, a decir verdad, Troy no recordaba que hubiera pronunciado palabra alguna más allá de la característica risa del personaje que encarnaba.

El sádico de su rival, sonrió con sus perturbadores ojos todavía fijos en Troy y haciendo caso omiso a las preguntas del joven volvió a preparar su hacha para un nuevo golpe, uno que rematara a su nueva victima.

Al llegar a las cercanías de la casa de Sidney, Mercy comenzó a correr nuevamente. La situación la había hecho olvidar que llevaba aquella ropa oscura. El frío la había afectado a la garganta pues, a pesar de llevar la braga puesta, respirar por la boca ese aire tan frío la hizo quedarse casí afónica. No se percató de ello hasta que llegó a la entrada de los Evans.

Mercy corrió a la puerta y comenzó a llamar al timbre y a golpearla. Quería hablar, pero entre tratar de respirar y que no le salía la voz en ese instante, poco podía decir. La joven insistía, dando fuertes golpes y tratando de girar el pomo de la puerta. Era urgente para ella... para Troy, enviar ayuda...

Nadie abría y Mercy se impacientaba. Se acercó a los critales de las ventanas, para ver si había alguien dentro, llamando a todos ellos, golpeando con los nudillos con desesperación.

Tras el silencio sepulcral de Santa Claus, Troy tan solo pudo ver el brillo del hacha al alzarse de nuevo antes de que la nube de nieve los separara momentaneamente. Apretando los dientes, y con una mano en cada herida, comenzó a correr todo lo rápido que pudo. Necesitaba un milagro, y lo necesitaba para ayer. Se alejó cuanto pudo y se encaminó hacia alguna calle que pudiera estar concurrida, aunque por la hora y la temperatura quizás aquello sería pedir mucho. Por un momento tuvo ganas de cruzarse con algún hombre del sheriff, a ver si al verle en aquel estado, o al encontrar la sangre que había dejado en el suelo, seguían igual de convencidos de que habían atrapado al tipo correcto. Esperando haber dejado a aquel psicópata atrás, se encaminó hacia su casa.

Lindsey estaba espectacular, no había palabras para definirla. Si Jin hubiera sido poeta podría haber compuesto algún piropo elaborado haciendo referencia a un ángel caído del cielo o a las musas, pero se conformó con algo más mundano. ¡Joder! debo de ser el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra. Jim se sorprendió al oírse pronunciar sus pensamientos en voz alta. Esto… eh… estas estupenda… y correspondió al abrazo y al beso de su novia.

Nada, no pasó nada. Simplemente me quede dormido. Dijo compungido por su retraso. Creo que deberíamos de ir a la fiesta. Seguro que toda la gente ya ha llegado.

Troy lanzó la nieve con su pie contra el rostro del Santa Claus, con la buena fortuna de alcanzar de pleno en su objetivo. El Santa Claus, cegado momentáneamente, lanzó su ataque a ciegas blandiendo el hacha delante suya sin poder apuntar debidamente a su objetivo. Aún así, Troy vio pasar el filo del hacha demasiado cerca como para pensar en otra cosa que no fuera huir lejos de allí. Esperaba que su estratagema le diera del tiempo suficiente y que la niebla fuera un buen aliado para camuflar su huida.

Salió corriendo con las manos taponando sus heridas y la sensación de que no podía respirar bien hacía la calle más cercana sin mirar atrás, dobló la primera esquina y fue girando por las calles que le sonaban hasta llegar a una avenida más concurrida. Sólo cuando estuvo allí se atrevió a mirar hacía atrás para comprobar si el Santa Claus le seguía, descubrió con alivio que no era así. Pero cuando volvió la vista al frente, allí estaba. Con su rechoncha figura, su traje rojo y agitando una campanilla navideña. El Santa Claus se giró hacía el aterrado Troy y le tendió un papel.

-Ho ho ho. Compra en Bemidji´s island.

La incertidumbre de la situación y la tensa espera por unas noticias que no terminaban de llegar estaban destrozando los nervios de Sidney. Dudó varias veces de qué hacer, entre salir a buscar a Troy entre la niebla por todo el pueblo y seguir esperando allí plantada mientras la espera destrozaba su corazón desbocado y sus nervios a flor de piel. Tal era la angustia que finalmente decidió salir a buscar a Troy, aunque con la situación actual que vivía Birchmont, aquello supusiera salir a buscar una aguja en un pajar con un hacha colgando de un fino hilo sobre su cabeza. Pese al riesgo, el hecho de no saber que había pasado con Troy, era mucho peor para ella.

Acabó de vestirse calzándose sus botas y poniéndose el abrigo, pues era lo único que le quedaba para estar lista y se dirigió hacía el salón de la casa para explicarle a su padre que iba a salir, utilizando como excusa el baile. Para su sorpresa su padre intervino antes de que ella hablara, y lo que le dijo la dejó sorprendida.

-Ahora iba a ir a buscarte. Ha llamado el director Cameron, -le informó,- quiere que vayas al baile para que digas unas palabras sobre Derek. Sé que es duro para ti, pero... -tragó saliva y miró con profundo pesar a su hija. -Bueno, le he dicho que si te sentías preparada irías. Aunque ha insistido mucho en que fueras.

Antes de que Sidney pudiera responder escuchó unos golpes en la puerta principal de la casa. Alguien estaba aporreando la puerta al otro lado, e incluso trató de abrirla sin mucho éxito. Cuando Sidney se acercó tras su padre para ver qué pasaba, pudieron ver una figura encapuchada que se asomaba intentando ver algo del interior y golpeaba los cristales de una de las ventanas contiguas.