Partida Rol por web

-Vos ayudaré en la vuestra investigación para poner fin a aqueste entuerto et encontrar la verdad tras la maraña de siniestros fechos, et así probar que aquesto non ha sido más que una conspiración con el fin de mostrar la decadencia de la orden bajo el mando del actual maestre. Mas, como comprenderéis, mi buen Íñigo, non puedo llevarle la contraria a Su Majestad. Habéis de asegurarme que el mío papel aquí quedará dentro de aquestos muros, et nunca saldrá de ellos, perjudicando la mía imagen en la Corte.

Dió un par de pasos el obispo, con las manos tras la espalda, pensativo.

-Por supuesto, seguiréis siéndome fiel amigo, ¿non en es verdad, Íñigo? Pues poco informado habéisme tenido estos últimos años. Como representante de la Santa Madre Iglesia, gustaríame de estar al tanto de los movimientos que lleve a cabo una orden tan comprometida con nuestros fieles como es la vuestra. Ya sabéis a qué me refiero, ¿cierto? Et quisiera también de gozar del favor de don Vasco López. A buen seguro la actual cabeza de vuestra hermandad de Santiago gustará de saber de los servicios que el obispo de Cáceres ha llevado a cabo para él....

Quedeme escuchando la historia de Don Iñigo con gran pesar. Cuando faból de muertos que se levantan et brujas que manejan sus hulis erizome el pelo de la espalda, y puse la diestra en mi corazón,para sentir bien firme el libro con las andanzas de San Jorge.

 La sucesión en en cargo de la orden me parecía cosa valadí, y non sabía cómo podría afectar eso y si este era malo o aqueste era peor, preferime no postularme.

 Pero el tema del tal dDon Jofre me intrigó, y así se lo quise decir a Su Excelencia, sin interrumpirle en su plática y después de que hubiese fablado.  Su Excelencia......non sería cosa buena que fablásemos con el tal Don Jofre et ver que nos cuenta.  Agaché la cabeza y aparté la mirada, ya que me parecía gesto un tanto grosero importunar en el diálogo de tan insignes caballeros.

Non respondió el obispo a las palabras del suyo criado, pues aún estaba por cerrar el acuerdo con Íñigo. El muchacho era listo, pues también era fablar con el tal Jofre el primer paso que había pensado dar él, mas primero necesitaba de cerrar el trato con el de Robledo antes de mover un sólo dedo.

En silencio esperó la contestación del suyo interlocutor, que esperaba aceptara las condiciones.

Sonrió don Íñigo veladamente ante las peticiones del obispo. Sin duda non esperaba menos el caballero de hombre ambicioso como aqueste, al que bien conoscía.

- Non vos preocupéis, que de vuestra actuación aquí nada ha de saberse, excepto que como obispo de la más cercana diócesis habedes acudido a dar apoyo espiritual para luchar contra la bruxería que ha aflorado en esta santa villa.

Parescía más relajado don Íñigo, como si hasta ahora hubiese dudado de si el obispo le respaldaría.

- En cuanto al favor de don Vasco... ayudadme et tendréis el de mi Maestre, quién es amigo personal de aqueste, desde la mesma infancia. Él vos introducirá a don Vasco si así lo deseades, podéis estar seguro.

Continuó dirigiéndose a su Excelencia don Íñigo, quién, pese a todo, había escuchado las palabras de Jorge.

- Respecto a fablar con el reo, podría fazerse, mas habríais de esperar a Prima, que las visitas en nocturnidad non son lo más apropiado. - bajó un poco más la voz - Et me temo que tal vez non le hayéis en su celda a tales horas, si cuantos planes tengo en mente salen como he previsto.

Parescía el mediero indeciso, et tampoco era menester alargar la reunión entre las sombras más de lo necesario, pues en cualquier momento podía pasar una patrulla et dar por zanjado el asunto como se zanjaban las nocturnidades habitualmente: a punta de lanza. Et non sería lo mesmo sobornar a un guardia que a una patrulla entera, eso desde luego...

Por otro lado, aún cabía la posibilidad de que su búsqueda non fuere pública aún, et el alguacil pudiere fazer valer su autoridad. Claro que más valía non tentar a la suerte, que non dejándose ver a buen seguro que non serían arrestados.

Así pues, salió Fernando de su escondrijo, pisando con buen cuidado para non despertar al guardia. Et casi lo logra, que andúvose a bien de andar despacio. Mas la maldita muralla, otrora bien conservada, hallábase ahora en estado lamentable, et una piedra vino a cruzarse en su camino, pateándola el alguacil con destiento, lo cual fizo ruido suficiente para que el guarda, adormilado, saliere de su siesta.

- ¿Quién va? - preguntó, mirando aturdido en derredor - ¿Quién va? - insistió, ya fijando la mirada en Fernando.

-¿Pensáis, acaso, liberarlo, Íñigo?

Non alcanzaba don Pedro a comprender los planes del suyo amigo, ¿Por qué habría de liberar al tal Jofre? Creer en la suya inocencia es una cosa, mas arriesgarse a liberar al reo es cosa bien distinta. Harina de otro costal.

-Sea como fuere -quitóle importancia el obispo, pues dudaba de la culpabilidad del joven caballero preso-, entenderéis que habré de fablar con él, más tarde o más temprano. O, al menos, con alguno de sus omnes, que aseguran haber visto a la bruxa.

Pedro ofreció su mano entonces a Íñigo, tanto en señal de cerrar el trato como de despedida.

-En cualquier caso, habrá de ser mañana, si Dios quiere. Ahora he de volver a mis aposentos, que non conviénenos a ninguno de los dos que descúbrannos fablando en la madrugada...

Y esperó la respuesta del de Robledo antes de facer un gesto a Jorge para que retirásese xunto a él.

Maldita la estampa de la malparida piedra que cruzóse en el mio camino. Con tiento y aplomo fabléle al guardia, que convencido andaba yo que saldriamos bien parados, de una manera u otra del infortunio.

─Va un homne que ha de atener un asunto privado et urgente al otro lado de la muralla, e al que le sigue otro homne que oculto hállase en las sombras. El primero es diestro con la lanza, et el segundo con la ballesta. ─Y antes que el guardia comenzara a asustarse fize sonar la bolsa de los dineros. ─Et vos sodes el homne que anda falto de sonante ¿non es cierto?.

─El asunto sencillo est; Non pretendemos causar daño o molestia alguna, sólo salir con discreción al exterior. En vuestras manos está como lo faremos. ¿Preferides probar lanza et ballesta o seguir con vuestra cabezada con unos cuantos maravedíes en el bolsillo?. ─Dediquéle una sonrisa al guardia. ─Vamos, vamos, que non tengo toda la noche. La elección es fácil ¿non?.

- Entiendo mis palabras vos resulten extrañas, empero ahora el tiempo non juega en nuestro favor. - dijo don Íñigo - El reo lo está, como ya dije, por confabulaciones de algún enemigo al que non he podido identificar aún. Mas témome que non pueda salvaguardarse su vida, ya que aqueste enemigo muévese rápido, et del mesmo modo que lo encarceló, sin duda planea ahora pintarlas todas en su contra, para que non haya juez que pueda perdonarle. - fizo una pausa, et añadió - Empero, non seré yo quién le libere, si ha de suceder aquesto.

Tomó aliento don Íñigo.

- Si deseades hablar con los siervos de don Jofre, habréis de posponer la vuelta a vuestros aposentos. Tales hombres hállanse ocultos, por consejo mío, et previsto está encontrarnos aquesta mesma noche. Eso sí, he de advertiros: el encuentro non acontecerá en el castillo, et la salida podría ser peligrosa. Mas podría non haber otra ocasión ¿Deseáis acompañarme?

Bizqueó el guardia, viendo la lanza de Fernando, et trató de incorporarse. Parescía estar aqueste un poco borracho, lo que non era extraño, pues muchos bebían vino en las guardias para combatir el frío, que era atroz en la noche. Sin duda sería fácil tumbar a aqueste con el mango de la lanza, mas por fortuna non parescía muy dispuesto a facerse el héroe el guardia, que pronto sonrió.

- Pocas opciones dejades, señor. - díxole - Me quedaré con las monedas, que nunca está de más cobrar paga extra.

Et tendió la mano, presto a cogerlas.

─Veo que sodes homne cabal ─respondíle al guardia antes de fazerle entrega de los dineros ─dados por satisfecho con aquesto, pues más de una semana entera habéis de laborar para ganar tal suma ─et es que eran treinta agradecidos maravedíes, una fortuna teniendo en cuenta que el guardia sólo tenía que cerrar los ojos et volver a su sueño para que fueran suyos.

Fize entonces gesto a Mauricio para que acercárase, et una vez llegó aqueste dispúseme a saltar.

─Iré yo primero, pues conozco mejor aquestos lares. Sus espero abajo.

-Confío en las vuestras habilidades, pues, Íñigo. Iré detrás vuestra, aunque habréis de contarme todo el vuestro plan sin escatimar detlale si queréis que la mía presencia aquí resulte de ayuda.

Demasiado riesgo asumía el obispo, mas pudiere ser cierto que aquesos omnes, los únicos que habían visto algo, estuvieren en peligro mortal. Dirigió una mirada a Jorge, una mirada que quiso decir tanto "Prepárate para lo que pudiere suceder" como "si algo has de fablar, hazlo agora".

Quedeme con la boca abierta ante el plan de Don Iñigo, que una cosa era reunirse con un reo et otra huir del castillo a medianoche a reunirse con los criados del mesmo. Más si aventuras era lo que alguna vez soñare, aquesto pintaba como tal.

Mire a mi Señor devolviéndole la mirada. Asentí indicando que estaba listo y así con fuerza el saco que llevaba en la mano hasta que pude sostener bien el arco. non sabía si tendría que husalo, más si hubiera menester estaría listo.

Non dije nada, non  tenía nada que aportar.

Cuando dijo aquello de la ballesta, non pude imaginarme a un servidor, en sus adentros, portando una de aquestas y disparándola... Que seguro matara bueyes y zorras con eso, pero de pura suerte, pues pocas veces había tenido yo una en la mano, a no ser que fuera de reventa o cosas así...

Miré con tino cómo el soldado poco pensábase la elección, ni forzosa para un niño, de tomar los maravedíes. Et que pensándolo bien, primero yo con el comerciante y ahora Fernando con el soldado, que descubrir lo que estaba pasando en Trujillo nos arruinaría, a fin de cuentas.

Agarró el guardia los maravedíes con mano firme et sonrisa en ristre, et nada más se dijo. Salió Fernando por delante, saltando por la muralla al otro lado, et cayendo sin estruendo ni daño alguno, pues bajo era el salto. Mauricio, por su parte, non tenía ni ganas de ser reconocido ni de quedarse a morir de frío en el callejón, por lo que siguió presto al alguacil, saltando por el mesmo sitio mientras apretaba los dientes temiendo partirse una pierna en el salto. Non fue así, pues cayó en tierra blanda entre árboles, et de aqueste modo pudieron ambos salir de Trujillo, et dirigirse, pegados a la muralla, hacia la puerta en la que habían de encontrarse con don Íñigo.

La caminata fue penosa. Si en la villa fazía frío, aquí fuera, entre árboles, et desprotegidos del viento, sentían los dos hombres que el castañeteo de sus dientes íbales a delatar. Por si fuere poco aquesto, estaba húmeda la tierra, et irregular era el terreno, por lo que numerosos tropiezos terminaron de embarrarles hasta los codos, aunque por suerte non pasó de un rasguño. Sin duda el frío de la noche había hecho que los guardias optasen por protegerse tras las murallas, pues ninguno veíase desde donde ellos iban, a pesar de que la luz del candil de Mauricio o la antorcha de Fernando bien podrían haberles delatado.

Con la tiritera salieron al fin dentre los árboles, et alcanzaron el que había de ser el camino de entrada a Trujillo, muy cerca de la puerta. Allí se agazaparon, esperando a ver alguna figura familiar...

Asintió don Íñigo al obispo.

- Vos pondré al tanto al mesmo tiempo que a aquestos a los que quiero ver. - díjole - Espero que non toméis ofensa daquesto, pues el tiempo apremia, et non hay lugar a malgastarlo diciendo dos veces la mesma cosa, cuando puede decirse una.

Tras lo cual, girose el caballero, dirigiéndose non hacia el patio, sino hacia el interior del edificio.

- Seguidme, saldremos por un pasadizo. - díjoles, et púsose en marcha.
 

Pusiéronse en marcha los cuatro, caballero, obispo, et dos criados, adentrándose en las cocinas más aún, donde don Íñigo abrió una portezuela semioculta que daba lugar a un pasadizo estrecho. Alumbrándose con el candil, entraron en aqueste, et al fazerlo vinieron a calarles hasta los huesos el frío et la humedad. El pasadizo era estrecho et agobiante, cavado en la mesma tierra, et de él aparecían salientes que rasgaban piel et vestiduras sin piedad. Larga fízose la caminata, traspasando en más de un punto zonas empedradas que sin duda correspondían al recinto amurallado.

Al cabo de un buen rato, al fin, entró el viento por la rendija, et de pronto encontráronse en el exterior del castillo, et también de la villa de Trujillo. No hubieron tiempo de demorarse, pues don Íñigo tomó lo que parescía ser un sendero, que desde luego non habrían hallado por sí mesmos de haber estado solos, et comenzó a caminar a buen paso. Sin lugar a dudas, sabía el caballero por dónde andaba, et debía de haber hecho tal recorrido más de una noche para tal.
 

El obispo limitóse a caminar en silencio, sin perder ni un momento de vista a su fiel Jorge, asegurándose siempre de que su criado caminaba xunto a él. Algo non gustábale a don Pedro, pues a pesar de estar acostumbrado a pasadizos et secretas intrigas en la Corte, non podía evitar cierta sensación de desasosiego caminando a oscuras por el campo. Demasiadas cosas podían salir mal, et demasiado estaba en juego.

Caundo salimos del castillo sentime liberado. Saqué del saco el arco,la aljaba con las flechas me las coloqué a la espalda y dispuseme a andar. Esto de las intrigas de la corte sería nuevo para mi, pero escaparme en mitad de la noche para ir a cazar lo que non debiera non.

Vi que su Excelencia me miraba, yo andaba bien, a fin de cuentas estaba acostumbrado a  caminar por el noche en plena noche en busca de presas.  Le eché un ojo a mi señor, no fuere que necesitase ayuda,que ya se sabe los caminos son traicioneros y su Excelencia non estaba acostumbrado a tales lides.

Mierda, face mucho que non estaba con una dama, mis modales me fallan. Me levante de mi sitio raudo, haciendo un gesto para que se sentase en él.

-Perdonad mis modales, señora. Non acostumbro a estar rodeado de damas y vuestra belleza me ha turbado mas de lo que creia.- Inmediatamente cerré el pico, mientra bajaba la testa, enrojecido por mi lengua.

Pensar... Pensar, que non es momento de galanterías.

-Insisto, por favor, acompañadme que non podría comer, sin compartirlo, malas costumbres del comedor, me temo. Mas hablad, no seais timida. Non muerdo, y ansío saber que ocurre afuera. ¿Mis hermanos están bien? ¿Ocurrió algún otro ataque? ¿Y mis compañeros? Los hombres que vinieron a ayudarme en la búsqueda...