Partida Rol por web

Fue entonces cuando Fernando, siempre atento a cuanto ocurría en derredor, percatose de la presencia de unas marcas en el suelo, alguna que otra rama rota que a buen seguro era reciente, pues de otro modo habríasela llevado el viento. Diría él que eran aquesto pisadas, de hombre o bestia, mas decantábase por lo primero.

Detúveme en seco, pues algo parescía turbar la disposición natural de las cosas; ramas rotas, una extraña calidez ambiental y pisadas. Pisadas humanas, o al menos humanoides, delataban la presencia de alguien.

─Mirad ─señalé las huellas a mis compañeros ─alguien ha marchado sobre aquesta tierra ─agachéme et toqué el terreno ─et non hace mucho tiempo.

─Tened los filos prestos, pues si habemos de suerte, pronto daremos con el origen de las pisadas ─inicié la marcha tras aquel rastro. Mis manos sudorosas aferraban con fuerza la ballesta y mi corazón latía con fuerza: temía a aquella mujer de ojos verdes que ya una vez consiguió anular mi cuerpo y mente.

La temía de verdad...

Puse en mi mano una de las armas que le sustraje de los asesinos de anoche y miré a mis compañeros. Todos habíamos visto el rastro y notado la extraña calided. Era mas que probable que la bruxa hubiera encendido un fuego para calentar sus heréticos huesos.

-Tened cuidado... No os precipitéis.- Susurré a mis pares.

Pese a estar ahora rodeado de dos hombres de buen músculo, fiero agravio y valentía sin igual, que las palabras de uno y otro dábanme tremendo recelo, sobre todo sabiendo que estábamos cada vez más cerca de las brujas. Nada dije, limitéme sólo a empuñar el bracamante (que deseaba no tener que usar) y anduve tras los dos hombres con cautela. Pese a que intentaba clavar mis huellas en lugares donde non pudiera oirse, en vano era, que muchas ramas y corto arrancado había por allí...

Guió Fernando a su señor et a Mauricio a través de la arboleda, siguiendo las pisadas casi como si de una trocha se trataren. Claro era que aquel sendero difuso había sido utilizado en más de una ocasión, pues resultaba aqueste fácil de encontrar en cuanto perdíase, et en él quedaban marcas tan evidentes como restos de tela, hierbas pisoteadas, et incluso alguna marca de sangre. Diríase, por lo que podía verse en la trocha, que quien por ella caminaba gustara de andar tropezando con las zarzas et desgarrando su piel contra el tronco de los alcornoques, pues non había otro modo en que pudieren quedar tantos restos en derredor, a no ser que andare el caminante tan perdidamente borracho que fuere chocando con cuanto impedimento aproximábase a su camino.

Entre tanto, con tanta marca de sangre en derredor, acontecía que la arboleda se espesaba lentamente, dejando apenas pasar la luz del sol por entre las ramas de los alcornoques et robles que formábanla, et casi se tornaba aquesta en bosque, aunque sin llegar a serlo del todo. Un viento tenue agitaba las ramas, faziendo el de santiago et sus dos hombres se estremecieran et andaren todo el tiempo mirando de un lado a otro, como temiendo que algo les pudiere caer encima.

Así pasó largo rato, en el cual sus pasos non detuviéronse nunca, mas tampoco apretaron, pues casi deseaban non alcanzar nunca el destino hacia el que dirigíanse. Mas aqueste era su sino, et, al fin, tras larga marcha, vislumbraron sus ojos algo que non fueren árboles. Pues una cabaña, toscamente levantada, veíase ante sus ojos, apoyada contra una breve loma, que a buen seguro escondía una cueva. Frente a la entrada de la cabaña, una gran mancha de sangre aventuraba la celebración de un pagano sacrificio en el lugar. En ese preciso momento, una racha de viento levantose un viento más fuerte, obscenamente cálido, et ocultose el sol, arrojando sombra sobre los tres que al lugar acudían, temerosos de hallar allí a la terrible bruxa con la que uno dellos ya habíase enfrentado.

Mauricio no lo dudó.

Sacó otra de sus populares estampitas (a las que a mucha gente había regalado ya). La que tomó, casi al azar y en medio del tembleque de su mano por el miedo, tenía dibujada a Santiago Apóstol, con una túnica verde y su brazo en alto representando la bendición de los campos y los ganados. Y sin duda aqueste lugar, tan desolado y casi ruinoso tras pasar la arboleda, bien que necesitara bendición. Guardé de nuevo la estampita (que non era plato de buen gusto el tenerla asida con una mano y bracamante en la otra), y tragué saliva hasta secarme el paladar y la lengua.

Miraba, mientras avanzaba en los pasos, aquellos restos que íbamos hallando, a la par que los rostros de alguacil y caballero, pues si miedo hubiera en ellos bien que miedo infundáranme por demás... Cuando divisé la cabaña, no supe si alegrarme o no: ¿refugio inocente o guarida mortal? La mancha de sangre no era muy halagadora, ni daba esperanza alguna.

Señores..., ahí hay alguien. Y yo no sé luchar -decía mientras contenía mis esfínteres tras haber guardado la estampita-.

No había duda de que aquel sería el cubil de la malnacida, et como poco, de alguna otra criatura profana gustosa de practicar las malas artes.

─Shhhh, calma et tiento ─alerté a Mauricio, quien con paso brusco, fizo crujir varias ramas et hojas secas.

Aqueste debe ser la guarida de la bruxa ─miré a don Jofre con turbación ─témome que non será fácil sorprender a aquesta. Quizá debieremos optar por maneras contundentes: predamos fuego al cubil sin miramientos. Arda la bruxa et toda su maldad, et si la cabaña esconde una gruta tras de si, el mesmo humo harála salir cual comadreja asustada.

Quedéme entonces pensativo, pues si teniamos buena fortuna et aquesta ardía, el fuego también llevaríase la única manera de demostrar la inocencia de don Jofre et devolver el su honor...

...indeciso et apesadumbrado espere su respuesta.

La idea de Fernando me pareció perfecta... Si no fuera por que de resultar carbonizada la bruxa, ni sabríamos si era cierto que residía aquí ni mi inocencia quedaría demostrada. Negué con la cabeza y le erguí, encaminandome a la entrada, cubriendo mi rostro con la capucha de mi capa.

-Aquietaos amigos, la faré salir de su cubil y demostrare que uno de mis hermanos estaba confabulado con ella.-Señalé la ballesta de Fernando- Dadla donde duela, pero que viva.

Me planté en la entrada de la cueva mirando en el interior con gesto serio..

Asentí al de Castelvell, aunque algo me decía que la bruja no iba a asomar el hocico tan fácilmente..

Disponíase el de Castelvell a entrar en la que había de ser la cabaña de la bruxa, cuando un fuerte viento soplole en el mesmo rostro, levantando consigo una ráfaga de hojas et tierra, et arrojando todo esto a su rostro. Los tres cubriéronse como bien pudieron del golpe, mas nada pudo impedir que llenáranseles los ojos de tierra, faciéndoles perder la visión por un momento. Cuando fueron capaces de abrir los ojos, vieron ante sí un prodigio que non olvidarían jamas, pues ante ellos aparescía una remolino informe de hojas et polvo, que alzábase unos pocos metros del suelo, et permanecía clavado frente a la entrada de la cabaña, sacudiendo las mesmas hojas que lo componían en un baile demoníaco. Et, al tiempo, el viento sacudíales el rostro et agitaba las ramas de los árboles que rodeábanles con la toda la furia de los mesmos infiernos. Et, sobre ellos, formábase tormenta en derrepente, como si el Maligno quisiere cerrar los cielos para que Dios non les pudiere asistir en aquesta hora terrible en que habían de enfrentarse al Mal en la tierra.

Claro era que el lugar que ocupaban era hogar de adoradores del demonio, mas non parescía tan claro que pudieren acceder a él.

- ¡JOAN HEMENDIK, ARROTZAK!

Paresciera que una voz de mujer, terrible et sombría, hablare a través del viento que cerraba el paso a la cabaña. Et Dios sabía que tal voz habíala escuchado al menos uno de los que allí hallábanse antes...
 

─Habemos acertado en destino ─allí hallábase la bruxa de ojos esmeralda ─espero también fagámoslo en resolución ─persignéme y horé en silencio mientras, acongojado, observé el maligno remolino que alzábase ante nos. Parescía aquello una criatura de aire que, como un guardian informe, protegía la entrada del refugio de la malnacida.

Miré entonces al de Castellvell et a Mauricio ─Habremos de armarnos de valor et rezar por nuestras almas si pretendemos cruzar tan funestro prodigio ─parescía centrarse la mayor fuerza de aquel remolino en la mesma entrada de la cabaña. Miré entonces en derredor, buscando una abertura, un ventanuco u alguna entrada posible que anduviera menos protegida por aquella fuerza demoníaca.

El remolino que se alzaba sobre nosotros era producto de artes malignas, no había duda alguna de su procedencia. El viento nos azotaba con inclemencia arrojándonos piedrecias, ramas rotas hojas y arena. Tuve que forzar el rostro, en otra dirección con gesto de hastío.

-¡Por lo visto no nos quieren aquí!- Clamé a mis compañeros con una sonrisa feroz. Por fín habíamos dado con su cubil. Esta era nuestra hora. Nuestro sino se encontraba tras ese viento maligno. Y no me detendría.

Buscaba el de Toledo con denuedo el modo de escapar de aquel viento infame que ante ellos habíase alzado, cortándoles el paso sin pudor. Mas difícil parescía tal gesta, aunque gozara la cabaña de un ventanuco por el que sin duda un hombre podría colarse, ya que el remolino paresciera que cubría todo el frente de la cabaña, et también que pudiere moverse a voluntad si alguien tratare de rodearlo...

Pensé en San Marcos, la última imagen que saqué de mis populares estampitas, y a él mismo recéle lo que pude para mis adentros; y todo ello mientras tenía el brazo a la altura de mi nariz, intentando evitar que el tremendo viento y la provocada polvareda se posase en mi rostro. Aquella marea intempestuosa de fiero viento nos azotaba como queriéndonos aterrar allé mesmo, y créanme sus mercedes que así sucedió, pues di un ligero paso hacia atrás et a punto estuve de huir. Y estaba de acuerdo con mi señor Jofre en su comentario, y en hacer lo que pretendía Fernando con eso de rezar. Preguntéme si aquello surtiría efecto, y en no teniendo clara la respuesta (aunque bien apretado el bracamante), sentí un deseo de avanzar entonces, como si la única forma de evitar de una vez por todas aquel remolino (que también azotaba los árboles por nuestra culpa) fuera atravesándolo; asi: sin más.

¡Andemos! -propuse elevando un poco la voz que me tapaba el viento sibilante-, ¡recemos al entrar! ¡nada nos pasara!

Era muerto de miedo, y ahora pienso que aquello debió se sin razón o inconsciencia: ¿avanzar hasta el mal?

─¡Mirad! ─alcé la mano et señalé con el índixe. ─Allí, en un lateral; un pequeño ventanuco.

─Quizá pudieremos colarnos por allí, empero nada dixe que el torbellino non sea capaz de moverse et cerrarnos tal paso ─miré entonces a mis bravos acompañantes ─Quizá uno debiere distraer al demonio de aire ─miré a Mauricio ─et vos don Jofre, aprovechad la distracción para colarvos por el ventanuco. Yo vos cubriré bien de cerca.

Aquello bien pensado era un poco descabellado, pero era eso o rezar pidiendo auxilio al Altísimo mientras avanzábamos directo a la criatura elemental. Ambas opciones eran desalentadores, empero habíamos de elegir pronto alguna. La bruxa ya debía estar al tanto de nuestra presencia et cada momento perdido podíale servir para armarse de mayor fuerza..

Viendo el ser que se interponía, notaba la la impotencia recorrer mis miembros, nuevamente un obstáculo se interponia en nuestro camino... 

-Samael, Samael, Samael -Exhorte mientras avanzaba hacia la criatura con la mirada fija en el tornado.-Hasta aquí hemos venido en el nombre  del Cristo vivo y de la humanidad doliente a suplicar, a implorar una poderosa ayuda de proteccion, fuerza y poder para derrotar a las fuerzas del mal. Padre mio le suplico con mi alma y corazon volved a mi.  Padre mio le suplico que agradezca al Arcángel Samael por la ayuda prestada en este trabajo.