Partida Rol por web

Desde las ruinas de Monreal en la Sierra de Buega hasta la ciudad de Valencia calculásteis que tardaríais tres días, a paso lento pero seguro, y sin forzar mucho los caballos. Anduvísteis a trote suave, y los viajeros de los caminos no dejábanse de ver. No tuvísteis retención o suceso de interés alguno (ahora ya no todo superaría a lo visto en la cripta de los Templarios). Dormísteis pues la primera noche en posada (a cargo del Papa Luna, por supuesto) ubicada al comienzo de la sierra de Bueg, y avanzásteis más y más dejando atrás el camino de Ampurias dirección a Valencia. Don Richard insistió en acompañaros, y vísteis en los suyos ojos que bien quería redimirse de su "escapada" delante del mismísimo Papa (tal vez como yendo cual escudero o al modo de siervo). El escocés sin ahora armadura, os siguió cabizbajo, sabiendo que ahroa no era sino uno más de vosotros. En la segunda noche, donde ahora os encontrábais, hubísteis de buscar un claro no muy lejos del camino (y tampoco muy separado de él) para hacer noche en el lugar. Las estrellas ya se veían sobre las copas de los árboles.

Namir no quiso comentar nada con el escoces, supuso que ese era el castigo que se le había impuesto por su traición y que debía de cumplirlo.

Por las noches y en alguno de los descanso el judío estudio el extraño pergamino que tenían entre manos, incluso realizo una copia para no maltratar el original.  Tiene que haber alguna manera de descifrar este testo. Puede que la clave para su lectura este en su origen, en los templarios, puede que sea una clave templaria. El único sitio que conocía que seguía en pie y tenía relación con los templarios era San Manteo. El judío no tenía muy buenos recuerdos de ese lugar. 

Tras escuchar la idea de Nadir, tuve que mostrarme de acuerdo y pregunté a los presentes:

- ¿Y quien podría conocer como descifrarla?. ¿Alguien sabe de alguien ducho en los secretos de los templarios en quien podamos confiar?.

Dímonos a poner de nuevo en marcha, sin que aquellos mis acompañantes parecieran dar mayor importancia a la historia que hube de relatar, aquella en la que un ser de fuego sacóme de las entrañas de la gruta en la que los templarios, muertos tiempo ha, habíanse alzado, y disponíanse a darme muerte. Tampoco insistí más en tal asunto, y anduve taciturno en el viaje, cabalgando a lomos de mi caballo sin mayores complicaciones.

Así cruzamos la serranía, viendo hermosos parajes de altos pinos en derredor, y sintiendo el frío en los huesos cuando hubo de caer la noche. Allí, arrimados a la lumbre*, calentámonos el cuerpo, en tanto Nadir y Jaume dirimían el significado de las extrañas letras de aquel pergamino. Nada sabía yo de escritos, pues no era costumbre en el norte que se cultivaren en las letras los nobles, ni había gozado yo de extensa educación. Empero que volví a pedir el pergamino, para darle un vistazo.

- Dexadme ver o pergaminho, e que os míos oxos digan.

Poco más podía ofrecer, pues no era yo frecuentador de sabios ni de otras gentes que pudieren conocer el pasado de aquel escrito, o los símbolos que en él se trazaban, que no eran para mi más familiares, ni menos, que los que por costumbre usaban monjes y otros ilustrados.
 

CAbalgó Roderigo estos días en la retaguardia del grupo, sin quitar ojo a Richard y a Álvaro. Al uno lo vigilaba por traidor, y al otro porque le daba que lo había salvado el diablo y no un ángel y todavía no estába seguro de que se convirtiese en una criatura de la noche. Sea como fuere llegaron al claro, se dispusieron a acampar y mientras sus compañeros se entretenían con el pergamino el bueno de Roderigo se echó a dormir, no fuera que le intentasen liar para hacer guardia.

Charles de Lupo no tuvo a mal dejarle el pergamino a Nadir para las intenciones que eran: una copia por si el original se extraviaba. No obstante, ni el muccadim no andábase a tales menesteres, pues no era su oficio el de copista o escriba. Aparte, ni poder siquiera copiar aquella impenetrable escritura pudo, pues no tenían ni tan siquiera cálamo ni hojas para ello. Al calor del fuego, don Álvaro quiso hacer lo propio, pero sólo ojearlo. Éste si pareció que su mirada podría desentrañar aquel oficio (no de leerlo, pues no estaba en caracteres propios de la cristiandada ni tan siquiera del de los herejes o los sefardíes). Harto extraño le supuso a su vista, que sólo pudo el caballero sino dar por cierto este hecho. Roderigo, por su parte, fue el primero en tumbarse: no sabíais si era por querer evitar más órdenes aquella noche o porque las riendas de las monturas le habían dejado el trasero desviado de tanto traqueteo y galope.

Compañerros... yo hare la primera guardia si os parece... deberiamos haczerlas de doss en doss... solo para asegurrarnos de que un posible atacante no nos pille soloss... dice Rasiq mientras prepara sus armas cerca de si en un sitio donde pueda controlar el campamento.

Haré la primera guardia contigo, Rasiq. Dijo el judío que después de haber estado estudiando los pergaminos no tenia sueño. Esperaba que esa fuera una noche tranquilas como otras muchas.

Poco hubieron de desentrañar mis ojos en lo que a tal pergamino referíase: si alguna letra recordaba, por lo poco que me hubieren podido enseñar mis paseos por las cortes, estas sin duda en nada parecíanse a los símbolos allí escritos. Dime por vencido, pues, de que de tal cosa algo se pudiere extraer, y que Dios dijere el resto.

Ya se hacía la noche, y andábame yo cansado de tanto viaje y tanta aventura, así que di por bueno que hicieren otros las guardias, y yo no me presté a estas, sin disculpa, mas con comprensión.

- Hállome agotado tras tanto sufrir, credo que más bien cayere yo en dormir, que en vigilia andarme. Así que mejor fazed vos las guardias, que eu necesito dormir.

- Yo haré la segunda, si a nadie le parece mal... - Miré a mi alrededor, tratando de ver adivinar quien sería mi compañero en dicha guardia. El viaje había sido largo y duro, con suerte dormiría un poco durante la primera y podría seguir durmiendo un poco más después de que la mía terminase.

Roderigo se hace el dormido pensando que así se escaqueará de la guardia. Si nadie lo despierta dormirá hasta que se pongan en marcha. No está especialmente cansado, pero las guardias le aburren y no ve necesidad. Además si Alvaro no la hace¿por qué debería hacerla el? A hacerse el dormido hasta que llegue el sueño y luego ya se verá.

Haré yo la última guardia -apuntó Richard McCormak, con voz desvalida-. Harto sueño tengo, pero no se me quita de la cabeza aquella sin razón... et cómo el cuerpo me quemaba... sin arder. Miraba pues, y entonces, a don Álvaro, como tal vez pensando como alguno de vosotros cómo diantres había salido de allí indemne, tras haber desaparecido en el interior de la cripta.

Pusísteis pues, sueño por bandera, menos los dos primeros: el judío y el moro. Cuánta sin razón era aquella, que dos infieles cabalgaran junto a cristianos (o viceversa) sin haberse dado puyas suficientes como para estar ya picados o llevados a las armas. Claro que, ello fue por vuestro respeto durante largo tiempo bajo el abrazo del buen señor escocés (al que ahora alguno odíabais tanto). De no ser por él, os miraríais de otra forma. Pero MacCormak ya no parecía un ápice aquel álguido que fue tan sólo dias atrás.

Todos os tumbásteis, y el primero que comenzó a roncar no fue sino Roderigo.

¿Y qué podían hablar un judío y un árabe si no eran de su paso por la cripta, la misión "visionaria" del Papa Luna, o los recuerdos de su vasallaje a don Richard? Pues de la oscura niebla que, tras una media hora de vigilancia, andábase formando alrededor del campamento. Lo hizo con cierta rapidez, alzándose ésta e impidiendo la visión más allá de unos metros.

Nada lográsteis ver, durante la guardia, ni percibir nada aún más allá de lo que la inusual niebla acaecía. Eso sí, cualesquiera que pudiese llegar en tal momento, no habríaislo de ver hasta que a unos pasos anduvieran de vosotros.

El sonido de un traqueteo os despertó. Cuando el de Lupo y MacCormak despertaron, no podían creérselo: una tremendísima niebla, espesa como ella sola, pululaba por encima de vuestras cabezas, impidiéndoos ver más allá de unos pasos. Aquella zona no era vadeada por río alguno para formarse aquel desatino. Al despertar vosotros percibísteis lo mismo (incluso Roderigo, que aunque fue el primero en dormise "en escaqueo" fue el último en despertar).

Aquel traqueteo, antes de que casi pudiérais reaccionar y tomar las armas (excepto Rasiq y Nadir, que si estaban armados por la correspondiente guardia), hizo ver que se trataba de un carruaje. En unos segundos distinguísteis justo delante de vosotros una oscura y alta sombra en la niebla, cuadrata y alta. El carruaje, por locura que pudiera parecer... ¡iba tirado por un ejambre de esqueletos encapuchados!

Entonces se paró justo delante de vuestro improvisado campamento, y quedose así, parado unos instantes. Se escucharon entonces, no muy lejos, quejidos y lamentos, risas, aullidos y carcajadas (todo a la vez). Os levantásteis "de un respingo", ipso facto, pues la sorpresa había sido mayúscula.

Fue entonces cuando el carruaje cubierto se abrió en un lateral, en una de sus puertas. Vuestra vejiga debería estar ahora expuesta como una reliquia sagrada en cualquier catedral por el sólo hecho de aguantar aquella visión que vísteis sin orinaros encima. Mientras esperábais a que del interior saliera antes vuestra paciencia se agotaba, pues de allí no descendía nadie: habríais de acercaros para saber quien era el ocupante.

MacCormak cogió su espada y la sacó de la vaina (en un vaivén un poco alocado y ridículo) mientras todos estábais boquiabiertos. Rodeando el carruaje (sin acercarse demasiado a los esqueletos) espada en alto se acercó para estirar el cuello y ojear el interior. Cuando el escocés estuvo en la vertical, viendo el interior, se giró, soltó su espada, y cayó al suelo, vomitando de puro asco lo poco que pudo comer en ese viaje.

Buajj... -las manos de Richard se apoyaban en el suelo, y vomitó delante del carruaje-.

Sin atreverme a dar un paso, pregunté a Richard, que estaba vomitando lo que había cenado, sobrecogido:

- ¿Que.. Que habéis visto?.