Partida Rol por web

¡Un encapuchado huye hacia el sur! Debe... debe ser quien este mensaje ha dejado. ¿Que pensais? Nuestros amigos precisan nuestra atencion... no debieramos dejarlo.

Rasiq camina de un lado a otro de la habitacion preocupado, todavia sin soltar el arma de sus manos. 

Fue entonces cuando tu cuerpo y tus cabellos, y tu color de piel y ropas comenzaron a transformarse ilusoriamente en el tipo aquel tal Juan, criado del Palacio de Valencia. Otro criado ya le esperaba con los brazos cruzados, sabiendo de dónde venía y qué diantres había hecho con la moza. Te espetó un "¡Es tarde!, ¡El palacio ya estará cerrado a cal y canto!", como reprochándote, pero supiste que el tal juan debía ser eso, un "don Juan" con las féminas y que tales escapadas eran siempre así. De tal manera, que los soldados instaron a volver a palacio, y tú de momento no pronunciaste nombre alguno, sino que más bien anduviste cauto junto al criado. Aún no sabías su nombre, pero estabas seguro que la nueva apariencia tuya te llevaría directo al palacio de su Majestad.

***

Cruzásteis pues el río Turia por el puente de piedra y viste una vez mas el imponente Palacio de Valencia. Lejos de poder hacer lo que querías con una nueva identidad momentánea*, estabas a expensas de hacer y casi decir lo que el tal Juan, criado real, creías que decía. Aquello no hizo sino reportarte al interior del Palacio, ni más ni menos que por su puerta principal.

Éste era por dentro magnánimo y aberrante en belleza y expresividad: columnas blancas y pulidas, ventanales impávidos para cualquiera que los viese de lejos pero también indómitos para quien hubiera de limpiarlos, y unas alfombras dignas del más rico Emir de los reinos moros. Todo allí dentro era belleza y pomposidad, lustre, brillo y calma, mucha calma. Nada más acceder al gran "zaguán" o recibidor los soldados se dispersaron, y el criado compañero y tu fuísteis a las cocinas... ¡aquel tipo trabajaba en las cocinas!

Todas las luces estaban apagadas excepto algunas procedentes de la habitación de la primera planta. Cuando entrásteis en la gran cocina con el grandioso hogar y miles de cacerosas y muebles con vajillas lujosas, viste que una pequeña puerta (que daba a una huerta exterior y trasera), estaba abierta: era ahora completamente de noche.

Allí, un tipo estaba asomado justo en la entrada exterior (en plena huerta ya), añadiendo algo así como "¿quién anda ahí?". El tipo no era sino un criado más, entrado en la treintenta, hortelano por sus ropas, y parecía estar buscando a alguien. Con un candil grande iluminaba en derredor, desde el umbral de la puerta de la huerta hasta el exterior.

¿Quién anda ahí? -preguntó el tipo, elevando aún más el candil-. ¡Me cago en la Virgen! ¡Eh túuuu! -oías que el tipo salió más al exterior de la huerta: parecía haber vislumbrado algo-.

¡Me cago en la Virgen! ¡Eh túuuu! -oías que el tipo salió más al exterior de la huerta: parecía haber vislumbrado algo-. O a alguien... ¡eras tú! El hortelano alzó el candil y vio tu capucha tras los sacos de estiércol (que por cierto, hartas pulgas tenía), y avanzó hasta que te instó nuevamente a levantarte. Acto seguido bordeó hasta presentarse delante de tú.

¡Tú! ¡Bribón! ¡Me cago en la tuya madre perra! ¡Sal de ahí!-el tipo estaba a punto de girarse y dar un soberano grito de alerta que despertaría a la guardia real en menos de lo que un gallo tardaba en cantar...-.

- ¿Donde está Roderigo?. Si estuviera por aquí, podríamos pedirle que le siguiera, sus artes para el sigilo le haría perfecto para la misión. - Argumente.

Viendo Roderigo que todo se iba a ir al traste se abalanzó sobre el hortelano y le puso el terciado en las costillas. Apretando lo suficiente para que lo sintiese. No sabía muy bien que hacer, pues si hablaba su acento portugués lo delataría. Matarlo tampoco porque vendrían a buscarlo y cuando lo encontrasen muerto al traste el plan. Así que le cogió del cuello, le apretó el terciado y le indicó que andara fuera del huerto.

Sin comprender demasiado, acerquéme al tipo que llamaba, en tanto contemplaba aquellas cocinas en las que nada habría de arreglarse. No entendía bien qué ocurría, aunque en verdad podía imaginarme que nada bueno. Sentí el filo de mi hacha en la espalda, y quise pensar que no habría de andar saliendo de allí a las bravas, que si me agarraban en semejante lugar ya podía darme por muerto. Acudí al lugar del que venían los gritos, preguntándome quizá si sería uno de mis compañeros el causante.

- ¡Eh! - grité entonces al hortelano - ¿Ocurre algo? Pareixere que hubieres visto al mesmo... - callé.

Hice como que no entendía de qué iba la breva, mirando en derredor a ver qué veían mis ojos.

Levantó las palmas de las manos para dar más énfasis a sus palabras -¡No hay tiempo que perder! hemos de ir a ayudar a los otros. LLevamos horas sin saber nada de ellos, ya deberían haber vuelto. Me intriga cómo alguien ha podido mandar la nota, puede ser una encerrona pero no tenemos otra opción que ir.

Cayó en la cuenta de que Lupo y Richard dormían, quizás habrían de despertarles. Pareció reflexionar sobre ello unos instantes antes de decir -dejemos a los otros durmiendo. Vamos nosotros a ver sin más dilación. Cuantos menos seamos mejor, menos alertaremos.

Y la escena que allí mismo se encontró aquel criado no era sino algo extraño, desconcertante y a la vez familiar. Andábase el hortelano de palacio en el huerto, ya en el exterior, con el candil aún en la mano. Pero justo detrás de éste un tipo con capucha y brazo rodeando al susodicho le instaba, cuchillo en el costado, a que saliera del huerto, como guiándolo hacia alguna puerta que allí hubiera (y la parte trasera del Palacio, donde estábais, no tenía ninguna). El tipo del candil, desconcertado, pareció reconocer al nuevo en escena, y el cuchillo le pinchaba a un lado.

Aquel otro no era sino el bueno de Roderigo, que según las palabras del hortelano, no debía ser sino otro hideputa ladrón que no sabía dónde se había metido...

Ambos tres salísteis corriendo de vuestras habitaciones. El posadero no se encontraba abajo (más bien estaría durmiendo en su alcoba propia), pero no estaba cerrada la puerta sino sólo por dentro (por lo que no tuvísteis más que abrir la cerradura. Las calles de Valencias eran a esas horas intempestuosas (ya bien entrada la noche), frías y solitarias, y avanzásteis a la carrera entre las mismas hacia el sur, hacia el Turia, donde estaba el puente de piedra que conectaba con el Palacio Real (lugar donde os avisaba la tal nota recibida). Eso sí, mientras avanzábais lo más rápido que podíais, no había ni rastro del tipo embozado y encapuchado del que había dado cuenta Rasiq.

Y que en estando ya frente al tremendo palacio, que lo vísteis una vez más, pero que hubísteis de dar cuenta que por delante no hallábanse las huertas del mismo, sino que estaban por la parte trasera. Asique, tomando un pequeño trecho de orilla del Turia, avanzásteis por ella y bordeásteis la gran construcción hasta ver, tras una tapia de piedras, la silueta de olivos y otros árboles. Habíais llegado pues. Y allí dentro, tras el muro bajo el que estábais ahora amparados, que había como cierto ruido, ciertas voces y algún quejido (leve y conciso), a un par de varas de vosotros, justo tras el muro. Allí dentro se estaba cociendo algo. Mientras uno de vosotros extendió hacia abajo las manos y otro pisó sobre ellas para alzarse y otear un poco, que vísteis la situación:

Efectivamente aquello era una huerta con muchas hortalizas y árboles plantados. La misma conectaba con el palacio inmediatamente. Y había una puerta que era entrada de la huerta al palacio o viceversa, directamente. En la misma puerta había un criado que estaba presenciando una escena un poco extraña, y era la siguiente: un tipo era abrazado por otro encapuchado por detrás. El encapuchado guiaba al de delante hacia algún sitio (como buscando una salida), pero lo hacía con un cuchillo amenazandte apuntando al costado del primero (el cual, por cierto, llevaba una lamparita de visión).

Roderigo viendo que no encontraba la salida no supo que hacer, tampoco es que tuviese claro que hacer si la encontraba. De modo que tomó la decisión de acuchillar a aquél pobre hombre. Sabiendo que lo iba a matar no le importó hablarle y que pudiera descubrir su acento. De modo que apretando un poco más el cuchillo contra las costillas le preguntó-O Graal...Onde está o Graal?-le quitó Roderigo la mano momentaneamente de la boca para que pudiese responder. Ya que lo iba a matar esperaba conseguir algo de información en el proceso.

Nadir anduvo en silencio casi de puntillas mirando cada cierto tiempo a un lado y al otro, las calles estaban desiertas pero no estaba de más cerciorarse de que nadie les seguía o les veía. Era mejor como había dicho, no levantar sospechas. Al llegar a la huerta se oteó entrecerrando los ojos por si podía distinguir algo más en la escena. Tomó la decisión de trepar diciendo - ¡shhhh!  no hagáis ruido,voy a intentar subir yo primero -dice en la creencia de que al ser bastante ágil no tendría problema en trepar por la tapia... craso error.

Trato de escalar, a ver si tengo más suerte que mi compañeros, pero por desgracia no es así. No debería de extrañarme, ya que el ejercicio físico no es lo mío...

Juan observó con gran temor la escena, el modo en que aquel hombre encapuchado disponíase a dar muerte al hortelano. ¡Cuán innecesaria crueldad! No pudo reprimir un gemido temeroso, y trató de animar al hortelano a que se desprendiese de aquellas palabras que le asían a la muerte.

- ¡Decídselo, no seáis necio! - gritaba.

Estaba esperando entre las sombras, dudando entre si correr o quedarse allí, ir en busca de quien pudiera dar la alarma. Más le valdría encontrar el modo de calmar a tal extraño si las cosas se torcían...

- ¡Hablad, antes que sea tarde! - insistió.

¿Qué hacer en tal situación? Era en verdad un dilema. Roderigo había abandonado todo sigilo, y se aprestaba a dar muerte a un desgraciado, algo que yo no le podría reprochar. Empero, poníanos a todos en peligro al tomar tamaña iniciativa, pues ésta haría reforzar las guardias, y deberían actuar con presteza. O tal vez bastara con dejar al indeseable en manos de la guardia, y aprovechar la máscara para completar el trabajo antes de que se torciera en exceso el asunto. Ya veríamos...
 

Roderigo instó a que se callara aquél insensato ruidoso-Cale a boca ou eu vou matar!-después de amenazar al criado con matar al que tenía entre manos lo instó a que le trajese la cuerda con la que había intentado trepar- trae a corda alí-Tenía un plan, y si uno no hablaba el otro cantaría, sólo esperaba que no lo hicieran demasiado alto y alertasen a los guardias. Después le da un golpe en la sién al que tiene amenazado y pretende noquearlo para atar a los dos criados juntos e interrogar al gritón. En caso de que no hable empezará el bueno de Roderigo a rajarle la cara al que está inconsciente.Comezar a falar ou cova. Onde está o Graal?

¿¡El qué!? -decía el tipo-, ¡Soltadme bellaco! ¡Ladrón! -entonces Roderigo le apretó más el cuchillo, y destapó una vez su boca, retirando los dedos-. ¡Venís a por el Grial! ¡Blasfemos! ¡Ladrón! ¡Osáis robarlo! ¡¡Soltadmee!!

El tipo no estaba muy por la labor de colaborar. ¿O sí? Aquella voz que venía de la puerta hizo notar a Roderigo y a su víctima que alguien más estaba observando desde allí, entremetido en las sombras, y animaba a la víctima a hablar, por su propia vida... Fue entonces cuando Roderigo instó al que estaba como oculto a salir del todo a la huerta, y éste accedió.

El capellán... ¡La capilla! ¡Ahí está, arriba, en la segund...! -PAAAFFFFFF- Roderigo, antes de que acabase de hablar, le hubo de soltar un golpe en la sien con la empuñadura del suyo terciado, y el hortelano cayó al suelo-. Allí quedaron pues, el criado de aspecto juvenil y el fiero de Lorca. Roderigo ató con gran pericia al caído, con una cuerda que se presumía suya (y que había traído). Ahora Roderigo amenazaba al otro, al joven.

PJ HUÉRFANO.

A ver... dejádme a mí apoyad las manos, señores; intentaré subir -el siempre callado Rasiq intentaba hacer gala de su pericia, pero no lo conocíais como un buen escalador, al menos que vosotros supiérais-. Por más que hubo de intentarlo, que de ninguna manera lográsteis subir por aquel sitio.

Fue en esos momentos que, justo después de resabalarse, que Nadir observó que no muy lejos de allí había un pequeño carromato desvencijado y maltrecho. Estaba a un lado del camino que bordeaba el Palacio Real por su parte trasera (donde os encontrábais). Al otro lado de la tapia oíais como la voz de... ¡Roderigo! Y parecía como si gritase a alguien voz baja, como amenazando a alguien o algo similar...