Partida Rol por web

¿Dónde demonios estaría la capilla? No recordaba haberla visto, y, desde luego, no era un lugar cuya ubicación conociera. Me encomendé a los hados una vez más, rezándoles para que me guiasen por el buen camino, pues otra cosa no podía hacer. A ver si el resto tragaban con el plan. Ciertamente, esperaba que no se tornaran violentos, pues ahora ya no eran uno solo...

Ou falar. Debe traer dous de nós. Un novo para o resto e queda comigo buscando o Graal.-Dijo Roderigo en un susurro al criado. Que no se fiaba un pelo de este y si lo dejaban solo bien podía cambiar de bando y alertar a la guardia. Llevar a uno más tampoco debería ser mucho más engorroso, y luego el otro que hiciese de guia.-Irei no primeiro grupo, quen vén comigo?- Dijo Roderigo ansioso de ponerse en movimiento y rebuscar el grial y las riquezas que allí hubiere que bien le debían compensar por la pérdida de la cuerda y el garfio, que ya le dolía haberse gastado los dineros para dejar la cuerda con el pobre infeliz.

- Si nadie más se pronuncia iré yo. Pero por lo que más queráis, daos prisa -estaba sufriendo por el tiempo tan valioso que estaban perdiendo allí de pie sin hacer nada. Un tiempo que bien podía valer sus propias vidas. Como la guardia les descubriese...

 - ¿Alguien podía decirnos que pasa aquí?. - Pregunté confuso, sin terminar de entender lo que sucedía. Si había algo que odiaba era no enterarme de las cosas.

PNJOTIZADO.

Yo me quedaré aquí, vigilando esta parte por si alguien accede desde abajo. Id a buscar esa capilla y ese Cáliz -apuntó Rasiq- ¡Marchad ya, vamos! ¡No vaya a venir alguien! -alentados pues, por las palabras de Rasiq, hubísteis todos de entrar en el palacio, buscando la tal capilla.

Fue entonces que Jaume también decidió subir con el resto*. Todos seríais guiados por ese tal Juan, que os dijo tímidamente cómo se llamaba mientras cruzábais de la huerta a las cocinas y de la cocina al castillo. Ciertamente, érais un grupo variopinto, pero en vuestra mente andábase la idea de ese Grial. ¿Estaría realmente allí? Capilla, desde luego, habría de haber, pues no habría en todas las tierras por encima de Castilla y Aragón rey católico que no tuviera en su palacio al menos una para orar y ser perdonados sus pecados.

Y que los pasos guiados por el criado no fueron buenos, pues andábase de izquierdas a derechas sin saber, muy bien (y eso lo notásteis en su rostro), que parecía no tener ni la más remota idea de las estancias del palacio y su ubicación... Subísteis a la primera planta, girásteis dos esquinas y os encontrásteis con la puerta mejor labrada hasta el momento. Había dos opciones: o que fuera la cámara real, o que fuera la capilla. Claro que, en el dintel de la puerta encontrásteis un pequeño texto en latín (refranes propios del Santo Libro) y la cúspide de éste un trío de cruces. Y ahora parecíais tenerlo claro.

Aún no habíais encontrado criado ni soldado de guardia por allí, asique, sin pensarlo mucho, os internásteis en la capilla.

El interior de la capilla estaba iluminado. Era un recinto casi circular, ovalado y con techos de bóveda dentro de los techos originales del propio palacio. Quizá debió ser mandado construir con mucho empeño y dedicacion. Velas en las paredes hacían más sacro el lugar, si cabe, y si distribución era típica: un par de filas de bancos bien labrados y un altar en el fondo, en una especie de ábside más alto que el resto (dos escalones de altura tenía). Varias imágenes religiosas y un par de retablos (uno frontal, tras el altar y otro lateral más pequeño) esbozaban la escena. Os dió especial interés una estatua de piedra que representaba una virgen orante, y parecía una talla más vieja y descuidada que las demás. Además, un pequeño sagrario había en el fondo.

Caminaba detrás del muchacho, de cuando en cuando miraba de reojo a Roderigo como diciéndole "a la más mínima señal de que nos esté engañando me encargo de él" pero afortunadamente y pese a que el chico no las tenía todas consigo, les llevó acertadamente a la capilla. Una vez dentro y tras confirmar que no había nadie más allí, Nadir se dedició a buscar concienzudamente la copa y de paso se fijó en la estatua y buscó en el sagrario.

- Si me ayudáis iremos más rápido. ¿Sabes dónde guardan el cáliz muchacho?

¿Y dónde podía estar un cáliz que decíase santo para los cristianos? Mucho tiempo pasaste en la aljama de Falces, pero sabías un poco de los ritos y leyendas cristianos. ¿El Santo Cáliz? ¿Esa copa sagrada que tanto veneraban y peseguían desde tiempos antiguos? ¡Si veías un dibujo tal en forma dibujo, junto al altar, grabado en un labrado sagrario bañado en oro!

Roderigo estaba perdiendo la paciencia con el criado, y cuando Nadir le hizo el gesto no le quedó más que asentir. Le jodía sentirse estafado, aunque lo cierto es que el criado no tenía muchas opciones, y seguramente el de Lorca en la misma situación abría echo lo mismo e intentado escapar a la mínima. Sea como fuere el criado los llevó a la capilla. Roderigo fiel a si mismo sacó el saco en el que había llevado la cuerda y empezó a guardar lo que iba encontrando de valor, que después de todo esto el tenía que vivir, y a fe suya( que no era mucha) que viviría bien. Así, mientras buscaba el grial iba llenando la bolsa.

 Miré a mi alrededor, buscando al parecer el dichoso cáliz. Todavía no sabía quien era el tipo del sobrero, que hacía aquí y como se había metido en todo este jaleo de proporciones divinas:

 - ¿Quien eres muchacho y como has terminado aquí?. - Le pregunté a Juan.

 Mientras él me contestaba, yo seguía buscando, confiando en encontrar el dichoso objeto antes de que nadie nos sorprendiera, tomándonos por profanadores o algo parecido... Que bien podíamos serlo al final, después de todo, para que engañarnos, válgame el señor, que todo esto todavía no me acaba de encajar.

Señala hacia el altar -veo con claridad el sagrario. Tiene el dibujo de un cáliz grabado en él y está ricamente labrado. Si no está ahí ... -dice acercándose al altar y con cautela y respeto pese a ser de otro credo, abrió el sagrario con mucho cuidado.

Qué belleza qué emoción. El santo cáliz...un objeto tan venerado, tan reverenciado, tan importante, tan codiciado...

Ciertamente, la situación se había complicado. Queriendo yo averiguar sobre Roderigo (que me daba más mala espina que otra cosa) me había ido a meter en la boca del lobo. ¡Rodeado por tres de mis compañeros, nada menos! No podía comprender cómo habían llegado hasta allí, pero, en todo caso, allí estaban, y yo ya no veía el modo en que podía salir de aquel brete sin que acabásemos matándonos entre nosotros. Pues idea de dónde estaba el cáliz no tenía ninguna, y de eso se iban a dar cuenta más pronto que tarde los que me venían siguiendo. Y por ende, más me valía... desaparecer.

Se volvió el tal Juan, sonriendo ante la pregunta que los presentes le planteaban.

- El grial... está aquí. Mas, quizá no seais dignos de llevarlo con vos. Sólo el noble desterrado es digno de tales honores.

Y sin mediar mayor palabra, desapareció el tal Juan, y nada de él se supo. ¡Esfumado de la nada!

Y así desaparecí frente a sus ojos, sin poder reprimir una sonrisa ante aquella burla. ¿Serían aquellos hombres tan ingenuos? No podía esperar a saber qué decían. Entretanto, me aparté lentamente, procurando no estar en la trayectoria de sus pasos si estos llegaran... o algo peor.

Fue entonces que, ni más ni menos, fuera el judío el que reflexionara acerca de dónde podía estar un cáliz en una iglesia o capilla. Evidentemente, andábase en un sagrario (o al menos eso era lo normal), y por tal pericia o porque hubo de ver evidencias, que Nadir Bahar se precipitó hasta allí, seguido de Roderigo (el cual logró arrastrar tras de sí un par de candelabros pequeños bañados como en oro y bien labrado). Por su parte, Jaume, algo más extrañado por tener de "oportuno compañero" a un mismísimo criado del Palacio para buscar el Santo Cáliz (que decíase allí guardado) decidió hablar un poco con él, aunque no obtuvo respuesta alguna. Luego, sin discernir nada de importancia añadida, fue tras Nadir y Roderigo, y también el tal criado.

Y fue que Nadir, acercándose el primero, extendió la mano para poder abrir tal sagrario. Herejía y de las más grandes fuera que un judío tocara siquiera (o al menos se atreviera a sujetarlo) la Copa Sagrada, el Cáliz Oculto, la Talla del Carpintero, o como cuantas nóminas uno pudiera y quisiera darle.

Y justo cuando Nadir abrió el sagrario (sin cerrojo alguno) y vió que dentro había una sencilla copa de metal engastado en un complicado y labrado soporte enjoyado que ocurrieron dos terribles cosas: por un lado, el sirviente de las libreas de palacio, tras una misteriosa despedida se esfumó delante de las vuestras narices... ¡Tal y como lo hizo muchos días atrás don Richard delante de Su Santidad en Peñíscola! Aquello os dejó atónito, sin palabras, y estupefatos una vez más*.

Pero aquello no fue sino sólo el principio. Que cuando el judió alzó "la zarpa" para tomar el cáliz, que  un hecho sin precedentes (o tal vez sí, visto lo visto) hubo de ocurrir. La estatua de la virgen que oraba, talla de piedra allí colocada muy cerca del altar, giró la cabeza, mirandoos ahora. ¡¡PARECÍA COMPLETAMENTE VIVA!! Justo entonces abrió la boca, rompiéndose los labios (como requebrajándose) ¡¡y acto seguido toda la pieza de piedra entera estalló por los aires en mil pedazos!!

Vosotros os llevásteis las manos a la cabeza, protegiendo vuestras ojos con las manos. Fue entonces que de los restos de la base de la talla que quedaron salió una figura luminiscente, blanquecina y cegadora: no era sino un cuerpo humano con finos trazos por brazos y piernas, y cabellos largos y un porte impecable. Y sobre sus espaldas dos alas se extendieron y en su mano diestra llevaba una espada cuyo filo centelleaba y era de lenguas de fuego (y nunca se agotaba). Además, todo su cuerpo estaba lleno ¡de ojos! Ojos que parpadeaban en cada músculo, en cada parte de su espalda y piernas y brazos y cuello, y sólo los que no se veían era porque andábanse tapados por una túnica fina y ligera, como flotante, que le cubría parcialmente a todo Él**.

Fue entonces que, ni más ni menos, fuera el judío el que reflexionara acerca de dónde podía estar un cáliz en una iglesia o capilla. Evidentemente, andábase en un sagrario (o al menos eso era lo normal), y por tal pericia o porque hubo de ver evidencias, que Nadir Bahar se precipitó hasta allí, seguido de Roderigo (el cual logró arrastrar tras de sí un par de candelabros pequeños bañados como en oro y bien labrado). Por su parte, Jaume, algo más extrañado por tener de "oportuno compañero" a un mismísimo criado del Palacio para buscar el Santo Cáliz (que decíase allí guardado) decidió hablar un poco con él, aunque no obtuvo respuesta alguna. Luego, sin discernir nada de importancia añadida, fue tras Nadir y Roderigo, y también el tal criado.

Y fue que Nadir, acercándose el primero, extendió la mano para poder abrir tal sagrario. Herejía y de las más grandes fuera que un judío tocara siquiera (o al menos se atreviera a sujetarlo) la Copa Sagrada, el Cáliz Oculto, la Talla del Carpintero, o como cuantas nóminas uno pudiera y quisiera darle.

Y justo cuando Nadir abrió el sagrario (sin cerrojo alguno) y vió que dentro había una sencilla copa de metal engastado en un complicado y labrado soporte enjoyado que ocurrieron dos terribles cosas: por un lado, el sirviente de las libreas de palacio, tras una misteriosa despedida se esfumó delante de las vuestras narices... ¡Tal y como lo hizo muchos días atrás don Richard delante de Su Santidad en Peñíscola! Aquello os dejó atónito, sin palabras, y estupefatos una vez más.

Pero aquello no fue sino sólo el principio. Que cuando el judió alzó "la zarpa" para tomar el cáliz, que  un hecho sin precedentes (o tal vez sí, visto lo visto) hubo de ocurrir. La estatua de la virgen que oraba, talla de piedra allí colocada muy cerca del altar, giró la cabeza, mirandoos ahora. ¡¡PARECÍA COMPLETAMENTE VIVA!! Justo entonces abrió la boca, rompiéndose los labios (como requebrajándose) ¡¡y acto seguido toda la pieza de piedra entera estalló por los aires en mil pedazos!!

Vosotros os llevásteis las manos a la cabeza, protegiendo vuestras ojos con las manos. Fue entonces que de los restos de la base de la talla que quedaron salió una figura luminiscente, blanquecina y cegadora: no era sino un cuerpo humano con finos trazos por brazos y piernas, y cabellos largos y un porte impecable. Y sobre sus espaldas dos alas se extendieron y en su mano diestra llevaba una espada cuyo filo centelleaba y era de lenguas de fuego (y nunca se agotaba). Además, todo su cuerpo estaba lleno ¡de ojos! Ojos que parpadeaban en cada músculo, en cada parte de su espalda y piernas y brazos y cuello, y sólo los que no se veían era porque andábanse tapados por una túnica fina y ligera, como flotante, que le cubría parcialmente a todo Él*.

Mientras os quedábais estupefactos, que llegaron entonces a la carrera una docena de tipos, entrando a las bravas en la capilla (con patadas y empujones al porton), y portaban en sus manos espadas y lanzas. Vestían como soldado (y así eran) con cota de malla y una extraña librea o sobreveste rojo. Y con ellos llegaba alguien a quien reconocísteis del día anterior: era aquel monje, predicador, hombre con hábitos, que no hizo sino quemar una casa de orfebres y otras gentes acusándolas de herejes en San Mateo (la villa que vuesas mercedes visitaron para antes de viajar a las ruinas de Monreal). El tipo, desquiciado, mandaba a las huestes armadas hacia vosotros: doce hombres corrían ahora por la capilla, y aunque vieron aquel portento de espada flamíguera sobre la base destruida de la estatua, no se detuvieron...

Nadir no llegó a tocar el Santo Cáliz.