Partida Rol por web

El primer gobierno se despide de su campaña de manera gloriosa. Ha sido un gobierno que ha promulgado una importante política liberal: Subsidios a la educación. Hay vitoreos entre los ciudadanos, el congreso también se muestra, al menos en apariencia, satisfecho, y todos están de acuerdo en que ha sido un excelente comienzo. Grandes cosas venían por delante si la tendencia se mantenía, y de nuevo todos, visiblemente, querían que así fuese.

El partido esta vez propone a Scott Philips como Candidato Presidencial. Sus años de servicio, su experiencia y probablemente su barba, le daban un aire respetable y elevaban las esperanzas de todos los presentes. El parlamento en pleno se reúne para debatir y escuchar su decisión final: ¿Quién sería su candidato a Canciller? y más importante aún ¿Sería aprobado por los demás parlamentarios?. El listón estaba en alto, el público está ansioso y una vez más, las elecciones son transmitidas a cada hogar del país. Nadie quiere perderse ni un instante de este gran evento.

La estruendosa música anuncia el inicio de las sesiones. Las puertas son cerradas, las cámaras de televisión apuntan al podio y todo el mundo guarda un silencio vehemente, antes de que alguien decida finalmente romper el hielo...

Todo estaba tan callado que hasta el extrovertido doble B no se atrevía ha abrir la boca.

A Leopoldo nunca se le veía dos veces con el mismo traje de diseñador, casi siempre uno más costoso que el anterior. Revisaba la hora con su reloj Patek Philippe '39 Platinum World Time que recientemente había adquirido en una subasta privada. De nuevo su rostro perfecto miró a las cámaras e insufló su pecho de aire para comenzar su perorata.

- El pueblo ya habló señores. Se expresó a través de nosotros, sus representantes electos democráticamente por ellos y la voz del pueblo es la voz de Dios. Es por eso que yo, Leopoldo Capriles, en mi humilde curul, represento a las regiones más pobres, más humildes y más necesitadas de nuestro glorioso país, y sé de primera fuente las necesidades que ellos tienen - dice, señalando a las cámaras con su mano que jamás ha hecho un día de trabajo honesto -, que tenemos nosotros como pueblo que somos. Y son ellos, los pobres, los desamparados, los afligidos los que llevarán a esta gran nación a ser la mejor versión de sí misma. Es por eso que yo creo que sí hay futuro, sí hay democracia y que debemos llevar esos estandartes desde el primero hasta el último de los días de nuestras candidaturas, sobre todo si las elecciones están cerca, como ahora. Por eso yo, en representación de los pobres, de la clase obrera y trabajadora, estoy dispuesto a asumir la candidatura a la cancillería para lograr que nuestro país sea el mejor país del mundo y parte del extranjero.

Se acomoda en su silla ejecutiva mientras uno de sus edecanes le sirve un humeante café kopi luwak en una lujosa taza de porcelana china.

Era la hora de un nuevo presidente. No es que estuviera totalmente disconforme con los anteriores Canciller y Presidente, pero la democracia exigía cambio. Y ahí estaba él, el respetable Scott Philips.

-Muchas gracias a todos, confío en que pueda contar con vuestro apoyo.-  miró a Leopoldo.

-Agradezco su interés a ocupar el cargo de Canciller, supongo que algún día lo conseguirá, puede que incluso hoy si sus argumentos me convencen- aunque en realidad no quería estar muy cerca cuando soltara esos discursos tan largos- pero igualmente estoy dispuesto a escuchar argumentos antes de mi deliberación final, al fin y al cabo, esto es una democracia. 

Hizo una pausa y luego preguntó.

-¿Quienes creen debería elegir como Canciller y por qué? Por supuesto, son libres de opinar y argumentar tanto como quieran.

- Por lo más sagrado Capriles, ¡qué verborrea! - Margarita se llevaba las manos a la cabeza haciendo aspavientos pero sin tocarse el pelo cardado - ¡y para no decir nada!. ¿Por qué te íbamos a apoyar a ti? Justo uno de los dos que votó en contra del tándem Sancho-Leo. Por lo pronto son los únicos de la cámara que han hecho algo liberal por este país y tanto tú como Babineux los únicos que se han opuesto de algún modo a ello. No cuentes con mi voto, no. Scott, harás bien en pensarte el apoyarle o no, pues yo y todas las mujeres de esta cámara te mirarán con unos ojos u otros dependiendo de lo que hagas. 

Leo escuchaba en silencio desde su despacho, la cámara grababa las conversaciones mientras él esperaba a que la burocracia siguiera su curso. Sancho Pérez no había tenido muchas opciones a la hora de escoger que ley promulgar, pero seguía sin poder confiar en él.

Mientras tanto, el debate para el nuevo presidente y canciller no parecía avanzar demasiado. Aunque a Leo le gustaba el tandem que podrían ser Blaine Babineaux y Leopoldo Capriles Allup, quienes se habían opuesto a ellos anteriormente.

-Estas de acuerdo con que, Señora. No dijeron absolutamente nada, como acaba de recalcar usted ahora mismo con el señor Capriles aquí presente. Personalmente si deseo votar por alguien, espero que sea bueno para el pueblo, útil y que sobre todo me convenza. Y sus palabras eran pura cháchara, y la cháchara se las lleva el viento. No me convencieron lo mas mínimo. ¿Como puede confiar en alguien que usa el dedo para elegir su mano derecha. -Se encogió de hombros.

-Y le sugiero que no me lapide antes de que muestre de lo que soy capaz. Oh, y que a sido esa vena feminista radical, ¿Acaso usted habla por todas las mujeres del mundo? Es increíble que alguien que se atreve ha amenazar al presidente actual y hable de esa manera, se atreva a juzgarnos.

Una legislatura altamente exitosa bajo su mandato había hecho que el ego de Pérez subiera hasta las nubes y más allá. Oyó sin escuchar a todos sus compañeros de cámara, aunque se enteró de la candidatura del señor Capriles mientras torcía el gesto ante su impresionante parrafada sin sentido, difícil de digerir hasta para un político curtido.

-Señor Philips, no queda duda de que el señor Capriles no reúne las aptitudes necesarias para el puesto de canciller, y que únicamente sería capaz de destrozar el legado del exitoso gobierno formado por el señor Frank y por un servidor.- Por algún motivo su cara al nombrar al anterior gobierno es de no tener abuela. -¡Tan sólo es un charlatán rodeado de los objetos más lujosos del globo! Representa lo peor del capitalismo salvaje y sobre él caen mis sospechas, al menos, de ser un corrupto. ¿Cómo ha podido comprarse todo eso? Ese reloj, ese traje... ¡no se los pueden poner esos pobres de los que tanto le gusta hablar! ¡No es no, señor Capriles, no es no! ¿Es eso lo que quiere, señor Philips? ¿Quiere ser culpable de que los pobres niños huerfanitos vuelvan a no poder estudiar después del esfuerzo que hemos hecho? No... el mejor candidato ha sido, es y será... ¡Yo, Sancho Pérez! ¡El héroe de la anterior legislatura!- Sí, el enorme subidón ha hecho que Sancho "olvide" que la ley estatal impide que el canciller repita en dos legislaturas consecutivas, pero qué le vamos a hacer...

El debate se había encendido, no obstante, no surgían nombres.

-Capriles no es mi favorito tampoco, pero, ¿a quienes me sugieren de no ser él?

No creía que eligiera al charlatán, pero nadie le proponía más nombres. Por supuesto, él podía señalar a quien quisiera sin pedir permiso, pero esperaba al menos escuchar sugerencias.

 Rupert se reclina en su asiento, debatiendo internamente si reir por lo ridiculo del asunto y la ferocidad de las palabrerias, o llorar por, lo que ahora cree, la mala decision que hicieron al aprovar un gobierno en el que Sancho Perez tenga algun poder

-Señores, señoras, tranquilicemonos. Primero que nada, señor Pérez- Dice mirando al anterior canciller -Usted sabe, tan bien como nosotros, que la ley prohíbe que vuelva al poder después de tan corto tiempo, pero no se desespere que en un año tendrá la oportunidad de volver a mostrarnos sus increíbles capacidades-
-Segundo, me parece que el ataque contra el señor Capriles Allup es infundado e innecesario, pues nadie tiene pruebas contra su integridad o sabe siquiera la extension de sus habilidades, por lo que llamarlo corrupto o inútil no es mas que un vago y desesperado insulto- Hace una pausa -Y digo esto con un gran respeto por todos los aquí presentes y sin pretensión de insultar a nadie- Toma un sorbo de su vaso con agua, se acomoda la corbata y sigue hablando -Tercero y ultimo, aunque no dudo que todos aquí son totalmente capaces de cumplir con sus obligaciones como canciller, pienso que debemos elegir no por quien o que son, sino por sus logros individuales, pero puestos a que solo dos personas aquí han tenido la oportunidad de demostrar, sin sombra de duda, sus capacidades administrativas, al final cualquier candidato es igual y el señor Philips debería tener la libertad de elegir a quien quiera sin tener que ser insultado o amenazado por su elección-
 Mira largamente al señor Philips -Por mi parte, me encantaría ser canciller, pero creo que el señor Alan Turing podría ser mejor que yo- Se nota en sus palabras que solo agregó esta ultima parte para dar un nombre más y que no lo acusen de hacerles perder el tiempo -Obviamente no tengo ninguna prueba para el porque pienso eso, pues es solo una corazonada-

-Había pensado en Alan Turing como candidato desde el principio- miró a Rupert- pero que no haya hablado ni dicho nada hoy le resta, a mi parecer, puntos para que sea el Canciller en mi mandato.

Ya se vería si volvía a hablar en el futuro, pero una cosa es que no soportara a una persona que diese tantos discursos como Capriles y otra que quisiera que no se hablara nada.

-Así que mis candidatos, son por un lado usted. Me gusta su actitud es calmado y debate. por otro lado sigo sin comprender por qué apoya a otra persona que no usted mismo. Y como otro candidato creo que la señora Margarita T. tiene un par de agallas y sin duda tendrá experiencia- o sea, que era vieja, como él mismo- y eso siempre es bueno.

Hizo la pausa final de la emoción.

-Así que, meditándolo todo, y esperando no equivocarme, elijo a Rupert Sommerfield como candidato a Canciller.

La candidatura oficial es presentada al parlamento. El candidato a Presidente es Scott Philips y su candidato a Canciller es Rupert Sommetfield. Es ahora el turno de los honorables parlamentarios de discutir y votar si aceptan esta nueva opción de gobierno o si por el contrario, le dan la espalda a esta alternativa para el nuevo año.

Candidato a Presidente

Candidato a Canciller

- Señor Babineux no tergiverse mis palabras. No he dicho todas las mujeres del mundo, he dicho todas las mujeres de la cámara. Verá como no se alza ninguna voz femenina que vaya contra mi criterio. 
Margarita se empujaba según hablaba el cogote colocándose bien el peinado. 

- Puede que me haya precipitado al dar un voto de confianza al anterior gobierno pues bien es cierto que puede que no hubiese ninguna política fascista lista para ser promulgada y sólo tuvieron que elegir entre políticas liberales. Pero me gustaria dejar claro que mi ataque al señor Capriles no ha ido por corrupto o inútil sino por vendehumos y poseedor de un discurso vacío. Y encima largo, muy largo. 

Bebe un poco de agua y prosigue. - Señor Scott, yo creo que es usted quien debe elegir y pringarse proponiendo. Y ya los demás juzgaremos su decisión apoyándola o no. 

Cuando de repente Scott zanja la discusión proponiendo a Rupert como canciller, Margarita se queda dubitativa. Se rasca la barbilla y prosigue. 

- Es arriesgado, pero cualquier decisión ahora mismo lo es. Supongo habrá notado que el señor Rupert ha jugado una táctica más antigua que el mismo concepto de democracia señor Philips. Hacer como que propone a alguien que ni pincha ni corta, a un hombre de paja, a alguien mudo, para cubrir su verdadera candidatura: él mismo. Pero a día de hoy no tengo nada en contra de él más que cierta admiración por su tactismo. Voy a apoyar su gobierno. 

Observo y escucho las palabras tanto del Canciller como del presidente y en esta ocasion no dijo nada. Solo alzo la ceja cuando hablo a mujer de nuevo.

-Sigo pensando que debería dejar que cada mujer de la cámara elija independientemente, como lo hace cada hombre, que no imponer su criterio a todas ellas. Suponer que su forma de pensar es la voluntad de todas, no es correcto. Una cosa es hacer entender que su postura puede ser mas o menos clara, pero imponerla es bien distinto y así me lo hace suponer con sus palabras. Espero equivocarme y tener a un pastor y no a un rey de pastores. -A BB le encantaban las metaforas y si eran de cosecha propia mejor.

-Entonces, elegidos los candidatos, solo queda votar. Bien, yo pregunto: ¿Alguien se va a oponer a ellos? Creo que algunos aun no ha dicho una sola palabra, que tienen ellos que decir al respecto.

-He tenido eso en cuenta, señora T. y sin duda es un riesgo. Puede que haya sugerido a otro porque quisiera parecer noble para ser el elegido o quizá tiene un interés oscuro en que Turing sea el Canciller. No obstante, usted misma y él me parecieron los candidatos más dignos de mi confianza. Confié en uno de los dos- estaba seguro que de elegir a T. también habría tenido alguna queja- y espero haber elegido al correcto. El tiempo dirá si he pecado de necio o lo he hecho bien.

No obstante, era firme en su decisión y confiaba en haber hecho lo correcto. No obstante, no estaba seguro de nada y no podía volver a elegir ni a Danchez que le daban en principio buenas vibraciones.

-Aún con todo, por mi parte estoy de acuerdo con mi elección o no la habría propuesto.

- El tiempo dirá si se equivocó, señor Scott. Pero no creo que su elección pueda dejarle de necio en ningún caso por la falta de información disponible sobre los planes secretos de cada uno. Usted ha hecho lo que tenía que hacer. El que sí que me empieza a parecer un necio es el señor Babineux dándole vueltas a mis palabras hasta hacerlas parecer algo contrario a lo que son. Yo no impongo mi postura a nadie y mucho menos a ninguna mujer. Veamos, se lo explicaré de una manera más gráfica pasando lista entre los miembros de la cámara lo que quise decir con " todas las mujeres de esta cámara te mirarán con unos ojos u otros dependiendo de lo que hagas "

Mira a un lado, mira a otro. Coge un papel con el censo de políticos y se coloca las gafas visiblemente enfadada. 

¿Es usted mujer señor Frank? No. ¿Es usted mujer señor Capriles? No. ¿Es usted mujer señor Paredes? No. ¿Señor Turing, SEÑOR Pérez? NO y NO, ¿SEÑOR Philps?, ¿SEÑOR Sommerfield? ¿SEÑOR Babineux?

A pesar de haber militado como feminista desde el primer año de su época universitaria, Sancho se mantenía ajeno al estéril debate protagonizado por los señores T. y Babineaux. Tenía cosas más importantes en las que pensar como, por ejemplo, por qué narices no había vuelto a ser elegido candidato a canciller cuando saltaba a la vista que no podía haber nadie mejor. Mientras tanto valoraba la candidatura del señor Sommerfeld:

-Señor Sommerfeld, enhorabuena por su candidatura. En principio, parece usted un hombre de estado, serio y comprometido, pero no estoy del todo seguro de que se haya ganado mi voto. No me fío del todo de usted. Convénzame de que continuará mi legado en el gobierno y se habrá ganado mi voto.
 

Tras unos minutos sentado en su butaca, escuchando la palabrería y la demagogia de muchos de los allí presentes, e intentando vaticinar las estrategias de cada uno de ellos. Arnulfo se levanta de su asiento, ajustándose las mangas de su camisa.

-No.- Dice con voz profunda y serena.

-No volveré a cometer el mismo error que en la primera candidatura, a pesar de que se promulgó una política liberal, fue tan azaroso como esta segunda proposición, no cuenten con mi voto para sacar esto adelante, pues no estoy dispuesto a arriesgar que el mismo sirva para que los fascistas se alcen en el poder ni una sola vez. Quiero y apuesto por gobiernos de regeneración, y todo aquel que quiera contar con mi apoyo tendrá que convencerme de que ese va a ser el camino que va a tomar. Soy Firme en mi decisión y ahora mismo, ninguno de los candidatos  ha dicho o hecho nada que haya posicionado su política.

Con un rostro serio, se coloca sus partes íntimas, muy común de las aldeas marginales dónde se crió, y vuelve a tomar asiento.

-Si le sirve de algo, señor Sanchez, yo confié en usted y sin duda creo que hice bien. No respondo del todo de Sommerfield, pues la estadística está ahí  y puede ser un fascista pero si hubiésemos hecho lo mismo con usted ayer no se hubiera promulgado ayer esa ley liberal. Si no se fía de él o de mí mismo, adelante, con la información que tenemos ahora nos la jugamos, pero alguien tiene que ser tarde o temprano.

Creía que las primeras veces debían hacer gobierno para ver de qué pie cojeaba cada uno y hacer lo propio cuando se conocieran mejor los candidatos.