Partida Rol por web

Mediados de Septiembre, 1891

La vida en Londres no era lo que el buen Popov había esperado, pero vivía bien. Aunque su mayor clientela eras las mujerzuelas del burdel cercano a su hogar, también había recibido visitas discretas de algún hombre de alto nivel social, o el de la doncella de alguna de las damas burgueses, que no dejaban traslucir a simple vista si el potingue mágico era para ellas o para sus amas. Claro que el dinero tenía nombre, y el ruso no se dejaba engañar fácilmente, pero él también sabía ser discreto, y aquello le había ganado un nivel, leve pero creciente, de fama entre cuchicheos. Era, repito, una buena vida.

Aquella tarde, lluviosa tarde del mes de septiembre, a los oídos del alquimista llegó el sonido de cascos que se acercaban. Para su sorpresa, el sonido se detuvo frente a su puerta. Luego de unos minutos hubo unos rápidos golpes en la madera. Cosa extraña, pues sus negocios pocas veces se trataban durante el día, menos aún de clientes que llegaran en un coche. Luego de unos segundos, el golpe se repitió, pero sin que nadie se anunciase.

Siempre lluvia en este sitio, siempre - y no es que Alexey viniese de un sitio caracterizado por el buen clima. Pero una cosa era vivir varios meses bajo 0ºC y otra que el sol decidiese ocultarse de esta isla glorificada para los ingleses.

En realidad el gruñido mental del hombre era porque tenía que abandonar su libro, quitar la manta que tenía encima, levantarse de su sillón que soltó el agradable crujido de los sillones de lectura.

Voy voy- dijo con marcado acento ruso, sin darse la más mínima prisa mientras buscaba la chaqueta, se la ponía y se atusaba su bigote, un hombre siempre debía estar presentable, incluso ante visitas incómodas en el momento de la lectura.

Sólo entonces vigiló por la mirilla, después de todo el East End no quedaba tan lejos, para decidir la actitud apropiada. Una vez hecha esa apreciación abrió la puerta y dijo -buena tarde caballero ¿que puedo ofrecer?

En el portal, soportando la lluvia estoicamente, se encontraba un cochero; calculó que tendría ya más de cuarenta años, con un fino bigote recortado y vestido con ropas oscuras. Saludó rápidamente alzando su sombrero por la visera. -¿Señor Popov?- Preguntó pronunciando, por supuesto, el apellido mal. Sacó de su chaqueta un sobre que extendió en su dirección, tan rapido que apenas algunas gotas cayeron sobre el papel. -Se me ordenó que esperara su respuesta.- Indicó mientras esperaba que tomara la carta.

Sellada con lacre rojo y su nombre escrito en elegante caligrafía, el alquimista pudo ver el siguiente mensaje.

Cita:

El nombre no le resultó familiar.

Popov -dice haciendo énfasis en la segunda o para después coger la carta y romper el sello y leerlo concienzudamente.

Alexey frunce el ceño e incluso parte de su calva mientras lee, antes de mirar con desconcierto al cochero. No es extraño que gente desconocida llame a su puerta para obtener algún remedio, no obstante si es raro que ni siquiera tenga familiaridad por el nombre o el apellido así que pregunta -buen hombre, me temo que no poseo conocimiento del caballero Rupert Maiweather, ¿sería tan amable de iluminar mi ignorancia?

Seguramente fuese independientemente de la respuesta, pero no era lo mismo ir para un familiar lejano de la corona o para un limpiabotas. Obviamente el hecho de que un cochero estuviese dispuesto a llevarle inclinaba la balanza a alguien pudiente y quizá poderoso.

El cochero, aún bajo la lluvia pero cumpliendo obedientemente su labor, contestó. -El señor Merriweather- corrigió a su vez al alquimista, -es un caballero proveniente del norte de América, señor.- Informó escuetamente. -He estado bajo su servicio unas pocas semanas.- Agregó finalmente con un claro tono de que no conocía, o no quería decir, nada más al respecto.

Se le ocurrían muy pocos motivos por los que un caballero de América le desearía algún mal y sin embargo poseía suficientes motivos, el principal de ellos la curiosidad, para desear conocerle. Así como descubrir porque le llamaba a él en concreto.

Así que dijo -os agradezco vuestras palabras, permitid que coja mi sombrero y acudiré al encuentro del caballero Merriweather.

Y dicho y hecho, tenía como todo caballero una buena colección de sombreros. Cogió un bombín cuyo interior estaba forrado e impermeabilizado, un todo terreno capaz de lidiar con el agua, proteger su calva y al mismo tiempo no desentonar ante otros caballeros bienestantes. Después de todo el sombrero era importante, un buen sombrero decía mucho de la persona que lo llevaba y, aunque algunos podrían insinuar que Alexey no tenía el mejor gusto en sombreros, cierto es que no era por falta de esfuerzo por su parte.

Os sigo pues- dijo encasquetándose el sombrero y saliendo a la lluvia, si bien molesta, menos que el frío constante y la nieve de su tierra natal.

El cochero guió al señor Popov hasta el coche, y una vez que el alquimista estuvo refugiado en el interior, subió al asiento, poniendo en movimiento a los caballos. El viaje tomó un rato, por la ventanilla podía ver como abandonaba las calles de bajo estrato social donde a pesar del aguacero había movimiento en sus aceras; y se adentraba en las calles más limpias de la zona adinerada de Londres. Allí había muy poco movimiento en las aceras, la nobleza refugiada en sus casas durante tan penoso clima.

La lluvia había aminorado un poco al detenerse frente a una de estas casas, un conjunto de residencias cercanas a la embajada americana. El cochero volvió a bajar, esta vez con un paraguas, y ayudó al ruso a decender de los escalones del coche, acompañándolo al portal. Tocó la puerta usando la aldaba plateada. Un minuto mas tarde, un mayordomo abría.

-El señor Popov- Anunció el cochero, nuevamente fallando en la pronunciación. El mayordomo dio paso y se aprestó a tomar el abrigo y sombrero del invitado. Una vez hecho esto, lo guió hacia la habitación contigua: una pequeña sala para visitas, con un sofá y algunas sillas bajas. El único hombre presente en el lugar se levantó en ese momento, un hombre rubio cercano a los cuarenta, con sonrisa afable.

El señor Merriweather se puso en pie, cerrando un pequeño libro que guardó en el interior del bolsillo de su chaleco, retirándose las gafas de lectura y colgándolas a su cuello.

-Señor Popov, muchas gracias por aceptar mi invitación.- Saludó avanzando hacia él y extendiendo su mano para estrecharla. Hizo una señal al mayordomo, quien se retiró en silencio como todo buen mayordomo inglés. -Por favor, tome asiento donde guste.- Pidió, señalando hacia el sofá y las sillas. Él también tomó asiento. -Soy Rupert Merriweather, es un placer conocerlo.- Aseguró, sin que desapareciera su sonrisa. -¿Tiene alguna preferencia por el té? Usualmente lo tomo negro, aunque prefiero el café si puedo evitarlo.-

El libro que el señor Merriweather guardó en su bolsillo parecía un pequeño diario de cuero, pero el alquimista no pudo discernir mas.

Alexey no se hizo de rogar después del apretón de manos, en vez de eso observó el sofá y juzgando que era el más cómodo se sentó cruzando las piernas. En realidad él era de los pocos rusos que podía haber degustado el café después de las comidas.

Como bebida disponible sólo a los ricos los zares no se privaban de él, no era una cuestión de gusto sino de estatus claro. Aún así el alquimista había aprendido a cogerle gusto y dijo con amabilidad -si deseáis un café no seré yo quien os prive de ese gusto y os acompañaría con placer. 

En realidad sentía mucha curiosidad por éste hombre de porte distinguido, pero después de todo pocos de ellos iban al grano directamente ya que la mayoría de solicitudes que hacían eran de las que debían permanecer en secreto. Así que Alexey se puso cómodo esperando que después de los circunloquios llegase la petición.

-Excelente entonces.- El americano observó hacia la puerta y llamó sin levantar mucho la voz. -Señor Wilburt.- En seguida, el mayordomo se asomó a la puerta. -Traiga café. Y dos trozos de la deliciosa tarta de arándanos que hace su esposa, si es tan amable. Gracias.- Con apenas un asentimiento, el mayordomo partió.

El señor Merriweather volvió su atención a Alexey, con una sonrisa. -Son curiosos los mayordomos ingleses, ¿no lo opina usted? Parecieran tener el oído pegado a las puertas para responder al momento. Por supuesto, jamás se me ocurriría ofender al señor Wilburt con ese comentario.- Rió con franca carcajada, reclinándose al espaldar del asiento. Entrelazó los dedos de sus manos, mirando con atención al ruso. -Señor Popov, quiero informarle, y espero no me malinterprete, que conozco algunas cosas sobre usted. Me he asegurado de hacerlo antes de contactarlo, pues estoy interesado en sus servicios. No los que presta a las damas de ciertas calles ni a anónimos personajes de la nobleza. No, me interesa algo más peculiar.- Sus ojos azules estudiaron el rostro de su invitado, antes de continuar. -Estoy formando un pequeño grupo para recuperar cierto objeto de manera poco ortodoxa, y necesito de alguien con experiencia en lo oculto para lo que pudiera ocurrir. Puede que no ocurra nada.- Indicó, encogiéndose de hombros. -Pero soy un hombre precavido, y prefiero contar con varios planes de contensión de ser necesario. ¿Estaría interesado en participar?-

Esbozó una sonrisa debajo del bigote ante el comentario del mayordomo y dijo -en Rusia sin embargo es difícil que no te acompañen incluso al excusado, la mera insinuación de que esperasen en otra habitación sería una ofensa para ellos.

No era para lo que le quería, pero quedaba claro que deseaba conversar un poco y era irrelevante lo que el dijese, siempre que se mostrase cortés claro. Sin embargo Ruper decidió ir al grano y no fue ninguna sorpresa que hubiese investigado sus quehaceres, después de todo ser conocido era bueno, indicaba que tendría mas clientes.

No obstante se mostró intrigado ante "la peculiaridad" que el señor Merriweather deseaba conseguir. Se planteó durante un instante que podría ser algún robo o asesinato, pero para eso no buscaría a alguien de lo oculto, ¿no? Salvo que hubiese algo de ocultismo involucrado.

Su rostro mostraba que estaba pensando antes de contestar y se estaba tomando algo de tiempo, así que al final dijo -espero que entienda estimado señor que antes de poder daros una respuesta necesitaría conocer algún detalle mas.

-Comprendo perfectamente, señor Popov. Es por eso que lo he invitado a tomar el té, o en este caso café, en vez de hacer la petición por carta y ofrecerle un monto adecuado para la empresa.- Dijo con amable sonrisa el hombre. -Advierto desde este momento que seré un poco enigmático con ciertas cosas, por lo cual le pido disculpas de antemano, sin embargo necesitaré un poco de fe de su parte. Aclarado esto, dígame: ¿qué le gustaría saber?-

El señor Wilburt entró en ese momento con una bandeja donde llevaba una cafetera, leche, terrones de azucar, y dos tazas, junto con dos elegantes platos con una pieza triangular de tarta en cada uno. Colocó la mesa rápidamente y nuevamente se retiró.

Alexey meditó sus respuestas brevemente antes de preguntar -¿Que hemos de recuperar? ¿quienes serán mis compañeros? ¿cuál será mi rol en este equipo que está montando?

Dio tiempo a responder cada pregunta antes de lanzar la siguiente mientras daba sorbitos al café degustándolo con cierto placer. Estaba claro que, incluso si al final no decidiese aceptar el trabajo, sólo el café hubiese valido la pena para hacer que fuese una tarde agradable.

Sirviéndose una taza de café, el señor Merriweather contestó a las preguntas tranquilamente.

-El objeto consiste en un pequeño cofre de piedras de unos cuarenta por veinte centímetros, catalogado como una reliquia egipcia.- Tomó un sorbo del café, volviendo a posarlo en la mesa. -En total serán seis personas con usted incluído. Cada uno de ellos cuenta con habilidades propias para las circunstancias. Su rol, señor Popov, será el de prevenirlos en caso que deban tratar con asuntos... poco mundanos. El objeto en cuestión estará en un lugar que, no sería de extrañar, pudiera estar "encantado". Siempre se escuchan de espíritus y sombras que rondan museos y castillos antiguos, y el Crystal Palace no es la excepción.-

Con una cucharilla cortó un bocado de la tarta. -Estos "espíritus" no son siempre malévolos, pero entenderá que la reacción de gente poco conocedora de lo que hay más allá podría traer problemas en esta delicada empresa.-

Mal asunto los espíritus. No preguntó por el contenido del cofre, después de todo estaba seguro que si Rupert le había dicho que no contestaría a todo y no le había dicho que contenía seguramente recibiría una negativa. Además si no recibía una negativa quizá podría saciar su curiosidad antes de entregar el cofre sin contravenir ningún acuerdo.

Tampoco preguntó los motivos por la misma razón y en vez de eso musitó -muy interesante sin duda. Son pocos los que creen en los espíritus, pero vos parecéis cabal y eso hace que desee investigar mas. No obstante presumo que ésta investigación ocupará todo mi tiempo, así que de que... ¿podría indicarme cuales serían mis emolumentos por participar en ésta empresa?

La idea le interesaba de verdad, pero es cierto que tenía que comer y que parecía algo que le llevaría mucho tiempo, clientes que no atendería y que quizá acudiesen a la competencia, competencia que sin duda ofrece menor calidad pero... ¿como iba a culparles?

El señor Merriweather escuchó complacido las palabras del señor Popov. Se levantó de la silla y buscó pluma y papel, escribiendo una rápida anotación con letra elegante. Se acercó hasta el alquimista y le ofreció el papel. -Puedo entregarle de inmediato este monto tanto en libras como en dólares americanos, según su preferencia. Además, puedo ponerlo en buenos terminos con selectos miembros de la alta sociedad londinense y americana.- Dijo a modo de oferta. El monto que mostraba el papel era el equivalente a vivir los siguientes dos años en gran comodidad sin necesidad de trabajar y hasta permitirse algunos lujos.

La oferta era tentadora, mucho. Incluso mas que el dinero ambos sabían que la verdadera oferta eran los contactos y aliados en la alta sociedad. ¿De que servía el dinero si uno de ellos decidía acogerle bajo su ala y financiarle los estudios? Puede que ninguno fuese un gran zar, pero de todos modos Alexey sabía que los zares estaban acabados, era el momento de pasar página. Los americanos en cambio poseían la llave del futuro y estaba claro que el intentaría estar en esa nueva ola.

Ante una oferta tan generosa poco mas puedo decir salvo que podéis contar con mis servicios - dijo con seriedad, después de todo los modales seguían siendo lo primero. 

El americano mostró una franca sonrisa. -Me alegra escucharlo, señor Popov. Antes de irse le haré entrega del dinero para que pueda ir haciendo sus trámites necesarios. La fecha de reunión para la incursión estará llegando a su casa en los próximos días; no llegará con mi nombre pero estoy seguro que sabrá reconocerlo cuando lo reciba. Ah, una cosa más.- Dijo, colocando su taza de café sobre la mesa. -¿Tiene usted un gato? ¿O cree poder hacerse con uno antes de que inicie Octubre? Espero no sea alérgico a estos curiosos animales.- Preguntó.