Partida Rol por web

La primavera londinense llenaba el campus de la universidad con un aire romántico. Muchos abandonaban la quietud de las aulas para salir a los jardines y tomar el té bajo los tupidos árboles. Algunos comentaban las citas que planeaban aquella noche y las siguientes. Por supuesto, las damas en cuestión no se encontraban en la universidad. Y es que, como Emmaline descubriera desde que entrara, muy pocas eran las mujeres que entraban a estudiar, y sólo ella estaba en la facultad de Ciencias.

En ese momento, la joven se encontraba en uno de los laboratorios, dando los últimos toques a un proyecto en el que se había enfocado desde sus pasantías con Tessla: un motor Stirling* de su propio diseño.

Un carraspeo a su espalda le anunció que no estaba sola. -¿Trabajando hasta tarde, como siempre, Em?- Gregory Stangler, uno de sus compañeros de estudios, la miraba con una sonrisa sardónica. Era uno de los que se había opuesto a la entrada de una mujer a la facultad, y había puesto algunas infructuosas campañas para desprestigiarla.

Termino de ajustar una tuerca diminuta y me soplo un mechón de pelo que se me ha escapado del moño con aire de satisfacción. Miro un momento a través de la ventana, a los árboles que empiezan a tener hojas después del crudo invierno. Si consigo terminar de adaptar las nuevas tuercas para que el cilindro sea totalmente estanco estaré un paso más cerca de conseguir una mayor eficiencia, y tal vez podría ir a sentarme un rato bajo una de las encinas del campus con uno de los libros que he traído de América y que aún no he tenido tiempo de leer.

El carraspeo a mi espalda hace que me enderece un poco más y deje las herramientas en la mesa con cuidado. Procuro no poner los ojos en blanco mientras cubro con un paño mi modelo: no sé cuánto tiempo voy a tener que soportar la presencia de mi compañero de estudios y prefiero no darle razones para quedarse más de lo estrictamente necesario. Compongo una sonrisa educada y me giro hacia él.

-No lo considero un trabajo si estoy haciendo lo que me gusta, Gregory.- Comento con tono ligero. Sé que él considera una especie de insulto que me hayan aceptado en la facultad, y no tenemos más que una tensa relación. Odio que use el diminutivo de mi nombre, pero me parece que si se lo digo aún va a hacer que tenga más ganas de usarlo...es como un niño pequeño. Inclino un poco la cabeza hacia un lado, la viva imagen de la compañera de clase amable y participativa.- ¿Querías algo?.

La respuesta de la joven sacó un bufido burlón al hombre, quien dirigió una rápida mirada de curiosidad en dirección al paño, pero no hizo ninguna pregunta. En clases había quedado evidente el talento de la señorita Grant, siendo una de los alumnos más detacados. Stangler estaba también en ese grupo, aunque su brillante trabajo siempre parecía opacado por la imposibilidad de superar a la señorita.

Carraspeó volviendo su mirada hacia la señorita Grant. -El decano Burk me ha enviado con una nota para ti, dijo que era importante.- Extendió la nota en su dirección. La letra de Sir Edward Burk, decano de la facultad de ciencias de la Universidad de Londres, era pequeña y cursiva. La nota era corta:

Cita:

-¿Te has metido en algún problema, Em?- Preguntó sin poder esconder el evidente regocijo de que la joven estuviera en algún lío. -Puedo ayudarte a guardar tus cosas.- Ofreció, sin embargo, caballerosamente.

Cojo la nota y la leo con rapidez, frunciendo un segundo el ceño al intentar pensar en qué puede necesitar el decano de mí. Al escuchar su pregunta sonrío ampliamente, negando con la cabeza.

-No, que yo sepa no me he metido en ningún problema.- La sonrisa se hace más amplia.- No te preocupes, eres muy amable pero me ocupo yo sola.

Con calma y tranquilidad me despido de mi compañero de estudios y guardo todo en mi taquilla, para ir lo más rápido que pueda a la oficina del decano.

La secretaria del decano vio a la señorita Grant llegar y en seguida le pidió que esperara. Un minuto más tarde, le indicó que podía pasar. El decano Burk se encontraba detrás de su escritorio, y le señaló a la joven que tomara asiento frente a él.

-Señorita Grant, iré directo al grano.- Su rostro se mostraba serio, pero había una mirada de orgullo paternal en sus ojos. El decano Burk era amigo de su padre, y ya era decano cuando la Universidad de Londres cuando ésta se convirtió en la primera universidad de Gran Bretaña en aceptar alumnas. -Se hará una exposición en el Crystal Palace en unos meses sobre los avances tecnológicos de los dos últimos siglos, y se nos ha pedido que presentáramos un proyecto de uno de nuestros mejores estudiantes, como una muestra del futuro que depara a la tecnología en esta era de "iluminación". He propuesto a la junta directiva su nombre, y me alegra informarle que están de acuerdo.- Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios por un segundo. -¿Para cuando podría esperar su propuesta de proyecto, señorita Grant?-

Como buena hija de mi padre espero con tranquilidad en el exterior del despacho hasta que me piden que pase y es entonces cuando saludo con una educada inclinación de cabeza al decano, murmurando un saludo sonriente.

Me quedo sin respiración durante unos segundos, y sin poder evitarlo me ruborizo de evidente placer y orgullo. Sin embargo logro dominarme, y carraspeo.

-Muchas gracias por la oportunidad, me siento muy honrada.- Me quedo un momento pensando, y luego me muerdo el labio. Estamos hablando de iluminación, y creo que tengo el proyecto adecuado.- Ahora mismo tengo entre manos un diseño del motor Stirling: Es un modelo a escala pero he logrado disminuir el coeficiente de rozamiento entre los materiales cambiando las proporciones en las aleaciones, puliendo e incluyendo una mezcla lubricante. Con ello he logrado incrementar la eficiencia del motor, la fluidez del movimiento y disminuir a la vez la fatiga a la que se someten las piezas, evitando los accidentes y las roturas.- Me sonrojo un momento.- Me parece que si lo hago en un mayor tamaño podría dar luz a una habitación...¿cree que sería un proyecto adecuado?.

El decano escuchó sin interrumpir a la señorita, y se mantuvo pensativo un momento con la mano en la barbilla. Finalmente, asintió.

-Ciertamente, su proyecto tiene potencial. Me gustaría que me hiciera llegar un informe por escrito de su avance en ese proyecto en el transcurso de la semana, y que me mantenga informado sobre las modificaciones que haga al respecto.- Extendió su mano en dirección a la joven para estrechársela. -Felicitaciones, señorita Grant. Puede retirarse.- La sonrisa paternal se dibujó una vez más en su rostro.

La noche ya empezaba a caer para el momento que Emmaline dejaba la oficina, y aunque pudiera ser tentador quedarse hasta horas tardías en la Universidad, las calles de Londres no eran muy seguras a partir de cierta hora. Cuando estaba llegando a su hogar, pudo ver como frente al portal de su casa se encontraba aparcada una ambulancia, que en ese momento terminaba de cerrar sus puertas. Sobre los escalones de la entrada se encontraba su madre cubriendose el rostro con un pañuelo, sostenida por una de las vecinas, mientras un grupo de curiosos se mantenían a unos metros, hablando entre susurros.

Voy asintiendo, aceptando todo lo que me dice, y al final sonrío de puro orgullo mientras le estrecho la mano.

-Muchas gracias, señor.- Me ruborizo de nuevo, por el honor que me están haciendo.- Trabajaré duro.

Salgo de la facultad rumbo a casa pensando ya en el formato de informe y haciendo una pequeña lista de todo lo que quiero poner en el diario que siempre llevo encima. Mis pasos me guían a mi hogar sin que yo tenga que desviar los ojos de la página que rápidamente se llena de esbozos, ideas y planes para poner en mi memoria. Quiero hacerla lo más exhaustiva y detallada posible, como siempre.

Apenas me doy cuenta de nada hasta que veo la ambulancia enfrente de mi casa, y con un gesto rápido meto el diario y la pluma de cualquier manera en uno de los bolsillos de mi abrigo mientras empiezo a correr hacia la figura que veo en las escaleras de entrada, reconocible para mí como única entre una multitud. Sin pedir perdón ni permiso alargo mis manos, recogiendo a mi madre en un abrazo que espero la reconforte un poco. Ahora mismo un cubito de hielo empieza a abrirse paso por mis entrañas.

-¡Mamá!.- La miro un momento y la sostengo, intentando que me reconozca.- ¿Qué ha pasado?...

Los ojos de la señora Grant parecieron no reconocer en un principio a su hija, pero en seguida reaccionó. -¡Oh, Emmaline!- Gimió desconsolada, tomando las manos de la joven con fuerza. -Es tu padre, él... él...- La voz se le entrecortaba, y volvió a abrazar a su hija con fuerza. La señorita Grant pudo ver como Bianca, la señorita de servicio que ayudaba a su madre en los quehaceres del hogar, se asomaba tímidamente. Se veía también pálida, pero con más entereza que la señora Grant. -Señorita, encontré a su padre en su despacho hace como una hora, cuando fui a llevarle su té. Por un momento temí que estuviera muerto, pero estaba respirando cuando lo han subido a la ambulancia.- Aseguró, aunque por su expresión parecía no estar muy segura de si su señor saldría de aquella situación.

Mientras la ambulancia se ponía en marcha, algunos vecinos se ofrecieron a prestar sus coches para llevar las mujeres al hospital, aunque la señora Grant parecía hacer oídos sordos a todo y a todos, aferrada con la mirada perdida a las manos de Emmaline.

Capto la información que me están dando como a ráfagas, y soy consciente de que no sabré qué demonios ha pasado como no vaya al hospital con mi padre. Eso y que no quiero que pase sólo este trance. Miro a Bianca y asiento con energía, si madre no puede dar las indicaciones tendré que hacerlo yo.

-Hay que ir al hospital, para saber cómo está y lo que va a pasar.- Aprieto las manos de mi madre con fuerza, para darle algo de ánimo e intentar que reaccione.- Mamá, tengo que ir con padre. Es mejor que te quedes en casa descansando...- Miro con cierto aire de conspiración a Bianca, si mamá está tan nerviosa puede darle algo a ella también...

La señorita Grant no pudo asegurar si su madre había escuchado sus palabras, pero en seguida Bianca se hizo cargo de la situación, obedeciendo el mensaje silencioso de la señora. Otras vecinas, menos chismosas en ese momento y más preocupadad por la situación de la señora Grant, se ofrecieron también para ayudar en lo que pudieran. La señorita Emmaline fue subida a un coche y siguió de cerca la ambulancia.

***

Septiembre, 1891

Habían pasado ya unos meses desde aquel día. Por suerte su padre había sobrevivido a lo que fuera que le hubiera ocurrido, pero se encontraba aún bajo cuidados. No podía moverse de la cama, y apenas hablaba cuando salía del estado semi-comatoso en el que se encontraba. Los doctores no habían podido determinar la causa, pues exeptuando por su estado el hombre estaba físicamente sano. 

Por otro lado, la señora Grant había quedado en un estado de contínuo nerviosismo, dejaba caer las cosas ante el más mínimo ruido, y la mayor parte del tiempo parecía tener la mirada perdida en el horizonte. De manera que la carga familiar terminó cayendo en los jóvenes hombros de la señorita Grant. El decano Burk sugirió a la joven que se tomara el tiempo necesario en organizar las cosas en su hogar, sin miedo a perder su cupo en la Universidad. El proyecto, sin embargo, debería permanecer suspendido hasta que pudiera retomar con sus estudios y actividades.

Y de pronto, el otoño del año 1891 caía sobre ella. Las últimas semanas había visto como los números en la cuenta bancaria de su padre bajaban por los distintos medicamentos y los gastos mensuales que antes no había dado tanta importancia, cuando no era ella quien debía pagarlas. Las vecinas que venían a visitar a su madre comenzaban a introducir sutilmente en las conversaciones lo conveniente que sería que la señorita Grant consiguiera un marido que pudiera ayudar a la familia. Aunque visto como últino recurso, era algo que comenzaba a parecer más una necesidad que una elección...

Una mañana al regresar a casa luego de terminar unos recados, se encontró a su madre tomando el desayuno en el recibidor. De frente a la señora Grant, y de espaldas a la señorita Emmaline, estaba un hombre de cabello rubio, que no tardó en ponerse de pie al escuchar a la señora Grant saludar a su hija.

-Emmaline, querida, ya estás aquí.- Dijo la mujer con la adormilada sonrisa que ahora parecía dibujarse siempre en sus labios. -Te presento al señor Rupert Merriweather.-

El hombre, de unos cuarenta años de edad, poseía un porte elegante, ojos azules, y una sonrisa amable mientras daba unos pasos hacia Emmaline. -Es un placer, señorita Grant.- Dijo, y la joven pudo reconocer el acento americano en el señor Merriweather. -Siento mucho lo de su padre, no tuve el placer de conocerla cuando estuvo en nuestro país, pero asistí a conferencias de su padre en el pasado. Un hombre muy interesante.-

La señora Grant se puso entonces de pie. -Me disculpará, señor Merriweather, pero actualmente no puedo pasar mucho tiempo recibiendo visitas. Sin embargo, mi hija con mucho gusto le atenderá.- Y con aquellas palabras, la mujer dejó la estancia, en un acto que podía significar que estaba recuperando un poco la lucidez y la malicia de madre casamentera, al dejar a Emmaline a solas con el caballero.

Subo las escaleras pensando en la última conversación con la vecina. Muy sutilmente quiere presentarme a su sobrino, un chico “muy trabajador” y “listo”. Miro uno de los recibos de lo que he comprado mientras frunzo el ceño al recordar el amable comentario acerca de que seguro que podríamos hacer buena pareja...si yo dejara los estudios. Por supuesto. Eso terminaría de acabar con mi pobre padre, y no quiero pasarme la vida siendo la sombra de mi esposo.

Hago malabarismos para poder abrir la puerta sin dejar los paquetes en el suelo y saludo a madre desde el pasillo con alegría. Es importante que me mantenga contenta o la situación será mucho peor. Cuando entro en la estancia me quedo parada un segundo al ver la espalda de un hombre que ya se está poniendo en pie para recibirme. Sin perder la sonrisa dejo los paquetes en el aparador, lo primero es lo primero y en este caso es saludar a la visita.

Alargo la mano hacia el hombre y hago una ligera reverencia con la cabeza.

-Encantada, señor Merriweather.- Acepto con otra inclinación de cabeza y una sonrisa tímida sus comentarios.- Muchas gracias, es usted muy amable.

Apenas cambio el gesto al darme cuenta de los obvios tejemanejes de mi madre, pero en mis ojos brilla un leve destello de alegría al darme cuenta de que hace muchos días que no está tan activa. Doy un par de pasos hacia el aparador donde están las tazas y el servicio de té. No soy muy ducha en la hospitalidad, pero todavía puedo preparar una bebida caliente.

-Si le apetece puedo prepararle un té.- Sonrío divertida al recordar que la mayoría de los estadounidenses lo detestan.- O café, si lo prefiere. Así usted tendrá tiempo de explicarme en qué le puedo ser de ayuda...

-Café, si no es mucha molestia.- Si el hombre se había dado cuenta de las intenciones de la señora Grant al dejarlo con su hija, no parecía mostrarlo. El señor Merriweather permanecía de pie mientras tanto, al parecer esperando que la joven dama se sientara antes de hacerlo él.

-Su madre ha sido muy amable al invitarme a pasar.- Dijo, manteniendo sus manos elegantemente a sus espaldas. -No sabía si tendría oportunidad de presentarme en persona, pero mi agenda se liberó antes de tiempo y se me ocurrió que podría hablar directamente con usted. Enigmático, parecía no tener intenciones de ir explicar nada hasta poder contar con la completa atención de su anfitriona, por lo que esperaba pacientemente a que ésta terminara de preparar el café. Una vez que se hubieron sentado ambos, volvió a tomar la palabra.

-El señor Tesla me habló de usted. Me dijo que era una chica con muchas capacidades.- Giró su taza en las manos. -Señorita Grant, he venido para contratarla para un trabajo.-

Preparo dos tazas de café y las pongo sobre la mesa acompañadas por una jarrita con leche, algo de azúcar y unas pastas. Me ruborizo levemente al escuchar el halago, y espero a que haya terminado de hablar para pensar mi contestación. No esperaba que me ofrecieran un trabajo ahora, pero podría ser la respuesta a mis rezos...

-Me siento muy halagada, señor Merriweather.- Doy un par de vueltas al café y sonrío.- ¿Podría decirme en qué consistiría el trabajo?

El señor Merriweather tomó una de las pastas que colocó sobre el platillo de la taza. Sirvió dos terrones de azúcar en el líquido oscuro y disfrutó un sorbo de café antes de continuar. -Ante todo, quiero advertirle que se trata de un trabajo inusual y hasta entenderé si se siente escandalizada por mi petición. Hay un objeto que pretendo obtener por medios poco convencionales. Para eso, estoy formando un equipo, todos con sus propias habilidades. Serían en total seis, contando con usted.- Hizo silencio un momento, antes de continuar. -Antes que rechace mi petición, cosa que entendería completamente, quisiera que escuche mi oferta a cambio de su servicio.- Sacó una tarjeta de su bolsillo, que colocó frente a ella en la mesa. En la parte posterior de la tarjeta había es escrito un significativo monto, que le permitiría pagar los medicamentos de su padre y vivir cómodamente por un tiempo.

-Puedo entregarle ese monto inmediatamente, en libras o dólares americanos si prefiere. También le ofrezco encargarme de que su padre reciba la mejor atención médica que pueda tener, ya sea aquí o siendo trasladado a América.- Permitió entonces a Emmaline pensar en sus palabras, comiéndose la pasta que había puesto en su plato y tomando otro sorbo de café.

Doy un sorbo de café mientras escucho atentamente la aventura que me propone. No sé a qué se refiere con “medios poco convencionales”, pero la verdad es que estoy en una situación bastante desesperada. Y mi familia conmigo.

Casi me da un vahído cuando veo el dinero que ofrece, que permitiría a mi familia vivir tranquilamente durante una temporada, pero lo que me inclina a aceptar es la oferta relativa a mi padre. Eso para mí es más importante que el dinero. Me lo pienso durante un largo tiempo, barajando los pros y los contras.

-Su oferta es muy generosa, señor Merriweather.- Sonrío levemente, intentando hacer que se sienta cómodo.- ¿Podría explicarme un poco más en detalle los pormenores del trabajo, por favor?.

Viendo que no hubo un rechazo inmediato, el señor Merriweather sonrió y colocó sobre la mesa la taza de café. -El objeto en cuestión se encontrará localizado en el Crystal Palace dentro de unas semanas, para su futura exposición. Usted y aquellos que la acompañen deberán infiltrarse dentro del Crystal Palace para poder recuperar el objeto. Sus conocimientos en avances tecnológicos serán muy apreciados, ya que este edificio está en la vanguardia tecnológica. Además que una mente tan brillante como la suya podrá pensar, como dicen, fuera de la caja para resolver los obstáculos que pudieran encontrar en el camino. Estimo que podrán realizar este trabajo en un par de horas, quizás menos.- Cruzó los dedos sobre la mesa, a la expectativa.

Lo miro en silencio y bebo un sorbo de café, intentando que mi voz no titubee.

-¿Qué sucedería en el caso de que alguien encargado de la exposición nos encontrara...- Dudo un segundo. Me preocupa mi familia más de lo que me pueda pasar a mí.-...recuperando el objeto?.

-No debe preocuparse por eso.- Aseguró el señor Merriweather. -Habrán coartadas preparadas para todos, justificando su presencia en el Crystal Palace. Pero en... ah, digamos que algo llegara a suceder... Le aseguro que seguiría cumpliendo con mi parte del trato. Soy un hombre de palabra, señorita Grant. Y me gusta que aquellos que trabajen conmigo o para mí también lo sean. Por eso me he tomado la molestia de seleccionarlos personalmente.- Dijo con agradable sonrisa.