Partida Rol por web

Llegaron al refugio, y Lalaith les recibió anunciando que había una representación de su nueva obra de teatro, así como una cena de gala esa noche. Ayla volvió a su cuarto a descansar un poco, recopilando sus apuntes en un montón de hojas sueltas.

En su cuarto, se concentró en la formación recibida y sentía cómo se iba convirtiendo en una verdadera guardiana de la luz, como iban complementando Hilde Sikelion y ella hasta formar uno... Cuando acabó de meditar, se lavó, se perfumó y se puso todo lo guapa que pudo. De blanco por supuesto.

Descansó unos instantes más, y después de un relajante baño se puso el vestido blanco del primer día en Amon Lind.

¿Cuántos días habrán pasado ya?

No lo sabía, pero aunque posiblemente fueran tan sólo unas semanas, tenía la sensación de haber vivido tanto, de haber aprendido tanto, que era como si hubieran pasado años. Y muchas de las cosas que había aprendido aún las tenía que asimilar.

Después subió al salón principal, donde había algunos de pie y los sirvientes iban ofreciendo delicatessen en bandejas. Al fondo podía ver una gran mesa preparada a la espera que acudieran todos. Poco a poco iban llegando los residentes de Amon Lind, y se formaban pequeños grupos que charlaban animadamente mientras esperaban la llegada de los últimos. Morannar, Lalaith y Fëamirë estaban juntos, y le invitaron a Ayla a acercarse. La conversación giraba en torno a los asuntos de la región, la caída del Templo de la Justicia, y otros cambios recientes.

Elenril era el último en llegar, y Lalaith efectuó un breve discurso para darles la bienvenida antes de bajar al salón de juegos ahora convertido en un teatro. Se sentaron a disfrutar del espectáculo. La obra de Lalaith y Fëamirë era sobre la historia de los dunlendinos, de sus creencias y cultura. Era entretenida y una de las piezas musicales prinicipales era la canción que había tocado Fëamirë en el pueblo a la llegada de Ayla, narrando la lucha contra el Templo de la Justicia.

Después de la obra subieron todos a disfrutar de una cena distendida y una velada agradable. Ayla tenía un sabor agridulce, ya que parecía una fiesta de despedida. Incluso Moranar estaba algo emocionada, ya que su obra estaba a punto de concluir. Helkama le recordó a Ayla su promesa de servir de modelo para una escultura, y le acompañó a sus aposentos. En pocas horas trabajó una figura en miniatura, con algún que otro hechizo para plasmar las facciones, pero le explicó que la obra definitiva se debía hacerse a mano.

El día siguiente, Ayla anduvo libremente por Amon Lind, despediéndose uno a uno de todos, y también respirando por última vez el ambiente de paz, meditación y sabiduría de ese lugar onírico. El tiempo allí tenía un sentido diferente. Era un lugar atemporal, donde cada instante equivalía a las vivencias más intensas y duraderas, pero sin embargo todo fluía a un ritmo imposible de predecir. Por un lado uno podía aprovechar una sola noche de estrellas como si fueran varios meses de trabajo intenso, y por el otro dejar pasar décadas o incluso siglos en una especie de trance impertubrable.

Ayla se paró ante la puerta de Moranar. Ella le había enseñado tanto, había sido capaz de encauzar su poder para hacer la magia de otra forma. Sin embargo no había pedido nada a cambio, le bastaba con que ella fuera su obra. Moranar le abrió la puerta, y de nuevo Ayla se adentró en su mundo, en el mundo del Fuego como punto de partida para ella, y Ayla partiendo desde la Luz. Y a mitad de camino se encontraron, cada una con su magia, con su espíritu mostrándose tal y como era en realidad.

-Ayla, la hora de nuestra despedida se acerca. Te ofrezco unas últimas lecciones, para que decidas qué conocimientos o semillas de conocimiento te vas a llevar de aquí contigo. Además de hechizos, te puedo enseñar los primeros de pasos de una habilidad que quizá te vaya bien. Es una especie de Trance Purificador que ayuda a deshacerte de la corrupción acumulada. Es harto complicado de aprender, pero si así lo deseas te enseñaré los principios.

-Moranar, todo lo que puedas enseñarme lo recibiré de buen grado.

Ayla la miró emocionada porque sabía que era la última lección que le iba a dar.

-Antes de marcharme de aquí, quiero que sepas que me marcho con todo el orgullo de haber sido tu discípula, de que seas mi "maestra" y de que me hayas "formado" en mi camino. Jamás olvidaré cada palabra que me has dicho y te haré sentir orgullosa a cada noticia que tengas mía. Me has enseñado un estilo de vida y lo seguiré con todo el cariño que puedo profesar, con todo el cariño que le tengo a éste lugar, y con todo el cariño que tengo a cada uno de los moradores de estas paredes. No sé como puedo pagarte lo que has hecho por mí, solo puedo decirte... ¡¡¡¡Gracias!!!

Moranar se emocionó con cada palabra de Ayla, aunque logró contener las lágrimas. -Me halagan tus palabras, Ayla. No obstante, debes hallar tu propio camino en la vida, dudo que nosotros seamos el espejo donde debes mirarte…

Había una cierta tristeza en su voz, que iba más allá de la inminente despedida. Los noldor eran la personificación de todo el poder y arte de Endor, pero a la vez los causantes de los mayores horrores. Aquí, en Amon Lind, Ayla había podido por fin hallar la esencia de su existencia, había podido sentir el alma de los grandes elfos… Mientras Moranar repasaba lo aprendido, Ayla recordó una experiencia en el Mundo de las Sombras, con su hermano, atravesando un lugar oscuro y oculto que reunía las voces de cientos de noldor…

Se nos permite el paso por este sitio, pero nada más. Nadie controla el poder que se halla en la presencia que nos rodea. Las voces que oyes son de los espíritus que habitan en este lugar, en esta parte del mundo en que nos encontramos. Pero nunca se presentan. Quizá no sean más que el eco de las palabras pronunciadas en vida, el recuerdo de su condena eterna… Suspendido aquí, fuera del tiempo y del espacio, para toda la eternidad. Pero prefiero pensar que hay conciencia detrás, un sentido, una razón para su existencia...

Es élfico, sí, pero yo tampoco lo entiendo. Es antiguo, muy antiguo, hablan en aquel idioma sagrado que se habló en las Tierras Imperecederas. Aún se conservan algunos textos, y algunos sabios lo conocen o estudian. Lo único que sé es que jamás deberían haber pronunciado esas palabras, ya que fueron ésas las palabras que originaron la mayor de las tristezas. Nunca, nunca debes repetirlas. Algún día entenderás el porqué, pero que sea sin haber atado tu alma a la condena de aquel juramento.

Aquí, en este reino, se palpa la presencia del mal. Además del mal, hay huellas o ecos de cosas por terminar, vidas dedicadas a un propósito, almas suspendidas en busca de una salida, vivos y muertos... Los espíritus de aquellos que pronunciaron esas palabras parece que se reúnen aquí. Si en tu corazón no sientes miedo ni terror, es que eres una criatura de luz y tu alma es limpia. No debes temerlos. A los siervos del mal les aterriza este lugar, y no se atreven a entrar.

Estás a punto de ver y sentir algo que va más allá de los límites del entendimiento de la mayoría… Es un sentimiento que los noldor denominaron:  alcar ar úcarmë… Es difícil de explicar, pero hace referencia a la desolación de haber creado algo increíblemente hermoso e irrepetible, pero que a su vez es la fuente de una tristeza o y una desolación sin límites. Alegría y tristeza, risa y llanto, vida y muerte, esperanza y desolación… gloria y pecado. Todo eso es  alcar ar úcarmë…

Alcar ar úcarmë… En aquella ocasión, Ayla había sentido la gloria y el pecado, la fuerza y la debilidad de los noldor como suyo propio. Un paso más en su camino hacia un destino que entonces aún le estaba oculto, pero que ya no andaba sola.

Ayla miró a Moranar. La noldo le estaba observando, y tenía la extraña sensación de que la visión, el recuerdo, que acaba de tener lo había compartido con ella. -Debemos seguir trabajando, aún quedan unas pocas cosas que te tengo que enseñar, principalmente los primeros pasos para el Trance Purificador. Cuando salgas de aquí, debes procurar tener un sitio tranquilo, armonioso, donde practicar lo que te voy a enseñar ahora.

El resto de la tarde le enseñó los principios del Trance Purificador, y le preparó ejercicios y rutinas para que siga practicando. Demasiadas veces las frases terminaban con un “cuando no estés”, y un silencio prolongado.

-Es lo que tienen las despedidas, dijo Fëamire, quien había entrado sin hacer ruido. Ayla no sabía cuánto tiempo llevaba observándolas. -Allí fuera acaba de comenzar un nuevo año. Tu primero como Elementalista, Ayla. Aquí en Amon Lind no celebramos el Mettarë¹, ni Yulë². Quizá algún día entiendas el por qué, quizá lo entiendas ya. Así es más fácil. Pero debes partir, debemos dejarte ir. De lo contrario aumenta el riesgo de que decidas quedarte, y ése no es el camino. Ojalá lo fuera, pero los dos sabemos que no es así. Es hora de partir. Yo te acompañaré hasta Lanach Duhnan.

Fëamirë se fue, y en silencio Ayla se puso a recoger sus apuntes y sus cosas en el estudio de Moranar. Ella le tocó el hombro con dulzura, su mano enfundada en el guante. Se lo quitó y le secó con el dedo las lágrimas a Ayla que le brotaban de los ojos. Aún brillaban con la Luz, con su luz.

-No estaré con los demás para despedirte. Quiero que mi última imagen de ti sea aquí, en mis aposentos. Con tus apuntes, sonrió. -Donde nuestros espíritus se unieron.

Le dio un abrazo de despedida, y le susurró: Gwannach o innen ului, Ayla.Ú lû erui, ului¹

Emocionada, Ayla regresó a su cuarto a recoger sus cosas. Al poco rato bajó Teletasarë y le ayudó. -El vestido queremos que te lo lleves, como recuerdo de tu estancia aquí.

Luego le acompañó arriba, al salón principal. Estaban todos, salvo Moranar. Uno a uno se despidió de cada uno de ellos. Se pronunciaron pocas palabras, ya estaba todo dicho.

Súlkano le miró fijamente y dijo: -nos volveremos a ver, Ayla.

Eso le reconfortó. Luego é le entregó una caja envuelta en una fina tela de seda.

-Es nuestro regalo para ti, Ayla, explicó Lalaith. -Fëamire nos ha hablado de tus planes para establecerte, de crear un hogar. Dentro hay cosas que te serán útiles, y otras que te recordarán el tiempo que pasaste aquí. Pero no debes abrir la caja hasta que no tengas tu castillo terminado, le sonrió y se despidió de ella con un dulce beso en su frente.

-Es hora, le dijo Fëamire. Ayla le acompañó hacia la salida, pero justo antes de salir él se paró. -Hay alguien más de quien debes despedirte antes de marcharte.

Feamirë se quedó esperándole mientras ella entraba en los establos.

El viaje de Amon Lind a Larach Duhnan transcurrió en silencio, y antes de entrar le quedaba aún la última despedida. Fëamirë, en forma de Strunthor, se despidió de Ayla y le deseó suerte. Por primera vez en lo que parecían meses, ella estaba sola. Llegó al pueblo, y se sorprendió ver a uno de los guardias esperándole aún.

Cuando se encontró sola, antes de encontrarse con el guardia, volvió la vista y susurró una melodía que quiso que interpretara un pensamiento que solo unos pocos podían percibir y la idea que transmitió era:

Amon Lind en mi corazón tendréis un hogar...

-Dama Ayla, me alegra ver que estás bien, dijo el guardia cuando la vio.-Permíteme acompañarte hasta Tharbad…

Posteriormente cuando se encontró con el guardia, lo miró y le dijo:

-Me dijiste que me esperarías el tiempo que hiciera y has permanecido toda mi ausencia en éste lugar, pero he de preguntarte una cosa, ¿cuántos días han pasado desde la última vez que nos vimos, pues en algún momento de mi ausencia perdí la cuenta...?

Walec, el guardia, se le quedó mirando con asombro ante la pregunta: -Dama Ayla… han pasado una luna entera, y una semana y algunos días.

A Ayla no le sorprendió ni le dejó de sorprender el número de días, porque efectivamente había perdido la cuenta. -Di mi palabra que te iba a esperar, y así lo he hecho. Señor Curudae confía en mí, y quiero mostraros mi valía.

Los días hasta Tharbad le sirvieron para poco a poco retomar el contacto con la realidad. Cuando vio en el horizonte los edificios y las siluetas de los puentes, y sobre todo, las formas de miles y miles de personas, con sus preocupaciones, alegrías, tristezas… Con sus vidas. Tocaba volver al mundo de los hombres.

Entraron en la ciudad de Tharbad por la puerta meridional. Los puestos de comercio de la gran avenida estaban repletas de gente a pesar del frío. Se habían formado finas capas de hielo en los pantanos que rodeaban la ciudad. Otro año comenzaba para los hombres, el 1644 de la Tercera Edad. Fue el verano del año pasado cuando abandonó Lond Ernil para dirigirse hacia Cardolan. Parecia tan lejano, como un sueño.