Descubriendo el futuro...

Ambos lo saben, en sus pesadillas, en sus pensamientos y hasta en sus huesos.

Todo volverá a suceder y para ello deben estar preparados, informados y unidos porque La orden jamás descansa hasta ver su cometido cumplido. El “paraíso” en la tierra mediante el resurgimiento de “Dios”.

Uno tiene el dinero y el otro tiene la experiencia y los contactos, que tras muchos años de negación la única verdad y resultado fue aceptar que el destino que les tocó fue mucho peor que haber caído en aquella isla, devorado por alguna grotesca aberración.

Les toca proteger a sus familias.

Les toda salvar el horrendo mundo, aquel que les odia o teme.

Solo es cuestión de levantar el teléfono, hacer algunas llamadas, cobrar esas viejas deudas y llenar los bolsillos de algún soplón…

El momento es ahora…

Después de aquel encuentro en la cafetería, los dos amigos se citaron en casa de Harry, una semana más tarde. James llevaba bajo su brazo una carpetilla dossier donde llevaba los pocos hallazgos que pudo reunir en ese tiempo y una botella de Scotch. Luego de intercambiar saludos pasaron a lo que parecía ser el despacho del ex-policía.

James desplegó su carpeta sobre la mesa de despacho y comenzó a disperdigar papeles por la mesa.

-Esto es todo lo que he podido reunir en este tiempo...que no es mucho. Algunas facturas de los viajes de mi padre que no es fácil relacionar con sus actividades profesionales, su agenda de contactos personal, algunos documentos que he sacado de su caja fuerte y no he conseguido descifrar...He intentado seguir las pistas de esto por mi cuenta pero no he sacado nada en claro.

James suspiró.

-Creo que las principales vías para investigar parten de mi padre, de Martinson y de Vannacut y la relación que les unía fuera de Bar Harbour.

James le citó más rápido de lo que esperaba. Quedaron en casa de Harry un día que su mujer e hija estaban fuera.

El detective saludó a su viejo amigo y luego le hizo pasar a su pequeño despacho.

Entonces James desplegó una carpeta llena de folios. Mientras este hablaba, Harry asentía observando con atención.

-Puedo ver esos documentos que no pudiste descifrar? -Dice el detective mientras se acerca a echarles un ojo -¿Están encriptados o algo? ¿o simplemente no tienen sentido?*

Harry los observaba mientras del daba vuelta a la información que su amigo le había contado.

-¿Así que podemos empezar por investigar a tu padre, Martinson y Vannacut no? ¿Llegaste a conocerlos antes de ir a la isla? ¿Verlos alguna vez? ¿O ocultaba su amistad con ellos?

James se encogió de hombros.

-Tengo un vago recuerdo de alguna reunión en mi casa, cuando era pequeño, pero demasiado difuso. En general, no habría sospechado que mi padre estuviese metido en cosas..."raras"...hasta el naufragio.  En cualquier caso sí, creo que podemos empezar partiendo de ahí.

Cita:

James se detuvo ante el Centro Psiquiátrico Creedmoor, un imponente edificio de color crema construído en los años 20. La última noticia que tuvo de Renford, es que había sido internado en el centro. Utilizó sus influencias para conseguir arreglar una cita, pero ahora que estaba delante del efidicio, el encontrarse con su viejo adversario, al que hacía años que no veía delante, le producía cierto nerviosismo. 

Miró su reloj. Bueno, James, si ha de ser, ha de ser...

Subió las escaleras que daban acceso a la entrada principal del edificio y entró en el hall; una estancia amplia y bien iluminada. El suelo era de granito negro pulido. A su derecha había un mostrador de recepción donde una celadora leía desintersadamente un periódico. A la izquierda se hallaba la cafetería del centro y al fondo, los ascensores y las escaleras que daban acceso a las plantas superiores.

Se dirigió a la celadora y con su mejor sonrisa.

-Vengo a visitar al señor Renford-dijo-.

La mujer levantó distraidamente la mirada.

-¿Eh?¡Ah, si!-dijo la celadora mientras se apresuraba a consultar una libreta cuadriculada con notas escritas-Es usted...el...¿señor Bartlevy?

-Así es.

-Segunda planta. Habitación 232.

James tomó el ascensor hasta la segunda planta y llegó hasta la habitación indicada. Nadie le contestó. Preguntó a un celador y por fin, le condujeron a una sala amplia; una especie de salón de recreo. Renfiord se encontraba sentado en un sofá, viendo la televisión.

James se acercó y se sentó ante él. Lo miró a los ojos. Durante unos segundos, ambos hombres permanecieron en silencio. Sus miradas se cruzaron. Eran miradas que decían más que cualquier cosa que se pudiera decir con palabras. Miradas que reflejaban rivalidad, rencor y en cierto modo, añoranza. ¿Era verdad?¿Había llegado a echar de menos a Renford? Sí, así era. James era gallo de pelea. Le gustaba la competición y Renford era un más que digno adversario.

-Hola Red-dijo finalmente James, aterviéndose a romper el silencio utilizando el viejo apelativo con el que, en tono burlón, solía referirse a él- Sé que te parecerá extraño verme aquí después de tanto tiempo, pero tengo que hablar contigo. Lo que tengo que contarte es suficientemente importante como para dejar de lado viejas rivalidades. Además, puedo sacarte de aquí. Son dos buenos motivos por los que deberías escucharme. Pero me gustaría que fuera en un lugar menos público.
 

La música ambiental oculta los sonidos provenientes de las celdas, que pese a ser insonoras dejan escapar los lamentos de aquellos que han perdido la cordura y ahora vagan entre las sombras de sus mentes fragmentadas como el cristal.

Las paredes demasiado blancas incluso dañan la vista cuando el sol las golpea al entrar por los altos ventanales enrejados. Incluso el suelo es lustroso hasta el hartazgo. La pulcritud disfraza para sus visitantes el autentico propósito del edificio.

Algo que James no olvidará es como llegar a la habitación 202. Cada paso fue una proeza titánica hasta que sin embargo encontró a su antiguo rival sentado en un mullido sillón mirando la televisión que solo muestra estática, y a nadie parece importarle.

Cuando James le habló, el hombre apenas desvió la mirada del aparato de televisión, y tan solo ladeando la cabeza respondió con gran dificultad – Shhhh… lo vigilan Bartlevy, lo vigilan… - dijo al señalar el televisor y su sintonía con lluvia. 

El antiguo periodista presenta una expresión perdida en conjunto a su aspecto demacrado. Los años acabaron con su anterior porte orgulloso.

El estar en un lugar como quel le producía a James una sensanción sumamente desagradable. Se imaginaba a él mismo caminando por aquellos pasillos, vencido por la demencia. Esa sola idea hizo que le recorriese un escalofrío por la espalda.

-Vigilarme...-dijo James sonriéndose-Tú solías vigilarme, Red ¿Acaso no me recuerdas? Buscabas la verdad hasta debajo de las piedras. Querías destapar los secretos de los Bartlevy y me perseguías sin descanso. Pero lo cierto es que eran secretos que ni yo mismo conocía. No te culpo. El mundo necesita más gente como tú y probablemente, menos gente como yo. Y sin embargo, aquí estamos. El implacable periodista recluido en una institución psiquiátrica y el empresario de dudosa moral enfrentándose a su pasado ¿Qué te ha pasado?¿Cómo has acabado en un lugar como este?

En respuesta a las palabras de su viejo contrincante, William de un salto llegó hasta James que, cogiéndolo de su chaqueta con ambas manos, comenzó a susurrar entre nerviosismo y temor más allá de lo comprensible. - ¿Es que no lo entiende? S…sus chanchullos millonarios nada significan con “la isla”… y lo sucedido allí solo fue un fallo…un maldito fallo. “Otro” sitio en tierra firme aguarda por el regreso de “ellas”… lo sé, lo sé… estuve allí. Solo aquí puedo dormir todas las noches… lo de antes carece de sentido Bartlevy… tantos años investigando mierda para nada porque la verdad enloquecerá al lector… - los ojos del reportero caído en desgracia representan una ventana al abismo insondable, el mismo que James presencio momentos antes de entrar a la prisión de Bar Harbor poco después del “cambio” por la oscuridad.

Entonces James supo comprender a su viejo adversario… la verdad del horror…

-Lo vigilan a usted y a “ella” por igual… puedo verlo, puedo sentirlo…huya Bartlevy, huya..- dijo el hombre al derrumbarse junto al sillón y el aparato de televisión, envuelto en sudor frío y ligeros temblores.

James vio reflejado en los ojos de Renford sus propios temores. El caer en la locura, el perder el control sobre sí mismo y ello le horrorizaba.

-Has estado allí...¿verdad?-contestó James, mientras lo agarraba por los brazos en algo que quedaba a medio camino entre un abrazo y un intento por evitar que le siguiese tirando de las solapas de la chaqueta-Lo sabía. No esperaba menos de ti. Si, yo también estuve en Bar Harbour y vi el horror y la amenaza que representa. Pero no puedo huir. Debo enfrentarme a ello. Por ella, por mi hija. Necesito tu ayuda, Red. No te la pido para mí. Te la pido para acabar con todo esto. Con la Orden y con lo que sea que sucede en ese maldito lugar. Porque ellos nunca descansarán. Ayúdame a descubrir como vencerlos. Puedo sacarte de aquí ¿Lo harás?¿Me ayudarás esta vez?

-Esta bien, pues si te parece empiezo por ahí. Miraré entre mis contactos en la policía que me pueden decir sobre Martinson, Vannacut y tu padre. Fichas policiales, relaciones con delincuentes, sectas o cosas parecidas... y tú puedes hacer lo mismo, ¿no? Por lo que he visto en las noticias, tienes contactos con gente influyente...

Harry se quedó en silencio mientras este respondía. En su rostro se le notaba algo preocupado, como si una pregunta le rondase. Cuando James Terminó, Harry la soltó.

-Una pregunta amigo...tú le vas a contar esto a tu hija? O sea, yo a mi mujer se lo contaré. Pero a Jane...es tan joven, y no quiero que se preocupe. Por eso me gustaría saber que vas a hacer tú.

-Tenía-se lamentó James-Debido a la...peculiaridad de Jules, me vi obligado a abandonar la mayor parte de mis actividades. Y esos contactos dependían de mi posición. De todos modos, todas mis influencias no han servido de mucho. Por eso necesito a alguien en quien pueda confiar que sepa hacer las cosas. Alguien que piense como un policía. Y tú amigo mío, eres ese alguien.

James suspiró.

-Le he estado dando vueltas todo este tiempo. Si debía contarle todo a Jules o qué parte necesitaba saber. Obviamente, no puedo reservarme todo porque hay cosas que le han pasado y le pasarán que necesitan una explicación. Así que lo que he decidido es ir contándole todo poco a poco, a medida que sea necesario.

-Esta bien, empezare a mover algunos hilos, a ver si encuentro algo. ¿Te parece que nos reunamos una vez al mes o así, para poner en común lo que encontremos?

Harry se queda pensativo mientras James explica lo que el hará con Jules.

-Se llama Jules... en fin. Creo que si, que habrá un momento que tendré que ir explicándole algo poco a poco. Veré como me lo planteo.

-Sí...Jules-admitió James-Me pareció que es algo que le debía a su madre. Lo cierto es que me parecía...una loca. Pero pese a todo, dejó su vida en aquel horrible lugar y dejó una hija tras de sí. Creo que le había gustado.

Suspiró, rememorando una vez más lo sucedido.

-El mes que viene, sí ¿El 17 aquí a la misma hora?
 

Una loca...la mayoría de gente que conoció en Bar Harbor lo estaba.

-Pues es un detalle sí. Seguro que le habría gustado. Me parece perfecto, el 17 aquí de nuevo.

Harry entró en la que durante media vida fue su comisaria. Una sensación de nostalgia le embargo totalmente. Las olores, los ruidos la gente...todo le traía recuerdos. Café recién hechos aun humeantes, el sonido del teléfono o del teclear, sus camaradas de uniforme... Mientras iba saludando a antiguos compañeros, se acerco a la mesa de Spencer, su compañero durante muchos años. De tanto en tanto venia a saludarle, y a pedirle favores como detective privado, así que no le sorprendió ver a Harry en la comisaria de nuevo.

Luego de estar un par de minutos hablando de como les iba la vida, Harry fue al grano.

-Spencer necesito tu ayuda. Estoy detrás de un caso, y me gustaría conseguir todo lo que hubiera en los archivos sobre tres personas. Relaciones, multas de trafico...cualquier dato que exista. Y aunque suene raro, si existe algún tipo de contacto con alguna...secta.

Dijo pasándole un papel con los tres nombres.

James se despidió de su amigo con un abrazo sincero y se marchó de su casa.

Durante los días que siguieron James se dedicó a seguir indagando con renovados esfuerzos sobre la vida de su padre a partir de las pistas que había podido conseguir y otras que irían apareciendo. Rebuscó en la mansión hasta ponerla de patas arriba. Buscaba diarios, agendas de teléfonos, libros contables, notas, correspondencia, objetos rituales...cualquier cosa que pudiera relacionar con la Orden.

El sudor frio de Renford corría por su rostro de igual manera que un arrollo en pleno deshielo, y sus ojos expresaban la desesperanza de no poder escapar jamás de aquello que lo llevó al encierro.

-¿Sigue sin entender Bartlevy? ¡Fue un error que usted acudiera a mí!- dijo desde su posición débil en el suelo, que requiere de toda su energía para arrastrar su cuerpo de regreso al sillón – Nunca descansan Bartlevy. Y sus vasallos nos vigilan siempre… es por el precio del P…paraíso en la Tier..- agregó el periodista al posar su cuerpo atosigado por los psicofármacos y las eternas horas de insomnio- ¡…Oh…NO! ¡NO!- y sus palabras enmudecen tras el grito ahogado de Renford al casi saltar del sillón sin apartar la mirada del televisor que cambia ligeramente su imagen de lluvia.