La casa Gillespie

Pequeñas luciérnagas ardientes vuelan desde la casa para morir a los pocos metros, las cenizas de una antigua casa cuya reseca madera es la fuente vital para un crepitante fuego que ni la lluvia podrá apagar. En su canción fúnebre las nubes amenazan con cubrir la luna pero las infernales lenguas de fuego se alzan sobre la casa, superando los arboles en altura en su fallido abrazo hacia el astro nocturno.

Es el momento único, no fallido como el anterior en aquella isla de perdedores. Es la noche del nacimiento de Dios.

La vivienda que se consume lentamente se encuentra emplazada cerca del antiguo distrito de negocios de Silent Hill. La espalda de la casa da al bosque circundante y ninguna otra vivienda tuvo el coraje de ser emplazada en sus cercanías. Pese a todo esto las brazas, elevadas por el viento, amenazan con tocarlas cuando el viento comienza a enfilar directamente hacia el corazón del pueblo.

En las afueras de Silent Hill la noche sin luna sirve de telón para la desgracia. Una casona cuyos mejores días han pasado hace tiempo se incendia sin control. En la cercanía y bajo una distancia segura una muchedumbre se reúne a celebrar el espectáculo atroz. Y festejan al unisono.

Eventualmente una mujer de mediana edad abandona la casa en llamas pidiendo auxilio a gritos. Un pedido que nadie asiste mientras la casa arde y arde…

Porque entre el ruido de las llamas y el crepitar de la madera bajo el infernal calor… un aullido de dolor y espanto se alcanza a escuchar desde el interior de la morada...

El caserón es antiguo, tan antiguo que posee un baño externo, uno de esos utilizados en el siglo pasado antes de la llegada del servicio de cloacas. Del lado opuesto a la casa un viejo roble muere poco a poco ante el flagelo ardiente. Del árbol cuelga un columpio, aferrado a uno de las gruesas ramas. No muy lejos del columpio y bajo la cobertura del roble un viejo Chrysler de los años cincuenta descansa desde hace mucho. Las hojas sobre el coche demuestran su abandono.

Entre Harry, James y los demás una pared humana los separa de la vivienda en llamas y del grito de socorro proveniente del interior.

Al menos treinta personas, de todas las edades y géneros, se apiñan en el borde del terreno de la vivienda junto al pórtico de madera. Diez metros hacia el interior del terreno el espectáculo de fuego es presenciado por una solitaria persona parcialmente tendida en el suelo.

- ¡Arde, bruja! - gritan algunos.

- ¡Justicia divina! - festejan otros.

Los más avejentados de la comitiva llevan en sus manos libros de bolsillo y collares religiosos. Las mujeres alzan en alto sus crucifijos, intentando ahuyentar el fuego en dirección opuesta al pueblo. Desde luego toda amenaza, cántico y gesto es inútil ante la inclemencia infernal que se desata en la flamante casa. El pueblo se encuentra sumido en la oscuridad absoluta, solo con la sirena de emergencias aullando en la distancia...

Trevor sentía la presión de la mano de Sophie en su brazo, se sentía como un superheroe salvando a su princesa. Nunca se había visto en tal situación y la sensación de estar protegiendo a alguien o que alguien dependiera de alguna manera de él le era totalmente desconocida algo nuevo para él. Pero no quería enternecerse demasiado, se suponía que era un "tío duro".

-Vaya, por lo menos estamos fuera.- Dijo mirando a su alrededor libre sensación de claustrofobia de aquel cuarto de baño. -Vaya, no están ayudando mucho con el fuego- Dijo refiriéndose a la gente de quien esperaba, al menos, la típica cadena humana con cubos de agua. Miró hacia el pueblo sin dar más importancia al incendio, si nadie se molestaba en ayudar el tampoco lo haría. -Pero, ¿dónde estamos?, creo que deberíamos preguntar a alguien, puede que en ese pueblo encontremos ayuda.- Propuso no sin ciertas dudas.

Todo el grupo fue teleportado de repente a la imagen que salía del espejo. Harry no tenía claro como había sido, solo sintió mucho calor, cerró los ojos y al momento estaban saliendo de unos arbustos delante de la casa en llamas.

El viejo policía estaba muy tentado de irse a buscar una salida. Lo que le pasase a ese pueblo infernal le preocupaba más bien poco. Pero entonces fijo su mirada en esa mujer pidiendo ayuda. La gente aullando y chillando con las biblias en alto como paletos de otra época.

El sentido de Detective se impuso otra vez, no podía irse sin ayudar. Al fin y al cabo él ya salió una vez de allí aprendiendo unos valores que ahora no podía dejar de lado.

Así que soltó la mano de su mujer y le dijo que cuidase de su hija. Miro a James y luego avanzó hacía la muchedumbre.

-¡¿Pero qué está pasando aquí?! ¿No veis que hay gente en peligro? Si no vais a ayudar ¡apartaos!

Y sacó su vieja placa para dar fuerza a sus palabras.

Sophie... Que había decidido aferrarse a Trevor como una sombra, siguió al hombre tan desubicada como era costumbre en ella. Sin embargo al mirar mejor el entorno y la urgencia de la situación convino que lo mejor era tratar de ayudar a las personas que iban a salir ardiendo de no hacer algo pero por otro lado, la pelirroja al mirar mejor la escena le pareció una ejecución, más que un accidente.

- ¡Tenemos que hacer algo! -dijo mirando a su alrededor por si había algo que la joven Stark pudiera utilizar, al ver el coche miro a Trevor¿Tu sabes conducir? Si la gente no se aparta lo mismo podemos apartarlos nosotros- señaló el vehículo

-Ah, que hay gente ahí dentro- Preguntó como si no se hubiera enterado, pues parece que no le caen demasiado bien a sus vecinos.

-¿Que si se conducir?- Preguntó a Sophie como única respuesta y miró al Chrysler con ojos golosos, toda una joya de su época.-Tsk, tsk, tsk- Chasqueó la lengua en gesto negativo -No se si llevará demasiado tiempo parado pero podría funcionar- asintió confiando en el motor y sus capacidades mecánicas.

James cruzó el espejo sin darse cuenta que ya habían oido hablar de aquel suceso a aquel tipo de la gasolinera. El que iban en silla de ruedas. ¿El espejo los había llevado a un momento ya pasado o es que la historia se había vuelto a repetir? James se preguntó si había perdido el juicio por pensar de aquella manera, pero teniendo en cuenta que acababan de cruzar a través de un espejo, todo era posible. Recordó las palabras de aquel tipo:

"Esos locos de antorchas han destruido una tienda de antigüedades y sacado a su dueña a la calle. Luego han prendido fuego su casa con ella y su hija adentro, de no ser por el camionero que me traía todo hubiera acabado en desastre"

Su mirada se cruzó con la de Harry. 

-¡Malditos mentecatos! No podemos entrar a rescatarla ¿verdad? Ya es demasiado tarde. 

Era una pregunta al aire. En realidad, una expresión de sus propios pensamientos, mientras intentaba analizar la situación. ¿Era realmente posible entrar a salvar a quien estuviese dentro?

- Intentaré hacerlo, Padre. -  responde a su James mientras intenta mojar su camiseta con algún charco de la acera, algo que le permita humedecer para poder ingresar y no quemarse en demasía. Jules podía tener miles de defectos, pero uno de ellos no era coartarse cuando la situación estaba surcando un nivel de peligrosidad que ya roza el morbo. 

Es que claramente la escena data a las quema de las brujas, en esa época funesta en donde el pueblo mismo se regocijaba a través de las llamas mientras una vida se consumía sin más y sin pedir una explicación. Tanto es el odio, la ignorancia misma hacia ello, que sin importar cuantas vidas, incluso familias enteras, se han perdido por culpa de una mente cerrada como pico de botella. 

- Mientras Harry los distrae, Sophie y Trevor podrían hacer lo mismo, yo intentaré meterme en la casa. De alguna manera tengo que hacerlo, tengo algo húmeda la ropa, calculo que no será tan lioso aunque las llamas ahora parecen bastante intimidantes... No sé creo que si estamos aquí, es porque debemos sacarla. - termina por decir y tras escurrirse entre los arbustos busca un sitio por donde meterse, no tiene miedo, si una necesidad insana de salvar aquella vida que injustamente será condenada. 

De nuevo, mis palabras fueron completamente ignoradas cuando, uno tras otro, fueron adentrándose en ese maldito espejo ardiente… y dado que me negaba a separarme ni tan solo un segundo de mi madre, ni a dejarla enfrentarse a lo que quiera que hubiese al otro lado, también yo terminé haciéndolo.

Al contrario de lo que había temido, al llegar al otro lado no aparecimos en medio de ningún incendio, aunque no por ello la escena que había ante nosotros era agradable, pues lo que vimos fue a un gran grupo de gente que parecía haber incendiado una enorme casona en cuyo interior habían encerrado a alguien.

¡¿Estáis locos?!-  exclamé sin poder evitarlo al escuchar como empezaban a ver cómo hacer para sacar a la pobre desgraciada a la que se oía gritar pidiendo ayuda en el interior de la casona -Si esa cosa nos ha traído hasta aquí, es que los que viven en este sitio son de esa maldita secta… o algo peor- dije, pues no tras todo lo que había visto, que aquella masa de personas se transformase en una horda de seres de pesadilla no me extrañaría en absoluto… y aunque no lo hiciesen, viendo lo que hacían, debían ser parte de ese grupo de locos -Si nos ven, seguro que nos queman a nosotros también… tenemos que irnos antes de que se den cuenta de que estamos aquí- les dije, aferrando la mano de Sara, dispuesta a arrastrarla lejos de aquella turba si fuese necesario.

Sara llegó al otro lado del espejo de la mano de su hija y su marido, determinada a salvar a aquellas personas. Al cruzar al otro lado y escuchar las preguntas de todos, para ella estaba claro lo que estaba sucediendo...

-Estamos en el pasado, en ese suceso que dices, James -comentó, más para sí misma que para alguien en concreto, aunque todos la pudieron escuchar perfectamente-, hemos vuelto atrás por alguna razón... tenemos que impedirlo. 

Lo tenía claro, si ella había logrado salir de Bar Harbour y además Harry y James habían sacado a las niñas, aquella mujer y su hija también deberían tener la oportunidad de escapar de Silent Hill. 

Cuando su marido le soltó la mano, su primer impulso fue agarrarla con más fuerza, pero enseguida vio la determinación en su rostro y asintió, dejándole ir a controlar a las masas. Al fin y al cabo, él sabía hacer ese tipo de cosas. Se quedó abrazando a Jane, que parecía estar más asustada, sin embargo, no retrocedió como ella pedía, sino que avanzó un par de pasos hacia la casa, envolviéndose más en la manta mojada, observando cada detalle de las ventanas y aberturas de la misma, tratando de localizar dónde estaba la hija de aquella mujer por la dirección del sonido de sus gritos, o alguna sombra en la ventana, o la dirección de la mirada de la mujer que estaba tendida en el césped, ya que las madres siempre miran hacia donde están sus niños... 

La conjetura de Trevor sobre los “espectadores” de la creciente tragedia fueron de lo más acertado durante esa noche cuyo punto de quiebre marcaría un antes y un después en el pueblo.

La casa está más allá de toda salvación sin importar cuantas brigadas de bomberos y autobombas llegasen ahora. Quizás el destino, u otra cosa, concedió este momento a los visitantes. Porque diez minutos más tarde la casa solo será una pila de restos carbonizados.

Harry, sacando a flote todo su empuje policial, avanzó furibundo hacia el populacho religioso; y con autoridad ordenó que se aparten y permitan el paso.

- ¡La ley del hombre no tiene cabida aquí forastero! La voluntad divina pondrá fin a la niña bruja y con ello a sus seguidores. ¡Amen! – replicó un hombre apenas mayor que Harry y James.

El hombre de prominente calvicie y cabello grisáceo agitaba enérgicamente su libro sagrado. Los demás siguieron las palabras del orador, también agitando sus elementos religiosos y elevando las manos al cielo en su efervescente enajenación.

- ¡Amen! ¡Amen! ¡Amen! ¡Amen! – continuaron los demás.

Los pueblerinos se apartaron del sendero, dejando el paso libre a Harry y su grupo. Algunos de ellos aparte de biblias y rosarios también llevaban garrotes, aunque la actitud hacia los recién llegados era de indiferencia momentánea. Las palabras de Jane en esta ocasión carecen de sustento cuando la gente hace todo lo contrario a las funestas suposiciones de la joven Slaughter

Ahora logrando pasar Sophie y Trevor pusieron su atención en el Chrysler Plymouth estacionado junto al gigantesco árbol. Su estado de aparente abandono podría ser solo eso, y quizás en el fondo el automóvil podría ser útil y aguardar alguna que otra sorpresa.

Entretanto Jules encara hacia la casa en llamas, llevada por algún embrujo insondable, por fuerzas que desde el fondo de su interior al empujan por ir hacia adelante sin importar las ardientes caricias de las llamas y la aparente decadencia que muestra la casa moribunda. Simplemente ella se dirige a la puerta principal, pasando junto a la mujer en el suelo, y preparándose para entrar sin meditarlo.

Quizás tenga razón. La entrada principal aparenta ser el sitio más seguro para ingresar, porque las llamas avanzan desde la parte trasera de la casa hacia su frente. Por ejemplo las dos plantas superiores solo arden por afuera, con su interior resistiendo al abrazo ardiente por motivos desconocidos.

Sara, al igual que varios de sus compañeros, se protege con una manta húmeda de la habitación del motel. Con esa protección se acerca al incendio buscando algún atisbo que le permita discernir la ubicación del pedido de socorro proveniente del interior.

Entonces su mirada ágil se cruza con algo en la planta superior…

-Si nos ven, seguro que nos queman a nosotros también… tenemos que irnos antes de que se den cuenta de que estamos aquí- les dije, aferrando la mano de Sara, dispuesta a arrastrarla lejos de aquella turba si fuese necesario.

Primero fue un escalofrió, que pese a la brisa ardiente que llega desde la casa es perceptible hasta en los huesos. Luego el tacto helado como el más gélido de los océanos.

Cuando Jane se dio cuenta alguien estaba tirando también de su mano. Al girar vio a la misma niña demacrada que les recibió en las afueras de la prisión.

• Y te quemaron. Sí que lo hicieron… y a tu madre también. En esa isla… y mi madre estaba allí, sí que estaba…- dijo pausadamente para luego soltar a Jane.
• Y también me quemaron. Dolió, dolió mucho… - añadió alzando los brazos que también se incendian a la par de la casa.

Entonces Jane pestañea aturdida, solo para ver que nadie está allí. Solo ella y su madre.

Cuando Jules pasó junto a ella y los demás se acercaron luego de sortear la muchedumbre pueblerina, la mujer con gran dificultad se puso de pie y alargando los brazos hacia Harry y los demás habló con gran desgarro y dolor.

Ayuda por favor…mi hija mi Alessa se encuentra allí dentro –

La débil voz de la mujer acompaña su calamitoso estado. Ha sido apaleada hasta la inconciencia, que al despertar descubre con gran espanto la antigua casa de su histórica familia en llamas. Luego arriba el horror al escuchar los gritos de dolor de su pequeña, abandonada dentro de la vivienda incendiada.

El ojo avizor de Sara cree ver entre los ventanales de la última planta una figura que se dibuja entre las sombras y los resplandores de las llamas.

Parece ser una niña de cabellos oscuros, con vestido escolar color azul y blanco. Su cabello oculta casi todo su rostro pero de alguna forma su mirada perfora el interior de Sara, alcanzando sus recónditos secretos.

La mirada fue un escalofrió, que pese a la brisa ardiente que llega desde la casa es perceptible hasta en los huesos. Nada tan lejano al contacto del más gélido de los océanos.

Entonces, antes de desaparecer entre las sombras, la niña hace un gesto de silencio al llevar su dedo índice a sus labios.

James y Harry al ver el rostro de la desventurada madre jurarían conocerla de algún sitio. Y casualmente algún recuerdo profundo, perteneciente a la isla de sus pesadillas, les advierte que no es la primera vez que se encuentran con esa mujer.

Los pueblerinos empiezan con su algarabía religiosa, pero de momento parece que la firmeza del detective les mantiene a raya. Jules, valiente como es, avanza directa hacía la casa.

Harry se gira hacía el resto del grupo y susurra.

-Buena idea lo del coche, id a por él, es muy probable que lo necesitemos -luego mira a su mujer e hija. Cuando ve a Sara mirando el edificio, un escalofrío le recorre el cuerpo al recordarla en medio de las llamas en el coche- No se te ocurra acercarte... Hija, cuida a mamá, y cuidado si alguno de esos aldeanos se acerca. Se que podrás detenerlos -le dice con una ligera sonrisa.

Entonces el viejo policía se acerca a socorrer a la madre que está en el suelo, sin perder de vista a la turba.

-No se preocupe señora, haremos lo que podamos.

Harry ya no estaba en su mejor momento para entrar corriendo en un edificio en llamas a sacar a nadie, así que se veía más útil quedándose fuera para retener a los pueblerinos.

Mientras en detective ayuda a la mujer a ponerse en pie, su mirada queda anclada en el rostro de ésta. Sabe que la conoce pero no tiene claro de que... hasta que un flash le viene a la cabeza. Entonces las palabras que acaba de soltar Sara vuelven a su mente.

-Estamos en el pasado, en ese suceso que dices, James, hemos vuelto atrás por alguna razón... tenemos que impedirlo. 

Esto no podía ser el pasado...¡porque esta mujer era Dahlia! Tanto Harry como James la habían conocido en el pasado, ¡y era una niña! Pasado, presente y futuro se entremezclaban en este mundo como la tela de una araña.

El detective mira perplejo a James, intentando ver en su mirada si estaba en lo cierto o no. Luego, con la mujer ya en pie, Harry le pregunta.

-¿Dahlia? ¿Te acuerdas de nosotros?

A pesar de que lo que había esperado era que aquella gente se lanzase a por nosotros en cuanto nos viese, no solo no lo hizo, sino que incluso se apartaron del camino para abrirnos paso… lo cual no hizo que me tranquilizase, sino más bien al contrario, pues en mi mente, no es que nos abriesen camino, sino que nos rodeaban. Inconscientemente, apreté la mano de Sara, aferrándome a ella… cuando, de pronto, me detuve, como si algo tirase de mi otra mano, haciendo que me volviese.

Si alguien se hubiese fijado habría visto que, a pesar del ardiente calor proveniente de la casa, tenía la piel de gallina y que los escalofríos recorrían mi cuerpo, aunque yo misma apenas me fijé en ello, pues toda mi atención se centraba en… nada. Nada, pues eso era lo que había tras de mí, hacia donde me había vuelto a pesar de que nada ni nadie estaba allí.

No… no lo permitiré- balbuceé, respondiendo al aire -¡No dejaré que le hagan eso!- añadí, mirando por un segundo a mi madre antes de volver la vista a lo que quiera que estuviese viendo que no estaba allí. Y de pronto, me aparté, saltando hacia atrás, asustada… y luego confundida, mirando alrededor como buscando algo que ya no estaba, que nunca había estado. Entonces, escuché las palabras de Harry, y, a pesar de estar aún algo confusa, lo que tenía que hacer estaba claro.

¡Mamá!- le grité a esta, agarrándola y tirando de ella para alejarla del fuego, de aquella casa, de aquella isla… y dispuesta a dar una paliza a cualquiera que intentase impedírselo.

No dejaré que le hagan eso- me repetí una y otra vez en mi mente.

Sara observó con atención todas las ventanas, dispuesta a averiguar dónde podría esta la pequeña hija de esa mujer... cuando de pronto se quedó petrificada en el sitio. Sus pies, que avanzaban lentamente sobre el chamuscado césped, se detuvieron sin que ella se percatase. Su mano soltó la de Jane, ella estaba girándose para ver algo, pero Sara ni siquiera lo notó... 

Sus ojos se habían cruzado con algo que no supo describir. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y sus puños se apretaron con fuerza, tratando de mantener la compostura... A pesar del calor de la casa, aquel... ¿contacto? había sido gélido como el hielo y Sara no supo qué hacer... 

¿Sería la tal Alessa? ¿Habría alguien más allí? ¿Por qué le habría pedido silencio antes de desaparecer?

Sin apartar la mirada de la ventana del piso superior, llamó a Jules con voz potente, ya que sus pies aún no respondían bien y Jane tiraba de ella en dirección contraria. Cuando la joven se acercó*, susurró para que sólo Jane y ella pudiesen oírla y su voz no llegase hasta la muchedumbre: 

-Ahí dentro hay alguien... una niña, con un vestido azul y blanco y el pelo sobre su rostro... no sé por qué, pero me ha mirado directamente, con unos ojos tan profundos que llegan al alma... y me ha pedido silencio. Jules, no quiero que entres ahí tú sola... No te separes, que te acompañe alguien... si no hay nadie, iré yo. 

Entonces dudó...

-Aunque... no tengo muy claro que debamos entrar... -terminó, sin apartar la vista ni un momento de la misma ventana por la que aquella pequeña había desaparecido.

Al acercarse al coche confirmó que se trataba de un Plymouth Fury del 50 un coche robusto que no destacaba por su velocidad punta. Esos modelos tenían un problema en la suspensión por lo que, si llevaba demasiado tiempo parado puede que sus amortiguadores no funcionasen correctamente aunque eso no impediría, si el motor arrancaba, que les llevase a su destino.

-Hacía tiempo que no veía uno de estos.- Dijo mientras se le ponían los dientes largos por querer ponerlo en marcha.

Entonces se fijó en Jules y los demás. Sintió pena por aquella pobre mujer y los gritos de la niña le helaron la sangre.

-Joder, no me digas que vamos a tener que entrar ahí- De alguna manera daba por supuesto que tendrían que hacerlo, no soportaba la idea de que una pobre niña muriese de aquella manera tan cruel. Miró a la masa de gente y les habló visiblemente enfadad- ¿Pero que cojones os pasa?, es que nadie piensa ayudar a esa niña. Joder, y el domingo iréis a misa como si nada ¿no?.- Sacudió la cabeza. -Joder, el mundo esta podrido...- Habló a Sophie -Van a entrar, ellos la sacarán- dijo considerando que no necesitarían su ayuda. Mientras tenemos que arrancar esta máquina, quizá tengamos que hacer un viaje rápido al hospital- Propuso pensando en el posible estado de la pequeña. Se acercó al vehículo y se dispuso a abrir la puerta para encenderlo.

Los pasos de Jules se detienen de repente cuando Sara es quien le roba por unos instante la atención, al girar sobre sí misma mientras a su alrededor la escena se muestra demasiado exasperante, intenta inhalar profundo para no perder los estribos y tras escuchar todo lo necesario, coge una de las manos de aquella mujer que se merece mucho más que su respeto, sino un cariño profundo por su bondad y preocupación. 

- Como verás, nadie va a ayudar. Tengo que hacerlo Sara, podré con ello.-  responde desde la sinceridad mientras le dedica una mirada plagada de decepción a Jane. ¿Qué diantres hacía esa chica? ¿Aún no se había enterado de lo que estaba pasando? Es que detener a su madre cuando puede morir de cualquier forma, cuando el destino se tuerce sin que muevas un dedo, no importa nada más que avanzar, evitar si se puede. - Al menos, muéstrale a tu hija que camino debe seguir, yo ya conozco el mío. - termina por susurrar en la cercanía de la mujer y tras dejar un beso en la mejilla de ella, avanza a paso firme por la entrada de la casa. 

Sin importar lo que pueda suceder, esa determinación que siempre ha estado en Jules, más aún luego de que su Padre la haya preparado para ello, le sirve ahora mismo para torcer el destino y evitar una desgracia. Muchas veces la maldad no emerge por mera voluntad, sino al provocar intencionadamente, refulgiendo en un corazón que plagado de carencias, termina expuesto a la aberración de la misma humanidad con sus humillaciones y esa mente putrefacta que todo lo destroza. 

Intentarlo era una opción, ella no había nacido para ser cobarde. 

Miró a la masa de gente y les habló visiblemente enfadad- ¿Pero que cojones os pasa?, es que nadie piensa ayudar a esa niña. Joder, y el domingo iréis a misa como si nada ¿no?.- Sacudió la cabeza.

Cuando los fervientes religiosos habían cedido a los intereses de Harry y a los avances de sus amigos no sin antes dedicar algunas miradas fulminantes a los extranjeros y su afán por ayudar a la familia del pecado.

Y no fue hasta la cuota de Trevor que algunos de los congregantes, aproximadamente la mitad de ellos, avanzo raudamente hacia el vehículo con intención hostil.

- Tú, si tú, extranjero. Nuestras acciones no son alimento de tu juzgamiento. Te conviene dar media vuelta y regresar por dónde has venido. Este no es tu sitio. Vete antes que suceda algo que lamentes. –

La respuesta del aparente líder de la muchedumbre es firme y peligrosa por igual al ocultar su amenaza con mandatos divinos. Él y otros cinco hombres son quienes se han acercado al Plymouth Fury.

La otra mitad de los pueblerinos observa con sorpresa el ingreso de Jules a la casa en llamas, porque luego de intercambiar palabra con Sara acaba por entrar por la puerta principal. Lo hace por su cuenta y sin la ayuda de nadie más…