La prisión Toluca...

Al principio, no tenían nada.
Sus cuerpos les dolían, y sus
corazones sólo contenían odio.
Lucharon incesantemente,
pero la muerte nunca llegó.
Se desesperaron, paralizados
en el atolladero eterno.

Un hombre ofreció una serpiente
al sol y rogó por la salvación.
Una mujer ofreció un junco al
sol y pidió alegría.
Apiadado por la tristeza que
dominaba la tierra, Dios nació
de aquellas dos personas.

La prisión Toluca…

En algún lugar del lago Toluca, Silent Hill...

Despertar...

Al principio llegó la oscuridad, luego la humedad y el frio. El tacto con la losa congelada y la privación de la visión es suficiente para aterrar al más valiente.

El escaso silencio también agrega su condimento a la abstinencia de sensaciones, en donde tan solo el callado sonido de una maquina en la distancia otorga el puntazo de la realidad. Esto no es un sueño, en lo absoluto...

Tal como al inicio de una pesadilla, algo mantiene el cuerpo de cada uno de los presentes, en unión permanente con el suelo. Y aunque es difícil de percibir en la total oscuridad, en primera instancia parece ser un grillete seguido de una cadena cuyo gélido tacto se percibe en el tobillo derecho; pero hay algo más...

Al menos las manos y el otro pie se encuentran libres de movimiento, lo suficiente para descubrir un liquido viscoso y familiar que impregna el suelo y cae desde arriba en ocasionales goteos.

Desde luego que es difícil ,pero no imposible, distinguir el entorno. Tal vez recurriendo al tacto, porque el olfato solo revela hacinamiento y putrefacción más allá de lo evidente...

El desconcierto de ambos -pese a que no se ven pero saben que no están solos en donde sea que estén- los lleva a recordar los últimos sucesos, siendo material de cada uno que con gran esfuerzo apenas alcanzan a superar.

Trevor lo lleva mucho peor. La noche anterior, por decirlo de alguna manera, se encuentra mezclada de recuerdos de un bar de mala fama, una borrachera incipiente y una pelea buscada que solo acaba en una paliza contra un montón de oponentes. Usualmente los recuerdos del día anterior se desvanecen con una taza de amargo café y un poco de agua fría frente al lavado. Hoy no es el caso al despertar sobre una loza fria en medio de la oscuridad.

Sara aun revive los eventos de la llegada al pueblo, seguido de la aparición del gigante de la espada y el accidente automovilístico seguido del fuego. Entonces el calor, el ardor sin fin y la asfixia completan el panorama de pesadilla para luego “despertar” en medio de la oscuridad actual.

La prisión Toluca...

La puerta de hierro se abre sin necesidad de que alguien lo haga, dejando pasar a los visitantes o al menos mostrando el horror de su interior.

Una luz mortecina, proveniente de un par de antorchas, y la fetidez del aire de su interior son los elementos principales que condimentan el cadáver que es la prisión y su decadente interior.

Desde el pórtico es posible ver una estructura sin principio ni final en donde el oxido, la sangre y la mampostería se funden en el corazón del Otro Mundo; un sitio que James y Harry visitaron alguna vez y desde aquel entonces reviven cada noche en sus pesadillas.

El sanguinolento pasillo de rejas esta decorado por cadáveres desollados que cuelgan de las paredes, indicando el castigo impío, propio de un sitio como este.

Más adelante otra escalera, esta vez de dos direcciones, representa la única elección posible. Hacia arriba o para abajo nuevamente.

Tras continuar avanzando, Jules coge el bolso se Steve a su paso mientras intenta no mirar atrás a sabiendas de que este camino jamás tendrá retorno. Ya al salir de aquella siniestra escalera, otro nuevo lugar los cobija en su lúgubre regazo, haciendo alarde entre sombras que sólo generan pavor. 

Sin caminar un poco de más, detiene su andar y le dedica una mirada a su Padre, es quién conoce este lugar, como así también una guía para saber como salir de esto. La sensación que siente Jules agobia sus sentidos, siendo consciente de que estas pruebas solo conlleva una pérdida, una de tantas que se lleva este "mundo". Y por esa razón, pese a no tener miedo, le preocupa los que puedan quedar atrás como Steve. 

- Padre, guíanos... -  sugiere con su katana en la mano, pendiente de todo. 

Trevor despertó con la la lengua áspera y seca además de un ligero malestar en el estómago, la noche anterior se le había ido de las manos igual que tantas otras. Se vio sorprendido por su situación ¿cómo había llegado a ese lugar? y ¿donde cojones estaba?.

Intento incorporarse para liberar su pie atrapado pero no fue posible y comenzó a gatear mientras oía la cadena que le mantenía atrapado, atado al grillete.

- ¡A ver, que cojones pasa aquí!- Gritó a ciegas, comenzaba a ponerse nervioso, muy nervioso. A tientas fue siguiendo la cadena para comprobar a qué estaba atada y se le sería posible desengancharla.- ¡Al menos que alguien encienda la luz! - Lo primero que le vino a la cabeza fue que los imbéciles de la noche anterior le estaban gastando una broma, se arrepentirían de ello.

-Venga joder, ...hatajo de imbéciles,... sois muy graciosos. -  Forcejeaba intentando soltar la cadena.

No sabía si es que tenían ganas de morir, si es que algo en aquel lugar les había lavado el cerebro, o si simplemente estaban locos, pero lo cierto es que, de nuevo, mis palabras volvieron a caer en saco roto, y de nuevo, como si la bienvenida de aquellas cosas aladas no hubiese sido suficiente, siguieron descendiendo a aquel infierno, obligándome a seguirles mientras me preguntaba en que grupo estaría yo y por qué no me largaba por mi cuenta.

Tendríamos que haber subido- mascullé cuando, al llegar al final de la escalera vimos señales de que el cuerpo de Steve había sido arrastrado por algo a través de una puerta tan siniestra como todo aquel lugar… una puerta que, de improviso, y sin que nadie la llegase a tocar, se abrió por su cuenta, como si nos invitase a entrar -Como si no hubiese bastantes motivos para no entrar ahí- murmuré, aunque, muy a mi pesar, no tardamos en cruzar la puerta.

La luz, proveniente de un par de antorchas, nos dejaba ver un lugar de óxido, sangre y descomposición, como si el mismo lugar estuviese pudriéndose, eso sin contar con los incontables cadáveres mutilados de inimaginables formas que había por las paredes, una visión que a punto estuvo de hacerme vomitar.

Tenemos que salir de aquí… - dije, ignorando deliberadamente a mi supuesta hermana mientras señalaba la escalera que había más adelante, concretamente la sección que ascendía, y sin esperar una respuesta, empecé a avanzar por el pasillo hacia allí, sujetando con fuerza el remos y sin dejar de mirar a mi alrededor, poco dispuesta a ser tomada por sorpresa por lo que quiera que intentase acabar con nosotros en aquel infierno.

James no pudo evitar fijarse en los restos que había dejado Steve. Su cuerpo no estaba. Se lo habían llevado. Quien lo hiciese, no tenía interés en sus pertenencias, pero sí en su cuerpo. No sabían si estaría muerto o moribundo, pero en el estado que estuviese, parecía que era útil para alguien. Un escalofrío recorrió su espalda pensando en las posibilidades. Cogió el bolso del muchacho y echó un vistazo al contenido. Luego se lo quedó.

Cruzó la puerta y accedió a aquella galería. Pisos y pisos hacia arriba y hacia abajo de escaleras y pasarelas en las que el óxido, la sangre y la mampostería se mezclaban en un caos terrorífico.

James miró a Harry. Aquello no es que les recordarse a Bar Harbour, es que aquel lugar era idéntico a aquella cárcel ¿Sería posible que estuviesen en ese mismo lugar? Todo era posible.

Se quedó un momento mirando hacia abajo.

Padre, guíanos.

Las palabras de su hija lo hicieron reaccionar.

-Hacia abajo.-dijo con voz tranquila-.

Miró su reloj y apretó entre sus manos el símbolo del metatrón, guardado en su bolsillo.

-Estamos saliendo de aquí-dijo sonriendo en respuesta a los habituales comentarios tóxicos de Jane -Efectivamente, había muchos motivos para no entrar, pero ninguno de ellos impidieron que lo hicieses. Y eso es porque hay un motivo para entrar que es más importante que todos ellos y es que por aquí está la salida. Deja de comportarte como si no lo supieras.

Sin esperar respuestas, James comenzó a caminar hacia la galería.

Sophie bajó las escaleras sin querer mirar, mientras sus sentidos le chillaban peligro por todos lados. Por inercia buscó a Steve, sus ojos terminaron por posarse en el rastro de sangre y ya si que no pudo contenerse.

El chillido simplemente salió de ella mientras se encogía como si quisiera desaparecer, aquello era una locura por completo y sólo sabía que quería salir de ella, la idea del cuerpo de Steve siendo arrastrado por una de esas abominaciones le trajo el recuerdo de al visión de su hermano siendo despedazado... pero ese no podía ser su hermano.

- Dios mío... ¿Que están haciendo con Steve?... Dios mío...-sollozó con el rostro bañado en lágrimas sin saber que decir ni que hacer, tan sólo atinó a seguir a sus compañeros temblorosa, situándose al lado de Jules,  que era la que tenía la katana

La escena final de Steve provoca en todos sensaciones difíciles de controlar, llegando al llanto en el caso de la pelirroja y en otros casos la ira acaba siendo el combustible para aplacar el horror. Todos asumen lo presenciado pero cada uno en su forma única lo digiere como le es posible.

Para alguien experimentado como James el espectáculo dantesco es otra pesadilla de tantas, ocultando algo que posteriormente descubre. El parecido con la prisión Monhegan de la isla Bar Harbor. Si las mansiones Martinson y Bartlevy son idénticas por algún oscuro propósito tal vez la prisión de Toluca y aquella otra en la isla de Nueva Inglaterra también sean iguales.

Posiblemente la arquitectura del mal siempre se ocultó a vista de todos, siendo James principalmente el testigo.

El interior de la prisión contiene un pequeño altar junto a las escaleras, y allí una pintura cuelga de la horrenda pared de oxido y sangre. Debajo de la pintura una placa de metal alberga un texto.

Un hombre ofreció una serpiente
al sol y rogó por la salvación.
Una mujer ofreció un junco al
sol y pidió alegría.
Apiadado por la tristeza que
dominaba la tierra, Dios nació
de aquellas dos personas.
Pero Dios estaba partido, dividido
en la dualidad propia del hombre.
Y bajo dos cuerpos ahora existe,
con la voluntad de ser uno nuevamente.
Y cuando los dos hijos de la Mujer se reúnan,
el Paraíso les abrirá sus puertas.
Entonces el principio dará inicio...

Tanto James como Harry recuerdan la pintura, la misma que colgaba del hospital de Bar Harbor y nuevamente en la Mansión Martinson. Quizás la única diferencia, que ahora es notable, es la pareja que aparece en la pintura. La Mujer es Jules Hawk, madre de las gemelas, y el hombre es alguien que tanto Harry como James recuerdan de su corto viaje en el crucero antes del naufragio.

Si el texto de la pintura es correcto entonces ellos son los participes de todo lo que ocurre ahora, incluso llegando a ser actores de la huida de Bar Harbor por un propósito que ahora es develado.

Y solo un sonido llamativo, proveniente del nivel superior, es el artífice de romper el hechizo que provoca contemplar la pintura. Casi es posible adivinar la voz de un hombre maldecir con gran energía.

Por mucho que Trevor lo intenta no puede librarse de la atadura que sujeta el pie de cada y lo único que descubrió hasta el momento es que un candado une su pie con el resto de la cadena. Eso fue todo hasta que algo comenzó a molestar en el costado inferior derecho.

En su costado, por debajo de las costillas, Trevor siente el tacto de una sutura de al menos el largo de su mano, y algo dentro de el produce un dolor agudo. ¿Como es posible que luego de una noche de borrachera ahora despierte en un sitio a oscuras y con una sutura en el costado de su cuerpo? Y lo que es aun peor ¿Que es la punzada en su interior?

Tal vez un objeto solido podría haber sido olvidado tras la sutura ¿pero eso significa que fue operado? Casi imposible pero no del todo. El típico cuento de terror urbano sintetiza a ladrones de órganos que son tomados fácilmente de victimas. La sutura de mala calidad lo demuestra.

Solo había una forma posible de saberlo y de frenar el dolor. Solo que no será fácil...

Casi al mismo tiempo un sonido metálico comienza a ganar cercanía, como si algo fuese arrastrado en dirección a Trevor desde algún pasillo imaginable en toda esa oscuridad casi palpable. Y tal vez ese pasillo imaginado conduce al portador del sonido hacia él. Quizás en respuesta a sus gritos de ira.

Pese al control que mantiene a rajatabla en su mente, de alguna manera el lugar le juega una mala pasada mientras inspira profundo para simplemente no enloquecer. Es que todo lo aprendido, aquello que con esmero su Padre le ha enseñado para enfrentar lo que estar por venir, sigue haciendo mella en su interior. Las pesadillas, su extraña infancia y todo aquel cúmulo de flashes perturbadores, no ayudan cuando estás dentro de un escenario aterrador. 

Así que tras caminar con la katana y el bolso de Steve en cada mano, se toma un receso para revisar esto último. Al encontrar aquel mapa, chasquea la lengua aún con ese ligero miedo que puede convertirse en un monstruo voraz si le da de comer, así que intenta sobreponerse como sea y centrar su mente en lo que sus ojos descubren. 

- Esto es un mapa. ¿Será de aquí? - pregunta y prosigue. - ¿Quién es Johan Mathews? ¿Era el Padre de Steve? 

Las dudas surgen hambrientas por una respuesta que sacie y le ahuyente todo lo que ahora atormenta en su mente, pero incluso estando ajena al entorno en sí por revisar aquella mochila. Esa pintura no pasa desapercibida ante la imagen que se muestra, es que la belleza de aquella mujer y la mirada de su acompañante le recuerda el verse en el espejo, recordando ese color de ojos, esa expresión que comparte con su progenitor. 

- ¿Quienes son ellos, Padre? -  vuelve a la carga, pero sin dar por hecho. 

¡Pero que cojones!- Trevor se sorprendió al notar un corte perfectamente suturado en su abdomen. - Aaargh, ¡es que estáis locos, joder! - Gritaba mirando hacia arriba como si hablara con algún observador oculto, por un momento pensaba que eso era una broma de cámara oculta pero se había ido de madre. 

-No puede ser, aaah- Estaba tan furioso como asustado, ¿qué le habían hecho?.- Mierda, mierdaaa. - Comenzó a sacudirse y a tirar forzando el grillete hasta donde el corte y los dolores se lo permitían. - ¡Hijos de la gran putaaa!

Las lágrimas de Sophie continuaron mandando de sus ojos sin que ella fuera capaz de detenerlas, cuanto más se adentraban en aquella pesadilla menos le gustaba lo que veía, preguntándose siempre la misma cuestión ¿Por qué ella? A pesar de que parecía haber sido invocada no conseguía saber porqué le habían hecho una cosa así. Lo que parecía cada vez más claro es que las posibilidades de salir de allí se le antojaba cada vez más lejanas y eso la llenaba de angustia, dolor y pena que se traducía en llanto silencioso.

Al ver el cuadro, la pelirroja lo miró por curiosidad pero no podía tener ningún significado para ella, por eso se mantuvo en silencio al lado de la rubia de la katana, tratando de prestar atención a lo que se decía.

- Creo que Steve comentó algo de eso... Sí... El otro nombre no lo sé, pero la casa de mi familia es como ese apellido... Munsterson...

No quieras saberlo…- respondí mentalmente a Sophie, pues no quería ni imaginar lo que debían de estar haciendo con su cuerpo lo que quiera que se lo hubiese llevado, y en lugar de ello seguí avanzando hacia las escaleras… hasta que un pequeño altar junto a ellas me hizo detenerme. O más bien, la extraña pintura que colgaba en la pared, y no por la pintura en si, que no era más extraña que cualquier otra cosa en aquel lugar y más bien resultaba incluso demasiado normal… sino por los rostros de los que en ella aparecían.

El hombre… la mujer… de alguna manera, ambos me resultaban tremendamente familiares, como si tuviese que conocerlos de algún sitio… pero al mismo tiempo, estaba segura de que no los conocía. Era la forma de los ojos de uno, el gesto con los labios en otro, cierto aire que parecía rebasar la propia pintura, algún tipo de…

No son nadie- dije de improviso, negando con la cabeza y con el miedo asomando en mi voz por lo que aquellos rostros me inspiraban, intentando negar en voz alta lo que quiera que mi mente estuviese elucubrando a tal punto que en parte, me alegré cuando un sonido proveniente de arriba, me dio una excusa para cambiar de tema. Aunque claro, el alivio pronto dio lugar al temor, pues nada de lo que encontrásemos en aquel sitio podía ser bueno -¿Qué ha sido eso?- pregunté

James se detuvo a la altura del cuadro y lo examinó con interés. Parecía representar algún tipo de alegoría; una reinterpretación del mito de Adán y Eva donde de primer hombre y primera mujer, éstos se habían convertido en los padres de Dios...¿del Suchilbara?...y bajo dos cuerpos existe...los dos hijos...el paraíso...¿hablaba aquella "profecía" de Jules y Jane?¿O era solo coincidiencia?

Sus dedos recorrieron el lienzo y se fijó en los rostros de las figuras. ¿Jules?

La pregunta de Jules tuvo pronta respuesta.

-Este cuadro ya lo he visto antes. Hace muchos años, allá en Bar Harbour. Apenas lo recordaba y menos aún recordaba que quien estaba representada en él era ella. Jules. Vuestra madre. El otro rostro, me resulta vagamente familiar, pero no acierto a saber a recordar porqué. El plano es sin duda de esta prisión. Steve venía buscando a su padre y sabía que...espera, ¿habéis escuchado eso?

James alzó la cabeza y enfocó su oído bueno, el izquierdo, hacia la fuente del sonido para reconocerla mejor. Hizo un gesto con la mano, como pidiendo silencio y avanzó despacio hasta un punto donde pudiese ver quién era el que se aproximaba.

El mecánico utilizando todas sus fuerzas logra recuperar su tan ansiada libertad, siendo sus palabras el escudo perfecto para el horror que se oculta en la oscuridad. Ni siquiera la resaca de la noche anterior sirve para distraer la mente de Trevor del actual destino aterrador.

De modo que el aguerrido hombre inicia su escapatoria, tanteando las paredes en la oscuridad, en dirección contraria al sonido espeluznante que lo persigue, y solo al llegar a un pasillo parcialmente iluminado por una antorcha descubre donde se encuentra.

Un largo corredor, de oxido y baldosas de piedra, se extiende hasta donde la vista alcanza y la luz de la antorcha lo permite. Muy cerca de su posición actual una escalera metálica asciende en su espiral sin final aparente. La misma también desciende hacia la oscuridad, aunque Trevor prefiere no aventurarse.

Y del otro lado de la escalera un hombre de avanzada edad se asoma hacia el pasillo desde una intersección que el mecánico no había descubierto hasta ese entonces.

Por primera vez Trevor y James cruzan miradas.

Todos se habían puesto a discutir sobre lo que podría significar el cuadro de aquella prisión de pesadilla, y todos parecían tener alguna idea de lo que significaba... todos, excepto Sophie, cuyo demacrado rostro sólo reflejaba terror y cansancio. 

[...] El plano es sin duda de esta prisión. Steve venía buscando a su padre y sabía que...espera, ¿habéis escuchado eso?

La pelirroja que había tratado de prestar atención a las palabras de James, se puso inmediatamente en guardia... poniéndose tras las hermanas, tratando de prepararse para ver la aparición de un nuevo monstruo del inframundo. Con los ojos desencajados y el grito a punto de salir de sus agrietados labios se quedó mirando atónita a la nueva aparición.

- ¿Qué es?- dijo una aterrada muchacha de unos veintisiete años, de melena cobriza y larga, tez pálida y ojos esmeralda, cuyo delgado cuerpo no hacía más que temblar. 

El primero de los desconocidos que Trevord se encuentra de frente es un hombre de unos sesenta años; sobre 1m80 de estatura y que pese a su edad, se encuentra en buena forma. Su rostro se encuentra enmarcado por una calva incipiente y una cara alargada y de mandíbula ancha. Sus ojos claros están rodeados por unas ojeras prominentes, ligeramente violáceas que evidencian que no duerme bien por las noches. 

Viste con una camisa que algún día fue blanca, remangada hasta los codos. Destaca sobre ella una mancha rojiza, ya casi marrón a la altura del adbómen y numerosas salpicaduras periféricas. Unos tirantes grises sujetan su pantalón gris oscuro. 

Tiene las dos manos juntas rodeando un objeto que emite luz. Al principio piensas que es una simple linterna, pero luego observas que además, tiene una pistola. La linterna descansa sobre el cañón de la pistola de forma que en todo momento está apuntando hacia el lugar donde alumbra la linterna, que por un momento, eres tú. 

Al ver que se trata de una persona, James sube la pistola y abre la palma ligeramente en señal de paz, mientras entorna la linterna para no deslumbrarte.

Parece desconcertado que está buscando las palabras para hablar. 

-¿Q...quién eres tú y qué haces aquí?-pregunta-.

Trevor mira al viejo con clara sorpresa. Por un momento pensó que podría ser uno de sus secuestradores pero al oír la pregunta dedujo que no estaba solo.

-¡Joder!, pues vine por el buen ambiente ¡no te jode!. ¿Que demonios es este sitio?- Trevor era un hombre de mediana edad, vestía una gastada camisa de cuadros y un pantalón vaquero, calzaba unas botas bajas estilo cowboy. Tenía el pelo ligeramente húmedo peinado hacia atrás y en su rostro destacaba un bigote y un gesto adusto.

-Aquí a alguien se le ha ido una broma de las manos, o estamos en una mierda de esas de tráfico de órganos- Dejó ver, sin pudor alguno, la cicatriz que tenía en su abdomen y abotonó un par de botones de su camisa. -Veo que usted también tiene un agujero- Señaló la mancha de James, esto le confirmó que había más víctimas de aquel secuestro por lo que relajó un poco sus formas. Miró alrededor - ¿Está usted solo?

¿Qué pasa?- dije al escuchar a James preguntar a alguien y a una voz humana responder desde la esquina, pero teniendo en cuenta el encuentro que habíamos tenido antes con la maldita niña aquella, no pensaba confiarme, por lo que me asomé lista para partir el remo en la cabeza de quien fuese -¿Y tú quién coño eres?- pregunté al ver a aquel hombre, amenazándole con el remo.

Tal vez mi apariencia fuese la de una adolescente no muy alta, aunque atlética, pero mi aspecto, con el pelo corto manchado de barro, los vaqueros y la camiseta que vestía adornados no solo con barro, sino con numerosos arañazos con sangre, algunas partes medio quemadas y con una expresión en mi rostro que mezclaba el miedo, la furia y la necesidad de golpear a alguien, no dejaba dudas de que mi amenaza iba en serio.