Capítulo Cuatro: ¿Qué hay dentro?_^...

^{_{Al principio, no tenían nada.
Sus cuerpos les dolían, y sus
corazones sólo contenían odio.
Lucharon incesantemente,
pero la muerte nunca llegó.
Se desesperaron, paralizados
en el atolladero eterno.}}

Un hombre ofreció una serpiente
al sol y rogó por la salvación.
Una mujer ofreció un junco al
sol y pidió alegría.
Apiadado por la tristeza que
dominaba la tierra, Dios nació
de aquellas dos personas.

Una isla, un pueblo primitivo y el Mal encarnado. Un barco, sus pasajeros y un naufragio. La niebla, la Decimotercera hora y el infierno naciente...

Como una cebolla con infinitas capas, debajo de la superficie yace el primer circulo de Dante, el germen de las pesadillas que cobran vida en Bar Harbor. Siempre a través del Mundo de Niebla hasta el recóndito centro del cual nadie jamas ha vuelto.

Quizás nada fue librado al azar porque el destino de todos atendió como un imán al metal o la polilla a la luz. Lo que realmente sucedió se perdió en las brumas de la memoria, como un suicida perdiendo su sangre gota a gota. Ese es el regalo del Segundo Mundo. La decadencia del recuerdo como un cadáver descompuesto...

^{_{Tú pagarás por tus crímenes...}}

^{_{Croatoan, Croatoan, Croatoan...}}

La prisión Monhegan…

En algún lugar de Bar Harbor - 7 de Diciembre de 1945

Despertar...

Al principio llegó la oscuridad, luego la humedad y el frio. El tacto con la losa congelada y la privación de la visión es suficiente para aterrar al más valiente.

El escaso silencio también agrega su condimento a la abstinencia de sensaciones, en donde tan solo el callado sonido de una maquina en la distancia otorga el puntazo de la realidad. Esto no es un sueño, en lo absoluto...

Tal como al inicio de la pesadilla, allá en Mount Desert Hospital de Bar Harbor, solo una bata ligera o algo más elaborado de dos piezas es lo que cubre el cuerpo de los presentes. Pero hay algo más...

Una especie de atadura o grillete, es difícil de percibir en la total oscuridad, aferra uno de los tobillos de cada Pecador. Al menos las manos y el otro pie se encuentran libres de movimiento, lo suficiente para descubrir un liquido viscoso y familiar que impregna el suelo y cae desde arriba en ocasionales goteos.

Desde luego que es difícil ,pero no imposible, distinguir el entorno. Tal vez recurriendo al tacto, porque el olfato solo revela hacinamiento y putrefacción más allá de lo evidente...

Viviendo bajo la sombra del mismo infierno, en donde nada recuerdo y siento como si todo lo logrado durante tantos años, se ha perdido de una forma tan cruel como fatídica. 

Y allí estoy, con una fina tela que recubre apenas mi cuerpo sintiendo el frío del lugar arrasando por mi piel. También noto los grilletes en mis muñecas y en las piernas, anunciando una captura donde mi voluntad fue sometida hasta el sosiego. Quebrantando mis ideales, devolviéndome al pozo del cual pertenezco, donde jamás tenía que haber escapado. 

De momento intento mover, reconocer el lugar pese a la oscuridad reinante mientras mi mente analiza la situación. Pienso en mi hermana y en Jan, de una forma borrosa y extraña, porque no logro unir las piezas de un puzzle arruinado por el shock emocional que debo estar transitando. 

-¿Julie? - pregunto entre susurros, arraigada a la esperanza de que mi hermana allí esté conmigo. 

Harry se desvela a oscuras, con un gruñidito que apenas supera el ruido de fondo de la maquinaria.

¿Y ahora...?

Se mueve un poco y el grillete suena algo. Atado....mmf... Me deben haber capturado los nazis. Maldita traidora amante de arios. ¿Porqué me fiaría de ella? Se incorpora y toquetea la atadura, tratando de discernir de qué se trata. Entonces, oye a Jules llamar a Julie.

Así que estás aquí... Pensó frunciendo el ceño. ¿Como prisionera quizá? Bien... Te lo mereces, maldita.

Harry, conteniendo su rabia, se puso en pie tan sigilosamente como pudo y palpó las paredes, tratando de ubicar con el sonido a quien más pudiera haber en la sala.

Estoy completamente rodeado de enemigos... Aquí no me puedo fiar de nadie... he de escapar, y regresar a Bar Harbor... Vamos a ver qué pasa en primer lugar... no quiero hacer más ruido de la cuenta y alertar a los demás...

Las olas me atacaban en sueños. El fuerte vaivén del agua golpeando mi cuerpo. Intento en vano luchas y encontrar a mi hermana . Pero todo es en vano. Y al final me sumo en las tinieblas. 

Abro los ojos.

Estaba bastante oscuro. Hacia frio y humedad en el ambiente. No sabia donde me encontraba. Pero al menos estaba viva. A no ser que en el infierno pusieran grilletes y hubiera muerto.

Todo estaba bastante silencioso. Salvo por una maquina en la distancia. La cual no era capaz de identificar.

Mire como llevaba una bata ligera tapando mi cuerpo. Lo cual me traía malos recuerdos.

Intento mover mis manos buscando la manera de liberarme. Ya sea encontrado algo que me permita abrir los grilletes o lo que sea.

Cuando escucho la voz de mi hermana intento encontrarla.

Jules. Estoy aquí. ¿Estas bien?

Dos mujeres se llaman entre sí pero sus voces se encuentran muy distantes una de otra, y en medio - solo que él lo sabe por escucharlas - el teniente continuó palpando la pared y mascullando pensamientos desagradables. Ni siquiera el haber recordado lo sucedido en el barco le acarreaba algo de claridad.

Pero algo en común unía a los cuatro participes de aquella ciega locura. Todos habían llegado a este punto de manera abrupta y violenta. Ahora luego de la vivencia pasada del crucero debían encontrar un destino en la oscuridad, por muy amargo que fuese.

Por mucho que lo intentaran no podían librarse de la atadura que sujetaba el pie de cada uno y lo único que habían descubierto era que existía un candado. Eso era todo hasta que algo comenzó a molestar en el costado inferior derecho de cada uno. Donde se encuentra la sutura a medio camino de sanar, algo dentro de ellos les producía dolor agudo. Tal vez un objeto solido podría haber sido olvidado tras la operación inicial ¿pero en los cuatro? Casi imposible.

Solo había una forma posible de saberlo y de frenar el dolor. Y no seria fácil...

Casi al mismo tiempo un sonido metálico comenzó a ganar cercanía, casi como si aquello que lo produjera avanzara por algún pasillo imaginable hacia todos los presentes.

Parecía que Yules estaba lejos de mi. Teníamos que liberarnos y salir de aquí. No me importaba como habíamos llegado aquí. Lo que me importaba era como salir de aquí.

Las cadenas estaban bien ancladas y por mucho que lo intentaba no era capaz de soltarme.

Por no mencionar una sutura a medio curar en el abdomen.

¿Me habrían curado alguna herida? No sabia que pensar. Si me habían curado no era lógico dejarme encadenada.

Cuando me moví la zona de la herida me dolía de sobremanera. Parecía como si tuviera algo dentro. Y entonces un pensamiento punzante como un cuchillo se formo en mi mente.

Creo que ya se donde esta la llave.

Escuche un ruido metálico. Alguien se acercaba y tenia que soltarme. Tenia dos opciones abrir la heridad y probar suerte. O Esperar y probar suerte.

En cualquier caso probaba suerte. Pero esperar atada no me gustaba para nada.

Había sufrido dolores mas agudos de el que iba a experimentar ahora. Pero aun así no era fácil hacer lo que iba a hacer. Hice cinco respiraciones fuertes y seguidas para concentrarme y empezar a tirar de la sutura.

Tenia que soltarme y llegar a mi hermana. Si ella tenia la misma sutura.

Sus hijos...

El dolor agudo en uno de mis costados no cesaba, se sentía como una herida recientemente suturada y por más que haya pasado por esto muchas veces, nunca me terminaba de acostumbrar. 

Por suerte la voz de mi hermana me tranquilizó apenas, ya que el ruido a metal comenzaba a inquietarme y con ello, las ganas de soltarme incrementaron. Había algo en mi cuerpo que sobraba y al parecer estaba atada bajo llave, lo que me hizo pensar que tal vez de una forma muy macabra lo habían escondido en ese lugar. 

Así que sin pensarlo demasiado, introduje mi mano dentro de la herida explorando. Lo que allí dentro estuviera, ahora mismo lo sacaría. El dolor era terrible pero mucho peor es estar atada, indefensa y esperando la muerte.

– Salir de un coma profundo provoca amnesia y comportamientos paranoides. Por ejemplo sus heridas fueron provocadas por ustedes mismos dos noches atrás, actuaban como sonámbulos o poseídos por el demonio –

Tan solo dos noches atrás el doctor Vannacutt se excusaba para salvar su vida de la ira de los recién despertados en el pabellón de cuidados intensivos. El mismo hombre que estuvo siempre implicado en el destino de los presentes, incluso en el naufragio junto a un desconocido. ¿Y si la herida con la consecuente sutura solo fue un experimento de su retorcida mente?

Como fuese el caso, en realidad algo extraño había en el interior de las heridas de todos y solo era cuestión de voluntad (ademas de un estomago fuerte). Las dos primeras en darse cuenta de aquello fueron Jules y Julie, que no perdieron un segundo en quitarse las costuras.

Aquello que se acercaba era suficiente para actuar con premura pero algo mas volvería a sorprenderlas. Apenas sentían dolor, y ni hablar de otro tipo de sensaciones. Era como si estuviesen anestesiadas.

Tras el esfuerzo inicial la recompensa llega al instante. Un pequeño objeto metálico que al tacto supone una llave.

A continuación las gemelas podrían liberarse y vagar en la oscuridad, porque sin un plan definido todo sería posible. Incluso el peor de los desenlaces...

Evelyn no supo si tenia los ojos abiertos o cerrados, su cuerpo estaba arrojado en el suelo, frio. De nuevo sentia el metal morderle, atraparla, encadenarla a la mas profunda oscuridad, por mucho que quisera arañarla. Su mente daba vueltas, sin poder comprender nada, realmente habia llegado a la conclusion de que todo lo que decia el doctor era cierto, todo cuanto le rodeaba estaba en su mente, no habia escapatoria. El rostro de su hija rondaba cada segundo entre sus recuerdos, el desprecio de George, el odio. Todo habia tomado una brutal forma, retorcida e insana que estaba devorandola por dentro. Solo queria que todo aquello acabara, estaba perdiendo toda su cordura, toda mascara de seguridad, toda belleza. Estaba podrida por dentro desde el momento en el que la vejez se habia convertido en un lastre para su felicidad. El ego y el reflejo en el espejo habian enmascarado en que se habia convertido.

Su sollozo fue audible en aquella celda, o aquellas tinieblas. Oia los jadeos, la voz de las gemelas. Los tirones de las cadenas que les rodeaban pero no pudo hacer mas que llorar. Notaba el punzante dolor, mientras que el resto del cuerpo estaba drogado. Se apretó suavemente la herida del costado. El dolor era punzante al hacerlo, no en si la herida, sino algo hurgando en su interior... Pero ella ya lo habia intentado.
El banquete, aquella sensacion de tentaculos removiendose. No iba a caer otra vez, no iba a ver sombras donde no las habia, los medicos solo trataban de ayudarla y ella no podia hacer las cosas mas dificiles, no debia. Si tenia alguna esperanza de recuperarse.
- Por favor... saquenme de aqui... quiero mejorar... - su voz finalmente se alzó en la oscuridad, entre sollozos. Estaba quebrada y rota, como ella misma.

Harry gruñó de dolor un poco al levantarse. De nuevo, la herida estaba ahí, como una molestia imposible de ignorar.

Maldición...

Escuchó gruñidos y quejas de las mujeres, entonces suspiros de alivio.

Ya veo...

Comenzó a palparse la herida. Algo habia bajo ella. No tenía con qué desinfercar sus dedos, pero por si acaso estuvieran más sucios que su boca, se los chupó antes de introducirlos en la herida.

Gnh... Masculló mientras sentía sus dedos hurgar, y entonces lo palpó. Un aro. Con cuidado, extrajo la llave, conteniendo el aliento, y entonces soltó el mismo suspiro que los demás.

Inmediatamente se puso en marcha para desatarse, ignorando el reguero de sangre que había corriendo desde su costado al haber reabierto la herida.

Capítulo Cuatro: ¿Qué hay dentro?...

Al principio, no tenían nada.
Sus cuerpos les dolían, y sus
corazones sólo contenían odio.
Lucharon incesantemente,
pero la muerte nunca llegó.
Se desesperaron, paralizados
en el atolladero eterno.

Un hombre ofreció una serpiente
al sol y rogó por la salvación.
Una mujer ofreció un junco al
sol y pidió alegría.
Apiadado por la tristeza que
dominaba la tierra, Dios nació
de aquellas dos personas.

Una isla, un pueblo primitivo y el Mal encarnado. Un barco, sus pasajeros y un naufragio. La niebla, la Decimotercera hora y el infierno naciente...

Como una cebolla con infinitas capas, debajo de la superficie yace el primer circulo de Dante, el germen de las pesadillas que cobran vida en Bar Harbor. Siempre a través del Mundo de Niebla hasta el recóndito centro del cual nadie jamas ha vuelto.

Quizás nada fue librado al azar porque el destino de todos atendió como un imán al metal o la polilla a la luz. Lo que realmente sucedió se perdió en las brumas de la memoria, como un suicida perdiendo su sangre gota a gota. Ese es el regalo del Segundo Mundo. La decadencia del recuerdo como un cadáver descompuesto...

^{_{Tú pagarás por tus crímenes...}}

^{_{Croatoan, Croatoan, Croatoan...}}

La prisión Monhegan…

En algún lugar de Bar Harbor - 7 de Diciembre de 1945

Era un edificio extraño, incluso para una prisión de comienzos del siglo XX. Su ubicación así como su arquitectura representaba la obra de un loco por su ingeniería imposible. Como un gajo colgando al abismo...

La prisión es un edificio esculpido en piedra de aproximadamente doscientos metros de altura, por su amplitud fue construida de cara al abismo que delimita con el océano. Más abajo la rompiente castiga sin piedad la base de sus ángulos imposibles...

Rodeando la prisión un sinfín de lapidas sin nombre protege el acceso al negar un camino recto hacia la misma, y varios arboles muertos - en su mayoría de espinos - lamen el suelo mohoso con sus filosas ramas grises.

Allí el viento es real, tan fuerte como para arrastrar una persona ingenua que se acercase al borde. Los vientos ascendentes aúllan al pasar entre las rocas y los arboles menean sus garras como si invitaran a los incautos visitantes.

El edificio no tiene entrada, tan solo pequeñas aberturas como ventanas que recuerdan a las saeteras de un castillo medieval. Las mismas se encuentran a partir del tercer piso desde allí y también las hay por debajo del acantilado, a varios metros sobre el precipicio.

Tal vez sea el viento o la imaginación de los visitantes, pero el sonido es inconfundible. Desde el interior de la prisión se oyen gritos de tortura y otras cosas impensadas.

Había llegado el momento de actuar, de decidir como ingresar y mil cosas mas pero la isla no dejaría que los pecadores logren sus objetivos porque la oscuridad nuevamente vuelve por ellos...

La poca luz que aun perduraba pronto se extinguió en un fugaz anochecer antinatural, todo aquello acompañado por el fuerte chillar de una sirena, la misma que recuerdan del hospital...

Al irse la sirena todo lo que permanece es la oscuridad, tan estrecha como el peor de los mantos.

El camino hacia la carcel hizo a James pensar lo ridículo que era todo aquello. ¿Qué hacía él allí? Un hombre al que antaño hasta un paseo por el campo le habría parecido incómodo, abriéndose paso por aquel terreno inhóspito. Un hombre que nunca en su vida había enarbolado un arma y que no se metía en una pelea desde los 9 años, enfrentándose a criaturas terribles salidas de sus pesadillas más terribles. La necesidad hacía que un hombre se viese obligado a hacer cosas que no había hecho nunca.

Finalmente llegaron a aquel lugar de aspecto inhóspito. Como todo allí. Su colosal construcción se erguía en la penumbra desafiante. No había ninguna entrada practicable para una persona. ¿Un edificio sin puertas? Ridículo...a no ser que estuviese proyectada para seres voladores. Como si se tratase de un gigantesco palomar para aquellas terribles criaturas aladas que ya había tenido oportunidad de conocer. No era muy halagüeño. Nada era alagüeño en aquel lugar. Tampoco los ruidos que llegaban del interior. Tan solo la sirena; un sonido que les era familiar y que recomendaba buscar refugio. Y la sensatez le decía que un lugar donde una sirena advirtiese de la llegada de aquella funesta hora, merecía ser tenido en cuenta a la hora de buscar refugio.

Consultó la hora en su reloj de bolsillo.

Luego la sirena se apagó y el grito de aquellas almas torturadas se hizo notar de nuevo. Y James sintió que algo acechaba.

-Será mejor correr. Algo no va bien. Debemos buscar una entrada cuanto antes.

El hombre echó a correr en dirección al edificio sin saber de qué escabapa pero con la convicción de que si no lo hacía, algo lo atraparía.