Partida Rol por web

De camino a la fabrica, nuestros héroes pasaron cerca de capilla del pueblo. Desde adentro se escuchaban gritos. Reconocieron la voz. Era el párroco del pueblo. Algo muy malo estaba pasando ahí dentro. La capilla tenia una puerta trasera que daba al campo donde se encontraban.

¿Qué es eso? dijo Sophia. Miró a Robert, preguntándose si se le ocurría alguna idea. Vamos a mirar qué pasa dijo mientras se acercaba a la puerta. Intentó oír algo más a través de la puerta, y luego la abrió. Preparó uno de los lanzallamas y uno de los cartuchos de dinamita.

Alertados por los gritos, los héroes decidieron entrar. Durante el día, la capilla era un bello lugar de reunión para la pequeña comunidad de Hillminster. Los cánticos del coro amenizaban las celebraciones y la cálida luz que se colaba por los vitrales, le daba a los santos un aspecto de cálidos protectores, que parecían custodiar a los fieles y protegerlos de todo mal. Pero durante la noche, las cosas eran diferentes. La luna penetraba los vitrales con una mortecina luz azulada, haciendo que los santos se vieran más como fantasmas buscando mortales a los que espantar. Las lenguas de fuego, de las pocas velas que el sacerdote dejaba encendidas por la noche, danzaban lentamente, proyectando sombras que se movían por toda la estancia, haciendo difícil distinguir entre una amenaza real, y una ilusión creada por el juego despreocupado de las llamas, que parecían burlarse de la paranoia que inundaba sus mentes. Sólo el eco ominoso de sus pasos, sobre el frío mármol, rompía el profundo silencio, que no hacía más recordarles la quietud de la muerte.

De pronto lo vieron. El párroco yacía al pie de una de las hileras de bancos. Una mueca de dolor había congelado su rostro y el beso de la muerte había disipado cualquier posibilidad de borrarla. Uno de los monstruos le devoraba las entrañas.

¡Eh! ¿Quieres uno de estos? gritó Sophia a la criatura. Le enseñó uno de los cartuchos de dinamita, intentando llevarla fuera para no ocasionar daños dentro de la iglesia. Cuando la criatura salga, tira el cartucho y lo enciende con el lanzallamas.

Robert viendo que Sophia tomaba la iniciativa con el cartucho de dinamita el preparo la “opción B”,  el lanzallamas. Si el monstruo no atendía a las insinuaciones del cartucho de dinamita el utilizaría el fuego purificador del lanzallamas improvisado. 

No fue difícil convencer al monstruo de perseguir el cartucho como un perro persigue un hueso. Una vez fuera de la iglesia tuvieron libertad para darle al asunto el acostumbrado final explosivo. Que suerte, dirian los buenos cristianos del pueblo, no fue necesario sacrificar la iglesia.

El resto del viaje hasta la fabrica transcurrió sin problemas. Finalmente la fachada de Julian Hills se erguía ante ellos.

Las instalaciones funcionaban las 24 horas del día. El turno nocturno era el más tranquilo. Tenues lámparas iluminaban las desgastadas paredes y el piso polvoriento. El constante ruido de las máquinas oxidadas interrumpía, de un modo artificial y estridente, el silencio de la noche. Aquí y allá algún operario se dedicaba a su rutinaria tarea, con la mirada perdida, probáblemente distrayendo su mente con algún sueño imposible, para escapar del metálico abrazo de las máquinas, que parecían querer fusionarse con ellos y convertirlos en una pieza más de su intrincado engranaje. Un guardia de seguridad recorría las instalaciones regularmente para asegurarse de nadie ajeno al personal se deslizara por las instalaciones.

Antes de entrar en las instalaciones, Sophia susurró: Esta gente lleva trabajando horas aquí dentro y no se ha enterado de lo que está pasando ahí afuera. Supongo que han tenido suerte. Vayamos sigilosamente: si nos descubren podemos intentar explicar qué está ocurriendo, pero temo que nos tomen por locos...

El agente asintió, la idea de la veterinaria era muy buena. En caso de ser necesario el podría identificarse como agente de la ley.

Afortunadamente, la fábrica era grande y el personal del turno noche era escaso. Había suficiente espacio para trabajar con tranquilidad. Así fue como nuestros héroes lograron encontrar un deposito apartado y lo suficientemente bien aprovisionado para que pudieran cumplir su misión. Cerca del depósito, hallaron también un camión de carga, que lograron llenar hasta el tope.

De camino a las cuevas, decidieron pasar con el camión por la calle principal del pueblo. La visión que tuvieron allí fue dantesca. El pueblo era un caos, la gente corría por las calles y caminos mientras los monstruos los perseguían y devoraban a plena vista.

Sophia empieza a gritar para llamar la atención de los monstruos, mientras tira la dinamita que le quede, con la intención de usar el lanzallamas en todos los que piquen. También busca con la mirada a alguno particularmente grande, para asegurarse de que no esté ahí.

Robert se concentro en conducir el camión, tratando de atropellar a alguno de los monstruitos pero sin poner en peligro el camión. Lo importante era matar a lider, sus secuaces podían esperar. 

Sophia contó 5 criaturas, pero el líder no estaba entre ellas. Su señuelo, sinembargo, fue muy efectivo. Los monstruos dejaron en paz a la gente y comenzaron a perseguir el camión.

Ya fuera del pueblo, en campo abierto, Sophia arrojó la dinamita. Los monstruos se olvidaron del camión y comenzaron a pelearse entre ellos por fumarla, ignorantes de su destino. La explosión puso fin a todos ellos, iluminando el campo nocturno y bañándolo con una lluvia de sangre verde.

El viaje continuó sin problemas hasta las cavernas. El rastro que había dejado big smokey era fácil de seguir. Cuando entraron a la caverna donde, evidentemente, se había ocultado el monstruo, la encontraron llena de cadáveres adheridos a las paredes por medio de una especie de baba que se había solidificado, creando capullos alrededor de las desafortunadas víctimas. Acaso Lilly había sufrido el mismo destino? O aún se encontraba con vida?

Robert miro los cadáveres buscando a Lilly, pero tanta mutilación y sangre le hicieron cerrar en varias ocasiones los ojos. Era agente de policía en un pequeño pueblo, la mayor cantidad de sangre que había visto era el matadero y nunca había visto un asesinato. Tal cantidad de muerte lo estaba superando.

Creo que Lilly no está aquí. 

Nuestros héroes continuaban recorriendo la caverna en busca de la chica. A lo lejos escuchaban un sonido de crujir de huesos y algún que otro aullido de muerte. El monstruo se estaba alimentando cerca de su posición. Encontrarían a Lily antes que la criatura los encuentre a ellos? O tendrían que enfrentarse a él y olvidarse de la chica, al menos, por el momento?

Avanzaba con cuidado, no quería que el ser detectara su presencia antes de tiempo. Mientras tanto seguía buscando a la chica.  

Luego de estar buscando un rato más, de pronto, al girar por una curva en uno de los túneles, la vieron. Lily los reconoció en seguida.

-Sophia! Robert! Gracias a dios que están aquí!

Su mirada transmitía pura desesperación.

-Por favor -continuó la chica- ayúdenme a salir de aquí. No puedo romper este capullo yo sola. Rápido, antes de que él vuelva.

El sonido de huesos crujiendo se había detenido. Ahora se escuchaban pasos.

-Rápido! Ya viene!