Partida Rol por web

Te levantas bruscamente. El sudor corre por tu frente mientras recuerdas lo ocurrido con un escalofrío. Tus nervios aún transmiten el dolor de tus heridas e inconscientemente miras hacia ellas para comprobar que de alguna forma han sanado. Suspiras con alivio al ver que estás ilesa, a pesar de recordar vivamente cómo el enorme ciempiés acabó con tu vida.

Inspiras un par de veces con fuerza para tratar de recuperar la calma y, cuando lo consigues, miras a tu alrededor. La hoguera arde en el centro del campamento, iluminando los sacos de tus compañeros allí donde la tenue luz del amanecer no llega a romper la oscuridad de la noche.

Aún temblando, te levantas y caminas hacia el borde del campamento para mirar las ruinas que os rodean y la fábrica magientífica hacia la que os dirigís. Un escalofrío recorre tu espalda al ver el lugar encantado, infestado por monstruos creados por los restos dejados atrás por los reizhitas magientíficos que habitaron ese lugar. Por lo que os han dicho, muchas expediciones han intentado explorar el lugar, aunque ninguna ha regresado. Y no te extraña. Durante años te has entrenado para la batalla, pero no te has preparado para luchar contra plantas e insectos miles de veces más grandes del tamaño que deberían tener.

Maldices tu debilidad, más por dejarte llevar por tus lúgubres pensamientos que por el escalofrío que recorre tu espalda, y vuelves a tu catre. Al darte la vuelta ves cómo Marc, uno de los guardias de Kavan, alertado por el movimiento se ha acercado a ti. Te saluda inclinando la cabeza antes de darse la vuelta. Le miras un momento, reprimiendo por algún motivo la tentación de desenvainar tu espada, y vuelves junto al fuego.

El resto de tus compañeros parece acabar de levantarse. Ean está pálido, con el gesto contraído aunque no sabrías decir si por el dolor de su pierna o sencillamente por aprehensión. Urvan realiza rápidamente la señal del Uno y dedica una oración a su dios antes de levantar la mirada hacia el resto. Yldiane, tu amiga de la infancia, mira a su alrededor como si echase algo en falta. Mòr, por su parte, parece completamente desorientado. El único que tiene una actitud tranquila parece ser Liam, que abre su mochila en busca de unos papeles.

Pero, salvo Ean, todos parecen haberse vuelto locos de alguna forma. ¿Acaso no recuerdan los horrores que acabáis de pasar? ¡Esos monstruos han estado a punto de acabar con vuestra vida! ... ¿O no?

Despiertas con la sensación de haber tenido un mal sueño. Sin embargo, sabes por tus estudios que las pesadillas son solamente señales aleatorias a las que tu cerebro trata de dar coherencia y despiertan una sensación primaria en tu amígdala.

Retiras la manta con la que te estabas tapando y te sientas. Ya está amaneciendo, así que pronto podrás volver a leer los papeles que encontrasteis en la factoría. El lugar había resultado ser bastante decepcionante, para todo lo que os habían dicho en la aldea que ibais encontrar allí. Sí, estaba completamente desierto, e incluso podrías decir que tenía algo de tenebroso, con todos esos restos de vegetación y los insectos que se habían colado por todo el edificio, pero nada tan aterrador como os habían insinuado. De hecho, habías esperado encontrar más indicios de cómo los magientíficos extraen el flujo de la tierra, pero la vegetación y el tiempo habían hecho estragos en la fábrica y lo poco que pudiste ver es un enorme ventilador oxidado en el interior de uno de los silos.

En fin, por suerte en el valle hay aún muchas cosas que investigar, y puede ser que aún tengáis que volver a la factoría por algún motivo. De momento, tienes ganas de leer esos papeles que recogisteis, así que empiezas a buscarlos en tu mochila.

Si embargo, antes de hacerlo Yldiane te sobresalta al levantarse rápidamente y empezar a buscar por el campemento, como si hubiera perdido algo. La miras extrañado y tu mirada se centra en Arven, que parece llevar un rato levantada y se aproxima al resto del grupo; la tensión de su mandíbula revela que le pasa algo, aunque no puedes saber qué. Ean tiene un gesto similar, como si estuviera a punto de vomitar en su macuto. Mòr no debe de haber despertado del todo, porque aunque se haya sentado, el ionnthén tiene un gesto completamente desorientado. El único que actúa de forma normal parece ser Urvan, que dedica una oración a su dios como cada mañana antes de levantarse.

Despiertas sobresaltado.

Miras a tu alrededor y ves al grupo de Talkeritas a los que te uniste en la capilla de San Nyline. De algún modo te dan la sensación de estar intranquilos, y tú mismo te sientes perturbado por algún motivo. Ves cómo Ean contrae el gesto reprimiendo un grito de dolor y a penas unos segundos después parece completamente recuperado. Arven, ya levantada, vuelve hacia la hoguera del campamento con el rostro resignado de quien cree que se enfrenta a una muerte segura. Mòr a penas sabe dónde está e Yldiane se levanta rápidamente y empieza a moverse por el campamento, como si algo estuviera completamente fuera de lugar. Liam es el único que parece tranquilo y busca unos papeles en su mochila.

Algo va mal, y puedes sentirlo en el ambiente; peor aún, en tu mismo interior. Sufres un ligero mareo y una extraña sensación de aprehensión, como si algo no estuviera bien. ¿Acaso Soustraine te está castigando por aliarte con los enemigos de tu religión? No; a pesar de lo que crea tu sargento en los Filos, estás convencido de que el Uno no es un ser rencoroso que pretende acabar con todos los infieles. Entonces, es probable que sea la mano del demonio la que esté perturbando este lugar.

Te levantas de tu camastro y te alejas unos pasos del fuego, quitándote la parte superior de tus ropajes para que el frío viento del amanecer en la montaña purifique tu cuerpo. Dibujas en el suelo una estrella de seis puntas y te arrodillas para rezar a tu dios, rogándole que te dé fuerzas para enfrentarte a los demonios que asolan esta tierra.

Despiertas en el campamento. A penas está amaneciendo, pero no has conseguido dormir demasiado bien, a pesar de estar más que acostumbrada a pasar la noche en la interperie. Te sientas en tu macuto y te das cuenta de que te atenaza una cierta sensación de pérdida. Te giras para comprobar que tu equipo está junto a ti, pero no echas nada de menos. En seguida, te levantas y paseas la mirada por el campamento.

Mór está a unos metros de ti, desperezándose y aparentemente no del todo despierto. Liam, un poco más alejado, se levanta tranquilamente y empieza a buscar unos papeles en su mochila. Arven... ¡no está! Tardas un momento en encontrar a tu amiga de la infancia, que se ha alejado un poco de la hoguera y mira colina abajo, hacia la factoría. Su compañero de armas, Ean, sigue tumbado, aunque no tiene muy buena cara. Urvan, el adepto que se unió a vosotros no hace mucho, también está levantándose y se separa del fuego para realizar sus oraciones.

Entonces, ¿por qué tienes esa sensación de que falta alguien? Vuelves a mirar tu equipo y ves tu carath apoyado en la mochila. ¡Claro! ¡Jearon! El otro varigal que os ha acompañado desde Melwan no está por ningún lado. Rápidamente te levantas para empezar a buscar por el campamento. Cuando ves una sombra en el extremo respiras aliviada, pensando que ya le has encontrado, pero al acercarte reconoces a uno de los hombres de Kavan, el guerrero que está con vosotros desde Varn.

Aceleras para recorrer el perímetro y ves al propio Kavan y a más de sus hombres, pero no encuentras a Jearon por ningún lado. ¿Dónde se ha metido? El código de los varigal prohibe claramente abandonar a la interperie al grupo al que estás guiando, aunque vaya con ellos otro miembro de la orden. La ausencia del hombre en el campamento es cualquier cosa menos normal. Claro que todo lo que está sucediendo últimamente tiene bastante poco de "normal".

Despiertas.

Intentas enderezarte bruscamente, pero un terrible dolor te sacude desde la cadera, como si se te hubiera dislocado. Te doblas sobre ti mismo, apretando con fuerza los dientes para evitar gritar, pero unos segundos después el dolor se disipa tan rápidamente como había aparecido. Jadeas con fuerza, temiendo realizar ningún movimiento brusco que pueda hacer que esa agonía vuelva a aparecer, y tardas unos segundos en recuperar la confianza en tu propio cuerpo.

Tienes el estómago revuelto, como si la pesadilla que te ha dejado ese dolor fantasma en la pierna también te hubiera causado náuseas. Pero lo peor, una vez desaparecido el pinchazo de la pierna, es la tremenda sensación de agobio que te posee.

Miras a tu alrededor, desorientado. Tu espada corta está al alcance de tu mano y a unos pasos ves tu arco con el carcaj completamente lleno. De alguna forma la visión de tus armas te reconforta durante un segundo, pero cuando alargas el brazo para cogerlas la sensación de futilidad de tu gesto te abruma una vez más.

El cielo empieza a clarear por el este, pero sólo la hoguera ilumina el campamento. Arven ya está en pie y conoces lo suficiente a tu compañera de armas como para saber que no está bien, por mucho que trate de mantener su pose estoica. Te vuelves hacia un lado y ves a Yldiane, que mira a su alrededor como si no encontrase algo y rápidamente se levanta para empezar a buscar por el campamento. Más allá, Mòr parece completamente desorientado y mira a un lado y a otro como si alguien le estuviera jugando una mala pasada. Al otro lado, Urvan se encomienda a su dios y empieza a entonar una oración en su nombre. Por último, la serenidad de Liam despierta tu envidia, pues en este momento tranquilidad es lo último que sientes; el chico saca unos papeles de su mochila y empieza a leer como si nada.

La sensación de triunfo se sobrepuso al dolor pero fue tan breve como lo que tardó el ciempiés en revolver su asqueroso y ondulante cuerpo y atrapar a la guerrera entre sus mandíbulas. Sintió entonces el metal de la cota de malla hundirse en la carne, cediendo a la presión de las pinzas de la criatura. Sintió el sabor a óxido en la boca acompañado del dolor inhumano que precedió a la oscuridad.

-¡...!-Se incorporó con un grito aspirado que más podía pertenecer a un náufrago que por fin sale a superficie que a una mujer hasta el momento dormida. El cuerpo entero le temblaba envuelto en una película de sudor frío; inconscientemente se abrazó a sí misma envolviendo con los brazos la zona donde su cuerpo se había partido en dos e incluso bajó la mirada ahí donde había carne pero donde, instantes antes, sólo hubo vacío.

Estoy viva.

Exhaló el aire que llenaba los pulmones y sintió la familiar punzada de dolor que le servía como aviso del sobresfuerzo pero que en aquel momento era tan inesperada como el verse ahí, de una pieza, sentada en la penumbra.

Se pasó las manos por la cabeza, presionando desde las sienes hasta el nudo del cordón con el que se recogía el pelo, respirando profundamente y despacio para dominar su agitación aunque de poco le sirvió. Se soltó el pelo dejando que se derramara sobre los hombros y la espalda como un telón dorado y se incorporó llevando consigo el arma que descansaba junto a ella. Tuvo que hacer dos intentos para conseguirlo pues la primera vez sus piernas no se doblegaron a su voluntad pero una vez en pie se colocó el cinto que llevaba el arma y caminó por la zona del campamento hasta llegar al borde, con la mano del escudo sobre el sencillo pomo de la espada. Saber que su arma estaba consigo le daba la entereza suficiente como para atenuar los temblores aunque el recuerdo de lo útil que le había servido en aquel sueño para sobrevivir impedía que le tranquilizase como solía hacerlo.

¿Es lo que nos espera?, se preguntó llegando al límite del campamento. A su espalda quedaba la hoguera y su luz anaranjada y cálida mientras que en el cielo empezaba a clarear el alba y allí, frente a ella y envolviendo al campamento entero, las ruinas de los reizhitas. ¿Puede ser un juego para hacernos flaquear? Apretó los labios y contuvo el impulso de escupir. Si era perturbar su espíritu lo que intentaba aquel sueño no podía permitírselo y si era un mensaje de un futuro incierto tampoco podía perturbarse sino tomarlo como un aviso. Necesitarían ser muy precavidos e ir preparados.

Pero esos monstruos... su cuerpo se arqueó ligeramente con un estremecimiento y sacudió la cabeza, ya basta, Arven. No se le da más importancia que ninguna, era una pesadilla. Sólo eso. Estás haciendo como un niño con la oscuridad: mirarla e imaginar horrores inconcebibles, eso no va a ayudarte. Su voz de la razón estaba en lo cierto y giró sobre sí misma para regresar por donde había venido pero detuvo el movimiento con brusquedad al encontrarse con Marc.

-...-aguantando la respiración por el sobresalto (y sin añadir nada que pudiese romper el silencio por la falta de firmeza en su tono de voz y de explicaciones racionales que dar) Arven inclinó ligeramente la cabeza en un saludo escueto antes de que el guardia se volviese por donde había venido.

Sólo era Marc, relájate. Se ordenó en silencio mientras soltaba poco a poco el aire retenido y aflojaba la tensión en la mano izquierda, que se había deslizado desde la empuñadura hasta la vaina para sujetar la funda de la espada y facilitar el rápido desenfunde del acero aunque la diestra no había llegado a cruzarse por delante del cuerpo de la atormentada guerrera para llegar al arma.

Tenía que calmarse, regresar donde pudiese sentirse menos sola y olvidar aquel sueño que se negaba a desaparecer con la misma rapidez con la que los sueños se deshacen al despertar.

Sólo ha sido un sueño, mírales, no hay nada que les sobresalte. Si hubiesen estado esos monstruos ahí Urvan ya no estaría... ni tú tampoco. El hilo de fría lógica que estaba urdiendo su mente hizo que pegase los codos al cuerpo y tardó un poco en acercarse a Ean, quizá porque parecía atormentado o quizá porque el cinismo del arquero le ponía el suficiente mal humor como para olvidar cualquier otra cosa.

-¿La pierna?- preguntó acuclillándose junto a él, sacudiendo la cabeza para apartar algunos mechones rubios que le enmarcaban el rostro y le llegaban a rozar las mejillas al moverse. En otro tiempo, años atrás (o incluso tal vez aquella madrugada tras ese terrible despertar), le habría preguntado a Yldiane si querría trenzárselo; Las trenzas eran prácticas para llevar en los entrenamientos y servía para distraer un rato a ambas muchachas pero no serviría para confortarla en aquel momento y la Varigal parecía estar buscando algo. Fuera como fuese, había que conformarse con lo que se tenía y ahí, a diferencia de en aquel terrible sueño, tenía sus recuerdos y sus lazos afectivos no habían sido tocados: todos allí eran compañeros, no extraños que despertaban en la batalla y la niebla sin más opciones que seguir su instinto de supervivencia como conejos delante de una jauría de perros.

Me levanto sobresaltado, noto algo raro... algo no termina de cuadrar. Aun así parece que estamos todos en el campamento. Me paso una mano por el pecho debajo de las ropas y noto el sudor provocado por la pesadilla. Aunque no consigo recordarla. El ambiente enrarecido hace que esté más alerta que de costumbre, aun así necesito purificar un poco el ambiente. Me levanto y me aparto un poco, buscando un sitio en el que pueda estar tranquilo. Lentamente desabrocho las hebillas de los brazaletes y la coraza, retirándolas y dejándolas a un lado. Me froto las muñecas, los brazaletes todavía me molestan, no termino de acostumbrarme. Al terminar retiro la camisa de tela por encima de la cabeza, dejando el torso desnudo al aire. Un escalofrío recorre mi espalda al sentir la brisa suave contra el torso desnudo. Me miro. Es cierto que había cogido algo de músculo desde que entre en la orden del Filo. Supongo que pase lo que pase algo bueno habré sacado de todo esto. Aunque mi cuerpo sigue siendo más escuálido que la media.

Inspiro profundamente y dibujo en el suelo el símbolo de el Uno, aunque mis oraciones vayan dirigidas a Soustrain. Le pido consejo y guía. A mitad de la oración no puedo evitar abrir el ojo y veo a Arven oteando el horizonte y dejando caer su melena, parece pensativa. - No se porqué pero debajo de esa dureza de guerrera tiene algo... - pienso para mi. Al mirarla hay algo que... una sensación extraña recorre mi pecho. Veo como al rato se aleja en dirección a Ean. Agito la cabeza - Céntrate en lo que estas haciendo. - Me recrimino a mi mismo.

Al terminar la oración, me visto para no enfriarme del todo, aunque dejo la armadura en el suelo. Me acerco al líder del grupo de los Talkeritas. - Buenas, hay algo en el ambiente que me da mala espina. No sabrás cuanto nos queda para llegar a Loch Varn, ¿no?

El hombre mira a Urvan extrañado, pero no tarda en ponerle una mano en el hombro en un gesto condescendiente.

- Son estas malditas ruinas - comenta. - Todos hemos despertado desorientados...  - Al ver que Urvan le mira como si no entendiese nada, niega con la cabeza y se explica. - Abandonamos Loch Varn ayer para venir a investigar esta fábrica, pero hemos perdido demasiado tiempo en este laberinto de ruinas.

Se aleja un poce del adepto, dejándole con sus oraciones y mira hacia Arven y Ean.

- Esos sueños son vívidos, ¿eh? - pregunta, aunque en su tono de voz no puede ocultar la duda de si realmente sus recuerdos son soñados o si se corresponden a algo que ha ocurrido... o está por ocurrir. - Marc me dijo que se estaba enfrentando a una de esos espías de Reizh cuando sus compañeros aparecieron para perseguirles. A penas lograron escapar de una guerrera que luchaba como un guerrero de los clanes.

Dejando a Ean aún doliéndose de la pierna, aunque parece tenerla en perfecto estado, se acerca a Liam.

- Te veo tranquilo, muchacho... más que durante el resto del viaje. ¿Cómo estás? - pregunta, aparentemente interesado por el estado del erudito, que rebusca con calma en su mochila y empieza a extraer unos papeles.

Todo esto me suena a chino. Hay algo que no me encaja, quizás deberíamos irnos de aquí. Primero termino mis oraciones aunque al estar apunto de terminar otro escalofrío me recorre el cuerpo. Me acerco a Liam pensando que quizás él, como erudito haya notado algo extraño también, pero le veo tan obcecado buscando en su mochila que prefiero no molestarle y seguir caminando. Hasta encontrarme con Arven y Ean. - Hay algo que no me gusta de todo esto. ¿Vosotros qué pensáis? ¿deberíamos seguir adelante o retroceder a Loch Varn?

Un poco perezoso el jovenzuelo se estira limpiándose el sueño de sus ojos con sus manos mientras exhibe un largo bostezo. Esperaba más del viaje. Esperaba más de las ruinas. Pero lo que habían obtenido tendría que ser suficiente. Estirando su mano alcanzó su mochila mientras su camisón pugnaba con su frazada para liberarse de su camastro improvisado. Todo lo hacía con la lentitud vespertina que le atormentaba cada mañana.

Mientras intenta extraer sus paples Yldiane sobresaltada slata de su cama. Aquello le despierta un poco más. Vaga con la mirada intentando encontrar aquello que llama tanto la atención de la Varigal sin mucho exito. Su mirada enseguida se ve atraída hacia la figura de la melena dorada. Inmediatamente su temperatura corporal aumenta cerca de un grado y sus mejillas reciben un baño del torrente sanguineo.

En seguida un sentimiento de dolor y perdida le embarga. Sin saber muy bien por que siente una punzada en su pecho lo que le hace perder por un momento el aliento. Henchido de desdicha pierde el hilo de lo que estaba hacienod y mira alrededor como perdido. Breves instantes después se recupera, sin saber muy bien de donde ha salido aquello. Se lleva una mano a cuello y empieza a contar sus latidos. Evalua un momento la temperatura de su cuerpo y repasa concienzudamente lo que comió la noche anterior. El ejercicio de estos pensamientos le distraen lo suficiente para volver a su cause original.

Kavan le interrumpe, como siempre, no tiene muy claro como hablar con este tipo de gente. 

—Eh... bueno. Si. Normal. No sé.— una ligera sonrisa nerviosa intenta sacarle del apuro. Piensa un poco que tipo de tema puede sacar con este bruto cuando Urvan pasa de largo. El adepto sabría de un buen tema de conversación. —Bueno, estaba pensando que... no tiene pinta de que nos vaya a llover ¿no?—

Me levanto sobresaltada, la cabeza me da vueltas, tengo un sentimiento pesado que me oprime, casi no me deja respirar pero por más que intento hacer memoria no sabría decir el porqué. Algo me preocupa, recorro con la mirada el campamento, rápidamente localizando a mis compañeros, me toco el cuerpo, asegurándome que no me falta nada, a mi lado también están mis armas. Doy unos pasos alrededor del camastro, intentando descifrar la causa de mi desasosiego...  Empiezo a contar a las personas del campamento.

- Ean, Urvan, Kavan, Liam, Arven, Mör... - me paro en seco, cierro los ojos fuertemente - Jearon.

Voy corriendo hacia Kavan, hay alguno de sus hombres por ahí, pero ni rastro del varigal. No es posible, no tiene ningún sentido.

Me acerco a Arven, agitándola el hombro casi le grito:

-Jearon, ¿dónde está? - casi no espero a que me responda cuando me giro hacia la nada del exterior - ¡¡JEARON!! - mis gritos resuenan por todo el campamento y se pierden en lo desconocido.

Me incorporo lentamente en un estado de confusión extrema.

-¿Qué pasa aquí? Recuerdo... algo... -trato de penetrar en mi memoria, pero los sueños se desvanecen como el cálido humo de una fogata y no dejan rastro, aunque sí dolor.

Miro a mi alrededor. Conozco a esta gente, pero de algún modo me resulta imposible saber qué hacemos aquí.

-¿Loch Varn? No entiendo.

Es igual, ya se me irá aclarando la mente. Me aferro a mis armas buscando una serenidad que no existe. Miro a mis compañeros, como si de algún modo no hubiera esperado volverlos a ver nunca. Examino mis heridas, y aunque esté entumecido, no parece que tenga nada roto.

Si existe la más mínima posibilidad de salir de aquí hay que aprovecharla.

-Yo estoy de acuerdo con Urvan., ¿por qué no nos vamos a Loch Varn ahora mismo?

Aprovechando que los gritos de Yldiane han distraído a Kavan de su conversación Liam termina de alcanzar sus cosas y extrae los papeles que encontraron en la factoría, los va revisando uno a uno, aunque no puede evitar mirar de vez en cuando en dirección a la Varigal pensando que tipo de sueño puede haberla despertado tan sobresaltada.

Con la misma rapidez con la que los gritos de Yldiane se desvanecen en la distancia Liam se sumerge en descifrar los documentos que tiene delante y empieza a extenderlos sobre su camastro, para hacerse una idea mas amplia de su significado.

Me alegra oír las palabras del arquero. Esta bien que coincidamos en opinión así no perderemos tiempo discutiendo. Me quedo mirando a la guerrera embobado mientras espero su respuesta cuando un grito me hace girarme. - ¿Yldiane? ¿Qué le pasa a esta chica? - Parece que la varigal se ha vuelto loca. Antes de que se interne en la niebla salgo corriendo y la agarro con fuerza para evitar que esto suceda. La intento calmar con voz tranquila. - ¿Quién es Jearon? Tranquila, cuéntame que pasa.

Desde la posición junto a Ean, mientras comprobaba si podía hacer algo por ayudar con el dolor de la pierna, Arven levantó la cabeza con un gesto para retirarse la cortina de cabello que se le escurría enmarcándole el rostro y atender a las palabras de Kavan cuando éste dejó a Urvan con su dios como única compañía.

-...-vívidos no era la palabra que usaría aunque la impresión de lo soñado había dejado una huella lo suficientemente profunda como para pasar por alto el detalle de que Kavan parecía saber que su desasosiego era cosa del mundo onírico y, para cuando quiso preguntarle por la espía de Reizh, el escolta de Demorthèn dedicaba su atención a Liam aunque no hubo tiempo para distraerse de nuevo con la herida de Ean.

-Hoy ya no sé qué pensar-dijo a Urvan cuando se acercó y sonrió a medias estirando una de las comisuras de los labios en una sonrisa cínica. ¿Cómo podía un sueño amenazar con hacer temblar su voluntad?-Seguir adelante es lo que se espera de nosotros-dio como respuesta final y miró hacia Yldiane, tan centrada en algo que se le escapaba mientras iba nombrando a cada uno de los presentes.

No se esperaba que su compañera entrara en aquel estado de ¿impresión? ¿Desesperación? La cabeza amenazó con darle vueltas mientras la pelirroja le sacudía por el hombro alzando la voz preguntando por ¿Jearon?

-¡Yldiane!-la llamó haciendo el esfuerzo  (¿por qué estoy tan cansada?) de incorporarse y dejar a Ean con su pierna y sus ganas de volver a Loch Varn para alcanzar a la joven varigal aunque Urvan fue más rápido y la retuvo antes de que hiciese alguna locura así que la urgencia de Arven, disminuyó y pudo avanzar con el porte sereno que se esperaba de alguien con sus aspiraciones hasta Yldiane y Urvan que se esforzaba por hacer llegar algo de calma a su alterada amiga.

No presto mucha atención a Urvan, casi no me llegan sus palabras. No entiendo como puede estar todo el mundo parado, ahí sin hacer nada, ¿es que no se dan cuenta de que a cada segundo que pase será peor? Frustrada me paso una paso por la melena, mirando con impotencia a Urvan.

- Jearon! No está, ¿a dónde ha ido? - pregunto sin cambiar mi actitud. Sin perder un segundo vuelvo a donde estaba tumbada y empiezo a prepararme para salir. Compruebo que tengo las armas bien sujetas y listas por lo que pueda pasar.

Doy vueltas por el campamento, intentando encontrar las cosas de Jearon o alguna pista que me indique por dónde ha ido.

La reacción de la varigal me deja perplejo. - De que esta hablando esta chica, que demonios le pasa... bueno, espero que no sea nada de eso. - pienso para mi cuando veo como ignora mi pregunta y se aleja hacia sus cosas. - Yldiane, ¿Qué pasa? ¿Quién es Jearon? ¿Me vas a contestar? - pregunto intrigado alargando el brazo en su dirección. Cuando por fin me percato de que esta empacando sus cosas para marcharse empiezo a alterarme.
Cuando la alcanzo la vuelvo a coger del brazo, esta vez con mayor brusquedad le doy la vuelta. - ¡Estate quieta! ¿Quieres contarnos que narices está pasando?