Partida Rol por web

De vuelta pa casa. Tras cubrir la ruta habitual pero en sentido inverso, había dejado una carga de ladrillos en las afueras de Jaén a las nueve de la tarde. Tras la parada de rigor en el Abades para llenar el buche, tomó el desvío habitual hacia Rus para la visita de rigor al "Casa Blanca", uno de sus puticlubs de confianza.

Todavía andaba pensando en eso, en los empujones que le había pegado a la Natasha, que cualquier día le iba a partir el culo por la mitad, cuando el móvil sonó. La radio no dejaba de vomitar noticias sobre la enfermedad sudafricana aquella, por lo que cambió el dial y puso la M-80, que nunca decepcionaba. Eran las once de la noche y el día era especial, muy especial. 15 de agosto, las fiestas del emigrante en el pueblo. Tenía como 5 sms de su mujer, dando por culo para saber si iba a volver pronto y salían a cenar. Tendría bronca cuando llegara a casa, pero la verdad era que después de haber estado con la Naty, le entraría por un oído y le saldría por el otro.

Circulaba por la E-5 a punto de incorporarse a la carretera que llevaba al pueblo. Salida 292. Allí había una gasolinera de Cepsa donde trabajaba un conocido suyo. A diez minutos del pueblo ya.

La noche era de las que prometía movimiento. 15 de agosto, las fiestas del pueblo. La fiesta del emigrante. Los chavales se ponían hasta arriba de todo, y los que no eran los chavales también. Por eso habían llegado al pueblo los de protección civil, y la pareja de la local tendría trabajo con los altercados propios de la borrachera.

Pero ellos tenían órdenes. La dichosa campaña "STOP accidentes" de la DGT y la nueva política de la Guardia Civil. Había que recaudar poniendo multas de tráfico, así que se habían puesto por donde iban a desfilar todos los chavales con sus coches y scooter después de que cerraran los pubs en el pueblo, rumbo a la Discoteca ON de Bailén.

Así que tenían montado el control en el pequeño puente sobre el Arroyo del Nacimiento en la carretera de entrada al pueblo en dirección a la autovía y la salida hacia Bailén (la JV-5042). Vílchez, su compañero, acababa de poner los conos con los reflectantes y volvió al terrano para ponerse el chaleco. Era una tórrida noche de verano y la radio no dejaba de mandar mensajes sobre esos casos de la "enfermedad de la tele". Al parecer a los pocos contagiados que había en la región los estaban llevando a una unidad de aislamiento en Jaén. El tema era ya cansino y no terminaba de cuajar en nada concreto, más allá del típico "que viene el lobo" que tanto le interesa a los gobiernos para tener a la gente acojonada.

En el pueblo la gente pureta estaría comiendo migas santeras en las bares y en los parques como parte del concurso de las asociaciones de vecinos. Mientras los niños estarían zascandileando por ahí y dando por culo. Se escuchaba a lo lejos el murmullo del grupo de música cutre que el ayuntamiento había contratado y que versionaba éxitos de ayer y hoy (sobretodo de ayer), y por un momento se agradeció no estar allí, con los niñatos molestando en los puestos de gofres y churros. Había una fiesta en la piscina municipal para la chavalada, con una barra puesta por un pub local (el único del pueblo). Tenían órden de cerrar la fiesta a las 3 de la mañana, pero ahora estarían en pleno jaleo, pues eran las once.

Un poco pronto para poner el control, pero ya había gente que se había mamado mucho, y a partir de las 12 comenzaban a desfilar hacia Bailén para buscar empalmar con otras fiestas.

Su compañero se acercó a mirarla por la ventanilla mientras ella seguía absorta escuchando la radio. Tocó el cristal y sonrió. Llevaba algo en la mano. Era como un tupperware.

-Son migas de mi madre. Como hoy es la fiesta de las migas y todo eso, por si quieres picar -dijo.

Se giró luego por que se escuchó el motor trucado de una scooter que se acercaba.

-Parece que tenemos las primeras víctimas.

15 de agosto, las fiestas del pueblo.

Aquella noche era una de las pocas en las que el pueblo dejaba de ser un completo y absoluto muermo para molar. Pero solo un poco. Las plazas y patios se llenaban de familias de puretas haciendo migas santeras, los bares hacían su agosto y se montaban unos pocos puestos de gente de fuera. Principalmente eran unos pocos puestos de artesanía rollo "mierdeval", gofres, churros y barras de bar adicionales donde servían algunas tapillas, chorizos, hamburguesas y cosas así.

Pero aquel año, los dueños del "Legend", el pub local, se habían estirado, así como el ayuntamiento. Era año de elecciones y el voto joven era también importante, así que habían dejado que se organizara una fiesta en la piscina municipal. El pub ponía una barra y buena música, música a la moda en las discotequillas. Era una fiesta de las de verano, de las de emborracharse mucho y follar detrás de un matorral. Además, las niñas competían en lucir tipito con los bikinis y como eran las fiestas del pueblo, habían acudido chavales de poblaciones vecinas y aún de Jaén capital. Material genético nuevo que se disputaría a cabezazos, como si fueran becerros, el "amor" de aquellas muchachas.

Estaban los clásicos del pueblo, como no podía ser de otra manera. Capitaneados por El Charly, un cani petado de gimnasio y con cejas depiladas, los "machos machunos del lugar". Luego estaban los que pasaban de todo, y entre ellos Er Zeky, que flotaba en la piscina sobre un flotador en forma de rosquilla de la Caja Rural cuyos bordes, a poco que te descuidaras, te podían cortar como cuchillas.

Las niñas, como siempre, en varios grupos, haciendo el gilipollas, exhibiéndose. Entre las del pueblo, la Kimber brillaba con luz propia. Charly no le quitaba ojo, pero había otros chavales de fuera. A él ya le tenía muy catado, y ésta noche le apetecía probar la carne extranjera. La abuela se había quedado comiendo migas con su familia en su casa, y ella se había escaqueado para salir de fiesta. Y pensaba aprovechar cada puto segundo.

La Kimberly entra divina como siempre a la fiesta. Llevaba desde nada más comer maquillándose y preparándose, delinearse el ojo era todo un arte a dominar. La chica había tenido suerte, porque esa misma mañana habían llegado las extensiones de pelo de china bicolor que pidió por catálogo. La Kimberly aún no le cabía en la cabeza como era posible que las chinas tuvieran el pelo bicolor, pero oye mejor para ellas que podían ganarse unos cuartos vendiéndolo como extensiones. El bikini que llevaba era dos tallas más pequeño para realzar bien sus tetas, que la carne por el ojo entra y había que venderse ante la opción de carne fresca de aquella noche.

La Kimberly se pasea por el lugar como si to' aquello fuera suyo, porque así se sentía. Que sí, que lo mismo llevaba solo un par de semanas por el pueblo de la yaya, pero ya había catado todo macho potable del mismo y marcado su territorio. Saco un chicle de su bolso de fiesta, el pequeño, donde llevaba lo indispensable, apenas pesaba 4kg su interior.

Se puso a masticar el chicle con gracia y chulería manchega, como vendimiaor rumiando un palillo mientras se le hace la hora del almuerzo. Tenía que masticar chicle porque en la piscina no dejaba fumar el jodío alcalde de aquel lugar, se notaba que había atraso en los pueblos del sur en comparación con la Mancha, donde ella se fumaba sus porros con los pies metidos en la piscina infantil y nadie le molestaba. Sus ojos oteaban el lugar en busca de alguna víctima macho que la satisfaciera aquella noche. Quien sabe, si se daba prisa incluso caían dos, que por ser fiestas había que darse un par de alegrías en el cuerpo.

Coñazo la Toñi, caraho. Pues se va a esperar, pensó el Seluis.

Salida 292. Vamos a repostar un ratico. Pim pam, cubata.

-Ya va siendo hora de un refresco, copón. Questoy seco.

El cagaprisas a veces habla solo en el camión. ¿Y quién no?

Aparca en la Cepsa y se mete la petaca de ron negrita en el bolsillo.

Tras llenar el depósito (el movimiento de la manguera al meterse en el tanque le hizo reírse como un gilipollas al recordar a la Naty) entró en la tienda para pagar. Era una "de paso", las tiendas oficiales de CEPSA. Siempre limpitas, tan bien ordenaditas, siempre clavándote por cualquier mierda.

César estaba allí. Era un cincuentón del pueblo, vecino de su calle, que trabajaba para CEPSA desde los 18 años. No es que su carrera hubiera fracasado ni que su vida se hubiera ido al pedo. Es que nunca tuvo más aspiraciones que aquellas. Estaba mirando la tele, estaban poniendo una mierda de película western antigua. Cuando se acercó a pagar parpadeó y al mirarle, le reconoció. Más flojo que un muelle guita, no se había dado cuenta de que era él hasta que lo tuyo encima.

-Coño, Jose Luis. ¿Ya te recoges al pueblo? Se ta hesho tarde, ya veráh la Toñi como se va a ponéh.

El flojo del Tortosa. El Tortu, pensó. El Tortu, el Tortuga, asín lo llamaban a veces de pitorreo.

-Po peor se va a ponéh que me lo voy a tomar con calma. Sácame un cocacola anda. ¿Quéstas viendo una de conboi? Mu bien que haces, ahora no se puede ver na en la tele, tol día hablando del sarampión de los negros o como sea.

Allí estaba, en mi flotador de la caja rural. Desde hace tiempo había tomado una actitud zen respecto al ligoteo y la seducción. Me camuflé en la piscina, hacíendome el interesante por un momento. Ese que siempre está en la fiesta, y que no babosea a las chicas y que intenta solo hablar para contar cosas interesantes. Aparte, estoy bueno, las cosas son así. Y aquí había mucho material nuevo. Desde mi posición acuática podía ver los panderos de las gachís en panorámica. Unos los conocía bien, otros los conocia a medias, y otros eran nuevos. La noche parecía prometer.

Daba cuenta de un mini de calimocho, y estaba estrañando mucho un buen porro. Posiblemente no tardase en salir un momento fuera, al coche, y liarme uno. Había venido con el Juanca hace un par de horas. Yo llevaba puesto una camiseta de tirantes con uno bañador tipo surfista hasta las rodillas, de estos con flores chachi guay. Aunque la camiseta me había durado poco, la había tirado por ahí para pegarme un chapuzón. Estaba en modo intesente, pero era conviente que las féminas vieran lo curtido que estaba uno. Un polleria es una pollería. Por lo demás, no me había molestado en peinarme. Pero este aire bohémio y desaliñado gusta a las chicas.

- !Como se ehtá poniendo la fiehtaca la vihen! Veo culoh pa forrar baloneh...- le digo al Juanca, en nuestra confianza de porretas de hace años. La droga une mucho. Y como, además, es mas feo que yo...Pues quedo como el guapo del duo y llamo más la atención.- Voy pa la barra, que se macaba er tanque ¿Quere otro? - le ofrezco al Juanca, en lo que voy con el flotador a al borde de la piscina, y dejo el vaso allí mientras salgo del agua. Me revuelvo el pelo, que debe estar pegado a la cabeza por el agua.

La Kim se topó casi sin querer con el primer candidato. Acababa de salir de la piscina como un sireno chetado del gimnasio, con su cara de niño bueno y su cuerpo de machacarse con las máquinas. Es como si fuera expulsando feromonas con una metralleta.

El maromo se lo quedó mirando y ella hizo otro tanto. Llegaba el momento de romper la magia del silencio, cuando sabía que la podía cagar con la capa puesta. "No eres muy lista, prenda", le decía la abuela. "Pero eres mona". Esas eran las bazas que había que jugar. Entre un documental del Discovery Channel de la fauna africana y aquello, poca diferencia había.

El magnífico ejemplar de macho ibérico se había apartado el agua del pelo pasándose la mano hacia atrás. Cuando se topó con ella se dió cuenta de que, al margen de la compañía de sus amigas, le miraba. Y mentiría si dijera a la gente que no había ido a aquella fiesta para pillar cacho. Por que quería pillarlo pero bien pillao. El bañador apretao de la Kim y su lenguaje gestual querían decir "yo soy la hembra alfa de éste grupo". Y él debía aspirar a eso.

-Ey -dijo, casual- ¿Quieres tomar algo?

El juancar le había echado el ojo a algunas chicas, pero sabía que tenía que conformarse picando bajo. A él no le importaba por que le gustaban las mujeres más rellenas, que tuvieran "algo que agarrar". Decían que eran más agradecidas, pero las jiennenses eran igual de altaneras en términos generales, fueran guapas, feas o cardos borriqueros.

-Que no farte illo, que no farte -dijo respondiendo a su solicitud.

Se topó contra aquel cuerpo musculado y esculpido, donde la Kimberly quería perder sus manos... Y tocar, qué coño, que ahí había mucho donde palpar. Mucha "carne magra pa' un guisao", como habría dicho su yaya paterna. Si no fuera por su ardua experiencia en maromos esculpidos de gimnasio, se le habrían hecho los ojos chiribitas. La Kimberly estaba muy curtida y adopta una posición chulesta, mientras le sonríe masticando el chicle y haciendo una bola con el, que explota con la lengua de la forma más sensual que puede. Sus manos van a toquetear sus extensiones nuevas y a enredarlas en sus dedos. Se le hace raro que el pelo de china tenga un tacto tan suave y aterciopelado, pero deberá ser que las chinas se echan mucho suavizante, por nada del mundo eran extensiones de plástico.

-Claro, nene... Unos calimochoss estarían bien- acentúa la S en calimocho como si fuera la bebida más sofisticada del mundo, que ni los Manhattan de las de sexo en Nueva York ese que pasan por la tele por cable de la yaya.

La suerte o la coincidencia quiso que se topara con ella. Era pequeñita, de esas que no sabes bien que edad tiene. Su piel morena y sus rasgos delataban cierta mezcla de genes, quizá africanos. Estaba con unas amigas, todas de fuera del pueblo. Se topó con ella cuando iba a pedir en la barra, y tropezó con su pecho contra su espalda.

Cuando se giró, en vez de molestarse, le dedicó una sonrisa risueña y un gesto que quería dejar a entender que el percance no había tenido importancia. No parecía escoltada por ningún maromo.

El tortu hizo honor a su nombre. Con desgana, cogió una cocacola de la nevera que tenía a su lado y se la puso sobre el mostrador. Luego se volvió a colocar las gafas que se le habían resbalado un poco por el sudor. Hacía un calor de 24 pares de cojones. Agosto y en Jaén. Figúrate.

-Me tienen hasta la poyah con la mierda la infesión esa. Tol día en la tele. Los del PP acusando a los del PSOE de no hasé na, y Ihquierda Unía como siempre tocando la polla pa un lao y pal otro. Disen que ya hay casoh desa mierda en Andalusia, y están vendiendo en la farmasiah la mierda esa der falan. Que dise que no sirve pa una poyah. Yo no se que mierda va a pasah, pero si nos vamoh to al peo mehón. Vaya puta mierda legislahtura der Sapatero. Lo único que farta éh que sacabe er mundo duna puta véh ya.

El cagaprisas asentía con la cabeza mientras abría la lata, pegaba un par de tragos y luego rellenaba el hueco con su petaca de ron. Otros dos tragos, y volvió a rellenar con más ron.

-Tamos vendíos, niño. Yo no he comprao la medecina esa, pero le dije a la Toñi que fuera por si al Deibi le hacia falta. Pa mí no, claro ¿tú mas vihto? -se señaló con la mano a sí mismo de arriba a abajo-. Este cuerpo mata a los bichos.

Trago. Flato atravesao. Trago. Rellenar.

-¿Y dónde dices q´abío infestaos? Aquí en el pueblo no, no? Es que he tenío las noticias apagás tol día, no menterao.

Alberto también estaba curtido en aquellas lides. Mantenía una pose sonriente, pero al mismo tiempo chulesca, fija en su objetivo. Tenía que dejar entender a los demás que era ella su objetivo inalcanzable, su Ítaca. Bueno, posiblemente no entendiera una mierda de éstas palabras, pero es difícil resumir los pensamientos de alguien para el que el gel de proteínas y las pesas de 50 kilos son el pan nuestro de cada día.

-Claro que si, un calimocho pa ti, prinsesa -dijo, retirándose un momento.

A codazos se abrió paso hasta la barra, dejando claro que allí mandaban sus testículos y no estaba dispuesto a hacer esperar a "su chica". Así que volvió al cabo de un momento con dos vasos de plástico rígido grandes. Para ella, kalimocho, para él, un cubata de ron pálido. Sus amigas comenzaron a cotorrear, muertas de la envidia.

-¿Y de donde éreh, prenda? -preguntó la Estefania, que iba de santa pero era más puta que las gallinas.

-De Torres. ¿Y vosotrah sois del pueblo?

El Tortu se había apoyado en la barra del mostrador y le hablaba ahora sin mirarle, tirando de recuerdos. La verdad era que le encantaban los chismes y estar al tanto de todo. Para él leerse la prensa de cabo a rabo no solo le ayudaba a matar el tiempo, si no que era de esos que se enteran enseguida de que se organiza tal o cual evento gastronómico, visita guiada o cualquier chorrada de la agenda con la que perder el tiempo con la familia el fin de semana y evitar pensar en que tenía un trabajo de mierda en el culo de Andalucía.

-Poh hoy han disho que en Andúja, aqui al lao, tres enfermoh. Se lo están yebando toh pa Jaen, al Prinsesa de España, er de Trauma. Hay caso, hay caso. En er pueblo entavía ninguno, no que yo sepa. Pero éhta mierda parese que se disemina rápidoh. Aunque seguimoh sin sabé mu bien como poyah se contagia o como son los sintomah. Disen que la hente se quea mu apollardá. Como sombi. Que solo camina despasio y tié ganah de coméseloh tó.

Hice un gesto aprobador ar Juancar, alzando los pulgares. Le dejé la custodia de mi flotador, y me encaminé para la barra. En una mano iba mi mini casi acabado, en la otra mi mochila de perroflauta:

En la mochilla llevaba cosas valiosísimas: mi cartera con dineros, un paquete de tabaco, un grinder, papel de liar, y una bolsita con hierba. Ah, y un par de condones, por lo que pudiera pasar.

Pues acabándome el mini estaba, cuando me topo con alguien. Y que algien... "La vihen...le metia de to menos mieo..". No se como ha pasado pero bendito encuentro. Que curvas y que todo. Y encima era carne fresca, con esta no había pinchao nunca.

- Ay miarma, perdón...Que me`tropezao. ¿Táh bien? - le sonrío. Y no es una sonrisa cualquiera, es una media sonrisa desas que dejan caer un aire enigmatico. Había encontrado una gacela herida y me la iba a miriendar como si fuera un bollicao. Con cromo y to.

La chica rió cuando escuchó su acento. Parecía una especie de sudamericana, pero hablaba demasiado bien. Canaria, quizá. Si, eso resolvería muchas incógnitas.

-Que asento más grasioso. Pero creía que "mi alma" era una cosa de Sevilla. ¿De donde es?