Partida Rol por web

A pesar de no conocer bien la zona, Yldiane os guía montaña abajo hacia el lago. Una vez llegáis a la senda principal, el camino es bastante sencillo como para que cualquiera lo pueda recorrer incluso sin la ayuda de un guía, pero la pericia de la mujer os ayuda a avanzar más rápidamente.

Dejásteis la Capilla al amanecer y aún falta al menos una hora para que el sol llegue a lo más alto cuando el bosque de montaña por el que caminábais se despeja mostrando el paisaje ante vosotros: Loch Varn, un gran lago de origen glaciar ocupa gran parte de vuestra línea de vision y, junto a él, una pequeña aldea amurallada yace al final del camino.

Según os acercáis a la aldea, véis cómo un grupo de hombres armados se acerca hacia vosotros. Parece que, a pesar de que la almenara no se vea bien desde este lado de la montaña, están sobre aviso del peligro que corre su aldea. Sin embargo, guardan sus armas en cuanto os ven y el hombre que va en cabeza se gira hacia el resto para decirles algo. Dos de los cuatro guerreros que le acompañan se dan la vuelta y vuelven a la aldea, mientras que el resto se queda con él esperándoos.

- Me alegro de veros - os saluda cuando llegáis a su lado, avanzando para darle un abrazo a un sorprendido Mòr. - Urvan... - dice volviéndose hacia el gwendrita, como si pusiera especial cuidado en incluirle en el grupo. - ¿Ha ido todo bien? ¿Qué habéis descubierto?

Os miráis sorprendidos. No conocéis de nada a este hombre que, sin embargo, os trata como si fuérais amigos y, evidentemente, conoce vuestros nombres.

Compruebo que ninguno de mis compañeros se atreve a contestar. Tal vez estén tan desconcertados como yo.

—Disculpad, ¿nos conocemos? —Hago una pausa, consciente de que esta situación se sale de lo ordinario. Es evidente que este hombre efectivamente me conoce, pues se ha dirigido a mí por mi nombre, pero soy incapaz de recordarlo—. ¿Cómo es posible? Yo vengo en peregrinaje desde Tri-Kazel, y no creo que hayamos coincidido durante el viaje…

No digo más, esperando a que el desconocido se explique.

Liam decidió mantenerse al margen de aquel curioso recibimiento. No sabía de que iba exactamente aunque en esos momentos estaba demasiado cansados para unas interacciones puramente personales.

- Supongo que Jearon llegaría anoche y les pondría alerta.- Sugirió el joven a sus compañeros

La inesperada comitiva de recepción es algo de lo más extraño. Cuando uno de ellos se acerca para abrazarme, me pongo rígido como una estaca, sin acertar a hacer o decir nada. ¿Cómo es posible que hombres a los que no hemos visto en nuestras vidas nos reconozcan e incluso parezcan haber estado esperándonos? Por un momento, temo que todo sea fruto del influjo del feond que sabemos partió en dirección hacia aquí.

Me mantengo en guardia, alerta a cualquier imprevisto, cuando Urvan y Liam deciden responder a sus palabras. Cuando Liam conjetura un posible motivo por el que estos hombres nos pudieran conocer, lo miro con suma extrañeza. ¡Ese tipo acaba de darme un abrazo! ¿Acaso sería eso normal si solo hubiesen recibido noticias de nuestra llegada? Sin embargo, guardo silencio y espero acontecimientos.

Finalmente el grupo llega a la aldea. Ean se queda maravillado con el enorme lago glacial, cuando ve salir de la aldea a un pequeño grupo de soldados que corre a su encuentro. El arquero se relaja.

Parece que la abominación aun no ha llegado a la aldea como temíamos.

Ean está a punto de comentar algo cuando la situación se tiñe otra vez de surrealismo.

El hombre que va en cabeza, abraza con fuerza a Mòr mientras saluda a Urvan. Durante unos segundos el arquero piensa que quizá se conociesen de antes, pero el cuerpo tensionado de Mòr junto con la respuesta de Urvan le hace ver que ellos están igual de sorprendidos.

Para colmo, Liam vuelve a nombrar a el inventado Jearon, diciendo que un hombre que no existe ha avisado de su llegada...y por eso abraza a Mòr.

-Amigo Liam, no es momento para volver a bromear con el rollo del Jearon ese...-Luego se gira hacia Kavan- a ver señor, ¿quién coño es usted?

- ¿Bromear?- Pregunta Liam confuso.- ¿Por que iba a bromear? Jearon nos dijo anoche que se adelantaría para advertir a la aldea. Diría que es obvio que lo hizo.

- Y eso es a lo único que me refería. Nada más lejos de mi intención que teorizar sobre la relación entre dos personas. Máxime cuando a una apenas la conozco y a la otra no la había visto antes.- Puntualizó Liam en un tono curiosamente decidido para el meditabundo muchacho.

El joven inspiró hondo una vez terminada su declaración. Se había alterado, algo que no le gustaba, y encima sin saber bien por que.

El guerrero os mira ligeramente desconcertado.

- ¿De qué estáis hablando? - pregunta el guerrero. - Jearon nos avisó de vuestra llegada, efectivamente... ¡Hace dos días! Ayer nos conocimos y, después de reunir al Consejo, partisteis hacia las ruinas...

El miraros se da cuenta de que no estáis entendiendo nada de lo que está hablando. Frunce el ceño, preocupado y, de repente parece darse cuenta de algo. - Por cierto, ¿dónde está Jearon? - Ean gira los ojos, desesperado por la constante mención a ese tal Jearon, aunque ligeramente aliviado porque alguien finalmente pregunte por él.

- Venid - dice el guerrero. - Todo esto es demasiado extraño para mí, pero seguro que nuestro Demorthèn o la Dámáthair de la aldea pueden echar algo de luz sobre este asunto.

Os hace un gesto para que le acompañéis hacia Varn y los dos guerreros que le acompañan se miran entre ellos, sin entender nada de lo que está ocurriendo. Atravesáis la empalizada, donde los otros dos guerreros montan guardia en la puerta, y entrais en la aldea, no muy diferente a Melwan o a alguna de las pequeñas poblaciones de montaña de cualquiera de los Tres Reinos.

La extraña reacción del desconocido me confunde aún más. Mirando a mis compañeros, puedo ver en sus ojos que ellos están tan perdidos como yo. ¿Qué está sucediendo? ¿Acaso hemos sido sin saberlo víctimas del hechizo de una bruja tarish o de la oscura maldición de un morcail? Intento recordar con claridad los acontecimientos inmediatamente anteriores a nuestra partida desde Melwan, y lo que sucedió durante el viaje a la atalaya, pero por más que me esfuerzo, todo detalle se me escapa como si intentara atrapar el agua del mar con las manos. ¿Ayer conocimos a este hombre? ¿Y luego nos dirigimos a unas ruinas?

—¿Las ruinas daedemorthys? —pregunto con un escalofrío, al tiempo que una daga parece rasgar el velo oscuro de mi recuerdo y un rayo de luz me ciega—. Pero…

No acierto a decir nada más. No estoy seguro de nada, de cuáles de mis recuerdos son ciertos y cuáles son falsos. ¿Y Jearon? ¿Es real, o solo lo imaginamos? De repente, tengo la extraña sensación de estar viviendo dos vidas que no encajan. Sacudo la cabeza, bañado en un sudor frío, y la abrumadora sensación se marcha tan pronto como vino.

Vuelvo al aquí y el ahora.

Dubitativo, decido seguir al guardia, que no parece albergar malas intenciones. Sí, ir a hacer una visita al demorthèn local es una buena idea. Si alguien puede saber algo de los extraños males que parecen afligir nuestras almas, será él.

Liam se sintió confuso por las palabras del guardia. Lo más lógico habría sido tratarlo de loco, pero parecía demasiado coherente para ser una alucinación y demasiado lúcido para ser una demencia. Además, este último día había tenido muchos detalles extraños, en especial entre su grupo de acompañantes. Aquel dilema bastó para borrar el cansancio del joven y acuciar su curiosidad para que aceptase seguir a aquel hombre.

Escucho atónito las palabras del desconocido, que sigue asegurando que ya nos conocíamos, pero eso no es posible. Soy capaz de recordar claramente mi viaje por estas tierras desde que partí de Tri-Kazel, y en ningún momento he visto a ninguno de estos hombres, ni mucho menos participado en ningún consejo. Tal vez los rigores que ha debido de padecer esta gente tras la guerra han nublado su juicio... Sin embargo, no puedo pasar por alto el hecho de que nuestro interlocutor ha nombrado a un tal Jearon, a quien nadie de mi grupo parece recordar, excepto Liam. No parece una coincidencia.

—¿Liam? Te llamas Liam, ¿no? No hemos hablado mucho durante el viaje, pero pareces saber algo que a los demás se nos escapa. ¿Tienes alguna idea de lo que está pasando aquí?

Espero hallar algún sentido en la respuesta del joven.

- Ese es mi nombre.- Asintió el joven sondeando con curiosidad a Urvan, pero claro, para Liam la curiosidad era tan habitual como el respirar ¡Y el doble de necesaria!- Bueno, no ha habido demasiado tiempo para hablar, y yo siempre he preferido escuchar a hablar.

- ¿Saber algo que los demás no? ¿Que te hace pensar eso?- Preguntó Liam confundido.- ¿Lo dices por Jearon? Yo no me tomaría muy en serio las palabras de Ean, creo que esta practicando algún tipo de broma pesada con la varingal de nuestro grupo.

- Jearon es un varingal, compañero de Yldiane, que nos guiaba hasta aquí. Cuando te conocimos en la capilla andaba buscando rastros y decidió adelantarse para advertir al pueblo. No veo nada de excepcional en presumir que si estaban advertidos era por Jearon. Aunque obviamente aquí ocurre algo más. Algo de lo que te aseguro no tengo, ahora mismo, ni una teoría.

¿Cómo podía ser posible que aquel hombre al que no conocían pero parecía conocerles, hablase también de Jearon? ¿Seria Ean el que estaba empezando a perder la chaveta?

Consternado se quedo, y arrastrando los pies siguió al grupo con una cara de preocupación que nunca antes había mostrado. Reaccionó al escuchar a Liam.

-No es ningún tipo de broma pesada a nadie...realmente no se como nos ha podido acompañar este tal Jearon todo el rato. Yo nunca lo he visto...Pero da igual, por lo visto si que existe.

Entonces se gira hacia Mòr y Arven.

-Vosotros...¿lo habéis visto?

Ante la pregunta de Ean me quedo callada y seguramente con cara de estúpida o al menos extraña. No sé que contestar. Una especie de laguna existente entre el "sí" y el "no" pero paralela al "quizás" o "depende" nubla mi respuesta.

Me da la sensación de que tanto si digo que sí como si digo que no, no estoy diciendo la verdad. Opto por la única respuesta que me parece sincera, aunque una vez pronunciada suena disparatada.

- No lo recuerdo.

Mientras camináis por la aldea, guiados por Kavan y sus hombres, un movimiento detrás de una casa próxima llama vuestra atención. Volvéis la cabeza a tiempo para ver un rostro que os observa con curiosidad, pero que no tarda en desaparecer tras la construcción cuando se da cuenta de que ha sido descubierto.

Aunque inicialmente llama vuestra atención, pronto os dais cuenta de que vuestra comitiva no pasa desapercibida y la mayor parte de la gente os mira al pasar. Pese a todo, el rostro del hombre se os queda grabado en la memoria.

Kavan os lleva hasta un edificio en la plaza central de la aldea. Cuando abre las puertas veis que se trata de la sala comunal de la aldea, donde se reúne el consejo y, en caso de necesidad, se puede encerrar la gente en caso de un ataque de feondas que pueda poner el peligro la población a pesar de la empalizada de madera que protege la población.

El fuego de la chimenea ilumina y, sin demasiado éxito, intenta calentar la sala. Un hombre anciano, vestido con ropas sencillas y con un colgante en el cuello, discute con una mujer más joven pero que, a pesar de la diferencia de edad, le mantiene la mirada con la seguridad de quien está acostumbrada a dar órdenes que sabe van a ser obedecidas. Ambos interrumpen su discusión cuando se abre la puerta y se vuelven casi simultáneamente hacia la entrada.

- Mmm - masculla el anciano cuando os ve. Si la primera impresión que os dio Kavan es que os miraba con cierto gesto de esperanza, nada de esa benevolencia aparece en la expresión del demorthèn. - ¿Y bien? - pregunta con severidad. - ¿Habéis descubierto algo?

La mujer, en cambio, espera vuestra respuesta con un interés que contrasta con la dejadez del anciano.

Somos conducidos, ciegos e ignorantes, hacia la plaza central de la aldea, y no puedo evitar sentirme como una res de camino al matadero. La gente nos mira con curiosidad al pasar, por lo que deduzco que no deben de estar muy acostumbrados a las visitas. Reparo en un hombre que nos observa desde detrás de un casa, pero desaparece tan pronto como ha aparecido. Su rostro, sin embargo, se me queda grabado, y me asalta la extraña sensación de que ya lo conozco.

Antes de tener ocasión de mencionar este detalle, nos adentramos en la casa comunal de la aldea, donde un anciano malhumorado se dirige a nosotros, preguntándonos si hemos descubierto algo.

—¿Y qué se supone que deberíamos descubrir? —respondo al ver que nadie más se decida a hablar—. Por mi parte, si algo he averiguado es que tenemos dificultades para recordar hechos recientes, como si algo estuviese interfiriendo con nuestra memoria. Personalmente, no recuerdo haberos visto jamás. ¿Sabéis por qué?

Veamos si por fin algo de esto empieza a cobrar sentido.

Guiándonos a través de todo el pueblo, Kavan nos lleva hasta la plaza. Allí nos hace pasar al interior de un edificio que parece destacar por encima de los demás, lo que vendría a ser parte casa consistorial y parte fortín para la defensa de los aldeanos. Inmediatamente después de entrar, mi atención recae en las duras facciones de un anciano que allí se encuentra, discutiendo hoscamente con una mujer más joven que no parece amilanarse. Al vernos entrar, el hombre interrumpe su acalorado intercambio de opiniones para volverse hacia nosotros, preguntándonos por nuestros descubrimientos con tan solo cierta manifestación de curiosidad. Mi intuición me dice que estoy ante el demorthèn de la aldea; me encojo de consternación al pensar cómo debe de ser el liderazgo espiritual de este hombre.

Urvan responde a la pregunta del anciano con preguntas propias. Su confusión, que es la nuestra, resulta comprensible, pero antes de resolver las cuestiones que plantea, hay otros asuntos más urgentes.

—Latha brèagha a tha ann, onarach fear¹ —saludo al hombre con la debida formalidad, inclinándome con el brazo recogido frente a mi cuerpo, de modo que el dorso de mi mano derecha toca mi rodilla izquierda—. Mi compañero Urvan tiene razón. Algo muy extraño nos sucede desde que abandonamos Melwan para investigar la atalaya que hay no muy lejos de aquí. Olvidamos lugares, nombres y hasta rostros. Pero hay algo que debéis saber —trago saliva antes de continuar, nervioso al notar las miradas sobre mí—: la atalaya ha sido asediada, y la guarnición que la defendía, destruida. Por algo grande que cava y se arrastra… Algo que anda cerca de aquí. ¡Varn debe prepararse, a thighearna²!

En esto, guardo silencio, esperando la respuesta del demorthèn.

Liam decidió mantenerse apartado en aquella charla mientras observaba. Desde luego aquello estaba haciéndose cada vez más raro.

El démorthén mira malhumorado a Urvan, dispuesto a contestarle con tono seco, pero las respetuosas palabras de Mòr parecen cambiarle los ánimos. Inspira con fuerza un momento antes de conestar al ionnthén.

- Sí, esa es la información que trajisteis ayer - explica con evidente impaciencia - y decidimos que viajáseis a esa maldita fábrica de los Daedemorthys, pues la carta del capitán de la Atalaya parecía indicar que era el origen de las criaturas que la atacaron. - El hecho de que mencione la carta que recuperasteis del despacho de Harald Torr parece indicar que, efectivamente, ya habéis pasado por aquí.

Se vuelve hacia la mujer, y parece desahogarse con ella.

- ¡Sabía que enviar a estos niños solos era un error! - exclama. - ¡Debería haber ido con ellos!