Partida Rol por web

Casi al borde de la histeria, agarras el papel. Sin embargo, lejos de leerlo o de tratar de descifrar sus símbolos, miras las manchas de sangre, horrorizado. ¿Acaso es la sangre de tu propio hermano? Sangre que tu propia espada ha derramado... Intentas mantener la calma, pero no puedes.

Te levantas y coges tu mochila casi sin pensar. Aún no ha amanecido, pero corres a la sala común y levantas la tranca de la puerta para salir al exterior. Necesitas aire. La niebla que se levanta desde el lago te recuerda la imagen de tu sueño y te inclinas hacia un lado. Vomitas.

No muy lejos, el cacareo de un gallo te indica que la noche está a punto de llegar a su fin. Sin embargo, no puedes quedarte en esa casa, no después de lo que acabas de soñar. A pesar de que aún no hay suficiente luz, sales corriendo sin saber muy bien en qué dirección. Te caes un par de veces, pero a penas sirve para frenar tu carrera. Tropiezas y vuelves a caer. De rodillas, echas a llorar.

Al cabo de un rato, que no sabrías precisar si son minutos u horas, te levantas y miras el pergamino que aún agarras con fuerza. Aún no hay luz para leerlo, ni tienes ganas de hacerlo, para ser sinceros, pero sí puedes ver lo suficiente como para saber dónde estás. Caminas hacia la casa del Ansálier y, agotado, te sientas en los escalones, dudando aún sobre qué debes hacer.

Despiertas al amanecer y no tardas en levantarte. Estás en una cama extraña y te cuesta un momento darte cuenta de que sigues en la aldea de Varn, donde te ha acogido una familia para pasar la noche.

Sales a la sala común y ves que hay un puchero en el fuego. Una puerta se abre y un hombre sale con cuidado, moviéndose lentamente para no despertar a su mujer y sus hijos. Tras darte los buenos días, se acerca al fuego y sirve unas gachas en dos cuencos. Te tiende uno de ellos y él mismo empieza a comer del otro.

Cuando termináis, os depedís, pues tú debes reunirte con tus compañeros en la casa del Ansálier y seguramente él no tarde en salir a trabajar.

Cuando sales al exterior ves que el lago ha amanecido algo revuelto y una ligera bruma cubre todo el valle. Caminas hacia la plaza central de la aldea, donde te reunirás con el resto. Liam está ya allí, sentado sobre los escalones de la casa de Seymour, escondiendo su cabeza entre los brazos. Los demás van llegando poco a poco, casi al mismo tiempo que tú.

Consigues calmarte ligeramente y, al levantar la cabeza, ves que tus compañeros se acercan desde diferentes direcciones.
 

Liam se despertó cubierto de sudor pero helado, tanto por dentro como por fuera. Aquella pesadilla... aquel sueño ¿Era posible? No. No podía haber matado a su propio hermano sin siquiera reconocerlo ¿O si? Pero el joven sabía que, aunque era plausible que su mente confusa estuviese mezclando cosas, era perfectamente posible visto el estado de su mente. De las de todos.

Y así fue como comenzó la autentica pesadilla, y esta vez sin siquiera el consuelo del sueño, el cual esquivó al joven el resto de aquella larga y tormentosa noche.

Para cuando llegó la mañana y se sentó en los escalones del ansálier, Liam estaba pálido, con arañazos y barro en las rodillas del pantalón y en las manos y con unos ojos rojos y torturados. Aun sostenía el pergamino como un borracho sostiene la última botella. Aquel pergamino era a la vez un alivio y una tortura. La naturaleza del joven le gritaba que lo abriese, que comprobase que había allí. Pero si lo abría se borraría la última esperanza. La esperanza de que hubiese algo allí dentro que explicase lo que había soñado, que confirmase que era una mentira retorcida.

Liam se sentó y miró a la nada, y por primera vez en su vida no se preguntó nada, no pensó...

- Hola, Liam. ¿Estás bien?

Observo al chico, con la cabeza escondida, y no sé si es por sueño o preocupación. Miro alrededor y veo a los demás llegar.

- Buenos días, chicos.

-Buenos días -responde aún con sueño, pero al menos con el estómago lleno. La cabeza le da vueltas. No ha dormido muy bien esta noche pensando en los acontecimientos recientes.

¿Cuántos días se habrán reunido igual que hoy delante de esta puerta para partir? No lo sabía, todo eso se le escapaba al arquero.

Entonces se fijó en Liam y esperó su respuesta.

Liam parpadeo y miro a las dos personas que le hablaban con dos ojos rojos y enloquecidos. Pero el esfuerzo por entender lo que habían dicho había sido demasiado para él y simplemente asintió antes de volver a dejar caer la cabeza para... no pensar en nada.

Me despierto con una extraña sensación de pesadez en la cabeza. Anoche, cuando me disponía a dormir, casi albergué la fugaz esperanza de que el sueño reparador solucionaría mis problemas de memoria. Ahora sé que esperaba demasiado. Tras tomar el desayuno y dar las gracias de corazón a la hospitalaria familia que me ha guarecido entre los muros de su hogar, me encamino una vez más a la casa del ansailèir. Mientras camino, no puedo fijarme en el modo en que la sutil neblina parece querer atrapar mis pies, flotando a mi alrededor como una etérea e intangible mortaja.

Una vez allí, compruebo que todos han sido puntuales.

—Buenos días —saludo enérgicamente, aunque mi rostro está serio—. Esta noche me ha costado conciliar el sueño. Y es que le he estado dando vueltas a una idea. Lo que está pasando… No lo sé. Parece un embrujo, una suerte de sortilegio urdido para confundirnos, para alejarnos de algo. Pero esa brujería no puede haber sido tan perfecta. Raras veces hay algo que lo sea. Quizá haya borrado nuestros recuerdos, pero nuestros recuerdos no son solo lo que hemos vivido, sino todas las… conexiones, la información a la que están vinculadas esas vivencias desaparecidas. —Suspiro. Me faltan las palabras para tratar de describir un pensamiento tan abstracto. Empiezo a frotarme la nuca, visiblemente nervioso—. En fin. A la postre, supongo que lo que intento decir es que lo que recordamos y lo que no puede estar sujeto a nuestras experiencias personales, y por eso, es imposible que todos hayamos olvidado exactamente lo mismo. ¿Me seguís? Es fácil rendirnos al desánimo y darlo todo por perdido, pero si nos sobreponemos a esa desesperación y compartimos lo poco o lo mucho que cada uno recuerde… Quizá creemos un mosaico más grande y llenemos algunos huecos.

Carraspeo. Siempre me ha costado expresar mi opinión o dar ideas en público; algo en mi mente me hace pensar de manera inconsciente que a todos les parecerán estupideces.

—Bueno, ¿quién empieza?

Mòr parece muy concentrado en su teoría del sortilegio, así que no presta la suficiente atención. Los demás, sin embargo, os estáis fijando más en Liam. El chico tiene un papel en la mano y los ojos enrojecidos por el llanto. Cuando ve que le estáis mirando fijamente, se encoge una vez más, ocultando la cabeza entre sus brazos y aprieta con fuerza el papel, como si se tratase de un ancla con los pensamientos en los que parece sumido.

Liam sigue sin responder, eso empieza a mosquear al arquero. De mientras Mòr propone un plan...el cual ya había sido propuesto antes, y del que solo Ean participó.

-Genial mister. Eso es exactamente lo que yo propuse ayer, di mi explicación de lo que recordaba...y todos os fuisteis sin responder nada. Luego parezco yo el maleducado... En fin, volvamos a ello. -Carraspea y prosigue.

-Pues...recuerdo que nos contratan para ir a ver qué ha pasado en la fortaleza. A ti a mí a Liam a la pelirroja y a Arven. A nadie más. Nuestra Varigal es Yldiane, solo ella. No existe ningún Jearon y no veo la necesidad de llevar dos Varigal. Llegamos a la fortaleza, muerte y destrucción varia. Luego venimos para aquí para avisarlos, ya que el rastro de la criatura se dirige aquí. Entonces encontramos la capilla, en ella encontramos a Urvan y su amigo, con el que Mör se pone a hablar de religión o cosas parecidas. Luego dormimos, que por cierto, yo no recuerdo encontrar ninguna nota, y salimos para aquí, donde resulta que hemos perdido un día de nuestras cabezas, por lo que se ve. Eso eso todo. Explicado por segunda vez, espero que esta vez la gente responda y tal.

Entonces se giró hacía Liam.

-¿Me dejas ver esa nota amigo? -Dijo alargando la mano.

Liam miró a Ean con unos ojos aterrorizados y apretando aquel pergamino contra su pecho como si fuese su hijo recien nacido. Al hacerlo dejo al descubierto unas manos llenas de barro y de cortes.

- Yo...- dijo el joven perplejo con una voz ronca, cascada y envejecida que apenas recordaba a la del Liam del día anterior.

El muchacho parecía querer refugiarse en una esquina, huir o incluso atacar a Ean de tan desquiciado que parecía. Pero, finalmente, cerró los ojos, asintió mientras unas lagrimas espesas caían por sus mejillas y extendió una mano temblorosa con el pergamino hacía Ean.

- Yo... creo que lo maté.- Dijo con la voz quebrada por las lágrimas, el dolor y una apreciable dosis de locura.

Ean recoge la nota que le tiende Liam y la observa sin entender demasiado:

En la esquina de la nota se pueden ver unas manchas de sangre seca.

Llego la última, dado que me he rezagado pateando la clara neblina que se arremolina entorno a mis pies. Al salir de la casa, me he entretenido dándole a mi hospitalario anfitrión unas pulseras de hilo trenzado que yo misma me dediqué a hacer la noche anterior, antes de acostarme, para sus hijos, que tan bien me habían acogido. 

Una vez allí veo que Mòr está ya en medio de sus tergiversados pensamientos. Aunque, en realidad, yo pienso exactamente lo mismo. Entonces Ean interviene contando lo que él recuerda, de muy malos modos. 

—¿Te das cuenta de lo impertinente que has sonado, arquero? —le pregunté, sin intención de echarle la bronca, sino simplemente constatando el hecho; luego me volví hacia Mòr—. Yo recuerdo básicamente lo mismo que él, con una salvedad: personalmente no he estado por estas tierras en toda mi vida. EL varigal era Jearon y ahora tengo más claro que existe realmente porque yo lo recuerdo y como muchos hemos perdido memorias... —miré al arquero, significativamente—. Es muy posible que algunos no lo recordéis. El vargial era él, puesto que yo vine con vosotros para conocer las tierras y aprender estos viejos caminos, aprendiendo de Jearon. Una vez en la capilla, cuando Liam y yo volvíamos del bosque de recoger leña, Jearon se nos cruzó y nos dijo que se adelantaba  aquí, a Varn, ¿verdad, Liam...?

En ese momento me fijo en liam y me percato de que algo le sucede. Entonces nos dice algo que, en sus labios, no tiene mucho sentido. Ean coge la nota que tiene en sus manos, pero nadie más parece reaccionar. Entonces me acerco, me siento a su lado en el murete y le paso un brazo por los hombros, para reconfortarlo.

—Vamos a ver, Liam, cálmate... —lo conmino con la voz sosegada y hablando despacio—. Cuéntanos todo desde el principio, ¿de quién hablas? ¿A quién crees que has matado?

Liam sentía un dolor penetrante en la cabeza, como si se la estuviesen aplastando con hierro candente.Lo cual parecía conjugar de alguna extraña manera con el dolor que sentía en sus entrañas, como una daga fría atravesándoselas. Pero su interior prendió una chispa, apenas nada pero mejor que nada, de serenidad.

- Mi... mi hermano. Lo mate en la factoría...- Dijo Liam desgarrado por el dolor y la culpabilidad pero con una expresión como de sorpresa ante lo que salía de su boca- ¡Maté a mi hermano!- Sollozó el joven antes de derrumbarse en un mar de lagrimas y dolor.

Primero mirando la nota y después escuchando a Liam mi expresión es de total confusión. No entiendo lo que significa lo escrito en aquel papel, no entiendo lo que Liam nos quiere decir, y todo se junta con que no entiendo lo de nuestra pérdida de memoria. Cada vez más frustrada, la confusión da paso poco a poco a la ira. 

- Ya está bien de medias tintas. Liam, entiendo que lo que crees recordar te causa dolor, pero debes darnos detalles. La situación ya es bastante ambigua de por sí como para soltar bombas sin explicación. ¿Por qué crees que has matado a alguien?

Ean observó durante unos momentos la nota, luego se la paso a Mòr por si quería echarle un ojo mientras se acercó a Liam.

-Amigo mio, calmate. A ver, relajate y explicanos por favor que es lo que te pasa. Piensa que todos hemos perdido la memoria, así que esto nos cuesta. Pero si nos lo cuentas bien y claramente, no dudes que haremos lo posible para ayudarte. -Dice poniéndole una mano en el hombro y mostrando su mejor sonrisa.

Me levanto con la cabeza revuelta después de una noche inquieta. Soy incapaz de recordar mis sueños, pero soy plenamente consciente de que he soñado, pues el propio vacío que domina mi mente me provoca un desasosiego inexplicable, como si se tratase de una voz macabra que susurrase palabras inaudibles en el fondo de mi cerebro y la única evidencia de la misma fuese un extraño eco.

Agradezco a mis anfitriones que me hayan acogido de tan buen grado, pero procuro no hablar mucho con ellos; la desesperación es una aflicción que se transmite con demasiada facilidad, y esta buena gente no merece que mi talante sombrío empañe sus vidas. Desayuno frugalmente y abandono su compañía tan pronto como mis modales me lo permiten.

Compruebo que mis compañeros no están de mejor humor. Mòr propone que compartamos lo que recordamos, a fin de detectar agujeros e inconsistencias que nos permitan arañar la nada en busca de algo.

—Yo he venido en peregrinación desde Gwindre a Taol-Kaer. De camino a la capilla de Santa Nyline, me crucé con la fortificación que Mòr ha descrito. Al ver fuego en la almenara, pensé que podían estar en apuros, así que acudí en su ayuda... Pero ya era tarde. Había claras señales de que se había producido una batalla. No. Una carnicería. Pero no había ni un solo cuerpo, solo sangre, armas tiradas por doquier... Únicamente quedaba Gowan con vida, e incluso él estaba gravemente herido. Lo llevé conmigo hasta Santa Nyline con la intención de que recibiera ayuda de los monjes, pero cuando llegamos allí, no había nadie. Murió poco antes de que llegáseis. El resto ya lo sabéis, o eso asumo. Viajamos juntos hasta aquí, solo para descubrir que es la segunda vez que venimos, y que aparentemente hemos estado en una fábrica magientífica. —Pongo los ojos en blanco, como recordando algo—. Al llegar aquí, un hombre alto y rubio, con barba poblada, nos estaba observando, pero desapareció antes de que pudiera decirle nada. Por algún motivo, tuve la sensación de conocerlo. ¿Podría ser el tal Jearon?

La pregunta queda en el aire cuando Liam prorrumpe en lágrimas. Dice algo sobre que ha matado a su hermano. No entiendo nada. Mi primer impulso es acercarme a tranquilizarlo, pero Arven y Ean toman la iniciativa, así que me mantengo apartado con la exasperación patente en el rostro.

La repentina reacción de Liam me deja completamente desconcertado. Algo así es lo último que esperaba. No sé qué decir, y mis compañeros se adelantan a intentar tranquilizar al joven erudito. ¿De qué está hablando? ¿Su hermano? ¿Cuándo, y por qué? ¿Acaso viajaba con nosotros y somos incapaces de recordarlo? ¿O quizá es una ilusión, un recuerdo falso implantado en la mente de Liam para atormentarlo?

—Más… despacio, por favor. Ahora sí que no entiendo nada. De… ¿De qué hablas? ¿Cuándo ocurrió eso que dices?

Me paso una mano fría por la boca, nervioso. ¿Y si Liam está empezando a perder la razón?