Partida Rol por web

La Cocina del Infierno nunca fue un lugar calmo, las tormentas la zarandeaban, eran parte de ella. Si tuviera vida propia habría desarrollado una personalidad conflictiva y falta de empatía, acostumbrada a una miseria que se repetía en el tiempo. La policía lo sabía y un incendio era una tarea casi rutinaria, habían pasado el día entero removiendo entre las cenizas llevándose según las noticias los restos del cadáver de Marvin para examinarlo a conciencia.

Traspasar el cordón policial no entrañaba dificultad, a las 3:00AM no había nadie a la vista para entorpecerles el paso. Toda la segunda planta se había tornado color gris y el olor aunque no axfisiante sí que señalaba que se desató el infierno durante varias horas.

Las cuatro se habían reunido pensando en remover no solo las cenizas sino todo el conjunto, toda la vida de Marvin y de los que vivieron cerca suyo. Un sonido atrajo la atención de todos, venía del propio apartamento y lo reconocían como un grifo siendo abierto, luego el ruido de agua brotando abruptamente logrando estabilizarse dos segundos después. Otros dos segundos y el grifo fue cerrado.

Alguien salió del baño iluminando con la linterna del teléfono móvil lo que parecía un pequeño objeto metálico, debido a los metros que habían entre ellos no pudieron ver con claridad su forma.

Chris llevaba un mechero con una luz incorporada a modo de linterna. No iluminaba demasiado, pero era algo. No le cuadraba la nota de suicidio, no le cuadraba que encontraran un cuerpo. Simplemente, nada parecía tener sentido. Por eso estaba allí, intentando dar con la pista clave que les explicara que carajos había ocurrido con Marvin y su apartamento.

Intercambió una mirada con Grace al escuchar el sonido del agua, pero su mirada no fue hacia la persona que estaba en el apartamento, sino al resto del lugar. Conocía el piso de Marvin, más de lo que admitiría en voz alta, y quería ver si había algo distinto a través de todo lo que el fuego había consumido.

Las conozco, si.  Sus voces cargadas de incredulidad y horror, sus ganas de resolver lo que la policía no podía o no quería son reflejos de lo que pasa por mí mente  

Reflejos fragmentarios, ecos de humanidad 

Una solitaria lágrima recorrió la mejilla de Ji-Soo. Mucho había sido perdido aquella noche, entre las llamas de aquél solitario apartamento. Incluso notó como sus instintos menguaban, no sin cierta irritación. Observó minuciosamente a Chris y Max, las únicas dos integrantes de Void Embers que habían acudido. En otras circunstancias, se hubiera preguntado qué hacía Grace, de entre todas las personas, en aquél lugar, pero lo cierto es que ya nada le sorprendía. Todos sus planes habían sido puestos patas arribas en el transcurso de las últimas veinticuatro horas.

Evitó el instinto de pasar los dedos por las cenizas que se hallaban donde otrora hubiera habido el salón de Marvin. No quedaba nada, había sido calcinado hasta las cenizas... Alguien se había asegurado de hacer un buen trabajo, algún secreto querían esconder.

De repente, un ruido interrumpió sus cavilaciones, puesto que parecía que había un intruso en el apartamento de Marvin.

"No te recomendaría que des un sólo paso más. Abre la boca única y exclusivamente para decirme quien eres y qué haces aquí o llamaré a la policía ahora mismo." — dijo mientras sacaba su propio teléfono móvil y se preparaba para marcar el número.

El aire de solemnidad era propio de un cortejo fúnebre, muy apropiado para esa urna gigante en la que habían convertido la casa de Marvin. La policía se habría marchado ya hacía rato, la mayoría de los humanos no andan a esas horas por esa zona, no saben porque pero la evitan como si fuera la peste. Oscurece y desaparecen como sus sombras, los inteligentes al menos. No iban a resolver nada, todas allí lo sabían, caso contrario no estaríamos contemplando un apartamento reducido a polvo. "La gente solo muere por "suicidio" en "la cocina"". Y lo hacían bastante seguido. "Debemos tener unos indices de depresión altísimos". Pero aún allí, perder un amigo no era algo a lo que pudieras acostumbrarte.

-Parece que los bomberos estaban sin agua - Comentó sarcástica y sin pizca de humor, al sentir el olor que emanaba de aquel lugar. Lo habían dejado arder. Y el olor se había pegado a los restos como una capa de putrefacción.

El sonido del agua no era exactamente lo que esperaba encontrar en ese lugar desplazado del cementerio. Cuando Grace apagó la linterna, sacó su propio teléfono y apunto la luz directo a la persona de allí dentro - Hey imbécil, que demonios haces aquí? - Preguntó volcando parte de su duelo en la agresividad hacia el bajista de la banda. -Y que mierda haces con el encendedor de Marvin?  - Desde que conocía a Marvin siempre lo había visto con ese pequeño encendedor de latón. Era un pequeño encendedor de trincheras, de la primera guerra mundial, había pertenecido a un viejo amigo suyo, según le había dicho.

Al escuchar una voz delante suyo los nervios pudieron a aquella persona que dejó caer el mechero sobre la fina capa de ceniza del suelo. Alumbró con su teléfono en vuestra dirección, un modelo color negro que en esas condiciones era irreconocible.

- Mierda.

Inmóvil, la voz masculina tembló mientras su espesada mente trataba de encontrar un camino, la salida estaba bloqueada por las cuatro mujeres que tenía delante.

Chris maldijo para sus adentros luego de repasar el apartamento en una barrida. El lugar había quedado hecho mierda, no podía reconocer ni un sólo objeto en todo aquel maldito sitio. Levantó su mirada azul hacia el tipo al escucharlo hablar, el ceño fruncido y una expresión de muy malas pulgas.

Me acerco hacia el tipo en la oscuridad, hacia donde debería huir si le diese por correr, su atención puesta en mis verbales compañeras. Todas estamos sedientas de justicia, tras nuestras voces se insinúan acusadores matices.

Parece más alto que Paolo, su voz más profunda, ya no tengo claro quién es. La oscuridad no ayuda en absoluto, pero lleva el mechero de Marvin y no debería estar aquí.  ¿Es suficiente para juzgarlo? 

Con presteza, Ji-Soo pulsó en el teclado digital de su teléfono el usual 112 de la policía y se llevó el aparato a la oreja, asegurándose de pulsar antes el botón de bloqueo. No quería compañía indeseada.

"Última oportunidad. O empiezas a cantar, o las cosas van a terminar muy mal para ti."

Al revolver las cenizas creyendo que había encontrado algo se tiznaron las manos de Chris, el olor se había pegado a su cuerpo. El hombre mientras tanto había orientado la luz hacia los ojos de las mujeres impidiendo que lo vieran con claridad, trataba de jugar con ellas. Cuando se quisieron dar cuenta sujetaba una pipa en la mano derecha, la colocó frente al haz de luz para hacerla bien visible.

- Y una mierda, cuelga ese teléfono ahora mismo o le hago un agujero y a ti otro. Vaya, si el que tiene la sartén por el mango soy yo, ¿eh?

Se había armado de valor pero no podía ocultar una pequeña dosis de inseguridad.

- ¿Quién os envía? ¡Anda, responded!

"Adelante, inténtalo." — le sonrió al desconocido.

El joven paseó el cañón de la pipa de un lado a otro, apuntando sin decantarse por ninguna en particular, tratando premeditamente de asustarlas. Que Ji-Soo mantuviera la sangre fría le descolocaba pero los segundos de margen le ayudaron también.

- Vosotras no tenéis que ver con lo de Diego, ¿eh?

Ahora se le podía notar un acento latino bien disimulado.

- ¿Tú no conoces a Diego? eres la batería de la banda de Marvin, y tú, creo que te he visto con él también. 

No pudísteis determinar a quién se refería en último lugar.

Se inclinó hacia un lado intentando esquivar la luz de la linterna más que el arma, para ver a la persona que les estaba apuntando -Rodri? - Preguntó incrédula -Que demonios haces aquí? - Insistió mirando al joven que solía rondar las bambalinas durante los conciertos.

-No, no tenemos idea de que mierda estas hablando, viejo - Contestó tapándose los ojos un poco para repeler la luz - Vinimos a despedirnos, ten un poco de respeto quieres? -

La mirada de Chris se hizo más severa al escuchar el nombre que el tipo pronunciaba. -¿Que pasa con Diego?- Preguntó, tomando una actitud más a la defensiva, a la vez que lanzaba miradas de reojo a Max y las otras dos chicas.

Rodeada de la ceniza y el olor intenso, Grace sintió algo desconocido para ella, la piel se erizó distrayéndola, la sensación venía de atrás suyo y al girarse tan solo había un espejo quemado en la pared, totalmente ennegrecido e iluminado gracias a la linterna de Rodri. No se sentía cómoda a pesar de que nada se reflejaba en él.

Existencias tangenciales, sostenidas por el miedo

La situación era tensa, amenazadas por el plomo, el nerviosismo de Rodri acercaba un desenlace sanguinario.  

Nada sabía de Chris, Max y Ji-soo, excepto de su singularidad, ¿Su cercanía a los poderes de la oscuridad? ¿A aquellos que moran en el lado oscuro del Sol? 

Nada importaba realmente de ellas excepto su amistad con Marvin, y que éste era uno de los miembros de la ancestral estafa piramidal llamada vampirismo.

Ese espejo, lo recuerdo.  Cuando estuve aquí, ese día, el primer concierto, antes de que Marvin oliese mi piel y me rechazara. Antes de que yo percibiese la abrasadora ausencia tras su mirada, ascuas vacías.  Me miré en ese espejo, alta, delgada, radiante y ,durante un parpadeo que me robó el aliento, ví mis huesos expuestos, ojos ardientes y enloquecidos. 

Crisálida perpetua, mariposa condenada.  

Es un espejo antiguo, tan antiguo como la espada que me dió, me regaló ÉL.  -Aquí hay algo - murmuro y, sin temor, me acerco al espejo y aparto con la mano una franja del oscuro hollín de la superficie del espejo. Negro vaho que oculta desconocida inquietud.

Ji-Soo bajó lentamente el teléfono móvil y relajó su postura, puesto que el hombre parecía demasiado cobarde como para enfrentarse con ellas, de momento.

Había mencionado a Diego, un conocido licántropo de la zona, lo cual le hizo pensar que se trataba de otro cánido de su manada, pues estas criaturas jamás iban solas. Que llamase a sus refuerzos podría ser problemático.

"No has respondido a mis preguntas. Es muy sencillo. Quién eres. Qué haces aquí. Ahora." — declaró mientras avanzaba hacia el hombre, mirándole fijamente a los ojos. 

Rodrigo reconoció ahora a aquella chica, la que respondió a sus mensajes cuando buscaba a su primo a través de las redes sociales ayudándole a dar con él. Sería algo así como el ángel guardián de Diego, era primo suyo y se consideraba a sí mismo como su hermano mayor, pero su valentía parecía tener un límite.

- Eh Max, no te esperaba ver aquí. Vale, quietas, hablemos un poco.

El joven levantó las manos en un gesto más calmo y deslizó la pipa en el bolsillo de su chaqueta, le hizo una señal después a Ji-Soo para que no se le acercara, había algo en ella que le hacía ser precavido.

- Le han dado una paliza a Diego, repetía la palabra "Marvin" y de ahí que me acercara. Diego logró escapar pero alguien lo busca. El mechero que encontré estaba en una caja de latón ¿significa algo?

Señaló a donde estaba la mesa donde en efecto el vampiro solía tener una cajita. Lo habitual era que el mechero no estuviera allí sino en su bolsillo.

Grace se había acercado al espejo del salón, ennegrecido no reflejaba imagen alguna. Al llegar hasta él la sensación que había notado ya había desaparecido mas insistió y logró apartar la suficiente suciedad como para ver sus ojos reflejados, ¿sus ojos? no, no lo eran, al seguir quitando mierda le pareció ver un rostro distinto al suyo*. Rodrigo estaba tan pendiente de la oriental que no se percató.

El smartphone de Ji-Soo vibró, había recibido un mensaje de un número desconocido.

Bajad de una puta vez.

No son mis ojos, no.  Ni siquiera reconozco en el reflejo esa mirada que tanto conozco y odio. Es otra persona, ojos inquisitivos y brillantes en una cara oculta por las sombras. ¿Debería saber quién es? ¿Por qué nos vigila? ¿Por qué a nosotras? Retrocedo calmadamente, intentando quitarme el hollín de las manos, sin mucho éxito.  

-​​​​​​Nos vigilan. O éste lugar, al menos. - mi voz no tiembla mientras rebusco unas toallitas en un bolso que había pensado no traer y me limpio el tizne de los dedos.  Mi gesto denota una honda preocupación.

Cazadoras cazadas, polillas entrometidas.

Como desde el incómodo encuentro con las otras tres mujeres en los aledaños del edificio, sabiendo que arriba Marvin había ardido hasta los huesos, me siento fuera de lugar, descolocada.  No sé qué está pasando y en cómo va a afectarme ésto.  En la calle, un murmullo creciente. Golpes, pasos apresurados que se acercan, como los dientes de acero de un cepo.

​​​​​​Ji-Soo apenas necesita un vistazo para leer el mensaje anónimo. Problemas. Problemas grandes. No contaba con que esto sucediese así de rápido.

"¿Quién más sabe que estamos aquí?" — pregunta al aire con impaciencia — "No se lo habréis contado a nadie..."

Rápidamente apaga su teléfono móvil y empieza a descender las escaleras. Sus tacones de aguja resuenan con cada peldaño metálico que desciende mientras observa una y otra vez tratando de divisar en la calle.