Partida Rol por web

Eban

Al final mejor os meto por separado.

La casa de los muertos. Así es como llamaban a este lugar la mayoría de los habitantes de la ciudad.

Se trata de un antiguo palacete, en la zona privilegiada de la ciudad, que ahora servía como último lecho a muchos miembros de la nobleza de Shadizar, incluidos casi todos los de la Familia Real, los antepasados del Rey Oshric, y algunos de sus primos a los que se hizo desaparecer, que estaban delante de él en la linea de sucesión.

La entrada está algo vigilada, pues ni en Shadizar, la ciudad de los ladrones, los saqueadores de tumbas están bien vistos, aún así, tu tenías un buen pase al interior, gracias a alguna ayuda un tanto oscura en el pasado, pues tus artes de sanación siempre han sido bien recibidas por quien no quiere dar explicaciones por una puñalada.

 Ese es el lugar a donde ibas a aprender mas, sobre tus artes cirujanas. Los secretos de las hierbas ya son bien conocidos por tí, pero la cirujía es otro tema.

Allí tenías a tu disposición decenas de cadáveres a los que nadie iba a visitar nunca y sobretodo, bien conservados.

Pero ese no es el motivo de que estubieses allí esa noche. Hoy no había guardias en la puerta, pues habían sido convenientemente llevado a otro lugar a hacer cualquier estupidez a la que se manda a un soldado que no aspira a nada mas que a ser centinela.

Así tu reunión sería mucho mas discreta. No le interesaba a tu nuevo patrón que se supiese nada.

 Entraste sin vacilar, recorriendo los pasillos que ya habías recorrido antes hasta las catacumbas. Allí los huesos de quienes antes eran hombres y mujeres poderosos ahora estaban apilados contra las paredes, haciendo formas extrañas, algunas inquietantes, a veces podías ver algún intento artístico de quien en su día tubo el trabajo de darles esta sepultura, haciendo dibujos simples con la disposición de los huesos.

Los mas cuerpos mas recientes tenían ahora descanso en ataudes con su nombre gravado, así como los que en su dia fueron mas importantes.

Ver estos lugares sin duda da que pensar. Todos morimos algún día, y huesos es lo único que dejamos atrás.

Llegas pronto, puntual, es el Duque quien llega tarde, así que decides sentarte en un rincón oscuro y esperar.

Esperas cerca de media hora cuando ves como la luz rojiza de una lámpara de aceite se aproxima. Permaneces callado en el rincón hasta poder ver claramente que se trata del Duque Igor Monteblanco.

Entonces te asomas a la luz para que él tambien pueda verte sin decir palabra.

-Maldito seas! que susto me has dado. Llegas tarde...

Ni te molestas en contestar esa acusación.

El Duque aparta la mirada de ti y continúa caminando por el corredor, como si tu no estubieses.

-Querrás saber para que te he traido aquí, no?

Tu ciencia, o tu brujería me ha sido muy útil en el pasado, si puedes volver a hacer algo por mí esta vez, te pagaré bien.

Alguna pregunta?

Continua andando como si nada, su voz es algo impertinente, como si quisiera estar siempre por encima de ti.

Ni siquiera te ha dicho que quiere de ti, pero parece que tiene prisa.

Con las manos juntas en la espalda lo sigo escuchandolo con paciencia, se le ve algo nervioso y parece que le urge mi ayuda... Suele pagar bien, pero esta ocasión promete ser bastante lucrativa.

Sin cambiar de posición me dirijo hacia él.

- ¿De que se trata esta vez? -

Mi voz suena tranquila y serena, como si ya supiera la respuesta.

Finalmente El Duque Monteblanco se detiene ante uno de los sarcófagos que parece mas reciente.

-Te importaría abrirlo? esque tengo las manos ocupadas...

Unicamente está sosteniendo la lámpara de aceite, pero estás acostumbradoa tratar a cualquiera, y sabes que un noble tiene un aire siempre de soberbia intrínseca.

Tu eres un hombre culto, un sabio del desierto, adiestrado en las ciencias y hechicerías, poca superstición tienes al ver un cadaver, supones que no será el caso del Duque.

Se trata de un sarcófago de piedra antiguo pero que ha sido manipulado hace poco. Cuando retiras la tapa puedes ver el cuerpo sin vida de un hombre, a juzgar por el estado, lleva muerto solo unos días. Su ropa es rica y de buen tejido, no está raida aun por las polillas y las ratas.

-Matasanos..., te presento a mi primo, Fédor Monteblanco.

Apenas asoma la cabeza a ver el cadaver, arquea sutilmente la ceja y aparta la mirada.

No se si estás muy al día en los asuntos de la nobleza... pero tampoco importa ahora.

Tu has sido de gran ayuda a algunos de mis hombres, y aun recuerdo como curaste esa mala afección de mi hígado con tus potigues...

Por mi primo nada vas a poder hacer tu ahora... Una lástima, verdad que si, primo? Dice mirando al cadaver con una frialdad y humor macabro de mal gusto.

Pero a mí, ahora eres tu quien mejor me va a ayudar, sin duda.

Así que, dime. De que murió?

Tuerzo un poco la boca cuando veo la cara del difunto, es igual de feo que su primo, eso no se puede negar.

Manos a la obra.

Me arromango los ropajes hasta los codos para poder manipular bien el cuerpo y me inclino sobre el cadáver. Cuando le abro la boca sale de ella un olor fétido, incluso más de lo que suele ser habitual en los cuerpos muertos, pero de momento sigo mirandole la lengua, los dientes, el paladar... Dejo estar la boca y le giro la cabeza, tocandola con cuidado y revisando cualquier posible contusión o herida que no se vea a simple vista.

Alzo la vista mientras toco mi cinturón para sacar un pequeño paquete de cuero, que al desenrollarlo como una alfombra muestra toda una serie de utensilios que solo alguien de la profesión conoce. De entre todos escojo un pequeño cuchillo con la punta aguda y un par de pinzas.

Justo cuando me dispongo a cortar suelto un bufido y me giro hacia atrás.

- ¿Puede acercar esa lámpara? Necesito luz...-

El Duque accede de mala gana, como si me hiciera un favor. Una vez veo mejor me pongo a inspeccionar la ropa con las pinzas, no sirve de nada, le cambiaron la ropa para darle sepultura... Así que me dispongo a hacer lo que llevaba todo el tiempo esperando.

El cuchillo produce un chasquido y suelta una especie de liquido amarillanento cuando se introduce en el vientre muerto del primo del Duque, al hacer presión se desliza hacia abajo con suma facilidad, es de buen material y lo afilo todos los dias...

Parpadeo molesto por el sudor que se me mete en los ojos, no sé cuanto tiempo llevamos metidos aquí abajo pero esto empieza agobiar.  El olor a rancio es insoportable, el cuerpo esta prácticamente despiezado y aún no he encontrado nada que me indique de que murió este hombre.

La luz está apoyada en una repisa junto a mí, y apenas ilumina al Duque, el cual camina de un lado para otro impaciente, soltando de vez en cuando alguna reprimenda con voz queda... no tiene paciencia.

Cierro un poco los ojos para relajarlos y vuelvo a concentrarme en el cadáver, no espero encontrar nada, pero yo siempre cumplo con mi trabajo y más si está bien pagado.

Cuando empiezo a cortar la parte más interna del pecho me doy cuenta de una pequeña mancha en los pulmones, con las pinzas lo alzo por debajo con sumo cuidado y veo que una imperceptible mancha negruzca que no deberia estar allí, no estoy seguro de que se trata, pero puedo decir con bastante seguridad de que se trata de algún tipo de veneno... ¡Por fin!

Alzo la vista un momento y me limpio el sudor de la frente con el antebrazo, el Duque ya iba a decir algo para importunarme, pero no le dejo ni hablar.

- Ha sido envenenado, sin duda, el veneno que han usado es casi detectable y no lo reconozco, posiblemente sea a causa de que ya han pasado algunos dias...-

Niego con la cabeza con resignación.

-Es muy raro, nunca habia visto nada parecido-

Ahaa....

Dice el Duque alargando sus las letras, parece que no le sorprende en absoluto lo que le estás diciendo.

Ya has acabado aquí. Salgamos de este sitio asqueroso.

Vuelves a colocar sin mucho cuidado todos los pedazos del cadaver en el interior del abdomen, cierras el sarcófago y sigues al duque hacia la salida.

Entonces, ese veneno es detectable, no es así? Y hace falta todo esto que has echo, digamos... poco agradable?

En fin, supongo que no todo tiene por qué salir siempre como uno espera. Si averiguas algo mas sobre ese veneno, ven a verme, ya sabes donde está mi casa.

Al llegar a la puerta de La Casa de los Muertos, saca de su túnica de seda una pequeña bolsa, que te lanza sin mucho cuidado.

Aquí tienes, matasanos. Por las molestias de esta noche, y una propina para que tengas la boca cerrada. No quiero tener que cerrártela de otro modo, ya sabes... tu conocimiento es muy útil, sería una lástima perderlo...

Es una bolsita de piel, dentro comprobarás que tiene quince monedas de plata, acuñadas en Shadizar.

Eso es todo lo que necesitaba de ti hoy. Vete a casa, y no lo olvides!!

Dicho esto, se aleja caminando con paso ágil hacia su mansión.

Qué harás esa noche? Vuelves a casa? o prefieres hacer algo ahora que ya te has desvelado? Las manos te apestan a muerte, pero no es algo tan raro en esta ciudad.

La experiencia de los años me ha enseñado que no es bueno dejarse los restos de podredumbre en las manos, así que me marcho a casa sin parar en ningún sitio. Cuando llego entro y me dirijo sin prisa a un barreño preparado expresamente para lavarme los restos de mis operaciones, una vez limpio sopeso la bolsa... no está mal, aunque esta vez tampoco se ha estirado demasiado, de todas formas el trabajo ha sido muy instructivo así que no importa.

Me quedo mirando unos minutos a la pared, aún huelo a muerto, pero por lo menos no llevo las manos sucias de mugre. Me siento sobre un cojín con las piernas cruzadas y sopeso la idea de descansar, pero no hay ganas, voy a gastar algo del dinero que, merecidamente, he ganado.

Salgo sin hacer apenas ruido cerrando la puerta con llave por si acaso y me dirijo a la taberna de la esquina, no suelo ir habitualmente, pero si que me he pasado varias veces, cuando necesitaba despejarme o simplemente beber un rato.

-MATASANOS!!

Estabas apunto de cruzar el umbral de casa cuando oyes una voz fuerte, ruda y sin muchos miramientos para la hora que es.

Te asomas a la calle y ves como un hombre enorme, de mas de seis pies de alto, vestido únicamente con un taparrabo, y con un larga melena que le llega por los hombros está montado en un caballo.

En el caballo lleva también a una muejer, una hermosa mujer que parece muy grave.

-He! matasanos, esta mujer necesita tu ayuda, AHORA!!

Y desmonta del caballo con la mujer en los brazos.

Parece que está viva, pero muy mal herida, tiene fiebre y está algo delirante, susurrando palabras sin fuerzas, apenas audibles.

Sus heridas son de filos de acero. No hay duda. Si no se la trata inmediatamente, morirá.

...Matasanos, matasanos ¿ No tienen otra forma de llamar a un reputado cirujano como yo?...

Pienso con resignación mientras examino a la mujer. No les conozco de nada, creo,  en Shadizar las caras van y vienen con facilidad, al igual que la muerte y la vida. A pesar de ello con el tiempo he aprendido que recelar de algún posible cliente es un error, y más si está desesperado, puede volverse violento.

- Entremos... y no levantes tanto la voz - Digo mientras desato las llaves de la cuerda que hace la veces de cinturón y abro la puerta de mi casa. Me dirijo directamente al pequeño cuchitril que uso de consulta, sala de operaciones, laboratorio y despensa.

- Dejala ahí- Señalo una esterilla en el suelo mientras me arromango despacio y los miro de reojo- Ahora apartaté...- Me arrodillo y le quito el vestido bajo la atenta mirada del melenudo, parece bastante grave, pero haré lo que pueda.

Saco mis instrumentos, un montón de algodón, me acreco el barreño de agua y preparo hilo y aguja.

Manos a la obra...

La mujer Estámuy grave, pero te la han traido a tiempo. parece que haya luchado por su vida con la espada hasta el último aliento, y que la hayan dejado bajo la lluvia de los últimos días.

Después de desinfectar la herida y de sacar las esquirlas del metal que quedaban en su vientre, solo se puede esperar a que recobre la consciencia, y descanse. Si le baja la fiebre...

Moghcorb mira fascinado el maltrecho cuerpo desnudo de la noble, pero mas aun tu dedicación y tu ciencia, tan extraña y confusa para el bárbaro.

Está claro que no es una campesina, pues su piel es tersa y suave. Tiene muchos tatuajes, por lo que no debe de vivir de la corte, pues estas cosas no están muy bien vistas, y se mantiene bastante en forma.

No hay duda, sus facciones son Zíngaras.

-Por Crom... Tu artes son casi como brujería. Me dijeron que eras bueno, pero tanto... Si estaba casi muerta!

Me lazo de hombros ante los elogios del hombre, sus palabras son bienvenidas pero está en un error si piensa que va a salirle gratis.

- Casi, tu lo has dicho, pero mientras la muerte no haya abrazado a quien me disponga a curar siempre hay alguna posibilidad. Ahora debe descansar, si no mantiene reposo no va a recuperarse del todo-

Me quito la sangre de las manos en el barreño y me incorporo mientras me miro mis ropajes para ver si están muy sucios... lo normal, se que nunca va a irse el olor de la sangre de ellos. Acto seguido miro al atento barbaro y me acerco a él despacio, mis palabras surgen con la misma paciencia de mis pasos.

- No sé como me habeis encontrado, pero supongo que sabrás que nadie hace nada por caridad en este lugar, y el material que uso no es barato...- Hago un ademán con la mano para señalar los utensilios que he usado, después levanto la mano con el dedo extendido para interrumpirme a mi mismo -...Pero antes de hablar de honorarios me presentaré, no quiero ser maleducado. Mi nombre es Eban... - Me inclino hacia adelante, en un saludo respetuoso propio de donde nací, lo alargo un poco en espera de que mi interlocutor también se presente.

El bárbaro se rasca la parte posterior dela cabeza cuando empiezas a hablar de dinero.

-Bueno, yo soy Moghcorb, y trabajo para esta señorita. Seguro que ella te pagará muy bien en cuanto despierte.

Supimos de ti por que un compañeros... Bueno, ahora ya no. Están muertos. Nos hablaron de que eras un buen matasanos.

Apenas has dejado a Perla descansando cuando oyes voces a fuera que discuten.

-HAHA! Encontraron el caballo! han llegado pronto!

Dice el Cimmerio.

Te asomas a la puerta con las manos aun húmedas y ves como un hombre esbelto y grácil acompañado por una joven de cabellos negros como la noche están a unos metros montados en un caballo.

Ambos están en condiciones lamentables, y no los habías visto nunca, pero parece que al menos uno de ellos si te reconoce.

Sus ropas están embarradas con tierra y sangre, no toda la sangre es suya, pero si gran parte. Al margen de las armas de cada uno no llevan nada mas que esas ropas.

Bajo del caballo sin dejarme ayudar. Como decia mi padre, "si estas tan mal como para no poder levantar una espada o desmontar de un caballo busca un sitio apartado y muerete."

Mantengo la mano en mi costado, la herida de la daga no se a cerrado un milimetro, al contrario, la siento rasgar con cada gesto brusco, mientras la fiebre me hace sudar y tiritar. La infeccion se extiende con rapidez.

- Primero atiendale a el.- digo señalandole a mi compañero con un gesto.- Es de constitucion mas fragil yo aun puedo aguantar un poco mas. 

Alzo la ceja ante la repentina aparicion de los nuevos visitantes, me quedo apoyado en el marco de la puerta mientras se presentan. Cuando veo a la mujer bajar del caballo mi ojo experto vislumbra un renqueo producido por una herida en el costado, a pesar de ello la muchacha insiste en que me encargue del tal Diego primero, parece una mujer fuerte.

Suspiro con resignación y les invito a pasar dentro de la casa con la mano.

- Bienhallados, Diego y Hundra, entrad. Veo que necesitais de mis servicios, si no os importa pasad por allí...-

Digo señalando la puerta que da donde esta Perla y Moghcorb, cuando ya han entrado cierro la puerta después de hechar un vistazo a la calle por si hay algún vecino fisgoneando.

... Parece que está noche va a ser larga...

Una vez dentro les indico que se sienten donde puedan, no tengo sillas, pero si cojines y alguna esterilla, aunque la que uso normalmente está ocupada por Perla.

Cuando se han acomodado me acerco a Diego mientras me vuelvo a arromangar, por enésima vez...

Antes de empezar con el paciente me giro hacia Hundra - Ve quitandote la ropa donde tengas heridas, y si quieres lavatelas un poco con ese agua - Señalo el omnipresente barreño con la cabeza antes de ponerme en la tarea.

- A ver, a veeeeeer...- Mis ojos escrutan toda la superficie de su piel mientras le ayudo a quitarse la ropa sucia que molesta para realizar mi trabajo.

No parece muy malherido, pero la experiencia me ha enseñado a tener en cuenta los sintomas que no se ven tanto como los que se perciben a simple vista.

Para lavar todos mis heridas tendria que meterme dentro del barreño de cabeza.- pienso viendo los cortes en mis piernas y brazos aunque ninguno tan importante como del costado. Quitar lo que me queda de ropa no es muy dificil pero mis movimientos son torpes y lentos. Me deshago de mi camisa destrozada, lo que queda de mis pantalones cae a un rincon y asi comienzo a limpiar lo que puedo. Solo es agua pero hasta eso me resulta doloroso. Aprieto los dientes cuando dejo caer el liquido por el costado y uso los restos de la camisa para limpiar la sangre que escurre hacia la cadera.

Miro a Moghcord y le sonrio.- No eres el unico que se a quedado en paños menores. ¿Como esta Perla?.- pregunto mirando de reojo a la mujer.

La cirujía de Diego parece que va a complicarse un poco mas de lo previsto.

El paciente se queja y la herida sangra algo mas. Una esquirla de metal está incrustada en un hueso y cualquier movimiento en falso hace que esta desgarre carne y arterias con facilidad. Hay que ir con cuidado...

Moghcorb sigue en taparrabo, y ve como la otra norteña se desprende de su ropa con cuidado, dejando ver su cuerpo hermoso y ensangrentado.

El bárbaro no dice nada, solo mira con sus profundos ojos grises, serio, hasta que Hundra le hace una pregunta.

-Ahí está. Sigue delirando, pero dice el Matasanos que saldrá de esta.

Junto a una pared ves a Perla, acostada sobre un montón de cojines, que hacen de cama improvisada.

TODA la ropa de la noble cíngara descansa sin plegar en un montón junto a ella. Lo que antes era un ermoso vestido, fino cuero de Kordava, y sedas de Kithay, ahora eran casi arapos.

El cuerpo totalmente desnudo, salvo por el hilo de las costuras que ahora lleva perla en sus carnes, está tapado por una piel de osos, suave, que le ayuda a mentener el calor, mientras ella sigue susurrando, en delirios febriles y tiritando.